Detrás de la pantalla [Gay]

By shizukar

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Daniel Hunt no era una persona a la que le gustara hablar con la gente. Pero, dentro de su computadora, su vi... More

Sinopsis
1. Ya no estás solo
2. Llamada encontrada
3. Wrath está en línea
4. ¿La sutileza es la clave?
5. La universidad te vuelve manco
6. El que pierde paga
7. Maldito LAG
8. ¿Amigos?
9. Un tigre de peluche
10. Problemas tras la cámara
11. Convenciones y no-no-no-no-novios
12. Desempolvando recuerdos
13. ¿Despertarme temprano? No, gracias
14.
15.
Anuncio anunciador (?)
16.
17.
18.
19.
20.
Extra #1
Extra #2
Extra #3
15 datos random

21. Player Two

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By shizukar

Esa mañana, Daniel podía levantarse a la hora que quisiese; había arreglado encontrarse con Wrath por la tarde, pero los nervios lo despertaron demasiado temprano. Por suerte fueron ellos y no el canto de sirena de su hermana; habría sido mucho menos placentero tener a Charlotte de alarma. Continuaba dormida en su habitación mientras Daniel preparaba su desayuno, esperando no molestar a nadie con el sonido del microondas. Siempre le había costado encender las hornallas solo.

«Respira. Se supone que todo saldrá bien...» se dijo mientras llevaba su té a su boca. Ese «se supone» no lo llenaba de tranquilidad, pero esperaba que las cosas se pusieran a su favor. El día parecía estar neutral con él; algunas nubes cubrían el cielo azul, y no había señales de que el clima empeorara. Tendría que fijarse cómo cambiaría la temperatura por la tarde. Intentó distraerse leyendo el periódico que había dejado su padre sobre la mesa de la cocina. Había una nota sobre la convención a la que había ido hacía tiempo. Parecía ser que era un diario bastante viejo.

«Me pregunto si habré salido en alguna foto» pensó sonriente. «Ahora que lo pienso, pasaron meses desde que compré la última edición de ComPel...»

—¡Muuuy buenos días, hermanito! —Una voz fuerte entró en la cocina, sobresaltando a Daniel y haciéndolo perder el equilibrio en la silla. El silencio a su alrededor lo había calmado demasiado, y tal grito hizo que se le helara la sangre por un momento. Sintió alivio cuando notó que la que le había gritado era su hermana mayor, quien llevaba una sonrisa enorme en su rostro y el cabello como si recién se hubiera levantado de una larga siesta. «Lo cual es verdad, de hecho...» pensó Daniel, recordando que creía que estaba dormida. Él también estaba bastante despeinado, pero era diferente al cabello de Charlotte.

—¿Charlie? ¿Podrías no gritar...? —pidió Daniel, bajando el periódico de sus manos.

—¿Así que papá te contagió la manía de leer las noticias? Es demasiado temprano para que sepas lo que es el mundo fuera de casa... —se lamentó ella, poniendo una falsa expresión de tristeza—. Lo siento, lo siento, me entusiasmé demasiado. No quise sobresaltarte. Pero no creí que te despertarías tan temprano hoy.

—Ya sabes qué día es hoy. —Suspiró, y bajó su mirada a las noticias de nuevo. Charlotte abrió la heladera, sacó su desayuno y se sentó junto a él en la mesa.

—¿Nervioso? —preguntó, abriendo su yogur.

—¿Tú crees...? —preguntó Daniel en respuesta.

—Ya va a pasar. Tranquilo. Voy a estar ahí —intentó calmarlo ella—. ¿Qué estás leyendo?

—Oh, es un artículo sobre la convención a la que fui con los chicos del club de computación —dijo él. Estaba alegre de poder cambiar de tema—. Este.

—Al final no me trajiste nada. Qué mal hermano —replicó Charlotte, fingiendo un puchero. Pasó las páginas de la nota, hasta que su expresión cambió a una de sorpresa al observar una foto—. ¿Por qué no me dijiste que esos dos estaban ahí?

—¿Esos dos? —Daniel alzó la mirada a la foto, pero no logró encontrarla hasta que su hermana le respondió.

—¡Esos dos! ¡rogerpat! Fueron a la convención y yo ni enterada. ¿Tú lo sabías?

Una de las fotos en la página era, en efecto, sus dos compañeros de club saludando a la cámara en uno de los stands por donde ni él ni Christophe habían pasado. «Parece que nos perdimos bastante», pensó al ver la imagen. No pudo evitar recordar la conversación que había tenido con su amigo, y ni pensar en que nunca más lo había vuelto a mencionar. El tema más importante que habían tocado mientras hablaban había sido la salida de Vraie Bataille 2, a pesar que la conversación con Alice no hubiera sido pasada por alto. «Sigo sin poder pensar en un Wagner enamorado», se dijo a sí. Decidió pensar en la conversación con su hermana.

—Pero yo fui con ellos —contestó. No había sido la mejor respuesta que podía darle. Su hermana se quedó en silencio mientras pasaba la mirada de la nota a los ojos claros de Daniel.

—... ¿tú fuiste con quién?

—Bueno, en realidad ellos dos fueron quienes me consiguieron las entra... —No había podido terminar de explicarse cuando su hermana lo tomó por los hombros y puso su cabeza a la altura de la suya.

—¿Cómo fue que nunca me dijiste? ¡Creí que ibas con tus compañeros de computación!

—Los conocí en el club de computación —aclaró Daniel. «Pasó de un extremo a otro demasiado rápido...»

—¡Y yo sin siquiera saberlo! ¡¿Desde cuándo van a Blackfield?! —Soltó los hombros de Daniel para darle la espalda, cruzando los brazos—. Y tú los conoces en persona.

—Eh, puedo presentártelos...

Al oír eso, Charlotte se dio la vuelta y sonrió a su hermano. «¿Bingo?» pensó.

—¡¿Lo harías?! ¡Gracias! ¡Gracias, Dani! —Casi derrumbó a su hermano junto con la silla, pero ogró atraparlo a tiempo. Acomodó la silla de nuevo y volvió a mirar el artículo—. Hasta están tomados de la mano en la foto. Debí haberme fijado en su canal que subieran algo de esto...

Continuaron charlando hasta que terminaron de desayunar, y luego subieron a sus respectivas habitaciones. Daniel había decidido no iniciar sesión en la PC a no ser que necesitara distraerse desesperadamente, pero fue suficiente con leer los antiguos números de CompEl que había en su cuarto. Para lo único que bajó fue para almorzar, y ni siquiera notó que ya había dado la hora.

Su teléfono no paraba de sonar. Se asustó pensando que era una llamada, pero era apenas una alarma. «¿Para qué me puse una alarma un sábado por la tarde?» se preguntó.

—¡Dani! ¿No es la hora ya? —exclamó su hermana desde su habitación. «¿Hora de...?». No pasó mucho tiempo hasta que ese pensamiento llegó a su cabeza. Saltó de su cama hacia el armario, buscando algo decente que ponerse para la salida.

—¡Me cambio y bajo! ¡Tranquila! —respondió él, tirando una remera y un pantalón sobre la cama para luego quitarse su pijama y ponerse el resto de la ropa. Agarró un abrigo del perchero de su cuarto, la revista que había dicho que llevaría, bajó las escaleras, y esperó a su hermana en la puerta para salir.

—¡Tú tienes que estar tranquilo aquí! Tantos nervios te jugarán en contra. Ya vamos. —Mientras bajaba las escaleras, puso una mano dentro de su bolso para fijarse si necesitaba algo más, y luego envió un mensaje a sus padres avisando que tanto ella como Daniel estarían afuera. Abrió la puerta, invitando a su hermano a salir—. Usted primero.

—Ya voy, ya voy —respondió él. Casi salió corriendo del pasillo hasta la parada, hasta que su hermana lo frenó.

—Más lento, hermanito. Que te atropelle un camión no hará las cosas más fáciles —comentó Charlotte, comenzando a caminar junto a él. «Tal vez lo sería si en lugar de encontrarme con Wrath termino en emergencias...» pensó amargamente.

El autobús no tardó demasiado en llegar. Daniel jugaba con sus manos mientras miraba por la ventana esperando llegar al centro comercial, su hermana poniendo su mano en su espalda. El viaje se hacía cada vez más lento a la vez que se acercaban a su destino.

—Dani, llegamos —le recordó la castaña, casi tirando de él para que se levantara de su asiento.

—Ya voy... —repitió él. Bajó las escaleras del autobús para entrar a la acera y entrar en el centro comercial junto con Charlotte. Estaba demasiado nervioso como para reaccionar.

—Tranquilo. ¿Dónde dijiste que se encontrarían? —preguntó ella.

—El arcade. —La voz de Daniel salió casi en un susurro, y entonces ambos se dirigieron escaleras arriba. Agradecía y maldecía a la vez que las escaleras fueran mecánicas; no hacía falta que moviera un dedo para subir, pero también dejaba de lado la posibilidad de no subir por nervios. Deseaba que no hubiera ninguna persona con lentes de sol en el lugar, o se vería obligado a preguntar quién era.

—Ya. ¿Dijeron que usarían algo para diferenciarse? —La voz de Charlotte había bajado su tono, al haber tantas personas a su alrededor.

—Yo traería esta revista, él lentes de sol —respondió Daniel.

—Mira. Allí hay alguien —dijo su hermana, ladeando su cabeza a una persona de cabello rojo y gafas de sol oscuras. Hubiera querido refutarla de no ser porque eran redondas, al igual que había dicho Wrath en la mensajería del foro.

«No estoy listo para esto» pensó. Si llegaba a decirlo en voz alta, su hermana lo haría repensar las cosas de nuevo. «¿Por qué me persiguen los pelirrojos?»

—Lo vi —contestó. Un escalofrío recorrió su espalda.

—¿Y qué esperas? Seguro es él. —Oyó a su hermana, pero tardó en reaccionar y dirigirse hacia él. Antes que lo hubiera pensado, el chico pelirrojo de lentes de sol estaba acercándose, lo cual hizo que un sudor frío recorriera su espalda—. ¡Ve!

Dio un ligero empujón en la espalda de Daniel, pero fue suficiente como para que él comenzara a caminar, como si fuera un animal mecánico. No tardaron en encontrarse. Sentía su rostro ardiendo, ni siquiera queriendo mirar a los ojos al chico de lentes de sol.

—¿Elluin?

Tragó saliva antes de contestar.

—No. —Retrocedió unos pasos hacia atrás, huyendo por las escaleras mecánicas y llegando de nuevo a la parada del autobús.

O eso pensó que podría haber ocurrido.

—...Wrath. —Su voz seguía sonando igual de baja que cuando había hablado con su hermana. No se atrevía a darse la vuelta para observarla, o a levantar la mirada para observar los ojos del otro. Incrédulo, el chico de las gafas de sol descubrió su rostro y observó de nuevo al joven de ojos claros.

—No puedo creerlo. ¿Así que eras tú...? —preguntó. Esa frase hizo que Daniel alzara la mirada, observando así los ojos de color azul que tenía el chico frente a él. Su cabello, sus ojos, la forma de su rostro, todo le parecía demasiado familiar como para creer que fuera coincidencia.

—Ehm, ¿nos conocemos de antes? —preguntó Daniel en respuesta. Tenía el nombre en la punta de la lengua, y no fue hasta que el chico pelirrojo sacó un par de gafas de un estuche de su bolsillo y las colocó sobre su rostro para reconocerlo.

—¿Te parece?

«...no», pensó él. No podía ser verdad. Habían llevado lo que los haría reconocerse, habían sabido el nick del otro, y no quería creer que la persona que estaba frente a frente con él era Christophe Wagner. «De todas las personas...». No sabía qué decir entonces tampoco.

—¿W-wagner? —preguntó, cambiando su expresión por sorpresa.

—No puedo creerlo. ¿Eras tú? ¿Estuvimos durante casi toda la secundaria juntos y yo creyendo que vivías lejos...? —Parecía más una pregunta para sí mismo que para Daniel. De todas maneras, no habría respondido. Se quedó abrazando su revista mientras lo observaba. Que Christophe hubiese sido su compañero de party en Slayers no sabía si lo empeoraba o lo mejoraba; habían pasado bonitos momentos juntos, sí, pero eso no quitaba que Daniel lo hubiera evitado por los rumores de su supuesto historial de crímenes y que nunca se hubiera querido acercar a él si no hubiera sido por Lerner. «¿Él no tenía una salida hoy...?» se preguntó él.

—Tampoco puedo creerlo yo, de hecho... —contestó, mirando hacia una de las vidrieras—. Ehm, ¿sorpresa?

—Puedo decir que esto sí no me lo esperaba —acotó el pelirrojo. Había metido sus manos en sus bolsillos, como un gesto despreocupado que intentaba ocultar su sorpresa.

—La verdad ni siquiera sabía que jugabas Slayers —se sinceró Daniel. No sabía si decía eso porque se había relajado al ver que su compañero era él, o si había sucumbido tanto a los nervios que ya no pensaba lo que salía de su boca. «Espera, ¡¿eso no hace que él lo sepa?!» pensó, alarmado. No dijeron nada más por un momento que parecía siglos.

—Debo decir que tienes un bonito avatar... —comentó Christophe. «¿Eso es un cumplido...?»

—Pues, gracias, el tuyo igual... —dijo él. «Vamos, tiene que haber un tema menos incómodo» pensó.

—¿No preferirías... caminar un rato? —preguntó, mordiendo su labio. Se veía tan incómodo como él.

—Claro. —Asintió casi inmediatamente. Al menos de esa manera podría aclarar su cabeza sin necesidad de hablar con él. Tampoco le extrañó que el chico de gafas no le hubiera extendido su mano al caminar. Era mejor mantener las distancias por el momento.

—Así que tú eres Elluin —afirmó Christophe.

—Y tú Wrath —respondió Daniel.

—Esto será mucho más complicado de como lo pensé... —susurró el pelirrojo.

—¿Ah? —No pudo evitar responder en voz alta, como si estuviera hablando con él en lugar de solo. Casi se sobresaltó por la interrupción de Daniel. Esa vez, no le quedó más que mirarlo a los ojos y parar el camino. Daniel lo siguió poco después.

—Iré directo al grano. —Aclaró su garganta, esperando no toser en ningún momento—. Es sobre tu avatar. Tu personaje, en realidad. Más bien tú. Sí, eso. La persona detrás de tu personaje.

—Ehm, ¿qué quieres decir? —preguntó él. «Tal vez debería dejar las preguntas para más tarde...»

—Tu personaje, quiero decir, tú, aunque no sé si el "tú" que conozco yo es el "tú" que conoce mi avatar o el "tú" que veo todos los días en la escuela... —Hizo una pausa leve. Todo eso no lo aclaraba—. Ya me estoy mareando a mí mismo.

—Me estás mareando también... —respondió Daniel. No sabía si era por el mareo o por la tensión del lugar que su estómago se había comenzado a revolver, haciéndole sentir unas cosquillas incómodas.

—Comencemos de nuevo. Déjame recapitular. —Se quedó en silencio un momento—. Tú. Me gustas tú. ¿Ok? Hubiera sido menos raro si no fueras un chico.

—O si no hubiera usado avatar de chica... —murmuró, pero luego tomó conciencia de lo que Wagner había dicho. No había notado lo nervioso realmente que estaba hasta que oyó esas palabras—. E-espera, ¿que yo qué? —Su rostro había tomado un tono rojizo, o eso creía por todo el calor en sus mejillas.

—Eso. Tuve que prepararme para decirlo una vez. No me hagas repetirlo... —Le sorprendió bastante ver el rostro de Wagner volviéndose del color de su cabello, intentando cubrirse con sus manos disimulando que se acomodaba sus gafas—. No quería decírtelo por computadora tampoco.

—Entiendo... —murmuró él. Seguía sin entender nada, de todas formas. «¿Qué Wagner no quería decirle algo importante a una chica hoy...?» se preguntó a sí, aunque sin esperar respuesta. Al recordar la conversación sintió un alivio que le permitió respirar un poco más. No tenía por qué pensar en un Wagner enamorado. Pero era mucho más importante un Wagner enamorado de él. Ya sabía lo que significaba un "me gustas" en ese momento. Luego de eso, sintió cómo otra vez su cabeza se aligeraba y dejaba de ser consciente de lo que decía—. Creí que nunca me lo dirías...

—¿Eh? ¿Qué quieres decir? —Christophe no podía dejar de lado su confusión.

—Pues, uhm, eso —intentó aclarar Daniel. «Oh, por favor...» pensó él. Los nervios no lo dejaban tranquilo ni por un momento—. Que, eso, no tienes que repetirlo, entendí lo que quisiste decir. —Sentía que necesitaba decir más cosas para dejar en claro su idea. Ni siquiera él sabía lo que era sentir atracción aparte de la física. No podía negar que algunas personas podían parecerle lindas, especialmente mujeres, pero el sentimiento hacia su compañero iba más allá que un simple «es lindo». Porque, para empezar, él ni siquiera era mujer—. Y, uh, es nuevo.

—No tienes que dar tantos rodeos para decir que no —escupió Christophe. La rudeza de su comentario desconcentró a Daniel de su oración, pero pareció notarlo—. Lo siento. Sólo estoy nervioso.

—Solo necesito pensar... —admitió Daniel.

—Piénsalo cuanto necesites. —El rostro de Christophe se veía más alegre que antes, pero que comenzara a caminar hacia el lado contrario no parecía nada bueno. En un impulso de valor, Daniel tomó su manga. Estaba demasiado inseguro como para tomar su mano en aquel momento.

—P-pero no tienes que irte —le respondió. Lo mejor era decir todo de manera directa, como había hecho Wagner mismo luego de confundirlo con su frase—. Esto, eres muy dulce conmigo, a pesar que suelas ser frío, también eres dedicado, y, no sé qué más puedo agregar, megustas. Eso.

—... Hunt. —La voz del pelirrojo sonaba mucho más tranquila que antes, y se giró para observar de frente al más bajo. A Daniel le sorprendió que lo hubiera rodeado por sus hombros y lo hubiera apretado contra su pecho, en especial porque ese día ni siquiera hacía frío. Ya estaba queriendo comenzar a quitarse su abrigo—. Gracias.

—¿Gracias por qué...? —preguntó en respuesta. A diferencia de otras veces, los latidos del corazón de Christophe sonaban muy apresurados. No podía culparlo por eso.

—Por todo lo que hiciste. Tanto estos años como desde que nos conocimos en persona —respondió él.

—No tienes que agradecerme, ya sabes... —dijo Daniel. A medida que los latidos del más alto se iban calmando, podía sentir su propio pulso bajar, y su mente aclararse más a la hora de hablar. «Ya pasó, tranquilo...» pensó. Parecía una frase que le diría su hermana si estuviera con él. «...espera». Había olvidado por completo que Charlotte continuaba allí. Probablemente ya había mirado toda la escena. «Hubiera sido más vergonzoso que nos hubiera oído...» pensó.

—Pero quiero. Es demasiado para explicarlo ahora mismo —contestó. No había mucho más que se pudieran decir, salvo por el hecho de que Daniel estaba demasiado apretado entre sus brazos. No parecía molestarle.

Una vez se separaron, parecía implícito que volverían a caminar por el piso del centro comercial. La mano de Christophe se acercó de manera tímida, algo contrastante con su carácter, pero la de Daniel fue incluso más tímida al corresponderle. El camino los llevó hasta dar la vuelta al piso, ninguno de los dos diciendo nada. «¿Qué se supone que hacemos ahora?» pensó él. Se le borraron de la mente todas las escenas post-confesión que alguna vez había visto por televisión o en videojuegos. Lo único que podía pensar era lo más típico que podía pensar alguien que se acaba de confesar.

Un beso.

Nunca había pensado en lo que sucedería cuando tuviera su primer beso. Nunca había pensado que tendría un primer beso siquiera. ¿Sería el primer beso de Wagner, siquiera? Alguien tan... él, probablemente debió haber tenido varias parejas. O enamorados. Pero la imagen de Wagner enamorado seguía sin cerrarle. «Mejor deja de pensar en esto...»

Dejó de caminar, esperando que su compañero también se detuviera. Sin pensarlo dos veces se puso de puntas de pie frente a él, fallando enseguida en su cometido. Ni siquiera había llegado a rozar sus labios cuando chocó con su barbilla.

—¿Hunt? —preguntó el pelirrojo, sin saber las intenciones del más bajo—. ¿Qué haces?

—...nada —respondió, avergonzado por su intento fallido. Hubiera retrocedido de no ser por la mano de Wagner, la cual en lugar de tomar la suya rodeó su rostro, sin saber si la situación estaba mejor o peor.

—¿Nada? —inquirió de nuevo. Al no tener otra respuesta más que el rostro sonrojado del menor, acomodó su cabeza, esperando no chocarse con él. Inclinó el rostro de Daniel hacia un lado antes de arquear su espalda para llegar a su altura. Daniel esperaba no chocarse con sus gafas cuando lo hiciera.

A pesar que los labios de Christophe estuvieran partidos, eso no le impidió disfrutar su suavidad, algo que lo sorprendía porque no parecía el tipo de persona que se cuidaría la piel. La mano del chico de gafas seguía en su mejilla, y las suyas continuaban a los costados de su cuerpo, sin saber si siquiera quería moverlas. El bullicio a su alrededor parecía haberse calmado, o tal vez el bullicio nunca había estado allí. Para ser un sábado por la tarde, el shopping estaba bastante vacío. Necesitaba respirar; él ni siquiera sabía cómo se suponía que entraba el aire mientras tenía a Christophe a una distancia tan corta de sí.

Aún tenía los ojos cerrados cuando se separaron. La mano se separó de él, y luego de recuperar el aire abrió los ojos y dirigió la vista al chico de gafas. Sus ojos azules se veían tan calmados como siempre, tal vez un poco más oscuros. No era precisamente el resultado que esperaba, pero al menos lo había logrado. «Imagina cuántos momentos no incómodos habrán» había dicho su hermana. Ese, sin duda, era uno de esos.

—¿Feliz? —preguntó él, sonriendo. Pasó una mano por su corto cabello castaño claro y dejó un beso en su frente. Parecía que acababan de correr una maratón, ambos sudando y sonrojados. Pero eso no les importó—. Es extraño tenerte tan callado.

—Hey... —replicó Daniel.

—Tranquilo, solo bromeaba. ¿No podemos al menos decidir a dónde iremos ahora? Caminar en círculos me marea —comentó Christophe.

—Al arcade —respondió, sonriendo al chico frente a él.

—¿Esto es un desafío? —preguntó. Su expresión de duda pasó a una sonrisa de satisfacción demasiado rápido para Daniel. El chico se quedó en silencio, y sólo salió disparado hacia el piso de arriba.

—¡Tómalo como quieras! —exclamó, luego de parar en la escalera mecánica. Fue suficiente tiempo para que el chico pelirrojo llegara a su altura.

—Ya quiero verte cuando pierdas en DDR de nuevo —dijo cuando lo alcanzó.

—¿Eso es una amenaza? —preguntó Daniel.

—Tómalo como quieras.

***

«Tu "yo" en la vida real, tu "yo" en Slayers, tu yo en cualquier parte... Todos esos "yo" me encantan. Creo que hubiera sido más complicado si tú no hubieras sido el "tú" que maneja a Elluin detrás de la pantalla.»

***

ASDFGHJKLÑ NO SABEN LO QUE ME COSTÓ ESCRIBIR ESTE CAPÍTULO. O LO QUE ME COSTÓ SUBIR ESTE CAPÍTULO. I CAN'T. es el capítulo más jodidamente largo que alguna vez escribí. y aún quedan un par de cositas por escribir. y publicar. y demás cosas. y otro capítulo largo para una pareja secundaria. lenny face. no quiero prometer nada. no puedo creer que terminó. eso. bai. bai por un rato.

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