El Pocionista y la Cantante

By Samira85106

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El mundo mágico se encuentra a la expectativa de una nueva guerra, hasta los muggles se están dando cuenta de... More

La cena de compromiso
El juramento
Una terrible misión
La llegada
Un paseo por Diagon
La boda
La boda parte dos
El nidal de nubes
Dulce Luna de miel
¡Ma Che Bella Italia!
Una góndola y una canción
Entre vinos y tarantelas
De vuelta a Inglaterra
¿Por qué Snape?
Primer día de clases
Un paseo, una maldición
Un buen consejo de un buen amigo.
Conflictos
La fiesta de navidad
El pensadero
Cena de noche buena
Obsequios
Día de visitas
Una grata sorpresa
Embarazada
¡Feliz cumpleaños, señora Snape!
La fiesta
Veneno
Terror en la escalera
San Mungo
Vendetta
Superando el dolor
¿Qué oculta Draco?
La sesión de fotos
Un importante descubrimiento
Remembranzas
Un hipógrifo rebelde emprende el vuelo
No siempre el triunfo trae alegría
Avada Kedavra
Perderlos a los dos a la misma vez
Dolor
Una despedida como se debe
Desahogo
Que difícil es ser espía
El Rescate
Una propuesta rechazada
Cae el Ministerio
Un lugar donde esconderse
En Grimauld place
La tribulación de Remus
Fugitivos
El castigo del Señor Tenebroso
Las calamidades del director
Por culpa del guardapelo
Godric's Hollow
Por muy poco
Su nombre es tabú
Huída frustrada
De vuelta a casa
Novedades en Hogwarts
¿Dónde está Emily?
Otro asesinato en el castillo
Sanando heridas
Revelaciones
El inicio de la guerra
La batalla
Se ha perdido una batalla, no la guerra
La victoria
Recuperación
El comienzo de la felicidad
Un par de ángeles
Epílogo
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La iniciación

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By Samira85106



Emily despertó aquella mañana con una enorme emoción que amenazaba con sacarle el corazón por la boca. Había llegado el gran día, estaba cada vez más cerca el momento de convertirse en la señora Snape ¿Quién lo diría? —pensó mientras hacía su cama y rememoraba el pasado. Sus recuerdos la condujeron al día anterior después de su salida al callejón Diagon cuando se había encontrado con su novio en el restaurante muggle. Después de allí él la llevó a dar un paseo por la parte muggle de la ciudad, algo que a ella le encantaba. También la llevó al cine, en Leicester Square, el centro de los mejores cines de pantallas múltiples de Londres, y al salir de allí, algo llamó su atención en demasía. 

Había muchísimas personas congregadas en la plaza central y algunas cámaras de televisión.

¡Mira, cielo! ¿Por qué están todas esas personas allí? —preguntó Emily.

No lo sé... tal vez una protesta, algunos muggles son muy alborotados —respondió él, echando un vistazo.

Ven, vamos a ver de qué se trata —sugirió la chica tomándolo del brazo.

Emily, ¡Por Merlín! —dijo Severus fastidiado por tener que acercarse a la multitud.

Al llegar allí, se abrieron paso entre la gente que miraba absorta a un joven de cabello ralo y ojos claros mientras las cámaras de televisión lo filmaban. El hombre se acercó a un joven y le pidió que le prestara su teléfono celular.

Es Spencer—le escucharon decir a una mujer—. El mejor mago que existe, de veras, hace cosas sorprendentes.

¿Un mago? —inquirió Emily con sorpresa—. Severus ella dijo que él es un mag...

No es lo que crees, Emily. He visto el programa de ese chico por televisión y no es precisamente un mago —explicó él en susurros—. Hay muggles que son realmente hábiles y rápidos con las manos y por lo tanto hacen creer que utilizan magia.

Entonces... ¿todas esas personas conocen nuestra comunidad? —razonó la cantante.

No precisamente, los muggles siempre se han fascinado con la magia aunque crean que no existe, de hecho... ya lo notaste en esa película que acabamos de ver. 

Sí... El mago de Oz —rememoró la muchacha—. Veamos qué hace este hombre.

Spencer tomó el teléfono celular del hombre, lo frotó entre las manos y al instante desapareció, dejando a todos con la boca abierta y exclamaciones de asombro.

¿Qué rayos?... ¡Wow! exclamó Emily maravillada—. ¿Cómo lo hizo sin magia?

Ya te lo dije, Emily, solo es cuestión de habilidad.

Posteriormente, el «mago» dio un chasquido con los dedos y le solicitó al dueño del teléfono celular que hurgara dentro del bolsillo de su pantalón y, para sorpresa de todos, allí estaba el objeto.

Es... sencillamente brillante, ¿en qué momento lo guardó allí?

Snape enarcó una ceja aparentando indiferencia, pero la verdad era que en el fondo sentía admiración por ese chico que lograba todas esas cosas solo con astucia y rapidez con las manos.

Luego, Spencer se encaminó hacia otro hombre y le señaló un viejo cine teatro que al parecer estaba abandonado.

¿Ves la marquesina?  —preguntó, a lo que el hombre contestó afirmativamente—. Pues... como te darás cuenta, no hay nada escrito en ella porque hace muchos años no se proyecta una película en ese lugar. Te pediré que te concentres y pienses en un título ¿de acuerdo? Una película que te haya gustado mucho.

¿Qué va a hacer ahora? —inquirió Emily con suma emoción.

Me gustaría saberlo —respondió Snape con sinceridad.

Y ambos le clavaron la mirada a la marquesina que habían señalado, posteriormente miraron de nuevo a Spencer.

Bien... —continuó el «mago»—.  ¿Ya estás listo?

Lo estoy —respondió el hombre.

Tras esta respuesta, Spencer cerró los ojos mientras todos lo observaban con expectación, se llevó los dedos a las sienes y parecía muy concentrado, luego alzó los brazos en dirección a la marquesina y exclamó:

¡Allí está!... ¿Es ese el título que pensaste?

Instintivamente todas las personas y las cámaras dedicaron su atención al objeto que el hombre señalaba y efectivamente unas palabras que antes no estaban, se hicieron visibles en letras muy grandes y azules:

El señor de los anillos

¡Por Dios! —gritó el hombre asombradísimo—. Lo es... ¿Cómo demonios hiciste eso?

Sev... este hombre debe ser uno de los nuestros definitivamente. Eso... eso no podría hacerlo un muggle.

Tal vez ese hombre es un actor y está fingiendo, tal vez se puso de acuerdo con ese Spencer... no lo sé —intentó razonar Severus que, sin embargo estaba bastante asombrado.

¿Y qué me dices de esas letras? No estaban allí antes. ¡Ven! vamos a preguntarle como lo hace. Quiero pedirle un autógrafo.

No... ¡Emily, ven aquí!

No seas aguafiestas. A ver... Creo que tengo un trozo de pergamino por aquí dijo ella deteniéndose de repente y hurgando en el bolsito de cuentas que Dora le había obsequiado en su cumpleaños.

Emily, ¿no crees que él se extrañaría si le pidieras un autógrafo sosteniendo un pedazo de pergamino, una pluma y un bote de tinta?

Pero creo que él es uno de nosotros, Sev.

Podrías cometer una imprudencia, Emily. Es solo un muggle, de lo contrario el ministerio de magia lo habría sancionado y hubiese aparecido en todas las páginas de El Profeta —contestó él.

Tienes razón, mi amor contestó Emily tomando el camino de regreso—, pero es... asombroso.


La chica sonrió al recordar aquello. 

Cuanto amaba a Severus, el hombre que le había mostrado ese mundo tan maravilloso que ella desconocía. Aun y cuando a leguas se notara que sentía un poco de desprecio por su lado muggle, sin duda debido a su padre violento. Le mostraba parte de ese mundo porque sabía que a ella le fascinaba, le explicaba los detalles y la complacía.

Todo era un revuelo en la mansión de los Smith. Pese a que el evento seria por la noche, los elfos domésticos iban y venían de un lado al otro sin parar, llevando fuentes de comida y arreglos de flores. El precioso jardín estaba bellamente decorado aquella mañana: de la fuente brotaba agua de rosas cuyo aroma se esparcía por todos lados, había guirnaldas por todas partes y muchas, pero muchísimas mesas redondas repartidas en sitios estratégicos sobre las cuales estaban los centros de mesa que simulaban ser fastuosos cisnes dorados. El interior de la mansión no se quedaba atrás, los pasamanos de las escaleras de mármol estaban casi cubiertos de preciosas orquídeas blancas. La señora Greta Smith, aunque aún vestía la bata sobre el piyama mientras desayunaba junto a su marido, lucía impaciente y nerviosa.

—Mira nada más la hora que es, Jacob, son las nueve de la mañana, Emily ya debería estar aquí. No sé por qué rayos decidió dormir en su casa si ésta también es suya y es aquí donde debía estar desde temprano.

—Tranquilízate, amor —le respondió su esposo mientras tomaba la taza de café con leche con su meñique alzado—. Quizá nuestra hija solo quería despedirse de su hogar, ya sabes dónde vivirá de ahora en adelante.

—¡Santo Dios! —exclamó la mujer tras un suspiro—. Lo que verdaderamente me tranquiliza es que pasará mucho más tiempo en Hogwarts, porque la casa de Snape... francamente, ya sabemos que es un buen hombre que la ama, pero... ¿recuerdas cuando mandamos a Duvock a investigar donde rayos quedaba esa tal calle de la Hilandera?

—Desde luego —respondió el hombre con una mueca desagradable en el rostro—. Nuestro elfo nos dijo en ese entonces que era un lugar deprimente y hasta apestoso, y si a eso le sumamos que en esa época odiábamos al pobre Snape, nuestro estupor fue el doble, pero... aunque ahora sé que él es el hombre indicado para nuestra hija, no puedo evitar sentir incomodidad al saber que se la llevará a vivir allí, al menos en los veranos.

La señora Smith esbozó un gesto de agonía y luego añadió:

—Y... ¿Qué sucederá cuando nuestros amigos se enteren de que Emily se ha ido a vivir allí? ¡Por Merlín! Nuestra única hija, una Smith viviendo en un apestoso barrio muggle.

—Bueno... al fin y al cabo ella desea estar allí ¿no?

—Tienes razón, querido, él no la está obligando, de hecho, es ella la que se ha empeñado en vivir allí y si eso la hace feliz no debemos oponernos —la señora Smith esbozó una sonrisa que iluminó su precioso rostro y añadió con una expresión melancólica—: Parece que fue ayer cuando nació nuestra pequeña.

El señor Smith tomó la mano de su esposa con amor y también sonrió.

—Era tan pequeña, frágil y tierna. No podía creer que ese pedacito de sol era nuestro, tuyo y mío.

—Así como tampoco puedo creer que vaya a casarse ¿Puedes creerlo, Jacob? Nuestra bebé va a casarse hoy.

Ambos suspiraron con melancolía.

—Y aunque Snape no es un hombre rico —continuó la señora Smith—, es el mejor hombre que pudo conseguir nuestra nena. La ama, la respeta y además, es todo un caballero.

Ojalá que nuestra salvajita aprenda algo de modales después de casarse con él bromeó el señor Smith.

Querido ¿aún tienes esperanzas? contestó su esposa riendo.

Muchas gracias, Greta espetó el hombre de pronto.

¿Por qué? preguntó ella después de darle un último sorbo a su taza de café.

Por darme el mejor regalo que he podido recibir en toda mi vida respondió el señor Smith—. A nuestra hija. Pese a ser rebelde e impulsiva, esa chica es la luz de mis ojos.

Ella se acercó a su marido con una sonrisa afable para besarlo. Él acariciaba el hermosísimo rostro de su esposa al tiempo que sentía que tocaba el cielo nada más con el roce de sus labios. Siempre era la misma sensación desde la primera vez que la besó, claro efecto de besar a una descendiente de veela, ¡Cuánto amaba a su esposa! Ambos continuaron besándose hasta que una voz conocida los sacó de su ensueño y los hizo separar abruptamente.

—¡Uhhhh! —exclamó Emily, mirándolos con una sonrisa mientras sostenía a Panda entre sus brazos—. ¡Pero qué pareja más linda!

—¡Emily! —exclamaron ambos luego de separarse con los rostros sonrojados.

—¿Por qué se sonrojan? Si de veras se ven tan tiernos.

Los señores Smith invitaron a su hija a sentarse frente a la mesa para degustar un delicioso desayuno. Hablaron de muchas cosas y solo se concentraron en los recuerdos felices. Conversaron también del futuro de la chica y por último del regalo de bodas que ellos querían otorgarles a ella y a su prometido, y que un principio, el propio Snape había querido rechazar hasta que por insistencia de Emily, no le había quedado más remedio que aceptar; ya que ambos habían rechazado el anterior regalo de los señores Smith, es decir, una propiedad que tenían ambos en Gales. Posteriormente, los señores Smith les ofrecieron a ella y a su prometido costearles la luna de miel en Italia, advirtiéndoles que no podrían declinar su oferta si no querían desairarlos, de modo que a Severus no le quedó más remedio que tragarse el orgullo.

—Ya me muero por ir allí, mamá. La banda, Sirius y yo solo estuvimos un par de días en Roma mientras cumplíamos con la agenda de la gira, pero casi no disfrutamos nada —dijo Emily mientras untaba mermelada de fresa en una tostada—. Aunque tengo algunos recuerdos de cuando era niña y ustedes me llevaban algunos veranos, pero de todos modos he leído mucho acerca de Roma, además, Donatello me ha dado varios datos y dice que el país es todo un sueño.

—La verdad es que Donatello tiene toda la razón, querido —respondió su esposa—. Italia es todo un sueño ¿recuerdas cuando fuimos en nuestra luna de miel?

—¿Cómo no recordarlo? Llamaste demasiado la atención por tu belleza, ninguno de esos italianos te quitaba la mirada encima.

Emily rió divertida con aquel comentario mientras observaba una fotografía de su madre que estaba sobre un pedestal. En ella se observaba a Greta en aquellos años de juventud.

Posteriormente, cuando se hubo acabado el desayuno, se fue a recorrer su antigua casa mientras sus padres se retiraban para deshacerse de los piyamas y vestirse.

El corazón de Emily estaba que reventaba de felicidad, no podía esperar un minuto más para convertirse en la esposa de Severus, de su Severus. Solo una cosa la inquietaba, temía que de alguna manera o de otra, Julieth Malfoy, quien a esas alturas ya debía conocer la noticia de la boda, se colara en la fiesta e intentara sabotearla. Realmente no le asustaba que pudiera pasarle algo a ella, después de todo había sobrevivido al ataque de la serpiente, lo que verdaderamente le aterraba, era que lastimara a sus padres, a Severus o alguno de sus amigos. Julieth era una mortífaga y aunque le sorprendió no haberla visto el día del ataque en el ministerio de magia, estaba absolutamente segura de que ella era de los que estaba infundiendo el terror por todo el país en nombre de su Señor, pero luego sonrió al ver a Alastor Moody a lo lejos en el jardín, supervisando la instalación de varios detectores de tenebrismo y chivatoscopios. Ella confiaba muchísimo en ese hombre y sabía que, mientras él y la brigada de aurores del ministerio que el señor Smith había conseguido con su influencia estuviesen presentes, nada, absolutamente nada malo podría ocurrir.

Emily subió la imponente escalera de mármol con Panda pisándole los talones. Sonrió al ver a su madre que, al bajar, se detuvo en uno de los rellanos para ajustar una de las flores de los pasamanos. Greta era una mujer extremadamente detallista y casi obsesiva a la hora de organizar eventos. Todo debía estar perfecto aunque sabía que la perfección realmente no existía.

—¡Deja eso, madre! está en perfectas condiciones.

—Claro que no, Emily, estaba un poco chueca y además acabo de arrojarles un encantamiento a todas las flores para que no se marchiten ¡Cielos! Esa no es la fuente que dije, Duvock. El ponche será servido en la fuente de cristal —dijo luego mirando al elfo que caminaba por el vestíbulo con dirección a la puerta de salida con una fuente de porcelana en las manos.

El elfo se devolvió a buscar el encargo mientras la señora Smith iba tras él.

¡Las copas! exclamó mientras se alejaba—. Deben usar las copas de cristal de Babaría, las más finas que tenemos, recuerden que asistirán muchas celebridades...

Emily sonrió negando con la cabeza mientras continuaba el ascenso por las escaleras, había cosas en las que su madre jamás cambiaría.

La chica entró a su habitación y al principio se sorprendió al encontrar su bellísimo vestido de novia en un maniquí. Tal vez habría sido su madre quien lo colocó allí para revisar que todo estuviera en orden. Un par de días anteriores, Emily había tenido que probárselo y tuvo que llamar a la emocionada madame Malkin para que lo ajustara en la cintura, pues le había quedado un poco holgado.

La cantante tomó la diadema que reposaba en la cabeza del maniquí junto al velo, y no pudo evitar imaginarse dando el sí frente a todos, posteriormente se asomó a su ventana desde la cual vio trabajar a todos los elfos y empleados que sus padres consiguieron para dejar todo en orden para el gran evento de la tarde y que se extendería hasta la noche.

De pronto, la chica advirtió una lechuza que se acercaba, con lo cual se hizo a un lado para dejarla pasar. El animal se posó sobre la cama, llevaba un paquete mediano atado a una de las patas.

Déjame desatarlo solicito la chica mientras el ave le extendía la patita con alivio. Al parecer el paquete le pesaba, posteriormente se marchó.

Ella estaba expectante mientras rasgaba el papel marrón que lo envolvía. Era una caja blanca con un listón rojo y al final, cuando quitó la tapa, encontró algo que le provocó un poco de ardor en las mejillas al mismo tiempo que éstas se teñían de rosa.

—¿Qué rayos?...

Emily sacó de la caja un camisón negro con encaje rojo a la altura del busto. Al colocárselo en el torso frente al espejo, notó que el mismo le llegaría hasta diez dedos por encima de las rodillas. Tenía un delicado listón rojo a la altura de la cintura. Ella le echó un vistazo a la caja y notó que dentro había también una bata para colocársela encima del camisón, era roja pero de tela traslucida, también había una tarjeta que no dudó en leer aunque a esas alturas ya sospechaba de quien se trataba el remitente:

Con cariño para mi amiga Emily.

 Espero que lo uses en esa noche especial, de seguro con esta pieza y tu belleza dejarás impactado a tu querido pocionista, tanto que tal vez lo dejes mudo.

Con cariño de tu amiga

Espina Richardson.

El rubor aún no había abandonado las mejillas de la cantante y entonces pensó inevitablemente en otro asunto que la inquietaba desde hacía mucho tiempo...

Pese a su personalidad extrovertida y dicharachera, era extremadamente reservada y recatada en ciertos temas. Había tomado la firme decisión de guardarse para el momento en que se casara, aunque sus amigas, muy diferentes a ella en ese sentido, habían comenzado a experimentar con los chicos desde su adolescencia en Hogwarts.

Esa era una de las pocas cosas que había aprendido de su madre, el único precepto con el que estaba de acuerdo, quizá por la firme creencia de que el cuerpo era un templo que no se debe profanar, pero ahora que ese momento estaba tan cerca, su corazón comenzaba a latir con violencia dentro de su pecho y solo podía hacerse varias preguntas dentro de su mente...

¿Lograría ella estar a la altura de la situación o sería un completo desastre? ¿Su inexperiencia lo echaría todo a perder? ¿Sería doloroso? ¿Saldría corriendo o lo enfrentaría como una digna Gryffindor?

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Severus estaba sentado frente a su mesa con una taza de café en una de las manos y en la otra un croissant a medio comer mientras sus delgados labios se curvaban en una inevitable sonrisa al contemplar uno de los titulares del periódico de aquella mañana.

Confirmado, Emily Smith de Las Brujas de Macbeth, se casa hoy (Historia completa página Diez)

Definitivamente ése sería el último día que desayunaría solo en aquella casa. Se casaría con Emily, ella sería suya al fin y aunque detestara en demasía llamar la atención, los flashes de las cámaras, los periodistas y la fama, no podía negar que estaba demasiado ansioso por que llegara el momento de verla caminando hacia él del brazo del señor Smith. Todo estaba preparado ya, nada podría arruinar la felicidad que sentía en ese momento, hasta que de pronto comenzó a sentir un débil escozor en su antebrazo izquierdo que se fue intensificando gradualmente...

—¡No! No ahora, no hoy —dijo mientras se remangaba la manga de la camisa contemplando la marca moviéndose—. ¿Qué rayos quieres?

No le quedó más remedio, tenía que acudir a su llamado y así lo hizo. Su cuerpo se volvió etéreo, difuminándose en un denso humo negro que se coló por las hendijas de la puerta principal de su hogar. Voló formando una estela negra en el aire hasta que arribó a una imponente mansión en Yorkshire. La marca lo había guiado hasta la mansión de los Malfoy. 

Atravesó las verjas, aprovechando su consistencia etérea y a los pocos segundos se encontró en el recibidor de la enorme mansión. Muchos de sus cofrades estaban allí, desde luego, los que no habían sido apresados en la incursión al ministerio de magia. Voldemort estaba en el centro de todos ellos, pero para la desgracia de Snape, alguien a quien no imaginó ver, estaba a su lado y solo quedó al descubierto cuando todos abrieron paso.

—¡Bienvenido, Severus! Has llegado a tiempo para presenciar la iniciación de un nuevo miembro de nuestros hermanos —espetó Voldemort con voz sedosa—. Al igual que el pequeño Draco, a cuya iniciación asististe, este hombre ha decidido ser uno más de nosotros.

Severus sintió que la sangre comenzaba a arder dentro de sus venas de puro odio al contemplar la irónica sonrisa en el rostro de Roger Carter, quien extendía su antebrazo desnudo ante el Señor Tenebroso mientras él sostenía firmemente su varita con la mano izquierda.

Le sorprendía verlo allí, sabía que era un patán que había robado a muchos artistas y al señor Robinson en la disquera. Su rostro aparecía por todo el callejón Diagon, pero jamás pensó que tuviera agallas para unirse al Señor Tenebroso. Muy en el fondo le aterraba que el cretino pudiera irle con el chisme a Emily de que él aún era un mortífago y con ello arruinara sus planes, sin embargo aquello era algo que no le convendría al Señor Tenebroso y desde luego ya habría advertido al cretino al respecto.

—¡Hola! —lo saludó el hombre, sin dejar de sonreír—. No sabes cuánto aprecio que hayas venido a mi iniciación precisamente hoy que te casas.

Algunos mortífagos presentes ahogaron la risa lo más que pudieron, pero una risa femenina resonó en todo el lugar.

—Lo lamento, Señor —se excusó Julieth Malfoy, saliendo a la vista de Severus—. Es solo que no pude evitarlo ¿Cómo estás, Severus?

Snape sabía que Voldemort bien podía haber prescindido de su presencia en la iniciación de Carter, pero no lo había hecho porque sencillamente era un ser cruel que disfrutaba humillando y haciendo sentir miserable a todo el que pudiera, aun y cuando esa persona perteneciera a su círculo y fuese considerado su favorito.

—Pues ¿cómo crees que puedo estar, Julieth? —respondió Snape con todo el sarcasmo del que fue capaz—, me caso hoy con una estrella del espectáculo y además es mitad Veela.

Ante aquella respuesta sagáz, los mortífagos no pudieron evitar reírse, Julieth en cambio enrojeció de pura ira. Sus pupilas se dilataron y su mano derecha se cerró con tal fuerza entorno a la varita que los nudillos se le tornaron blancos.

—¡Felicidades, Severus! —exclamó Voldemort, haciendo una ligera reverencia con la cabeza—. Ahora perteneces al mundo del espectáculo, tu rostro aparece en todos los periódicos y revistas del mundo mágico. Se puede decir que eres... famoso.

Todos los mortífagos alrededor rieron con el comentario.

—Muy a mi pesar, señor —respondió Snape con voz monocorde.

—Cómo sea, lo verdaderamente importante es lo que podemos lograr con todo eso ¿no es así? Bueno... ya lo hemos hablado antes, ahora lo importante es que seguimos reclutando gente.

Con un movimiento de la mano, Voldemort hizo callar los murmullos que se escucharon alrededor del vestíbulo de los Malfoy. Severus saludó con la mano a Narcisa y a Draco que lucían asustados a unos metros de distancia. Se pronto tomó la mano izquierda de Roger que ya no lucía tan altivo y arrogante como unos segundos antes, colocando la varita sobre su antebrazo.

—¿Estás seguro, Carter? —preguntó—. Mira que quien está conmigo no puede nunca estar contra mí. Si te vuelves mortífago, lo serás para toda tu vida.

Aquellas palabras pesaban sin poder evitarlo en la mente de Severus.

—S... sí —respondió el ex representante artístico de las Brujas de Macbeth—. Estoy seguro.

—¿Estás plenamente consciente de que si me traicionas o si quiera piensas en ello, será lo último que hagas? —inquirió el mago tenebroso, buscando la esquiva mirada del joven.

 —Lo... lo estoy, Se... Señor.

—Muy bien, entonces que así sea.

Al decir esto, Voldemort cerró los ojos y comenzó a conjurar unas palabras que provocaron que un extraño rayo negro emergiera de la punta de su varita y se colara por debajo de la piel de Carter, quien comenzó a esbozar una mueca de dolor. Inevitablemente Snape recordó el día de su propia iniciación. Aquel encantamiento le causó un terrible escozor en el antebrazo y un terrible cargo de conciencia que le pesaba hasta el momento.

—Ahora eres oficialmente todo un mortífago ¡Bienvenido al clan de Voldemort, muchacho! —espetó el Señor Tenebroso en medio de los aplausos de los demás. Severus solo se limitó a contemplar el patético rostro del hombre que sonreía con timidez.

—Recuerdo ese día, el día de mi iniciación fue el más feliz de mi vida —rememoró Bellatrix Lestrange con una expresión soñadora en su rostro.

Narcisa negó con la cabeza. Mientras Voldemort conversaba con el nuevo miembro de sus filas. Severus advirtió que Julieth se acercaba, de modo que se dio media vuelta, pero casi enseguida sintió que lo asían del brazo, empujándolo hacia otra área de la mansión, justo el lugar donde una vez había intentado pedirle matrimonio a ella.

—¿Qué demonios quieres, Julieth?

—¿Es enserio, Severus? ¿De verdad te vas a casar con esa mocosa? Casi le doblas la edad, fuiste su profesor, en cambio yo... Tú y yo tenemos la misma edad, mi cielo.

Eso no es un problema, ella ya no es mi alumna y ya no es una adolescente respondió él con una sonrisa irónica que la hizo molestar.

Ella y tú son completamente incompatibles, tan diferentes...

¿Cómo el Hielo y el fuego? preguntó él volviendo a sonreír mientras Julieth resoplaba perdiendo la paciencia. Sabía que él estaba haciendo alusión al sencillo promocional del disco de la banda—. Los polos opuestos se atraen.

Tal vez te dejaste obnubilar por su belleza, es lógico pues ella es mitad Veela, pero de seguro jamás me superaría a mí y creo que ya sabes a qué me refiero, Severus añadió la mujer tomando el cuello de él con una mano y con la otra recorriendo su pecho—. ¿Recuerdas lo mucho que nos divertíamos? No creo que ella sea tan buena como yo para esas cosas. Yo sí que te llevaba a conocer el cielo.

Y supongo que también recuerdas que me habías dado a beber Amortentia ¿o me equivoco?

Él sintió asco al escucharla hablar así. Si ella supiera como era Emily, una dama en toda la extensión de la palabra, muy distinta a ella.

—¡Sevy, eres mío! Estás atado a mí desde el mismo momento en que caíste en mis redes. ¡Me perteneces! ¡No puedes casarte con ella!

—Estás loca.

—¡Ja! Claro, ya había escuchado de la astucia de los Slytherin. No eres tonto, solo buscas fama y fortuna. Haciéndola tu esposa, te aseguras esas dos cosas.

—Piensa lo que te dé la gana, me tiene sin cuidado, siempre y cuando jamás, escúchame bien, jamás te acerques a ella nuevamente porque esta vez...

—Todo fue idea de Roger —alegó la mujer con un tono desesperado—. Lo de hacerte creer que ella te era infiel ¿recuerdas? Él me hizo beber la poción multijugos de Smith porque quería desprestigiarla ante tus ojos.

—No puedo creer que seas tan patética, Julieth. Si no tienes nada mejor qué hacer, ve a revolcarte con Carter que en eso tienes mucha experiencia.

Ella, furiosa intentó abofetearlo, pero él le sujetó la muñeca en el acto, lo que logró enfurecerla aún más.

—¡Eres un maldito desgraciado! —espetó tratando de liberarse.

—Y tú... de seguro no querrás oír lo que opino de ti —respondió Severus sin soltarla.

Julieth estaba fuera de sí, intentó golpearlo esta vez con la otra mano, pero Severus también se la inmovilizó, lo que la puso todavía más histérica.

—¡Si te casas, Severus! —comenzó a amenazar Julieth con la voz entrecortada por la rabia y el esfuerzo que hacía por tratar de liberarse—. Si tú te casas con esa Puta...

¡Lávate la boca con jabón y lejía antes de hablar así de ella! ¿Me oíste? —dijo él con voz determinante mientras la zarandeaba—. Cada ladrón juzga por su condición y es evidente que siempre la llamas con apelativos que solo se ajustan a ti.

La mujer estaba fuera de sí, intentaba golpearlo a toda costa, pero él continuaba sujetándola fuertemente de las dos muñecas.

—¡Maldito! Me las pagarás, ella me las va a pagar.

¡Atrévete a tocar uno solo de sus hermosos cabellos y esta vez verás de lo que soy capaz!

¡Vaya! ¡Vaya! Pero ¿qué sucede aquí?

Lo que faltaba, Roger Carter los contemplaba a ambos con una estúpida sonrisa mientras se apartaba un mechón de cabello del rostro.

¿Estaban recordando viejos tiempos?

¡Cállate, Roger! espetó Julieth al tiempo que se zafaba del agarre de Snape y se marchaba maldiciendo.

¿Y bien? ¿Cómo está tu novia, Snape? Envíale saludos de mi parte, dile que aún no la he olvidado.

Snape lo contemplaba con el ceño fruncido mientras sentía que la sangre comenzaba a hervir nuevamente dentro de sus venas.

¿Sabes una cosa? Eres un hombre afortunado sin duda alguna. ¡Sí! no solo te harás con una gran fortuna, porque hay que ver el dinero que tienen los Smith... Sino que también serás el primero en tocar esa delicada joya. Esa Emily quiere parecer una chica ruda, pero en realidad es una mojigata. No sabes cómo te envidio, yo siempre quise...

No terminó de hablar porque Severus no pudo continuar reprimiendo el impulso de descargar toda la ira y la indignación que lo habían acompañado desde el mismo instante en que lo encontró a él, a Roger Carter importunando a Emily en una de las aulas vacías de Hogwarts, donde él mismo lo sacó a golpes del aula y posteriormente lo hizo expulsar por los aurores del colegio. Recordando todas las que le había hecho desde entonces, le asestó un fuerte e inesperado puñetazo en el rostro al hombre que se tambaleó, cayendo luego al suelo mientras un hilo de sangre emergía de su boca.

—¡Maldito! ¿Qué le hiciste a mi rostro?

Severus lo tomó por el cuello de la túnica y lo hizo levantarse a la fuerza para golpearlo nuevamente. Era evidente que descargaba también toda la rabia que no podía volcar en Julieth por ser ella una mujer, mientras Roger Carter buscaba afanosa y torpemente su varita dentro de los bolsillos de su túnica. Severus sacó la suya, colocándola debajo del mentón del hombre.

—Eres un verdadero asco, Carter, siempre fuiste tan patético, desde que eras mi alumno en Hogwarts ¿Cómo pretendes pelear contra los aurores y los miembros de La Orden del Fénix si te aterras cuando alguien saca una varita frente a ti? Te matarán antes de que puedas siquiera advertirlo o... ¿quién sabe? Tal vez sea yo quien acabe contigo si insistes en abrir tu sucia boca para decir estupideces. Ya me debes muchas y en algún momento me las pagarás.

—Su... suéltame, Snape, el Señor... Tenebroso no dejará que me mates.

—¿Ah sí? ¿Y qué te hace estar tan seguro? Acabas de recibir la marca, en cambio yo... la porto desde hace muchísimos años. Veamos quien tiene más privilegios.

—Si ella se entera de que tú eres un mortífago...

—¡Ve y díselo! —lo desafió Snape, enarcando una ceja sin apartar un centímetro la varita del cuello de Roger—. Acércate solo un poco a ella y te aseguro que te va a pesar ¡Vamos! procura estropear los planes del Señor Tenebroso, atrévete a cometer la estupidez que cometió Julieth y luego pregúntale cómo reaccionó él después de lo que ella hizo.

—Él no va a hacer nada, muchacho —espetó la voz sedosa de Voldemort, irrumpiendo en la estancia mientras Carter no sabía si respirar aliviado después de que Snape finalmente le quitara la varita de encima, o temblar de miedo ante la afirmación del Señor Tenebroso que más bien parecía una terrible amenaza—, él será un buen chico y obedecerá mis órdenes porque si no... sabe lo que sucederá.

—A... así es, mi señor.

—Ve, Severus, ve a prepararte, hijo mío. Esta tarde te nos casas, ve a tu fiesta y solo piensa en el éxito que tendrás de ahora en adelante... es decir, que tendremos.

Nota de autora:

Hola chicas (os) al fin estoy de vuelta, imagino que con el capítulo de hoy nuevamente sienten ganas de matar a Julieth... bueno y a Roger también quien no se queda atrás en materia de sarcasmo.

Para la escena del principio donde Severus y Emily presencian un acto de magia del famoso mago, me inspiré en los momentos que he pasado viendo el programa del talentoso Dynamo y bueno... ya saben que soy un poco chiflada y me gusta alterarlo todo y jugar con la línea del tiempo en las historias y hacer que nuestros protagonistas vivan esta era y no la de los finales de los noventa, es por ello que ven películas y conocen personajes que no existían entonces.

Los preparativos de la boda continúan, ya falta muy poco, de hecho... se los prometo... el episodio de la boda será el próximo y desde ya les anticipo que me he esmerado lo suficiente para hacerlas sentir que están allí presenciando el momento. 

Hermaire. 

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