Su dulce debilidad ©

By TRomaldo

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Reece Wood no era un chico bueno pero tampoco era cruel. No bebía en exceso pero ello no significaba que no l... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1: EL TRATO
CAPÍTULO 2: Un Amigo De La Infancia
CAPÍTULO 3: EL JUEGO EMPIEZA
CAPÍTULO 4: RECHAZADA
CAPÍTULO 5: CAMBIO DE IMAGEN
CAPÍTULO 6: EL PRIMER ERROR
CAPÍTULO 7: ¿JAKE ESTÁ ENAMORADO?
CAPÍTULO 8: TODO EMPIEZ AQUÍ
CAPÍTULO 9: EL JUEGO EMPIEZA
CAPÍTULO 10: HERIDAS
CAPÍTULO 11: REECE EN ACCIÓN
CAPÍTULO 12: JACKSON NO ES EL ÚNICO QUE PUEDE AYUDAR
CAPÍTULO 13: VACACIONES Y FIESTAS
CAPÍTULO 14: DESEO
CAPÍTULO 15: JUGANDO
CAPÍTULO 16: PERDIENDO EL CONTROL
CAPÍTULO 17: BUSCANDO A AMY
CAPÍTULO 18: ¿SORPRENDIDO?
CAPÍTULO 19: LA PRIMERA VEZ
CAPÍTULO 21: ¿ME PERDONAS?
CAPÍTULO 22: LA ÚLTIMA VEZ, REECE
CAPÍTULO 23: EL PERDÓN DE JAKE
CAPITULO 24: METIDA DE PATA
CAPÍTULO 25: CUANDO YA ES TARDE
CAPÍTULO 26: TAN LEJOS
CAPÍTULO 27: UN NUEVO JUEGO
CAPÍTULO 28: ENCUENTROS, DECEPCIONES Y CONFESIONES
CAPÍTULO 29: QUÉDATE CONMIGO ESTA VEZ
CAPÍTULO 30: DISCUSIONES
CAPÍTULO 31: UNA TARDE DE AMOR
CAPÍTULO 32: LA CURIOSIDAD DE REECE
CAPITULO 33: QUE EMPIECE EL JUEGO
CAPÍTULO 34: JESSICA
CAPITULO 35: RECUPERARLA
CAPITULO 36: SECRETOS DE HUNTER
CAPITULO 37: UNA NOCHE DIFERENTE
CAPÍTULO 38: AMY Y HUNTER
Capítulo 39: ELLA Y YO

CAPÍTULO 20: CORAZONES ROTOS

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By TRomaldo

Too close for confort -McFLY

CORAZONES ROTOS

Amy Donovan recordaba mucho de lo que había sucedido la noche anterior, pero sí lo suficiente como para que su rostro se encendiera violento ante el recuerdo. Giró el rostro entre preocupada y sorprendida en busca de Reece posiblemente durmiendo a su lado. Pero fue aún más decepcionante encontrarse sola, desnuda y en una casa que no conocía en lo absoluto. Su rostro estaba hecho un desastre por el maquillaje y su ropa había terminado hecho trizas por la calentura de la noche anterior. Estaba varada en medio de algún lugar y sin prendas qué vestir.

—¿Hay alguien ahí? —oyó una voz gritar con fuerza mientras tocaban la puerta.

Se levantó al instante y sin saber qué hacer exactamente se dirigió al armario y retiró la primera camiseta que encontró ahí. Se vistió como pudo y salió corriendo de aquella casa con toda la vergüenza que pudo sentir. Mientras, cuando llegó a casa lo primero que vio fue a Peyton llorando a todo pulmón en medio del salón.

—Peyton, ¿qué sucede? —murmuró extrañada, sentándose al lado de la rubia y colocándole una mano sobre los hombros para reconfortarla en aquello que no conocía—. ¿Qué ha pasado?

—Es Jake —fue lo único que dijo antes de llorar aún más fuerte. Tardó largos segundos que le supieron interminables en sorber por la nariz y limpiarse las lágrimas antes de levantar la mirada para verla con tristeza—. Tengo que regresar al internado en una semana y no lo volveré a ver.

Oh, vaya, qué triste.

—Pero esto iba a suceder de todas formas, ¿no?

—Y a él no le importa. Parece como si estuviese aburrido de mí, apenas me mira, no me habla y siempre luce fastidiado cada vez que intentó hablarle de algo. ¡¿Qué hice mal?!

No podía entenderlo. Conocía a muchos chicos que podrían estar dispuestos a estar con su hermana, ¿por qué de pronto Jackson se comportaba de esa manera? Quizá así era él o, lo más probable, era que extrañara a Ariel y se sintiera culpable por cómo terminó con ella.

—Deberías hablar con él y...

—Me dejó tirada allá. No le importé y cuando pregunté por él me dijeron que se había ido con un grupo —Apoyó la cabeza sobre la palma de la mano y la miró con tristeza—. Fue tu amigo Reece quién me trajo. Es muy amable —sonrió—. Estuvo muy preocupado en dejarme aquí.

Un agrio sabor acunó la boca de su pecho y, al contrario de sentirse triste, estuvo furiosa al oír aquello. Fue como sentir una patada en el estómago que la dejó sin aire y la desencajó por completo. Mientras a ella la dejaba sola una vez más, iba a rescatar a su hermana como el príncipe azul que era él. No había hablado con él ni mucho menos oído sobre qué le sucedía. Creía que quizá las cosas entre ellos serían ahora mejor, que Reece le diría que después de tanto tiempo juntos había gustado de ella o que, de alguna manera, la quería. Era eso lo que hubiese querido que sucediera, que, por un momento, alguien la toma de en cuenta a ella y a sus sentimientos. Deseaba ser querida por alguien alguna vez, a alguien que realmente la quisiera tal y como era.

¿Por qué era tan difícil?

Por un momento creyó que estaba huyendo de ella hasta el día siguiente. Tuvo qué levantarse más temprano de lo normal al oír que tocaban a la puerta de su casa con desesperación e insistencia. Una vez de pie, fue a abrir la puerta y a encontrarse con un serio Reece Wood frente a ella.

Un sonrojo calentó sus mejillas y apenas pudo sonreír con timidez ante él.

—Hola, Reece —saludó ella, inclinándose para saludarlo cuando él la detuvo repentinamente.

—Tenemos que hablar. Ve a abrigarte, te espero —fue lo único que dijo antes de girarse y digiriese con pereza al auto.

Para Reece Wood, las cosas eran un tanto diferentes. Mientras la observaba alejarse de él, la contemplaba con los pensamientos gritándole internamente, algo en su corazón derritiéndose de una manera bastante extraña. Decir que le fascinaba era poco. Verla sentada bajo la escasa iluminación de aquella habitación, la cabeza gacha y escondida en la almohada mientras claros mechones le caían con suavidad sobre la frente, hacía que su corazón frenara y palpitara violento contra su pecho.

Vaya, cómo le gustaba.

Amaba ver esa casi imperceptible sonrisa en sus delgados y rosados labios. Era como una calmante inyectado en sus venas cuando aquellos preciosos ojos verdes se alzaban con inocencia en demasía hacia él. Su cuerpo vibrada de tranquilidad absoluta con tenerla tan cerca. Cada vez que la miraba, cuando la veía apenas sonreír o la besaba sentía estar tocar el cielo. Era aquello tan precioso y pacífico que necesitaba en su vida. Aquello que lo había envuelto para nunca dejarlo ir. Se había encaprichado hasta lo más profundo de ella, quería con cada detalle y defecto, con todas sus miradas y cada centímetro de su piel.

Y ahora Reece no sabía qué hacer con ella. Tenía que dejarle en claro que entre ellos no había ninguna relación y que, si todo salía bien, le diría alguna típica tontería sobre que no quería perder su preciada amistad. De ser así incluso podría obtener alguna ventaja del asunto. Tardó horas en convencerse de lo que debía hacer. Entonces, a la mañana siguiente, fue a su casa y mentalizó que no debía ser tan duro con ella. Es decir, Reece no quería ataduras de ninguna clase y eso implicaba no tener relaciones serias con nadie. Pero tampoco sentía correcto tratarla como a una más de las chicas que habían pasado por él, aunque fuese la dura verdad.

—Bueno, hablemos —dijo ella al regresar, sentada a su lado y siempre con una pequeña sonrisa en los labios—. Reece, estaba algo...

—Amy, eres una buena amiga para mí y no quisiera perder tu amistad por una estupidez —Le cortó bruscamente—. La pasamos siempre muy bien y no quisiera que eso cambie por lo que sucedió una noche. Estuvo muy bien pero simplemente no es lo correcto, eres importante para mí, ¿sabes? Sólo... —suspiró y volvió a hablar—. Somos muy jóvenes para atarnos a una persona, quiero aún vivir y conocer a otras, sabes a qué... me refiero. Eres muy dulce y tú mereces a alguien más, yo solo soy tu amigo y nada más.

La vio parpadear repetidas veces como sí acabase de golpearla en todo él rostro pero no se inmutó, por mucho que por dentro deseara huir lejos y evitar aquello que jamás debió suceder. La sonrisa que ella traía se borró y una mueca de tristeza, apenas perceptible, cruzó ante ella. Lucía tan decepcionada que por un instante se sintió culpable.

—Yo... —murmuró avergonzada—. Supongo que... Si eso quieres, nosotros solo seremos amigos. Y nada más.

Reece sonrió demasiado contento por aquella respuesta. Pero ella lucía tan decaída que muy tarde notó que sin decir nada más estaba regresando a su casa. La tomó de la mano y la abrazó de manera tan repentina que ella soltó un grito de sorpresa.

—Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras. Si necesitas algo o te preocupa algo solo debes decírmelo. ¿Lo sabes, verdad, Amy?

Ella asintió contra su pecho y, con las manos en sus hombros, se alejó lo suficiente de él.

—Debo regresar a casa. Adiós, Reece.

Reece había estado tan desesperado en desprenderse de ella y dejarle en claro la situación entre ambos que no había advertido los daños que podía causar en Amy. Ni siquiera había sopesado la idea de perderla para siempre en el proceso.

| . . . |

—Vaya, qué jodido —fue lo que dijo Hunter después de oír todo lo que ella llevaba guardándose para sí misma—. El problema, Amy, es que te rodeas de personas tóxicas que sólo te harán daño. Deberías sacar de tu vida a todos ellos, verás que así tendrás una vida más tranquila y te darás cuenta de que el problema no eres tú, sino ellos.

Un silencio sepulcral inundó el lugar y ella se limitó a mirar el paisaje con una mueca en el rostro. Por un momento había creído que había algo entre Reece y ella. Como fuera, saber que para él solo significa un pasatiempo más le había dolido mucho. ¿Quién era ella? ¿La chica de las seis y media con la que se besaba cuando quería? Había llegado a pensar que para Reece, ella era alguien importante. Se sentía ahora aún más estúpida por acudir a la llamada de Reece.

«Ven conmigo a cenar a Lexuz», fue el mensaje que recibió horas atrás de Reece Wood. Y ella, tan tonta e ingenua, respondió que iría con él aquella noche a ese restaurante tan lujoso.

Eran esas cosas lo que la confundían tanto. Si no quería nada con ella, ¿por qué de pronto él la citaba a restaurantes tan caros cuando podría estar con otra chica? Y ahora, mientras se dirigía al apartamento de él, se había encontrado con Hunter sentado en uno de los enormes parques que habían cerca, así que habían terminado conversando y hablando de todo aquello que tanto les dolía.

—Pensé que yo realmente le importaba —murmuró en un hilo de voz—. Y resultó que sólo fui para él un pasatiempo más. Quisiera que supiera lo mucho que odio esto, nunca a nadie le importa cómo me siento yo o qué siento al respecto. Yo solo...

Una mano acunó su hombro y, sin haberlo previsto, sintió unos dedos acariciar su mandíbula ligeramente, obligándola a mirar unos ojos oscuros que tan bien empezaba a conocer.

—Entonces dile. Ve y dile lo que sientes, pequeña, tienes todo le derecho de decirle en la cara lo idiota que fue y, lo utilizada o decepcionada que te sientes —respondió Hunter con una sonrisa apenas visible en los labios—. Él te oirá.

Decirle... Decirle a Reece todo aquello que acababa de contarle a Hunter, por una vez en su vida podría enfrentar la situación y decirle que prefería quererse a sí misma que a continuar fingiendo ser amiga de alguien que realmente no la quería. No haría cambiar a Reece de opinión ni lograría que él le declarase amor eterno de pronto pero, por lo pronto, lograría desfogar sus pensamientos que la consumían cada día.

—Entonces lo haré...

Hunter chasqueó la lengua y esta vez la tomó de las mejillas y, con una mirada convencida y firme, le dirigió una mirada cargada de aquella seguridad que necesitaba en ese instante.

—Esto pasará, no tienes que sentirte mal por él. Ya verás que llegará alguien que te querrá tal como eres, Amy, que ame cada detalle tuyo porque eres estupenda. Recuérdalo, pequeña, eres increíble y no necesitas de nadie para serlo —sonrió de lado y una brisa calurosa envolvió su pecho como respuesta—. Así que sonríe un poco y ve a decirle a Reece eso que te jode tanto.

Sonrió y se sintió superada por unos instantes, al menos los necesarios para saber con mucha convicción que Hunter tenía razón.

—Tienes razón, lo haré. Es más, iré ahora mismo.

—Exacto, esa es la Amy que me encanta —Le guiñó un ojo con diversión y dirigió la mirada sobre el parque con extrañeza—. Estaré por aquí esperando a Anne, no creo que tarde mucho. Cualquier cosa estaré con ella. ¿Bien?

Asintió y se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla como despedida.

—Muchas gracias por escucharme, Hunter.

Estaba tan segura y confiada después de aquella conversación que fue decidida a buscarlo y poner las cosas en claro. Reece ya había dicho lo que pensaba y quería, era ahora su turno de decirle lo que sentía.

Las conversaciones con Hunter era lo que necesitaba para saber que todo era posible, que no debía intimidarse ni dejar que alguien pasara por encima suyo. Él le daba la confianza que en ese momento necesitaba.

Había visto el apartamento de Reece solo por afuera, pero recordaba bien cuál era el camino indicado a seguir y que, además, no se encontraba muy lejos. Un amplio edificio apareció frente a ella después de varios minutos rondando y, acomodándose el cabello y la ropa de manera inconsciente, dio una larga inspiración antes de avanzar firme hacia el apartamento cuando una voz gruesa la detuvo. Un hombre joven en el mostrador, con los cabellos rubio oscuro y largos, la miraba detenidamente.

—Buenas noches, ¿a quién busca?

—Buenas noches... ¿Estará Reece Wood?

Frunció el ceño al ver que de pronto el hombre le dirigía una mirada picara y divertida, como si conociera las dobles intenciones que tenía Amy en ese momento. La miraba cómplice y con un atisbo de travesura, sonriéndole amplio y divertido.

—Eres esa amiga de Reece, ¿verdad? Tranquila, dijo que vendrías, apartamento cuatrocientos dos.

Había tardado casi una hora en llegar hasta allí debido a que, para su mala suerte, no encontraba la dirección exacta. Pero ahora que ya había oscurecido y todo lucía en orden, se sintió mejor que nunca cuando finalmente llegó. Por alguna razón la puerta estaba entreabierta, así que no tuvo problemas ni se molestó en tocar el timbre para avisar a Reece que acababa de llegar. Amy tan solo entró, cerró la puerta principal detrás suyo y murmuró—: Reece, ¿dónde estás?.

Recorrió el amplio salón y la cocina sin verlo por ningún lado. Pensó que quizá había ido a comprar cuando los oyó, de pie frente a una puerta blanca y entreabierta creyó oír unas voces y algunos ruidos fuertes. Supo después que nunca debió abrir aquella puerta y que había una específica razón por la que siempre debía tocar antes de entrar. Pero ahora era tarde.

Amy soltó una sonora exhalación al ver las siluetas de un par de jóvenes enredados entre las sábanas. Su corazón pareció detenerse y caerse en miles de pedazos irreparables. Sus ojos escocieron aún más, ardiéndole en un doloroso escozor cuando sus ojos cayeron sobre la imagen de Ariel, desnuda, bajo el firme cuerpo de Reece. Se sintió insignificante cuando su mano tembló sobre la perilla. Ilusa al verse en aquellas ropas tan elegantes, estúpida después de haber desperdiciado horas y minutos preciados intentando arreglarse y, según ella, haber logrado verse por bien primera vez. Ridícula al ver que mientras ella se arreglaba para él, Reece se revolcaba con una de las chicas que más daño le habían hecho en toda su vida.

Y su corazón terminó por romperse, por hacerse añicos que le dolerían por tiempo indefinido.

Fue allí, en el preciso instante en el que Ariel le envió una mirada furiosa, abrazada al cuello del muchacho, cuando todo empezó a destruirse.

Se dio un rápido vistazo y no pudo sentirse aún más tonta en aquel hermoso vestido negro que, aún así, no terminaba por ser suficiente. Maquillada apenas ligeramente y peinada en un intento por gustarle aún más a él. Como la adolescente que era, como si al menos le gustara.

—Demonios... ¡¿Es que no sabes tocar la puerta?! —gritó la pelirroja mientras se cubría con el cuerpo de Wood—. ¡Vete!

Estaba tan anonadada y ridiculizada que apenas atinó a dar media vuelta cuando la voz del joven llenó sus oídos rápidamente. Reece se puso de pie y se cubrió con una prenda rápidamente antes de ir detrás suyo. 

Ella lo ignoró, su pecho desgarrándose cuando buscó irse de allí lo más pronto posible. Quería huir de ahí y no ver nunca más a Reece en su vida. Fue todo tan rápido que apenas pudo reaccionar. Había planeado quedarse allí con Reece, declararle sus sentimientos, pero jamás pensó que lo encontraría así. Él le había dicho que lo buscara allí mismo, ¿es que acaso quería destruirla más? ¿Por qué era tan cruel como para planear que algo así sucediera?

Y de todas, si bien sabía que Reece quería estar con otras chicas, lo que más le dolió fue verlo precisamente con ella.

—Amy...

Giró rápidamente hacia él cuando Reece la sujetó del brazo lo suficientemente fuerte como para detenerla cuando sus cuerpos chocaron.

—¿Qué quieres? —espetó con dureza, sus ojos ardiéndole—. Si mal no recuerdo hay alguien esperándote. No te preocupes por mí.

Reece presionó la mandíbula y entrecerró los ojos hacia ella, analizándola con la mirada de pies a cabeza. Parecía tan furioso como nunca antes lo había visto, molesto y demasiado alterado cuando no desvió la mirada lejos de ella. Fue como si acabara de notarla por primera vez en toda su vida.

O al menos así pareció.

Porque de pronto los ojos del joven se movieron con anhelo sobre toda ella, los ojos claros acariciándole cada parte que podía contemplar en una débil sonrisa.

—Mierda, eres preciosa... —murmuró Reece tan bajo que ella nunca pudo oírlo—. Te ves tan bien que... —rió mientras deslizaba la lengua sobre los labios de manera inconsciente—. No sabía que ibas a venir. Creí que...

Sonrió débilmente y no dijo nada cuando los ojos de Reece se abrieron aún más, los labios entreabiertos y la mirada oscureciéndose de comprensión y culpabilidad al recordarlo. Los dedos del moreno incluso se enredaron en el corto cabello cuando chasqueó la lengua sonoramente.

—Joder, Amy, lo siento mucho. Juro que lo olvidé por completo, yo... —Intentó disculparse mientras la seguía rápidamente por todo el salón—. Ariel vino para que le ayudara en algo, una cosa llevó a la otra y... nunca pensé que terminaríamos en... Demonios, Amy, lo siento. Sólo dame cinco minutos y soy todo tuyo —dijo desesperado, levantando sus prendas que yacían esparcidas en el suelo para colocárselas apresurado.

Ella soltó una risa burlona, riéndose aún más de sí misma, cuando su teléfono vibro en el bolsillo del pantalón.

—Claro que no lo haces —espetó. Se detuvo bruscamente y giró hacia él con los labios plegados en una inevitable mueca de tristeza que, sin saberlo, hizo que la respiración del moreno se entrecortara—. Tienes todo el derecho de hacer lo quieras, pero ¿con Ariel? —preguntó con la voz quebrada—. ¿Por qué? ¿Por qué con la persona que más daño me ha hecho? —Su voz tembló aún más y ella negó repetidas veces—. Da igual si olvidaste que hoy iba a verte, sé que tienes cosas más importantes que hacer que quedarte con alguien como yo, tan sosa y aburrida —repitió las palabras que él alguna vez le dijo.

—Amy, preciosa... —murmuró él con desesperación, dando un paso veloz a ella y sujetándole del brazo—. Espera, entre ella y yo no hay absolutamente nada, puedo prometértelo.

No entendía. No lograba comprender por qué de pronto Reece parecía desesperado en aclararle la situación que ella misma acababa de ver. Él mismo le había dejado en claro que no quería ataduras de ningún tipo, al contrario, Amy no debería siquiera lucir confundida ni asombrada. Era más que obvio que eso iba a suceder tarde o temprano.

—¿Por qué no vas a buscarla? Te veías muy agitado encima suyo —escupió en un inútil intento por sonar tranquila—. Como sea, suéltame. Debo irme.

—No vas a ninguna parte. Vamos a tener... —Tragó en grueso, de pronto nervioso y desesperado—. Mierda... tendrás ese maravilloso momento como te lo prometí. Te dije que te llevaría allí y allí iremos.

Pero Amy no podría más.

Con toda la fuerza que pudo consiguió empujarlo lejos de ella. Lo miró con aflicción y dio media vuelta, incómoda y sintiéndose ridícula en aquellos tacones, en ese vestido que parecía burlarse de ella. Salió corriendo de allí y se dijo a sí misma que será la última vez que confiaría en alguien más. Estaba tan agobiada y desesperada que le importó muy poco derramar aquellas lágrimas que tanto le ardía en el pecho. Muy alterada corriendo y escapado de allí cuando la vibración de su teléfono la asustó por lo repentino que fue.

—¡Hey! ¡¿Estás bien?! —oyó decir al hombre que la había atendido con preocupación al verla correr despavorida a la salida.

Afuera del apartamento, contestó la llamada y respondió extrañada al ver que se trataba de Hunter.

Vaya, creí que no responderías —dijo él sin ningún ánimo en la voz, tan extraño de Hunter que la hizo reaccionar finalmente—. ¿Todo está... saliendo bien?

—¿Qué sucede? ¿Estás con Anne?

Una risa fría y cruel llegó a ella desde el teléfono.

—No, ella... es una larga historia. Fueron las tres horas más mierda que desperdicié esperando a una mujer que no me merece. Nunca vino porque resulta que estaba más interesada en llegar a Tay. Soy ese típico amigo al que todos hablan para hacerse los mejores amigos del maravilloso Taylor Bradford. Una jodida mierda, estoy cansado de las personas interesadas —escupió resentido—. Como sea, debes estar con Reece, así que mejor...

—¡No! ¿Dónde estas?

Era tan extraño oír a Hunter tan desanimado que una sensación de compasión pareció abrigarla al instante. Aquel que había estado para ella, que siempre tenía una sonrisa en el rostro para ella y para reconfortarla ahora lucía todo lo contrario al Hunter que había conocido.

—Pues Anne se fue cuando... ¿Qué haces ahí parada en medio de...?

Su mano cayó al verlo frente a ella a metros de distancia, mirándola extrañado y aún más confundido que ella. Lentamente y paso a paso Hunter fue a ella tan serio como nunca creyó verlo.

—Estás hecha un jodido desastre.

Una mueca se deslizó en sus labios cuando las palabras llegaron a ella de manera tan sorpresiva.

—Yo... lo sé.

El silencio la abrumó y todo lo que pudo oír fue los autos cruzando a toda velocidad frente a ellos.

—Amy... —murmuró Hunter con la voz ligeramente enronquecida, el entrecejo fruncido y los labios entreabiertos hacia ella—. No te pongas así, solo era una broma.

Ella sonrió aún más y no dejó de mirarlo mientras depositaba un mechón de cabello detrás de su oreja, las mejillas sonrojadas. No importaban las lágrimas en sus ojos ni lo doloroso que le resultaba toda aquella situación. Amy continuó observándolo con una sonrisa triste en el rostro antes de que un tembloroso puchero se acunara en sus labios. Se abrazó a sí misma allí afuera, viendo cómo salían varios jóvenes en pareja o amigos. Y ella estaba sola, hecha un desastre una vez más después de que Reece la hubiese tratado como a una zorra de turno.

—¿Qué sucedió? Estabas tan feliz cuando te vi... ¿Qué te dijo Reece? Dime y podré golpearlo si me das una razón, pequeña, créeme que lo haré con ganas.

Negó repetidas veces y se obligó a sonreír una última vez, por mucho que le costó.

—Nada, estoy bien.

—No creo que estés llorando por nada —insistió Hunter al tomarla del brazo de manera tan repentina que no pudo escapar—. Amy, demonios, me estás preocupando.

Quería irse a casa. O mejor aún, irse a algún lugar en el mundo donde no la hicieran daño. A algún lugar donde alguien la quisiera, que alguien lo hiciera de verdad. Algún amigo, alguien que no se avergonzara de ella solo porque no era la persona más sociable o conocida de todas, o lo que fuera. Ella solo quería un lugar en el mundo.

—Estoy cansada y...

Sus ojos se cerraron con fuerza cuando sintió los brazos de Hunter rodearla, abrazándola y resguardándola. Un ligero sollozo de escapó de sus labios sin que pudiera evitarlo y no le importó. Sus dedos se aferraron en la camisa de su amigo, intentando que aquello dejara de dolerle por fin.

—Tranquila, pequeña, estaremos bien. Todo pasará.

.

Este capítulo es demasiado largo, así que espero que  lo disfruten muchooooo. El siguiente capítulo toca a Reece así que ya leerán su punto de vista.

¡Recuerden que publico 5 capítulos cada semana, los días martes!

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