Hice contacto visual contigo, mas no te divisé bien. En un audible susurro pronunciaste mi nombre. Entonces palidecí. Mi cuerpo se estremeció. Mi corazón comenzó a palpitar tan fuerte que estaba a punto de salirse de mi pecho. El calor subió impertinente a mis mejillas. Te giraste sobre tus talones para verme, sonreí para mis adentros, supe que eras tú. Camine junto a mi madre, ella me preguntaba el porque de mi sonrisa tan amplía; le dije tu nombre.
Aún, después de tanto tiempo,
tu presencia me sigue
provocando nervios.