Hawa: Debemos salir a flote |...

By meg-books

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COMPLETA - PRONTO EN LIBRERÍAS. Tras los intensos acontecimientos que han ocurrido últimamente, Audrey recibe... More

Sinopsis
❄ Preludio ❄
Capítulo 1
Capítulo 2 (Parte 1/2)
Capítulo 2 (Parte 2/2)
Capítulo 3
Capítulo 4 (Parte 1/2)
Capítulo 4 (Parte 2/2)
Capítulo 5 (Parte 1/2)
Capítulo 5 (Parte 2/2)
Capítulo 6 (Parte 2/2)
Capítulo 7
Capítulo 8 (Parte 1/2)
Capítulo 8 (Parte 2/2)
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12 (Parte 1/2)
Capítulo 12 (Parte 2/2)
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19 (Parte 1/2)
Capítulo 19 (Parte 2/2)
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22 (Parte 1/2)
Capítulo 22 (Parte 2/2)
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25 (Parte 1/2)
Capítulo 25 (Parte 2/2)
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28 (Parte 1/2)
Capítulo 28 (Parte 2/2)
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33 (Parte 1/2)
Capítulo 33 (Parte 2/2)
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36 (Parte 1/2)
Capítulo 36 (Parte 2/2)
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41 (Parte 1/2)
Capítulo 41 (Parte 2/2)
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44 (Parte 1/2)
Capítulo 44 (Parte 2/2)
Capítulo 45 (Final)
Top 15 Comentarios + Agradecimientos
Tercer libro: Gea + Avisos
¡Concurso!

Capítulo 6 (Parte 1/2)

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By meg-books

Tomo una sábana entre los dedos y me enredo en ella; todavía no quiero levantarme. Esto está tan... cómodo. Me ruedo de costado, y como necesito estirarme un poco más, dejo de doblar las rodillas y las extiendo por todo el espacio. Escondo mi rostro un poco más entre la suavidad de la almohada, y entonces me doy cuenta y abro los ojos de un tirón.

No estoy en el sofá. Las sábanas blancas con rayas celestes y marrones se enredan por toda la cama, y un gran almohadón yace de costado a mi izquierda. Miro para todos lados, un poco trastornada. No hay nadie más en la habitación, y yo sigo con la misma ropa que usé para dormir ayer. «¿Y por qué diablos piensas en ello?», me pregunto a mí misma. No debe ser sí o sí como en las películas, donde la chica aparece en la habitación sin recordar nada, después de haber hecho...

Me incorporo de golpe. «Ya cállate». No he estado borracha, ni siquiera puedo ponerme ebria. Me quito las sábanas de una patada y comienzo a escudriñar cada rincón de la habitación de Fénix. ¿Dónde me he dejado el bolso?

Oigo un ruido al otro lado de la pared, y entonces voy corriendo a abrir la puerta. Me asomo al tiempo en que Fénix entra en su departamento; va calzado, ahora, con unas botas negras, y vestido con unos jeans diferentes y su chaqueta. Llega con dos vasos descartables de café en un brazo.

—¿Quieres contarme qué has hecho? —pregunto elevando una ceja, notando que no pensaba decirlo por su cuenta.

Me mira, como si recién se percatara de mí, y entonces abre la boca con cierta distracción y después la frunce como si no entendiera bien la pregunta.

Levanta el brazo.

—Traje café —responde con obviedad. Se acerca a una mesita y le tira unas llaves encima—. Me sentí bastante patético ayer sin comida, y pensé que al menos en el desayuno podría tener algo...

—No —interrumpo—, ¿por qué ahora mismo estoy dentro de tu habitación?

Sonríe un poco, y no me gusta su tono de burla. Deja los vasos de café en la base de la ventana que da con la cocina mientras se humedece los labios.

—No lo sé, tal vez te morías por dormir ahí a mi lado.

—Ya, en serio —espeto, y entonces visualizo mi bolso junto al sofá, donde yo lo había dejado.

—Te quedaste dormida al instante allí echada sobre mí. Te cargué y te dejé en la habitación, porque te veía muy incómoda —observa la expresión en mi rostro— Tranquila, yo me vine a dormir al sofá; quedaste sola en la habitación. ¿Quieres café?

Miro con ojos desorbitados cuando él toma un vaso y me lo tiende.

—Por si no recuerdas, todavía me debes un café —me regaña, levantando las cejas.

Dejo escapar una carcajada seca, y acepto el café de su mano.

—¿Por eso no me prestaste el lavarropas?

—Creo que simplemente nos olvidamos de ese asunto tan importante cuando tú descubriste tus poderes.

Tomo un sorbo del líquido oscuro, y el sabor fuerte a café no tarda en llenarme por completo.

—Cámbiate —dice Fénix, mientras agarra su vaso de un rápido movimiento y entra en la cocina—. Jota no tardará en venir con Ash.

Casi escupo el café, pero, como ya estaba tragando el sorbo y estaba cayendo justo por mi garganta, por un segundo pensé que se me iba a salir por la nariz.

Me llevo una mano hacia mi boca y espero a que se me pase la fea sensación, y, de paso, que se me pase la torpeza.

—¿Ashley ya salió de recuperación? —pregunto ansiosa.

—Por completo —oigo el eco de su voz hasta que vuelve a la pequeña sala de estar—. No sé, creímos que tal vez tu querrías se acompañada por ellos la primera vez que vieras el Gremio, después de todo lo que pasamos. Bueno, eso es lo que ellos quieren...

Se me escapa una sonrisa feliz, y entonces decido que es hora de que me cambie, así que voy directamente hacia mi bolso con mucha energía positiva.

—Sí, sí quiero.

Pero, lo que nadie me advirtió, era que Ashley se encontraba más pálida que mis cabellos. Cuando bajamos con Fénix hasta la puerta principal del edificio y salimos hacia la calle, no puedo evitar quedar un poco paralizada al verla. Su tez casi dorada desapareció, y no sé si será un efecto temporal que se sufre luego de un ataque de hawa, o si tendrá la piel de esa forma por el resto de su vida.

Jota me sonríe con calidez y me abraza como cualquier par de amigos se abrazaría con normalidad. Con Ash dudamos un rato respecto al mismo gesto, y terminamos por darnos la mano con firmeza. No es que quiera abrazar a Jota y no a ella, tan sólo sucede que, simplemente, es más difícil hacerlo con Ashley. Y no creo que a ella le guste demasiado.

—Nos alegra volver a verte —comenta Jota, mientras los cuatro nos dirigimos hacia su furgoneta; ya casi me había olvidado de ella.

—A mí también —murmuro, mientras no puedo quitarle la vista de encima a Ash.

Fénix se percata de aquello, y entonces me toma suavemente del brazo y me atrae al lado derecho de la furgoneta, lejos de la vista de ellos.

—Estaría bueno si dejaras de verla de esa forma —murmura, muy por lo bajo.

—¿Así quedan ustedes cuando los atacan? —no puedo evitar preguntar, mientras le dirijo una mirada de consternación.

Fénix vacila, mientras Jota se sube en el puesto de piloto, entrando desde el lado izquierdo como también lo hace Ashley.

—Depende —responde, dirigiéndole una seña de espera a Jota a través de la ventanilla—. Generalmente cuando quedan así es cuando... mueren. Pero casos así son bastante inusuales.

—Pero se podrá recuperar, ¿no? —Busco su mirada— ¿Con más transiciones de calor?

Él lleva los labios fruncidos hacia un costado.

—Eso espero —me abre la puerta—. Vamos, sube.

Le obedezco y entro en el vehículo. Ashley, a mi lado, se echa sobre el asiento con pesadez mientras Fénix sube en el puesto de copiloto. Jota arranca la furgoneta con un ronroneo.

—Se te han ido las vacaciones, ¿eh? —pregunta Ash luego de un momento.

La miro de reojo, tratando de no hacerlo tan fijamente.

—Esperaba que el Gremio fuera lo bastante divertido como para llamarlo «vacaciones» —bromeo.

—Ja —suelta Ashley en una carcajada.

—Depende de cómo lo veas —advierte Jota, tratando de bajar mis nervios.

Observo por la ventanilla; el cielo está blanco de tantas nubes, y el tiempo está bastante fresco a causa de ello. Pero no es para tanto.

—¿Y dónde se encuentra?

Jota está a punto de responder con lo que parece ser una larga explicación. Pero Fénix lo ataja:

—Ya lo verás.

Le dirijo una mueca seria y aburrida a través del espejo retrovisor de afuera, y él me responde con una sonrisa burlona.

—Bueno —resoplo—, ¿y cómo es que mantienen ese lugar al estar en secreto?

—Kendrick tiene contactos con el gobierno de Auferte o algo así —masculla Ashley, mientras levanta un pie y apoya la bota en el asiento de adelante, justo encima de las rastas de Jota.

—¿Hay ignisios en el gobierno? —pregunto.

—Siguen siendo como personas normales con trabajos normales, ¿sabes? —responde, y entonces Jota levanta un brazo y de un manotazo hace caer el pie de Ashley entre los dos asientos delanteros. Ella bufa pero lo ignora— Pero aun así debe ser ocultado de los mundanos.

—Claro... —susurro, un poco distraída en mis propios pensamientos.

Fénix extiende el brazo y enciende la radio. Una bonita canción, tranquila y pegadiza, llena todo el espacio del vehículo en menos de un segundo. La dulce guitarra y el paisaje que vamos dejando atrás logran tranquilizarme. En poco tiempo, ya nos encontramos andando por la costa de Auferte, siguiendo la línea de palmeras que se extiende sobre las playas. Las nubes se reflejan sobre el mar, y entonces el cielo parece ser infinito; un cielo arriba y un cielo abajo. Por poco puedo distinguir dónde se halla la línea del horizonte.

Después de algunos largos minutos, Fénix se lleva ambas manos a la nuca y se echa sobre el asiento mientras cierra los ojos. Ashley, simplemente, se dispone a mirar por su ventanilla, como hago yo. Acercándonos hacia la parte de las colinas, el bosque comienza a tragarnos a medida que nos infiltramos en él. Y entonces me doy cuenta, a medida que más y más nos alejamos de los edificios y la civilización, de que podríamos estar en las fronteras de la ciudad, de que estamos a unos pocos kilómetros de salir de Auferte.

Jota dobla en otro camino, que ahora ya no es de asfalto, sino de tierra. Al seguir observando el panorama, me sorprende una línea colorida que se dibuja horizontalmente de un lado a otro. Con la velocidad, me cuesta ver de qué se trata, hasta que me encuentro con el cartel: «Propiedad privada. Prohibido el paso». Estoy a punto de preguntar en dónde nos estamos metiendo, con miedo al aviso del cartel. Pero me callo, entendiéndolo. En unos pocos minutos después, tal vez dos o tres, otros letreros aparecen por entre los altos y delgados árboles del bosque: «Peligro. Prohibido el paso». ¿Peligro? ¿Lo dirán en serio o sólo es una forma de espantar a aquellos que desconozcan del Gremio?

Nos adentramos en una zona con más colinas, y entonces pasamos muy cerca del borde de una pequeña montaña. Encima de nosotros se eleva una especie de arco hecho de roca, dándole el aspecto como de una puerta. Las ramas y hojas de los árboles vuelven a obstruirme la vista hacia el cielo, y los rayos de luz solar se infiltran entre ellos con dificultad.

Entonces, al doblar una vez más en medio del bosque, me quedo genuinamente maravillada: un enorme portón se alza sobre la tierra, con algunos barrotes decorativos terminados en punta como una flecha. Bajo la ventanilla lo más rápido que puedo y saco la cabeza hacia el exterior, tratando de ver mejor. Más allá de las paredes y el portón, un gran edificio de varios pisos se alza hasta el cielo. Por detrás de éste, aún se pueden observar las copas de los árboles y las puntas más altas de las montañas y colinas.

Jota frena la furgoneta frente al portón, y esperamos unos segundos hasta que éste se abre. No hace mucho ruido al hacerlo, por lo que creo que nadie más se dará cuenta de que alguien ha llegado; exceptuando a las personas que hayan abierto el portón, claro.

Al fin, entramos. Entramos y no encontramos a muchas personas afuera. Al estacionar a un lado, todos nos bajamos de la furgoneta y al instante siento algo extraño bajo mis pies: no estoy pisando pasto, como me había imaginado luego de tanto viaje dentro del bosque. Todo el terreno, desde los muros y el portón hasta la estructura del edificio, está completamente cubierto de adoquines. Es más, no hay rastro de vegetación alguna dentro del perímetro del Gremio.

—Bueno —exclama Jota, y entonces sonríe en medio de un suspiro, mientras pone sus brazos en jarra y me mira—, aquí estamos.

Le devuelvo la sonrisa mientras observo cómo se acerca a la puerta principal. Ashley lo sigue muy de cerca, pero Fénix se detiene un momento junto a la furgoneta. Parece que aprieta los dientes mientras no le quita la vista de encima a aquella enorme puerta que nos espera. Estoy a punto de decirle algo, pero se recompone con rapidez. Mira hacia el suelo y se aproxima hacia la entrada con largas zancadas.




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