Ávalon se adentra en el estrecho pasillo y nota que las paredes empiezan a expandirse. Con la antorcha ilumina la lúgubre habitación habitada por unos ocho niños. Sus pequeños cuerpos se encuentran pegados a las paredes y la observan horrorizados. Sus pieles han sido marcadas con moratones y arañazos por todas partes. Algunos poseen vendajes improvisados con harapos que, si bien antes eran blancos, ahora han cogido un todo oscuro y sucio.
— No entréis más —ordena a sus dos acompañantes.
Si los niños vieran los ojos monstruosos, que los dos híbridos poseen para adaptarse a la oscuridad, sembraría el caos. Es mejor si una muchacha humana intenta hablar con ellos.
— De acuerdo —escucha la voz de Sasha y a lo lejos un gruñido por parte de Danyan.
Avy camina hacia ellos y se acerca al que parece el más mayor. Éste está tendido en suelo observándola con solo uno de sus ojos, pues el otro está vendado. Permanece en la parte más oscura de la caverna junto a una niña que no se aparta de su lado. Debe tener unos ocho o nueve años. Su cabello es castaño y sus ojos de un tono chocolate profundo. Se aferra a la mano del niño y hace una mueca como si fuera a llorar si se acerca más a ellos.
— Hola —dice ella.
Se agacha hasta tener la misma altura que ellos e ilumina su rostro para que sean capaces de ver sus facciones. Una figura femenina suele transmitir cierta seguridad. Aun así, a pesar de su intento no logra respuesta por parte del muchacho ni la niña.
— Soy Ávalon —insiste—. Caín me ha dicho que te llamas Luke. Es un nombre muy bonito. Me gusta mucho. Me ha dicho que estás enfermo, ¿me podrías decir dónde te duele? Tal vez pueda ayudarte.
El niño la examina de arriba a abajo y luego levanta una mano con mucho cuidado dejándola sobre su pierna derecha. En ese momento Avy se percata de los pantalones del niño empapados en sangre. Mete su mano bajo su abrigo y agarra la daga que siempre lleva con ella. Al sacarla ve como la niña se retuerce asustada.
— Tranquila, no voy a hacer daño a nadie. Pero tengo que cortar la tela del pantalón para ver la herida. Prometo que no dolerá —dice con toda sinceridad.
El niño asiente y mira a la pequeña quién, con lágrimas en los ojos, tiende las manos para agarrar la antorcha. Ávalon se la tiende con cuidado y con la hoja de la daga corta la tela. Está algo pegada a la herida debido a la sangre seca. Al ver que hay trozos adheridos a la carne decide cortar a su alrededor para causar el mínimo dolor al niño.
La piel y la carne parecen estar quemadas y en parte arrancadas. Como si alguien hubiera intentado antes quitarle el pantalón para que la herida no se infectara. Pero no lo había hecho bien. Ve como la zona no solo está enrojecida e hinchada sino que parece ser carcomida por el pus. Sorprendida por la gravedad de la infección, y porque el niño continúe vivo, agarra su pañuelo y lo empapa con el agua que ha traído junto a ella. Una vez mojado comienza a vendar la herida con sumo cuidado.
— Es algo grabe pero no te preocupes. Te llevaremos al pueblo y el médico te curará —asegura.
— ¡No! —grita la niña arrojando la antorcha al suelo.
Al instante ésta se apaga y la oscuridad los inunda a todos. Avy se siente desconcertada y temerosa ante la profundidad de las sombras que la rodean y nublan su visión. Siente como algunas manos la agarran y temerosa chilla. Tal vez ha sido mala idea ir sola. Sin embargo, ya no hay tiempo para arrepentirse.
— Él no quiere que salgamos de aquí —escucha la voz de la pequeña—. Él dice que la gente mala nos hará daño si volvemos. Él nos cuida.
Avy se levanta de golpe y busca a oscuras una pared o una roca en la cual apoyarse.
— Luke está muy enfermo, si no lo curan, la infección lo matará —asegura.
— Él lo curará, no te queremos —dice la voz de otro niño—. Él nos protege de los adultos, de los adultos como tú.
— ¿Él? ¿Quién? —pregunta temerosa.
— El Señor del Bosque —responde la niña.
Una fuerte corriente lo recorre todo y Avy cae al suelo incapaz de encontrar un punto de apoyo. El clamor de los niños la aturde. De repente una luz la sorprende, una luz cegadora que le provoca un dolor punzante en las pupilas. Se tapa con el brazo, intentando poder ver a través de esa luz, y contempla una figura en medio de la sala.
— Ya está aquí —escucha la niña.
La muchacha no entiende nada. ¿Cómo es posible que haya logrado entrar si solo hay una entrada y en ella se encuentran Danyan y Sasha? La impotencia y el miedo comienzan a hacer mella en ella.
Ya estaba dentro, esperándonos se percata. Aunque el joven asesino no se ha dado cuenta de nada, él ya estaba dentro. La Bestia. Aprieta los puños y tapa sus ojos para evitar que sean dañados por la afilada corriente de aire que lo está destrozando todo. Se agacha cuerpo a tierra y ruega para que todo acabe. Lágrimas recorren sus mejillas al darse cuenta de lo estúpida y descuidada que ha sido. Ha caído en la trampa demasiado rápido. El miedo se apodera de ella una vez más, inmovilizándola en el suelo y evitando que pueda reaccionar ante los chillidos de los niños. Intenta tapar sus oídos para que sus tímpanos no sean heridos pero cuando lo intenta se da cuenta que un líquido mana de sus orejas.
El viento corta sus vestiduras y llega a su piel desgarrando como afiladas cuchillas. Los cortes sangrantes, que la cubren, le hacen soltar un fuerte alarido de dolor. Y en ese momento de caos y destrucción, como si de un déjà vu se tratase, siente como una mano se posa en su cabeza y la acaricia con cuidado y amor.
— Pronto nos veremos cara a cara, mi hermosa Ávalon —asegura.
Y tan rápido como ha aparecido, desaparece sin dejar rastro. Un pitido es lo único que puede oír. Como si sus tímpanos se negarán a percibir nada de lo que la rodea. Tras varios minutos unos brazos la rodean y la levantan del suelo. El temor a que sea secuestrada inunda su ser y comienza a patalear intentando soltarse. No puede ver a su agresor. El miedo mueve su cuerpo, sus piernas reaccionan y su pequeño instinto de supervivencia se activa
— Suéltame, no me toques —chilla.
No es capaz de oírse a si misma. No es capaz de oír nada más que el pitido en sus oídos. Grita todo lo que puede pero ningún sonido llega hasta ella.
Los brazos la aferran con más fuerza y hacen que su cabeza se recueste en un pecho conocido y reconfortante. De inmediato cesan las patadas. Ese aroma que el individuo desprende es muy conocido. Las lágrimas no paran de salir, no puede evitarlo. La luz del Sol impacta sobre su piel y abre los ojos intentando acostumbrarse a esa claridad. Alza la mirada y se encuentra con esos ojos azules. Ve como sus labios se mueven pero no es capaz de escuchar lo que dicen.
— No te oigo —dice desesperada.
Tampoco percibe su propia voz. El chico abre los ojos de par en par y asiente abrazándola con fuerza contra su pecho.
— No hay nadie —dice Sasha—. Los niños han desaparecido.
Danyan suspira y mira de nuevo a la chica entre sus brazos. Ella se ha vuelto a acostar y parece que duerme, pero sabe que no es así. Avy parece tan cansada, tan agotada, tan frágil; que el simple hecho de verla así hace que su pecho se oprima.
— Volvamos. Tiene que descansar —asegura.
El camino de vuelta es silencioso, Sasha no es capaz de apartar la vista del muchacho y la chica. Tras un largo recorrido llegan al puente que tanto les había asustado antes.
— Déjame llevar a Avy. Soy más ligera. No pasará nada si soy yo quién la lleva al otro lado —asegura ella con una leve sonrisa.
Danyan asiente y ayuda a que la chica se acomode en su espalda.
— Pasa tu primero —pide Sasha.
El chico hace lo que le mandan y, con el mismo cuidado que antes, lo cruza. Sasha aferra las vestiduras de la joven a su espalda y comienza a caminar sin ningún problema. El puente no parece verse afectado por su avance y llega al otro lado como si nada. Agarran los caballos que siguen pastando por esa zona y comienzan a cabalgar. Avy se mantiene en los brazos del rubio. Sus ojos se mantienen cerrados mientras espera y desea que su sentido del oído regrese.
— ¿Qué crees que ha pasado dentro de la caverna? —pregunta la rubia.
— No lo sé —responde él—. Cuando hemos intentado entrar, para ayudar a la señorita, no hemos podido. Nos ha impedido acercarnos hasta que se ha ido.
— Esa cosa estaba por todos lados, como si se fundiera con la misma oscuridad —murmura la chica—. Nunca había visto algo así en todos mis años. Me gustaría saber qué era.
Danyan asiente. Lo que ha pasado allí dentro es una completa locura. Los aromas, las sensaciones, la oscuridad; todo parecía muy real. Pero no lo era. Se trataba de una ilusión. El hombre no sabe cómo han logrado nublar sus sentidos de esa forma para lograr hacerles ver algo que en realidad nunca ha estado ahí. Aun así, planea descubrirlo pronto. No pueden ser sorprendidos de nuevo de esa forma, la próxima vez podría costarles la vida.
— Sea lo que sea, no creo que sea bueno. Debemos estar más alerta que nunca. Parece tener una clara obsesión por nuestra joven dama.
— Ávalon posee una extraña cualidad para atraer a las Bestias a su lado. Sean buenas o malas —comenta Sasha—. Sin duda es una joven muy extraña y..., con muchos misterios tras ella.
— Misterios que ni ella misma es consciente que la persiguen. Eso solo hace que protegerla sea más difícil —concuerda él.
— Debemos permanecer atentos a todo —dice con una sonrisa—. Parece que este caso sin duda es diferente a los demás.
— Nunca nos había tocado tan de cerca. ¿Crees qué en el otro lado comienzan a saber de nosotros? —pregunta él.
— He escuchado muchas cosas en los suburbios, Danyan. No me extrañaría que a alguien del otro lado le hubiera picado la curiosidad respecto al grupo, compuesto por híbridos y humanos, que lucha contra las Bestias aquí —responde—. Tal vez seamos más famosos de lo que esperábamos. No a todas las Bestias les hace gracia nuestro trabajo.
— ¿Y a cuál sí? —inquiere el chico.
— Buen punto. No somos bien recibidos pero eso no es del todo malo. Tl vez el miedo sea la única forma de lograr que las criaturas que permanecen en este mundo se comporten y no haya peligro para los humanos —dice Sasha. Mira a Avy y suspira—. Esto se vuelve cada vez más peligros, me pregunto hasta cuándo ella seguirá con esto Nosotros no tenemos elección, ella sí.
Tras esas palabras, el silencio se instaura entre ellos y no vuelven a hablar durante todo el camino de regreso. Ninguno siente la necesidad de poner en palabras sus pensamientos. Cuando por fin llegan al pueblo, se dirigen directamente a la casa de Lord Bird y entran apresurados.
— ¿Dónde diablos estabais? —brama el amo de la casa.
Nada más ver a la castaña en brazos del asesino se calla de inmediato.
— La dama está dormida —asegura Danyan para tranquilizarlo—. Hemos tenido un desafortunado encuentro con la Bestia y ha sido la más perjudicada.
Lord Bird no abre la boca para protestar, simplemente agarra a la muchacha entre sus brazos y se la lleva a su alcoba. No es momento de regañinas y enfados. Es obvio que Avy ha sido quién ha maquinado todo eso, sin embargo, eso ya no importa. Lo importante es conseguir que se recupere de sus lesiones. Tanto físicas como psicológicas.