Hospital

By P1-221

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Hospital, es una historia llena de misterios, en la que el protagonista Naúm, se verá envuelto. Adéntrate en... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Epílogo

Capítulo 25

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By P1-221

No pensé en las consecuencias, no pensé en mi familia, no pensé en los que se encontraban dentro del hospital, no pensé en nada, solamente en Matías. El niño había bajado sin consultarlo con nadie y no pensé en dejarlo sólo.

Cuando llegué hasta abajo y abrí las cortinas, casi me impactaba contra el pequeño cuerpo de Matías que venía subiendo junto al osito de peluche, sano y salvo.

Tomé a Matías en los brazos y cuando di media vuelta para volver a subir, el impacto que me provocó el cuerpo de Donato sí me hizo caer hasta atrás impactándome contra el suelo. Donato se veía preocupado y ya los 3 estábamos pisando el suelo de abajo, y estábamos vivos.

—Naúm, ¿estás bien? —Me preguntó Donato con sus ojos abiertos con gran sorpresa. No se molestó en ayudarnos a levantarnos. Miraba a ambos lados buscando algo que pudiese afectarnos.

—Creo que sí —respondí mientras me levantaba, el susto comenzaba a esfumarse de mi cuerpo y Matías sólo se pegó a mi cuerpo con un poco de miedo.

Donato y yo nos vimos impresionadamente, esperando aún algún efecto secundario dentro de esta habitación, pero todo estaba tal y como se encontraba el piso de arriba. Entonces pensé en la teoría de Lizzeth, Patricio había activado la trampa que debía de asesinar aquí abajo, por lo tanto era un lugar despejado.

La cortina se abrió, por ella se asomó Cristy completamente asustada y después de ello, un golpe repetitivo se formó detrás de la ventanilla de la puerta. Del otro lado estaba Lizzeth con un rostro preocupado, viéndonos a todos con sus grandes ojos marrones.

—¡¿Qué pasa Naúm?! —Escuché su voz desde el otro lado—. ¡¿Están todos bien?!

—¡Estamos vivos Lizzeth! —respondí gritando, si hablaba normalmente, Lizzeth no iba a escucharme, ni yo a ella—. ¡Al parecer todo está en orden aquí abajo y es seguro bajar!

—¡Voy para allá! —gritó y desapareció de su lugar al momento, seguramente para llegar lo más pronto posible con nosotros.

—Cristy —habló Donato y después de verla su mirada se desvió hacia Matías, nuevamente giró a ver a Cristy—, lleva a Matías a arriba, Naúm y yo debemos terminar de explorar este piso y asegurarles que todo estará en perfecto orden. Por favor.

Cristy asintió, le llamó a Matías y él corriendo se fue a su lado, Cristy le sonrió y tomó al niño de la mano para después subir.

Lizzeth venía bajando ferozmente, pero le dimos la misma advertencia para que volviera a subir. Parecía seguro pero Donato tenía razón, debíamos terminar primero de explorar todo el lugar.

Una vez que sólo nos encontrábamos Donato y yo aquí abajo, nos vimos el uno al otro y asentimos para indicarnos que era momento de avanzar. Todo estaba aún más oscuro que arriba, no se alcanzaba a ver el fondo del pasillo en el que nos encontrábamos. El cuarto era parecido al de arriba, de un lado las puertas cerradas del elevador, del otro lado dos puertas que seguramente daban a otros cuartos. En éste había sillas como si fuera la sala de espera, no era más amplio pero sí se veía más cuidado y limpio. Estaba colgado un cuadro en la pared a un lado del elevador con un reglamento. No quise leerlo todavía, quise primeramente adentrarme a los cuartos para explorar el lugar por completo.

Abrí una de las puertas, Donato abrió la que estaba al lado, me asomé y solamente había oscuridad, observé la que abrió Donato y también.

—Tú explora ése, yo exploraré éste —me dijo Donato y sin contestar, lo obedecí. Me adentré al cuarto perdiéndome en la penumbra del mismo.

Busqué por las paredes un interruptor hasta que lo encontré cerca de la puerta, encendí la luz que era demasiado potente, eran lámparas de tubo y grandes. Lo primero que vi fue un escritorio con artefactos médicos encima. Había una camilla con suero a su lado y muy limpia. Un estante con libros seguramente de medicina y cuadros con fotos. ¡Fotos!

Cuando me estaba acercando a ellos el grito de Donato me cambió de camino.

—¡Naúm ven rápido! —Gritó con seriedad.

Corrí hacia afuera dejando la puerta del cuarto abierta para que la luz de éste iluminara el camino de afuera. Entré al cuarto donde había ido Donato pero él no estaba ahí. El cuarto era distinto, solamente era un pequeño pasillo muy estrecho y horizontal. Al fondo no se veía nada, estaba completamente oscuro. Obviamente no iba a ser un cuarto completo si del otro lado estaban las escaleras que daban a los casilleros y la ventanilla, me pareció completamente inútil colocarle una puerta a un pasillo.

Salí de él y busqué a Donato por ambos lados, él se hallaba un poco más al fondo del pasillo examinando algo que había en el suelo. Cuando me acerqué y lo vi, sentí que se me revolvió el estómago y las ganas de vomitar se hicieron presentes. Las piernas de Victoria cubiertas de sangre emanando un olor levemente putrefacto era lo que estábamos viendo. Alcé mi cabeza y me encontré con sangre en el techo y una pequeña franja en ella donde se había dividido para que se abriera y Victoria cayera por ellas.

—Debemos esconder esto antes de que los demás lo vean —dijo Donato mientras se cubría su nariz para evitar oler el desagradable olor.

Asentí. Corrí al cuarto que había entrado principalmente para buscar algo con qué tocar la parte baja de Victoria sin decirle nada a Donato. Con la sábana que cubría la camilla salí de nuevo para ir a donde estaba Donato. Él, en cuanto me vio con ella se propuso ayudarme y entre ambos envolvimos las piernas para después tomarlas y caminar con ellas hasta el cuarto del pasillo. Entré yo primero, caminaba de espaldas mientras veía de frente a Donato, las íbamos a colocar en la parte más oscura y no íbamos a dejar entrar a nadie a este lugar. Me sentí muy mal por Victoria pero cuando todo se resolviera regresaríamos por ambas partes para darle junto a su familia, una sepultura digna.

Sentí el suelo removerse ante mis pies, sin querer había activado una trampa y resbalé por ella al instante. Sentí que mis piernas crujieron al hacer contacto con el frío suelo de abajo. Caí de espaldas y las piernas de Victoria cayeron desenvueltas encima de mi pecho. Sentí un dolor insoportable en una de las piernas, seguramente me la había roto. Rápidamente me senté y retiré las piernas de Victoria por encima de mí. Me subí el pantalón por la parte de la pierna en la que más sentía dolor. La otra pude moverla pero cuando quise hacerlo con ésta el dolor no me dejó. Se me había formado una especie de punto rojo, sentí la sangre correr por toda la pierna y detenerse en la parte afectada como si me estuvieran inyectando miles de agujas a la vez.

El cuarto se miraba grande y completamente oscuro, solamente podía observar parte de mi cuerpo gracias a la poca luz que provenía de arriba. Era una especie de sótano y el olor era raro, a polvo, a guardado.

—¡¿Qué pasa Donato por qué corres?! —La voz alarmada de Cristy gritó, luego de eso escuché pasos apresurados bajando por las escaleras provocando golpes que me causaban escalofríos. Seguramente Donato fue a avisarles a Cristy y a los demás que me había caído.

—Naúm se cayó —respondió Donato agitado apareciendo su cabeza por encima de mí. La observé mientras él veía al frente, desapareció de mi vista y pronto escuché ruidos detrás de mí, seguramente había hallado unas escaleras que antes no habíamos visto gracias a la oscuridad. La luz se encendió y me encandiló, efectivamente, parecía un sótano, el lugar estaba completamente vacío, sólo lo acompañaban paredes azules y las piernas de Victoria a mi lado. Donato se colocó frente a mí, me vio y levantó las cejas bajando velozmente para colocarse a mi altura—. ¿Estás bien Naúm? —Preguntó preocupado. Vio mi rodilla y sus dientes hicieron un ruidito de soplo.

—No puedo mover la pierna —respondí quejándome, intenté moverla de nuevo pero el dolor no había disminuido—, creo que me la he roto.

—Ay no. No puede ser Naúm. —Se levantó y estiró sus manos—. Ven, tratemos de colocarte de pie.

Negué con dolor pero Donato de igual manera tomó mis brazos.

—No intentes apoyarte con la pierna afectada, ¿izquierda o derecha?

—Derecha —respondí, tenía la suerte de ser zurdo y no salir afectado en algún futuro con la pierna que más utilizaba. Cristy apareció frente a nosotros y viendo la escena se mantuvo callada mientras ayudaba a Donato a levantarme.

Coloqué mi pierna izquierda en posición para levantarme y con un gran impulso pude sostenerme y de inmediato me recargué al cuerpo de Donato para no caerme de nuevo. Él, con esfuerzo y ayuda de Cristy pudieron mantenerme estable.

 —Ahora Naúm —me dijo Donato mientras sentía como lentamente sus manos dejaban de presionar mi piel, pero no me soltó—, vas a bajar tu pierna derecha y lentamente irás dejando escapar presión. No soy doctor pero esto una vez me sucedió con mi brazo y supongo que con la pierna es igual. 

—Donato dice la verdad —dijo Cristy, quién más que ella que se había roto un brazo para saber los primeros auxilios podría ayudarme aquí—, trata de liberar presión poco a poco.

Con nerviosismo traté de hacer lo que Donato y Cristy me pedían, lentamente mi pie fue tocando el suelo y cuando quise dejarlo sólo, el dolor aumentó provocando que soltara un grito. Dolía mucho más que el simple dolor de cabeza con el que había llegado a este lugar.

—No puedo —repliqué y me sentí impotente, ahora por mi culpa habíamos atrasado en lo que estábamos avanzando—, maldita sea —me quejé, Donato y Cristy me miraban con preocupación pero sabía que sus pensamientos eran dejarme lo más pronto posible estable para ellos continuar ahí arriba—, Donato, Cristy, déjenme aquí, si lo que quieren es ir a continuar con el piso de arriba vayan. Con mucho cuidado, yo veré cómo me las ingenio para subir de nuevo.

—No te vamos a dejar aquí Naúm —repuso Cristy, seguía a mi lado—, no sabes lo que sentí cuando te despediste, ambos. Fue muy doloroso pensar en que nunca más los íbamos a volver a ver, y cuando Donato subió corriendo mi corazón se detuvo, pensé que alguna trampa se había activado y habías muerto en ella, por eso Donato escapó —se relamió los labios para poder seguir hablando con claridad—, la parte de la trampa fue cierta pero afortunadamente estás vivo Naúm y no podemos dejarte aquí, aunque no haya nada, sigue siendo un cuarto desconocido.

—Gracias Cristy —respondí, sus palabras me habían conmovido un poco, observé el cabestrillo en el que mantenía su brazo en reposo. Cristy era una mujer muy fuerte y guerrera, tanto como lo fue Victoria. Con una sola mano ella se las ingenió para poder ayudarle a Donato a ponerme de pie, y eso lo apreciaba mucho.

 —No agradezcas Naúm, te has ganado mi cariño y no quiero que te pase nada, quiero que salgas del hospital y vuelvas a abrazar a tu familia.

Sentí el impulso de hablarle sobre que Angélica era mi esposa, pero no lo hice, esperaba que no lo descubriera y si seguíamos frecuentándonos aún fuera del hospital, tarde o temprano lo descubriría y seguramente se sentiría mal por haberla engañado. 

 —También te has ganado el mío Cristy —respondí y ella sonrió, giré a ver a Donato para agradecerle también—, también tú Donato. Espero que una vez fuera de este lugar, los tres pudiésemos seguir frecuentándonos e iniciar una amistad.      

 —Ojalá que sí —respondió Cristy—, y no olvidemos a Lizzeth, Matías y Johana, ellos son los más jóvenes y también nos necesitan.

Por un momento el dolor en mi pierna se esfumó, pero cuando todo quedó en silencio regresó y con más fuerza, me dolía aún más estar de pie que sentado. Cristy observó las piernas de Victoria y sin pensarlo fue a cubrirlas de inmediato con la sábana para que no se vieran mal. Donato nunca se inmutó por recordad a su hermano. Últimamente había sido muy fuerte y no había derramado ni una lágrima más por Doroteo.

—¡Cristy! ¡Donato! ¡Naúm! —Se escuchó el grito de Lizzeth apenas audible para nosotros. Seguramente se estaba muriendo de la angustia allá arriba. Se le había prohibido bajar y seguramente se resistía por no dejar sólo a Matías—, ¿Qué está pasando abajo? —Sus palabras se escuchaban preocupadas pero de repente emitían un aire de alivio—, ¡Vengan rápido por favor! —se escuchó entusiasmada—, ¡Johana ha despertado!              

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