Hospital

By P1-221

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Hospital, es una historia llena de misterios, en la que el protagonista Naúm, se verá envuelto. Adéntrate en... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Epílogo

Capítulo 17

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By P1-221

Lo primero que hice después de que Doroteo se fuera del cuarto y Donato se echara a llorar, fue abrazarlo. Había cometido un acto inconsciente, por supuesto que él no diría eso, el coraje fue lo que lo llevó a soltarlo.

—Empeoré las cosas Naúm —soltó mientras se liberaba de mi abrazo, no estaba de humor para recibir uno. Me esquivó y se dirigió a las escaleras.

—¿Adónde vas? —Lo detuve y él regresó su mirada a mí. Ya se hallaba en el primer escalón.

—Tengo que hablar con él Naúm.

—¡Claro que no! —Solté casi gritando. De inmediato me encaminé hacia donde él estaba y pase por su lado para ponerme de pie frente a él. Se amedentró y bajó el único escalón que había subido—. Donato, sé que quieres arreglar las cosas con tu hermano. Pero si vas en este momento con él lo único que te ganarás es un buen golpe bajo la barbilla. Tú hermano no se deja de nadie. Viste muy bien cómo peleó con Ricardo.

Pareció comprender, pasó la lengua por sus labios y desde su lugar observó la puerta por donde Doroteo había salido, como si fuera a encontrarlo. Echó un último vistazo alrededor de todo el cuarto antes de volver su mirada a mí.

—Ya no quiero estar aquí —terminó y subió a paso rápido las escaleras. Antes de irme también hacia arriba, me detuve porque un ruido dentro de un pequeño casillero se presentó. Quise acercarme pero una bala pasó frente a mí impactándose contra la pared y quedando fija en ella. Mis ojos se abrieron con sorpresa, por poco y la bala se impactaba contra mí, mi corazón comenzó a agitarse. Era otra trampa, afortunadamente nadie había caído en ella. No quise detenerme a observar la bala, subí las escaleras con celeridad y llegué de inmediato a lado de Ricardo y Cristy. Él estaba en el punto de cruce de ambos pasillos y ella estaba cerca de las escaleras. Donato no se miraba y Doroteo estaba dentro del elevador. Estaba de espaldas y no pude distinguir su expresión.

Cristy analizaba con detenimiento las escaleras, observando fijamente la profundidad de ellas, la penumbra, la oscuridad. El miedo que causaba el tan sólo pisar un escalón abajo. Me acerqué a ella y la saqué de sus pensamientos.

—El gato no estaba allá abajo —dije. Ella me miró con suspicacia y escuché pasos tras de mí pero no quise ver de quién eran.

—Naúm, ¿cómo sabes que el gato no estaba ahí abajo? O sea, el gato no está en ningún lado en este momento, es por eso que debíamos estar pendientes.

—¿Qué demonios hacen los 3 aquí arriba? —Fue la pregunta que me hizo girar tras de mí, era Ricardo con una expresión de enfado. Mantenía sus manos en sus bolsillos con cierta tranquilidad. Levantó las cejas esperando una respuesta de mi parte.

—Hubo un pequeño problema entre los hermanos. Además, otra trampa se activó. Una bala salió disparada desde uno de los casilleros, afortunadamente no sucedió nada.

—¿Una bala? —Preguntó Ricardo para confirmar, asentí y él lanzó una mirada a la puerta del cuarto, como si pudiese visualizar algo desde ahí. Abrió los ojos con sorpresa y asintió levemente—, increíble. 4 trampas, 3 muertos. ¿Cuántas más habrá en este lugar?

—Quizá las suficientes para que cada uno de nosotros muera —murmuró Cristy atrás de nosotros, le di espacio para que se incorporara y así lo hizo, lentamente se acercó a nuestro lado—, aunque la verdad Naúm, como tú pudiste evitar esa trampa, pudieron haberse evitado las otras 3.

—Sí, pudieron evitarse —susurré. Ojalá supiéramos dónde estaban las trampas para poder analizarlas y así evitar más muertes. Lamentablemente estaban ocultas y sólo salían a la vista cuando llegaba el momento de atacar.

—¿A todos les quitaron el celular? —Preguntó Ricardo. Yo asentí y Cristy negó.

—Yo no traía celular —contestó y se miró la muñeca de su brazo lastimado—, pero me quitaron un reloj que tenía. Pensé que era necesario ya que lo tenía en mi brazo lastimado.

—El celular quizá nos lo arrebataron para que evitemos llamar a la policía o a nuestros familiares —informó Ricardo y se dirigió a Cristy—, aunque lo de tu reloj Cristy, quizá sí es necesario, no creo que quienes nos hallan encerrado aquí no quieren que sepamos la hora.

—Tienen todo planeado —dije—, no se les escapó ni el más mínimo detalle.

—Bueno —bufó Ricardo y se removió en su lugar—, ya no importa. No me interesa recuperar mi celular, me interesa llegar con mi mujer. ¿Qué podrían decir los invitados cuando se enteren que no llegué a la iglesia? Van a pensar lo peor de mí cuando posiblemente, yo pueda estar muerto.

—No digas eso Ricardo —habló Cristy de inmediato callando las palabras de Ricardo—, no digas que puedes estar muerto.

Ricardo no contestó, se giró y comenzó a caminar al elevador, justo donde se hallaba Doroteo.

—¿Qué tanto haces ahí? —Preguntó desde la puerta. No pude determinar su expresión pero por su tono de voz supuse que lo decía con enfado.

—¿Te importa? —Escuché la voz de Doroteo a pesar de que no podía verlo. Me lo imaginé girando y analizando a Ricardo con amenaza. Cristy y yo nos miramos pensando en que debíamos detenerlos si no queríamos que iniciaran otra pelea—. Mira Ricardo, en este momento no estoy de humor para que vengas a reclamarme. No eres mi jefe así que no decides que debo o no hacer.

—Si estás peleado con tu hermano no significa que también debas estarlo conmigo.

—¿Quién te dijo eso? Maldito hipócrita. —Ricardo fue empujado hacia la derecha y si no se hubiese sostenido del borde del elevador, hubiera caído. Se mantuvo en su lugar, mientras observé como Doroteo se dirigió a mí con una gran expresión de enfado. Me señaló con el dedo antes de empujarme con toda su mano hacia atrás. No reaccioné al instante, esperé más contacto físico por parte de Doroteo pero todo terminó ahí. Cristy lo mantuvo sujetado del pecho pero no le veía intenciones de acercarse más—. ¿Quién te crees para andar platicando de nuestros problemas Naúm? ¿Acaso también quieres entrar en pleito conmigo?

—Yo no dije nada Doroteo —solté y era cierto casi del todo, me acerqué un poco más hasta que estuve a unos centímetros de él, no tenía intenciones de agredirlo, pero tampoco iba a intimidarme—, cuando Ricardo me preguntó el por qué subimos, simplemente le dije que porque hubo un pequeño problema entre ustedes, Donato y tú.

Doroteo se calmó, Cristy retiró la mano de su pecho y la colocó bajo su brazo lastimado. Doroteo volvió la mirada a Ricardo y no supo qué hacer, no sabía adónde ir. En ningún lugar podría estar a solas tranquilo.

Pasó por mi lado y se fue a la orilla del hospital, se sentó recargado en la pared y cruzó sus manos por encima de las rodillas. Ya no habló más.

La puerta del primer cuarto se abrió, Lizzeth asomó su cabeza y por un instante mantuvo fija su mirada en Ricardo pero luego la volvió a Cristy y a mí. Observó el suelo, el camino de sangre que el cuerpo de Victoria había dejado y su expresión cambió a una más afligida.

—Matías se despertó —dijo y Cristy pasó al instante por mi lado. Quería estar al pendiente del niño.

—Oh, durmió muy poco —dijo, y era verdad. Era un niño y no había pasado ni una hora desde que se durmió. Cuando se durmió en mi hombro supuse que estaba cansado y que iba a dormir más. Pero al parecer sólo estaba algo debilitado por el cáncer.

Cuando entré junto a Cristy, miré a Matías con Lenin en su manos sentado en el escritorio, Johana estaba frente a él platicándole alguna cosa para entretenerlo.

—¿Cómo te sientes Matías? —Le preguntó Cristy y Matías giró a verla con una gran sonrisa en su rostro, le daba gusto volver a verla, como si hubiera pasado mucho tiempo sin hacerlo.

—Me siento algo cansado —contestó—, pero casi siempre me pasa eso. Ya estoy acostumbrado.

—¿Y soñaste algo mientras dormías? —Le preguntó Johana. Matías apagó su sonrisa y observó todo el cuarto deteniendo un poco su mirada en nosotros.

—No lo sé. ¿Victoria está muerta? —Quizá pensó que había sido un sueño lo de Victoria, pero a este niño ya no se le podía mentir más. No quería que si algo malo llegara a suceder, él muriera sólo por pensar que esto era un juego.

—No está muerta —le respondió Cristy ya que determinó que nadie contestaría—, como sabes, esto es un juego. Y ella lo perdió.

—Entonces, ¿ya nunca la veremos? —Matías fijó la mirada en mí esperando que le respondiera—. Naúm me dijo que las personas que perdían ya no las volveríamos a ver, volverían a casa pero sufrirían mucho cuando perdieran.

Cristy me miró, Lizzeth y Johana también lo hicieron, era una excusa muy tonta pero por lo menos Matías lo creía, y era lo que importaba. Cristy volvió la mirada al niño y se puso a su altura.

—Sí Matías. Victoria ya está en su casa, ya nunca la veremos pero sabemos que ella ya está bien.

—Que bueno, perdió el juego pero por lo menos ya no tendrá miedo en este lugar.

Era extraño que Matías haya cambiado su pensamiento. Él mismo vio a Victoria muerta y sabía que así lo estaba. Y ahora que le dicen que es un juego que perdió, se lo creía sin acordarse de lo visto. Seguramente fue un trauma grande y lo olvidó con el sueño. Hay personas que a veces tienen un trauma que comienza a afectarles en un futuro, lo peor es que no recuerdan cuál fue el trauma que vivieron. Esperaba que esto no le afectara a Matías en un futuro.

—¿Tú tienes miedo? —Le preguntó Lizzeth. Matías negó lentamente con su cabeza.

—No —dijo también y observó a su pequeño oso de peluche—. Mi abuelo está conmigo y ustedes también. Vamos a salir todos de aquí.

Matías tenía algo que hacía que todos nosotros, por un momento dejáramos de pensar en los problemas que habitaban en el hospital, en las muertes, en la enfermedad y en los dolores que sentíamos. Era sin duda el ser que transmitía alegría dentro del hospital. Me gustaría que cuando salieramos de aquí, pudiera seguir viéndolo.

—¿Se quieren quedar aquí? —Preguntó Cristy mientras lentamente se acercaba a la puerta para salir, todos la miraron pero nadie respondió. Por mi parte, prefería quedarme aquí para seguir platicando con Matías y las mujeres. También quería hablar con Donato, se debía sentir sólo y demasiado decepcionado, no sólo de su hermano, de él mismo también. Pero lo primordial era el gato. Si él gato tumbó la planta, quizá lo hizo con el sentido de que nosotros descubriesemos la llave.

—¿Necesitas de nuestra ayuda ahí afuera? —Cuestionó Johana. Cristy se encogió de hombros y al no ver alguna afirmación decidió retirarse del cuarto.

Después de eso nuestras miradas regresaron a Matías, él mantenía toda la atención en este instante.

—¿Alguien más va a perder? —Preguntó. Y nos miró a los 3, observó el pantalón de Lizzeth y si mirada cambió a una de sorpresa—. ¿Por qué tienes el pantalón manchado de rojo? —Le preguntó. Lizzeth inconscientemente miró bajo suyo y luego regresó la mirada a Matías. Ya no le veía incomodidad, quizá la pastilla había hecho efecto, no entendía muy bien que era lo que había ocurrido después de que Johana interviniera en el aborto de Lizzeth, pero lo bueno era que estaba bien, y estable.

—Es que me lastimé Matías —contestó Lizzeth algo fuera de lugar, seguramente fue lo primero que se le ocurrió—, pero ya estoy bien.

—¡Johana debes venir! —Intervino Cristy abriendo la puerta, se mantuvo sujetada del pomo esperando la reacción de Johana. Ella se levantó de su lugar y comenzó a caminar con ella sin saber el por qué lo hacía. Cristy nos miró a todos y abrió la puerta al límite—. Encontramos al gato —soltó y de inmediato reaccionamos. Era una buena noticia y posiblemente, la clave para por fin salir del hospital.

La historia está entrando en sus capítulos culminantes.

Les dejo un adelanto de lo que pronto sucederá:

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