Malas decisiones

By princekilam

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Malas decisiones
Capítulo 1- Parte 1
Capítulo 1- Parte 2
Capítulo 1- Parte 3
Capítulo 2- Parte 1
Capítulo 2- Parte 2
Capítulo 2- Parte 3
Capítulo 3- Parte 1
Capítulo 3- Parte 2
Capítulo 3- Parte 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12: Final

Capítulo 10

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By princekilam

LOU ALLEN:

Hoy es el cumpleaños número dos de mi hermosa hija Mègane. Cinco de julio de 2013. Jane y yo planeamos hacerle una fiesta sorpresa así que Jared se ha llevado a Rosalie, Cathy y Mèg a los prados mientras Danielle, Cher y yo preparamos todo para la fiesta. 
Al fin he aprendido a usar ese cacharro a lo que llaman celular, el cal sonó en cuanto terminamos de prepararlo todo. 
—JJ —contesté al teléfono.
—Ya estamos a menos de doscientos metros. ¿Ya está todo listo? —preguntó Jared.
—Sí, tráelas —dije mirando a mí alrededor.
Jane ya había llegado con el señor Lí, también había llegado Louis y su familia y claro, TN y el señor Styles. El señor Edward ha hecho la caridad, aunque muy gustoso, el papel de payaso en la fiesta, todos esperamos que Rosalie no tome la indiscreción de desmentir la verdadera identidad del payaso.
Colgué el teléfono y avisé a todos de la llegada de la pequeña cumpleañera. Buscamos un sitio donde escondernos.
La puerta se abrió dando paso a las dos pequeñas delante de Rosalie y Jared. Todos gritamos ¨¡Sorpresa!¨ y explotamos confeti al momento. 
A Mègane se le iluminó la cara después del saltito que dio por la sorpresa y estiró sus manos llena de felicidad. En cambio, Cathy estalló en chillidos y llanto incesante. El grito la había asustado demasiado. Claro que, a todos nos causó una gracia tremenda el panorama. 
Lí, el muy delicado con su pequeña nena, corrió hacia ella y la tomó en brazos para consolarla. En cambio, Mèg se lanzó hacia nosotros con pequeños saltitos de felicidad.
—¡Fiesta! ¡Fiesta! —gritaba mi hija emocionada.
—¡Nooo! —gritaba Catherine espantada en los brazos de su padre.
—¡Regalos! —fue la siguiente exclamación de Mèg.
—¡Sí, regalos! —corrió Jared hacia ella, la tomó en sus brazos y empezó a lanzarla hacia arriba para atraparla antes de caer.
Mègane gritaba y extendía sus brazos en el aire.
—¡Jared! —lo amonestó Jane.
Jared se detuvo y dejó a la niña quieta entre sus brazos.
—¿Sí, mamá?
—Deja que Mèg abra sus regalos —masculló entre dientes.
Con el tiempo, a mí me había comenzado a caer en gracia la forma en que Jane evitaba que su hijo tuviera momentos de un padre con Mègane.
—¿Qué dices, MJ, abrimos tus regalos? —le preguntó Jared animando a la niña.
—¡Sí, sí, sí! —gritaba ella tirando pataletas de emoción.
Jared bajó a la niña y corrió hacia su prima Rosalie y comenzó a pegar saltitos y decirle cosas sobre los regalos.
—Han hecho un gran trabajo —me dijo Jared besando mi mejilla.
—Gracias. Por cierto, tengo un regalo para ti también —mordí mi labio para no dejar explotar una carcajada.
Jared me frunció el ceño y se quedó perplejo.
—¿Me vas a besar? —bromeó. 
—Sí, cierra los ojos.
Jared cerró los ojos, ingenuo. Me volteé y tomé una de las pequeñas tartas que había horneado junto con Danielle y cuando regresé, se la estampé a Jared en la cara.
Louis estalló en carcajadas, y por consecuencia los demás en cadena. Excepto Catherine, quien estalló en llanto de nuevo por el susto de las carcajadas ruidosas.
Jared se limpió la cara con las manos y me restregó en la cara el glaseado de sus manos.
—Rico, ¿eh?
La fiesta comenzó y Mègane se las pasó jugando con su prima Cathy todo el tiempo. Yo la pasé charlando con Cher en un rincón.
Desde hace tiempo tenía una duda que me atravesaba, y que sólo ella podría quitármela.
—Cher —dije dudosa—, hace unos años… me contaron que tú…
Ella me quedaba viendo confusa.
—¿Yo qué?
—Tú y Jared… tuvieron… relaciones muy pequeños.
Cher estalló en una carcajada ruidosa que llamó la atención de todos, pero pronto regresaron a sus actividades.
—¿Es eso cierto? —pregunté.
—Sí, yo tenía once y él como doce o un poco menos —se encogió de hombros.
—¿Y cómo fue?...Perdona, no quiero incomodarte —dije sonrojada.
—¡Para nada! Toda la familia lo sabe. Fue como… un experimento infantil. Yo se lo propuse y él dudó un poco, pero al final terminó cediendo. No estuvo muy bueno, éramos demasiado inocentes, pero no me arrepiento.
—¿Tú sigues…
—…sintiendo algo por Jared? —preguntó ella—. Claro. Lo quiero mucho, es como mi amor platónico, pero si me pidiera ser algo se lo denegaría.
—¿Por qué?
—Imagínate, ¿yo con Jared? ¡Nah! Ya no sería lo mismo.
—Disculpa, Lou —dijo una voz detrás de mí. Volteé y era Lenny.
—Hola, Lenny —la saludé.
—Hola. ¿Me dejas hablar con Cher unos minutos? —pidió con los ojos cristalinos.
Miré hacia Cher quien rodó sus ojos y suspiró.
—Sí, claro —asentí y me levanté.
Lenny se sentó a la par de ella muy unida.
Yo caminé hacia la cocina, donde estaba Jared atragantándose de dulces.
—¡Vaya! Conque veintiún años, ¿eh? —bromeé.
—¿Quieres? —me extendió un par de caramelos entre su mano chiclosa.
—No, gracias —sonreí.
Jared se lavó las manos y tragó lo que venía masticando. Supuse que era goma de mascar y me causó un poco de risa que se la tragara. Se le iba a quedar pegada en los intestinos.
—Supongo que yo también merezco un regalo, aunque no sea mi cumpleaños —susurró tomándome de la cintura y acercándome a él.
—Creí habértelo dado ya —le dije refiriéndome al pastel.
Jared torció una sonrisa y rozó mis labios con los suyos.
—Jared —susurré deteniéndolo.
—¿Qué?
—No lo hagas.
—¿Por qué? 
No contesté.
—¿Por qué? —repitió.
Solté un suspiro.
—Sigues pensando en él, ¿cierto? —me soltó.
—No tenemos que hablar de eso —me crucé de brazos.
Jared se tomó el cabello y dio un golpe sobre la mesa.
—¡Vaya masoquista eres, Lou! —dijo furioso.
—Mira quien habla —me defendí.
Jared alzó la vista.
—Aparte, eres una egoísta. Hazlo por la niña —me suplico.
—¿Vas a usar a mi hija a tu favor? —bufé.
—¡No se trata de eso! —estiró sus manos—. Te lo pediría de todos modos. No sabes lo feliz que me hace esa niña. Mèg es un sueño. Si tú tan sólo me dejaras darle todo lo que yo quiero…
—Es que no tienes que darle nada, porque nada te toca a ti dárselo.
—¿Y a quién? Si quien debería dárselo no está, ¿por qué no puedo hacerlo yo? —su voz se quebró.
Odiaba verlo así. No quería que sufriera, pero es que nadie entendía que yo no podía inventarme sentimientos. Yo no elegía a quien amar. Claro, sería fácil decir que aceptara a Jared porque él me amaba, pero su amor no basta para los dos. No sólo era enamorarme de Jared, sino también desenamorarme de alguien más. No era tan fácil. Los que pensaran que yo era una masoquista, era porque nunca habían amado de verdad. Porque el mío lo resistía todo, y no iba a renunciar al amor que sentía, porque aparte de que aunque lo intentara no funcionaría, no quería siquiera intentarlo.
Antes de que yo le pudiese contestar entró Jane a ver qué pasaba. Ella nos mantenía vigilados día y noche para asegurarse que no pasaría nada entre Jared y yo.
—¿Y Mègane? —preguntó Jane.
Sus ojos verdes transparentes me fulminaron con esa mirada maliciosa que dominaba todo lo que miraba.
—Con Cathy —dije.
—No, Cathy está con Harry —repuso ella.
—Entonces con Rosalie —dijo Jared.
—Rosalie se fue a casa con Edward y Danielle —dijo Jane.
Todos nos quedamos viendo unos instantes para luego correr al salón en su búsqueda. Cher seguía con Lenny, TN y el señor Styles platicaban con Perrie y Zayn, Louis peleaba con Eleanor y aparte de eso, no había nadie más.
Jared y yo nos intercambiamos miradas. Salimos a la entrada y encontramos Lí con Catherine.
—Harry, ¿has visto a Mègane? —le preguntó su esposa.
—Con Jared, ¿no? —miró hacia su hijo.
Todos intercambiamos miradas y se armó un alboroto. Todos fueron avisados para la búsqueda de la pequeña Mèg. En las habitaciones, el salón, la cocina, la terraza. También comenzaron la búsqueda en las cuatro casas que estaban en fila. Styles ordenó una búsqueda también en los internados y ordenó que se cerraran los portones de las entradas. La desaparición de mi pequeña Mègane hizo revolución en todas las hectáreas de propiedad de los Styles. 
—Hay que buscarla en los prados y el bosque también —dijo Jared.
—Yo iré contigo —me apunté.
Jared y yo comenzamos la búsqueda en los enormes prados de los alrededores. Quien no conocía aquellas zonas podía perderse sin esfuerzo. Mègane era una niña que no lloraba ni por el mayor de los sustos. Así que, ni siquiera podría guiarme por sus gritos al sentirse extraviada.
Jared y yo la llamábamos entre gritos, pero no la encontrábamos por ningún sitio. Nos adentramos entre los árboles que se encontraban a un kilómetro de distancia al norte de los internados. Era inútil, no la encontrábamos en ningún sitio. 
La tarde empezó a caer y la luna se asomaba sobre nuestras cabezas. Yo estaba a punto de volverme loca. Jared estaba por sonar un grito.
—Hay que volver —me indicó él.
—¡No podemos volver sin ella! —grité desesperada.
—Mègane no puede caminar tanto sin cansarse, apenas tiene dos años. Es obvio que aquí no está. Regresemos.
De camino de regreso, a lo lejos, se veía las cuatro luces de las casas encendidas. Al final de la última, la de Danielle y Edward, a unos quinientos metros de distancia desde su casa aproximadamente. Vimos una mujer de cabello negro muy largo arrodillada frente a una niña de vestido rojo. Era Mègane, así la había vestido yo hoy. Corrí hacia ellas, pero Jared me detuvo.
—Espera, ¿quién es? —me preguntó.
—¡No lo sé, pero tiene a mi hija! —grité.
—Nunca la había visto —entrecerró sus ojos—. No hay que correr, puede vernos y huir. Si vemos que trata de escapar la seguiremos.
La mujer era una chica de al menos veinte años, tenía el cabello negro azabache, liso, recto y largo, su piel era blanca y traía ropa oscura. Le hablaba a Mèg y la niña asentía de vez en cuando. 
La vimos mirar hacia nosotros y se levantó. Sin duda la habíamos sorprendido. Le dijo algo a Mègane y se echó a correr entre los árboles del bosque. Jared salió corriendo tras ella, pero no creí que la alcanzara porque la chica ya se había hundido en lo oscuro y profundo del bosque en la noche. Mègane miró a Jared cuando pasó a la par de ella. Yo me eché a correr también, y cuando llegué a mi hija, la tomé entre brazos y me eché a llorar como una condenada.
—Mi amor, ¿estás bien? —decía entre sollozos.
—Sí, mami —me contestó ella de lo más tranquila.
La puse bajo el umbral y revisé sus brazos, sus piernas y su cabeza a ver si estaba intacta. En efecto, la niña estaba completamente bien.
—¿Quién era esa mujer, Mèg? Dime.
—No sé —me dijo encogiendo sus hombros.
—¿Cómo se llama? ¿Te dijo cómo se llama?
—No. Dijo que mi papá me iba a llevar —fue lo que entendí entre su jerga de bebé.

Habían pasado dos semanas desde el incidente en el cumpleaños de Mègane. No la he dejado sola ni un segundo. La seguridad ha aumentado en nuestra casa. La reacción del señor Styles fue muy violenta cuando Mèg le comentó lo sucedido. La niña no entendía mucho, y no hablaba mucho. Tampoco podíamos presionarla para que nos explicara las cosas con palabras que no conocía. Apenas si llegaba a decir palabras básicas como para pedirle detalles. El señor Styles comenzó una investigación, pero no fue necesaria, porque a los tres días estábamos recibiendo una visita inesperada.
Yo estaba peinando a Mèg cuando la puerta sonó. Jared insistió en que no me levantase, él se decidió a abrir y ambos quedamos atónitos al ver a la mujer de cabello negro con la que hablaba Mèg el día de su cumpleaños. 
Sus ojos se plantaron en Jared y tuvo la misma expresión de asombro que nosotros, pero rápidamente arrastró su vista hacia mí.
─Hola ─susurró al verme.
Jared palpó su bolsillo trasero. Estaba segura de que planeaba llamar a la policía, pero algo me dijo que debíamos escucharla primero.
─Hola ─me levanté del sofá.
─¡Rosty! ─dijo Mèg señalando a la chica.
Las comisuras de los labios de la chica se estiraron, pero no alcanzó sus ojos, todo lo contrario, estos se miraban apagados y carbonizados por el dolor. Me recordó tanto a mí cuando vivía en Uxbridge. Era como ver una personificación de mi pasado.
─¿Quién eres? ─gruñó Jared.
─Marco me ha enviado ─dijo entrando a la casa. Se dirigió hacia mí de inmediato.
Mis pulmones se contrajeron y mi respiración se paralizó.
─Llamaré a la policía ─advirtió Jared.
─Jared, no ─le pedí─. Por favor, llévate a MJ. Déjame hablar con ella a solas.
Jared negó con la cabeza, tomó a Mèg entre sus brazos y caminó escaleras arriba refunfuñando algo inentendible.
Regresé mis ojos hacia la chica explorándola detenidamente. 
Traía unas botas sucias y desgastadas, sus jeans estaban desteñidos por el paso del tiempo y su camiseta color marino era posiblemente de hombre. Su cabello estaba enmarañado, largo, negro y sin lustre alguno. Sus ojos estaban apagados entre ese tono cobre que coloreaba su iris. Sus labios resecos y su sonrisa rota.
─Hola, me llamo…
─Lou. Lo sé ─me interrumpió─. Sé más de ti que de cualquier persona en el mundo ─se cruzó de brazos y se los frotó.
─¿Tienes frío? ─le pregunté.
Estábamos en pleno otoño y los vientos eran estremecedores. 
─Bastante ─admitió.
─Acompáñame ─le pedí.
Me siguió hasta la cocina donde preparé café caliente y nos serví un par de tazas. Ella la tomó con desesperación. Podía jurar que el líquido estaba hirviendo, pero ella se lo tomó sin emitir quejido alguno, como si el dolor y la quemazón fuesen algo a lo que ella ya estuviera acostumbrada.
No dejé de observarla a detalle. Era espeluznante verla.
─Dime, ¿dónde está Marco? ─le pregunté con un tono desesperado.
─Está aquí, en Londres. Pero, quiso asegurarse de muchas cosas antes de venir, por eso me mandó a mí; soy su conejillo de indias ─reveló con dolor en su voz─. Mi nombre es Rose Mary Pages. Conocí a Marco hace un año y medio. Soy su criada, esclava, oprimida, mandadera, pera de boxeo y prostituta de turno completo ─masculló entre dientes con ojos hundidos.
Me quedé fría ante el catálogo de papeles que decía empeñar para Marco.
─¿Qué vienes a decirme? ─musité impaciente.
─Marco quiere que le des a la niña ─dijo después de tragarse su cuarta taza de café.
El pecho se me rompió inmediatamente y el instinto de una tigresa parida se me prendió al imaginarme que apartarían a mi cachorra lejos de mí.
─¿Está loco? ─jadeé.
─Por completo ─aseguró─. Dice que si no se la das por las buenas, no tendrá más alternativa que raptarla.
─¡Sobre mi cadáver! ─di un golpe en la mesa.
─Me mandará a mí a robarla, yo lo sé ─rodó sus ojos como hastiada de la vida.
─Ni tú, ni él, ni nadie va a tocar a mi hija, y mucho menos alejarla de mí, ¿me entendiste? ─la amenacé.
─Puedo darle tu recado, pero no puedo doblegarme ante él ─se encogió de hombros.
─¿Cómo qué no? ¿Por qué haces esto, Rose?
─¿Por qué? ─jadeó─. ¿Sino qué más puedo hacer? Soy la mierda que él caga.
Di un paso hacia atrás. Deseaba que Jared llegara y llamara a la policía.
─Aparte no se va a poner feliz por la presencia del chico que se llevó a la niña.
─¡Dime dónde está Marco! ─le exigí.
─Ay, Lou; tú no me das ni la décima parte de miedo de lo que me da Marco ─se levantó.
─¿Sabes qué? Dile a Marco que lo estoy esperando, que dé la cara de una maldita vez, y asegúrate de decirle que la pendeja que dejó se acabó a partir de ahora. ¡Qué venga! ¡Que lo intente! 
Rose cerró sus ojos y suspiró. Me asusté un segundo cuando la puerta dio un portazo. 
Estuve a punto de desmayarme cuando vi a Marco entrando a la cocina. Traía el pelo largo, negro, la barba nacida y estaba más alto y recio que nunca. En sus ojos se reflejaba el odio y el dominio que poseía o creía poseer sobre su alrededor. 
Quise sentir miedo, pero no pude lograrlo. El Marco que me atemorizaba, por el que caía rendida y obedecía sobre todo se había ido junto con la estúpida Lou. Esa estúpida que había sido yo hasta que él se atrevió a meterse con mi hija. 
Marco era lo segundo más sagrado para mí, pero Mègane era para mí como el dios para un religioso. Me sentía totalmente protectora, e iba a cuidar de mi hija con uñas y dientes si hubiese sido necesario. Porque ya nadie, ni siquiera Marco significaba más para mí que Mègane. 
Marco traía la mandíbula presionada y la respiración refunfuñada. Rose comenzó a temblar en el momento. Yo, todo lo contrario, me cuadré frente a él y lo miré retándolo.
─Te dignaste a aparecer ─mascullé entre dientes.
La expresión del rostro de Marco se vio sorprendida por mis palabras. Seguro esperaba alguna ovación o una reverencia. Todos los recuerdos de estos últimos dos años me cayeron en picada sobre el corazón, calándolo profundamente. Ese hombre me había dejado a mí, a mi hija, me golpeó, me ultrajó, me humilló y estuvo a punto de matarme a mí y a mi pequeña niña, y ahora pretende quitarme lo que más amo. No lo iba a permitir de ninguna manera.
─Tú ─señaló a Rose─. ¡Lárgate! ¡No te quiero ver aquí!
─Sí ─susurró levantándose.
─¡Apresúrate! ─le gritó en el oído cuando pasaba a su lado.
La chica salió cabizbaja.
Marco regresó la vista hacia mí.
─¿Cómo estás? ─me preguntó en un tono más suave.
─Si te digo que me llevan los demonios de la rabia, te mentiría; no hay suficientes demonios para arrastrar el coraje que siento.
Marco dio un par de pasos hacia mí e intentó tocarme. Yo me aparté.
─¿Qué quieres?
─Quiero ver a la niña.
─¿La niña? ¿Sabes si quiera cómo se llama?
─Sí. Y sé que lleva mi apellido. Es mi hija; quiero verla.
─No nació de dos años, así que si no fue tu hija estos últimos dos años, no necesita serlo el resto de su vida.
─Déjame verla, maldita sea ─gruñó.
─¡No! ¡Lárgate! ¡Yo tampoco te quiero ver! ¿Recuerdas lo que me dijiste hace más de dos años?... Que mi presencia te hastiaba ¡Pues eres ahora tú quien me hastía! ¡Lárgate o te clavo un cuchillo entre pecho y espalda! 
Los ojos de Marco aumentaron de tamaño en un doscientos por ciento. Dio un par de pasos en reversa y gritó.
─¡Rose! ¡¡Rose!! ¡Maldita seas, Rose Mary, qué vengas aquí ahora! ─voceó.
La puerta se abrió y Rose entró como perrito con el rabo entre las piernas.
─¿Qué no oías que te estaba llamando? ─la tomó del cabello, la zarandeó y la estampó contra el suelo.
Rose sólo se echó a llorar.
─¡Cállate, tus chillidos me fastidian!
─¡Lárguense! ¡Lárguense ambos! ─les ordené.
─¿De dónde, Lou? ¿De mi casa? ─Marco alzó una ceja.
─¿Qué son esos gritos? ─entró Jared con Mègane en brazos.
Marco estalló al ver a Jared, pero su temperamento descendió al ver a la niña.
Corrí hacia ellos y tomé a Mègane entre mis brazos con posesividad.
─Déjame… ─pidió Marco acercándose a nosotras.
─¡No, aléjate!
─¿Marco? ─jadeó Jared─. ¡Qué horrible estás!
─Rose, deshazte del polizonte ─le indicó Marco a la chica tirada en el suelo.
Esta se levantó y golpeó a Jared sacándolo de la cocina.
Marco volvió en marcha hacia nosotros con sus brazos extendidos.
─Déjame cargarla ─flexionó sus manos.
─¡Déjanos en paz!
Marco me ignoró.
─Hola, Mègane. Soy yo, tu papá ─le habló en un tono dulce.
Me dio coraje ver cuán cínico se comportaba.
─Tú no eres nadie ─gruñí.
Él volvió a ignorarme.
─Ven, bebé. Ven con tu papi ─nos siguió acechando─. Lou ─dijo finalmente─. Déjame cargarla ─rogó y su voz se quebró.
─No confío en ti ─admití.
─Si me dejas tenerla un par de minutos ahora, te prometo que no me la llevaré.
─Uh uh. No te creo ─apreté aún con más fuerza a la niña contra mí.
─Te juro que no lo haré. Te lo ruego; déjame tenerla entre mis brazos.
Mi mente decía que Marco sólo estaba actuando, pero el deseo que se reflejaba en su rostro hacía que la tonta Lou apareciera y deseara cederle sus deseos.
Marco se fue acercando y rodeó a la niña con sus brazos. Yo fui suavizando los míos hasta que la solté. Él sostuvo a la bebé en sus brazos y la presionó contra su pecho. Respiró profundamente su olor y cerró sus ojos. Luego de unos segundos, la sentó sobre el desayunador y la exploró. Palpó sus bracitos regordetes y sus mejillas iguales. Rozó su cabello y quedó viéndola fijamente a los ojos.
─Tiene ojos Styles ─dijo al ver el verde de los ojos de su padre.
La niña lo miraba con los ojos abiertos y espantados, pero luego de que Marco hundiera su boca en la barriga de la niña para hacerle cosquillas, se la ganó en diez segundos lo que perdió en dos años. La nena comenzó a reír a carcajadas, y Marco se le unía a sus risas.
La niña enterró sus dedos en el cabello negro de su padre y este cerró sus ojos disfrutando de su masaje. Luego, acarició su barba ahora crecida e hizo un gesto de dolor al sentir como su barba la había pinchado. Marco presionó la nariz de la niña con dulzura y ella le hizo lo mismo, a lo que ambos correspondieron una sonrisa.
Mèg me miró y sonrió. Señaló al tipo que tenía en frente con su dedito y me preguntó con su voz aguda de niña:
─¿Tete papi? 
Los ojos de Marco se iluminaron. Yo crucé mis brazos y suspiré.
─Si, mi amor; él es tu papi.
─¿Tú papi? ─le preguntó con él mismo tono a él.
─Sí, yo soy tu papá ─le susurró uniendo sus frentes.
Maldita escena conmovedora, dije en mis adentros.
Marco plantó un beso en la mejilla de la niña y esta tomó de las orejas a Marco y lo trajo hacia ella cuando este se despegaba. Ella también planto un beso en la mejilla de Marco.
Creí ver una lágrima brotando de los ojos de Marco, pero Jared entró a la cocina rabiando.
─¡Tío JJ, tete papi! ─le dijo Mèg a Jared señalando a Marco.
Jared parecía haber visto un muerto y se puso colorado de inmediato.
─¡Tú! ─le gritó.
─Jared, no enfrente de la niña ─le pedí.
Jared suspiró y asintió.
─Espero que cumplas tu promesa, Marco ─le dije tomando a la niña.
Él persiguió el rostro de la bebé con su mirada como deseando más de su compañía.
─Quiero verla todos los días ─me pidió.
─¡Já! ─se burló Jared.
Marco y yo lo fulminamos con la mirada.
─No puedes aparecer así como así y venir pidiendo derechos cuando no aceptaste responsabilidades ─le dije.
─No me obligues a apartarme de ella ─me suplicó.
─Tú fuiste quien decidió apartarse de ella.
─Déjame venir mañana ─rogó.
─No. Lárgate ─mascullé entre dientes.
Marco dio media vuelta y caminó hacia la puerta.
─¡No! ¡Papi no va! ─chilló Mègane.
Eso me destrozó por completo.
─¡Marco! ─lo llamé.
Él dio media vuelta. Jared negó con la cabeza, sabía lo que iba a hacer.
─Puedes venir mañana si quieres, o quedarte más tiempo ahora ─le ofrecí.
La sonrisa blanca de Marco relució en su rostro.
─¡Rose! ─gritó.
Rose entró aún más desastrosa que antes.
─Volveré en una hora. No quiero que mi niña me vea tan asqueroso como me veo ahora ─se acercó le dio un beso a Mèg y salió por la puerta.
─¡Qué mierdas has hecho! ─gritó Jared en cuanto Marco se fue.

─Jared, por favor, te pido que no me juzgues.
─¿Qué no te juzgue? Lou, es con tu hija con quien estás jugando ─me recordó Jared.
─Lo sé, por ella lo hice.
─¡Por ella! ¿Crees siquiera que ése infeliz pueda querer a MJ? Lo más probable es que regresó porque se vio entre las duras y las rocosas y necesitaba dinero. 
─Él es el padre de Mègane y ahora ya no puedo escondérselo.
─¡Claro que puedes! Sólo tiene dos años, ¡se le olvidará rápido!
─¿Cómo puedes hablar así? Es hora de hablar crudo, Jared. Mègane no es tu hija y nunca lo será esté o no Marco.
─¡De eso ya me di cuenta! Sé que ella es mi prima, y aunque yo te amo, esa niña se ha ganado mi cariño aún más que tú y no dejaré que ni Marco, ni siquiera tú pongan en riesgo su seguridad. ¿Ya viste a esa mujer, la tal Rose? ¡Traía unas fachas de drogadicta perdida! Sabe Dios en qué tipo de burdel de mala muerta la encontró ese malnacido.
─¡Por favor, Jared, no me creas tan estúpida! ¿Acaso piensas que le entregaré a la niña en bandeja? 
─No lo haces por ella, desgraciada egoísta, todo es por ti. Acéptalo, Louisianna, ¡lo sigues amando!
─¡Esta conversación ha concluido! ─salí de la cocina con Mèg en brazos y subí a la habitación con ella.
Le quité la ropa y la metí en la bañera. Era tan agradable verla balbucear y jugar con sus juguetes de goma.
─Papi, mami, yo ─decía haciendo un conteo de sus juguetes. Yo era el pato, Marco el barco y ella la muñequita rosa─. Y tío JJ ─tomó la esponja de baño.
─¿Y tía Jane? 
─Tía Jane ─tomó la botella de champú.
─¿Tú quieres a tía Jane?
Mègane asintió.
─Cathy eh Dani eh Haly eeh tú ─comenzó a chapotear en el agua─. Mami eh papi ─tomó el barco y el pato─. Mua mua mua ─unía ambos jugetes simulando besos─. Mami eh tío JJ, mua mua mua.
─Wow, vaya concepto tienes de tu madre, Jolene ─la saqué del aguay luego de vestirla la recosté en la cama y se quedó dormida.
Bajé las escaleras y me encontré con Jared y una flor en su mano derecha. Solté un suspiro mientras descendía la última grada.
─Hola, Lou.
─Hola, tío JJ ─bromeé.
─Quiero pedirte disculpas por la discusión que tuvimos hace una hora ─se acercó a mí obsequiándome la margarita.
La tomé y le sonreí.
─Eres un tonto ─lo halé del brazo y lo uní a mí. 
Él rodeó mi cintura con sus manos y me apegó más a su cuerpo.
─Quiero hablar contigo, Jared ─susurré ante sus ojos marrones.
Jared y yo salimos a dar una vuelta alrededor de la casa. Tenía una confesión que hacerle.
─Dime, ¿en qué problema me he metido ahora? ─suspiró él.
─En uno muy grave ─le sonreí.
Él frunció el ceño y se detuvo frente a mí.
─Te escucho.
─Jared James Lí Styles, yo... he tenido un repentino cambio.
─Pero, ¿Qué pasa? Dime.
─Hoy que vi a Marco, descubrí cosas que antes no pude ver… ─solté un suspiro y proseguí─. He vivido enamorada del recuerdo de Marco desde hace dos años. He estado idiotizada por su fantasma y he llorado cada noche deseando su regreso, y hoy que lo ha hecho… me he decepcionado la verlo.
─No entiendo ─sacudió su cabeza.
─Cuando vi a Marco, fue como regresar en el tiempo, a una etapa de mi vida donde yo era un asco y tenía la autoestima donde los caballos. Me creía una reverenda mierda, y cuando escuché a Rose diciendo lo mismo que yo pensaba hace dos año fue tan… impactante. Vi en esa chica la Lou que era antes, y me dio asco. No volveré a ser esa Lou jamás, y aunque sienta aún algo por Marco, no es más que por el vínculo que él posee con Mègane, pero estoy segura de que ya no tiene nada que ver conmigo.
─Eso quiere decir que… ¿ya no estás enamorada de él?
Negué con la cabeza.
─No, Jared. Ya no lo estoy. Y cuando me puse a pensar sobre cómo has sido estos dos años y cómo han pasado las cosas, más lo que presencié hoy. Jared... ─levanté la vista hacia él y miré sus ojos chispeantes─. Quiero intentarlo contigo, y quiero hacerlo enserio.
La sonrisa de Jared se ensanchó y me estrechó en sus brazos.
─No sabes cuánto he esperado por escuchar eso ─susurró contra mi cabello─. Voy a hacer de ti la mujer más feliz que existe, Lou Allen.
Giré mi rostro hacia él, y en un rocé dirigido por nuestras mejillas unimos nuestros labios por primera vez. Sentí la pasión en su beso y el deseo en la forma en que me tomaba con sus brazos.
─Mami, tío JJ, mua mua ─dijo una vocecita dulce.
Jared y yo nos separamos y miramos a la pequeña y adorable criatura con ojos de recién despierta.
─Mègane, te he dicho que no salgas de la casa sola ─la regañé tomándola en brazos.
─Sólo por eso, estás castigada y tendrás que ir a comer un helado con tu mamá y conmigo ─le dijo Jared tomándola en brazos para luego lanzarla al aire y atraparla.
─¡No has dormido nada, Mèg! Jared, no la despabiles más ─le pedí.
─¿Te apetece soltar a mi hija, desgraciado? ─dijo una voz ronca y gruesa.
Jared agarró con fuerza a la niña y todos dirigimos nuestra vista hacia Marco, quien se había afeitado y aseado. Su cabello negro y húmedo caía como en cascada por su rostro, y sus ojos grises chispeaban.
─Bájala ─le ordenó.
Jared me miró y yo le asentí. Bajó a la niña a regañadientes y esta inmediatamente se echó a correr hacia su padre.
─¡Papiiii! ─gritó al encontrarse con los brazos abiertos de Marco.
─Hola, preciosa ─la besó─. Louisianna, quiero hablar contigo,… y sólo contigo ─le lanzó una mirada fulminante a Jared.
Le susurré a Jared que estaríamos bien y que regresara en un par de horas. Él asintió inseguro y se fue. 
Entré a la casa con Marco y Mègane. Marco se puso a colorear hojas con Mègane en el suelo, y cuando esta estuvo lo suficientemente entretenida Marco se sentó conmigo en el sofá.
─Es una niña increíble ─susurró Marco con los ojos brillantes.
─Lástima que te la perdiste estos dos años. Disfruta este día porque no será así todos los demás.
El semblante de Marco cambió de inmediato y regresando su vista hacia mí dijo:
─No pensarás apartarme de ella ahora.
─Si regresaste para poder reclamarle herencia a tu padre, puedes hablar eso con él, pero si realmente lo que quieres en tener contacto con mi hija, tendremos que llevar esto a una corte y establecer un horario de visita legal.
─¡Lou, no me hagas esto! Yo quiero poder verla cuando quiera ¡Quiero volver a vivir aquí! ─pidió─. Con ella ─añadió.
─¡Ni en tus más remotos sueños! Tú no traerás a esa tal Rose a confundir a mi hija!
─La puedo botar en cualquier momento. Esa maldita no tiene ni un gramo de importancia para mí ─dijo con hastío.
─Pues lo siento, Marco; ya te he dado las dos opciones que pueden interesarte. Lamento decirte que no hay más donde elegir.
─Que diferente estás, Lou. No eres la misma alfombra que dejé ─se burló.
─Lamento no poder decir lo mismo de ti; sigues siendo el mismo inepto de siempre.
Marco presionó su mandíbula y apretó sus puños.
─¿Vas a golpearme como antes? Ya no tengo un bebé en mi vientre al que puedas matar. Mira, Marco, mira a tu hija ─le señalé hacia Mèg─. Dime qué sientes al verla. ¿Qué se siente saber que casi muere por tu culpa? ¿Te agrada la sensación?
─¡No me hagas esto! ─se levantó furioso─. ¡Sigues siendo una estúpida, Lou! ¡Agradece que no me la he llevado, cosa que puedo hacer en el momento que desee!
Mègane se sobresaltó ante los gritos de Marco.
─¡Inténtalo, desgraciado y verás cómo te refundo en la cárcel!
La puerta de la entrada se abrió y dejó entrar a la mujer que Marco menos quería ver.
─Buenas tardes a la familia completa ─dijo Jane con sus típicos aires de superioridad.
Marco empuñó sus ojos al reconocer la voz.
─¡Miren nada más, el padre prodigo ha regresado! ─dijo ella sarcástica.
─¡Tía Jane! ─gritó Mèg corriendo hacia ella.
─Hola, mi amor, ¿quién es este apestoso que ha venido a visitarte!
─¡Papi aquí, papi aquí! ─le respondió la niña señalando a Marco, este no se volteaba.
─¡No me digas! ¡Papi aquí! ─se burló Jane.
─Mami, Mèg yo ─dijo Cathy detrás de los pies de Jane.
Marco frunció el ceño y se volteó para saciar su curiosidad. Él no reconocía la voz de Catherine.
─¿Qué? ¿También quieres llevarte a mi hija? ─alzó una ceja retándolo.
Marco torció una sonrisa hacia la niña rubia con cabello rubio rizado y ojos verdes.
─¿Ella es…
─Catherine Claire Lí ─le contestó Jane.
─Mi sobrina ─dijo Marco con satisfacción─. ¡Mira nada más, tiene los característicos ojos Styles! Esos ojos que yo no tengo.
─Tal vez no eres tan Styles después de todo.
─Te equivocas, hermana, soy tan Styles como tú. ¿No lo has notado en nuestra personalidad? Ambos somos unos desalmados natos ─se burló.
─Cathy, querida, ve con Mèg a jugar su habitación ─le instó su madre.
Ambas subieron las escaleras entre risas.
─¿Por qué regresaste, Marco? ─le preguntó Jane secamente.
─¿No es obvio? ─señaló escaleras arriba con su pulgar.
─¡No seas cínico, por Dios! ─ladró Jane─. Dime, ¿esperas el tercio de la herencia Styles-TA? La de mamá la tienes segura. Todos los años de trabajo y esfuerzo de mis abuelos en Las Vegas desperdiciado con un inmaduro como tú ─bufó─. ¿O qué, también vas a pelear por las tierras de los internados y construir un prostíbulo?
─¿Vas a llegar a pedirme trabajo? ─soltó una risita.
Jane dio un par de pasos hacia él furiosa, pero se detuvo.
─No te tengo miedo, ni a ti ni a tu sicópata interna, esquizofrénica ridícula.
─¡Cállate, imbécil!
─Estás en mi casa, Janie, y aquí no me puedes callar.
─¡Esta no es tu casa, es de Mègane! ─la voz de Jane se quebró.
─¿Me recuerdas el apellido de Mèg? ─le preguntó Marco morbosamente.
Jane no le respondió.
─Eso creí. Ahora si me lo permites, te dejaré saber que no quiero ver a tu esposito, ni a ti, y mucho menos al colado de tu hijo aquí, ¿me entiendes?
─¿Lo has dejado vivir aquí? ─me preguntó Jane.
─No. En ningún momento ─le respondí.
─No tiene de otra ─Marco se encogió de hombros─. Puedo enseñarte las escrituras de la casa.
Jane no podía dejar que Marco jugara con su orgullo de esa manera.
─Lou, Mègane y tú pueden irse a nuestra casa, o a nuestro apartamento.
Marco soltó un bufido.
─Ellas no se mueven a ningún sitio ─aseguró.
─Claro que nos vamos ─objeté─. Tú quieres tu casa, quédatela. Y Mèg podrá tener todos los apellidos que quieras, pero su custodia está completa y exclusivamente referida a mí, y si a mí se me apetece irme a vivir a la Antártida ahí me la llevaré con o sin tu consentimiento, porque éste ni suma ni resta importancia.
La boca de Marco cayó al suelo y Jane sonrió complacida.
─Y he oído de que tienes nueva esclava, una tal Rose. Dime, ¿está embarazada o ya le mataste al hijo? 
─Sí, le incendié la casa ─contraatacó.
Jane sonrió maléficamente, tenía algo en mente seguro, algo jugoso que haría que Marco se revolcara del ardor.
─Lou, querida, Jared ya me comentó sobre la relación que estableció contigo. Estoy muy complacida de que estén juntos. Él ya está preparando el apartamento para que tú y Mègane vayan se muden con él ahora mismo. ¡Cathy, Mègane, bajen ahora! 
─¡¿Qué?! ¡¿Has aceptado a ese maldito?! ─me gritó Marco rabiando.

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