Vanesa entre líos ©

By TatianaMAlonzo

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Secretos y Papeles #2 No tengo una vida más allá de mi cubículo de oficina. De lunes a viernes le sirvo café... More

Prólogo
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
1. Calamity Vanesa mode off
2. Calamity Vanesa mode off
3. Calamity Vanesa mode off
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
HACKEANDO
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capitulo 54
Capítulo 55
Armando entre faldas
Epílogos
Escena extra 1. "Te presento a Vanesa."
Escena extra 2: "Tu asistente"
EN FÍSICO

Capítulo 1

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By TatianaMAlonzo

Mamá tiene la loca idea de que si empiezas el día escuchando I'm alive de Celine Dion todo estará bien hasta que regreses a la cama. Por lo mismo no hay día en el que no nos despierte con esa canción.

When you call on me

When I hear you breath

I get wings to flyI

 feel that I'm alive

—¡Vanesa, la alarma! —grita con su voz cantarina, de pie al otro lado de mi puerta.

Yo aprovecho que estoy despierta para dar vuelta a mi almohada. Nada mejor que el lado fresquito de la almohada.

—I get wings to fly! God knows that I'm alive! —entra cantando mamá a mi habitación. Oh, Dios, otra vez olvidé cerrar con doble llave. Abro un ojo a tiempo para ver como agita sus brazos como si fuese un ángel vengador convulsionando—. ¿Todavía no estás de píe? —pregunta, sin tomar en cuenta lo obvio y me saca de encima mi edredón—. Por eso siempre hay que dormirse temprano, amor —empieza—. Eso es importante si quieres levantarte temprano e iniciar con alegría el nuevo día.

Juro que a veces comprendo por qué algunos hijos cometen parricidio.

Miro mi reloj. —¡Me levanto a las cinco treinta y son las cinco con veintiocho! —me quejo y me doy vuelta para continuar durmiendo.

Nada mejor que el lado fresquito de la almohada.  

Aunque sé que será imposible. Mamá no dejará de cantar y no saldrá de mi habitación hasta que yo ceda. ¿Nadie me quiere comprar a esta mujer?

Mis padres se divorciaron cuando yo tenía un año. Desde entonces mi vida se ha divido entre dos polos opuestos. Porque el temperamento de papá lo asemejo a un manantial. Mientras mamá es un vendaval. Papá es invierno. Mamá es verano. Papá es juicioso y prudente. Mamá juega a cara o cruz antes de tomar una decisión. Papá trabaja para el gobierno. Mamá es miembro activo de PETA. La ideología política de papá es ultra derecha. Mamá es izquierda. La vida de papá parece estar narrada por Jane Austen, mientras la de mamá por Adam Sandler, y así hasta el fin del mundo. Y yo, Vanesa Salcedo, estoy justo en medio.

—Te voy a preparar un batido de frutas —me advierte mamá con una nalgadita cuando ya estoy de pie y hace su camino hasta la cocina.

Batidos.

Ella sabe cuánto odio esos batidos. Papá simplemente me hubiera dado dinero para comprar lo que yo quisiera.

Esos dos son increíbles, y cada que decido preguntarles de qué manera se alineó el universo para qué siendo tan diferentes se conocieran, o por qué, incluso, decidieron casarse el mismo día que se conocieron (no, no es broma) sus respuestas son:

Papá: Es complicado.

Mamá: Algo tendrá que ver con las toxinas.

Mamá y yo vivimos solas en un pequeño apartamento situado en el centro de la ciudad de Ontiva. Abajo, en el primer piso de nuestro edificio, instaló una tienda de abarrotes a la que llamó Mi mundo verde, porque todo lo que vende es vegano. Mamá es algo así como una hippie loca... mientras que, por otro lado, papá adora la barbacoa.

Pero ya no hablemos de mis padres... 

Tengo que decidir que me pondré hoy. 

Mi habitación no es la gran cosa. Soy propietaria de una cama pequeña, una cómoda saturada con libros y otras boberías y un closet repleto de ropa. Ropa. Por mi trabajo tengo que vestir lo mejor posible, pero mi bolsillo sólo me permite llenar mi closet con cosas de segunda mano.

A llegar a la cocina mamá ve con desaprobación mi vestuario. Y no porque sea feo o de baja estofa, lo reprueba porque no está elaborado con fibras naturales. Hippie loca, la llaman. 

  —Una decena de animales debieron morir para que vistieras eso —solloza, de forma teatral.

—Me lo regaló papá —defiendo.

—Vanesa...

Decir eso fue peor.

Me apresuro a beber mi batido de papaya y kiwi, que es mejor que el de piña con fresa o el de melón con apio, e intento salir a toda prisa del apartamento. Siento que ya voy tarde.

—Ve con cuidado —se despide mamá, rezando en silencio por la vaca que murió para que yo tuviera zapatos hoy. 

Le lanzo un beso de Te juro que las vacas van al cielo y continúo mi camino.

Tengo que cruzar la mitad de la ciudad en transporte colectivo para llegar a tiempo a Grupo M, la empresa en la que trabajo. En el camino aprovecho para revisar mis notificaciones de Wattpad. Tengo 99+ entre comentarios y votos de Me voy a follar a mi jefe, la novela inspirada en Marco y yo, o al menos eso creen mis seguidores. ¡Un momento, paren todo! Tengo diez seguidores más. Sonrío de oreja a oreja e intento celebrar con un pequeño baile. No obstante, me detengo cuando la anciana que está sentada a mi lado me mira con desaprobación. Tenga consideración de mi, señora. Tengo pocas alegrías en la vida, y que a las personas les guste las tonterías que digo o escribo, es la mejor.

Saludo al portero del edificio y en dos zancadas estoy frente al elevador. Aprieto el botón del quinto piso.

Grupo M es una empresa de inversiones. Marco Maldonado, mi jefe, al igual que otros ejecutivos de Grupo M, se reúne con empresarios pequeños u otros que aspiran a crecer en determinado mercado, y si le convencen de que son rentables, invierte con ellos. En la empresa somos un centenar de personas, pero en el equipo de trabajo de Marco en particular hay analistas, consultores, auxiliares, un relacionista público, mercadólogos, secretarias, conserjes... Y estoy yo, que le sirvo el café a Marco.

Llego a nuestro piso a las siete con un minuto y la entrada es a las siete y media. Tengo veintinueve minutos para preparar la oficina de Marco.

—Buenos días, Vane —Doy un pequeño salto cuando escucho que me saluda Gloria, la secretaria de Marco. Me sorprendo porque siempre soy la primera en llegar.

—Ya estás aquí —digo, a modo de pregunta.

—Mi esposo me dio un aventón —excusa ella.

Abro mi boca en una perfecta O. —Después echaremos cháchara sobre él —digo.

Gloria sabe que de momento tengo que preparar todo.

Nota: Gloria es mi única amiga en este lugar.

Corro de un lado al otro antes de que lleguen todos. La oficina de Marco ya está limpia, su agenda abierta en la fecha de hoy, ya rocié con olor a pino el lugar y en su escritorio ya están los periódicos del día abiertos en la sección de negocios. Y claro, no puede faltar su café americano acompañado con un vaso con agua que, sin falta, debe tener dentro dos hielos.

Hacer todo eso es mi trabajo en Grupo M, además de ahuyentarle mujeres y familiares incómodos al jefe.

Son las siete con veinte cuando termino de acomodar la oficina de mi jefe. 

—El jefe te extrañó ayer —me dice Gloria cuando por fin tomo un respiro.

Mis ojos brillan. —¿Tú crees?

—Sí. Hizo cara de parto cuando probó el café que yo le preparé. ¿Todo salió bien con tu amiga?

—En parte —Me encojo de hombros—. Tuvimos que encerrar a Caro en una alacena y después en su habitación.

Gloria hace una mueca. —¿No están exagerando?

—Eso debió decir algún mal amigo de Alison, la chica que el mes pasado murió en manos de su prometido —me defiendo—. Sé que es extremo, pero necesito que Carolina...

—¿Y que si tú  hablas con ese tipo?

Ahora soy yo la que hace una mueca de miedo. —¿Yo?

—Merece el beneficio de la duda. ¿No crees?

Ayer tuve que marcharme temprano de Grupo M para investigar al tipo con el que se escribe mi amiga Carolina. 

—Lo voy a pensar —digo—. Aunque Carolina ya debe de haber escavado un túnel para ir a buscarlo. No la subestimes tanto. 

El ruido del elevador interrumpe nuestra conversación. Es Marco, mi jefe, que siempre es uno de los primeros en llegar.

Ni ha notado que respiramos el mismo aire, no obstante yo si estoy pendiente de cada paso que da él. Mamá tiene razón cuando dice que la discografía de Celine Dion se puede adecuar a cualquier momento de la vida, porque justo en este momento en mi mente está en play The power of love.

...'Cause I am your lady, and you are my man... 

Piel bronceada. Cabello rubio. Un ojo color café y otro que a simple vista también parece café, pero no, es color gris oscuro  (este pequeño detalle pocos lo hemos notado) Mandíbula cuadrada, barba con forma de candado. ¡Oh, Dios, ya estoy suspirando! Estatura 1.80 Su peso está divido mitad músculos y mitad testosterona. Hombros anchos, pecho perfecto...

¿Cómo se respira?

—Señor —lo saluda Gloria

—Buenos días, Gloria —la saluda él con su sexy voz de narrador de audio-libros de literatura erótica, pero sin despegar los ojos de su teléfono móvil.

Mientras, yo espero de píe junto al escritorio de Gloria, por si a Marco se le ofrece algo.

—Buenos días, señor —lo saludo también yo—. Quería... —titubeo— disculparme por irme ayer sin avisarle.

Marco me mira sin comprender. —¿Te fuiste ayer?

No sé dio cuenta. La desilusión me invade poco a poco. De hecho, la patada de un espartano me hubiera dolido menos.

Después de mirarme durante un segundo Marco se entretiene otra vez en su teléfono.

—Sí. Tuve que... —Ni siquiera me está poniendo atención—. Bueno, no importa.

—Gloria, comunícame con Oscar —pide y continua su camino hacia su oficina.

—Sí, señor.

—Ah, Vanesa —Marco se detiene un segundo para dirigirse otra vez a mí.

Mis ojos brillan una vez más. —¿Sí?

—Pídele al encargado de Mantenimiento que acondicione un escritorio junto al de Gloria.

—Sí, señor.

Siento un pequeño agujero en el estómago. ¿Un nuevo escritorio?

Después de que Marco entra a su oficina, me siento en el asiento vacío junto a Gloria, pues ella tiene la amabilidad de compartir su escritorio conmigo.

—Si notó tu ausencia —me dice ella para levantarme el ánimo—. Mira. Esta cara hizo cuando probó el café que yo le preparé —Gloria hace una mueca graciosa.

Sonrío, aunque mi sonrisa no disiente mucho de un gesto de tristeza. —Me podría ausentar una semana y él no se daría cuenta.

—Él tal vez no —Gloria arquea una ceja—, pero no retes al jefe de Recursos humanos.

Buen punto. 

—¿Para qué querrá un nuevo escritorio aquí?

—¿Para qué? ¿No es obvio? —Gloria está sonriendo—. Por fin notó que no te ha asignado uno.

Puede que Gloria tenga razón, pero tengo mis dudas. Llámenle intuición, pero sospecho que hay algo más...

El resto de nuestros compañeros de trabajo entran en grupo o en parejas antes de que el reloj marque las siete y media. 

—Por fin alguien tendrá su propio escritorio —me felicita Sofía, una de las publicistas, cuando ve al encargado de Mantenimiento instalando un nuevo lugar de trabajo.

En este piso de grupo M trabajan una veintena de personas, todos acomodados en cubículos. Todos, excepto Marco, que por ser el jefe tiene una oficina. Por lo demás, por el tipo de área de trabajo en la que estamos, usualmente todos, estamos pendientes de lo que hacen todos. Aquí no hay mucha privacidad.

—Creo que al fin se dio cuenta de que necesito uno —digo a Sofía.

—Sigue así y en algunos meses por fin te asignará un cubículo —me guiña un ojo ella.

Sé que Sofía y los demás que empiezan a bromear con lo del escritorio lo hacen en buen plan, porque soy la única sin un lugar fijo aquí. Sin embargo, en parte, saberme tan poco importante para Marco me hace daño.

Gloria es la única que comprende mi tristeza y cada que tiene un momento libre me ofrece su apoyo... y también me felicita porque al fin tendré un escritorio. 


...


El elevador se vuelve a abrir en punto de las ocho de la mañana. A todos en el piso nos parece extraño porque ya estamos todos dentro y Marco no hace pasar a nadie que esté en la sala de espera hasta las ocho treinta.

Pero quien está llegando es una mujer. ¡Más que eso! Es el maldito clon de Adriana Lima, y está entrando a nuestro territorio sintiéndose la emperadora de Chanel, y huele a... Oh, no, Dios... perfume Rock'n Rose Couture de Valentino.

De inmediato busco mi teléfono móvil para contarle a Carolina, pero pronto recuerdo que la tengo cautiva. Mierda. Karma le llaman.

Los demás en nuestro piso también la miran de arriba abajo, pero ella no le baja la mirada a nadie. Y viene directo hacia... 

—Señorita, no puede entrar sin que yo avise antes...

Gloria intenta detenerle cuando la ve aproximarse a la oficina de Marco, pero la tipa le sacude su larga cabellera en la cara, y entra a la oficina del jefe sin avisar. Mientras, yo termino de ayudar al de Mantenimiento a acondicionar el nuevo espacio de trabajo. 

—¿Qué se cree? —bufa Diana, una de las consultoras, sacando un poco la cabeza desde su cubículo.

—Igual no cree que el jefe la eche —dice Mateo, el conserje—. ¿Vieron esas piernas? Así le gustan al jefe.

Me encojo de hombros una vez más. ¿Qué hace aquí la señorita perfume Rock'n Rose Couture de Valentino? ¡Como si no lo supieras, Vanesa!, me regaño. ¿Por qué me tuve que enamorar de un hombre atractivo? Si fuera feo sería sólo mío. 

Siento el toque de alguien en mi hombro. —Tienes que entrar a preguntarle si quiere algo de tomar —me recuerda Gloria.

Niego con la cabeza.

—Vanesa...

De acuerdo. Me armo de valor y en dos zancadas entro a la oficina de Marco.

Ahí están, de píe uno frente al otro. Ella le está susurrando algo al oído y él está sonriendo... Se lo ganó, escupiré en lo que sea que pida para beber.

—Entraste sin tocar antes, Vanesa —me recuerda con molestia Marco, sin quitarle los ojos de encima a ella.

Mierda. 

—Yo... —Fueron los nervios... o tal vez los celos. Cambio mi peso de un píe al otro, arrepintiéndome de ponerme tacos altos hoy en lugar de botas.

—¿Quieres algo de tomar? —le pregunta él a ella, adoptando esta vez un tono caballeroso.

—¿Hay agua con gas? —me pregunta ella, con una sonrisa de Mírame y mírate.

Sí, maldita jirafa, no soy tu competencia.

—Sí —digo, con un ligero dolor en la mandíbula.

—Pues eso quiero.

Me apresuro a buscar el agua con gas en el pequeño bar que tiene Marco dentro de su oficina para irme lejos cuanto antes. Escupir o no escupir dentro del vaso, he ahí el dilema...  Pero no, mi ética y mi respeto a Marco no me permite echarle un escupitajo al vaso.

Pero te lo merecías, perra.

Huyo de la oficina de Marco en cuanto le entrego el vaso a la tipa.

¿Por qué la trajo?

¿Para qué?

¿Cómo pinta esta situación para mí y cómo influirá en la trama de la novela que escribo sobre Marco y yo?

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No olviden leer 'Carolina entre líneas' antes de continuar esta novela :O Prometo que se divertirán :) Es comedia romántica. 

¡Gracias por votar!

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