Fin del juego Amanda

De jobyYurisch

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Amanda Muse y Trevor Mills son prácticamente enemigos naturales. No hay momento en el que no estén sobre el o... Mai multe

SINOPSIS
PREFACIO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
EPÍLOGO
MÍRAME ALICE

CAPÍTULO CINCO

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De jobyYurisch

TREVOR

He actuado como un idiota y sí, me estoy refiriendo a los pasados días. He tenido tiempo para pensar; salí esta mañana a correr y me he dado cuenta de que he estado actuando como un bobo arrastrado detrás de una chica.

¿Quién hace eso hoy en día? Seguro como el infierno que yo no.

Esto es la guerra. Y en la guerra, el que pestañea pierde.

Así que voy a ponerme manos a la obra.

Conseguí algo de información de los chicos, aunque no tanta como me gustaría. Es como si nadie quisiese cooperar en mi causa no informada. Por lo poco que escuché de mis amigos, Amanda está en esto tanto como yo.

Cuando me llegó el mensaje aceptando pasar las fiestas conmigo, supe que tengo que volver a ser yo y preparar una estrategia. ¿Ser un débil funciona? No. ¿Ser un estúpido funciona? No según el registro de los últimos años, pero al menos saca alguna clase de respuesta de ella. Así que he llegado a la conclusión de que tendré que ser la mejor versión de mí mismo. Sea lo que sea que eso signifique. Si voy por esto en serio, tengo que hacerlo bien.

Hoy, Amanda ha ido a casa de su madre en una debilidad de último momento. Le doy crédito, se resistió como nunca. De modo que con los chicos nos hemos reunido para el usual intercambio de regalos.

Como es de esperarse, el lugar de nuestra reunión es el apartamento de Efren. Atacado por el revoltijo de decoración navideña que entre todos hemos aportado como cada año. Puede ser que él y Leah ahora sean una pareja que planea navidades juntos, pero quieran o no, su casa siempre será el centro de reunión por excelencia. Hay guirnaldas en las ventanas, muñecos de nieve hechos de fieltro en los sofás y campanitas con muérdago en los muebles del lugar. En medio de la habitación, está dispuesto el árbol. Más pelotas de un lado, menos brillo del otro, pero a quién carajos le importa. Tiene un gran ángel en la parte superior y los regalos dispuestos debajo.

—Me pasé la noche repasando sobre las pistas que ya tenemos, —dice Eddie tan pronto nos sentamos. La noche pasada, la disquera nos envió la lista de canciones sobre las que desean que trabajemos. —cuando pasen las fiestas y estemos todos de nuevo alrededor, vamos a poder dar todo lo que Randall espera. Me tomaré un tiempo para tratar mi voz y ver si puedo sacar nuevos sonidos. No nos viene mal pensándolo bien.

—Voy a practicar en casa de mis padres —Aporto con un encogimiento de hombros.

Efren niega.

—Allá ustedes, no hay trabajo para mí. —Él mira a Leah, sentada a su lado bajo su brazo. —Voy a aprovechar cada momento que tenga con mi chica. Todo será para cuando la banda vuelva a reunirse.

—Creo que Leah pretende mantenerte ocupado entonces, Efren —Se mofa Rick desde una esquina con su usual voz jocosa. —Después de toda la piel que vi la última vez que entré sin llamar, me he hecho una idea de lo bien que aprovechan el tiempo ustedes dos.

Contengo mi sonrisa al ver el ceño de Efren fruncirse. Su rostro se torna de un color similar a la remolacha y carga sobre su hermano.

He pescado a Leah y Efren en situaciones comprometedoras. Sé lo embalados que pueden ser. El techo se les puede venir abajo y ellos ni lo notarían. En serio, no exagero, es francamente ridículo.

—Si me hicieras caso y avisaras antes de venir, no deberías haber visto nada. —replica Efren. Intenta atrapar a Rick sin éxito, así que toma el cojín más cercano y se lo lanza. —Y no viste nada para el caso. ¿Estamos? Es mi chica ahora, tarado.

—¿Tarado? Yo no fui quien la tenía tendida en el sofá con la puerta sin seguro, tu grandísimo idiota, ¡y solo con sujetador!

—¡Richard!

Los hermanos Baker se lanzan en una discusión infantil llena de sobrenombres y cojines volando de un lado a otro con Leah tratando inútilmente de calmar los ánimos. No es una pelea real, nunca los he visto pelear de verdad. Ellos se llevan bien incluso en sus peores momentos.

Entiendo eso, aunque a medias. Mis hermanas son pequeñas. Sus rostros caben en la palma de mi mano y aparte de unos empujones cuando mis padres no están mirando, no hay mucho que pueda hacer. No hay luchas ni nada por el estilo, porque ellas juegan en equipo y se lanzan contra mí dejándome reducido en cosa de segundos.

Las extraño. Un montón. Un motivo más para desear que el día de mañana llegue lo antes posible. He planeado un viaje por carretera hacia Boston con paradas alternativas que nos harán pasar a Amanda y a mí, horas en la confinación del carro, enfrentados a la nieve copiosa que no ha cesado de caer.

Será una hermosa —y con suerte candente— historia clásica de navidad.

En las películas parece funcionar, ¿por qué a mí no?

—Medianoche, —Rick llama la atención de todos con unas palmadas. —intercambio de regalos.

Mi parte favorita de la velada.

Dos cajas de color rojo y azul de parte de Alice y de Leah respectivamente son extendidas hacia mí y otra negra de parte de Efren. Las meto entre mis piernas, emocionado cual niño chiquito. No me culpen. Todos aman la navidad. Eddie me alcanza un paquete alargado que no me contengo de sacudir.

—No le hagas eso, lo dañarás —Me regaña cuando resuena algo bailando en su interior.

—Lo siento. —Rick me da un paquete mal envuelto en papel marrón que me hace sonreír. —Que feo, ni siquiera yo fui tan memo al envolver las cosas. Les pagué a unos niños a las afueras del centro comercial para que lo hicieran por mí.

Él me enseña el dedo medio.

Todos recibimos nuestros regalos y los apilamos a nuestros pies. El compromiso es aguantar hasta la mañana misma de navidad, lo que me supone una gran tarea, la paciencia no es lo que se dice lo mío. Como yo seré el último en ver a Amanda, recibo una pequeña montaña de regalos para ella con la misión de cuidarlos con mi vida hasta hacérselos llegar.

—Guárdalos, no lo fastidies para ella. —Comienza Eddie mirándome con ojo crítico. La primera espina pica en mí. En verdad, odio cuando me dicen eso. —Debes saber que si Mandy ha aceptado ir contigo no es para que la molestes.

—Está reticente a la idea, así que sé amable —acota Leah.

—Y bajo ningún punto comiences con tus bromas idiotas. —Sigue Eddie.

Se supone que estos tipos son mis amigos, pero en ocasiones, realmente no actúan como tal.

—Claro, como si yo fuese el único al que le gusta decirle cosas al otro —Me quejo y me arrepiento al instante al escuchar el suspiro colectivo. Okey, está bien. Eso no aboga a mi causa.

—No seas estúpido, ¿no estás tendiéndole una mano a Mandy? Déjala en paz por unos días, lleva los regalos para ella y sé bueno. Incluso un idiota como tu puede con eso. —Rick niega.

—Vamos Trev, presta atención, sabes a lo que nos referimos. —Llama Efren. Él es el único que se mantiene al margen en esto y eso está bien.

Los chicos solo deben tener un poco más de fe en mí.

Amanda es una chica grande, no necesita de nadie saltando en su defensa; estoy completamente seguro de que si ella se encontrara presente hubiese dicho algo parecido, a su manera. Bajo ningún punto permitiendo que todo suene como si la estuviese dirigiendo a días de tortura.

Ella aceptó esto.

Yo pretendo hacerlo valer. En verdad valer.

No hay nada de lo cual preocuparse.

—Está todo bien, chicos, tengo un plan. Con un poco de suerte festiva todo saldrá perfecto.

—No debería decir esto —expresa Alice tras una larga respiración. —Sin embargo, creo que es mi deber como amiga de ambos... Mandy está molesta contigo, Trev. No actuemos como que no sabemos eso.

—Sé eso, sé que está molesta... pero después de todo este tiempo podemos avanzar, ¿no? —Dejo que mi voz se pierda, quitando hierro al asunto. —Vamos, somos amigos, los amigos pueden con esas cosas.

—Otra clase de amigos, —Rick mira a todos en la habitación, buscando apoyo. —no ustedes. Mandy pareciera ser que siempre quiere arrojarte algo.

—Siempre buscas calentar el asunto... —Bueno, sí tan solo ellos supieran. —... No es que ella se comporte de la mejor manera tampoco, pero estás aquí y aunque finjas todo lo que quieras, sabes qué es aquello que a Mandy le fastidia. —¿Alguna vez he señalado el hecho de que Eddie es como un viejo sabio que todo lo ve? Sus ojos son penetrantes mientras mira directo a los míos. El tipo es mi amigo, pero me intimida. Él da una pequeña cabeceada conocedora, lo que me molesta aún más. —Algo hiciste Trevor, algo grande como para que ella lo mantenga todo este tiempo consigo. ¿Persistir detrás de algo bobo? Solo he visto a Mandy comportarse mal contigo.

Leah se remueve en su asiento, llamando mi atención en el momento justo en que comparte una mirada con Alice. Cuando mira al frente, sus ojos se topan con los míos y se congela.

Pillada.

Mi estómago cae y la galleta que había alcanzado descansa en mi regazo repentinamente perdiendo el apetito y toda la molestia sale de mí.

Jamás he tenido que preocuparme de que mis amigos se enterasen de mi cosa con Amanda, ella es como súper discreta y yo no iba a ser quien divulgara mi error. Iba.

—¿Leah? —pregunto con aprensión. Ella desvía su mirada. Mierda. —¿Alice?

—Yo ni sé nada, a mí no me mires. —Ella responde y enloquezco completamente.

Mis latidos se disparan al punto de que los siento retumbar cual tambor en mis oídos. Mis manos tiemblan. Mi boca se seca. Desde lejos escucho a Leah regañar a Alice y el desconcierto del resto de los chicos en la habitación.

—¡Alice, cómo pudiste! ¡Mandy nos asesinará!

—¡No le dije nada! ¡No tienen que poner esta clase de presión en mí, saben que apesto guardando secretos!

—¿Qué sucede? —demanda saber Efren posando su mirada en mí y luego en su novia. —¿Dulce? ¿Amor?

—No puedo creerlo... —balbuceo para mí mismo.

¡Carajo, con un carajo!

Me pongo de pie y Leah también, ella se aleja de mí en dirección a la cocina buscando refugio.

—Oh no, no correrás de mí —Le digo siguiéndola. Naturalmente, se arma un alboroto con todo el mundo alzándose desde sus posiciones, viniendo detrás de nosotros para saber qué es lo que pasa. —Leah, háblame. Dime lo que sabes.

—¡Yo no sé nada, ni Alice tampoco!

—Ah, ¿sí? ¡Una mierda sino! —La atrapo junto al lava vajillas. Atrapo su brazo y la retengo para voltearla y que así me mire. —Dime...

—¡Suéltala, idiota! —Efren me da un golpe en la nuca y se interpone entre su chica y yo. Rescato que sea un caballero y quiera defenderla, pero esto es un asunto de vida o muerte.

—Ella sabe algo Efren, algo que no me quiere decir. Vi cómo se miraba con Alice. —Mi amigo niega cruzándose de brazos. Quiero gruñirle. Me volteo en busca de mi segunda y escurridiza amiga. Pero sorpresa, sorpresa, Alice está escudada entre Rick y Eddie. —¡Oh, vamos!

—Será mejor que seas tú quien hable. —Eddie me da una mirada juiciosa. —Hace frío allí afuera, de modo que estamos confinados en este departamento. Tenemos toda la noche para que te tomes tu tiempo.

Bien podríamos tener toda la vida.

Mis manos van a mis mejillas y las restriego contra el rastro de barba que pica contra mis dedos. Miro al rostro de cada uno de los chicos, sus expresiones curiosas que me tienen acorralado y que tan pronto hable, me van a odiar. Y es un odio merecido. Lo sé, sino fuese de esa manera, no sería un secreto de la magnitud que es.

Busco el rostro de Leah, culpable y atormentado oculto contra el brazo de Efren.

—¿Lo sabes?

Son dos palabras y se siente todo el peso de la verdad detrás de ella. Peor aún, Leah asiente.

—Oh, maldito infierno —susurro yendo directo al piso. Mi mundo se tambalea, me mareo. Busco la estabilidad de la baldosa fría, sentándome en ella, abrazando mis rodillas.

—¿Trevor? —La voz de Eddie suena preocupada.

—¿Alguien puede, por amor de todo lo divino, ponernos al día? —Rick pierde los estribos.

Me siento incapaz de hablar. Mi garganta está apretada. Mi boca está reseca. Miró a Alice y Leah y les doy una cabeceada, autorizándolas a que suelten la bomba. Pero ninguna de ellas parece capaz de formular palabra alguna tampoco.

—Dulce, —Efren presiona abrazándola. —sea lo que sea, puedes decírnoslo. Lo solucionaremos.

Ella le brinda una mirada brillante y niega.

—Eres tan lindo, pero no se trata de mí. Es sobre Trev y Mandy, ellos... ellos tuvieron... —Me mira con pena y rabia a la vez. Una combinación extraña y peligrosa, porque ella es pequeña, pero estando de pie, erguida por encima de mí, me hace sentir pequeño y aún más patético por el acto que he cometido. Un acto que fue hace más de diez años y que a nadie le va a importar un carajo eso, porque la traición, sea como sea que venga, ocurra cuando ocurra, sigue siendo traición y entre nosotros, no traicionamos así.

—¿Alice? —Eddie busca algo con ella, pero de nuevo, Ali solo se escuda. Niega y planta su rostro contra la espalda de Rick.

—Amanda y yo estuvimos juntos. —concluyo encontrando mi voz. Las miradas de los chicos son por lo menos estupefactas. Me ven hacia abajo, en donde estoy sentado. Y doy el golpe de gracia. —Perdimos la virginidad juntos en el último año de secundaria y yo le engañé.

Hay un jadeo colectivo de los chicos y ya está. Lo dije.

El silencio en el lugar se vuelve palpable. El refrigerador emite ruiditos. La vida activa más allá de las ventanas nos llega sin tocarnos.

—No puedo...

—Cómo ustedes...

—Puto pendejo.

Me levanto con lentitud. Todos me siguen de vuelta a la sala, nos dejamos caer en los sofás anonadados, aun asimilando lo que he revelado. Entumecido y sintiéndome mal del estómago, les doy tiempo para que carguen sobre mí.

—¿Cómo pudiste hacerle algo así? —Es Richard quien se recompone primero. Me ve decepcionado y enojado de la peor manera.

—¿Tu nunca has engañado a alguien Rick? —No puedo evitar preguntar. Él es como yo, él tiene su cuota de tonteo con las chicas, su cuota de meter las patas y arrepentimientos sobre la espalda.

—Fui bastante estúpido durante mi juventud —dice recordándonos que es el mayor de todos. —y, aun así, jamás la cagué tan mal. Me hago cargo de mis asuntos, cuido y respeto a las chicas con las que mantengo una relación, mucho más si aquella chica es alguien a quien tengo en estima.

Odio que sea tan propio.

Odio que no pueda encontrar un par en él en el cual apoyarme.

Me siento cojo, porque de todos los chicos soy el peor. El cerdo.

—Mandy te amaba —Alice rompe el silencio. —Ella se enamoró de ti.

—Lo sé —digo sosteniendo su mirada. —Yo también me enamoré de ella.

—No lo creo —debate Leah. —Si ese hubiese sido el caso, no habrías hecho lo que hiciste. Yo estuve ahí, recuerdo el momento en que ella cambió y nunca, ni en un millón de años pensé que era por ti. Pensé que se debía a su padre. Otro cabrón que le hizo malpensar de los hombres.

Hago una mueca.

—Leah, tu no entiendes cómo funciona el cerebro masculino.

—¡Pura mierda! —estalla. —Esa es la excusa barata que usan aquellos que no tienen nada más con lo que defenderse cuando la cruda verdad es que no son capaces de controlar sus impulsos.

—Sí, —Alice se le une. —no eres un animal, eres un hombre.

—Era un chiquillo estúpido.

—Pero ahora no lo eres —Eddie me mira. —Dejaste de serlo hace mucho tiempo. No pretendo enjuiciarte ni nada por el estilo. No entiendo lo que hiciste, pero allá tú. Quiero centrarme en el ahora. Todos estos años has seguido molestándola. ¿Por qué? ¿por qué no avanzar?

—Porque la quiere. —Richard dice negando. Él me ve, como realmente verme, y suspira. —Porque sabe que lo jodió. Porque es el chiquillo estúpido en su interior, ¿no es así?

—¿Nadie más necesita un cigarrillo? —pregunto sintiendo que todo va sobre mí. —Nos estamos poniendo serios muy rápido aquí.

—Como sea —Leah se pone de pie. —No necesito más de esto.

—La versión de Amanda no es la única en esta historia.

—Pero es la única que me importa.

Leah es una fiera con Mandy, ellas son una. Hermanas de diferente madre. Sabiendo que no llegaré a nada ni con ella, ni con Alice que se pone de su lado, con los chicos nos arrastramos fuera para fumar.

Sé que es un mal vicio, pero es difícil dejarlo ir cuando lleva tanto tiempo conmigo. Sí, ya notas el patrón. No soy bueno dejando las cosas ir.

Saco la cajetilla del bolsillo de mis pantalones y Efren ofrece fuego con su feo encendedor de pez. Aun cuando nos embutimos dentro de nuestras chaquetas, el frío corta contra nuestros rostros.

—Son las dos de la mañana —Efren consulta su reloj de pulsera dejando salir una columna de vaho. —¿Dormirás algo esta noche o qué?

Eso va para mí. Tomo una profunda calada de mi cigarrillo.

—¿No hay más preguntas? ¿Pretenden que crea que me dejarán escapar así? Sé que la cagué chicos, pueden ir sobre mí.

—No sé qué decirte —Efren niega. —Recuerdo haberte pedido que no la jodieras.

—Una chica nunca olvida a su primer amor. —dice Eddie. —Nadie lo hace. Y he escuchado a Mandy hablar sobre su primera vez, he visto el brillo en sus ojos. Ella te amaba, no hay duda de eso.

Tengo que mirar lejos cuando una ola de culpabilidad me ataca. Los nervios me han dejado ahora que sé que ninguno irá a por mí garganta, pero el frío se cola en mi interior y es mucho peor. Es de una peor clase, y nada tiene que ver con la nieve a nuestro alrededor.

—Creo que a Mandy aun le duele. —Rick me hace voltear la cabeza. —Creo que le importa, por eso es como es. Por eso parece ser que no te soporta. Que no te quiere cerca. Le dueles, Trevor.

Le duelo.

Doy la última calada a mi cigarrillo y lo lanzó al piso, aplastándolo con la bota.

—Después de todos estos años aun no puedo mirarla a la cara cuando el tema sale a colación, —Les confieso. —le he pedido volver, le he pedido segundas oportunidades y Amanda solo pasa de mí. —Los chicos me miran en silencio. Tres rostros enrojecidos por el frío y ojos serios. —Me merezco que ella me odie. Ni siquiera tengo una buena excusa para explicar por qué lo hice. Solo tuve miedo. Me aterré de que viese debajo de toda mi fachada y corrí.

Los chicos se miran entre sí y nadie encuentra algo que decirme.

Aquí no quiero que me linchen, porque sí, veo la mirada que estás poniendo y crees que lo que voy a decirte es una excusa, cuando no lo es. El hombre promedio es aún un neandertal. Somos seres básicos, que nos dejamos llevar por instintos primitivos que no hacen más que hacernos lucir como pendejos.

Prueba de ello, es lo que está por ocurrir.

—Belleza a mi derecha —advierte Rick disimulando encender otra colilla. Miro hacia el final de la calle y mis ojos se abren de par en par, alejando la sensación de pesadez. Bueno, ahora esto puede mejorar mi humor.

Hay una pareja dirigiéndose derecho hacia nosotros. Uno es una especie de chico de camisa y corbata. Y lleva de la mano a una preciosidad. Piernas largas con botas hasta la rodilla. Eso me gusta. De la clase de chica de cabello rubio natural y piel pálida. Está usando sin lugar a duda una falda bastante corta porque el chaquetón que lleva escasamente alcanza a cubrirla.

Nos hacemos a un lado en la acera para que ellos pasen y no me reprimo de sonreírle a la hermosura. ¿Qué? Como te dije, seres básicos. Además, la chica bate sus pestañas en mi dirección. No es mi culpa.

Ajeno al intercambio, el tipo jala la mano de la chica más cerca. Lo que es ridículo. Si tienes una mujer como esa a tu lado, tienes que tener confianza en ti mismo. No puedes ser la clase de estúpido que se considera feliz por tenerla y no hace nada el respecto.

El mundo está lleno de hombres que, como yo andamos detrás de bellezas como aquella y no importa nada si ella tiene a alguien o no. Si me da tan solo una mirada, sé que puedo hacer algo con eso.

Es así de fácil.

Una pequeña abertura para entrar y hacer un movimiento.

Me quedo observando a la chica y presintiendo mi interés, ella me mira por encima de su hombro. Le regalo un guiño. Esta vez, no se voltea y su acompañante lo nota.

Él me da una mirada fija, de la clase que debiese intimidar. Pero entonces se fija en mi tamaño y el de los chicos a mí lado. Parece pensárselo mejor de inmediato. Puedo pelear mis peleas solo, es más, me gusta. Pero con tan solo un vistazo, notas que somos un grupo para tomar en cuenta.

Como un tipo inseguro, solo jala de la mano de su novia.

Rubiecita no volverá a mirarme sin duda.

—Las chicas son tan complicadas. —murmuro. —Indecisas.

Hay murmullos de aprobación a mí alrededor.

Ni siquiera tener a tres chicas en nuestro grupo nos ha enseñado algo acerca de cómo funciona la mente femenina. Hoy en día, aun Leah, Alice y Amanda son un enigma para todos nosotros.

—Papá siempre se sintió afortunado de solo haber tenido hijos varones; no estaba seguro de cómo iba a ser posible criar a una niña y enseñarle a buscar el príncipe azul cuando a nosotros nos estaba malcriando siendo unos pequeños bribones. —Se ríe Rick siguiendo con la mirada a la chica. Efren da un asentimiento a su lado, pero su mirada no recorre a la chica de la manera en que Rick o yo lo hacemos.

Cuando me ve, articulo un silencioso marica en su dirección. Desde que está con Leah, se ha vuelto un señorito.

—Tú tienes hermanas, prepárate para tener que lidiar con eso. —Me dice con una sonrisita.

Me estremezco. Aquel tiempo llegará, pero en lo que a mí se refiere está lejos, muy lejos en el futuro.

—Ni lo menciones, eso es un golpe bajo.

La pareja aún no se pierde de vista, se detiene unos pasos más allá para besarse. Y por la forma de arrojarse uno encima del otro, puedo apostar a que no falta mucho para que necesiten un cuarto. Jesús, que agradezcan que no hay niños en la calle. Ellos se acomodan como si nada contra una pared, poniéndose de lado y no puedo no fijarme en el perfil que el tipo nos ofrece. Es delicado, de nariz respingada.

—¿Por qué las chicas buscan idiotas que lucen como modelos? ¿Es que acaso no notan que tipos como ellos o bien, ya tienen novio o son unos jodidos de la cabeza? —consulto.

—Agradécele eso a Christian Grey y sus sombras de no sé qué mierda. Es su modelo de hombre. Todas hoy en día quieren uno como él. —Hace notar Rick y tengo que darle la razón.

He visto ese libro en todas partes y aunque no me he aventurado a leerlo, a veces, pienso que debería. ¿Qué crees tú? ¿Qué tiene el tipo que hace a las chicas arrojar sus bragas por él?

Con los Baker estamos pegados en la escena. La chica es fogosa, lo cual nunca viene mal en una mujer. El sexo es sexo, no hay que mirarlo como nada más que un acto físico. Tienes una picazón y la rascas. Efectivo. No hay motivos para cohibirse, ni impedimentos para ir en busca de lo que deseas.

—¿Para esto hemos salido a congelar nuestros traseros? —La voz de Eddie se interpone. —¿Para que venga aquí a mirarlos presenciar esta especie de porno? —Él onda su mano en dirección a los pervertidos de la esquina, sin mirar hacia ellos.

—Está lejos de ser una porno, quizás si les damos unos ¿quince minutos, tal vez? —consulto mi reloj solo para verlo poner los ojos. Eddie es demasiado santo para su propio bien. No estamos haciendo nada malo.

Un chillido procedente de la esquina nos hace voltear nuestra atención hacia allí. La fogosa chica es ahora una fiera. En lo que sea que la haya enfurecido, le está cayendo a cachetadas al tipo.

Mi libido muere de solo verle y mi rostro decae.

Eddie lanza una sonora carcajada.

—Salud por los tíos guapos. —dice para mí y le saco la lengua.

Supongo que hay tipos que son más avanzados que los neandertales. 

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