Sentencia(dos).

By phoenixetwolf

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Todos tenemos secretos. Pueden parecer inofensivos... pero, ¿y si no lo son? ¿Qué pasa cuando alguno de esos... More

Introducción
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Epílogo

Capítulo 24

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By phoenixetwolf

Hidan le había hecho ponerse en pie, a pesar de que sus piernas -sobre todo la herida- apenas le sujetaban. Llevaba toda la noche alternando entre la duermevela y la total inconsciencia, y aun así se sentía como si no hubiera dormido en años. El dolor empezaba a desvanecerse, y lejos de aliviarle, le preocupaba. Sabía que eso significaba que estaba perdiendo demasiada sangre. Ya ni siquiera reconocía las manchas rojas por todo el suelo como suyas. Porque le aterraba o porque, simplemente, la cabeza parecía latirle a un ritmo frenético, no lo sabía.

-Despierta, despierta, Naru. ¿No quieres hablar con tus padres?

Apoyado contra la pared y usando todas sus fuerzas para mantener el equilibrio, consiguió dilucidar que aquello no era nada bueno. No solo por el cambio de posición, ni la pintura blanca y negra que cubría el cuerpo y el rostro de Hidan, haciéndole parecer un auténtico shinigami con la guadaña al hombro, sino también por la mención de "padres". Si no hubiera estado tan dolorido como confuso, seguramente habría reaccionado.

Un hombre al que no había visto nunca, con una expresión hermética y una mirada glacial le tendió un teléfono a Hidan. Este marcó un número y esperó.

El teléfono sonó por largo rato. Hidan daba vueltas por la habitación, haciendo girar la guadaña con gracia. Saltó el buzón de voz de un tal "Nazane".

-Vaya. Empiezo a pensar que no les importas tanto, Naru.

Soltó una risita y volvió a marcar. El teléfono sonó una, dos, tres veces. Al cuarto tono, alguien descolgó y se escuchó una voz temblorosa al otro lado del teléfono:

-¿Sí?

-¡Vaya por donde, si es nuestro gran amigo! ¡Naru, dile hola!

El rubio lo fulminó con la mirada. Tal y como estaba, parecía más un cachorrito asustado. Se escuchó cómo alguien soltaba una exclamación ahogada al otro lado del teléfono.

-Oh, ¿dónde están mis modales? ¡Si ni siquiera le conoces! Vamos, di hola, Nazane. ¿O debería decir Minato?

Naruto soltó un gemido de sorpresa. No podía ser cierto. No quería creer que fuese cierto. Las piernas le fallaron un segundo, pero consiguió sostenerse a duras penas.

-Hidan. ¿Qué es lo que buscas?

Sonaba tenso, preocupado, pero a la vez fuerte, decidido.

-Vamos, vamos. Creo que ya sabéis lo que busco. Lo que busco es a esa maldita zorra pelirroja. Kushina, ¿no vas a saludar a tu hijo?

Se escuchó un gemido al otro lado del teléfono. Unos breves murmullos, como si se pelearan. Después, la voz firme de Minato -su padre, aunque ni quería ni podía terminar de creérselo-.

-¿Quieres un intercambio, Hidan? ¿Es eso? ¿Kushina por el chico?

-¡Oh, vaya! ¡Me estoy emocionando! ¿El papá siente algo por su hijito? ¡Qué tierno! Dime, Minato, ¿estarías dispuesto a hacer ese cambio? ¿El amor de tu vida por un chaval al que ni siquiera conoces?

Minato no contestó. Naruto sintió ganas de reírse. Visto así, él tampoco lo haría.

-No, Minato. Yo no quiero un intercambio. Quiero algo muy sencillo. Dos cosas, en realidad. La primera...

Le asestó una cuchillada contra la pierna, reabriendo la herida del día anterior. Pillado por sorpresa, el rubio soltó un escalofriante grito, cayendo de bruces contra el suelo. Esta vez, unos sollozos lo corearon al otro lado de la línea.

-¡La primera es que esa zorra pelirroja sufra las consecuencias de sus actos!

Le asestó un nuevo golpe en el hombro, rozándole el cuello y abriéndole un nuevo surco sobre la piel.

-¡Oh, mira que conmovedor! ¡Si vierais como aprieta los dientes para no gritar...! ¡Para no preocuparos! -le dio con el borde romo en las costillas, arrancándole un gruñido lo bastante bajo como para que no lo escucharan, y derribándolo. Después le propinó una nueva cuchillada muy cerca del hueso de la cadera, procurando no clavar la hoja demasiado profundo. Hidan sonrió macabramente, y acabó por soltar una carcajada.

-¡Pero te aseguro que sufre, Kushina! Te aseguro que tu querido hijito está sufriendo. ¡Y todo por tu culpa!

Hidan le dio una nueva cuchillada, y esta vez no pudo evitarlo, ni siquiera apretando los dientes; le arrancó un grito, forcejeando para intentar liberarse hasta que sintió que la cuerda de sus muñecas se empapaba de sangre.

-¡HIDAN, BASTA! -reconoció la voz de su madre, y solo pudo apretar aún más los dientes para no gritar de nuevo o echarse a llorar. Todo el cuerpo le temblaba. Hidan removía la hoja de la guadaña, riéndose como un loco.

Basta! Hidan... Basta, por favor... -sollozaba.

Arrancó la cuchilla de un solo golpe, y después sonrió levemente. Se agachó y acarició el pelo del rubio, que hizo uso de sus escasas fuerzas para removerse y soltar un bufido.

-Vamos, vamos, Kushina. ¿Ya has entendido las consecuencias de tus actos?

-¿Mis... actos?

-Nos abandonaste, Kushina. Eso está feo. Eso está muy feo.

-¿Qué es lo que quieres, Hidan? -ese era Minato.

-Es sencillo. Quiero que volváis.

-... ¿qué? -su madre parecía realmente en shock. Para no estarlo. Él mismo lo estaba.

-Lo que habéis oído. Nada de policía. Volved con nosotros. Con vuestra familia. Abandonad todo y venid aquí.

-¡Eso es una locura! ¿Por qué...?

-No tenéis opción, Minato. O volvéis con nosotros... o vuestro hijo muere. Tenéis hasta esta noche para decidir.

.

No sabía cuánto tiempo llevaba ahí. Después de que Hidan hablara con su madre -con sus padres, en realidad-, aquel hombre se lo había colgado al hombro y lo había tirado en otra sala, como si no fuera más que basura. Para ellos, lo era. Solo querían a sus padres. Hidan lo había dicho. Querían que Kushina y Minato volvieran con ellos. Él solo era un medio más para conseguir un fin.

La cabeza le palpitaba. Temblaba de pies a cabeza. Todo su cuerpo parecía estar adormilándose. No temblaba realmente. No tenía frío. O, si lo tenía, ni siquiera podía sentirlo. Temblaba de dolor. De agotamiento. Sus músculos se agitaban, destrozados. Todo él estaba destrozado.

Escuchó la puerta abrirse. Ni siquiera trató de girarse. Ni de defenderse. Estaba demasiado cansado. Demasiado exhausto como para seguir luchando.

Sabía que no iba a sobrevivir. Kushina y Minato. Eran sus padres a los que querían. En cuanto los tuvieran, seguramente lo matarían. Si tenía una suerte excepcional, se pasaría el resto de sus días en una habitación, sangrando hasta morirse. Y no tardaría mucho.

Sintió un breve tirón en las muñecas. Le dolían a horrores, pero por primera vez en días, empezó a notar calambres en los brazos. Se dio cuenta de que tenía los brazos separados, que podía moverlos. Las ataduras ya no estaban.

Le pareció escuchar una voz, pero apenas conseguía oír. Era un sonido distorsionado. Le llegaba desde muy lejos, grave, profundo, suave. Le retumbaba en los oídos, y le dolía. Pero creía reconocerlo, a pesar de todo.

-Naruto. Muévete. Tenemos que irnos. Ya.

Sasuke le agarró de los hombros para girarlo, y luego le incorporó, apoyándole contra la pared con suavidad.

-Dios... Estás muy mal. ¿Puedes...?

Apenas fue consciente, pero utilizó sus últimas fuerzas para propinarle un puñetazo. Sasuke cayó de espaldas, sorprendido. Lo miró un momento. Se llevó la mano a la mejilla, aún caliente.

-Au.

-Eres. Un. Capullo. -estaba llorando. Se mordió el labio con fuerza, pero no consiguió parar. -Eres un hijo de puta. Yo confiaba en ti. Confiaba en ti. Y me hiciste esto...

Toda la comprensión que había conseguido sentir antes se esfumaba frente al dolor, la rabia, el miedo. Sólo quedaba un profundo e intenso odio que parecía resbalarle ahora por las mejillas.

-Yo no...

-¡Dejaste que mi hicieran esto! -su intención fue gritarlo, pero su garganta no le permitió soltar más que un gruñido lastimero. -¿Cómo fui tan estúpido...? ¿Cómo...?

No le dio tiempo a terminar la frase. Sasuke lo agarró con firmeza del pelo y lo atrajo hasta él, juntando sus labios con los suyos.

Sintió ese escalofrío. Y entendió por fin que tantas veces que lo había sentido no había sido su instinto diciéndole que desconfiara de él. Había sido algo más intenso, un sentimiento que no entendía, y que ahora se abría paso como fuego. Haciéndole sentir otra vez. Y eso incluía el dolor.

Sasuke se separó inmediatamente, como si hubiera sentido un pinchazo. Se miraron fijamente. Naruto, sin respirar apenas. El moreno, respirando violentamente.

-Me duele... -gimió el rubio, dejándose caer contra el pecho de Sasuke. Tardó un segundo, pero lo abrazó con cuidado, muy suavemente, sin rozarlo apenas.

-Lo sé -dijo, y las cicatrices le palpitaron como si estuvieran abriéndose de nuevo. -Lo sé.

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