La Rosa Negra © #CA2020

By nico_aguero

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¿Se han dado cuenta como la vida es de un modo? Y en un instante, una sola respiración, todo cambia. Como un... More

Capítulo 1: "El señor arrogante."
Capítulo 2: "Chica desaparecida."
Capítulo 3: "¿Un cuaderno de dibujo?"
Capítulo 4: "¿Estás saliendo con Kyle?"
Capítulo 5: "1789"
Capítulo 6: "-Tu maldita voz en mi cabeza."
Capítulo 7: "Esto nunca debió pasar."
Capítulo 8: "¿Niña que te fumaste?"
Capítulo 9: "-Pasaré por ti a las siete."
Capítulo 10: "¿Eres tú?"
Capítulo 11: "-Si, si muy lindos tus gatos."
Capítulo 12: "Ayuda."
Capítulo 13: "El libro."
Capítulo 14: "La muerte me llama."
Capítulo 15: "- Sólo es una cara bonita."
Capítulo 16: "Cinco putos minutos."
Capitulo 17: "El chico del club."
Capitulo 18: "Era ella."
Capitulo 19: "- Creo que necesitamos un baño."
Capitulo 20: "Los gemelos Sullivan."
Capitulo 21: "Manipulado."
Capitulo 22: "Hasta no respirar."
Capitulo 24: "¿Una cita?"
Capitulo 25: "-Megan Fox, no es nada junto a ti."
Capitulo 26: "Es una puta puerta."
Capitulo 27: " Herida abierta. "
Capitulo 28: "No te mueras."
Capitulo 29: "¿Pero que mierda?"
Capitulo 30 : "Ya no sé ni lo que es real."
Capitulo 31: "Exploto."
Capitulo 32: "La culpable."
Capitulo 33: " Maldición, ya no confío ni en mi. "
Capitulo 34: "-¡PORQUE ESTÁS LOCA!"
Capítulo 35: "¡QUÉ TE CALLES!"
Capítulo 36: "La visión."
Capítulo 37: "- Oh no chico templado..."
Capítulo 38: "En sus brazos."
Capítulo 39: "- ¡Al fin sé quien eres!"
Capítulo 40: "La última misión."
Epílogo
Agradecimientos

Capitulo 23: "Tu sangre."

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By nico_aguero

Era una habitación, color rosa, en las paredes habían dibujado castillos de princesas y hadas. Una cama grande llena de peluches de unicornios, pandas, y muñecas. Oía risas, de una niña.

¿Dónde estoy?

Habían cosas muy borrosas para mi. Seguía oyendo las risas. Busqué de donde venían.

Una niña de unos cinco años vestida como cenicienta, estaba sentada en un pequeña mesa junto a sus muñecas y frente a ella había un chico, de él solo podía ver su espalda, llevaba una corona de rey. La niña le servía té en unos pequeños vasos de porcelana. - ¿Cuantas de azúcar mi rey? - imitaba un acento ingles.
- Dos. - al parecer al chico le costaba imitar el acento y eso hacia reír a la niña.

La voz del chico me sonaba extraña, casi no la entendía.

- Cuanto disfruto tu compañía. - la niña si se metía en el papel.
- Jamás te dejaría sola, mi reina.
- ¿Siempre cuidarás de mi, mi rey?
- Siempre. - dijo él.

Me desperté de golpe. Escuchaba una voz lejana. - ¡Señorita Millar! - me llamaba la teacher Brenda.
- Perdón, creo que me e quedado dormida.
- Raechel, no estabas dormida.

¿QUÉ? ¿COMO?

Annie que estaba sentada en la primera fila me miró ceñuda.
Leí sus labios, me preguntaba si estaba bien.

Asentí.
- Señorita Thompson, no se distraiga.
- hizo que Annie casi saltara de su asiento.

La teacher sabía que me miraba a mí. Y recuerden que me había "prohibido" estar con los Thompson, pues se lo había tomado muy a pecho.
Los sentaba super lejos de mi, y no dejaba que ni nos miráramos.
¿Qué le pasa?

- ¿Por qué su hermano no vino hoy?
- le preguntó.
- Está enfermo. - dijo Annie tranquila. Aunque podía escuchar su sangre hervir. Y su corazón latir rápido.

- Siempre dice eso para no venir a mis clases. Dile que invente una escusa mejor.

Ya han pasado seis días sin ver a Kyle, sin saber si está bien.

De nuevo estaba perdida en mis pensamientos. - Raechel pase a la pizarra.

Me puse de pie torpemente y caminé hacia el frente.

La pizarra se movía de aquí a allá, la teacher caminaba lentamente hacia mi y me hablaba pero no le escuchaba. Había un horrible sonido en mis oídos y mi cabeza me dolía.

Sufrir, era una palabra que rondaba por mi cabeza.

Mis pies seguían avanzando y no tenía control sobre ellos.

- Nadie la toque. - la voz de Brenda retumbaba en mi cabeza.
- No ve que se siente mal, en cualquier momento se desplomará.
- pude sentir que Annie, trataba de venir a ayudarme, pero no la dejaban.

Mis pies fallaron y caí.

Hola duro y frío suelo, soy yo Rae, últimamente te abrazo seguido.

- ¿Me escuchas? - escuchaba una voz, pero muy lejos.
Mis ojos no se querían abrir, había una luz directa hacia ellos. Lentamente los abrí.

Me dolía la espalda, estaba tumbada sobre algo duro.
- Chica estas en la enfermería, te golpeaste la cabeza. ¿Me escuchas bien?

Asentí a como pude. Me senté en la dura camilla.

- Tienes permiso del director para irte a casa.
Sólo bajé de la camilla, tomé mi bolso, que estaba en una silla y salí.

En el pasillo todo era borroso.

¿Qué me pasa?
Había muchas personas a mi alrededor, todas eran manchones.

Luego inició la tortura.

*- Está demacrada.*

*- Esa falda me quedaría mejor a mi.*

*- Pobre, se ve como mierda.*

*- No puedo creer que a Will le gustara eso.*

Santa Mierda...

Ya puedo escuchar los pensamientos de las personas.

Mierda me matan.

Las voces hacían eco en mi cabeza.

*- Tiene ojos raros.*

*- Está loca.*

*- Olvidé la tarea.*

*- Se ve mareada, espero que se caiga.*

¡MALDITOS TODOS!

Esto es horrible, las voces chocaban en mi mente.

Esto no es normal. Quiero ser normal. No quiero estar temiendo por mi vida. Quiero una maldita vida normal. En la que estudie lo que yo quiera y me quede despierta hasta tarde haciendo trabajos, en la que pueda salir a divertirme, en la que pueda tener un novio y nos inventemos apodos cursis...

Eso ultimo es deprimente y me hace pensar en Kyle.

No sé como demonios parar esto, las voces siguen ahí. Caminé lo mas rápido que pude y salí al aparcamiento.

Odio mi puta vida, cada segundo la odio mas.

Tomé el autobús a casa. Bajé las escaleras corriendo y casi beso el suelo, por milésima vez.

Los pensamientos de las personas, mas los que hablaban muy alto y a algún genio se le ocurrió comer pollo frito en un bus cerrado, me tenían peor.

Abrí la puerta rápido y me desplomé en el sofá. Hacía un calor de cojones.

Muero de hambre, la vedad es que cada vez como menos. Soy pésima cocinando, pero se me antoja algo que venga del mar.

Mmm...

Corrí al refrigerador, y abrí la parte de arriba. Había hecho las compras hace unos días y casi no había comido nada de eso. Encontré unos filetes de pescado. PERFECTO.

Puse una sartén y cociné el pescado. También hice una ensalada. Eso era la gloria en mi boca.

Maldición, me siento sola. Tal vez debería conseguir un perro. NO. El pobre moriría de hambre.

Estaba muy cómoda en mi sofá. Pasando canales, cuando escuché un ruido que venía de mi habitación. Me puse de pie, tranquila y al mismo tiempo preparada para lo que sea.

Caminé lentamente por el pasillo y abrí la puerta de mi habitación.

¿Qué demonios?

Una chica estaba parada al pie de la ventana. Tenía la cabeza gacha. Sus rizos cafés caían por su rostro. Sus brazos tenían grandes cortadas, tenía una cicatriz horrible en el cuello.

Su bata blanca estaba sucia y sus pies descalzos estaban manchados de sangre. En su mano izquierda sostenía una rosa negra.

Me quedé sin aliento al ver su rostro.
Era pálido y tenía un leve color azul. Sus ojos estaban totalmente abiertos y no parpadeaban, eran grises, sin vida... Sin alma.

Santa Mierda.

Helley.

Caminaba lentamente hacia mi, sin quitar su mirada de la mía, mucho menos parpadeaba.

- ¿Qué haces aquí? ¿Puedo ayudarte en algo?
- Ya has ayudado mucho... Ellos piensan que ya estas lista... - su voz era totalmente ronca. - Acabarían contigo, pero hay muchos afuera vigilando, sabían que si ellos venían moriría uno que otro, entonces me mandaron a mi, esas cosas que están ahí afuera no me sentirían a mi...
- lagrimas corrían por sus ojos, y se veía mas humana. - Esas cosas como tú, mataron a Nina...

- Claro que no. - encontré mi voz. - los que te mandaron hoy aquí, si fueron.
- Ellos me salvaron, esta tarde apareció esta rosa junto a mi cama, luego llegaron y me inyectaron algo, que me hizo sentir mejor. USTEDES MALDITOS TRATARON DE COMERNOS. - se lanzó sobre mi. Luchaba con mucha fuerza.

¿Qué demonios le inyectaron?

Luchábamos en el suelo, en sus ojos brillaba la furia. No le haría daño, sea como sea, muy dentro de ella, está mi amiga. Yo no quería lastimarla, solo me defendía.

Rodeé y quedé sobre ella. - Te lavaron el cerebro, fueron ellos... - me lanzó un golpe detrás de la oreja, que me descontroló, me obligué a no cerrar los ojos. Eso dolió.

- DEMONIOS, MALDITOS DEMONIOS.
- ahora ella de nuevo estaba sobre mi, tomaba mi cabeza y la estrellaba contra el suelo, una y otra vez.

NO CIERRES LOS OJOS...

Mierda...
Sentía crujir mi cráneo, la alfombra de bajo de mi, se estaba manchando de mi sangre.

- VAS A MORIR SOLA... - al gritarme escupía sobre mi rostro.

Esta chica tenía fuerza sobre natural.
Traté, de asustarla con mi fuego. Que era una verguenza para un ahieco.

Agarró mi mano que estaba bañada en fuego, su piel se tornaba roja, su mano se quemaba, podía sentir el olor, pero ella no se inmutaba. Con su otra mano seguía golpeando mi cabeza contra el suelo.

La furia crecía en mi, respiraba pesadamente. Yo también tengo lo mío.

Rápido agarré la mano que golpeaba mi cabeza, y la empujé lejos de mi. A como pude me paré del suelo.

Llevé mis dedos a una herida en mi cabeza, salía mucha sangre. Busqué a Helley con la mirada y por un momento la perdí.

Sólo sentí el fuerte golpe en mi cabeza, escuché como algo se rompía.
ERES UNA INÚTIL, AHORA SI VAS A MORIR. TE VA A MATAR UNA LOCA, QUE NO SE NI QUE ES.

Prometí venganza, ya que había quebrado mi florero favorito en mi cabeza. Pero voy a morir, así que no creo poder vengarme.

Esperen...

Ella dijo que me vigilaban. Ella dijo que ahí afuera me protegen.

TENGO UNA ULTIMA PUTA IDEA.

Grita, Rae grita como nunca.. O esta loca te matará.

Busqué mi voz de lo más profundo de mi. Salió un grito ronco, que terminó en un pitido, que hizo que Helley tomara su cabeza entre sus manos. Lo hice una vez mas, por que mi garganta ya no daba. El poder en mi voz era tan fuerte que las paredes retumbaban.

De la ventana abierta entraron dos personas.

Literalmente volaban, la ráfaga que provocaron hizo que cayera sobre mi trasero.

Alex con su cabellera roja, entró haciendo una voltereta, desmostrando más su arrogancia.
Traía una larga espada en su mano, que brillaba con la poca luz.

Aiden venía con sus manos bañadas en fuego hasta sus codos.

- ¿Acaso existe alguien que no la quiera matar? - bufó Alex.
Alzó sus dos manos con la espada en alto y la iba a impactar contra Helley.

- ¡NO! - la verdad no quería que le hicieran daño.

Mi grito confundió a Alex, y le dio tiempo a Helley para moverse.

Aiden se quedó de pie mirando la alfombra manchada de sangre. Corrió hacia mi. - Oh, mierda... - murmuró al ver, la sangre caer por mi mejilla.
- Estoy... bien... - mi voz se había convertido en un hilo. - No le hagan daño... ella es... mi amiga.

- De tu amiga ya no queda nada, esto es un monstruo, ellos la han mutado, es casi uno de ellos, igualmente va a morir... - Alex tomaba del cuello a Helley.

- ¿A que se refiere?
- Su organismo, no acepta la sangre. Es por eso que te quieren.
- dijo Aiden muy cerca de mi.

- ¿Quieren mi sangre para mutar? ¿Cómo sabes eso? - Aiden ignoró mi pregunta y siguió revisando mis heridas.
- ¡Si! ¿Ya puedo matarla? No he matado en días. - gritó Alex, desde la pared donde sostenía, a una Helley con los ojos muy abiertos, y escupía mucha saliva.

No puedo creer que me hagan esa pregunta. No puedo creer lo que le voy a contestar.

Suspiré fuertemente. - Si... pero hazlo afuera por favor.

- Será un placer. - arrastró a Helley por la ventana.

Cerré mis ojos con fuerza.
- Mírame, no escuches, solo mírame y concéntrate. - traté de concentrarme en la mirada intensa de Aiden, pero me ponía incomoda.

No funcionó.

Siempre escuché los gritos desgarradores de Helley, escuchaba a una humana, podía sentir su dolor.
De un momento a otro ya no escuché nada.

- Ya acabó. - Aiden me abrazó, sin siquiera importarle que lo mancharía de sangre. Sobó mi espalda, y su calor me calmó un poco.

En la ducha mas tarde esa noche lloré mucho. Otra víctima inocente a mi nombre.

ME ESTOY VOLVIENDO UNA JODIDA LLORONA.

Tenía sangre sobre mi cuerpo que no era mía, sabía que el agua la quitaría pero quedaría en mi cada gota como un tatuaje.

Al lavar mi cabello, cada vez salía más sangre, el shampoo hacía que las heridas ardieran como los mil demonios. Una que otra vez grité.

- ¿Todo bien ahí dentro? - gritó Aiden.
- Si.
Solo este maldito shampoo derritiendo mi cráneo.

Estuve mirándome en el espejo una eternidad. Tenía grandes ojeras. Ya empezaba a sanar el golpe de mi frente. Casi podía ver la piel unirse.

Me mudé en el baño, me puse mi pijama de seda purpura. Salí ya que escuchaba murmullos por toda mi casa. En la sala estaban los Sullivan, Courtney Sophie, y dos chicos que imaginó vienen con los gemelos.

Sophie corrió hacia mi. Traía lágrimas en los ojos. - No puedo creer lo que pasó... - me abrazó, y sentía su cuerpo temblar. - Otra más en la lista de muerte. Ya no lo soporto mas.

Yo estaba muda, no aguantaba ver a Sophie así, el temblor de su cuerpo, me ponía cada vez más nerviosa.

La abracé fuerte y hundí mi cabeza en su cuello. Ella olía a coco.

Me dio un fuerte dolor de cabeza, y la luz blanca llegó a mi.

Todo era oscuro, sólo escuché un fuerte grito.

- ¡SOPHIE!!!

Abrí mis ojos y miré directamente a una muy asustada Sophie.
- ¿Qué pasó?

- No tengo ni la menor idea.

Escuché un fuerte ruido en mi habitación. Me puse alerta. Tenía un poco de miedo de volver ahí.
Caminé despacio con Sophie pegada a mis talones. - Son Sam, Annie y...

Abrí la puerta y lo vi ahí de pie, sus ojos se perdieron en los míos. Mi corazón dio un vuelco.

Su cabello estaba despeinado, pero se veía muy sexy, su camisa negra caía perfecta por su cuerpo, esos pantalones negros que le ajustaban muy bien y sus botas sucias por el barro.

Su mirada no se apartaba de la mía, pude notar que tenía grandes ojeras como si no hubiese dormido en días. Sus ojos empezaban a brillar con ese morado intenso. Parpadeó varias veces y el color se controló. Bajó su mirada a la alfombra, que seguía manchada de sangre.

Sam estaba de cuclillas, inspeccionando la sangre.
Sophie corrió hasta él y lo abrazó.

Kyle se quedó mirando a la linda pareja y luego posó su intensa mirada nuevamente en mi.

Soltó un largo suspiró y caminó rápido hacia mi. Su mirada era neutra, pero pude ver un inicio de sonrisa en sus labios.
Se estrelló contra mi en un fuerte abrazo.

Oh mi dios, extrañaba esto, extrañaba sus fuertes brazos, su calor corporal, su aroma... Enredó su mano en mi cabello. - Lo siento mucho, te dejé sola, no estuve aquí para ti. - su voz teñida de arrepentimiento.
- Ahora lo estás.

- Sólo dí, que me extrañaste. - sentí su sonrisa en mi oreja.
- No te extrañé. Así que no lo voy a decir.

- No importa que no me lo digas, porque lo sé.
Golpeé su pecho. - ¿Por qué desapareciste?

- Necesitaba mi espacio.
- No me decían nada de ti... ademas cuando desapareciste te fuiste como un completo imbécil. - lo volví a golpear.

- Lo siento. - besó mi frente.
Bajé mi cabeza a sus manos.

Santa Mierda.

Sus nudillos estaban destrozados, rojos y en carne viva.

Levanté mi mirada a su rostro, lo miré consternada.

- No maté a nadie, lo juro.
- ¿Qué pasó? - mis cejas estaban fruncidas.

- Yo...
- Chicos vengan a ver esto. - Sam nos llamó.
- Te salvaste, por ahora. - lo apunté con mi dedo acusador.

Sam estaba de cuclillas inspeccionando la sangre. - Esta es tu sangre. - señaló un primer manchón en la blanca alfombra.
Se puso de pie. - Y ésta es la de Helley, que como sabes, le habían inyectado algo.- levantó la cabeza y me miró fijamente. - Tú sangre.

- ¿Qué? - estaba muy confundida.

- Las rosas negras que han dejado. cuando las tomas entre tus manos, dejas un poco de sangre sin que te des cuenta, ellos han recolectado un poco, e intentan crear la nueva especie, pero la sangre es muy poca y no les funciona, por eso te quieren, eso es lo que han querido siempre... Nosotros no lo sabíamos así, pero ese es el verdadero motivo de las rosas.

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