Hawa: Debemos salir a flote |...

By meg-books

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COMPLETA - PRONTO EN LIBRERÍAS. Tras los intensos acontecimientos que han ocurrido últimamente, Audrey recibe... More

Sinopsis
❄ Preludio ❄
Capítulo 1
Capítulo 2 (Parte 1/2)
Capítulo 2 (Parte 2/2)
Capítulo 3
Capítulo 4 (Parte 1/2)
Capítulo 4 (Parte 2/2)
Capítulo 5 (Parte 1/2)
Capítulo 5 (Parte 2/2)
Capítulo 6 (Parte 1/2)
Capítulo 6 (Parte 2/2)
Capítulo 7
Capítulo 8 (Parte 1/2)
Capítulo 8 (Parte 2/2)
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12 (Parte 1/2)
Capítulo 12 (Parte 2/2)
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19 (Parte 1/2)
Capítulo 19 (Parte 2/2)
Capítulo 20
Capítulo 22 (Parte 1/2)
Capítulo 22 (Parte 2/2)
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25 (Parte 1/2)
Capítulo 25 (Parte 2/2)
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28 (Parte 1/2)
Capítulo 28 (Parte 2/2)
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33 (Parte 1/2)
Capítulo 33 (Parte 2/2)
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36 (Parte 1/2)
Capítulo 36 (Parte 2/2)
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41 (Parte 1/2)
Capítulo 41 (Parte 2/2)
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44 (Parte 1/2)
Capítulo 44 (Parte 2/2)
Capítulo 45 (Final)
Top 15 Comentarios + Agradecimientos
Tercer libro: Gea + Avisos
¡Concurso!

Capítulo 21

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By meg-books

—¿Ya puedo quitarme esto? —pregunto.

—Todavía no me has dicho qué es.

Resoplo y me rasco la cabeza. No puedo ver nada gracias al pañuelo negro que Marshall me ha atado sobre los ojos. Me lo ha ajustado tanto que tengo que toquetearlo un poco para acomodarlo y que no me explote el cerebro.

—¿Calor? —adivino.

—Como sigas tirando respuestas al azar, me largo.

—Bueno, está bien.

—¿Qué es?

—¡Es que no siento nada!

—Bien.

Frunzo el ceño aunque él no pueda verme.

—¿No era nada? Eso no se vale.

—Claro que se vale. No todo es sentir esencias, también tienes que saber distinguir una ausencia.

Me siento muy patética al percatarme de que alguien bastante imbécil como Marshall Frey me esté dando lecciones.

—Vamos con otra —anuncia.

Oigo como se mueve y rebusca algunos objetos.

—Anda.

—Eh... —musito, tratando de concentrarme. Siento como si mi cuerpo se fuera abajo, como si me echaran vapor en toda la piel— Calor.

Marshall no responde.

—Calor —insisto.

Siento que sigue moviendo el objeto, cuando escucho el sonido de un mensaje de texto.

—¿En serio estás usando el celular?

—Eh, no —replica, y escucho claramente cómo apoya el móvil en la mesa—. ¿Qué has dicho?

—¡Calor! —inquiero. Siento cómo se aleja y vuelve a buscar entre las cosas— Si quieres enseñarme, concéntrate en esto.

—Ustedes querían que te enseñe —corrige—. Yo elegí ponerme manos a la obra ya, antes de ir en busca de ese hawa... —vacila— y antes de que vuelvan a molestarme con asuntos como sospechar de que he matado a un chico.

Me quedo callada y espero a que se acerque con otra cosa. Apoyo mis manos en ambas rodillas, luego de cruzarlas sobre la silla.

—Tal vez me sería más fácil saber qué es si no lo movieras por todos lados.

Me doy cuenta de que Marshall está caminando alrededor mientras mueve el objeto.

—Tal vez sería todo más fácil si las personas no se movieran —replica él—, pero ¡oh, no lo hacen!

Me gustaría quitarme el pañuelo para que note mi mirada aburrida.

—Cuesta más adivinarlo así.

—Ese es el punto —obvia él.

Agacho la cabeza y trato de seguir la trayectoria del cuerpo con la mente.

—Eso es frío —digo al cabo, un poco más segura que antes. Se parece a la sensación que tuve ayer en el bosque, aunque en un grado muchísimo menor.

—Sí, y me estoy muriendo mientras lo toco.

Un estruendo me da un sobresalto. Supongo que Marshall arrojó el objeto sobre la mesa sin mucho cuidado.

Me atrevo a levantar un poco el pañuelo. Me lo dejo sobre la frente y ahora veo cómo Marshall se apoya sobre una columna. Estamos en la biblioteca del Gremio ya que, y es triste admitirlo, aquí no hay demasiada gente.

Sobre el escritorio veo una tetera que echa virutas de humo, una plancha para alisar el cabello y una bolsa de plástico con algunos hielos.

—Veo que te has matado con los objetos.

—Es lo que encontré —farfulla, aunque algo me dice que tampoco puso mucho empeño en buscar más cosas.

Inevitablemente mi mirada vuela hacia arriba. Cuando no estoy con los ojos vendados, lo único que hago es mirar el techo de la biblioteca, que es tan alto que podría tratarse de la altura de tres techos normales juntos. Por alguna razón, el sitio no está pintado como la mayor parte del Gremio; las paredes son blanquísimas, y están decoradas con unas líneas doradas que de vez en cuando dibujan garabatos hermosos.

—¿Eras una nerd en tu escuela?

La pregunta me saca de órbita, y un poco de quicio también.

—¿Disculpa?

—Que si eras una nerd...

—Ya te he oído —mascullo—, era una pregunta retórica para que no hablaras de ello —miro para otro lado, aunque hacerme la enojada ponga aún más en evidencia que tal vez sí lo era. Al instante, no puedo aguantarme la duda— ¿Por qué preguntas eso?

—No dejas de ver los libros como si quisieras tener sexo con ellos.

—¡Qué estupidez! Estoy viendo la habitación, me parece muy bonita...

Noto la mirada de Marshall y cierro la boca.

—Al menos estudio para mi futuro, eh —replico—. ¿Tú qué haces para ganarte la vida?

—Las mujeres me pagan por una buena noche.

—En serio.

Él suspira como si se estuviera aburriendo de estar conmigo, y es muy probable que lo esté. ¿Ves, Fénix? No tienes nada de qué preocuparte.

—Pues donde me conociste. Soy bastante bueno en las apuestas, por no decir el mejor —deja salir una sonrisa y ladea la cabeza mientras saca la tapita de la tetera y mete el dedo en el agua hirviendo, dibujando un círculo—. Y, bueno, cuando hay problemas con eso, meterme una temporada a trabajar con los bomberos tampoco es nada malo.

Antes de responderle, me quito el pañuelo que me molesta en la cabeza y lo echo sobre la mesa.

—¿No trabajabas para el Gremio?

—Me cansé de seguir tantas órdenes.

Marshall se sienta al borde del escritorio y deja la tetera en él. No me gusta mucho admitirlo, pero no es un muchacho feo, aunque no sea de mi tipo. No sé cuántos años tendrá exactamente, pero el pelo morocho, lacio y corto lo hacen ver bastante joven.

—Pero, ¿no crees que deberías buscar algo para hacer en el futuro? ¿Algo sólido que te mantenga?

Por muy extraño que sea, Marshall no me responde sino que evita un poco mi pregunta. Se pone de costado y tantea de nuevo la tetera. Me pregunto por qué será, hasta he usado un timbre de voz tranquilo y amigable.

—Hay buenos trabajos, y varios no requieren mucho estudio que digamos. Incluso los policías...

—Se ve que no te han dicho nada, ¿no es cierto?

Vuelve la mirada hacia mí. No es triste, ni furiosa, ni interesada. Simplemente la misma mirada que Marshall siempre lleva en el rostro.

Sacudo la cabeza, tartamudeando un poco.

—No voy a vivir mucho tiempo más, Audrey. Es por eso que no me preocupo demasiado por el futuro.

Lo dice de forma tan natural que no puedo evitar quedarme estática. Lo miro sin saber qué decir, y él lo nota.

—No te pongas a llorar —bromea.

—¿Qué...? ¿Por qué?

Mueve la cabeza y se suena el cuello con cansancio. Percibo que no quiere hablar demasiado sobre el asunto, no por el tema en sí, sino por la flojera que le genera.

—Tengo una... enfermedad rara —comienza, moviendo las manos—. Cistinosis. Es una enfermedad mortal que me diagnosticaron desde pequeño. Se suponía que tendría que haberme ido cuando era niño, pero, como sabes, podemos sanar más rápido que los mundanos normales. No es que mi enfermedad se vaya a curar... tan sólo se posterga más en el tiempo, y eso me deja sin saber cuándo será su punto límite.

Todavía no puedo responderle. No puedo entender cómo es que lo asimila con tanta calma. Bueno, habrán pasado ya varios años de saberlo, pero hablar sobre eso...

De repente me vuelve el recuerdo de su voz ayer: «Yo no estaré para siempre».

En ese momento entendí que no estaría mucho tiempo más aquí en el Gremio. De golpe comprendo esa faceta despreocupada suya, sin importarle demasiado lo que dice o hace, ni cómo debe comportarse ni dónde está parado. De que no le gusta demasiado seguir órdenes, sino hacer lo que le grita el instinto y el deseo.

—¿Los demás lo saben? —es lo único que logro decir.

—Claro, desde siempre.

¿Por qué no me lo habían dicho? De acuerdo, no es algo fácil de decir ni algo de la incumbencia de nadie como para ir contándolo por ahí.

Entonces, Ashley lo sabe. Ash, que se puso malhumorada y extraña después de que Marshall tuvo la discusión con la chica con la que se había acostado, y que se puso bastante quisquillosa cuando él se acercó a decirme algo al oído.

—¿Te pasa algo, Porcelana?

Vuelvo a regresar a la realidad, parpadeando.

—Nada, es sólo que... es increíble lo bien que lo llevas.

Marshall deja salir otra sonrisa superficial.

—Lo he asumido. Créeme, lo he procesado después de varias noches. ¿Qué acaso quieres que llore todos los días esperando a que venga el fin? —deja salir aire en un resoplido, devuelve la tapa de la tetera con la cual se había entretenido jugando y mira hacia arriba, como yo he estado haciendo desde que llegué. Al instante, baja la vista y la clava en mí— Creo que he aprendido por cuenta propia una sola cosa que va a servirme para siempre, y no la he sacado de los libros. Sólo voy a morir una vez, pero estoy viviendo todos los días.

Se queda un momento ahí, pero cuando ya no aguanta el momento cursi, salta desde el borde de la mesada.

—Si estuviera pensando todo el tiempo en la muerte me volvería loco.

—Nunca pensé que diría esto, pero, te admiro.

—Es difícil no hacerlo —responde aún sonriendo.

Le correspondo la sonrisa, pero por amabilidad. Mientras se pone a guardar las cosas en una caja, mi mente no deja de escuchar su voz diciendo que no va a vivir mucho tiempo más. Me quedo sentada en la silla pensando el valor que se debe tener para admitir aquello y, sobre todo, enfrentarlo.

—Podemos seguir después —comenta cuando deja de guardar todos los objetos que trajo y con los cuales hemos estado trabajando por casi una hora—. Lo has hecho mejor de lo que creía y todavía tenemos tiempo antes de organizar bien nuestra escapada hasta el bosque.

Asiento con la cabeza mientras no dejo de mirarlo. Es inevitable dejar de pensar que, algún día, la persona frente a mí ya no estará entre nosotros.

Bien, basta, Audrey. No querremos ponerlo mal.

—Además, mañana en la Iniciación probablemente ya vayas viendo cómo va la mano e irás aprendiendo más rápido.

—¿Quién te dijo que es mañana? —pregunto incorporándome.

—No lo sé, lo escuché por ahí. ¿Nadie te lo dijo? —Pregunta— No lo sé... pensé que hasta el mismísimo Kendrick vendría a decírtelo en persona.

—No. Supongo... que aún no me lo he cruzado, eso es todo.

Ayer estábamos hablando acerca de que la Iniciación sería pronto, pero no creía que fuera mañana. Tal vez Kendrick creyó que, como me molesté mucho con que sospecharan de Fénix sin razones lógicas, sería bueno calmarme y cumplir mi pedido de acelerar la Iniciación .

Después de todo, tendrían que haberla hecho hace ya un largo tiempo, cuando noté la cantidad de novatos que estaban ingresando al Gremio. Supongo que Fénix tenía razón, que la estaban atrasando para mantenerme más tiempo aquí, por las dudas.

—¿Sabes qué... se hace en la Iniciación ? —pregunto tratando de no sonar aterrada.

Él se ríe con secas carcajadas.

—Ya lo verás, no es para tanto —se frota las manos después de cerrar la caja—. Es más que nada una bienvenida para hacer sentirse cómodos a los novatos.

—¿Y no hay ningún ejercicio?

Me parece notar que Marshall clava la mirada en un punto indeterminado en la pared, pero al instante se recompone.

—Sólo uno —es lo que contesta.

Toma la caja con ambos brazos y me doy cuenta de que debe haber alguna clase de regla sobre no contar los detalles de la Iniciación .

—Ve a prepararte para mañana o lo que sea que quieras hacer —masculla—. Tengo que hacer algunas cosas, y de paso contarle a Danna que comencé a practicar contigo para que no me mate. De paso, tal vez dejen de dudar de mí —farfulla con una repentina molestia.

—Tranquilo, me quedaré aquí.

—Sí, quédate con tus libros.

Ruedo los ojos, pero la verdad no me molesta este lugar. De hecho, me fascina. Creo que lo visitaré con más frecuencia. El olor a las hojas viejas siempre me ha gustado, y la estructura del sitio me encanta: las paredes largas, el techo alto, los ventanales enormes y las estanterías de libros que le dan a la biblioteca la apariencia de un laberinto.

—Oh —recuerdo, cerrando los párpados de golpe—, espera. Olvidé decirte algo.

Marshall se gira a medio camino y me mira alzando una ceja.

—Cindy es muy linda, buena y divertida —repito como un robot, sin darle ningún atisbo de credibilidad a mis palabras—. Tal vez deberías verla.

Los ojos de Marshall vuelan hacia arriba con notable cansancio.

—¿A ti también te hace venir a decirme esas estupideces?

Me encojo de hombros con una sonrisita. No lo he hecho con demasiada sutileza, está bien, pero he pagado el pago. Si algún día va a hablar con Marshall, él le podrá decir que hablé bien de ella y así no tendría que deberle nada más por haberme ayudado a hallar el dormitorio de Fénix.

—Yo sólo cumplo lo que debo —digo.

—Si puedes dile que deje de perseguirme. Por poco sé quién es cuando la veo pasar —gruñe, bastante harto—. Pero he escuchado tanto cómo la gente la halaga enfrente de mí que ya su nombre hasta me persigue en pesadillas.

—Vaya, sí que debe hacerle favores a todo el mundo.

—Ya me di cuenta de que algo raro había para que me hablaran siempre de ella —vuelve a rodar los ojos y ataja un movimiento para irse—. Por cierto, qué mala eres para mentir así.

—No me esforcé mucho.

—Me di cuenta. Oh, y ten cuidado con Fénix, he notado que también lo está persiguiendo por todos lados.

De repente se me achica el estómago por un momento. El hecho de que hable de Fénix como si fuera mío me toma por sorpresa. La costumbre, quizás, de que tuviéramos nuestra extraña relación tan escondida de los demás.

—No te hagas la tonta, los vi la otra vez muy juntitos cuanto te dejaba en los dormitorios de las chicas —entorna los ojos y hace una sonrisita que me resulta burlona.

Sí, lo recuerdo.

Le hago un ademán con la cabeza y me voy yendo hacia un estante para que no siga hablando del tema.

—Ya, vete a llevar tus cosas y déjame ser nerd con mis libros.

Sonríe un poco chueco, y entonces me doy cuenta de que tal vez no voy a llevarme tan mal con él como antes creía.

—Suerte mañana... y trata de ir tranquila, es mi consejo.

Sin decirme una sola pista más sobre la Iniciación de mañana, se da media vuelta y se va traspasando el alto lumbral de la biblioteca del Gremio.










***

Espero como siempre que les haya gustado, y también espero poder traerles el capítulo siguiente temprano, porque creo que tardará más al ser tan especial. También creo que será largo, así que trataré de empezar cuanto antes y veré si lo divido en dos. 

Por fin pude actualizar después de rendir un examen final ayer, voy a organizarme mejor para estudiar y escribir. 

Sin contarles más sobre mi aburrida vida, los dejo con un besote. ¡Saludos!

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