Retorno al Paraíso (Reeditand...

De Stitches2207

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Más secretos salen a la luz. Y no sé si esté preparada para afrontarlos. Nunca he sido bueno en ello, pero al... Mai multe

Nota
Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo IV
Capítulo V

Capítulo III

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De Stitches2207

Salí de la casa buscando esclarecer mi mente. Me la había pasado como zombie con el único propósito de comer y dormir en posición fetal queriendo no pensar en Caleb y fallando miserablemente. No podía seguir encerrada en esa escala tan inmensa que parecía oprimirme mientras pasaban los días. No quería estar enojada con él, pero estaba tan cansada de tratar que se abriera sin poder conseguirlo. Ni el verme inquieta o deprimida lo impulsaba a sincerarse. Tenía la intención de que mi ausencia lo hiciera hablar porque era la última estrategia que se me había ocurrido.

Empaqué poca ropa en una maleta de mano sin saber a dónde ir con exactitud. Solo sabía que no podía dormir allí otra noche si las cosas seguían tan mal como estaban. Quería un compromiso real con un hombre que no le tuviese miedo a expresar sus sentimientos. Que fuese capaz de sentarse en la cama mirándome a los ojos mientras desahogaba su alma. Caleb era callado y si hubo algo que me gustó de él era su manera de callar, asimilar y luego exponer ideas que solucionasen los problemas o que al menos intentara arreglarlos. Era un paso y yo era feliz con eso. No tenía que exagerar al demostrarme que me quería porque hacia pequeñas cosas que dejaban las inseguridades a un lado, pero todo cambiaba cuando se volvía retraído. Sólo mirando y pensando. Se sentaba en su taburete favorito de la cocina con los codos anclados en el mostrador y la mirada vacía. Algo fuerte lo atormentaba, lo presentía. La comida se enfriaba a su lado, el vaso de agua quedaba lleno en la mesa. Su figura musculosa ya no lo era. La ropa cada vez le quedaba más holgada. Si sabía que yo empezaba a notarlo no le importaba comentar algo. Nada. En mi vida ya había habido demasiados silencios como para resignarme y seguir de ese modo. Quería volver al principio cuando verlo era como comer estando con hambre. Me llenaba escucharlo y más tenerlo cerca. Ahora, cuando lo miraba sólo veía remordimiento y culpa asomándose en su mirada. Había perdido hasta el brillo en sus ojos. El azul ya no era tan intenso y caluroso como en el pasado. Caleb se estaba consumiendo poco a poco y no tenía idea del por qué.

Por suerte Lola me recibió con los brazos abiertos cuando la llamé estando aún en la escala. Dijo que podía quedarme el tiempo que fuera necesario. Ya conocía a sus padres y sé que no era problema el que me quedase allí unos días.

Llevaba tres interminables días aquí. Dormía abrazada a Lola hablando de la universidad o de Liam, su novio. Me gustaba lo fácil que resultaba distraerse con Lola. Tenía una sonrisa amplia y rosa pálido que deslumbraba y encajaba con esos ojos azules grisáceos que siempre había envidiado. Hacía una semana había cambiado su pelo largo rubio por uno corte bajo y osado casi platinado. Lola era de las chicas a la que todo les quedaba bien por la confianza en sí misma que exudaban. No era muy alta, pero lo parecía y acostumbraba a usar botas largas y esbeltas como ella. Se había propuesto ganar más peso y le sentaba bien. Se cuidaba y aunque fuera un día de mierda, vestía como si fuese su último día en el mundo. Era energética brincando por todos lados con esa risa estruendosa que nos hacía reír a todos los presentes. Lola era una chica difícil de ignorar.

Caleb entró nuevamente en mis pensamientos. No había parado de llamarme desde que se enteró de que no estaba en casa. La madre de Lola sonreía rodando los ojos cada vez que escucha «Stitches» de Shawn Mendes de tono de llamada. No me despedí de él, salí del apartamento como ladrona en la noche porque si lo hubiera visto no habría sido capaz de marcharme. Le mandé un mensaje a Raydan diciéndole que hablase con Caleb para decirle que estaba bien. Ignoraba si ya sabía que estaba aquí, pero preferí no pensar demás. Era consciente de lo cría que estaba haciendo, no era propio de mi ser tan evasiva, pero lo conocía y Caleb tenía muchas facetas y una de ellas era la facilidad de convencerme para hacer lo que quisiese, no sólo en el sexo. No quería ceder en esto. Quería asustarlo y hacerle entender que sus acciones tenían consecuencias.

Terminamos de cenar entre conversaciones vanas. Ambos padres de Lola eran médicos por lo que verlos presentaba ser casi un dilema. Lola desde niña se aprovechaba de eso para hacer sus largas escapadas hacia la aventura que era su vida. Padres adinerados que cumplían sus antojos con lo material para recompensar la falta de tiempo, pero eran buenos padres y eso les quitaba todo lo malo de no tener tanta atención. Se preocupaban y la escuchaban. Tenía todo lo que yo no tenía, era una de las cosas que me hacían amarla. Me había prestado su vida y eso nunca lo olvidaría. Desde niñas me invitaba a viajes y cenas en restaurantes caros, que en ese tiempo yo no podía pagar. Vivía con la tía con la que mi madre me haba dejado, que no era afectuosa ni tampoco mala persona, sólo distante emocionalmente. Me quería a su rara manera. Era una mujer mayor que pasaba sus horas entre ser enfermera y ver novelas antiguas. Amaba cuando me peinaba, yo sentada en el suelo mientras ella masticaba chicle ruidoso y me topaba en el hombro cada vez que algo llamaba su atención en el televisor. Compraba juguetes siendo yo una adolescente y se excusaba conque yo tenía cara de niñita aún con senos. Me ruborizaba y le agradecía agachando mi sonrojo. La primera y última vez que me dijo que me quería fue a los quince cuando conocí a Carla y posteriormente me mudé con ella. Solía. Aquella despedida fue rápida, pero emotiva. Un abrazo torpe, te quiero entre susurros y una lágrima silenciosa de ambas partes. Solíamos llamarnos una vez al mes y contarnos cosas irrelevantes para llenar el silencio al otro lado del teléfono. Era el único familia que no me había abandonado y me sentía en deuda con ella. Nunca lo pidió pero un pequeño cheque era dado de mi parte. No agradecía y yo no sé lo exigía.

Los padres de Lola se despidieron con un abrazo afectuoso y salieron a festejar su vigésimo cuarto aniversario en un hotel lujoso. Según Lola estaba harta de escucharlos planear el viaje. El móvil sonó ruidosamente, otra vez.

—Por Dios, Eithan, ¿puedes apagar esa cosa? Estoy empezando a odiar a Shawn por tu culpa y lo amo —sonreí a medias apagándolo —. ¿Cuándo vas a perdonarlo?

Me pasaba los platos mientras yo los secaba dejándolos en el gabinete —No lo sé.

—Tienes todo el derecho de estar molesta. Si sigues aguantando toda su mierda va a ser peor, pero, y sé que me odiarás por esto, no debes huir cada que pelean. Es molesto. Liam suele hacerlo lo que provoca que yo me moleste más.

—¿Lola? —grito Liam, su novio, tocando la puerta principal.

Inmediatamente sonrío. Arregló su pelo rubio corto mirando su reflejo en una olla.

—¡Ya voy! Vamos, Eithan.

Sin esperar respuesta me haló de un brazo y me llevó con ella. Soltó mi brazo para arrojarse a los de su novio que la atrapó en el acto y después de un casto beso —porque estaba presente, supuse—se separaron sin Liam apartar su brazo de la cintura feliz de Lola.

—Hola, Eith. ¿Todavía aquí?

Me senté y me hundí entre los cojines. Ellos me imitaron cayendo juntos en el mueble espacioso que quedaba en frente de mí,

—Todavía aquí —repetí sin ánimos.

Entrecerró los ojos divertido y miró a Lola acurrucada a su lado. Sentí una ligera envidia por la posición en la que estaban. Caleb no podía sentarse a mi lado sin abrazarme. Gruñí. Si mis pensamientos se iban por el camino de las nostalgias regresaría pronto a casa y ese no era el plan.

—Me sorprende que Caleb no haya hecho nada para llevarte con él. Todos dicen que es muy terco y aburrido. De hecho, ayer en Black Camp...

Se interrumpió abruptamente al darse cuenta por donde iban sus palabras. Lola y yo lo miramos con una ceja levantada a la expectativa. No era propio de Liam meterse en la vida de los demás y dar comentarios a la ligera. Lola ya estaba influenciándolo de más porque eran características de ella, no de él. Se sonrojó y carraspeó evitando la tensión que nos arropó. Era alto como Caleb y pareció encogerse por la vergüenza.

—¿Qué pasó Liam? ¿Lo viste en ese club? ¿Qué estaba haciendo?

Miró a su novia por ayuda, pero Lola seguía con la misma mirada inquisitiva esperando que continuase. Ya estaba con los ojos achicados en señal de que el chisme era bueno. Liam ya conocía esa expresión por lo que carraspeó nuevamente y me miró.

—Bien, veo que no tengo escapatoria... Ayer estaba con Raydan en ese bar. Que se sepa que no quiero ser chismoso...

—¡Habla ya! —gritamos Lola y yo al unísono.

Se rascó la nuca y suspiró dejando salir las palabras —Estaban con una chica.

Solté el aire que no sabía que retenía —¿Qué chica? ¿Verónica?

—Tranquila, Eithan. Verónica salió del país hace semanas —informó Lola.

—¿Qué chica? —pregunté con fingida calma.

—No sé quién es. Nunca la he visto en mi vida y creo que no es de por aquí. Era una rubia muy guapa.

Lola le dio un golpe en la cabeza y él se frotó mecánicamente sin decir nada. Me quedé en blanco por unos segundos y luego miles de pensamientos pasaron por mi mente repasando todas las rubias que conocía, y no lograba divisar ninguna que tuviese contacto con Caleb. Había tenido que mantener mi mano entrelazada con la suya cada vez que salíamos y ni siquiera de ese modo dejaban de coquetearle. Hacia tres días que salí de la casa y ya estaba en bares. Llevé las manos a mi cara y la sentí caliente. Sin decir nada me levanté molesta con todo y todos. Lola intentó detenerme de subir las escaleras, pero Liam la agarró antes de que me alcanzase. El sonido del timbre vibró contra las escaleras por lo que me detuve. Lola abrió y su expresión cambió del pesar a la acción.

—¿Dónde está?

Su voz llegó como relámpago a mis oídos. El sólo escucharlo hacia que mi corazón palpitase rápido.

—¿A qué te refieres? —contraatacó Lola recuperando la postura.

—No juguemos a este juego, Lola. Sé qué está aquí y no me iré sin ella.

Su voz fría como si no pudiese sentir afecto por nadie.

—Pues te equivocas, ella salió.

—Su auto está parqueado. ¿Crees que soy idiota?

Liam se posicionó al lado de ella —Basta, Caleb. No tienes por qué ser tan grosero.

Caleb lo miraba distraído —No tienen que aburrirse con mi presencia. Sólo quiero hablar con ella.

—Ya me imagino por qué Eithan salió huyendo de ti.

—Lola... —reprochó Liam. Ella lo ignoró.

—No tengo que vivir contigo para saber que estás bien jodido. Escúchame cuando te digo que la estás alejando con tu actitud.

Caleb la miraba atento —Cuando quiera consejos matrimoniales, te pondré atención, de lo contrario no te metas en nuestras vidas.

Liam se interpuso protegiéndola de las palabras de Caleb —Ten mucho cuidado de cómo le hablas a mi novia.

—Entonces dile a tu novia que no opine. No es de su incumbencia lo que pase entre Eithan y yo.

—¡Si me importa! —explotó Lola —Eres un jodido hijo de puta arrogante que se cree el dueño del puto mundo. Pero adivina, cariño. No lo eres. Eith, debió perdonar a Zack. Tú no la mereces. Zack, sí.

Me paralicé todavía más. Lola lo había dicho a propósito porque sabía muy bien el odio que sentía él por Zack. La cara de Caleb se tornó sin expresión como si lo hubieran abofeteado. De repente parecía más grande e intimidante. Liam apartó a Lola de la puerta, por miedo, ¿quizá? Sin esperar más bajé los escalones fingiendo calma, me recorrió al acercarme. Lola se interpuso en mi campo de visión.

—Eithan, no tienes que salir con él. Puedo llamar a la policía.

—Llama al diablo si deseas. No creo que logres nada –concluyo Caleb.

—Está bien, Lola. Hablaré con él.

Pasé a su lado y salí al jardín caminando hacia lo más alejado de la casa para tener privacidad. Sus pisadas me siguieron y sentí sus ojos en todas partes. Me detuve al llegar al portón que dividía la casa de la calle. Respiré profundamente y lo encaré. Se detuvo a unos centímetros de mí por precaución.Tal vez sentía mi aura desde donde estaba. Despeinó su pelo, exasperado. Sus ojos azules eléctricos me penetraban sin vergüenza dejando caer su máscara para mostrar sus sentimientos.

—No permitiré otra vez que le hables así a Lola. Estás en su casa y debes respetarla y más si tu "novia" está en ella —mantuve la mirada firme, fría como él tanto sabía expresarla —. Sabes muy bien porqué estoy aquí. Tú permitiste que esto pasara. Cada vez me estás alejando más y no permitiré que sigas jugando al escondite conmigo.

Me miró incrédulo —¿Jugando? Explícame esa parte porque estoy muy perdido.

—¿En serio quieres más explicaciones? Estoy harta de dártelas. Cansada de tratar de entrar en tu jodido mundo, porque lo estás, estás muy jodido. Ya veo que no soy la única con problemas.

—¿Eso es lo qué piensas? Se te hace muy fácil juzgarme.

—Tengo al mejor maestro.

—¿Qué mierda está pasando contigo? Te pedí un maldito tiempo, ¿y qué haces? Sales de la casa sin explicaciones, ¿y cómo me entero dónde estás? Por un amigo. ¿Crees que es justo? Dime, Eithan, ¿es justo?

—Lo acepto, Caleb. Mi error, pero no pienso disculparme. Si huí de tu casa fue por los dos.

—Nuestra casa. Es tuya también.

Me paseé delante de él sin poder estar quieta por más tiempo —A veces creo que no. Una casa debe sentirse real, un lugar cálido. No la inmensidad y el silencio que siempre hay allí.

—Podemos mudarnos cuando quieras.

—¿Para qué? ¿De qué sirve cambiar de casa si seguiremos en lo mismo? ¿No te das cuenta qué no podemos estar así? Me pides tiempo, lo entiendo, pero tú no logras ver mi punto. ¿Qué sentirías si yo me cerrara como ostra? ¿Si no te contara mis problemas? Tú no has pasado por eso. Sabes todo de mí. Todo. ¿Y yo qué sé? ¿Puedes decirme?

Me dio la espalda frotando su cabello salvajemente. Quería gritarle, golpearlo, rogarle que me dijese que ocultaba, pero antes de hacer algo se giró nuevamente a mí.

—No quiero hablar de esto aquí.

—¿No dirás nada? ¡No sé por qué mierda me empeño en hablarte! ¡Te juro que me voy a cansar de esto! Y cuando lo haga te vas a arrepentir. ¡Juro por mi maldita vida que te vas a arrepentir!

Silencio. Esperando a que reaccionase.

—Vuelve a la casa, Eithan.

Mi pecho bajaba y subía con dificultad y todo se tornaba gris.

—No. Me quedaré aquí por un tiempo y luego voy a conseguir una pequeña habitación para mí. ¿En dónde? No lo sé y no te interesa. Me buscas cuando te dé la gana de sincerarte. Hasta entonces no vuelvas a buscarme.

—Hablemos en casa.

—¿Qué no has escuchado nada de lo que he dicho?

—No escucho incoherencias y sé que es tu dolor que habla.

¡Por Dios, que hombre más insoportable!

—Porque no te llevas a la rubia con la que estabas anoche. Estoy segura de que ella estaría encantada.

Ni se inmuto. Pensé que me preguntaría cómo sabía aquello. Lo odiaba por no darme expresión alguna.

—Basta. Lo digo en serio. No me hagas usar la fuerza.

—¿Me estás amenazando?

—Sí, Eithan, y cumplo mis amenazas. Busca tus cosas.

Abrí los ojos atónita ante tal machismo. Antes de saber que estaba haciendo, mi mano abofeteó fuerte su mejilla. El grito de sorpresa de Lola llegó a mis oídos justo con un «joder» de Liam. Caleb llevó una mano al moretón rojo en su mejilla con una gotita en sangre en ella. Me miró detenidamente sin moverse.

—¿En serio acabas de golpearme? —dijo con voz entre divertida y sorprendida como si no pudiese creerlo del todo.

—Y te golpearía otra vez.

—Estaré encantado, pero próxima vez golpea más fuerte. Quizá me excites más.

¿Es qué nada lo irritaba? Le di la espalda caminando de vuelta a la casa. Manos grandes se posaron en mis caderas tirándome en su hombro como si fuera una pluma. Cuando entendí lo que pasaba le golpeé fuerte la espalda, pero parecía no sentirlo. Me llevaba fuera de la casa.

—¡Lola, llama a la policía! ¡Lola!

Vi a Lola con las manos en la boca, sorprendida, y Liam riendo quien me decía adiós con la mano mientras Caleb abría el portón.

[....]

En todo el camino ni siquiera fui capaz de mirarlo. Juraba que estaba tentada a golpearlo nuevamente y esta vez con mas énfasis. Era como si una nueva Eithan floreciera en mí. Una ardida y molesta. A la única persona que recordaba haber pegado era a James, y estaba muerto. Me inquieté al recordarlo, pero decidí bloquear mi mente y enfocarme en lo que acababa de pasar. No sabía por qué seguía sorprendiéndome por la actitud de Caleb. La primera vez que hablé con él, me había ayudado con un tipo que quería propasarse y se pasó la noche entera caminando conmigo en su hombro.

Lo miré por el rabillo del ojo. Calmado, como siempre. Odiaba que yo estuviese a punto de hacer erupción y él frío como iceberg manejando relajado como si golpearlo fuera cosa de todos los días. no estaba orgullosa de mi arrebato y no toleraba la violencia, sin embargo, tanta adrenalina tuvo que salir y no de buena forma. Nunca vi en mi vida nadie tan sereno. Cerré los ojos y así los mantuve hasta que aparcó en el subterráneo de la escala. Bajé  del auto y caminé decidida hasta el ascensor sintiendo como si ya hubiera vivido esto, un déjà vu. Estaba igualmente enojada el día que me trajo de vuelta del pueblecito donde viví por tres meses, y siempre contra mi voluntad.

Con paso decidido me alcanzó y pulsó el piso diecisiete. Respiraba hondo mientras subíamos intentando no marearme. Mi cabeza quedaba un poco más arriba de su hombro y admitía que a veces me intimida su altura, agregando sus ojos inquisitivos siempre mirando fijo, pero al tenerlo a mi lado en el ascensor me tranquilizaba. Sonó el "ding" y salí corriendo. Ni siquiera había estado consciente en estar encerrada porque tenía claustrofobia. Al parecer la ira sacaba lo peor de mí hasta ahuyentar el miedo. Al llegar al vestíbulo me detuve en la  última de las puertas porque no tenía la llave. La había dejado olvidada en mi maleta en casa de Lola cuando Caleb me tomó en brazos. Me recosté de la pared esperando a que caminase más rápido, pero él se tomaba todo el tiempo del mundo en llegar. Paso a paso, lento y más lento. Sentí los fluidos en mis bragas y apreté mis piernas en un intento de detener los pensamientos que me habían estado acosando desde que lo había golpeado. No era el único que se había excitado lo que era extraño porque ni siquiera me iba el sado. Finalmente, abrió la puerta y entramos.

—Eithan, detente.

Quedé en medio de la sala de estar girándome lentamente hasta quedar frente a frente.

Sonreí con hipocresía y hablé con voz aguda —¿En qué te puedo ayudar?

—¿Vas a estar todo el tiempo evitándome?

Me encogí de hombros —Puedo intentarlo.

—Todavía eres una niña, ¿no?

Apreté los dientes volviendo a sentir la adrenalina —Sabes que no lo soy.

Se acercó —Demuéstralo.

—No tengo que demostrarte nada. Tú eres el que me cae encima como si fuera tu presa. ¿No te cansas de lo mismo?

—Al menos nos estamos comunicando.

—Tú y yo sabemos que no llegaremos a ningún lado.

Se pasó las manos por el pelo —¿Piensas dejarme otra vez?

—¿Eso te afecta? Porque saliste apenas pudiste con Raydan a buscar mujeres. Parece que no te importara una mierda que me fuese. ¿Quién era esa chica? Y si se te ocurre quedarte callado...

—Una vieja amiga.

Los celos empezaron a extenderse por todo mi cuerpo —¿Qué amiga? ¿La he visto antes?

—No lo creo. Déjalo estar, Eithan.

—¡No lo dejo estar! ¡Tú eres el maldito psicótico que me cela hasta con su mejor amigo! ¡No se te ocurra volver a decir que lo deje estar! —exploté.

Mi pecho subía y bajaba con fuerza. Puños tan apretados que sentía a mis venas protestar. Toda la tensión que había sufrido las últimas semanas iba a ser catarsis y no precisamente discutiendo. Estaba excitada por la escena que dimos en casa de Lola. Cuando vi su mirada encendida supe que tendría placer esta noche, con o sin él. Me había hecho más falta de lo que era capaz de admitir y Caleb sabía que haría todo lo que quisiese si llegaba a tocarme. Era evidente que estaba igual de excitado que yo. Sus jeans abultados no mentían. Caminó rápido a mí y me besó con euforia acunando mi cabeza e invadiendo mi boca con su lengua hambrienta. Grité cuando me arrinconó en una pared sacando mi blusa sin titubeos mientras mordía fuerte mi hombro haciendo que brotaran gemidos altos desde mi garganta. Bajó su pantalón cuando arañé su camiseta, mis uñas tratando de hundirse en su piel. Siguió chupando y mordiendo todo a su paso con desesperación. De repente sentí sus dedos abriendo mis pliegues.

—Dios...

Terminó de deslizar mi pantalón pijama amarillo y mis bragas empapadas de un tirón. El sujetador negro fue el próximo en hacerse charco en el piso. Atrapó mis senos succionándolos y apretándolos entre sus manos que ocupaban todos los lugares. Su erección se unió victoriosa a nosotros. Me miraba fijamente mientras se masturba ante mis ojos y tuve que hacer de todo mi esfuerzo para no ayudarlo. Dios... esto me rebasaba. Excitante, místico. Cada embestida en su mano me lleva al borde de la desesperación. Sin poder evitarlo aparté su mano y dejó que lo tocase cerrando los ojos. Rodeé su polla y moví, coloco una mano encima de la mía y nos movimos juntos. Gruñó áspero como sólo un hombre podía expresarlo haciendo eco en toda la sala oscura y desierta. Gotas de su néctar empezaron a descender. Guiándome con su mano llevo mis dedos hasta la punta y me hizo tocar su semen, fue a mi boca y chupé mis dedos. Me besó probando su propio sabor de mi lengua.

Me levantó una pierna clavando sus dedos en la parte de atrás de mi muslo y con un rápido movimiento me embistió. Gemí cuando clavó las uñas en su espalda ancha y dura mientras me comía el cuello penetrando más fuerte, pero no lo suficiente.

—Más rápido...

Se meció sin piedad en mí. Lágrimas de placer corrían en mi mejilla por su intensidad mientras me aferraba más a su espalda sintiendo su sangre en mis dedos con dificultad. Bajé la mano a mi centro y me froté extasiada mientras el incrementaba el ritmo y con seis embestidas más me alcanzó en un orgasmo que le hizo cerrar los ojos con fuerza. Sin salir de mí nos condujo a nuestra habitación directo al baño. Ignoramos los ladridos de Scott dejándome sentada en la encimera de granito blanco del lavamanos. Sisee al sentir el frío en mis nalgas pero ni aún así lograba apagar el calor que había dentro de mi cuerpo. Salió de mí, ninguno de los dos satisfechos por completo. Preparó la bañera dejando que el agua caliente saliese junto a vapor que se empezaba a acumular. Vertió jabón líquido de canela con vainilla y el aroma poco a poco invadió la estancia con su dulzura.

—Caleb...

—Shhh —me calló con un ligero beso —. No diremos nada. Mañana pregúntame lo que quieras, ahora no —asentí. En este momento era mejor dejar que nuestros cuerpos hablasen por sí solos. Se desvistió y me ayudó a bajar del tocador. Entramos en la tina cubiertos prontamente de espuma con el agua brotando como cascada en el piso por el espacio que ocupaban nuestros cuerpos. Gemí al sentir esa masa caliente rodeándome.

Llevé mi espalda a su pecho y comenzó a masajearme los hombros, la espalda y mi abdomen. El mismo hizo un moño en lo alto de mi cabeza cuando mis hebras largas empezaron a estorbarme. Me lavó y tocó por eternos minutos hasta que su nueva erección presionó la parte baja de mi espalda. Me hizo girar lentamente para tenerlo de cara a mí. Besé su nariz y mejillas rojas por el vapor, y finalmente su boca mientras me subía a su regazo dejándome cabalgar lo con lentitud. Gemí al sentirlo duro y grande dentro de mí. Escondí mi cara en su cuello aspirando el olor a canela experimentado miles de sensaciones que parecían mentiras de lo increíble que se presentaban. Ahorcó mi cuello ligeramente con una mano y me beso penetrando suave, despacio, sin ninguna prisa. Danzamos. Gemimos. Cuerpo a cuerpo llegamos al éxtasis juntos otra vez.

Cuando logramos respirar con normalidad, nos secamos y nos acostamos totalmente desnudos en la cama. Nos cubrió con el edredón y caímos en un sueño placentero.

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