El chico de los audífonos. [B...

By LadyOfTheCrazyDreams

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Nunca se quitó esos malditos audífonos. Ni cuando por primera vez en toda mi vida, me atreví a hablarle, l... More

S I N O P S I S
Epígrafe
Parte 1: Cuando fuimos amigos.
Capitulo 1: ¿Me odiará? ¿Por qué?
Capítulo 2: Le falta un tornillo.
Capitulo 3: Negación.
Capítulo 4: Como en un solo día me di cuenta del sorprendente cambio en mi vida.
Capítulo 5: Audífonos chinos. Parte 1.
Parte 2. Capítulo 5: Audífonos Chinos.
Capítulo 6: Es un maldito sueño.
Capítulo 7: Corazón(es) roto(s).
Capítulo 8: Galletas con relleno de dulce hipocresía.
Capítulo 9: Mancha atractiva.
Capitulo 10: Dulce melodía.
Capítulo 11: Paletas.
Una decisión que me tiene loca.
Capítulo 12: ¿Amigos o desconocidos?
Capítulo 13: Dulces versiones.
Capítulo 14: Mi fallido intento de cambiar.
Capítulo 15: ¿Me dejarías abrazarte?
Capítulo 16: Miradas extrañas.
Capítulo 17: Locuras nocturnas.
Capítulo 18: Entre el frío y la fantasía.
Capítulo 19: Privilegios.
Capítulo 20: Películas celosas.
Capítulo 21: Dulces labios.
Capítulo 22: Feliz (pre-)cumpleaños. Parte 1.
Capítulo 22: Parte 2
Capítulo 23: Encuentros.
Capítulo 24: La cámara la adora
Capítulo 25: Sería más complicado a como en los libros.
Parte 2: Cuando el título toma su sentido.
Capítulo 26: ¡Este es mi momento!
Capítulo 27: Feliz Navidad, mi amor.
Capítulo 28: Feliz Año nuevo, Chandler.
AVISO IMPORTANTE LEER👀
ESPECIAL 50K. Parte 1.
Capítulo 29: No sé cómo terminamos de esta forma.
Capítulo 30: Querido diario, el chico de los audífonos no me quiere.
Capítulo 31: Juguemos un rato.
Capítulo 32: ¿Y así querían seguir siendo "amigos"?
Capítulo 33: ¿Celos? ¿Qué es eso? ¿Se come?
Capítulo 34: Dolores sinceros.
Capítulo 35: Definitivamente nunca la recuperaría.
¡ESPECIAL DE PREGUNTAS!
Capítulo 36: Eres hermosa, Maddie.
Capítulo 37: El tiempo pasa tan rápido...
Capítulo 38: Oh, querido karma, gracias por destruirme.
Capítulo 39: ¿Ella se fue?
Capítulo 40: Tal como una Julieta del siglo XIV.
Capítulo 41: ¿Escuché a su estómago "gruñir"?
Capítulo 42: Y la curiosidad mató al gato.
Capítulo 43: Chad, sonrojos locos
Capítulo 44: Te amo, mi chico de los audífonos.
Capítulo 45: El chico de los audífonos. (FINAL)
Agradecimientos.
ANUNCIO IMPORTANTE

Epílogo.

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By LadyOfTheCrazyDreams

Epílogo.

Chad.

43 años después.

—Abuelo, ¡No vas a creer cómo le empezaron a apodar a Sly por tu regalo adelantado de Navidad que le diste! —comentó burlesco mi primer nieto, Cameron Frelyns, en la reunión familiar por la víspera de navidad.

Despegué mi vista de dos estrellas relucientes en el cielo nocturno, me sequé las lágrimas que se me habían escurrido por mis un poco arrugadas mejillas y cerré la ventana ante el inmenso frío que se filtraba y estorbaba a mis nietos e hijos presentes en la sala inmensa de la casa que diseñé y construí hace cuarenta años ante la llegada de nuestros primeros tres hijos, ¡Porque habían salido trillizos! Tales como mis hermanos menores. Al ser cosa de familia.

Intenté recordar que le había regalado a mi primera nieta mientras me sentaba en mi sillón negro y reconfortarle, quedé viendo al sillón a juego en el otro extremo de la cálida sala por la elegante chimenea, recordando con una sonrisa las veces que Maddie se había sentado ahí hace tantos años.

—¿Mis audífonos preferidos? —contesté con una sonrisa de lado. O más bien de los únicos que habían sobrevivido al paso de los años.

Los ojos verdes de Sly Frelyns brillaron del reconocimiento, se acercó a mí y se sentó a mis pies, enseñándome a los mismos dichos en su cuello. —Son grandiosos, ¡Mejores que los que tenía!

—Le dicen "Audífonos", porque solo pasa con ellos todo el tiempo, hasta duerme con ellos, no me sorprendería que terminara con sordera tan joven, eh —explicó Cameron, nombrado así por su madre en homenaje a su abuelo y hermano (mi padre y mi cuarto hijo, que en paz descansen), le revolvió el cabello castaño a su hermana melliza y le arrebató los viejos audífonos blancos—. Si con los inalámbricos era insoportable, ni te imaginas como lo es con estos.

—Ya me imaginó de quién heredó eso —comentó con una dulce sonrisa, mi primer hijo, Xander Dante Gedemer Adkins, había salido idéntico a mí, y al verlo era como ver un espejo que me rejuvenecía decenas de años.

—¡Del Abuelo Chandler! —gritaron emocionadas Grecia y Katriss. sentadas en frente a la televisión, eran gemelas e hijas de mi último hijo, uno de los gemelos para más ironía, William Jem.

—¿Sabes qué? "La chica de los audífonos" suena mejor, así que diles que, en vez de Audífonos, te llamen así —respondí con nostalgia, a pesar que mi memoria iba de mal en peor con la edad, no podía olvidar esas cosas, toda mi juventud—. Te lo digo por experiencia.

—Qué lástima que no te gusta leer obsesivamente como a tu madre Sly, el tío William o el abuelo mismo, prima —comentó Madison, de catorce años, sus ojos azules y cabello rubio siempre me recordaba a mi hermana Cloe cuando ésta tenía su edad, además de su característica perspicacia—. Ya hubieras salido como una fotocopia de ambos. Pero saliste como mi madre, repelando a los libros.

—No digas "Tu madre", que es tu tía. ¡Y no los repelo! Sencillamente no congenio con los libros, eso lo saqué de la abuela Maddie, de mamá —Le riñó mi hija, Katriss Ginny (Una de los trillizos), saliendo idéntica a su madre, los mismos ojos de ese tono pistacho y cabello castaño oscuro, facciones similares y hasta un poco en sus gustos por lo retro. Los que salieron como mezcla de ambos fue Sly Lynn (La primera que salió de los trillizos) y los gemelos (Cameron Kai y William Jem).

—Lo siento —susurró Madison con un pequeño puchero y regresando su atención a su libro. Ella sí que era una adicta a los libros, y yo era su fuente principal de los mismos.

—¡Ya está lista la cena! —gritó Sly Lynn, asomándose por la puerta de la cocina que conectaba con la sala—. Y el pavo relleno me quedó para chuparse los dedos.

—Y hablando de la reina de roma —murmuró mi nieto, Cameron, quedó viendo a su madre sobándose la panza y volteó a ver Peter Gedemer, de quince años, leyendo en su Tablet arrinconado en una esquina para pedir privacidad—. Peter, por favor danos el honor de ser el primer en probar lo que preparó mi mamá, ¿por favor?

—Yo sé que quieres que pruebe que no esté incomible, arriesgándome a una fuerte intoxicación, pero no, lo siento, el villano está a punto de matar al protagonista —replicó el susodicho sin despegar sus ojos cafés del libro electrónico que leía.

—Al que mata no es el protagonista, este sale hasta el final —susurró su hermano trillizo, Kai Gedemer, ambos hijos de mi trillizo Xander, para agregarle más ironía a sus vidas.

No sabía en qué cosa tenía el ADN de los Gedemer y Adkins, con multiplicarse por el triple o doble en un interesante resultado biológico.

—¡Que malos que son! —se defendió mi hija, la cual era un pan dulce en su personalidad, sin embargo, había que admitir que carecía de toda habilidad para la cocina—. Juro que esta vez no se me quemó nada y todo está comestible... Creo.

—Recuérdenme porqué la dejamos a ella cocinar —cuestionó el gemelo William Jem, el único con cabello rubio entre sus hermanos, a pesar de tener los ojos verdes y rasgos muy parecidos a mí—. ¿Tan desesperados estábamos que no hubiera nadie más? ¿Katriss? ¿El esposo de Sly qué se hizo? ¿Tu esposa, Xander? ¿La mía? Oh, cierto, me abandonó —finalizó con ironía puesto que seguía sin superar la reciente ruptura de su matrimonio.

Todos mis hijos eran un orgullo para Maddie y yo, lo mejor que pudimos hacer en nuestras vidas, el mejor regalo que pudimos tener. Sly Lynn era una escritora reconocida, Xander Dante un gran empresario como lo fue su madre, Katriss una reconocida arquitecta y William Jem un exitoso actor. Y si hablamos de Cameron Kai... Lamentablemente no pudo culminar su carrera de Medicina, ya que la muerte se le adelantó cuando tenía veintidós años. Su muerte hace dieciséis años todavía siguió siendo una aguja dolorosa incrustada en los corazones de la toda la familia, a pesar que siempre nadaba por nuestros recuerdos. (E irónicamente era un excelente nadador, a ello mi metáfora).

—Te recomiendo a nuestra prima Lena, es muy buena psicóloga, ya sabes... Para que puedas soportar a Johany por el bien de tus hijas —comentó con inocencia Sly Lynn—. Les aseguro que la comida está bien, aunque no la he probado para no dañar el decorado... ¡Su aspecto es el correcto y con eso basta para saber que no intoxica!

Lena Stubbs Gedemer era hija de Dylan y Lottie, la única que tuvieron, de hecho, y se llevaba muy bien con nuestros hijos, volviéndose como una hija más para Maddie y mi persona, al crecer juntos puesto sus padres sí que viajaban mucho. Ya se imaginarán el porqué.

—No me digas, ni tu misma te atreves a probarla —Intervino su hermana, Katriss.

—No... ¡Pero juro que me quedó bien! Seguí la receta súper fácil en el libro de recetas que me habían regalado las abuelas, abuela Celine (que en paz descanse), te juro que mamá estaría orgullosa de mí —explicó con gesto de tristeza, luego su sonrisa entusiasmada regresó y agregó: —¡Ya entren todos a cenar o se va a enfriar!

Tres años después de nuestra luna de miel, Maddie había salido embarazada, y que grata sorpresa nos dimos cuando Dylan, ya habiendo culminado su especialidad en Ginecología y Pediatría, nos anunció en uno de los ultrasonidos y consultas, que tendríamos trillizos, dos hermosas niñas y un hermoso niño.

Nos volvimos locos los primeros meses, ni hablar de los primeros años, tres hijos con la misma edad y necesidades era demasiado para un par inexperto como nosotros, pero pudimos con ello con la ayuda de nuestras madres y hermanos, aun no sabía cómo diantres, pero lo hicimos, y dos años después tuvimos a los gemelos, para que Maddie decidiera operarse y no tener más hijos. "Suficiente con cinco en dos partos, a pesar que me ahorré la molestia de tres hijos de más", había dicho ella.

Los criamos y educamos lo mejor posible, nos aseguramos de inculcarles buenos valores (Y el gusto por la lectura y los cómics de mi parte), cuidamos y protegimos lo mejor posible sin que ellos se sintieran sobreprotegidos, instruyéndoles que podían confiar en nosotros por lo que fuimos muy cercanos con ellos, Maddie se volvió la mejor amiga de los cinco y las situaciones que vivíamos a causa de ello fueron muy chistosas, que todos siempre recordábamos con nostalgia.

"Como te extraño, chica sandía", pensé cuando me levanté acompañado de mi hijo mayor, para ir a la cocina. Ese día, cuando el reloj marcara las doce para dar con la navidad, ya se cumplirían cincuenta años desde que me le había declarado oficialmente al amor de mi vida. Y cinco años de su muerte...

Todos los días era un tormento por ello, la soledad por su ausencia y los sentimientos por su anhelo, que me hacían desear seguirla adonde sea que se fueran los muertos.

Y solo quedaban los recuerdos, mis hijos, nietos y sobrinos, a lo que yo le prometí a Maddie en su lecho de muerte que aguantaría lo más posible por ellos.

«Sigue cuidándolos, cariño, yo lo haré desde el otro lado, así que no te sientas solo en esa labor, que Kai y yo los cuidaremos —dijo con una mirada triste a pesar de estar sonriendo—. Recuerda lo mismo que tú me dijiste ante la muerte de mi hermano Scott, «Si está en tu corazón, no se ha ido, cuando alguien muere de verdad es cuando tus recuerdos sobre esa persona lo hacen», y yo siempre estaré a tu lado, ¿no lo habíamos prometido?», solo pude abrazarla y llorar desconsoladamente diciéndole lo mucho que la amaba, que no me dejara, que no quería que se fuera, y que, si lo hacía, la seguiría. Todo ello era injusto.

Nuestra vida juntos había sido tan feliz, tranquila y a la vez como toda una aventura, que nunca pensé que la primera que se iría sería ella (Siendo algo joven a los 63 años), con un Cáncer terminal. Siendo insalvable por las complicaciones que se le agregaron al final (Problemas cardiacos y respiratorios).

Su muerte fue un golpe fatal para toda la familia y nuestros amigos, y el único tan afectado como yo fue Dylan Stubbs, nuestro mejor amigo, un gran médico que lastimosamente no pudo atender a Maddie en sus últimos días, puesto que él se estaba recuperando de un accidente automovilístico, pero después ambos sabíamos que si él la hubiera atendido... Si tan solo él la hubiera cuidado y operado como siempre, ella seguiría viva unos años más...

—Tienes razón, tu madre estaría tan orgullosa que pudiste cocinar algo tan bien, ¿segura que no lo compraste y nos engañas? —comenté en la cena, estaban todos mis hijos y nietos, a excepción de uno, uno de los mellizos, Cameron Kai, había fallecido muy joven en un accidente de avión a los veintidós años, esa fue otra etapa dura en la familia, porque era tan doloroso que los padres enterraran a sus hijos, cuando debería ser al revés. Un chico tan alegre e inteligente, que por cosas del destino se subió a tal vuelo para ir donde su novia en otro país pues estaban peleados y él quería reconciliarse, el avión tuvo fallos mecánicos y terminó estrellándose, siendo una catástrofe que solo tres personas sobrevivieron, lastimosamente mi hijo no fue uno de ellos.

Ante la muerte de uno de sus hijos, Maddie había caído en una fuerte depresión que le costó superar, así que no, por más finales felices se muestren en los libros, después de tal "final" siempre existirían manchas oscuras en ese mundo de rosas, la vida era así.

—Ay, papá, tan bromista como siempre —bufó Will, le dimos tal nombre por un personaje de una serie de libros que amé en mi juventud y Maddie estuvo de acuerdo (De hecho, en ese entonces la obligué a leerlo y terminó amando a dicho personaje, por lo que no pudo estar más de acuerdo, hasta lo sugirió).

No pude contestar puesto que de pronto entró un hombre de cabello negro y ojos oscuros con algunos copos de nieve restantes en su traje, se los sacudió y dijo: —¡Buenas noches! ¡Perdonen por llegar tarde! Mi jefe me amontonó una montaña de papeleo a última hora, en serio lo siento, lo siento, abuelo Chad, ¿Ya están cenando? ¡Qué bien, llegué a tiempo! —El esposo de Sly nos sonrió y besó a su esposa con dulzura, sentándose en el asiento vacío a su lado, para cuando se sirvió añadió: —¿Quién cocinó esta vez?

—¡Yo! —respondió su esposa con un pequeño gesto de arrogancia—. ¿Cómo me quedó?

—Ya que estás aquí, Frederick, supongo que ya estarás acostumbrado de la comida comprada por mi hermana, ¿Esta lo es? —comentó Katriss Ginny.

Frederick Frelyns se quedó pensativo y soltó un par de carcajadas. —Me sorprende que estas palabras salgan de mí: No se siente como las comidas compradas... En verdad que se nota la diferencia... Por eso sigo sin creérmelo, que Sy pudieran haber hecho algo tan...

La susodicha le golpeó en el hombro con fingida indignación. —No puedo creer que ni mi marido pueda creer que yo cociné algo sin que terminara quemándose.

—Solo por eso, haz un libro donde él sea el protagonista y mátalo, tu venganza perfecta —opiné entre risas.

Y el resto de la noche pasó con comentarios graciosos entre los hermanos y recuerdos de los mismos de cuando tenían la edad de sus hijos. Para cuando dieron las doce, la euforia se apoderó del lugar, con sus «Feliz Navidad», los regalos de los niños y sus reacciones.

La inolvidable fue la de Madison, su madre le hizo una "Troleada" con su regalo, haciéndola creer que era el último teléfono de moda, de la más avanzada tecnología, la niña se emocionó al ver la caja con la foto del celular, saltó por todos lados y al abrirlo, en realidad solo era una caja vacía, a excepción de una nota que decía, «Cuando subas el promedio de la escuela te daré tu regalo de navidad», aplicando la misma broma que Maddie y yo le habíamos hecho para cuando cumplió dieciséis años.

Todos se rieron de la crueldad de su madre, la cara de decepción de la chica y su enojo; yo fui su salvador de la noche regalándole un libro, recuperando su humor y alegría.

Al volver la calma, dos familias se fueron (La de Xander y Sly), quedando las que vivían conmigo; Katriss, como madre soltera y William que, al ser abandonado por su mujer, él y sus dos hijas se mudaron recientemente.

Así que no podía «quejarme» de sentirme solo, tenía a dos de mis hijos que me cuidaban, las visitas de mis hermanos, la de Jaime y Dylan, pero lo hacía, siendo incapaz de resignarme a que Maddie ya se había ido, que no volvería y que la vida seguiría hasta que fuera mi turno, ¡Ya iba cercano a los 70 y era un viejo recién jubilado!

No todo en la vida era para siempre, poseía un tiempo delimitado, cosa que le daba un sentido a la existencia en la tierra, en este mundo que conocemos, tantos años, libros, y experiencias me habían enseñado eso. Las personas vienen y van, vienen y van...

Pero nadie reemplazaría a Maddie Adkins.

De eso podía estar seguro.

***

—Sabía que te encontraría aquí —dijo un más viejo Dylan Stubbs, a mis espaldas.

Despegué la vista de la lápida gris, larga y cuadrada, en su extremo redondeado había una placa donde se podía leer, «Familia Gedemer – Adkins», con la primera inscripción:

«Cameron Kai Gedemer Adkins.

(N. 09 – 11 – 2027 — M. 05 – 06 – 2049).

Hijo, hermano y la persona más dulce del mundo.

Ahora tenemos a un ángel que nos cuida desde el cielo, a como lo hacías en la tierra; siempre estarás en nuestros corazones, pequeño Kai.»

La segunda decía:

«Maddie Lynn Adkins Twist.

(N. 22 – 12 – 1997 — M. 15 – 01 – 2060).

Esposa, madre y mejor amiga.

Vivirás en los corazones de tus hijos, hermanos, amigos y amado esposo. Solamente muere una persona cuando se olvida, por eso nosotros siempre te recordaremos.»

—Ayer fue nuestro aniversario cincuenta —expliqué con tristeza, reacomodé las flores blancas y rojas en sus respectivos floreros a cada lado de la tumba donde reposaban los cuerpos de ellos.

—Lo sé —respondió él, se acercó a mi lado y posó una mano en mi hombro—. Ese día me llamó sin importarle que estuviera dormido y me gritó emocionada que era tu novia oficialmente. Fue tan feliz a tu lado y te lo agradezco desde el fondo de mi corazón.

—Debió ser un duro golpe para ti —susurré observándolo de reojo, el cabello oscuro salpicado de canas, esa mirada avellana con unas cuantas arrugas visibles seguía con su brillo alegre y astuto.

Se quedó viendo la inscripción de Maddie antes de responder:

—Uno fuerte, a decir verdad —admitió apretando los labios, pero luego aflojó el gesto y sonrió—. Pero llegó tu hermana y todo cambió para mí.

—No puedo creer que ustedes sigan juntos después de tantos años y problemas... —comenté metiendo las manos en los bolsillos de mi grueso abrigo gris.

Yo me iba convirtiendo en ese refinado abrigo, sin vida y desgastado al paso de los años, con un color tan triste que reflejaba los sentimientos de mi interior, los colores que iban desapareciendo de mi vida poco a poco.

—Yo tampoco puedo creerlo, créeme, llevo veinticinco años preguntándome lo mismo que tú —Dylan dejó un tulipán violeta en cada florero agregando: —La extraño, a montones.

—Todos lo hacemos —repuse acariciando el relieve de las letras. Yo los visitaba todos los días, y a veces les contaba lo que hice el día anterior o cualquier cosa, por ello la gente del cementerio me miraban como si estuviera demente y no me producía ningún efecto al estar tan acostumbrado de que la gente me denotara como "raro", "loco", además, ya estaba viejo, por el amor al Olimpo, dejé de prestarle atención a esas cosas desde que me gradué de la universidad.

—Por cierto —empecé extrañado, estábamos a finales del año y era extraño verlo por esos días del mes—. ¿Y eso que andas por estos lados? ¿Tu visita no era a principios de mes?

—Tenía dos horas libres antes de mi clase de hoy —justificó, se había vuelto profesor en la Facultad de Medicina a pesar de ejercer su profesión en otros turnos.

Por más que sus intereses no estuvieran en su carrera, la ejercía de maravilla, se volvió como esas personas que a pesar de no sentirse a gusto con lo que hacían, buscaban ser buenos en lo mismo, aunque sea. Aunque nunca dejó a la fotografía como hobby.

—Y quería hablar contigo, ¿cómo te has estado sintiendo? No, sabes qué, vine a que accedas para una cita médica, revisaré tu salud física, puesto ha sido un cambio brusco el que tuviste desde tu jubilación, de ser un hombre completamente activo hasta solo pasar leyendo y escuchando música, si acaso no estás acostado llorando por tus crisis emocionales —agregó con seriedad—. Y tendrás una cita con Lena, ¿de acuerdo? Le he prometido a Maly que te cuidaría, y lo haré, aunque no te guste.

—No tengo problema, yo también le prometí que cuidaría a mis hijos y tengo que estar en buenas condiciones para ello, ella ya me esperará lo que la vida concierne —repliqué encogiéndome de hombros, sintiéndome un niño pequeño de solo pensar en sus palabras, alguien enfermo y solitario.

—Bueno, nunca fuiste tan terco, me lo esperaba —dijo Dylan viendo al cielo gris, pronto caería una ráfaga de nieve—. Empezará a nevar muy fuerte de nuevo, no te quedes mientras lo haga o atraparás un resfrío.

Y por supuesto, él se había vuelto mucho más protector.

—Me hubiera gustado irme primero que Mad —susurré con la voz ronca. Tenía un nudo atorado en la garganta, y fui incapaz de aflojarlo.

—Ella hubiera estado igual o peor que tú, ¿no sería muy cruel para ella? —respondió secándose una lágrima que se le había escurrido, pero luego vi bien, solo fue un simple copo de nieve—. Ya deberíamos irnos, maneja con cuidado y nos vemos el sábado para tu consulta.

Cuando él emprendió camino, el viento aumentó y la nieve empezó a caer por completo. Besé la placa de mi hijo y le dije: «Pequeño, te extrañamos mucho, ¿Estás cuidando bien a tu mami allá?».

Me separé de la lápida y observé a la chica a un lado de la tumba con el cabello castaño oscuro, esa verdosa mirada reflejando un brillo especial que siempre me dejó sin aliento, al ver su vestimenta a la moda me acordó a la Maddie popular, que ignoré por tanto tiempo, ella se sentó en la piedra gris sin dejar de verme con esa expresión coqueta típica suya.

—¿Por qué te fuiste tan temprano? —Le pregunté a sabiendas que todo estaba en mi lúcida imaginación, o quizás no, las ganas de tirármele encima para abrazarle no me faltaron, pero tenía mucho miedo que se fuera de nuevo. Así que solo tendí mi mano, la cual ella se quedó viéndola sin corresponder al gesto.

—¿Te sigo volviendo loco? —replicó suavizando su expresión. La nostalgia de apoderó de mí, y una montaña de recuerdos se deshizo en mi cabeza.

—No me dejes con la mano tendida, chica sandía, que es de mala educación —dije ignorando su pregunta, porque ella sabía la respuesta a la perfección.

Ella sonrió con tristeza y lágrimas empezaron a escurrirse por sus mejillas, yo le sonreí de lado con carisma atreviéndome a estrechar nuestras manos.

—¿Feliz? —resopló haciendo una mueca para intentar seguir sonriendo a pesar de las lágrimas.

—Mucho —respondí, su mano estaba tan fría...

Luego pude darme cuenta que estaba soñando, que cuando yo despertara, su lado de la cama seguiría vacío como mi corazón.

—Adiós, Maddie.

«Todo es una tortura desde que te fuiste», quise decirle.

—Adiós, Chad... —susurró antes de desaparecer siendo esparcida como los copos de nieves por el frío aire. Se fue y se llevó a mi corazón consigo.

Regresé la atención a la lápida, quedé viendo su nombre mientras recordaba todo lo que vivimos, lo mucho que cambiamos con el tiempo, lo felices que fuimos.

Me acordé de ese día en la práctica de la obra de teatro en escuela cuando me dio mi primer beso, cuando nos volvimos amigos en tan poco tiempo y escuchamos música mientras comíamos helados en el parque, recordé la noche de locuras nocturnas, el cumplimiento de la lista que había escrito, las que agregamos y todos los besos que nos dimos, nuestra primera vez, mi torpeza, su experiencia, los viajes por el mundo, el día de nuestra boda, nuestra luna de miel, la llegada de los trillizos. Recordé lo hermoso que fue el haber formado una familia con la chica de mis sueños, con el amor de mi vida.

Sentí una supresión en mi pecho y al besar la inscripción de mi esposa, empecé a llorar para acompañar al cielo triste y antes de irme le susurré:

«Gracias por todo, mi chica sandía».

***

¿Saben lo mucho que me odio?

Ya me imagino a ustedes, pero conste, ese es como final alternativo, si no os gustó, simplemente pueden quedarse con el del capítulo 45.

Creí super necesario una dosis de realidad y dolor permanente para esta historia, ya muchos arcoíris, y por suerte no decidí alargarla con las problemáticas que tuvieron los protagonistas en la universidad, si al final iban a terminar de la misma manera de acá y el 45.

Lloré escribiendo este capítulo, debo admitirlo, y no creo que me haya expresado bien como me sentía realmente, lo que quería transmitir, pero quedé satisfecha.

No me odieeen.

Recuerden que este es un BORRADOR, no lo consideraré ni la primera edición, editaré el libro y cambiaré muchas cosas, ya les diré a su tiempo si los cambios fueron importantes o no. Pueda ser que este final cambie luego, y ya veremos cómo será. (Ni yo lo sé). Les avisaré cuando tenga lo suficiente para no hacerles esperar algo. (Ya me conocen, Xd).

Espero hayan disfrutado esta historia como yo lo hice compartiéndola con ustedes, no puedo creer que la haya finalizado, ¿ustedes sí? ¿Los que me vienen leyendo hace más de un año pueden creerlo después de tanto tardar en actualizar?

Ya me puse emotiva en los agradecimientos, así que vayan a leerlos, <3 no quiero aburrirlos con mucha cosa acá.

Con muchooo amor,

Luxen_Herondale_A.


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