cold

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. Camila es el refugio d... More

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Epílogo
'love is blind, and i am cold'
cold en físico
Gracias.

Último Capítulo

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By milanolivar

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... 7 años después

Lauren's POV

La sala estaba llena de gente, todos hablaban entre ellos, entre luces tenues, fotos, copas de vino y canapés de caviar y salmón. Miré la foto que estaba colgada encima de la pared, el cielo rosa, casi púrpura con tonos naranjas, decorados con nubes que adornaban la imagen. Estaba hecha desde debajo de la arena de la playa, en el agua se mezclaban los colores. La arena era rosa, no por el reflejo, sino porque aquella arena era así.

—Vaya, gran foto. —Dijo una voz a mis espaldas. Me di la vuelta con una sonrisa y asentí al ver a aquél hombre.

—Atardecer en Komodo. —Ladeé la cabeza mirándolo con los ojos entrecerrados. —Pasé cuatro horas tumbada en la arena capturando el cielo cada quince minutos.

—Lo sé, tengo esas fotos en mi casa. —Cerré los ojos soltando una pequeña risa, alzando una ceja. —Enhorabuena por tu nueva exposición.

—Gracias, George. —Le tendí la mano estrechando la suya con una sonrisa, y se acercaron un par de personas más. Críticos de arte, más bien.

De fondo vi a Camila, que apareció con un vestido rosa claro, el pelo recogido en una coleta alta y dejando caer dos mechones de pelo a sus lados. Al verme, sonrió y se fue acercando hacia nosotros.

—He visto el reportaje que hiciste en la India. Fue espectacular, en serio. Supiste capturar el colorido de los mercados, el... El alma del país sin hacerlo parecer un país pobre como casi todos. —Asentí con una sonrisa torcida en agradecimiento.

—Es fácil cuando te dejas llevar por lo que ves. —Solté una pequeña risa a lo que los tres críticos rieron. —Disculpad. —Dije para que se apartasen y extendí la mano para tomar la de Camila, que sonrió al agarrar la mía. —Esta es mi prometida, Camila.

—Encantada. —Sonrió ella, estrechando la mano de ellos tres. —Cielo, ¿te importaría venir conmigo un momento? —Preguntó con una sonrisa apretando mi mano.

—Claro. En un segundo vuelvo.

Salí de la mano con Camila, que me guió hasta una de las salas anexas al museo. Al llegar a la puerta, ella se paró.

—¿Qué ocurre, Camz? —Pregunté algo preocupada, y se mordisqueó el labio con un atisbo de preocupación en su rostro.

—Tus... Tus padres están aquí. —Dijo con una pequeña mueca y una sonrisa, encogiéndose de hombros. —Sé que no querías verlos, pero...

—Está bien. —Dije encogiéndome de hombros con una sonrisa. Me incliné y la besé poniendo las manos en sus mejillas, suspirando al hacerlo. —Te quiero, ahora, si me disculpas, tengo que entrar ahí. —Camila sonrió, sabía que yo no sentía nada al verlos. Ni bueno, ni malo. Me eran indiferentes.

Abrí la puerta y mis padres aparecieron, estaban sentados en un sofá azul, y al verme se levantaron.

—¿Me buscaban? —En cuanto fueron a abrazarme di unos cuantos pasos hacia atrás, ladeando la cabeza.

—Lauren, oh, por dios, estás preciosa. —Camila se quedó en la puerta, frotándose el brazo algo preocupada, y yo terminé de entrar cerrando la puerta con el ceño fruncido.

—Me dices que estoy preciosa cuando no me has visto antes. Oh sí... —Asentí con una sonrisa sentándome en el sofá de enfrente, desabotonándome la americana negra. —La última vez que dijiste algo con respecto a mí yo tenía veinte años, y... Ah, sí, me dijiste que era una inútil que no iba a llegar a nada. —Asentí mirando a mis padres con una sonrisa. —Wow, ¿no es gracioso cómo cambian las cosas? ¿Verdad Camila? —La miré sonriente, y luego volví a mirar a mis padres. —¿Venís a buscarme porque soy la única hija que ha triunfado? —Solté una risa.

—No, venimos porque te queremos. —Comentó mi padre. Apoyé las manos en el respaldo del sofá, negando con el ceño fruncido y una sonrisa.

—Nah, no me queréis. Si me quisieras no me habrías estampado contra la pared tantas veces sólo por estar en mi habitación. —Puse las manos de nuevo sobre mi regazo, ladeando la cabeza mientras me miraba los dedos. —Ni tampoco me habríais dejado sin ropa, ni dejarme sola en Navidad sólo porque estaba enferma. Además, tampoco habríais llamado a Camila 'la ciega'. —Solté una risa negando, mirándolos a los dos. —No podéis arreglar ahora el daño que habéis hecho.

—¿Y entonces cuándo lo vamos a arreglar? Dime. Te cambiaste el número, y ni siquiera tu hermano nos lo quiere dar. —Me echó en cara mi madre, y me humedecí los labios con aquella sonrisa rencorosa y vengativa.

—La primera vez que me cogiste en brazos al nacer. —Mi rostro cobró un semblante más serio, inclinándome un poco para mirarlos, con los codos en las rodillas y las manos enlazadas. —Deberíais haberme querido como a una hija, eso es todo. Es naturaleza humana, pero creo que vosotros de eso no tenéis una pizca.

—Mira, Lauren, como vuelvas... —Mi padre me señaló con el dedo.

—¿Cómo vuelva a qué? ¿Me vas a pegar? ¿Me vas a estampar contra ese armario otra vez? ¿Me vas a gritar hasta hacerme sentir una mierda? —Me reí negando, volviendo a la seriedad. —No eres nada. No sois nada. —Me encogí de hombros negando. —No me puedes hacer nada, porque ya no soy una niña de 19 años que lo único que quería era salir de su casa. Pero tú sigues siendo un maldito maltratador psicológico. Doy gracias a que yo no he sacado eso de ti, porque soy buena persona. Así que, si queréis quedaros y ver la exposición, genial. Disfrutad de los maravillosos paisajes que fotografié y espero que os gusten. Os deseo lo mejor en la vida. —Me giré hacia Camila y le tendí la mano, agarrándola para salir de aquella habitación.

*

Camila's POV

—¿Estás segura de que estás bien? —Pregunté sentándome en su regazo, pasando mi brazo tras su cuello.

—¿Cuándo te he mentido sobre eso? —Su mano se posó sobre mi muslo, rodeando mi cintura con la otra.

—Mmh, no sé, quizás cuando era ciega y me mentías cada día sobre que estabas bien. —Abrió los labios y los ojos a la vez, negando.

—Oh, Camila, golpe bajo. Golpe bajo. —Negó riendo, y entonces me incliné para darle varios besos en los labios, y apoyé mi frente contra la suya. —Estoy bien, de verdad. No me afecta y lo sabes. Pero...

—Pero... —Repetí con esa voz. Lo sabía.

—Pero me da rabia, ¿no me pueden dejar tranquila? Ahora que sus dos hijos trabajan en algo en lo que no tenían pensado trabajar, vienen a mí. Venga ya. —Resopló mirando por el ventanal, desde el que se veía el mar y el bosque. Pasamos de vivir en nuestro pequeño apartamento, a comprarnos otro más acomodado, y luego, este ático en el centro de Vancouver.

—¿Qué puedo hacer para animarte? —Dije quitándole la chaqueta con una sonrisa, dejándola a un lado en el sofá.

—Bueeeno... —Se le escapó media sonrisa mirándome con ojos de cachorrito, encogiéndose de hombros. —Si pudieses hacer algo, te lo agradecería...

Lauren me hacía perder la cabeza, una y otra, y otra vez. Sabía qué palabras decir para que me quitase el vestido delante de ella, sabía cómo besarme para que la desvistiese también a ella. Sabía cómo provocarme para que acabase de rodillas entre sus piernas. Adoraba la forma ronca en la que gemía. Adoraba la forma en la que su mano apretaba mi pelo y me miraba desde arriba, sonriendo un poco. Incluso en esos momentos, Lauren seguía teniendo el control.

Pero Lauren sabía cómo hacerlo, sabía cómo llevarme a la cama y hacer un camino de besos que sin quererlo llegaba a mi entrepierna. Su lengua estaba húmeda, la sensación era indescriptible. Mis manos se enredaban en su pelo, mi respiración se agitaba y mis piernas rodeaban su cuello, para así mover mejor mis caderas contra ella.

Lo más importante, es que Lauren sabía hacer el amor. Mirándome a los ojos después de besarme, moviéndose lentamente pero profundo, haciéndome gemir contra su boca y revolver su pelo, apretando mis talones contra sus nalgas en busca siempre de un poco más. Su boca mordía mi cuello, mis manos arañaban su espalda, cada vez más fuerte y más rápido. A veces duro. Así me hacía terminar, gimiendo su nombre de una forma seguida y en voz baja, con la espalda separada de la cama, el cuerpo en tensión y los pelos de punta.

—¿Estás mejor? —Pregunté riendo en voz baja, y ella asintió soltando una carcajada, besando mi frente.

—Ha sido una gran noche. Gracias a esto también, pero... Es mi tercera exposición, es especial. —Me abracé a ella, poniéndome encima con la manta tapándonos hasta la cintura. —Vamos a casarnos en unos meses. —Puse mis manos sobre las de ella y enlazamos nuestros dedos, sonriendo con ternura.

—Lo sé. De hecho casi me pongo a saltar cuando me llamas 'tu prometida'. Es tan adorable cuando lo dices... —Me incliné para pegar mi frente con la suya arrugando la nariz mientras reíamos.

Fuimos a la India durante dos semanas, allí casi no podíamos tocarnos por la calle porque la gente nos miraba mal. Aunque ella sí que quería que actuásemos como una pareja, yo no quería influir en su trabajo. Paseamos por los mercados, por esas bolsas llenas de especias, tantos colores, y una cultura radicalmente diferente a la nuestra. Después de aquellas dos semanas, fuimos a Maldivas. Nunca había visto un agua tan turquesa y cristalina, y una arena tan blanca como aquella. Una de las noches Lauren tenía que trabajar, pero me pidió que fuese con ella. Íbamos a Isla Vaadhoo, pero lo que vi allí no fue normal. Aún intento asimilar aquello, pero no puedo. El mar estaba lleno de luces azules, como bombillas de neón azules que aparecían en la orilla cada vez que una ola, por muy pequeña que fuese, rompía. Entonces Lauren me pidió matrimonio, a la luz del mar.

—Te amo. —Murmuró en voz muy baja mirándome con una sonrisa tierna. Le costaba mucho decirlo, y a mí también. Te amo y te quiero, eran palabras superfluas y banales en comparación con lo que nosotras sentíamos. Justo cuando fui a besarla de nuevo, sentí que tiraban de la sábana, y giré la cabeza. Mico intentaba saltar encima, y Lauren lo cogió dándole besos por la cabeza, poniéndoselo en el pecho.

—Qué grande está ya nuestro bebé. —Lauren se rio, porque el pobre no podía crecer y aunque hice el comentario con buena intención sonó un poco cruel.

Y nosotros poco a poco, justo como Michael y Dinah, habíamos formado una pequeña familia. Aunque ellos fue más bien por accidente. Aún recuerdo la cara de Dinah cuando se enteró de que estaba embarazada, y la de Michael más aún. No era algo que quisiesen ahora, pero el shock inicial sólo fue eso, al inicio. Él trabajaba en una de las empresas más importantes del país como ingeniero químico, y Dinah estudió relaciones públicas en la universidad de Vancouver. Ahora, trabaja en una empresa de representación de jugadores de hockey. Tuvieron a su pequeño el pasado agosto, lo llamaron Roger, y después de ver a Michael llorar al ver a su hijo nacer, no tuve duda que sería lo mejor que les había pasado.

—Ya llegará el momento en el que tengamos un bebé. —Dije sonriendo, tumbándome sobre el pecho de Lauren, que había soltado a Mico justo a su lado en la cama.

—¿Me lo prometes? —Murmuró en voz baja, pegando su rostro al mío.

—Te lo prometo.



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