THE WOMAN OUT OF TIME | CAPTA...

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❝─¿Estamos juntos en esto? ─Y en todo.❞ © MINA VEGA | 2016 [captain america: the winter soldier / book two... 更多

THE WOMAN OUT OF TIME
SOUNDTRACK
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO VEINTE
EPÍLOGO

CAPÍTULO DIECINUEVE

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由 ifondue

[ THE WOMAN OUT OF TIME ]

CAPÍTULO DIECINUEVE

❛el camino del hombre recto❜


    LAS SILLAS DE UNA SALA DE ESPERA DE HOSPITAL no son muy recomendables a la hora de intentar conciliar el sueño.

Había intentado descansar un poco los últimos días que Steve llevaba inconsciente -tan solo dos-, pero me era imposible cerrar los ojos sin sentir molestia en alguna parte de mi cuerpo. De hecho, este me dolía igual, estuviese en una silla o colchón. Era como si me hubiese pasado por encima una apisonadora.

Pero no podía permitirme ir a casa -o lo que quedaba de ella- y dormir plácidamente mientras Steve estaba en una habitación hospitalaria, herido casi de mala muerte y sin despertar. Tenía que estar ahí cuando recuperara la conciencia, era lo único que podía hacer después de haber dejado que subiese a esos helitransporters sólo.

─Deberías irte a casa -me recomendó Sam a mi lado- Tienes un aspecto horrible.

─Estoy bien -gruñí entre dientes, sujetándome el mentón con la mano mientras trataba de acomodarme en el asiento sin molestarme a abrir los ojos.

─Sí, tu cara lo dice todo -bromeó Wilson, haciendo que lo mirara. Se había duchado, llevaba un café medio vacío en la mano y una ceja herida, ahora limpia y desinfectada- En serio, podrías descansar un poco en algún colchón decente, comer en condiciones y cambiarte de ropa.

─¿Estás juzgando mi higiene? -le pregunté alzando una ceja.

─No, sólo estoy señalando que esa camiseta ya la has repetido dos veces -bufé molesta, cruzándome de piernas y apartando el cabello que molestaba en mi cara- Sharon, lo peor ya ha pasado. Steve está siendo atendido las veinticuatro horas, no van a dejar que le pase nada malo.

─Lo sé -contesté soltando un sonoro suspiro- Es sólo que... no puedo dejarlo solo.

─También estoy yo -me recordó, tomando mi mano y dándole un leve apretón- Si despertara serías la primera en llamar, te lo aseguro.

Lo miré. Realmente tenía razón. Sam no dejaría solo a Steve, que es lo que más me preocupaba. No quería que se viera sólo en una habitación de hospital en cuanto abriera los ojos. Pero tampoco quería que no fuera yo la primera persona a la que viera. Quería estar ahí, al igual que él había estado para mí desde el principio. Pero necesitaba descansar en condiciones, Sam me lo había recalcado bien.

La espalda me dolía una barbaridad y sentía que la cabeza me iba a estallar en esa maldita sala de espera en la que cada pensamiento de familiares y pacientes se colaba por mi mente sin filtro alguno. Llevaba horas y horas escuchando rezos, plegarias y lamentos. Iba a volverme loca.

─Sabes que tengo razón -insistió- Deja de hacerte la dura y ves a echarte una buena siesta de cinco o seis horas.

─¿Estás loco? -exclamé ya mientras me levantaba y alisaba la camiseta con las manos- No puedo dormir tanto.

─Claro, olvidaba que no eras humana -señaló sonriendo al mismo tiempo que se ponía de pie con mi chaqueta en la mano- Llámame cuando llegues a casa, yo haré lo mismo en cuanto dejen entrar visitas y Steve despierte.

Asentí pesadamente, colocándome la cazadora sobre los hombros y apartando el cabello que se había quedado dentro del cuello. Fruncí los labios en un intento de sonrisa y abracé a Sam como modo de despedida.

─Gracias por todo -murmuré en su hombro mientras dejaba que me rodeara con sus brazos.

─No tienes por qué darlas -me palmeó con suavidad el hombro, pero en seguida se lamentó al oírme chasquear de dolor- Puede que te hayan curado esa herida de bala pero necesitas unos analgésicos para el dolor.

─Podré soportarlo -le indiqué haciendo una mueca al acomodarme la chaqueta- Las he tenido peores.

─Desde luego, tú y Steve estáis hechos el uno para el otro -asintió riendo.

─Eso creo -admití- Llámame.

─Lo haré.

Asentí con la cabeza y me alejé de él, cruzando la esquina y pasando las puertas que separaba el recibidor de la sala de espera. En lugar de acceder directamente al ascensor que me conduciría a la planta baja, me desvié al baño. Ahí, contemplé mi rostro reflejado en uno de los varios espejos.

La palidez era lo que más destacaba de mi cara, además de unas oscuras y colgantes bolsas bajo los ojos. Dos días de mal sueño habían dejado mella. Aunque más que cuarenta y ocho horas, parecían trescientas; había sido una semana de locos.

Abrí el grifo e hice del agua una piscina con mis manos. Me la eché en la cara, refrescándome y sintiéndome un poco más despierta. El reflejo me devolvió, aún así, una mirada cansada. Quería salir del hospital, pero quería hacerlo con Steve. Realmente no me sentía con las suficientes ganas de estar sola, quién sabe lo que podría pasar por mi cabeza tras horas de reflexión en la intimidad. Rumlow volvería entre las sombras, estaba segura.

Había luchado contra un nazi psicópata de cráneo rojo y seguía temiéndole a un simple humano.

Suspiré y, secándome la cara con un papel, salí del baño. Pero, en lugar de dirigirme hacia la puerta de salida, volví hacia la espera.

─Había olvidado decirte que...

Me detuve a mí misma cuando Sam, que era a quien en teoría estaba hablando, no estaba ahí. Crucé la estancia y avancé por el pasillo, pensando quizá en la posibilidad de que se encontrara en la habitación de Steve. Al llegar, me confundió ver la puerta medio abierta y escuchar unas voces en el interior. Empujé la puerta con delicadeza, llamando la atención de los ahí presentes, y me sorprendí al toparme con un Steve magullado y malherido, pero al fin y al cabo despierto y a salvo.

Sam me miró y yo alcé una ceja en su dirección, obviamente cuestionándole con la mirada qué hacía ahí dentro sin haberme avisado antes. Pero cualquier indicio de molestia se esfumó al volver a dirigir la vista sobre Steve. Mi corazón, si pudiese, habría suspirado de alivio. En su lugar lo hice yo. De mis labios escapó un pequeño pero perfectamente perceptible temblor. Podría ponerme a llorar en cualquier momento si no estuviese haciendo el intento por contenerme. Simplemente, el peso con el que llevaba cargando durante días, quiso desaparecer de mis hombros.

Tragué saliva, obligándome a contener la ruleta de emociones.

─A eso se le llama traición -comenté en dirección a Wilson, quien sonrió con inocencia y se levantó del asiento.

─Justo había sido irte tú cuando oí a la enfermera salir de la habitación. Había entrado para decirle que acababas de irte.

─Tranquilo, no tienes por qué darme explicaciones -le indiqué encogiéndome de hombros, restándole importancia al asunto.

─De todas formas, ya que estás, me voy -dijo- Veo que no ibas a irte a casa.

─No del todo -asentí sonriendo incómoda.

─Bueno -indicó recogiendo el vaso de papel vacío e inclinándose a Steve- Me alegro que ya estés bien, llámame si necesitas algo. Aunque creo que tienes una buena enfermera para cuidarte.

─Eso creo -respondió Steve con la voz algo ronca y sonriéndole a Wilson- Gracias, amigo.

─No las des.

El afroamericano se alejó de Rogers, acercándose a mí y guiñándome un ojo como despedida para finalmente salir de la habitación. Y después de mucho tiempo, por fin pude respirar tranquila y estar con Steve a solas; una lástima que sea en un triste hospital y en tal graves condiciones.

Me acerqué a él, sin sentarme en el sillón de al lado, simplemente quedándome de pie y sintiendo su morada mirada sobre mí. Tomé su mano, cálida y áspera, dándole un leve apretón y suspirando, a la vez aliviada y preocupada.

─¿Cómo te encuentras?

─He estado mejor -contestó intentando bromear, mas una mueca crispó su rostro- ¿Qué hay de ti?

─Mejor que tú, desde luego -aún con su mano siendo agarrada por mí, me senté en un pequeño rincón libre del colchón- ¿Te duele algo ahora mismo? ¿Necesitas que vaya a por unos analgésicos?

─No te preocupes, estoy bien -me aseguró incorporándose sobre la cama. Lo ayudé a acomodarse las almohadas en la espalda y lo oí quejarse al yacer tumbado- Oye, ¿y tú? Sam me ha dicho que te dispararon en el hombro.

─¿Ah, sí?

─Sí -asintió- Rumlow. Y Sigue vivo.

─Para un solo minuto habéis hablado bastante -señalé intentando desviar el tema de Rumlow.

─Lo suficiente para informarme de que llevo dos días aquí, al igual que tú -me miró como un padre lo hace a su hija después de haberla pillado haciendo algo malo- Deberías descansar, también ha sido duro para ti.

─No podía dejarte solo -murmuré con la vista en nuestras manos- Te perdí una vez. No iba a permitir que se repitiera.

Steve me miró y colocó su otra mano encima de la mía, acariciando el dorso de ésta. Mi pecho se hinchó, iba a ponerme a llorar del alivio, de la alegría que era tenerlo vivo, del poder descansar al haberse terminado todo.

─Estoy aquí, Sharon -murmuró- No tienes que preocuparte de nada más.

─Me vas a volver loca, Capitán -bromeé con una sonrisa surcando mis labios- En qué líos te metes.

─Lo siento -se sinceró también entre bromas- Prometo no volverte a arrastrar a ningún problema más.

─No digas eso, me perdería toda la diversión -le contesté riendo.

─Entonces -habló él, medio incorporándose de nuevo-, estamos juntos en ésto, ¿no?

Volví a colocarle bien la almohada detrás de la espalda, por lo que me vi obligada a soltarle la mano. Cuando comprobé que estuvo todo acomodado a su gusto, me detuve a mirarlo y sin poder evitar caer en la tentación, peiné con suavidad sus cabellos despeinados.

─Y en todo.

Sonrió débilmente ante mis palabras y le devolví el gesto sin dejar de enterrar los dedos en su cabellera rubia. Cerró los ojos durante un segundo, y aunque rápidamente volvió abrirlos, el peso del sueño le hacía parpadear muy seguido.

─Duerme -le pedí en un susurro, haciendo más lentas mis caricias pero sin llegar a detenerlas.

─Si duermo, siento que te pierdo -contestó con la voz ronca, ya ahogada en el sueño.

Mi corazón dolió. Dolió en el buen sentido, del tipo de dolor que sientes cuando te empachas; te hinchas a dulces y el estómago te ruge como un león, pero no te arrepientes de haber comido ni una sola golosina. Sentí cómo el labio inferior me temblaba y me vi obligada a morderlo para que cesara su violencia. Mis caricias se detuvieron, pero no porque estuviese cansada, sino porque sus palabras me llegaron al alma. Ese hombre me había llegado al alma y de hecho, la tenía, tenía mi alma; era suya.

Deslicé un camino desde su sien hasta la mejilla, sintiendo cómo la yema de mis dedos raspaba ante algunas heridas ya cicatrizadas de su piel. Sus párpados temblaron, estaba intentando mantenerse despierto, pero el cansancio lo vencía. Entre abrió los labios, para decir algo, pero en su lugar salió un gemido hosco y grave al perder la voz.

─Estoy aquí -respondí inclinándome hacia él- No voy a moverme.

Buscó mi mano a tientas y, localizándola en su mejilla, apretó con suavidad mis dedos. Y sonreí, sonreí sobre sus labios y los presioné con delicadeza al mismo tiempo que sentía cómo mi estómago volvía a doler, de nervios y de amor. Sus dedos temblaron por un momento sobre los míos, pero volvieron a aferrarse mientras el beso aún continuaba. Me separé, apenas unos milímetros de distancia de sus labios, pero volví a depositar un casto y corto beso en ellos.

─Estoy justo aquí.

°°°

Justo cuando creía que iba a volverme loca entre esas cuatro paredes blancas de hospital, el doctor llegó y anunció el alta de Steve. Por fin podríamos salir de ahí.

Apenas había estado unos tres días más, y había contado con las constantes visitas de Sam y Amanda, pero odiaba los hospitales y ni sus compañías me bastaban. Me había encargado de prepararle a Steve todo lo necesario como ropa, utensilios de higiene y alguna que otra bolsa de comida a escondidas ya que la que servían ahí estaba horrorosa.

El piso de Steve estaba totalmente destrozado. Hydra se había encargado de rebuscar a fondo en él mientras éramos considerados fugitivos, pero al menos seguía teniendo un techo con el que cubrirnos. Wilson se había ofrecido darnos cobijo en su humilde morada mientras pensábamos qué hacer con el apartamento, pero queríamos algo de tranquilidad.

─Podríamos buscar algo en el centro -había propuesto Steve al rechazar la oferta de Sam.

─Hay buenos alquileres -asintió él- Y los pisos están muy bien.

Yo me había encogido de hombros sin saber bien qué decir. En realidad me daba igual. Ya estaba bien donde estaba, aunque eso significaba que seguíamos siendo localizables para Hydra si le apetecía volver de entre las sombras.

─Tendremos que mirarlo bien -comentó Steve- ¿Tú qué dices, Sharon?

─Donde sea que quieras ir me parecerá perfecto.

Él me había sonreído desde la camilla y, Sam, contemplando la escena, aplaudió exclamando que esto era lo único que no nos había arrebatado la guerra.

─¿A qué te refieres? -pregunté yo confundida aunque entre risas.

─Al amor, amiga -respondió palmeándome el hombro y frunciendo el ceño al verme chasquear de molestia ante la herida de bala.

─Pues cómo duele el amor -le reprobé con la mirada y apartando su mano.

Steve me miraba desde la cama. Las visitas se habían terminado y estábamos listos para volver a casa, tan sólo tenía que arreglar algo de papeleo y ayudar a Steve a recogerlo todo. Habían sido tres días demasiado largos, casi no veía el momento de salir de ahí.

Mientras guardaba algunos de sus objetos personales en la mochila, él se vestía. Dejó a la vista su torso desnudo y no pude evitar fijarme. Pero más que una vanal admiración, sentí lástima. El dorso de su pecho estaba lleno de oscuras manchas que se extendían por toda la zona de las costillas y algún que otro cardenal con sangre cuajada ocupaba parte de la clavícula derecha. Fruncí el ceño cuando lo oí quejarse en voz baja al abrir los brazos para proceder a colocarse las mangas.

─Deja eso, yo te ayudaré -me ofrecí dejando la mochila en el suelo y acercándome a él.

Tomé la camisa, me posicioné detrás de él y pasé con suma delicadeza los brazos por cada manga, evitando a toda costa la menor movilidad posible para que no le doliera. Cuando la pieza de ropa ya cubría sus hombros y espalda, me puse delante de él para abotonarla. Aunque mis ojos estuviesen única y exclusivamente centrados en la labor de abrochar la camisa, podía sentir cómo la mirada de Steve estaba baja en mí. Tentada, y justo cuando llegué a la mitad de los botones, exactamente en su marcado vientre, me animé a mirarlo.

No quemaba, ardía. Sus ojos azules me miraron con cariño y por un momento me sentí realmente estúpida, como una adolescente delante de su primer amor. Pero en cierta parte, así era, salvo que en lugar de tener quince o dieciséis años, tenía noventa.

Procedí con los dichosos botones, de vez en cuando dándome el privilegio de rozar con el dorso de mis dedos algún que otro atisbo de su piel. Al terminar, maldiciéndome a mí misma de no haber alargado más el momento, le di un leve toquecito en el pecho y alisé con la mano unas arrugas imaginarias sobre su camisa.

─Bien -musité frunciendo los labios en una sonrisa, observando a Steve con los brazos en jarra como hace un artista con su obra de arte- Estás perfecto. Ahora nos vamos, tenemos un taxi esperándonos en la entrada.

Le pasé a Steve su cazadora, pero volví a la tarea de colocársela yo misma. Cogí la mochila de nuevo y observando la habitación un poco por encima, me aseguré de no dejarnos nada. Al cerciorarme de que lo llevaba todo, agarré a Steve de la mano y nos dirigimos hacia recepción para firmar los documentos del alta.

─Somos libres -musitó al dejar el bolígrafo sobre la mesa y dando media vuelta para marcharnos.

─Cualquiera pensaría que te torturaban ahí dentro -comenté entre carcajadas.

Steve abrió la puerta de salida para mí, cediéndome el paso. El taxi estaba ahí esperándonos, tal y como me había asegurado el conductor anteriormente por teléfono; así que no lo pensamos dos veces y dejamos que el hombre nos llevara de regreso a casa.

Se sentía raro estar de nuevo en ese apartamento en compañia de Steve y sin tener detrás un grupo de terroristas nazis. Bueno, seguramente seguíamos teniéndolos, pero en el fondo podía confirmar que estábamos a salvo.

─Hogar dulce hogar -anuncié dejando la mochila encima de la encimera y escuchando el portazo de Steve tras su paso.

Tal y como había mencionado antes, todo estaba hecho un desastre; pero en ese momento no nos importaba nada. Steve, posando la mirada en cada rincón de la estancia, se quitó la chaqueta y la dejó sobre el sofá mientras a paso lento se acercaba al balcón. Intuí que necesitaba un momento de reflexión a solas, por lo que aproveché para colarme un minuto a mi habitación.

Lo primero que hice al llegar fue tumbarme sobre la cama, con los brazos extendidos en cruz y las piernas sobresaliendo del borde del colchón. Observé el techo sin saber bien cómo sentirme en ese momento. Estaba cansada, pero no del tipo de querer dormir una siesta, sino de descansar. Descansar de la gente, de la ciudad y los problemas. Sentía que una parte de tanto caos yacía bajo el manto de la tranquilidad, pero sabía que eso sería hasta cierto momento. Todo volvería a estallar tarde temprano, asi que me había prometido a mí misma disfrutar la poca paz que se avecinaba.

Mi mente recorrió todas los escenarios que esta semana se me habían presentado. Desde el atentado en las calles de Washington con Fury, hasta la explosión en el cuartel militar de Nueva Jersey. Evadí el recuerdo de Rumlow peleando contra mí en la Sala del Consejo en el Traskelion, pero me quedé con la última imagen de él siendo aplastado por kilos y kilos de escombros. La desilusión fue real al enterarme que seguía vivo. Supongo que mala hierba nunca muere.

Pensé en Bucky, o mejor dicho, pensé en El Soldado de Invierno. Aún no distinguía quién era quién en cierto momento, pero tenía claro que si había vuelto con Hydra, mi viejo y querido amigo de antaño habría desaparecido.

Por suerte me quedaba el recuerdo.

Me incorporé sobre el colchón y tanteé el suelo bajo este, buscando con las manos la caja con mis objetos personales que Steve me había dado al despertar y llegar a este apartamento por primera vez.

Se deslizó hasta mis pies y lo primero que pude ver entre el montón de pertenencias fueron las chapas de identificación de Steve y Bucky. Las cogí, las cadenas tintineantes entre mis dedos. Acaricié el metal de las hojas, sintiendo el relieve de las letras y sonriendo ante el nombre de Steve. Las dejé a un lado, visibles y a mano, para continuar con la búsqueda en el baúl de los recuerdos.

Le siguió un montón de fotos, fotos en las que me encontraba con Peggy o el resto de mi familia o simples recortes de periódicos que yo misma había coleccionado años atrás. Había artículos sobre la Agente 13 y el Capitán América, había titulares con el nombre de la directora de una nueva agencia de espías e inteligencia junto al de un prestigioso y famoso ingeniero multimillonario. Howard y yo sonreíamos a la cámara. Mi dedo anular lucía un anillo, el mismo que Howard me había entregado en nombre de Steve después de morir y del que no supe nada más. Quizá Hydra se lo había quedado al capturarme, quizá se había perdido con el paso del tiempo, pero el caso es que en la caja no estaba.

─¿Escarbando entre el pasado? -preguntó la voz de Steve desde la puerta.

─Eso parece -asentí encogiéndome de hombros mientras lo miraba y dejaba las manos sobre una antigua y arrugada fotografía mía con el uniforme de la SSR para cuando trabajaba de supervisora.

Él se sentó a mi lado, hundiendo parte del colchón tras su peso, tomando la fotografía de mis manos y sonriendo ante la imagen.

─Siempre te ha sentado bien el uniforme -comentó de pronto, haciendo que lo mirara con curiosidad- Siempre me pareció que estabas guapísima con él, hasta manchado de barro.

Reí, contagiándole la sonrisa. Me devolvió la fotografía y yo la dejé en la caja para después volver a tomar las chapas identificadoras. Se las tendí, pero este negó con la cabeza.

─Yo te regalé la mía -me recordó haciendo que enredara la cadena entre mis dedos y guardará la hoja de metal en la palma de mi mano.

─¿Aún sigues teniendo la mía? -le pregunté.

─Guardada -se limitó a responder- No la llevo encima ahora mismo.

─Lo he comprobado -le indiqué sonriendo de lado y dirigiendo la vista al otro colgante perteneciente a Bucky- Al menos quedate la de Barnes, es tu amigo.

Al principio dudó, pero acabó aceptándola. La observó detenidamente y en silencio. Me habría gustado colarme en su mente para saber qué rondaba exactamente por ella. Su ceño se frunció en un sinfín de arrugas y de sus labios escapó un sonoro suspiro.

─Era él -comentó de pronto, cambiando bruscamente de tema- Bucky me sacó del río.

─Y también te tiró -le recordé.

─Ese era el Soldado, no mi amigo -contestó sin mirarme- Créeme, Sharon. Vi algo en sus ojos.

Corté la poca distancia entre nosotros, haciendo crugir los muelles del colchón. Dejé caer con suavidad una mano sobre su hombro, masajeándolo con la yema de mis dedos y reposando la cabeza sobre estos. Sentí su colonia varonil y la loción de afeitado, sentí su respiración acompasarse a la mía y su mano juguetear con la cadena del colgante.

─No quiero que te obsesiones con él, Steve -le pedí con los labios presionados sobre su camisa, ahogando de ese modo mi voz- No te llevará a ningún lado.

─Es mi mejor amigo -espetó girándose para mirarme.

─Y es inestable -remarqué- Si no ha huido antes, Hydra debe de haberle vuelto a capturar.

─También lo hicieron contigo y aquí estás, te rescatamos.

─A mí no pudieron lavarme el cerebro -le indiqué frunciendo el ceño e intentando mesurar el enfado en mis palabras. No quería tener una discusión con él, no ahora- Lo intentaron, pero no fui su asesina. Bucky sí.

─Ese no era Bucky -se calló de pronto, suspirando y apretando la chapa entre sus manos- Si puedo salvarlo, lo haré.

Imité su gesto y de entre mis labios escapó una profunda exhalación. Rodeé la espalda de Steve y terminé por apoyarme en esta, sintiendo sus músculos tensos y firmes bajo mi rostro. Deposité un beso sobre la tela de su camisa y lo oí respirar.

─Solo me preocupo por ti -murmuré.

─Lo sé -respondió girando levemente el cuello para mirarme. Buscó mis manos rodear su pecho y las apretó, aferrándose así al abrazo- Lo sé.

Reinó el silencio durante unos minutos, y aunque no quisiera interrumpirlo, ver a Steve sacar viejas fotografías de mi caja me hizo volver a acordarme del anillo. Nunca había sacado el tema desde que desperté, más que nada porque tampoco lo encontré entre mis pertenencias y aún me encontraba demasiado trastornada para tocar el tema. Pero ahora me sentía con fuerza y quería preguntarle varias cosas al respecto.

─¿Steve? -lo llamé.

Ambos seguíamos en la misma posición de antes, por lo que mi voz continuaba ahogada por su camisa.

─Dime -atendió leyendo un recorte de periódico enmarcado.

─¿Y el anillo?

La pregunta hizo que bajara el cuadro. Lo dejó inerte entre sus manos durante unos segundos, pero finalmente lo guardó entre el resto de cosas. Me separé de él y este se giró a mirarme con un semblante bastante serio y confuso.

─El que le diste a Howard para mí -aclaré, aunque bastante en vano, pues él sabía perfectamente de qué estaba hablando- Lo llevé todos los días, hasta en mi última misión.

Steve escuchaba atento mis palabras, expectante a qué tenía por decirle.

─No he tenido la ocasión para darte las gracias.

─Me habría gustado dártelo por mí mismo, pero...

─¿Dónde está? -le interrumpí- Cuando desperté no estaba entre mis cosas, pero para aquél entonces no me atreví a preguntarte.

─Pues...

Pero fuera lo que fuera que tuviera por decirme, fue de nuevo interrumpido, aunque este vez por el timbre de su teléfono móvil. Nos miramos mutuamente, yo sintiendo la situación algo absurda porque no estábamos haciendo nada por atender la llamada, pero finalmente acabó excusándose y levantándose para ir en busca del aparatejo.

─Era Sam -me avisó al cabo de unos minutos- Alguien quiere vernos.

°°°

Cuando nos encontramos con Sam no pensaba que sería en un cementerio y justo delante de la tumba falsa de Nick Fury.

─Bueno, ustedes ya experimentaron una cosa así antes que yo -dijo de pronto una voz a nuestras espaldas.

Los tres nos giramos, encontrándonos con la intimidante y oscura figura del ex director de Shield.

─Uno se acostumbra -le respondió Steve.

─El camino del hombre recto -leyó Fury el epitafio de su tumba como aquel que lee un artículo deportivo en el periódico- Hemos obtenido datos de los archivos de Hydra. Se conoce que muchas ratas escaparon del barco.

─Acabarán ahogándose, no saben nadar -dije cruzándome de brazos y mirando al afroamericano con las cejas alzadas en su dirección.

─Esta noche salgo para Europa -informó- ¿Querrían ustedes venir conmigo?

─Primero tengo que hacer algo -respondió Steve declinando su oferta.

El ojo de Fury se posó en mí y para rechazar su propuesta me limité a rodear la cintura de Steve con mi brazo, señalándole que iría con él. El hombre del parche asintió y Steve, mirándome me rodeó los hombros.

─¿Vendría usted, Wilson? Me hace falta alguien como usted.

─Yo soy más soldado que espía -le informó Sam negando con la cabeza.

─De acuerdo, pues -aceptó Nick entredientes- Si alguien pregunta por mí, diganle que pueden verme aquí mismo.

Y tras aquellas últimas palabras, dio media vuelta y se marchó. Su lugar lo ocupó Romanoff, que venía desde lejos acercándose a nosotros.

─Qué afortunados -exclamó sonriendo- Quizá eso es lo más parecido a un gracias.

─¿No vas con él? -preguntó Steve.

─No -negó ella frunciendo los labios en una sonrisa.

─¿Ni te quedas aquí? -aunque más que una pregunta, parecía una afirmación.

─No. He quemado mis identidades, necesito una nueva.

─Quizá te lleve tiempo.

─Ya cuento con ello -asintió la pelirroja en dirección a Steve- Aquello que me pediste, me cobré unos cuantos favores de Jeff.

Romanoff le tendió a Steve una carpeta. No pude fijarme en la portada de esta, pero sabía que era sobre Bucky. Y en efecto, cuando Steve la abrió por la primera página y apareció una fotografía de nuestro viejo amigo, mis dudas se confirmaron.

─¿Me harías a mí un favor? Lleva a Sharon a cenar a un buen restaurante, se lo merece.

Miré a la ex agente de Shield sorprendida, sin esperarme para nada un comentario de esa índole y menos de su parte.

─Sí, eso -asentí dándole la razón- Haz caso a Natasha.

─Lo haré -asintió el rubio posando de nuevo un brazo sobre mis hombros, haciéndome sonreír de lado.

─Tened cuidado -dijo de pronto Romanoff- Sobretodo tú, Steve. Puede que no sea bueno tirar de ese hilo.

Supe que se refería a Bucky, pero lo dejé pasar y Steve al parecer también. Natasha se despidió de nosotros y, dejando el cementerio, volvimos a quedarnos a solas. Steve continuó observando la carpeta que le acaban de dar y ojeó por encima los documentos de la primera página.

─Vas a ir a buscarle -habló Sam de pronto, rompiendo el silencio.

─No hace falta que vengas -le avisó Steve.

─Lo sé -asintió Sam con la cabeza, metiendo las manos en los bolsillos- ¿Cuándo empezamos?

Ambos miramos a Wilson y una media sonrisa cruzó mi rostro. El pájaro nos era realmente leal. Pero el momento se rompió cuando mi teléfono sonó, casi sobresaltándome y haciéndomelo coger en seguida sin siquiera pararme a mirar el nombre del entrante.

─¿Diga?

─Soy Tony.

─Oh, Tony -repetí mirando a Steve para que se enterara con quién hablaba.

─Te llamaba porque con todo lo que está pasando en las noticias no he dejado de preguntarme ¿y si la tienen los nazis? Pero veo que no. ¿O es que te han dejado coger el móvil?

─Sí, estoy en el recreo -le seguí el juego.

─Yo en Manhattan -contestó- He oído que has acabado con Shield.

─Sí -respondí- Alguien tenía que hacerlo, ¿no?

─Menuda directora, destruyendo su propia agencia.

─Dejé de serlo en el momento en que esos nazis se colaron en ella.

─En ese caso nunca has sido directora, porque Hydra lleva infiltrada en Shield desde siempre.

─Gracias, Tony -respondí con sarcasmo- Tú sí que sabes consolar a la gente.

─¿Qué puedo decirte? Uno de los muchos dones que tengo.

─Sí, ya veo -murmuré poniendo los ojos en blanco- En fin, ¿qué querías?

─Solo preocuparme por mi amiga -contestó en tono ofendido- He oído que tu casa es un desastre.

─Tú has oído muchas cosas, ¿no?

─Soy Iron Man, querida. Y el mayor multimillonario que hay en el siglo XXI.

─Al grano -le pedí.

─Pasáos por la Torre Stark -respondió- Bueno, la Torre Vengadores. Tengo algo importante que proponeos. Un coche pasará a recogeros.

─Pero...

─Nos vemos en unas horas, adiós.

Y cortó, dejándome con la palabra en la boca. Miré el móvil con el ceño fruncido, observando cómo la pantalla me avisaba que la llamada había terminado. Steve y Sam me miraron, y yo, aún algo confusa con las últimas palabras del hombre de ojalata, negué con la cabeza.

─Tony ha dicho que un coche nos vendrá a buscar, tiene algo que decirme en su torre -respondí.

─Pues, no será ese, ¿no? -señaló Wilson hacia la lejanía.

Y en efecto, un vehículo aparcado a la otra punta del recinto y con el logotipo de Industrias Stark nos esperaba. Steve se mantuvo con el ceño fruncido y el semblante serio, como si supiera algo.

─¿Sabes de qué va esto? -le pregunté.

─No tengo ni idea.

Pero sabía que mentía.

______________

(sin editar)

buAAAAAA que larRGO

cuanto más escribía menos adelantaba del capítulo y era como bASTA YA

pero por fin lo he terminado, se estaba haciendo de rogar.

esto ya se acaba darlings!!!1!¡

pero no sufráis, queda un capítulo más y el epilogo. aunque alomejor lo resumo todo y hago sólo el epilogo o no sé ya veré qué hago.

estad atentxs porque en seguida se viene la tERCERA TEMPORADA OH MY GODNESSSSSSS

bueno chao os quiero a todxs

-mina vega, xx

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