El fuego de la chimenea estaba por extinguirse, mientras que en el exterior comenzaba a salir el sol, dando comienzo a un nuevo día.
En la sala común de Gryffindor no había nadie, exceptuando a una chica de diecisiete años que estaba sentada en uno de los sillones. Su mirada se posaba en el vacío, y mostraba claras señales de haber llorado. Contra su pecho, abrazaba con fuerza una prenda de ropa. Era claramente de una talla mucho menor a la suya.
Ya sin darse cuenta, comenzó a llorar de nuevo, y contuvo sus sollozos ya que no quería que la oyesen.
No le importaba lo que la gente pensaba de ella, pero no quería explicar el por qué de su sufrimiento a unos curiosos cotillas que no tenían nada que ver con ella.
Escuchó unas leves pisadas en una de las escaleras, pero no se molestó en disimular sus lágrimas.
Todos sabían que estaba deprimida por alguna cosa.
- ¿Adler...?- la chica posó su mirada sobre el individuo que había bajado de los dormitorios. El chico se acercó a ella al ver que lloraba, y se arrodilló frente a ella.
- Déjame...- su voz estaba ronca, y casi no se oía.
- No llores...- comenzó a besarle las mejillas dulcemente, recogiendo así todas las lágrimas que había sobre ellas.
- ¿Cómo quieres que no llore? Nuestra hija se ha ido, y no podemos saber si el sitio en el que está es seguro para ella.- apartó a su novio, pero éste consiguió sentarse al lado suya en el sillón. Sentó a Adler sobre sus piernas y la abrazó contra si, y la chica no se contuvo más y soltó un sollozo contra su pecho.- ¿Crees que estará bien?
- Confío en ello... Dumbledore no la habría alejado de nosotros si no hubiera sido necesario, ya lo sabes.
- Pero aún así... ¿Cómo es que no te duele? Era tanto hija mía como tuya, nos consideraba a ambos sus padres.- se levantó y se quedó de pie delante de el, mirándole directamente a los ojos.
- ¿Que no me duele? ¿Cómo te atreves siquiera a insinuarlo?- Sirius también se levantó, y se colocó en frente de Adler, mientras que la fúria le invadía.- Aun que no fuera de mi sangre, era mi hija. Me duele que se haya ido tanto como a ti.
- Nadie te ha visto llorar por su partida y la de Olivia. Todos hemos llorado, ¡Todos menos tú! ¡Explícamelo!
Sirius apretó los puños y la mandíbula, mientras bajaba la mirada al suelo.
- ¡Ni siquiera puedes justificarte!- la chica se agachó y recogió la camiseta que abrazaba antes, en la que ponía en letras grandes "Ramones".- Dejame en paz, Sirius. Solamente... No te me acerques durante un tiempo. Si te quedan una pizca de sentimientos y sentido común, entenderás mi petición.
Subió corriendo las escaleras y cerró de un portazo la puerta de la habitación más alta de la torre de Gryffindor. Sirius apretó lo máximo que podía sus puños, hasta que sus nudillos estuvieron blancos como la nieve.
Una solitaria lágrima se deslizó lentamente a lo largo de su mejilla derecha, seguida por otra en el lado izquierdo.
Se dejó caer en el sillón, y no se molestó en limpiar sus lágrimas.
Las brasas se habían extinguido del todo, y el sol se comenzaba a alzar en el cielo mientras que Sirius apretaba con fuerza una fotografía que había sacado de su bolsillo.
Cerró los ojos, intentando volver al momento de la fotografía, junto a su novia e hija.
(...)
La torre de astronomía estaba totalmente vacía. Habían cancelado las clases de la asignatura durante una semana a causa de que había llovido sin tregua.
Ese día era distinto. Ya no había ni una sola nube en el cielo, y el sol se alzaba como una gran esfera de luz cálida que intentaba encandilar a todos los que la vieran.
A esas horas, la mayoría de estudiantes y profesores aprovechaban para descansar unas horas más antes de volver a la rutina escolar diaria, pero también había algunos como el director de la institución, quien daba vueltas en su despacho, pensando en cómo preparar a seis jóvenes en una misión de la cual él sabía que con un simple descuido podría acabar con sus vidas. Otros como cierto Licántropo directamente no podían dormir bien, al igual que todos los que estaban involucrados en lo sucedido.
Una de ellos concretamente, estaba sentada en la misma torre de astronomía observando como se hacía de día. Llevaba unas horas allí, y al salir de su sala común ni siquiera se acercó a su hermana al verla llorar; sabía que no serviría de nada.
Sabía lo que sentía. Ella misma sentía ese vacío en el pecho, ese vacío que no se alejaba de ti de ninguna manera posible. Dumbledore les había explicado recientemente en qué consistía un horrocrux, y Miranda se sentía como si hubiera creado uno.
Le faltaba una parte de su alma.
No lloró; no más. No servía de nada, o al menos eso era lo que se repetía constantemente. Todavía no sabía si ese autoconsejo le serviría mucho más tiempo, pero se conformaba con no llorar por el momento, cosa que también pensaba un joven que se encontraba en las mazmorras del castillo, tumbado en su cama sin haber dormido en toda la noche.
Ya nadie era el mismo.
(...)
Oscuridad, y, de repente, una luz blanca.
Una luz blanca cálida y agradable.
Abrió los ojos.
Veía el techo, el cual era gris. La luz blanca lo iluminaba.
Se incorporó.
Aparentemente era de día. Había cortinas blancas que dejaban pasar la luz. El lugar en el que se econtraba estaba a oscuras a excepción de esa bonita luz blanca.
Lentamente se levantó, mientras recorría la habitación con la mirada. Recordaba ese sitio, ya que al fin y al cabo era su cuarto. Se acercó a la ventana y miró al exterior, y vio la calle desierta, al igual que el parque de la calle de en frente.
Todo estaba muy tranquilo.
Escuchó ruidos en el pasillo, y se giró sobresaltada. Se llevó la mano derecha a los colgantes de los collares que llevaba puestos, y inhaló aire profundamente.
Contuvo la respiración cuando la puerta se abrió, y también cuando un hombre se asomó a la habitación.
Un hombre al que conocía perfectamente. Cómo no, si era su padre.
(...)
Oscuridad, y, de repente, una luz blanca.
Una luz blanca cálida y agradable.
Abrió los ojos.
Miró el techo, el cual era azul. La luz blanca lo iluminaba.
Se incorporó.
Aparentemente era de día. Había cortinas de color turquesa que daban paso a la luz blanca.
Lentamente se levantó, mientras recorría la habitación con la mirada. La estancia se le hacía familiar, cómo no, si era su habitación. Se acercó a la ventana, y vió un jardín grande y florido.
Todo estaba muy tranquilo.
Escuchó ruidos en el pasillo, y se giró sobresaltada. Se llevó la mano derecha al colgante del collar que le colgaba del cuello y inhaló aire profundamente.
Contuvo la respiración cuando la puerta se abrió, y también cuando una mujer se asomó a la habitación. Una mujer a la que conocía perfectamente. Cómo no, si era su madre.
(...)
Con el regreso del señor oscuro,
una luz entre las sombras brillará. Acompañada por una estrella,
las nieblas poco a poco disipará.
Comprenderá cuando batalle entre la vida y la muerte de su ser más querido, y amará con toda su alma al que le es prohibido.
Una travesía habrá de hacer, en la que el mal podrá remediar, y la vida de muchos salvar. Pero solo con la ayuda del Águila y el felino, al igual que de las almas caninas y del venado. No hay que olvidar a la serpiente, la cual si lo desea puede envenenar al cual por menos siente.
La estrella viajará de nuevo, y será su misión hacer creer y hayar la verdad. Solo con la ayuda del león lo podrá lograr.
La manada junta habrá de luchar, para así lograr, el ansiado final.
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JELOU
MAÑANA (HOY) EMPIEZO OTRA VEZ EL INSTITUTO Y ESTOY NERVIOSA😁
...
¡El gran epílogo!
Sé que es cortito,
Pero tampoco quiero hacer algún posible
Spoiler de la segunda temporada.
He decidido publicarla en este libro, ya que es más cómodo para mi (y por que este libro está inscrito en los wattys, y así sigue ;)
Muchísimas gracias por vuestro apoyo, tanto a mis fieles lectoras iru1020 y maria22- (todas sois fieles), y a los que comentan y votan y TAMBIÉN A LOS LECTORES FANTASMA.
Os quiero mucho
Besosss y difuuuu, nos vemos pronto.