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El trayecto a casa me resulta silencioso e interminable. Hace apenas cinco minutos que hemos dejado la casa de Paige, que se ha quedado dormida poco después de bajar de la azotea. Cuando sus padres han llegado y le hemos informado de lo ocurrido, nos han dado simplemente las gracias y nos han pedido que volviésemos a casa. Después, cuando hemos salido y cerrado la puerta, la señora Crawford ha empezado a llorar.

Desanimada y agotada, le he pedido a Harry que se encargase de conducir. Él no ha puesto objeciones, aunque por su palidez y las oscuras bolsas bajo sus ojos, sé que él también está cansado.

Mientras recorremos la ciudad, observo sin demasiadas ganas los edificios que nos rodean, intentando centrar mi mente en algo que no tenga que ver con Paige. Las calles siguen tranquilas y solitarias, a excepción de algún que otro grupo de jóvenes borrachos que caminan dando tumbos y cantando canciones incomprensibles. Me fijo en las luces navideñas que cuelgan de farolas y adornan los árboles, y aunque soy consciente de que su propósito es dar vida a las monótonas calles de Baltimore, no soy capaz de sentir más que una profunda y extraña melancolía.

A pesar de mis esfuerzos por mantenerme despierta, mis párpados no tardan en cerrarse y pierdo la noción de la realidad, aunque sin desprenderme completamente de ella. Permanezco sumida en un ligero sopor durante varios minutos, sin dejar de sentir el ruido del motor en algún rincón de mi mente. En algún momento y lugar, noto el coche detenerse y desequilibrarse levemente cuando alguien se sube a él. Escucho una voz, quizás la de Tyler. Por su tono de voz parece preocupado, aunque las palabras que pronuncia me resultan incoherentes. Después, el ambiente vuelve a silenciarse, y me quedo profundamente dormida.

—¿Allison?

Abro los ojos. Todo a mi alrededor está borroso, así que me veo obligada a parpadear varias veces hasta que cada figura frente a mí se vuelve nítida. Ya no noto la vibración del coche, y me pregunto cuánto tiempo he estado ausente. Me respondo que poco más de cinco minutos, pero, sorprendentemente, cuando dirijo la vista hacia la ventanilla, me doy cuenta de que ya hemos llegado a casa.

Me vuelvo hacia Harry, cuyas manos se encuentran aferradas al volante. Me dirige una sonrisa cansada y ladea un poco la cabeza.

—¿Cómo estás?

Trago saliva, intentando hacer desaparecer el sabor dulzón de mi boca.

—Bien —miento—. ¿Y tú?

—Bien —me imita. Curva ligeramente una de sus comisuras antes de dirigir la mirada hacia la casa—. Tyler está esperándote dentro.

Asiento. Aguardo unos segundos más antes de colocar la mano en el frío manillar y tirar de él. Salgo al exterior y camino hasta la acera, arrastrando el peso de mi cuerpo sin energía. Observo a Harry apearse del Jeep mientras entierro la mitad del rostro en mi bufanda, entumecida por el frío. Los faros del vehículo parpadean dos veces cuando Harry activa el seguro y se dirige hacia mí.

—Tu madre aún no ha llegado —me dice, tendiéndome las llaves. Las cojo y las retengo en el interior de mi puño—. Tyler dice que os mandó un mensaje a ambos avisándoos de que tardaría un poco más de lo previsto.

Me limito, una vez más, a asentir. Así no tendré que darle explicaciones, pienso.

Permanecemos el uno frente a otro durante unos segundos que se me antojan eternos. Ambos estamos agotados, y sin embargo, ninguno parece querer marcharse a casa.

Quizá porque lo último que nos apetece a ambos ahora mismo, es tener que enfrentarnos solos a nuestros propios pensamientos.

Cierro los ojos durante un instante, y cuando los vuelvo a abrir, me veo obligada a dar el primer paso.

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