Hospital

Da P1-221

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Hospital, es una historia llena de misterios, en la que el protagonista Naúm, se verá envuelto. Adéntrate en... Altro

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Epílogo

Capítulo 4

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Barbens. Ese apellido lo llevaba mi esposa Angélica, y es muy poco común no sólo aquí, sino en todo el mundo. Sería mucha casualidad que llevaran el mismo apellido sin parentesco alguno.

—¿Pasa algo Naúm? —Preguntó Lizzeth tras de mí. Me había quedado viendo a la puerta sin expresión alguna. Reaccioné y giré a ver a Lizzeth. No era el momento para preguntarle a Cristy si conocía de algún lado a mi esposa.

—No —contesté—, todo está bien. —Observé a Matías y a la mujer morena quienes permanecían quietos detrás del escritorio—. ¿Qué les parece si salimos con Cristy? Ya somos 8 dentro de este hospital, debemos estar todos juntos.

—Por cierto —habló la mujer de tez morena mientras se acercaba a mí y me estiraba la mano para que yo la saludara, la tomé y agité en gesto de saludo—, me llamo Victoria.

—Es un lindo nombre —dije, y en verdad me lo parecía—, yo soy Naúm.

Recuerdo cuando mi madre me decía que mi nombre era original, que mi nombre por lo regular siempre llevaba una letra h entra la a y la u, o a veces se escribía sin acento pero nunca como el mío, y era verdad, hasta ahora no había conocido a alguien con mi nombre.

Nos acercamos a la puerta y la abrí sigilosamente. Salí primero, seguido de Lizzeth, Victoria y Matías. Nos acercamos a las 4 personas fuera y nos quedamos viendo a los ojos.

—¿Cómo saldremos de aquí? —Preguntó la chica rubia, la última en entrar. Se miraba pálida y agotada, esta persona si se notaba enferma a simple vista y su voz sonaba debilitada.

—No lo sabemos —respondió Cristy. Comenzábamos a formar un medio círculo y Cristy estaba en el medio de él—. Podríamos, atacar al estúpido médico que nos metió aquí cuando venga con su próxima víctima.

—¿Cómo sabes que traerá a otra víctima? —Preguntó Lizzeth. Teníamos la misma duda.

Cristy caminó hacia la puerta por donde todos fuimos introducidos, giró a ver las barras de color verde, ahora 8 estaban encendidas y 3 apagadas, nos giró a ver a nosotros y comenzó a caminar.

—Quedan 3 víctimas más —anunció—, las barras lo indican. Cuando yo entré aquí había sólo una barra encendida, después entró Matías y dos barras eran las encendidas. Continuó con Victoria y 3 barras se iluminaron. Ahora somos 8, 8 barras son las iluminadas.

Ahora lo comprendía, Cristy tenía razón, 3 víctimas eran las restantes. Podríamos atacar cuando introdujeran a la siguiente. 

—No quiero pensar en lo que vaya a pasar una vez estemos los once dentro —dijo Lizzeth. Todos permanecieron callados, tenían miedo y no se movían para nada. Nadie se imaginaba el plan al que estaríamos sometidos. Pero, ¿y si no había sentido alguno el estar aquí dentro?

—¿Por qué? —Preguntó el gemelo bueno, tenía que clasificarlo de esa manera para poder distinguirlo, ya que no sabía sus nombres. Su hermano lo vio con mala cara—. ¿Cuál es la razón de por qué nosotros? ¿Quién es ese tipo que nos metió a todos aquí?

—O está loco —mencionó Cristy, aún seguía posicionada en el centro, todos escuchaban sus palabras como si de una jefa se tratase—, o tiene una muy buena razón para meternos aquí.

La puerta se abrió, de inmediato cayó un hombre alto al suelo, lo pude distinguir antes de que se apagara la luz y ya no se viera nada. Todo era muy rápido, ni siquiera nos dio tiempo de correr hacia la puerta, ahora sólo teníamos dos oportunidades más. La luz se encendió de nuevo, el hombre se levantaba mientras tosía, era alto y delgado. Se quitó la bata con desesperación y la arrojó al suelo. Nos vio a nosotros y comenzó a observar el lugar.

—¡¿Qué es esto?! —Gritó y tosió, vestía con un traje negro y una corbata roja. Nadie le respondió y él se giró a la puerta desesperado, comenzó a golpearla con coraje—. ¡Sáquenme de aquí! —Gritó. Era una persona un poco joven, como de unos 30 años. Nuevamente se giró a nosotros y caminó con prisa, se detuvo frente a mí—, ¿quién eres tú? —Preguntó y vio a los demás—. ¡¿Quienes son todos ustedes?!

El hombre iba a dirigirse hacia las escaleras y lo detuve de inmediato.

—Tranquilo —le dije, el hombre quería soltarse de mi agarre pero lo tomé con más fuerza—, debes calmarte para poder explicarte la situación.

—¡¿Cómo demonios quieres que me calme si estoy a punto de casarme?! —Gritó, lo solté y él se llevó las manos a su cara y las arrastró por ella, se le miraba completamente agobiado. Se quedó quieto pero no en paz.

—Nadie sabe qué es lo que está haciendo en este lugar —dije, el hombre me vio y negó incrédulo—, todos estamos en la misma situación. Nadie sabe cómo salir.

—Dios mío —dijo el hombre y se tiró al suelo, se recargó en la pared y llevó su mano en forma de puño a sus labios, simulando pensar en algo—. Mi prometida está afuera esperándome, veníamos de una pre-sesión de fotos. Mañana sábado es la boda.

El hombre continuaba tosiendo, desconocía el por qué, quizá sólo era una tos común o tenía una enfermedad que lo hiciera toser.

—Vamos a salir —dijo el gemelo de buen carácter posicionándose a su lado, vio las barras que marcaban 9 verdes y 2 transparentes y luego vio al hombre—, idearemos un plan porque aún faltan dos víctimas más.

—¿Cómo lo sabes? —Preguntó el hombre un poco más tranquilo.

—Las barras que están arriba de la puerta lo indican —contestó.

—¡Es que no puede ser posible que estemos aquí encerrados! —Gritó el hombre mientras se levantaba de nuevo. Corrió nuevamente a la puerta y comenzó a golpearla con fuerza—. ¡Auxilio! —Gritó.

—Debemos calmarnos todos —habló Cristy, todos giraron a verla, incluso el hombre de la puerta—, así nadie podrá ponerse de acuerdo para el plan de salida. —vio al hombre y comenzó a caminar hacia él—. Tú, hombre, ven hacia acá, la próxima víctima no tardará en entrar.

—Me llamo Ricardo —contestó el hombre e hizo lo que Cristy le pidió, al parecer Cristy tenía algo que hacía que todos le hicieran caso. Se miraba autoritaria, fuerte y con confianza, eso me parecía a mí.

—Me siento muy mal —habló la chica rubia que había entrado antes que Ricardo, el gemelo con gorra la tenía sujetada del brazo, ella casi caía al suelo—, tengo fiebre y necesito algo de frío, aquí está muy caliente y eso me debilita.

—Eso no importa ahora —dijo Ricardo de mala gana, estaba ansioso por salir—, vamos a salir y cuando lo hagamos podrás quejarte lo que quieras, aquí no te servirá de nada.

—Oye no le hables así —dijo el gemelo de la gorra con amenaza, fulminó a Ricardo con la mirada y él mostró expresión de enfado—, sólo está expresando su dolor, lo que siente.

—Eso no va a servirle de nada —contestó Ricardo.

—¡A ver no empiecen a discutir! —Gritó Cristy tomando autoridad de nuevo—. Entiendan que ahora lo importante es idear un plan para poder largarnos de aquí y poder continuar con nuestra vida normal. —Cristy miró a Ricardo, sus ojos estaban enfocados en las escaleras y de inmediato Cristy se paró frente a él—, esas escaleras tienen una advertencia, no quisieras bajar por ellas, aunque, nadie sabe qué es lo que hay ahí abajo. O ahí arriba.

Ricardo ignoró a Cristy y comenzó a caminar hacia las escaleras, pensé que bajaría una vez que estaba al borde de ellas, pero se detuvo, caminó unos pasos hacia la derecha y presionó el botón del elevador, éste no hizo ningún ruido, estaba completamente fuera de servicio.

—¿Cómo entraron todos aquí? —Preguntó Victoria tratando de romper el silencio, giramos a verla con confusión y ella aclaró su garganta—, es decir, ¿a qué vinieron a este hospital.

—Doroteo y yo veníamos a donarle sangre a nuestra madre —habló el gemelo bueno señalando a su hermano, al parecer el gemelo de la gorra era Doroteo. No hizo ninguna expresión, esta vez dejó hablar a su hermano—, no nos pasaban con ella, ella está aquí esperando una transfusión de inmediato, la necesita con urgencia.

Se quedó callado y Doroteo continuó con la plática:

—Nos dijeron que esperáramos nuestro turno, entonces llegó este tipo —dijo señalándome con un poco de coraje, sentí la mirada de todos sobre mí, incluso Ricardo me miraba—, y resultó que pasó primero. Me levanté con enojo y caminé hacia la recepcionista para preguntarle el por qué. ¡La muy estúpida dijo que se le había olvidado anotarnos! Después de eso nos pasó, nos colocaron estas estúpidas batas y nos llevó a otro cuarto, con un estúpido médico que nos engañó y nos hizo caer aquí.

Doroteo se quitó la bata del hospital con coraje y la gorra también se le cayó, no se molestó en recogerla, la dejó en el suelo. La muchacha rubia seguía prendida de su brazo.

—¿Cuál es el plan? —Preguntó Ricardo llegando a nosotros de nuevo, nadie contestó y él pensó con la cabeza agachada y la levantó en unos instantes—. Ya lo tengo —dijo y observó la puerta—, me pondré en la puerta y cuando el médico llegue con su próxima víctima, lo atacaré, me ayudarán todos y él será el único que quede encerrado aquí dentro.

Ricardo comenzó a caminar hacia la puerta, en ese momento las luces se apagaron y ya no pude ver nada, una luz entró por la puerta y vi cómo otra persona entraba por ella, Ricardo corrió pero fue demasiado tarde, la puerta ya se había cerrado de nuevo.

—¡Maldición! —Gritó y le dio una fuerte patada a la puerta, ahora sólo teníamos una oportunidad, una última oportunidad.

Las luces se encendieron, era una mujer la que había caído, la reconocí de inmediato, hacía unos 10 años que no miraba a esta mujer pero seguía igual que antes.

—¡Maestra Ximena! —Expresé mientras la ayudaba a colocarse de pie. La maestra Ximena me dio clases en la Universidad en la que estudié ingeniería, era una maestra algo mayor pero sabía demasiado, ahora debía tener como unos 65 años.

—¿Tú, tú eres Sucher verdad? —Preguntó, observé como sus manos generaban pequeños temblores y su voz tartamudeaba un poco.

Sonreí, me alegraba saber que esta maestra me reconocía.

—Sí maestra, soy Sucher —respondí. Sucher es mi apellido.

—No estamos para recordar gente —expresó Ricardo mientras se interponía entre la maestra Ximena y yo. La maestra caminó hacia atrás y casi caía al suelo, Ricardo alcanzó a tomarla con sus manos y la mantuvo estable, las manos de la maestra aún seguían temblando.

Ricardo acercó a la maestra hacia a mí y ella se recargó en mis manos.

—¿Qué le pasa maestra? —Pregunté.

—Pa, pa, parkinson —respondió ella con dificultad. Me dolió saber que esto le estaba sucediendo, el parkinson es una enfermedad muy horrible, técnicamente no te deja hacer nada, debía de estar pasándola muy mal.

Ricardo seguía a un lado de la puerta, Cristy se acercaba a él, quizá tenían razón, ahora lo importante era salir de aquí cuanto antes, sólo teníamos una oportunidad, ya habría otro momento para platicar con la maestra.

Todos comenzaron a acercarse sigilosamente hacia la puerta, Victoria le hizo señas a Lizzeth de que se quedará a un lado de Matías, ella tomó a Matías de la mano y se recargaron a la pared.

—Ya vamos a salir de aquí —escuché que le dijo, Matías asintió un poco sonriente, ojalá fuera así.

Por otro lado, Doroteo se sentó en el suelo junto a la chica con fiebre, al parecer la estaba cuidando, tenía mal carácter pero no mal corazón.

Ricardo, Cristy, Victoria y el otro gemelo permanecieron casi a un lado de la puerta, esperando a que se abriera.

—Maestra —dije tomando los hombros de la maestra Ximena, ella me vio y permaneció callada—, necesito ayudar con esto, la sacaremos de aquí, por ahora permanezca parada y no se mueva hasta que se lo indique.

La maestra asintió y se quedó en su lugar, la moví un poco hacia atrás ya que estaba muy cerca de la puerta y si ésta se abría probablemente la tumbaría.

Me posicioné a un lado del gemelo y esperamos a que la puerta se abriera, Ricardo estaba más que preparado para atacar. Estaba a un día de casarse, no podía permitirse estar encerrado en este lugar. De hecho nadie podía hacerlo, todos teníamos una vida ahí afuera, alguien que nos espera. Angélica y mi hija Neus, su graduación es la próxima semana, ella desea que yo esté ahí. Tampoco los gemelos, su madre necesita de ellos, Matías tampoco, necesitaba de las quimioterapias, la muchacha con fiebre necesitaba atención de inmediata, Cristy ocupaba reposo en su brazo, y Victoria y Lizzeth, la verdad no sabía lo qué les pasaba a ellas dos, Lizzeth se puso nerviosa cuando se lo pregunté y Victoria, Victoria simplemente se miraba apagada y triste y no sabía el por qué.

Esperamos lo que creí que fueron unos minutos más, la puerta se abrió, un hombre estaba siendo empujado pero fue detenido por Ricardo, me dirigí a la puerta y la abrí al límite, observé cómo Ricardo se cayó al suelo, seguido de Cristy, el doctor que nos metió aquí les estaba presionando con algo que hacía un ruido eléctrico. Sentí un choque eléctrico en mi cuerpo, el doctor me apretó el estómago con un aparato, me hizo caer al suelo, el gemelo igual y Victoria también, la puerta volvió a cerrarse, ya no había oportunidades, los once ya estábamos dentro. Observé las barras, ahora ninguna era transparente, tampoco ninguna era verde, todas estaban de color rojo, ahora la salida principal estaba perdida.

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