cold

By milanolivar

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Último Capítulo
Epílogo
'love is blind, and i am cold'
cold en físico
Gracias.

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Lauren's POV

"¡ERES UNA INÚTIL!" "NO HACES NADA, ¡LEVÁNTATE Y PONTE A TRABAJAR!" "Acabarás sola, SOLA porque eso es lo que te mereces después de todo." "NADIE VA A QUERERTE, NADIE." "SÓLO ERES UNA MALDITA RATA EN ESTA FAMILIA." Mi padre aporreaba la puerta a puñetazos.

Abrí los ojos y comencé a retroceder en la cama apoyando las manos y los pies en el colchón, hasta que mi espalda pegaba contra el cabecero de la cama. Respiraba de forma agitada, mirando a mi alrededor, desconcertada, hasta que me encontré con la imagen de Camila.

—Lauren, shhh, tranquila. Mírame. —Me cogió de las mejillas para que fijase mi mirada en la de ella, parecía tranquila. —Respira, es sólo una pesadilla. Ya no están, cielo. —Me di cuenta de que mi mano apretaba su muñeca inconscientemente, y tragué saliva asintiendo un poco. Mi cuerpo se iba relajando a medida que procesaba sus palabras, destensando mis músculos. —Está bien, todo está bien. —Camila me rodeó con sus brazos, quedando de rodillas en la cama, y dejé que me consolase y me tranquilizara.

—No me gustan esos sueños. —Murmuré en voz baja sintiendo un beso en mi cabeza.

—Porque no son sueños, son pesadillas. Y las pesadillas no suelen gustar. —Busqué refugio en su pecho girando la cabeza, haciendo que Camila casi me cogiese en brazos como a un bebé. —Te haré el desayuno. ¿Mmh?

—No... No. Necesito salir de la cama. —Asentí incorporándome, poniendo los pies en el suelo y quedándome sentada al borde de la cama. Los codos apoyados en las rodillas y mi cara enterrada entre mis manos.

—Está bien... —Suspiró, apretándome un poco el hombro antes de salir. —Te espero en la cocina entonces.

Camila no parecía estar muy bien, más bien algo decepcionada por aquél rechazo. Así que me levanté, y caminé tras ella hasta la cocina, atrapándola por la cintura. Aquello la hizo reír un poco.

—Estoy bien, estoy bien. Gracias. —Besé su mejilla quedándome un momento abrazada a ella por la espalda, hasta que la solté.

—Es que no me gusta verte así, es sólo eso. —Saqué dos tazas del mueble superior de la cocina. Las miré con el ceño un poco fruncido. Una era verde, la otra rosa. —La rosa es mía. —Puntualizó haciéndome girar la cabeza hacia ella.

—No me sorprende. —Dije entre dientes riéndome, metiendo una taza de leche en el microondas.

—¿Por qué no te sorprende? —Fruncí el ceño programando la cafetera, agachándome para mirarla con las cejas gachas.

—¿Quién tiene los ojos verdes aquí? —La miré sonriendo, y ella torció los labios con una sonrisa negando, dándome con la mano en la cara.

—No me mires así. —Me apartó riéndose, escuchando el sonido del microondas indicando que la leche estaba lista.

—¿Cómo quieres que te mire? —Eché un poco de café en las dos tazas, y ella vertió la leche en las tazas, echándole dos azucarillos.

—¡No sé! Pero... —Sacó las tostadas y las puso en el pan sonriendo un poco. —Me da vergüenza.

—¿Te da vergüenza que te mire? —Cogí mi taza de café y una tostada, saliendo con ella al salón.

—Un poco... Cuando me miras así. —Di un sorbo al café, quedándome cerca del ventanal. Hacía mal día, estaba lloviendo. —Oh dios, ¿está lloviendo? —Camila vino rápido a mi lado, con la taza de café entre sus manos y una gran sonrisa.

—¿No habías visto aún llover? —Ella negó sonriendo, con los ojos abiertos de par en par mirando los nubarrones negros que descargaban todo el agua en la bahía, encima de Vancouver.

—No, ha hecho muy buen tiempo este mes. Es precioso. —Di un mordisco a la tostada y la dejé en la mesa junto a la taza, cogiendo la cámara de la habitación para volver al salón.

De lejos, la figura de Camila en contraste con la claridad que entraba por el ventanal se veía como una silueta negra. Perfecta pero opaca. De fondo, los nubarrones grises, negros, azul oscuros y los cristales repletos de gotas de agua. Mi cámara se disparó, una, dos, y tres fotos. Camila se dio la vuelta.

—¿Ha salido bien? —Me acerqué a al cristal junto a ella, haciendo un par de fotos a las gotas que se deslizaban cristal abajo, mezclándose con las luces rojas de los coches que cruzaban el puente, con las luces encendidas de los edificios.

—Siempre sales bien. —Respondí en voz baja, girando la cámara hacia ella, que arrugó la nariz, cerró los ojos y sacó la lengua. —La haré mi fondo de escritorio en el ordenador.

—¡No! Salgo mal. —Solté una risa enseñándole las fotos mientras negaba.

—No, sales perfecta. —Besé su frente y volví a mirar las primeras fotos, eran absolutamente preciosas. —¿Puedo subir estas a Tumblr? Son preciosas.

—Claro. Excepto la que sale mi cara, esa...

—Esa es mía. —Añadí dándole un beso en la nariz, que la hizo reír con los ojos apretados. —Por cierto, tengo que irme. —Dije mirando el reloj de mi muñeca con el ceño algo fruncido.

—Mmh... —Ella bebía café abriendo los ojos. —Tenemos que irnos, tengo clase a las 11. ¿Y tú dónde vas, por cierto?

—Tengo que hacer la entrega de una foto. —Me froté las manos mientras entrábamos en la habitación. Aún se me hacía extraño eso de tener un armario lleno de ropa que me quedaba bien y donde podía elegir.

—¿No las mandar por correo? —Asentí poniéndome los jeans negros, y me senté al borde de la cama para atarme las botas.

—Sí pero... Este chico quiere que se lo entregue en mano. Hemos quedado en una cafetería cera de aquí. —Me levanté de la cama y me puse el sujetador, mirando a Camila que se enfundaba sus pantalones y una de mis sudaderas grises.

—Eso es raro. —Escuché sus palabras mientras me ponía una camiseta blanca de The 1975 y una chaqueta negra que parecía de plástico.

—Lo sé, pero es 'trabajo'. Esta tarde pasaré por tu casa, ¿vale? —Asintió cogiéndome de las manos. Me besó.

—Vale.

*

Me colgué mejor al hombro la tira del pequeño maletín donde llevaba la foto ya enmarcada. Estas cosas eran demasiado delicadas. Miré al otro lado de la calle, estaba la cafetería. En cuanto el semáforo se puso en verde, comencé a caminar, dirigiéndome a la entrada del local. No había mucha gente, el ambiente era cálido, mis pies tomaron algo de calor después de haber sido mojados por los charcos de la ciudad. Miré a mi alrededor.

—Hey, ¿eres Lauren? —Giré la cabeza a mi derecha para encontrarme con el chico que me mandó el email. Alto, de ojos verdes y nariz recta. El pelo engominado hacia un lado, pero parecía amable.

—Sí, soy yo. ¿Eres Barry? —Él asintió y señaló una mesa al fondo de la cafetería.

—Sí, vamos a sentarnos.

Lo que más me sorprendió de aquél chico era que iba vestido de traje. No era la típica persona que solía comprar mis cuadros, aunque... Tenía constancia de que algunas empresas compraban fotos de los bosques para crear un ambiente más 'relajado' en sus zonas de trabajo. La foto que me había pedido era un bosque, pero lo extraño era que si era para una empresa, lo más normal sería que la mandase por correo. Pero no.

—¿Quieres un café? —Preguntó él con el vaso de cartón en la mano.

—No, gracias, he desayunado esta mañana. Pediré una botella de agua. —Él asintió mirando su vaso con una pequeña sonrisa. —¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro.

—¿Por qué no pediste que te lo mandase por correo? Es más rápido. —Dije sonriendo, alzando los hombros para que no se sintiese atacado. Su sonrisa se amplió.

—Porque el cuadro no es para mí, es para mi novia. Ella maneja Tumblr y esas cosas, e incluso antes de dormir lo mira en el móvil. —Soltamos ambos una risa, antes de que Barry siguiese hablando. —Y es su cumpleaños en unos días, y como no paraba de decirme que le gustaba esa foto...

—Wow, dile que de verdad le agradezco que aprecie tanto mis fotografías.

—Se lo haré saber. Yo también la aprecio, si no, no la dejaría que pusiese ese cuadro en mitad de nuestro salón.

Ambos reímos, parecía amigable. Le di el cuadro y él me pagó 150 dólares, aquellos 50 de propina por hacerme venir a entregarle el cuadro. Era un buen tipo.

*

Para llegar desde donde me dejaba el autobús a casa de Camila, tenía que pasar por delante de mi casa. Bueno, de la casa de mis padres. Saqué el móvil y preferí mirarlo, preferí concentrarme en otra cosa que no fuese aquella casa, pero era francamente difícil. Toda mi vida la había pasado allí dentro, toda mi vida había sido para mí un infierno de frustración. No podía llegar a entender aún cómo unos padres pueden tratar así a su hija, mientras que hay otros que no pueden tener hijos y llorarían por criar un bebé aunque no fuese suyo.

Escuché la voz de mi madre, creía que era mi imaginación, pero no.

—¡Lauren! —Apreté los ojos, y entonces escuché también la de mi padre.

—¡Lauren, Lauren! —Me giré, y estaban allí los dos. A ese cabrón sí que no quería verlo ni en pintura.

—Ni se os ocurra acercaros más. —Dije negando, tragando saliva de una forma pesada. Mi corazón latía tan fuerte que podía sentirlo contra mi pecho, casi saliéndose por la boca.

—Pero eres nuestra hija. —Dijo él, y lo miré con tanto desprecio que debería sentirme mal, pero no.

—¿Ahora soy vuestra hija? ¿Hizo falta que me tuviese que morir para que os dieseis cuenta? —Solté una risa retrocediendo sobre mis pasos. —Me llamo Lauren, y yo no tengo padres. Sólo fui un error que no debería haber nacido, pero que existe. Así que mostrad atención en vuestros dos hijos, no vaya ser que cojan un resfriado.

Me di la vuelta y caminé rápido hacia casa de Camila. Quería salir de allí.


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