12 CHICOS LOBOS ©

By bellaminelli

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Erika acaba de terminar con su novio, es de noche, hace frío y esta sola. Como si eso no fuera suficiente, la... More

12 CHICOS LOBOS - Capitulo 1
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 2
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 3
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 4
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 5
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 6
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 7
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 8
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 9
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 10
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 11
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 12
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12 CHICOS LOBOS - Capitulo 14
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12 CHICOS LOBOS - Capitulo 16
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 17
12 CHICOS LOBOS - Capítulo 18
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 19
12 CHICOS LOBOS - Capítulo 20
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 21
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 22
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 23
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 24
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 25
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 26
12 CHICOS LOBOS - Capitulo 27
Capitulo 28 - 12 CHICOS LOBOS
Capitulo 29 - 12 CHICOS LOBOS
Capitulo 30 - 12 CHICOS LOBOS
Capitulo 31 - 12 CHICOS LOBOS
Capitulo 32 - 12 CHICOS LOBOS
Capitulo 33 - 12 CHICOS LOBOS
Capítulo 34 - 12 CHICOS LOBOS
Capítulo 36 - 12 CHICOS LOBOS

Capítulo 35 - 12 CHICOS LOBOS

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By bellaminelli

                  

Capítulo 35

Había pasado ya una semana desde su charla con Demián. Como era de esperarse, el chico había cumplido su promesa. Todos los días, Demián recorría los diferentes barrios de extranjeros de la ciudad, buscando a la familia Klausen Müller. Hasta ahora no habían tenido suerte.

Los preparativos para su regreso a la ciudad la mantenían ocupada, por lo que casi no tenía tiempo para pensar en ello.

Durante toda la semana, Simón la había evitado, lo cual la lastimaba profundamente. No quería irse y dejar las cosas así con su mejor amigo, pero el chico se negaba a estar a solas con ella.

En lo que concernía al resto de los chicos, la relación no había cambiado mucho. Era cierto que Chris no era tan bromista últimamente, o que Lucas se comportaba más serio que de costumbre, pero por lo menos no la ignoraban. 

Por más que todos intentaran no hablar de ello, sabían que el tiempo se había agotado. Habían acordado que Erika debía volver a la ciudad ese mismo día, por el bien de todos.

En la madriguera, se sentía un ambiente distinto. Todos realizaban sus tareas ordinarias sumidas en un extraño silencio, algo completamente nuevo tratándose de una madriguera pequeña habitada por doce hombres jóvenes.

Erika intentaba perderse en sus propias actividades para soportar aquello, pero le dolía el hecho de estar matando tiempo. Tiempo que podría estar usando para convivir por última vez con todos esos chicos a los que tanto quería, y que tal vez no volvería a ver.

Respiró profundo, y se dispuso a disfrutar su último día con los doce chicos lobos a los que había pasado de odiar y temer, a querer y admirar.

Dio algunas vueltas frente al espejo de cuerpo completo de la habitación de Chris. El vestido blanco que le había regalado Micaél le quedaba perfectamente, y no era tan transparente como ella pensó que sería. Decidió que era un atuendo apropiado para aquel día. 

-          Te ves muy bien. – dijo una voz a sus espaldas que la sobresaltó.

Erika giró para encontrarse con Micaél recargado en el pórtico, observándola en silencio.

-          Gracias. – le sonrió.

Ambos se sostuvieron la mirada por unos segundos más en completo silencio, entonces Micaél lo rompió con un largo y profundo suspiro mientras avanzaba hacia a ella.

-          Fui a la casa de Nick.

Aquella corta frase tomó a Erika por sorpresa. Por la mirada del chico, supo que estaba por decirle algo serio, así que decidió sentarse en una de las sillas junto al espejo, observando a Micaél con el ceño fruncido. Él tomó asiento en la silla conjunta.

-          Sentí que era lo correcto pedir una pequeña disculpa por lo que pasó entre Nick y Simón. Admitámoslo, Simón perdió la cabeza ese día.

-          ¿Cómo lo..? – susurró sorprendida.

-          Por favor, Baby Doll, - rodó los ojos, interrumpiéndola en media oración – ¿Simón cayendo colina abajo contigo en la espalda? ¿Qué tan estúpido crees que soy?

Erika calló, sintiéndose incomoda de que él supiera lo que realmente había pasado. Aquel era un suceso que ella deseaba borrar de su memoria, y mientras más personas lo supieran, se volvería algo imposible.

-          No fue difícil sacarle la verdad a Simón, después de todo, el chico está destrozado, – Erika sintió como se le retorció el estómago al escuchar aquello – lo cual lo vuelve completamente vulnerable.

-          ¿Se lo contaste a alguien más?

-          ¿Y alterar aún más las cosas? Por supuesto que no. Como si me gustara ver a Chris colérico. – dijo con una risa sarcástica – Después de todo, ya no importa, ¿no es así? – la fulminó con la mirada – tú te iras de todas formas.

Le sostuvo la mirada,  retándolo a que siguiera provocándola, retándolo a que intentara convencerla  de quedarse.

-          Así es. – susurró con convicción.

Los ojos de Micaél recorrían cada centímetro de su cara. Iban desde sus ojos, su cabello, sus labios, incluso su cuello. Era una mirada cargada de frustración, deseo, y nostalgia.

Abruptamente el chico se paró, y tomó a Erika por los brazos. La apretó con fuerza frente a sí por un momento, y luego la fue soltando con delicadeza, subiendo sus manos hasta llegar a su quijada y barbilla, donde las dejo quietas, presionando con suavidad.

-          ¿Recuerdas que una vez te dije, que algún día iba a besarte? – dijo de forma casi inaudible.

Erika asintió con parsimonia, sintiendo como su pulso se aceleraba al negarse a romper el contacto visual.

El chico cerró los ojos, y comenzó a acercarse más a ella, por lo que Erika los cerró también. Pensaba que su piel se erizaría al sentir el contacto de su boca con la de Micaél, pero lo único que sintió, fue un leve choque en su frente. Abrió los ojos lentamente solo para confirmar lo que ya imaginaba. Era la frente de Micaél contra la suya, él aún tenía los ojos cerrados.

Entonces Micaél, suspiró con pesadez, y se separó de Erika, lo suficiente como para darle la espalda y empezar a alejarse.

-          ¿Qué pasa? – se atrevió a preguntar, claramente confundida.

-          No quiero comenzar algo que no seremos capaces de terminar. No es justo, para ninguno de los dos. – fue lo único que dijo, sin voltearse.

Siguió caminando hasta que llegó a la puerta, y ahí se detuvo. Giró un poco la cabeza para poder mirar a Erika por sobre su hombro, y le sonrió con timidez.

-          No encontré a Nick o a ninguno de sus hermanos cuando fui a su casa, todos se han ido. – soltó de la nada – Pensé que merecías saberlo.

Después de decir eso, salió de la habitación, dejando a Erika sola de nuevo con un extraño vacío en el corazón.

"Todos se han ido" las palabras resonaron una y otra vez en el eco de su cabeza.

***

-          Tengo buenas noticias.

-          ¿Los encontraste? – susurró entusiasmada.

-          No, - le sonrió Demián – pero creo que me estoy acercando bastante. Investigue y descubrí que hay un pequeño barrio alemán al norte de la ciudad. Bastante lejos del orfanato, pero no tanto de aquí, planeo ir ahí hoy mismo.

Erika sintió un acelere en su pulso al escuchar aquello, el cual Demián pareció notar, porque al instante agregó:

-          No puedo prometerte que estén ahí, Baby Doll, pero es un gran avance.

-          Claro que lo es.

Las sonrisas de ambos se desvanecieron lentamente, cuando la realidad los golpeó de pronto. Era inevitable evadir aquel tema por mucho tiempo.

-          Demián, si llegarás a encontrarlos, ¿me lo dirías? ¿aunque yo esté en el orfanato?

-          Baby Doll, ¡por supuesto que sí! - la miró sorprendido – sería capaz de voltear toda la ciudad para encontrarte y contártelo.

Le sonrió conmovida, y le dio un abrazo. Después de todo, en muy poco tiempo no sería capaz de volver a hacerlo, y deseaba atesorar aquellos momentos lo más que pudiera.

-          Gracias, Demián, sé que lo harías. – dijo contra su pecho. El chico le devolvió el abrazo un tanto sorprendido, pero con la misma fuerza

Ambos se dirigieron a la cocina después de eso, para comer con el resto. Cuando entraron en la habitación, todos ya estaban sentados. Las miradas se posaron en Erika, y pudo notar como algunos le sonreían. Supuso que ya no valía la pena estar triste al respecto, lo mejor era aceptar las cosas y dejarse llevar, por bueno o malo que todo fuese.

Tomó asiento junto a Chris y Micaél, como había hecho el primer día que comió con ellos, y los miró a ambos. Micaél evitó su mirada, pero Chris le sonrió. Aquella sonrisa era todo menos arrogante, algo completamente nuevo tratándose de Chris. Erika le devolvió la sonrisa.

Simón estaba algo lejos de ella, pero alcanzaba a verlo perfectamente. Frunció un poco el ceño al fijarse con cuidado en él. El chico se mordía una uña con la mirada perdida en algún punto de la mesa, parecía nervioso y hasta algo estresado. Su semblante infantil lucía turbio, cansado. Le recordó a Nick durante la época en la que desaparecía por las noches para esconder y alimentar a Jim. Jamás lo había visto así.

Seguía observándolo detenidamente cuando Demián  interrumpió su concentración poniendo un plato de comida frente a ella. Volvió en sí y le dio las gracias, aquello se veía realmente delicioso. Estaba preocupada por Simón, pero no pudo seguir fijándose en su comportamiento ya que el resto de los chicos quería hacer conversación, algo que era completamente razonables dadas las circunstancias. Habló con todos mientras cenaban, echándole de vez en cuando un vistazo a Simón.

El chico no le dirigió la palabra en ningún momento, y apenas y tocó su comida.

Después de la comida, todos se dirigieron a la estancia. Erika fue a la habitación y sacó la pequeña mochila con las cosas que planeaba llevarse dentro. Aun no sabía que les diría a las viejas monjas cuando regresara, pero definitivamente no podía decirles la verdad.

Pensó en decirles que había escapado para intentar vivir sola, pero que al final se había arrepentido y decidido regresar. Tendrían que aceptarla de vuelta ya que ella seguía siendo menor de edad y por lo tanto, responsabilidad del gobierno.

Escuchó a alguien más entrar en la habitación y levantó la mirada. Lucas se arrodilló a su lado en el suelo y le sonrió.

-          ¿Preparando todo?

-          Sí. – le sonrió de vuelta.

-          Aun no entiendo por qué quieres volver hasta la noche.

-          Durante el día hay demasiado movimiento por todos lados, - se encogió de hombros – no quiero causar un alboroto. Además si alguien me ve llegar con alguno de ustedes, todo podría complicarse. Es un orfanato "religioso", ¿lo olvidas? – dijo haciendo énfasis en la palabra.

-          Pero, ¿estas segura que te recibirán a esa indecorosa hora? – se burló.

-          Las monjas son como animales nocturnos. Siempre habrá alguna que este despierta.

Lucas calló, y se quedó serio por algunos segundos, mirando el suelo.

-          Lamento que tengas que irte. – dijo por fin. Erika bajo la mirada.

-          Sí, yo también. – suspiró.

Entonces, el chico se giró hacia ella y la envolvió en un abrazo. Un poco tosco al principio, pero supo acomodarse perfectamente después de un momento. Erika se relajó entre sus brazos tan familiares, en su manera tan gentil de sostenerla.

-          "Sigue siendo dorado, Ponyboy"... - susurró Lucas contra su cabello.

Erika sonrió contra el pecho del chico. Reconocía aquella referencia literaria de un libro que había leído hacía mucho tiempo, pero la recordaba perfectamente.

-          ¿Ya estas lista? – preguntó, separándose de ella.

Asintió con la cabeza, y siguió a Lucas por el pasillo hasta la estancia, donde estaba el resto de los chicos. Erika se despidió de cada uno de ellos, y conforme lo hacía, sentía que se le rompía un pedazo pequeño de sí misma.

Había pasado tanto tiempo con ellos, que el hecho de estarse despidiendo de manera definitiva le resultaba completamente extraño, incomodo.

Al terminar de despedirse, noto que solo había once chicos en la habitación. Contó cabezas una vez más y se percató de la ausencia de Simón. Miró a Chris expectante.

-          Ha estado comportándose raro toda la mañana. – dijo encogiéndose de hombros – Pero lo entiendo, de cierta forma.

Ella quizá también entendía un poco su forma de comportarse, pero no creía que fuera razón suficiente como para que no quisiera despedirse.

-          Voy a buscarlo. – les dijo decidida.

Caminó con autoridad por los pasillos buscando al testarudo Simón, hasta que lo encontró en la habitación de las almohadas, sentado en el suelo contemplando un viejo avión de papel que le había hecho a Erika hacía mucho tiempo.

-          Aquí estas.

El chico volteó sobresaltado, y dejó el avión a un lado. Se levantó y en menos de un segundo volvió a ser mucho más alto que ella, por lo que retrocedió un poco. La miró de arriba abajo como si la desconociera, pero al instante su mirada se suavizó.

-          Te he estado buscando.

-          Lo siento. – dijo mecánicamente.

-          Yo solo... quería despedirme, me iré en cualquier momento y, quizá nosotros no...

-          Baby Doll, - la interrumpió de pronto – antes de que te vayas, necesito mostrarte algo.

-          Oh, claro que sí, Simón, lo que quieras. ¿qué es? – miró curiosa a su alrededor.

-          No está aquí. Tenemos que ir afuera.

Frunció el ceño, sosteniendo la mirada de Simón. Estaba a punto de preguntarle de nuevo de qué cosa se trataba para que tuvieran que salir, pero los ojos del chico la detuvieron. Por primera vez en mucho tiempo, Simón la miraba como solía hacerlo, sin prejuicio, sin resentimiento. No podía desdeñarlo en ese preciso momento. Por lo que se limitó a sonreír.

-          De acuerdo.

Simón le sonrió, y ella sintió como algo se le iluminaba en el interior. Había extrañado demasiado aquella inocente y dulce sonrisa.

-          Bien, pero no podemos decirle a los demás porque no van a dejarnos ir. Por el frío y esas cosas – rodó los ojos.

-          Es verdad. Podemos ir cuando estén cenando.

El chico asintió, y atrajo a Erika para darle un abrazo, el cual ella acepto rápidamente. Sentía que habían pasado años desde la última vez que Simón la había abrazado. Le hubiese gustado quedarse más tiempo así, pero tuvieron que volver a la estancia con el resto.

La tarde transcurrió con toda la normalidad que aquella situación les permitía. Parker tocó algunas canciones con su guitarra. Erika jugó una partida de ajedrez con Teo y una partida de póker con Baco. Incluso una de serpientes y escaleras con Kaiser.

Todos estaban disfrutando de manera armoniosa, hasta que Demián los llamó para la cena. Los chicos se dirigieron juntos a la cocina y tomaron sus asientos. Demián había preparado una cena de despedida, que lucía como un completo festín. Hasta había cocinado pavo, el cual por lo que le dijeron, solo lo comían en navidad.

Las copas de todos tenían vino, y para su sorpresa, la de ella también. Miró a Chris, quien le guiñó el ojo como gesto aprobatorio. Erika tomó un sorbo, y arrugó la boca. Había olvidado que aquello no era nada más que amargo y seco. Pero se negaba a que le quitaran su copa así que disimuló el sabor.

Después de un rato, Demián la llamó. Lo siguió hasta afuera de la cocina y lo ayudó a quitarse los guantes para el horno.

-          Ahora que todos están cenando, es una buena oportunidad para escaparme e ir al barrio alemán del cual te hablé esta mañana. – le sonrió de manera cómplice.

-          Está bien.

-          Baby Doll, no creo que esta sea la última vez que nos veamos, pero si es así... - hizo una leve pausa – quiero que sepas, que eres la mejor "idea estúpida y riesgosa" que se le pudo haber ocurrido a esa bola de animales. – dijo mientras pasaba un pulgar por su mejilla.

-          ¿Qué? – sonrió confundida

-          Esas fueron mis palabras cuando me plantearon la idea de secuestrar a una chica. Vaya que fue estúpido y arriesgado, pero si eso fue necesario para poder conocerte, no me arrepiento en lo absoluto.

Acto seguido, Demián plantó un gentil beso en su mejilla, y salió de la madriguera. Erika solo se quedó ahí, observando la escalera que llevaba a la salida de manera hipnótica, pasando su mano sobre su rostro.

-          ¿Ya estas lista? – preguntó Simón detrás de ella, tomándola desprevenida.

-          Sí. – se apresuró a contestar.

Se preguntó si Simón había llegado a escuchar o ver parte de su despedida con Demián, pero por el comportamiento apresurado del chico, supuso que no.

Salieron de la madriguera y comenzaron a caminar. No tenía idea de a donde se dirigían, pero Simón parecía llevar prisa. La desconcertó un poco pero no le prestó mucha atención. Deseaba pasar tiempo con su mejor amigo como en los viejos tiempos. 

Caminaron sin rumbo aparente por mucho tiempo. Ya había oscurecido por completo y comenzaba a hacer frío, sin embargo por la manera de caminar de Simón, parecía que aún les faltaba bastante trayecto.

-          ¿A dónde nos dirigimos? – se atrevió a preguntar después de un rato.

-          Ya lo veras. – le contesto el chico sin detenerse – No falta mucho, es una sorpresa, Baby Doll.

Quizá no conocía el bosque como los chicos, pero había llegado a desarrollar un pequeño sentido de la orientación durante su estadía con ellos. Y el camino por el cual se estaban adentrando, no le parecía familiar en lo más mínimo.

Decidió dejar las preocupaciones a un lado y simplemente seguir a Simón. Al parecer, él sí sabía hacia donde iban. Su manera segura de caminar lo demostraba. Solo tendría que confiar en él.

***

Después de un rato más, el cual le pareció eterno, Simón se detuvo de pronto. Erika puso las manos sobre las rodillas e intento recuperar el aliento. El chico había caminado tan rápido en cierto punto que a ella le había costado alcanzarle.

-          Llegamos. – le anunció Simón con una sonrisa.

Erika miró a su alrededor. Aquel lugar le resultaba conocido, pero no recordaba haber estado ahí antes. Un espacio abierto, con algunos pinos a su alrededor, todo el suelo estaba cubierto de nieve. Era hermoso.

Pero algo de ese lugar la hacía sentir extraña. Volteó hacia Simón esperando verlo sostener algo, o señalando hacia una cosa en particular. Pero lo único que encontró fue a Simón, observándola detenidamente, sin ninguna expresión en su cara.

-          ¿Qué pasa? – preguntó ladeando la cabeza.

Se acercó al chico, y tomó sus manos entre las suyas. El gesto pareció poner nervioso a Simón, quien las retiró despacio.

-          Baby Doll, cuando pase el día de hoy, podría volverse incomodo, pero de verdad necesito decirte esto ahora...

-          ¿Qué cosa?

-          Debes prometerme que todo volverá a ser como antes, que me perdonarás y... y que volveremos a hacer todas las cosas que hacemos juntos. Ya sabes, armas mis rompecabezas, hacer aviones de papel, salir a... - las palabras salieron abultadas y desesperadas de su boca. Erika tomó el rostro el chico entre sus dos manos para tranquilizarlo.

-          Simón... no puedo prometerte eso. Tú sabes que volveré hoy a la ciudad, a donde pertenezco.

-          Es que, esa es la cuestión.

Erika frunció el ceño y apartó sus manos de la cara de Simón. No entendía de que estaba hablando.

-          Yo, no puedo dejarte ir.

-          Pero debo irme. Esto no depende de ti.

-          Puedo hacer que dependa de mí.

El chico comenzó a avanzar con paso decidido hacia ella, dejándole cada vez menos espacio entre ellos, por lo que tuvo que retroceder.

-          ¿De que estas hablando? – quiso sonar más segura, pero no hizo un gran trabajo.

-          Tu forma de llorar, tu forma de sonreír, ¿sabes lo mucho que significa para mí? – dijo frustrado - ¿sabes lo feliz que he sido desde que  llegaste? No quiero que te vayas, Baby Doll. – sus ojos estaban llorosos, pero volvían a ser los de siempre.

Siguió retrocediendo hasta que chocó con un pino a sus espaldas. Simón se detuvo frente a ella, con una mirada cargada de nostalgia.

-          Simón, basta. Debo irme, sabes que no hay otra opción.

-          Pero si la hay, Baby Doll. – le sonrió entusiasmado – Yo puedo ayudarte, yo puedo morderte.

El vello de la nuca se le erizó al escucharlo decir aquello. El chico la miraba esperanzado, con el labio inferior temblándole levemente.

Su mente comenzó a maquinar a toda velocidad en ese momento. Era cierto que había sido ella misma quien le había prácticamente "exigido" a los chicos que la mordieran, y que estuvo a punto de dejar que Jim lo hiciera, pero ahora la realidad la golpeaba de pronto. ¿Era realmente la mejor opción?

Erika ya había hecho las paces con la idea de volver a la ciudad y seguir con su vida. Incluso la posibilidad de encontrar a sus padres estaba sobre la mesa en ese momento, ¿valía la pena echarlo todo por la borda? ¿De nuevo?

-          ¿Acaso no es lo que querías?

La voz temblorosa de Simón la sacó abruptamente de sus cavilaciones. Lo miró desorientada, "¿Acaso no es lo que querías?" se repitió a sí misma. Tuvo que presionarse el tabique de la nariz para volver en sí.

-          Pero...

-          ¿Acaso no es lo que querías?... – repitió dolido, dado a que no obtuvo respuesta - ¡¿Acaso no es lo que querías?!

Erika dio un respingo por el repentino cambio en Simón, y lo observó perpleja. El chico había comenzado a llorar, pero se esforzaba en ocultarlo, limpiando frenéticamente cualquier lagrima que osara bajar por su mejilla.

-          Quizá no es la mejor solución después de todo, Simón.

El chico levantó la mirada, y entrecerró los ojos. Acto seguido empujó a Erika contra el pino haciendo que se golpeara en la parte trasera de la cabeza. Ella cayó al suelo, y se sujetó la parte herida con las manos, mientras se mordía el labio para no gritar por el dolor.

Sintió como las manos de Simón la tomaban por los hombros y la obligaban a ponerse en pie. Comenzó a presionarla contra el pino, levantándola algunos centímetros del suelo. Era obvio que su fuerza no era nada a comparación con la de él.

-          ¡Basta! ¡¿Qué estás haciendo?! – le gritó desesperada, intentando patearlo.

-          ¿¡Acaso no es esto lo que querías!?

En un rápido movimiento, volvió a estrellarla contra el pino. Erika se sentía en una especia de transe. Su cerebro simplemente no entendía lo que estaba pasando. Él era Simón, era incapaz de lastimarla, ¿entonces, por qué hacía aquello?  No entendía nada de lo que estaba sucediendo en ese momento.

-          Simón... por favor... - lloró sin fuerzas. Podía sentir como un espeso líquido resbalaba por su nuca.

-          No llores, Baby Doll, sabes que no voy a hacerte daño. – dijo al tiempo que limpiaba una de sus lágrimas.

Simón la bajó lo suficiente para que sus pies tocaran el suelo, pero no dejo de presionarla contra el pino. De manera delicada, le aparto el cabello del cuello, y comenzó a acercarse.

Erika intentó apartarlo y forcejeó con brusquedad, a lo que el chico se alejó un poco para mirarla a los ojos, y le sonrió.

-          Yo no te recomendaría hacer eso. Puedo rajarte algún ligamento del cuello por accidente, y morirías desangrada en minutos. No queremos eso, ¿verdad? Sabes que no me lo perdonaría.

-          Simón, no lo hagas... - susurró llorosa.

-          Lo hago por ti, Baby Doll, para que puedas quedarte para siempre con nosotros, conmigo.

Esta vez, Simón sujetó se cara con una mano, y la otra la uso para seguir presionando su cuerpo contra el pino. Acercó su cara al cuello de Erika hasta que ella podía sentir su respiración. Cerró los ojos con fuerza, y se preparó para lo que sea que fuese a pasar.

-          Baby Doll, aun hueles a vainilla. – dijo risueño contra su cuello.

Sintió como presionaba su mandíbula contra la carne, hasta perforarla. Entonces un ardor lacerante recorrió cada nervio de su cuerpo, haciéndola gritar por un dolor que ni en sus pesadillas había sentido.

Simón la soltó de pronto, y cayó al suelo de golpe. Erika presionó ambas manos contra la herida, pero nada acallaba los gritos de su piel, de su sangre, su cuerpo entero se sentía en llamas. Gritaba desesperada por el horror de todo aquello.

Una sensación extraña comenzó a recorrerla y la hizo retorcerse en el suelo, teniendo un espasmo tras otro. Sus gritos eran acompañados por lágrimas, al sentir horribles arañazos desde el interior de su estomagó.

Logró ponerse de rodillas, sobre sus brazos, pero solo para vomitar un pesado liquido de color oscuro. Sangre.

El dolor interno la hizo volver a caer, mientras sentía como todo dentro de ella se movía. Podía sentir absolutamente todo.

Levantó con pesadez la mirada, y vio que Simón la observaba asustado. El chico lloraba y mantenía sus manos cerradas en puños tan apretados que sus nudillos lucían blancos. Intentó extender su mano hacia él, pero había perdido cualquier control sobre su cuerpo.

De pronto, las imágenes comenzaron a nublarse alrededor de ella. Todo se ennegrecía y se volvía borroso. Un zumbido agudo y continuo la ensordeció también. Abrió los ojos con sumo dolor, para ver el rostro preocupado de Micaél sobre ella, y sentir como la levantaba de la nieve.

Su cabeza cayó sin fuerza hacia un costado, donde diviso a otros chicos, pero no logró recordar quienes eran. 

Lo último que alcanzó a reconocer, fue a Chris, dándole un puñetazo a Simón en la quijada.

Todo fue oscuridad después de eso.

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