génesis | ym

By midnight_tea

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Donde la vida y la muerte rememoran cíclicamente su relación desde que nacieron en la explosión. . ✩ YoonMin... More

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By midnight_tea

𝐂𝐨𝐫𝐧𝐟𝐢𝐞𝐥𝐝 𝐂𝐡𝐚𝐬𝐞 – 𝐇𝐚𝐧𝐬 𝐙𝐢𝐦𝐦𝐞𝐫

Nada.

ㅤTodo era demasiado y nada en aquel lugar, ni siquiera podía decir que sentía frío, calor o algo en concreto porque, siendo franco, no percibía algo nítido y separado, era todo un cúmulo de estímulos unificados en su propia experiencia. Había pasado en una monotonía desde que tuvo acceso a una conciencia, el cuerpo no se sentía cuerpo sino exterior, todo era él y él era todo, no sabía dónde acababa o empezaba, no había algo con lo que compararse, era eco, infinitud, vacío, penumbra e  incuso el abandono en medio de una lúgubre existencia

ㅤ¿Alguien que nace en medio de lo gélido identifica qué es el frío?

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Ya era costumbre viajar entre las penumbras sin saber qué era aquello, sin preguntarse demasiadas cosas, existiendo porque sí, sólo mirando a aquella impenetrable infinitud, movía su cuerpo por el ambiente sin un rumbo fijo más que el de saberse poseedor de un juicio sin sentido, cargándolo como si fuese una maldición. Nadaba entre mares oscuros, rodaba entre fragmentos del espacio sin importarle si estos chocaban contra sí, no los sentía en absoluto.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Siempre fue de esa manera.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Anduvo entre nebulosas, sólo sabía que lo eran ya que la densidad en ellas era distinta, podía sentirlas. Durante sus primeras experiencias —quizás los primeros milenios— jugó percibiéndolas entre sus extremidades, si bien nunca fue niño ni tampoco adulto, sí ganó experiencia conforme viajaba en el tiempo de su estancia, ello le formó un caracter específico, al estar tanto tiempo en la soledad dejó de curiosear, de sentirse atraído por existir. Podía ir al pasado y viajar al futuro estirando el manto sobre el que caminaba, aunque no le encontraba sentido, atrás y delante era igual, la misma ennegrecida permanencia existía. 

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Siempre fue así.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Ser en algo inexistente, ese era su destino inequívoco, uno que le dolía cargar. El seno del que fue expulsado no parecía haberlo recordado, simplemente lo había abandonado, no tenía siquiera el poder de evocar de dónde venía, mucho menos poseía a alguien para preguntarle el por qué de su presencia en aquel manto sin esquinas ni finales. Nunca se detuvo en su andar, sus extremidades podían estar inflamadas de todos los pasos y movimientos... pero no tuvo oportunidad de saberlo, no tuvo interés ni reparo en ello.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Los primeros siglos fueron los más bellos, aún en la plena oscuridad recuerda jugar infantilmente, reía por motivos desconocidos y absurdos como sentir el polvo del ambiente sobre su cuerpo, de momentos también usaba su voz, emitía ecos a la nada que se devolvían en ráfagas de vibraciones, mismas que percibía con el soma entero, cerraba los ojos sintiendo paz desconocida y a la vez una soledad inquietante, emociones que le causaban conflicto y que, por lo mismo, dejó de ahondar con ellas, las suprimió tanto como su capacidad de ver.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Cuando su etapa más madura llegó sólo se limitó a caminar por los senderos oscuros que le habían sido brindados como hogar. Lo hacía porque estar estático no le acomodaba, no porque tuviese intención de descubrir algo más.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Su madre, por otro lado, observaba a cada instante a su pequeña creación, riendo y corriendo, a veces caminando y al final, ya sólo permitiendo que la corriente de nebulosas primitivas lo llevaran como el río que traslada un cuerpo sin alma. Conmovida por aquellas emociones que transmitía por medio de sus oscuros ojos, por entre sus agrietados labios que no emitían palabra alguna, decidió darle un compañero. Juntó sus manos pensando en la siguiente criatura que saldría de ella. En un soplo y una caricia creó o a otro ser similar en naturaleza pero contrario en existencia. Todas sus creaciones primogénitas no tendrían raíz en tiempo ni forma, así que sólo procuró que fuese un complemento. Con las manos delicadas detalló el cuerpo luminoso y la voz aterciopelada.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Su primera creación percibió un chispazo que deslumbró gran parte de su hogar, parpadeó lento con dolor en sus pupilas y se sorprendió. Del otro lado encontró a un ser similar a él pero..., era todo en todos momentos, lo vió transformándose en infancia hasta la adultez para luego abrir paso a la vejez, su cuerpo mutando en distintas criaturas que jamás había visto, formándose después en un halo de luz, un cometa, una estrella explotando y un astro girando, era electrones, fotones, quarks. Lleno de una curiosidad nueva miró sus propias manos iluminadas gracias a la presencia ajena y observó que él mismo poseía esa naturaleza; era todo a la vez, podía notar que sus extremidades pasaban por el tiempo cícilo entre la juventud y la vejez, sus dedos se caían volviéndose polvo para regenerarse en un satélite natural, luego perdía la forma para ser un asteroide filoso de extremidades picudas y al final absorbía cualquier rastro de iluminación para ser algo totalmente oscuro, vió que no tenía pies fijos, todo era sombra por instantes componiéndose de la materia faltante en su entorno, encontrando existencia en los huecos entre los átomos que su compañero recién llegado emitía. 

«Hola...»

Respingó, era la primera vez que oía a alguien ajeno, era una voz aterciopelada, dulce, calma y con el eco en vibraciones tenues, unas desconocidas y totalmente opuestas a las suyas.

«...Hola»

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Respondió dudoso el de mayor experiencia, atreviéndose a girar alrededor del nuevo inquilino, estudiándolo con curiosidad, era como ver a dos astros andando entre sí por la fuerza natural de la atracción.

«¿Cuál es tu nombre?»

¿Nombre? ¿De qué hablaba?

«¿Nombre?»

«¿No tienes uno?»

«No.»

«Creo que yo tampoco.»

«¿Qué es un nombre?»

«Es algo que le pones a las demás cosas.»

«¿Para qué?»

«Para identificarlas.»

«¿Cómo sabes eso?»

«Lo acabo de inventar.»

«Oh...»

Giró de nuevo sobre sí mismo pensando que nunca se había detenido para clasificar e identificar a lo que lo rodeaba, miró el abismo que parecía ser alcanzado por la fuerza de éste nuevo inquilino descubriendo así que existían distintas formas y colores dentro del entorno.

«Deberíamos tener uno.»

«No se me ocurre nada.»

«Ya pensaremos en algo.»

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Desde aquel momento ambos giraban como estelas de luz y oscuridad en bailes hipnóticos por medio del cosmos, yendo por el tiempo, doblándolo y encontrando los confines, descubriendo estrellas y astros que podían ser creados con ayuda de ambos. Siempre en extremos pares,  jugueteando con el terreno extenso y sinfín, sus risas creaban cacofonías que se expandían por los confines en vibraciones que eran reflejadas por los astros y cuerpos celestes que, en el movimiento infinto, se removían colisionando entre sus existencias arcaicas y vacías.

«¡Ya lo tengo! Yo seré Luz, tu Oscuridad.»

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ La Oscuridad siempre veía a la Luz con ojos reflejantes, todo su cuerpo lo percibía y aceptaba, y la Luz, como acto recíproco, se inyectaba en su compañera queriendo brindar relieves y formas a todo su hogar, agradeciendo cuando la presencia ajena le impedía que deslumbrar todo hasta el punto de no poder observar los sitios más remotos y escondidos. Eran complementarios. No había tiempo de descansos ni paseos quietos, todo en ellos era emoción, bailes infinitos. 

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Se movían en espirales interminables dejando que sus cuerpos guiasen al contrario. Cerraban sus canales visuales queriendo sólo sentir el polvo de las estrellas y la presencia ajena, la Oscuridad dándole frialdad a la Luz y viceversa. Tocaban juntos las nebulosas infectándolas de su propia sustancia, apresaban juntos a los astros y las estrellas para ver el cambio de tonalidades dentro de los cascarones huecos, jugaban empujando a los cuerpos inertes en medio de la nada para verlos colisionar con iluminosidades vistosas.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Su pasatiempo favorito era tocar esferas redondas infectadas de gases; la luz posaba sus cálidas palmas para ejercer presión desde dentro hacia fuera y luego la oscuridad lo abrazaba con la fuerza del exterior comprimiéndola generando así energía contenida. Veían con entretenimiento la lucha entre la liberación de gases y la condensación del calor, y, cuando se encontraban seguros que funcionaría, nadaban con risas hacia otro extremo del universo para ver el destello que ambos habían creado como un puntito luminoso. Solían hacerlo todo el tiempo, descubriendo en ellos los colores que podían crear; la frialdad en el rojo y el calor en el azul.

«¿Cómo eres en realidad, oscuridad?»

«No lo sé, no sabía que tenía forma hasta que llegaste»

«¿Cómo soy yo?»

La Oscuridad, que seguía danzando, miró a la Luz.

«Eres... disímil, brillas y tienes distintas formas de ser.»

«Qué curioso.»

«¿Qué?»

«Tú eres igual. Distintas formas, distintos tonos.»

«¿Puedes controlar la forma que tienes?»

«No. ¿Tú sí?»

«No.»

«Oh...»

«Sólo soy.»

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ La Luz entendió, por sí misma también era. Sólo así.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Así pasaron años, muchos de ellos, dado que podían ir y venir de distintas formas al ser eternos en sus conciencias no comprendían del pasado o del futuro, sólo tenían el presente y aunque sabían que sus presencias modificaban el entorno de su hogar lo consideraban como otra parte de su ser. No había atrás o delante, no había ayer o mañana, el hoy era eterno

«Oscuridad.»

«¿Sí?»

«Quiero tocarte.»

«¿Por qué?»

«Porque pareces bonita.»

«No sé si puedas.»

«Quiero intentarlo.»

«Tu también eres bonita.»

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Escuchó una risa que sonó como el vacío del espacio y se sintió enternecido, qué maravillosa era la existencia ahora ¿cómo podía expresarla? ¿cómo podía evolucionar su entorno para decirle "esto es como te siento"?

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Continuaron girando en una espiral eterna, una preciosa cadena que dejaba una estela a su paso, se mezclaban sus raíces en medio del baile que llevaban tan acostumbrados a ejecutar. La Luz estiró múltiples de sus extremidades que estaban en evolucionando e involucionando al mismo tiempo, la Oscuridad, por su lado, hizo lo mismo con las raíces que tenía a modo de manos. Percibieron la frialdad y el calor en el ser del contrario, suspiraron por instinto, cerraron sus millones de ojos y receptores, dejaron de percibir el entorno para sólo concentrarse en el cuerpo del amado.

‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ Y ocurrió una enorme explosión.

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