Capítulo 11

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Ávalon se adentra en el estrecho pasillo y nota que las paredes empiezan a expandirse. Con la antorcha ilumina la lúgubre habitación habitada por unos ocho niños. Sus pequeños cuerpos se encuentran pegados a las paredes y la observan horrorizados. Sus pieles han sido marcadas con moratones y arañazos por todas partes. Algunos poseen vendajes improvisados con harapos que, si bien antes eran blancos, ahora han cogido un todo oscuro y sucio.

— No entréis más —ordena a sus dos acompañantes.

Si los niños vieran los ojos monstruosos, que los dos híbridos poseen para adaptarse a la oscuridad, sembraría el caos. Es mejor si una muchacha humana intenta hablar con ellos.

— De acuerdo —escucha la voz de Sasha y a lo lejos un gruñido por parte de Danyan.

Avy camina hacia ellos y se acerca al que parece el más mayor. Éste está tendido en suelo observándola con solo uno de sus ojos, pues el otro está vendado. Permanece en la parte más oscura de la caverna junto a una niña que no se aparta de su lado. Debe tener unos ocho o nueve años. Su cabello es castaño y sus ojos de un tono chocolate profundo. Se aferra a la mano del niño y hace una mueca como si fuera a llorar si se acerca más a ellos.

— Hola —dice ella.

Se agacha hasta tener la misma altura que ellos e ilumina su rostro para que sean capaces de ver sus facciones. Una figura femenina suele transmitir cierta seguridad. Aun así, a pesar de su intento no logra respuesta por parte del muchacho ni la niña.

— Soy Ávalon —insiste—. Caín me ha dicho que te llamas Luke. Es un nombre muy bonito. Me gusta mucho. Me ha dicho que estás enfermo, ¿me podrías decir dónde te duele? Tal vez pueda ayudarte.

El niño la examina de arriba a abajo y luego levanta una mano con mucho cuidado dejándola sobre su pierna derecha. En ese momento Avy se percata de los pantalones del niño empapados en sangre. Mete su mano bajo su abrigo y agarra la daga que siempre lleva con ella. Al sacarla ve como la niña se retuerce asustada.

— Tranquila, no voy a hacer daño a nadie. Pero tengo que cortar la tela del pantalón para ver la herida. Prometo que no dolerá —dice con toda sinceridad.

El niño asiente y mira a la pequeña quién, con lágrimas en los ojos, tiende las manos para agarrar la antorcha. Ávalon se la tiende con cuidado y con la hoja de la daga corta la tela. Está algo pegada a la herida debido a la sangre seca. Al ver que hay trozos adheridos a la carne decide cortar a su alrededor para causar el mínimo dolor al niño.

La piel y la carne parecen estar quemadas y en parte arrancadas. Como si alguien hubiera intentado antes quitarle el pantalón para que la herida no se infectara. Pero no lo había hecho bien. Ve como la zona no solo está enrojecida e hinchada sino que parece ser carcomida por el pus. Sorprendida por la gravedad de la infección, y porque el niño continúe vivo, agarra su pañuelo y lo empapa con el agua que ha traído junto a ella. Una vez mojado comienza a vendar la herida con sumo cuidado.

— Es algo grabe pero no te preocupes. Te llevaremos al pueblo y el médico te curará —asegura.

— ¡No! —grita la niña arrojando la antorcha al suelo.

Al instante ésta se apaga y la oscuridad los inunda a todos. Avy se siente desconcertada y temerosa ante la profundidad de las sombras que la rodean y nublan su visión. Siente como algunas manos la agarran y temerosa chilla. Tal vez ha sido mala idea ir sola. Sin embargo, ya no hay tiempo para arrepentirse.

— Él no quiere que salgamos de aquí —escucha la voz de la pequeña—. Él dice que la gente mala nos hará daño si volvemos. Él nos cuida.

Avy se levanta de golpe y busca a oscuras una pared o una roca en la cual apoyarse.

— Luke está muy enfermo, si no lo curan, la infección lo matará —asegura.

Susurros del Bosque [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora