Capítulo 1

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Año 1810.

Corre entre las calles rehuyendo a la guardia. Si la encuentran su identidad será expuesta y los tres meses que lleva de incógnito se perderán. Los gritos de frustración resuenan en el aire y las ordenes de detención quedan en simples palabras lanzadas al viento. Ríe entre dientes y se desliza por un callejón estrecho y muy transitado. Espera que la pierdan entre la multitud. Intenta esquivar mujeres, niños y hombres que impiden su escape. Tras avanzar varios metros la falta de aire por la carrera comienza a hacer mella en su cuerpo. Los gritos de un granjero con el carro lleno de paja la alertan. El hombre insiste en pasar con sus caballos pero la multitud le cierra el paso. Aprovechando la distracción que él mismo genera, se introduce entre la paja maloliente.

Es jueves, así que todo el mundo está en la calle. Algunos van dispuestos a comprar productos de alta calidad por un precio más asequible que el habitual. Otros quieren vender aquello que, de otra forma, quedaría apartado en una esquina de sus almacenes.

— ¡Buscadlo! ¡No dejéis que se escape de nuevo! —grita el capitán.

Idiotas, piensa escondida. Los soldados no se rinden. Aún después de media hora de persecución no han sido capaces de encontrarla. Sin embargo, no la dejaran ir fácilmente. Si se descuida acabará perdida. Observa como se alejan de donde está y poco a poco sale de su escondite. El hombre de la carreta logra abrirse paso y ella se desliza lejos buscando su próximo escondite.

— Es increíble como se ponen por robar un libro. Ni que hubiera matado a alguien.

La idea no había sido tan buena como había esperado y el precio a pagar era enorme. Claro que eso solo pasaría si la encontraban.

El hombre la había pillado con las manos en la masa y, a pesar de su fuerte agarre, había logrado escapar por pura suerte. Pero las cosas no habían acabado. Dentro de los mercados la seguridad era enorme y al mínimo disturbio todos se movilizaban.

Coge uno de los pañuelos que lleva en su bolsa y se quita el gorro con el que cubre su trenza. Se suelta su cabello y se cubre con la tela. Si pudiera se cambiaría para evitar que reconocieran su ropa, pero no hay tiempo ni oportunidad. Pasea entre los diferentes puestos. Se detiene frente a una pequeña mesa llena de diferentes sortijas y collares. Las piedras, trabajadas con cuidado y delicadeza, brillan a medida que los tenues rayos de sol caen sobre ellas. Observa un anillo de ámbar y alarga la mano para tomarlo. Solo pretendía acercárselo para verlo mejor. Pero alguien detiene su mano. Pronto se arrepiente de ese pequeño descuido. Debería haberle visto venir, debería haber estado más pendiente de lo que la envuelve. Ahora ya no hay tiempo para lamentarse, pues sus perseguidores la han atrapado.

— Aquí estás —brama el hombre—. Estúpida comadreja escurridiza.

Le agarra con fuerza el brazo impidiendo su escape. Intenta deshacerse de él pero es demasiado fuerte para ella. Hunde sus dedos en su piel provocando marcas que seguramente permanecerán por días. Observa con horror como saca un machete de su cinto.

— Seguro que te crees muy lista, pequeña —dice con una sonrisa maliciosa—. Pero esta jugada te va a salir caro, el coste por robar será tu mano izquierda.

— ¡Espere! Se lo puedo devolver. No hace falta llegar a ese extremo. ¡O mejor! Se lo pagaré —dice asustada.

Intenta soltarse pero es en vano. Su mano izquierda es atrapada. Puede sentir el frío metal apretar contra la piel de su muñeca.

— ¿Pagar? ¿Con qué? ¿Con lágrimas?—ríe entre dientes—. Solo eres una sucia perra. Sería mejor sacrificarte como la rata que eres. Pero me conformaré con tu repugnante mano.

Susurros del Bosque [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora