Just Good Friends (Michael Ja...

By KatGGP

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••Ganadora de los MJ AWARDS en Categoría Romance•• Novela/Fanfic inspirada en Michael Jackson y en la serie d... More

Sinopsis
Presagio
1. "Nosotros"
2. "Primer Encuentro"
3. "Interrogatorio"
4. "Confiar en ti"
5. "Problemas"
6. "Sin Retorno"
7. "Perdida"
8. "Nada Más"
9. "La Misma Discusión"
10. "Emily" (Parte 1)
11. "Emily" (Parte 2)
12. "Herida"
"..."
13. "Falsas Esperanzas"
14. "Insinuaciones"
15. "Nuestra Historia en Minutos"
16. "Lo Lamento"
17. "Nada más que Amigos"
18. "Neverland"
19. "Mi Abismo"
20. "Rostros que ya conocía"
21. "Confianza"
22. "Con Promesas y Lágrimas"
23. "Londres, 1988"
24. "Seguir Esperándole"
25. (Parte 1) "Nuestra Destrucción"
25. (Parte 2) "Nuestra Destrucción"
26. "Junto a Ella"
27. "Prisas, Pesares"
28. "Susurro Involuntario"
29. "Simple Impotencia"
30. "Su Mundo"
31. "No Sin Ella"
32. "Un Juego"
33. "Hayvenhurst"
34. "Deseo"
35. "Encuentros"
36. "Realidad"
37. "Un Invierno Diferente"
38. "June"
39. "Mentiras"
40. "Colisión"
41. "Maldad"
42. "Ojos Verdes"
43. "Algo Más"
44. "Un Sólo Recuerdo"
45. "Posibilidad"
46. "Dudas y Propuestas"
47. "Incierto"
48. "Sin Voluntad"
50. "Esperanza Extinta"
51. "Olvido"
52. "Incompleta"
53. "En un Sueño"
54. "Alma Rota"
55. "Destruida"
56. "Una Salida"
57. "Extrañar"
58. "Por Amor"
59. "Vacío"
60. "Nostalgia"
61. "Sentencia"
62. "Su Luz"
63. "Ella"
64. "Delirio"
65. "Universos Diferentes"
66. "Amigos"
67. "Ángel"
68. "Como Antes"
69. "Cambio de Planes"
70. "Equivocado"
71. "Obsequio Perfecto"
72. "Miedo"
73. "Alma Gemela"
74. "Sin Secretos"
75. "Frágil"
76. "Increíble"
77. "Papá"
78. "Un Destello"
79. "Eterno" (Epílogo)
Agradecimientos
Soundtrack de la Historia
Ediciones
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49. "Odio"

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By KatGGP

Me rompí, me quebré.

Cada pedazo de mi dolía, ver eso me mató.

Y siento mi pulso detenerse.

Los ojos de Michael tocaron los míos mientras mi corazón se hundía sintiéndose arder como nunca antes. Mis ojos ya se llenaban de lágrimas, de forma inmediata.

El mundo colapsó en ese instante.

—N-no, no...

¡Rachel...!

Ignorarle, y salir corriendo de ahí es lo siguiente, una mano pegada a mi boca para cubrir los malditos sollozos, las gotas saladas alcanzando toda mi piel, la vista borrosa, y después, sentir que todo se desmorona ante mí y los pasos trémulos que doy entre cada escalón que me alejan de todo. Sentir que mi vida dejaba de existir, que la felicidad se había vuelto miseria, mi luz ahora penumbra, y mi corazón hecho añicos.

No, no lo puedo creer. No así. No de él. No Michael.

Toco el vestíbulo con mi aliento hiperventilando, con la cabeza martilleando a tal grado que creí explotaría, aquello sin contar las enormes ansias por devolver mi estómago que me embargaban, por largarme al demonio de ahí. El miedo, el dolor subía y bajaba hasta chocar con el nudo en mi garganta con tal efervescencia que ardía.

Me siento golpeada por el maldito frío al salir, impregnándose insoportable en la totalidad de mis huesos. La misma destrucción que había sentido desde hace tan sólo segundos sigue perdurando en el tiempo haciéndome recordar que aquello no se había tratado de una maldita pesadilla. Era real, mierda, lo era. La estaba besando, se estaban besando. Michael... Lisa... No, las lágrimas no paran. Mi garganta se destruye y todo en mi interior comienza a arder. Y una parte de mi mente se quema por suplicar que no era verdad, que era sólo una maldita pesadilla, que no había sucedido, que él no había roto su promesa, ella no estaba aquí, no eran nada, él no la había besado como suele besarme a mí.

No soy consciente de apenas los movimientos que realizo, o de que Karen, con su rostro atolondrado justo me ha ubicado más allá y ahora se apresura con una expresión arruinada hacia mí. Escucho como cruje el césped bajo mis pies como trato de acercarme igual, y aunque el frío es más penetrante a cada segundo mi cuerpo parece inmunizado a ello. Me abrazo a mí misma, y desprendo calor, es el ardor que no me deja de emanar desde el centro.

Es como estar totalmente perdida, como andar a ciegas por un mundo de oscuridad. Como si no supiera dónde estoy, o a dónde mierdas se supone que voy.

—¿Rachel...?—al llegar a mí, Karen me toma de ambos brazos para atajar mi temblor. Sus ojos están despavoridos, su voz es aguda y penetrante. Me deja sin posibilidades, sin intentar más nada. No la puedo ver.

—Karen, yo... No... no puedo...—el dolor, la rabia, el miedo, se juntaban como un todo dentro de mí.

La presión en mi pecho crece con cada aliento, con cada palabra mal formulada. Mis manos tiemblan entre las de ella cada vez más. Quiero deshacerme en llanto, quiero dejarme caer, gritar, desvanecerme, pero no consigo zafarme de mis pensamientos tóxicos. No logro hacer nada, y sigo así. Fuera de mi vida, con el pánico como mi existencia.

—¿¡Pero, qué...!? ¿¡Qué demonios pasó!?

—Michael...—las palabras se atascan de mi garganta, y me quedo temblando y viéndola a ella y a mis espaldas súbitamente, asegurándome de que él no pudiese aparecer—. Él... Lisa...

—¿¡Qué!?

Y no puedo decir nada más, sólo sentir las lágrimas chorreando mi piel con más rudeza.

Comencé a temblar. Era dolor. Una punzada de ardor despiadado se apoderaba de mis movimientos debilitados, de mi inteligencia y razonamiento. Un quiebre interior tan intenso que apenas me permite mantenerme de pie, que difícilmente me deja percatar de cómo ya llevaba mi mano lánguida a mi entrepierna.

—Rachel, estás...—su voz se materializa lejana, fuera de mi alcance. Paralizada ante mí, mirándome enteramente aterrorizada—. E-estás sangrando...

Sin enterarme, algunas gotas de sangre cayeron, tiñendo el césped de carmín. Miré, y ése líquido, el color ardiente y oscuro también escocía presente entre mis dedos, se deslizaba a través de la piel blanca de mis piernas. No lo entendí, y fue inevitable que algunas lágrimas más ácidas que las de antes se asomaran de mis ojos y mojaran mis mejillas congeladas a causa de la frustración, del maldito dolor que sentí en lo profundo de mi pecho.

—Mierda, no...—musita petrificada. Su tono hizo que me volvieran las náuseas, que se multiplicara el suplicio al tratar de mirar más allá de mi cuerpo—. ¡Michael...!

—N-no... No lo llames...

La mera idea me hace asquearme a cada vez más. El tenerle cerca, el soportar su mirada de nuevo. Mi mente jugaba conmigo de forma sucia, barata, sin compasión, ocupándose sólo de revivir recuerdos que había intentado dejar desesperadamente en el olvido. Y el dolor sólo se intensifica, se vuelve más agudo, se vuelve... imposible de convivir con él.

Unas manos suaves aferraron mis brazos al aire con fuerza. Me fijé y había dejado algunas gotas de sangre en la piel fría de Karen. La imagen fue fugaz, daba vueltas, y unos pasos apresurados detrás de mí se escucharon como si fueran irreales. No puedo imaginármelo ahora, no tan cerca de mí.

—¡Rápido, maldición!—Karen brama de pronto, pero no hacia mí. Ubica algo más que se encuentra cerca, o a alguien—. ¡Llama una ambulancia!

—¿Qué...?—aquella voz ansiosa me golpeó, me hizo perder el juicio. Era él.

—Ella... está sangrando...

Todo hiere, sus brazos pálidos rodeando mi cuerpo no tienen sentido, la sensación de esta nada se convierte en algo tan fuerte que mi cuerpo comienza a temblar, y mis ojos, repletos de lágrimas, no ven más que borrosos y negruzcos espacios. El miedo, el repentino odio, y el dolor se anidan en mi pecho. Estoy cansada y deshecha, sólo me quiero dejar ir.

—S-suéltame...

—No... ¡Rachel!—habla, pero no parece de verdad, conforme el tiempo pasa todo se vuelve alucinaciones y manchas. Y está a mi lado, no le importó. Me ignora, y al instante son sus brazos que me ayudan a reganar el equilibrio bajo mis pies y que, al mismo tiempo, me hacen sentir que me quema su tacto—. No, no, no... Mi amor, no... ¡Llama a Bill, maldita sea! ¡Ahora...!

Mis rodillas ceden, advierten la pérdida de la gravedad y chocan contra el suelo húmedo al tiempo que el mismo par de brazos me toman cuando sabía, mi cuerpo estaba a nada de haber colapsado también. Alguien, y deseé que no fuese él, me eleva a trastabillas impregnadas de sangre y lágrimas, fiebre, levantándome en vilo, sosteniéndome firme contra su cuerpo, para luego dejarme percibir el andar de sus pasos entre el sonido desesperante de otras voces resonando más allá de nosotros.

No es nada más que un caos de voces y susurros, ruidos inapreciables. Pánico abriéndose paso entre mi inconsciencia y mi carencia de razón, mientras la oscuridad hundía mi vista de nuevo y para siempre. Andando en abismos oscuros, perdiéndome una vez más entre recuerdos e imágenes que mi mente traía consigo, sabiendo ya que la realidad y la luz, están a sólo un paso de abandonarme.

Ese beso.

Acelera, por Dios...

El sonido distante de un motor rugiendo, sus sollozos como atorados en medio de su pecho, el leve zumbido de mi cuerpo ante esa apreciable velocidad, tendido en lo que reconocí como el asiento trasero de un automóvil, la resonancia lacerada de una voz femenina abarcando todos los otros ruidos, toda esa voluntad y sensaciones, ya olvidadas, lanzadas hasta el fin.

Entretanto, dentro de visiones neblinosas le advierto a mi lado. Está tomando mi mano, ciñéndola como nunca antes lo había logrado, y no puedo hacer nada. Nada que mi voluntad me permita para poder zafarme de él.

¡Más rápido...!

Michael, cálmate...—aquella es una nueva voz, una más grave, más formada. Bill—. Acelero aún más, y nos matamos. ¡Podrían detenernos!

¡Mierda! ¡Mierda!

Ignoro todo a mi alrededor, el dolor seguía, más y más fuerte, y se había extendido hasta la parte baja de mi vientre, y aún así rogaba a mi subconsciente que me dejase ocuparme de algo más, algo que no fuera el ruido crudo y visiones turbias a intervalos irregulares en los que creía mirar su cuerpo cada vez más cerca del mío, casi dejándose caer a mi lado, su par de manos frías y temblorosas buscándose el camino a través de mi ropa para poder palpar mi vientre. Me retorcí ante la sensación, el ardor que provocó, y un sollozo más salía de sus labios.

El ajetreo reinaba dentro, el pánico tomando mi oxígeno, el terror llevándose no sólo mis posibilidades, sino también mis ilusiones, y sólo así, entre el ardor, y su mano buscando la mía sin saber que me lastimaba aún más, mi esperanza constante se extingue con todo ello, el sueño de que alguien diferente viese por mí. Por mí y mi bebé.

—Karen, llámalos, rápido...

—S-sí...

Esos susurros me obligan a prestar atención de nuevo, y lucho, ruego por aferrarme a la luz casi inexistente que emerge de entre mis párpados cerrados mientras mis dedos se hunden luego de la inconsciencia contra los pliegues de la tela del asiento en el que yace mi cuerpo.

—Princesa, por favor... te lo ruego...

Cada vez me encontraba más lejos del punto que me ayudaría a volver a la realidad. El dolor sólo aumentó, el llanto de Michael se disparaba hacia el cielo, las lágrimas sólo se hacían secas en mi piel.

—...Resiste.

La crudeza del vacío colapsa entonces. La voz de Michael se esfumó al silencio como si buscase ahí algún tipo de respuesta de mi parte, o alguna mísera posibilidad.

Otro abismo, una nueva pausa, otra punzada de dolor dentro de mi cuerpo, más ganas impensables de echarme a llorar. Intentos inescrutables y desesperados por alcanzar una luz que comienza a alejarse de mí, como fina arena deshaciéndose entre mis dedos al ritmo del martilleo de mis latidos... como ese desangre de antes, perdiéndose con todo lo demás.

Mis ojos sellándose con su imagen atestada encerrada en ellos y sin más, vuelvo sólo a desvanecerme.

******

No puedo distinguir el tiempo, ni la luz del sol. Mis párpados aún permanecen pesados y mi fuerza para contradecirlos sigue casi nula. Mis músculos no reaccionan, no obedecen mis deseos de libertad y el temblor seguía adueñándose de mí. Pitidos como ecos a mi derecha es lo primero que advierto, aunados a los segundos transcurriendo perturbadores. El mismo dolor insoportable que pasa con ello. Mi conciencia exhausta, avivándose lentamente luego de haberse apagado, luego de que yo me he ido con ella.

Aquellos sonidos agudos parecían los de una máquina. Frunzo el ceño, me remuevo entre la superficie blanda que recibe mi cuerpo y percibo a juego una ropa diferente, tela suave que termina hacia mis rodillas. El olor a suero y desinfectantes, silencio sofocador junto con un implacable ardor que nace de mi brazo por la aguja incrustada en él. Un hospital.

Mis ojos lentamente se abrieron.

Una luz nublosa y blanquecina tiene lugar, medio segundo luego es el patrón de una habitación lo que advierto, sonidos, susurros que no son los de él, sollozos, voces familiares y preciosas. Y al mirar, descubro que no hay ya más nada raro ahí, siento que de nuevo hay ilusión, una ráfaga de luz que me hace abrir los ojos a duras penas mientras lucho de nuevo por incorporarme entre ese colchón duro, aún sabiendo que mis fuerzas ni siquiera existen, ni las mínimas para apartar las mantas de mi cuerpo.

Varios juegos de ojos que me dan paz, tranquilidad, que de pronto se vuelven luz en mi oscuridad abominable. Los miro a todos rodeándome, y el escozor vuelve, las lágrimas aparecen a la par. Ross, Monica, Phoebe, Chandler, Joey... estaban aquí.

Rach...es Monica la primera en hablar, apurándose a encontrar mi mano entumecida, incorporándose a mi lado para poder acariciar mi cabello en medio de todos esos sollozos entrecortados.

Mis ojos no lo pueden creer, mi mente mucho menos. El ardor y el pulso por dejar escapar nuevas lágrimas nace otra vez. Me arde más que la sensación de ese suero pasándose a través de mis venas, y entonces, viro pronto hacia los demás. Éste, con ellos aquí, queriéndome, cuidándome, no podía ser un sueño. No uno en el que la ausencia de Michael me importara poco.

—N-no puedo creerlo...suelto amedrentada, mi mirada continúa desorbitándose al tiempo en que mi mano temblorosa se va hacia mis ojos con crudeza para secar pronto las lágrimas nacientes—. Están aquí...

—Hola...—susurran en unísono exquisito. Dolientes como uno.

Advierto las comisuras de mis labios extenderse un poco, antes de que la fuerza puesta en ello se reemplazase por algo que bien se trataría de una alucinación; de un par de ojos oscuros que no dejan de verme, de una persona que supe, jamás se despegaría de mi lado.

—Ross...—no puedo evitar que mi voz nazca rota, ausente.

Con él todo volvió; la luz, el despertar, el primer atisbo de alegría a partir de esa serie de negruzcos momentos.

—Aquí estoy... aquí voy a estar siempre, Rach—se acerca sereno luego de que Monica le cede lugar. Toma mi mano entonces y su tacto suave me jura que su miedo se ha escondido por mí, su ira se había desvanecido. Todo se había transformado al instante de haberme tocado en cariño, ternura, seguridad, luminiscencia.

Acuna mi mano con suavidad como midiendo mi próxima reacción, como si pensara que podría provocarme algún mal o sufrimiento en cualquier momento. Aunque quien ya ha hecho lo suficiente fuese otro, y sabiendo que con ellos juntos, ahí, tan cerca de mí, jamás dejarían de ocasionar que el nudo en mi garganta calmara su fuerza.

Sólo aumentaba, más y más.

—¿Cómo es que están aquí?—se escapa la pregunta dentro de un bisbiseo, uno plagado de lágrimas y nudos al seguir contemplándoles como una desquiciada que no se lo cree—. ¿Cómo es que...?

—Decidimos venir de inmediato, simplemente—Monica se apura a replicar, y su sonrisa, de ser desconcertante antes, ahora se vuelve pacífica.

Phoebe entretanto, me deja sentirla tomando mi mejilla sin más, las sonrisas de Joey y Chandler detrás de ella sólo se dulcificaban hasta lo indecible, la mano de Ross tomando la mía para aferrarla con seguridad infinita, la mirada de Monica brillándome. Mi paraíso... Desde siempre lo había sido así. Siempre ellos, junto con esas malditas horas de avión que les he hecho atravesar sin aviso, la urgencia y preocupación que emanan por mí.

Y el tiempo tan incierto, como un parpadeo durando un puñado de horas.

—Pero... —musito tratando de ubicarlos uno tras otro, negando por el desconcierto—. ¿Cuánto tiempo...?

—Estuviste... inconsciente, por casi diez horas—Ross habla a mi lado. Al mirarle de nuevo descubro que carece de expresión—. Aunque pareció que todo hasta ahora ha transcurrido tan rápido...

Inconsciente, mierda. De nuevo...

—Entonces, he tenido... otro accidente.

Rogué porque aquello sonase a pregunta, a un reclamo, a una sarta de desesperación carcomiendo desde a dentro cada una de mis posibilidades. Pero nadie más dice nada, nadie me mira de pronto. Nada más sucede o existe, salvo la máquina a mi lado con esos endemoniados pitidos, y el ritmo de los latidos de mi corazón avivándose peligrosamente con ellos.

Observo a Monica, ansiosa.

—...Dímelo.

—Monica, sabes que no podemos alterarla—la voz de Chandler se oye al instante en que ella había entreabierto sus labios; seria, parecida a una sentencia, perturbable. Jamás le había escuchado ese tono de voz en el pasado—. No sé si debamos...

—...No me importa—zanjo, ubicándole más allá—. No quiero preguntar de nuevo.

Tomo fuerzas con un suspiro más, alzo mi mirada de nuevo hacia la de ella y tan sólo me topo con sus lagunas acuosas observándome llenas de dolor, tristeza, miedo y carentes de luz. Ella, junto con los demás, estaban sólo callados, expectantes. Hasta que todo termina con uno de sus suspiros de temor.

—Has sufrido... un sangrado, Rach...

Al escuchar, el miedo sólo se avivó. Mi respiración se entrecorta con cada palabra, y recorro mi cuerpo con la vista con mayor atención, examinándome con deliberada lentitud. Mi estabilidad se había esfumado, tiemblo sobremanera, mi aliento entrecortado, mi piel como más pálida. Pero palpar mi vientre abultado sólo me tranquilizó. Está como lo recordaba, tan suave, y anhelante... pero más duro. Ya no se ablandaba como antes tras mi tacto.

—Aún no saben por qué—añade—, o qué tan grave ha sido, pero fue lo único que Karen nos ha dicho en esa llamada para haber decidido venir. Llegamos aquí a UCLA directo del aeropuerto...

Un frío retortijón me obliga a volverla a mirar. No había terminado de comprender cuándo fue que Karen había desaparecido de mi percepción, a dónde se había marchado, qué ha sido lo que ocurrió con ella luego de que toda la oscuridad me tomara.

Su ceño se frunce en una fina línea de desconcierto, su boca se entreabre; va a hablar. Monica me daría respuestas a preguntas que ni entre susurros había formulado antes. Pero otro ruido surge abrupto, y nos hace virar. Es la puerta de la habitación abriéndose, y con ello, dejando ingresar a una figura delgada, sonriente y femenina que viste de blanco.

—Les ruego una disculpa...—ella musita al entrar, dejando la puerta completamente abierta luego de haberse acercado. Los chicos se limitan a estudiar su figura pulcra moviéndose alrededor, sin decir nada más, sin siquiera intentarlo—. Lo que ocurre es que en este momento hay cinco personas rodeando a Rachel en esta habitación... y una más está por llegar.

Sólo miro cómo Phoebe niega absorta, como teniendo la pregunta atorada en los labios.

—...El señor Jackson está por llegar—aquello simplemente me dañó, me hace estremecer sin lucharlo. Me destroza sólo la mención, la idea de saber que él estaría en la misma habitación, me hace quedarme callada, y torturándome entre mis propios pensamientos—. Estamos preparando el examen uterino, así que...

Asintieron juntos, sin dejar de mirar a la bonita mujer. Ya con ellos incorporándose, sin percatarme mi frente recibió los labios fugaces de uno de ellos; era Joey. Sonrío entonces, y Chandler y Phoebe siguen luego de él. Cada uno deja un leve roce en mi rostro antes de salir, cada uno más sanador. Lo supe en cuanto Ross había también tocado mi rostro. Aquellos tactos, funcionaron como bálsamo para cada herida de mi alma, de mi cuerpo entero.

Nada más que mirarlos salir junto con la misma enfermera de nuevo, y quedarme con la mirada preocupada de Monica estudiándome de cerca, mirando mi cuerpo tendido, y quizá, pensando que no era nada en comparación con lo que había dentro de mí.

—Él ha estado aquí a tu lado por horas. Seguro ya anhela mirarte despierta... —susurra, al tiempo en que deja un leve toque en mi frente también—. Continúa bien... ¿Sí?

Se incorpora dejándome con el sabor de una media sonrisa sólo para comenzar a alejarse de mí. Como un mal sueño, sus palabras me hacen sentir todo y sentir nada. Imaginarlo de nuevo me hace sentir odio y dolor, hielo y ardor, sentimientos oscuros y sofocantes. Y esa mirada... ese tono de lástima que me lo dice todo.

—Sabes que eso no puede ser...—mis susurros la hicieron detenerse ahí, la obligan a girarse, y a encontrarse otra vez conmigo—. S-sabes lo que pasó...

Tan sólo asintió.

—Lo sé...—su voz se dejó relucir críptica, contenida.

Comienza a acercarse de vuelta hacia mí, mientras mis ojos secos comenzaban ya a escocer de nuevo por la misma razón, la misma imagen que me dio tormenta. Mierda, ¿Desde cuándo lo sabía? ¿Cómo es que se lo guardó hasta ahora, sólo porque yo se lo he hecho decir? No imagino siquiera quién diablos se lo ha dicho, no quiero ni pensarlo o suponerlo. No quiero pensar en él.

Esas gotas saladas rodearon mi rostro, hasta terminar al borde de mis labios. Tan amargas como antes, tan ardientes como el dolor del nudo en mi garganta destruyendo mi habla.

—No puedo soportarlo...—mi voz es a duras penas un sollozo mal formulado, era llanto. Era dolor.

Dolía mierda, aún dolía igual.

—Él... mirarlos a ambos de esa forma... Se estaban besando...

—...Rach, por favor...—ataja mis palabras de una sola vez, con el semblante completamente descolocado—. Tienes que tranquilizarte.

Pero, ¿Cómo hacerlo, si ya todo estaba destruido para mí? ¿Si ya lo único que podía hacer era presionar con una fuerza impresionante las cuencas de mis ojos para detener el brote de mis lágrimas? Lastimándome, para pensar en un diferente dolor. Y pensar que sólo sería el principio, que es este abismo presionándome sólo ahora frente a ella, y sin haberme encontrado con él aún, sin mirar sus ojos y volver a repetir la imagen, la muerte dentro de mi cabeza.

No... no lo voy a soportar.

—N-necesito que me hagas un favor...

—Lo que sea...—mis palabras la hacen reaccionar apenas. Mi mira, y como mínimo trato de despejar mi visión, limpiando con ansias implacables las lágrimas que sólo no dejan de caer—. Sólo dímelo.

—Necesito que reúnas cuántas sean de mis pertenencias en Neverland. Quiero que empaques todo, todo lo que encuentres allí. Y no... quiero que lo digas aún... a nadie.

—¿Qué...?

—Por favor...—como puedo sostengo su mirar. Estaba asustada, aterrada hasta el punto en que no lograba pensar con claridad.

—Rachel, no. Yo no... —me suelta irritada, negando. Como importándole un demonio que mirar la forma en que se abrillantan sus ojos me pudiese lastimar. Me hace sentir miedo, temor al tener que repetirlo, o volverlo a imaginar.

—...Es momentáneo—las lágrimas, cesan a la par. Es sólo una más, que se mezclan contra mi piel y que me apuro como puedo para limpiar—. Hasta que esté segura... de qué hacer.

Silencio, sólo eso.

El sonido de alguien llamando a la puerta nos desconcentra sin más, y sin aguardar, la hacen ceder con él varado a medio umbral. En medio segundo percibo los ojos cansados de Michael ante mí, alterados, demacrados, su expresión descolocada al apreciarme, irritados y acuosos.

Por un instante, creer que él había estado llorando me obligó a desear lanzarme a sus brazos sin meditarlo más. Pero es el estar sumergida en ese océano de ira, de decepción lo que me impide hacerlo. Saberle ahí es como sentir mi identidad siendo trastocada, mi orgullo pisoteado por él, terminando con todo aquello que sé habíamos construido hasta ahora, luego de todo el tiempo, todo lo ocurrido... simplemente destrozado. Punzadas penetrantes de hielo y ardor lacerando mi ser. Es el infierno, por primera vez materializándose junto con él, con esa sensación de estar hundiéndome más y más, sin soportarlo.

—Justo me iba... Yo...—Monica se incorpora de forma brusca al apreciar su figura inmóvil a sólo unos metros de sí, con el mísero intento de comenzar a andar a rastras hasta acercarse de golpe a la puerta. Michael no la mira, no mira nada en realidad, está fuera de sí—. Yo los veré luego. ¿Sí? Suerte.

—Gracias...—él murmura al vacío, con la puerta ya cerrándose detrás.

Entre todo ese silencio, y mis intentos por no mirarle aún, me pongo a limpiar el líquido restante de mis mejillas. Froto con fuerza para que incluso las lágrimas ya secas desaparecieran de mí.

Simplemente no puedo hacer nada más, no paro de tener esas intenciones sucias de incorporarme sobre el maldito colchón, de ponerme alerta cuando le miro ya acercándose peligrosamente hacia mí. De no pensar en algo que no es restregar mi cuerpo al extremo opuesto tanto como le dificultara a él poderme tocar. En lo más mínimo.

—...Me da gusto que estés despierta.

Es sólo lastimarme, a cada palabra incluso más. No respondo, no respiro, no lo miro, y ni siquiera lo creo. Su voz, detesté su voz maldita sea. La detesto porque pavonea entre el nudo de mi garganta a punto de explotar, en mi presencia. Me viene ridículo el hecho de verle plantado a mi lado, ante mi rostro y restregándome su aparente indiferencia, lo poco que pareció inmutarle lo ocurrido, lo quizá poco que le importó.

Sólo le odio, me vuelvo loca mientras la culpa y la ira se mezclan y destruyen cada razonamiento coherente de mi mente. Le insulto ahora que le pienso, que le sé cerca, me regaño cada que mis ojos piensan en atorarse en él, me deprime que le oí como si mi oído buscara su voz de forma mecánica.

—¿Rachel...?

—...P-por favor, no hables—mis palabras tropiezan unas con otras. No puedo hacer el mínimo esfuerzo por reponerme.

—Pero, amor...—casi un sollozo, más no llanto. Y recojo mi mano en medio de un intento en que la suya me busca a la par, sin importarme el descoloque de su voz, el dolor que he podido causarle.

Lo siguiente de lo que me percato es de la misma enfermera irrumpiendo en la habitación, y él alejándose varios centímetros de mi cuerpo. Esta vez, ella lleva consigo unos documentos entre sus brazos, un recipiente con gel, y un estetoscopio que rodea su cuello.

—¡Perfecto!—brama sonriente, concentrada sólo en sí—. Esperaba que sólo estuviesen mamá y papá esta vez.

'Mamá y papá'. Las palabras suenan espantosas dentro de mi cabeza.

Al dejar aquello sobre un escritorio, la miro acercar a la camilla un monitor que, al iniciarlo, me dejó mirar mi nombre plasmado en una esquina de la pantalla. Luego negro, y algunas ondas blancas en medio.

Una extraña sensación de calor, volviéndose próxima a mi oído derecho.

—...Sabes que tenemos que hablar...

Me sobresalto al tono de su voz, ardiendo de nuevo. Esta vez mirándole, y asegurándome de que la indiferencia ya estaba apoderada de mí, quebrando mis esperanzas, dejándome sumida en la decepción, en un viejo cuarto oscuro, lejano y olvidado.

—...No. No tenemos—espeto, y su mirar se destruye junto con el mío.

Le miro y no lo veo a él, estoy cegada por el odio que mi existencia quería aislar, en medio de los 'no lo creo' y 'no te atrevas', si a final de cuenta, es él lo que más amo en mi vida, y lo que más me causó daño a la par.

—¿Qué...?—inquiere, sólo quedándose paralizado.

—Y si me disculpas... Quiero, necesito saber cómo está mi bebé.

—P-pero es... nuestro.

En mi intento de poder replicar de nuevo, la enfermera me roba posibilidad al hacer volar las sábanas que cubrían mi abdomen, hace mi bata ascender y la piel de mi vientre queda al descubierto mientras se dedica a configurar el estetoscopio entre sus manos. Todo bajo la suma mirada de Michael, y deseé que lo supiera también; que yo ardía, que supiera bien de la furia que bulle dentro de mí, la ira que aún trato de guardar para él.

—Muy bien... —ella musita—. Veamos a tu bebé.

—S-sí.

Entonces se pone a ello, colocando el frío metal contra mi piel abultada y petrificada. La sensación de hielo incluso me hacen olvidarme de las respiraciones compulsivas que tenía mi cuerpo.

—Los latidos—añade—, por este tiempo, serán bastante rápidos... Como un pequeño tren andando. Eso es normal.

Hace nacer una pausa silenciosa, mientras mira inmersa al vacío y palpa diversos puntos de mi vientre. Se nota concentrada, como hundida en sí... desconcertada, hasta cierto punto.

Y un nuevo roce, el calor de otra piel entre mi mano que me obliga a evitarle a toda costa de nuevo. No dejo que Michael busque mi mano otra vez, es impensable. Necesitaba con urgencia quitar su tacto de mis ideas, su olor, su todo. Era insoportable, como no poder contener que luego de tanto, que nuestras pieles se mezclaran.

—Por favor...—siento mi voz ya entrecortada, mirándolo, sintiendo rabia porque me ha provocado, una vez más—. No me toques...

Me mira sin más, sin replegarse en lo más mínimo. Sólo paralizado.

—Rachel...

—...Shh, aguarden...—la mujer de mirada amable y atuendo blanco le acalló. Estuve segura de que Michael añadiría más por sus labios entreabiertos y expectantes, pero la voz seca, y la expresión suplicando silencio nos había distraído a ambos.

Permanece inmóvil una serie de segundos, hasta desistir, y retirar el estetoscopio de mi piel.

—Es sólo que, a veces es difícil de escuchar—nos mira a ambos, pensativa—, dependiendo de la posición en la que el bebé pueda encontrarse. ¿Tienes quince semanas, verdad?

—Catorce—replico ansiosa, con prisa desquiciante.

—El próximo lunes se cumplirán las quince semanas—Michael añade a un lado de mí, haciendo que vire hacia él con un leve e indeseado detenimiento.

—S-sí...

—Será un poco temprano para escucharlo—con un chasquido, ella había quitado incertidumbre al asunto. Deja el estetoscopio sobre el escritorio próximo y la miro concentrada en iniciar el monitor de antes—. ¿Avanzamos con el sonograma?

—Por favor...

Vierte del recipiente que había visto antes un poco de cantidad de ese gel transparente. Está, extrañamente tibio y, se siente bien. Con cuidado, lo esparce sólo un poco en torno a mi vientre y con un pequeño aparato que toma cerca del monitor, comienza a rozar la parte baja de mi abdomen. Al mismo tiempo me puedo percatar de que, cada acción, cada gesto o movimiento que ella hacía sobre mí había sido advertido por Michael. Cada vez que sus manos o una máquina se acercaron a mí, pude sentir su estremecimiento haciéndose mío también. Estaba alerta, contenido.

—Veremos una imagen más clara aquí en el monitor—ella apunta seria la pantalla a un lado de mí. Conforme ella mueve el aparato sobre mi vientre, las ondas blancas de esa imagen negra y difuminada se desplazaban también sobre el gráfico.

Me incorporo para mirar, estando segura de que Michael se ha inclinado más a mi lado para observarlo todo. Un segundo luego parpadeo con desdén, descolocada por no vislumbrar más que sólo ondas blancas e irregulares moviéndose, pero no más. No hay movimiento salvo el que la misma enfermera ocasiona. El cansancio, quizá, el tiempo o el desconcierto, pero no logro apreciar nada.

Me rindo al final, ya buscando refugio en la mirada de ella. Pero está paralizada también, sólo mirando. Nada.

—Les suplico aguarden un momento...—sus palabras sonaron temblorosas. Deja el aparato sólo ahí, y parpadeando ansiosa se aleja a poco de nosotros—. Iré por el doctor.

Con cautela, sale del lugar. Y por un instante, sólo por ese momento me animo a mirar míseramente a Michael de nuevo, pero es él quien se nota inmovilizado ahora, sin mostrar indicio alguno de querer hablar.

De la puerta unos instantes después se asoma un hombre portando una bata blanca más formal que la que la chica usaba. Se nota más pulcro, y más impoluto y serio. Lo noté, al tiempo en que él había echado una mirada fugaz pero compasiva a Michael al entrar y cerrar la puerta luego de sí.

La enfermera no volvió.

—...Michael—él cabecea firme hacia Michael, al posicionarse frente al mismo monitor.

—Doctor Sherman—Michael asiente al tiempo.

—Rachel, hola...—musita ahora hacia mí. Me mira sin restricciones, como si ya nos hubiésemos conocido de antes. No sé siquiera si ha sido el mismo que me atendió aquella primera vez.

Una sonrisa provocada es mi respuesta. Ahora la garganta ya estaba más obstruida que antes, no podía hablar.

—...Veamos.

Él, teclea algo en la máquina, el monitor parece reaccionar, y toca de nuevo los mismos botones que había tecleado la chica antes. El gel, el aparato sobre mi piel, la mirada preocupante de Michael, mi corazón acelerándose. Todo es exactamente lo mismo.

—Muy bien, aquí vamos...—dice, mientras Michael y yo nos volvemos a incorporar para mirar de nuevo—. Mejor resolución.

Un segundo, dos segundos, tres, y es lo mismo. Tal y como ha sido el mismo procedimiento, da el mismo final. Silencio y nada. Entonces, la mirada del hombre se paraliza hacia el frente.

Pero este nuevo silencio sí me ahoga en medio de equivocadas emociones. A nada, mi respiración dejó de sonar, los pitidos de antes no existieron, la voz de Michael a mi lado se esfumó, me estaba quedando sin sentido del oído. Mis labios, entre tanto entumecimiento comienzan a temblar, y mi piel paralizada como jamás la había visto. La visión borrosa aparece otra vez, y mis ojos entretanto aparentan desorbitarse por la presión del nudo, y el agua demandando salir.

En mi mente el tiempo empieza a avanzar muy lento. Ese maldito silencio pareció eterno; habían pasado trece segundos cuando yo creí pasaron sólo cinco. Sentí mi ser entero desfallecer. Tantas preguntas, y ninguna tenía respuesta.

—¿H-hay... algo ahí dentro?

—No lo que esperaba ver a las quince semanas...—el doctor reacciona pero se queda pasmado luego de mi pregunta. Mirando aún al mismo monitor de imagen petrificada, como no dando crédito a lo que mira allí.

—Es que, no son aún las quince semanas—admito ansiosa, ofuscada—. En verdad son...

—...Perdón—me interrumpió.

Y ahora nos miraba a ambos. Yo, llena de pánico le estudié.

Su mirada tiene el sabor de una sentencia, de una horrorosa premonición. Mi corazón comienza a latir con fuerza, todo se nubló, y mis ojos se comenzaron a cerrar para luchar por mantener el llanto aún dentro. Sentía como si mi corazón se fuera a salir de mi pecho, y de la nada... con sus labios entreabiertos, con un resople de desgane y un aire de pésame, se detuvo simplemente. Y al parecer el tiempo también.

Ya no dolía nada, ni sentía frío, ni calor. También ese odio dedicado a Michael a mi lado se había esfumado en mi razón de lanzarme a la idea de tomar por fin su mano con fuerza. Sería la primera vez que nuestras manos unidas me harían sentir infeliz, sentir que estaba ya al borde del abismo sin nadie para atraparme, así me estuviese sosteniendo de él. Sentí que estaba perdida.

Y me juré, con la mirada baja de aquél hombre que lo primero que saldría de sus labios me haría desear morir.

Estaba segura de eso.

—Ya no hay... latidos, Rachel.

__________

Y la tormenta sigue, cuando no se vislumbra siquiera que vaya a tener algún final.

Recuerda que me apoyas infinitamente con tu voto y comentario. En verdad me fascinaría saber qué has pensado de este punto frágil de la historia.

Te veré de nuevo, en 8 días ♥

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