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By comfortingsounds

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Allison y Harry, cuya amistad fue destruida años atrás, volverán a unirse para intentar resolver un misterios... More

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Nota de la autora

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By comfortingsounds

Harry se pone en pie lentamente, liberando a Douglas del peso de su cuerpo. Bajo la tenue luz de las farolas puedo observar las salpicaduras de sangre que han manchado su rostro, del cual ha desaparecido cualquier rastro de color. Su mano derecha parece inflamada y no deja de temblar, aunque no sabría decir si de dolor o de rabia.

—¿Qué estás diciendo? —murmura. En su voz se esconde un atisbo de miedo.

Douglas intenta ponerse en pie. Apoya las rodillas y las manos sobre el asfalto y tose varias veces, dejando manchas rojas sobre el alquitrán. Con el resto de fuerza que le queda se incorpora, aunque tarda en estabilizarse algunos segundos. Dirige sus ojos inyectados en sangre hacia Harry y lo observa con una mirada llena de desolación.

—Fue un accidente.

Harry niega con la cabeza y suelta una risa.

—No —dice, tajante—. Estás de broma. Tú no mataste a Logan.

—Harry, escucha...

Pero él lo manda a callar levantando una mano. Lo observo cruzarse de brazos y mantenerse en silencio, como si intentase ordenar sus pensamientos. Traga saliva y baja la mirada, permaneciendo así durante largos segundos. Asiente un par de veces para sí mismo y se seca una lágrima. Cuando vuelve a hablar, su voz suena completamente rota.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunta, sin alzar la vista siquiera. El extraño que tenemos ante nuestros ojos sacude la cabeza.

—No lo comprenderías.

—No, desde luego que no. Pero quiero saberlo.

Douglas le lanza una mirada suplicante, pero Harry permanece firme, esta vez mirándolo a los ojos. Se pasa una mano por su cabello rubio en un gesto nervioso y suelta un suspiro de resignación, apoyándose lentamente en uno de los vehículos aparcados en la calle.

—Ocurrió la mañana del partido de fútbol —explica, utilizando un tono fatigado—. Logan y yo habíamos decidido no ir al instituto aquel día. Él quería descansar y yo no estaba de humor como para ir a clase, así que fuimos a su apartamento. Ya sabes, para fumar, hablar... Tenía todo recogido en cajas de cartón, como si tuviese planes de marcharse a algún lado. Logan sacó el tema del futuro. Nunca lo había visto tan preocupado por lo que podía pasarle. Me confesó que estaba pillado por una chica, que las cosas no estaban siendo fáciles para ninguno de ellos.

Paige, pienso.

—Logan nunca me contaba nada sobre su vida, pero aquel día parecía como si algo no fuera bien y realmente necesitase a alguien que le escuchase. Cuando terminó de hablar sobre aquella chica dijo que necesitaba tomar el aire y salió del edificio, dejándome solo en su apartamento. Se me acabó el tabaco así que me tomé la libertad de rebuscar entre sus cajas para ver si encontraba otro paquete de cigarrillos. Fue entonces cuando encontré un cuaderno. Creí que era un diario, y después de la charla que habíamos tenido sentí tanta curiosidad por averiguar cualquiera de sus secretos que decidí echarle un ojo. Sé que no estuvo bien, y a veces pienso que si hubiese respetado su privacidad, nada de esto habría ocurrido.

—¿Por qué? —pregunta Harry—. ¿Qué encontraste?

Douglas se lleva la mano a la zona sana de su rostro y masajea la mandíbula, donde un oscuro moratón está comenzando a formarse. Esboza una pequeña mueca de dolor y deja caer de nuevo el brazo.

—Una partida de nacimiento. Tres de agosto de mil novecientos noventa y siete. Douglas Donovan. —Suelta una risa completamente desprovista de alegría ante nuestra confusión. Después baja la mirada y sacude la cabeza débilmente, transformando su rostro en una expresión afligida—. Logan y yo éramos hermanos.

Soy incapaz de reaccionar. Cuanta más información obtengo, más incomprensible me resulta todo. Miro a Harry, cuyo semblante ha quedado plenamente descompuesto. Se acerca con parsimonia al vehículo sobre el que se encuentra apoyado Douglas y se reclina en él, junto a su amigo, como si su cuerpo ya no fuese capaz de sostenerse en pie por sí solo. Niega repetidas veces, con la mirada clavada en un punto indeterminado.

—No puede ser —murmura.

—Yo no lo comprendía —continúa Douglas—. No entendía lo que aquel papel quería decir. Solo sabía que durante toda mi vida había vivido engañado, aunque no por quién exactamente. Me quedé con el folio entre mis manos largos minutos, sentado en la cama, hasta que Logan volvió a su apartamento y me descubrió. No sé cómo, pero enseguida supo lo que había pasado. Intentó explicarse, retenerme allí, pero yo no quise escucharle y salí corriendo de aquel lugar. Cuando llegué a casa ni siquiera pude mirar a mis padres a la cara. Tampoco es que se diesen cuenta de que yo no estaba bien. Me encerré en mi habitación y me pasé el resto del día allí, sin sacarme aquello de mi cabeza y emborrachándome, porque cuantas más vueltas le daba, más miserable me parecía mi vida. Logan me había ocultado quién era yo en realidad, mi verdadera vida, condenándome a vivir una en la que mi padre, un ex policía borracho, pegaba día sí y día también a mi madre, quien se había hundido en una fuerte depresión y pocas veces se acordaba de que tenía un hijo que la necesitaba. Logan me quitó la oportunidad de deshacerme de todo aquello, la oportunidad de saber que no estaba solo en el mundo y tenía un hermano. Pero él ni siquiera se preocupó por hacérmelo saber. Incluso conociendo que yo era sangre de su sangre, permitió que siguiese viviendo aquel infierno. Día tras día.

Douglas aprieta la mandíbula, intentando retener los temblores llenos de rabia que se han apoderado de su cuerpo. Una lágrima cae violentamente de sus ojos y sacude la cabeza.

—En aquellas horas que pasé en casa acumulé demasiado odio. Necesitaba hablar con Logan, pedirle que me explicase por qué nunca había hecho nada aun sabiendo la verdad. Sabía que en aquel momento estaría en el partido, así que me dirigí al instituto. Lo encontré en los vestuarios, solo. No estaba feliz. Cuando lo estampé contra las taquillas no parecía asustado, ni sorprendido. Supongo que llevaba esperándome toda la tarde. Le insulté, le grité, le dije que me había destrozado la vida. —Clava su mirada en la mía, percatándose de mi presencia por primera vez. Evoco el momento en mi mente, cuando encontré a ambos amigos enzarzados en aquella pelea que me llevó, desde un principio, a sospechar que Douglas había sido la persona que mató a Logan. Nunca estuve equivocada—. Él no pronunció palabra durante todo el rato que estuvo contra las taquillas. Solo cuando le solté, llorando y agotado, se dignó a hablar. «No habría servido de nada», me dijo. «Mis padres nunca te quisieron». Después, sonó el silbato del árbitro y se fue.

Me quedo observándolo, y, a pesar de ser consciente de todo el daño que ha causado, de todas las mentiras que nos ha hecho vivir, no puedo evitar sentir lástima por él. Harry, por su parte, no dice nada. No le culpo. Imagino que tampoco es capaz de crear en su mente una frase que en este momento tenga suficiente sentido e importancia como para ser pronunciada.

—Estaba demasiado furioso, Harry —lloriquea Douglas—. Y borracho. No podía ver más allá de todo lo que había tenido que soportar a lo largo de mi vida. Rebusqué en el armario de mis padres para encontrar algo que me asegurase que realmente no era hijo de ellos. Fue entonces cuando me topé con la pistola de mi padre y se me pasó aquella locura por la cabeza. Fui a casa de Ethan y vi a Logan allí, disfrutando de la fiesta como si nada hubiese ocurrido. Me volví loco. Lo cogí desprevenido, lo arrastré hasta un lugar donde nadie nos pudiese ver y volvimos a discutir. Le pegué una paliza. Saqué la pistola y le apunté. Lo último que recuerdo con claridad es que Logan me gritó si estaba loco, con los ojos desorbitados por el miedo. Forcejeamos, y sin darme cuenta, apreté el gatillo. Murió en el acto.

El cuerpo de Douglas se contrae violentamente y estalla en un llanto profundo y desesperado. Hunde el rostro entre sus manos y permenece así largos segundos, completamente abatido y hecho añicos.

—Fue un accidente, Harry. Yo no quería disparle. Solo pretendía asustarle un poco, que me contase más de lo que estaba dispuesto a hacer. Que me diese una explicación convincente o aceptase a llevarme ante mis padres biológicos. Cualquier cosa. No lo sé. No esperaba que las cosas acabasen así, lo juro...

Harry traga saliva, con la mirada perdida. Se pasa una mano por su mejilla izquierda para limpiarse el rastro de una lágrima y entonces alza la vista hacia Douglas, aunque soy incapaz de descifrar qué se esconde tras sus ojos. Por un momento temo que la ira le asalte y vuelva a darle una paliza a Douglas. Sin embargo, no hace nada parecido a mis pensamientos, sino que levanta una de sus manos y la coloca sobre el hombro de su amigo en un gesto de apoyo.

—Está bien, Douglas —dice, con un tono demasiado tranquilo—. Te creo.

Douglas aparta el rostro de entre sus manos y lo mira con la misma incredulidad que yo lo hago. Sorbe por la nariz y le lanza una mirada interrogante.

—¿Me crees? ¿Por qué?

—Porque así sé que me resultará más fácil defenderte cuando hables con la policía —se limita a responder. Justo entonces, Douglas se incorpora de un salto y niega con la cabeza.

—No —murmura, atemorizado—. No voy a hacer eso, Harry. No voy a entregarme.

Harry frunce el ceño. Su comportamiento me resulta tan anómalo que, por un momento, no sé a quién de los dos debo tener más miedo.

—Hay gente que merece una explicación, Douglas. Es lo correcto.

—Fue un accidente. Necesito una segunda oportunidad. No puedo ir a la cárcel.

—Eres menor de edad. No irás a la cárcel.

—¿Y qué crees? —pregunta Douglas, alzando la voz—. ¿Que lo que sea que me espera en su lugar va a ser mejor? Si la policía averigua que yo maté a Logan, mi vida quedará completamente arruinada. Para siempre.

—Douglas... —Harry se acerca lentamente hacia él, con los brazos extendidos. No obstante, antes de que ninguno nos demos cuenta, Douglas mete la mano en el bolsillo y saca un revólver, apuntando directamente hacia la cabeza de Harry.  El corazón se me encoge y lo siento palpitar con fuerza contra mi pecho.

—Déjame ir —dice, esta vez sin rastro de dolor en su expresión, tan solo frialdad—. Déjame ir o...

—¿O qué? ¿O me vuelas la cabeza como hiciste con Logan?

La impasibilidad de Harry me coge por sorpresa. Le tiembla una de sus manos, pero su rostro permanece completamente sereno. Por un momento, siento que no puedo hacer nada más aquí, que tengo que huir antes de enfrentarme cara a cara con la boca del revólver. Pero sé que no es la mejor opción, porque ni tengo forma de escapar sin que me peguen un tiro, ni puedo dejar a Harry solo. No ahora.

Douglas aprieta con fuerza la mandíbula y tensa aún más los brazos. Me mira de reojo y, sin previo aviso, dirige el arma hacia mí. Mi cuerpo se vuelve rígido.

—O la disparo a ella —responde, esbozando una sonrisa canina.

El aplomo que Harry ha mostrado hasta ahora se esfuma por completo y la rabia comienza a asomar por su rostro. Estoy a punto de decirle que se tranquilice, que no pasa nada, pero se me hace tarde. Harry se abalanza sobre Douglas como una fiera y caen los dos contra el asfalto. El revólver se desliza por el suelo hasta quedar a un metro de ambos. Sé que es mi oportunidad para hacerme con él, pero su situación hace que solo encuentre problemas para ello. Harry intenta bloquear a Douglas con las rodillas mientras estira el brazo para alcanzar la pistola. Sin embargo, Douglas consigue deshacerse de él y le pega un puñetazo en la oreja, haciéndole perder la estabilidad y casi la conciencia. Douglas se libera de su cuerpo empujándolo hacia un lado y se incorpora, rápidamente recuperando el arma. Apunta de nuevo a la cabeza de su amigo y yo permanezco en el mismo sitio, sintiéndome aterrorizada y completamente inútil.

—Por los buenos tiempos —sonríe. Dirige el revólver hacia la pierna de Harry y aprieta el gatillo.

El estruendo rompe con el silencio de la noche. Rebota contra mis oídos y cierro los ojos en un acto reflejo. El aullido que se escapa de la garganta de Harry me hiela la sangre, y cuando abro los ojos, él está retorciéndose de dolor en el suelo y Douglas ha huido.

Me acerco corriendo hacia Harry y me dejo caer de rodillas a su lado, observando su rodilla ensangrentada.

—Dios mío, Harry. Dios mío.

Con manos temblorosas, introduzco los dedos en las rajaduras de sus vaqueros y, con la mayor fuerza que consigo reunir, tiro hasta romperlos. La herida que aparece frente a mí me revuelve el estómago. La bala ha atravesado limpiamente la zona superior de la rodilla, quedando ensangrentada en el asfalto y desprendiendo olor a pólvora. No obstante, la herida no deja de expulsar sangre, aunque el color oscuro de esta consigue relajarme en cierta medida. Al menos no ha dañado la arteria, pienso. Me deshago de mi abrigo y me quito mi jersey, quedándome únicamente con una camiseta de manga corta. Lo coloco sobre la pierna de Harry y aprieto con fuerza. Él vuelve a gritar de dolor y me mira.

—Duele —balbucea, entre lágrimas. Le acaricio el pelo y asiento.

—Lo sé.

Sin dejar de presionar con una mano, extiendo la otra hacia mi abrigo y rebusco en sus bolsillos hasta dar con el móvil. Marco el número de emergencias y hablo con la mujer que se encuentra al otro lado, indicándole todos los datos que conozco para que vengan a buscarnos, pues ni siquiera sé en qué calle nos encontramos.

—Por favor —susurro—. No tarden.

Dejo el móvil sobre el asfalto y vuelvo a mirar a Harry, que tiene los ojos cerrados y el rostro empapado en sudor. Acerco mis labios a los suyos y dejo un ligero beso sobre ellos. Harry levanta un poco sus párpados y me observa con cansancio.

—Tenías razón —me dice—. Tuviste razón desde el principio.

—Shh. Eso ahora da igual.

Asiente y vuelve a cerrar los ojos. Frunzo los labios para intentar retener las lágrimas. Parece tan indefenso, tan pequeño en este momento. Su cuerpo se contrae y se relaja en un mismo segundo. Se humedece los labios y tose.

—Ha huido —susurra, sin fuerzas.

Vuelvo la cabeza hacia la oscuridad de la calle. No hay ni rastro de Douglas. El muy bastardo ha tenido la suficiente cobardía de disparar a su amigo y dejarlo herido en mitad del asfalto, sin ni siquiera mirar atrás. La ira se me acumula en el pecho y se me hace difícil respirar. Escucho sirenas a poca distancia y sé que no tardarán en venir. Agarro la mano de mi amigo y la estrecho con fuerza.

—Lo siento.

Harry abre los ojos y me mira con confusión, pero antes de que pueda decir nada, me pongo en pie y salgo corriendo hacia la misma dirección de Douglas. Escucho a Harry gritar mi nombre, pero no me vuelvo. Para cuando las luces amarillentas de la ambulancia se asoman por la calle, yo ya he girado la esquina.

Corro con todas mis fuerzas, aunque no sé hacia dónde. Douglas podría estar en cualquier lado, incluso fuera del barrio, aunque los golpes que le propinó Harry y las quemaduras de su cuerpo no deben de haberle permitido huir demasiado rápido. Exhausta, me detengo en mitad de una de las calles y miro hacia mi alrededor, intentando recuperar el oxígeno. Me miro las manos, ensangrentadas. Yo misma podría parecer una criminal si alguien me encontrase ahora mismo.

Vuelvo a girar sobre mí misma, y otra vez me topo únicamente con la soledad y la oscuridad. Comienzo a arrepentirme de haber dejado a Harry solo y herido y me siento estúpida por haber preferido perseguir a un chico desquiciado antes que permanecer con mi amigo. Dejo escapar el aire y echo a andar de nuevo hacia donde estábamos. No obstante, el sonido de un percutor a mi espalda me detiene por completo.

—Así que no soy el único que deja tirado a sus amigos.

Lentamente, me doy la vuelta hasta quedar cara a cara con el rostro de Douglas. Se ha convertido en una auténtica bestia. La quemadura del rostro y los ematomas cubren ahora todas sus facciones, deformándolas de forma grotesca. Sus ojos han perdido cualquier rastro de humanidad y ahora tan solo son dos témpanos de hielo semiocultos tras la hinchazón de sus cejas y pómulos. Esboza una media sonrisa que me recuerda a la de una gárgola.

—Sé lo que estás pensando —dice—. Que debería haberme quemado junto al resto del edificio.

No se lo niego.

—¿Por qué lo hiciste?

—No era mi intención, realmente. Solo destruir algunas pruebas. Se me fue la mano con el fuego.

—Y acabaste quemándote.

Suelta una risa.

—Te lo he puesto fácil, ¿eh?

—Harry estaba dispuesto a perdonarte —murmuro—. Incluso si volvieses ahora y le pidieses disculpas, las aceptaría. Te quiere. No entiendo cómo has podido dispararle.

La sonrisa de Douglas desaparece de sus labios. Distingo un atisbo de culpabilidad en su expresión.

—No era una opción —responde—. No voy a dejar que el mundo me conozca solo porque maté a un chico. No quiero que ese sea mi futuro. Me merezco algo mejor. Me merezco mi segunda oportunidad.

—Tú no se la diste a Logan.

Douglas me enseña los dientes y acerca aún más la pistola a mi rostro.

—Cállate —escupe. Su voz es temblorosa—. Cállate.

—No vas a dispararme —le digo.

—¿Y cómo estás tan segura, eh?

Clavo la mirada detrás de él, donde luces azules iluminan la fachada de los edificios a lo lejos. Vuelvo a mirar a Douglas y me encojo de hombros.

—Porque eres un cobarde.

El pecho de Douglas se hincha de rabia y, por un momento, creo que va a apretar al gatillo. Entonces, el ruido de las sirenas nos envuelven y Douglas se gira, sorprendido.

—¡Alto! —grita alguien—. ¡Policía!

El monstruo que tengo ante mí me fulmina con la mirada.

—Maldita zorra.

Se abalanza sobre mí y me aprieta contra su cuerpo, agarrándome el cuello con su brazo quemado. Me coloca el hierro del cañón sobre la sien y trago saliva. El olor a pólvora y piel chamuscada me penetra en las fosas nasales. Observamos como un grupo de policías se acercan a nosotros rápidamente, pistolas en mano.

—¡Suelta el arma!

Distingo el rostro de uno de los agentes. La detective McCarthy. La miro a los ojos y ella me devuelve la mirada, asintiendo para tranquilizarme. Noto a Douglas vacilar un segundo y aflojar su presión, por lo que aprovecho para revolverme y escapar de su agarre. Él intenta cogerme de nuevo, pero no lo consigue. Corro hacia los policías, que enseguida me cubren y rodean al joven.

—Suelta el arma —le ordena McCarthy tranquilamente—. No vamos a dispararte. Simplemente suelta el arma.

Pero Douglas niega con la cabeza repetidas veces, sin dejar de apuntar con el revólver hacia todos lados. La frialdad ha desaparecido de su rostro y ahora vuelve a ser un chico de diecisiete años, asustadizo y lleno de arrepentimiento. Observo las lágrimas empapar su rostro destrozado y clava sus ojos en mí.

—Dile que yo también le quería —dice—. A los dos.

Se lleva el revólver a la boca y dispara.

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