Año 1798.
Las dos figuras avanzan seguidas de cerca, aunque sin ser notadas, por dos figuras más. La joven observa todo a su alrededor anonadadas por pensar que la bella París tiene también sus bajos fondos.
— ¿Cómo te llamas? —pregunta al hombre con cierta curiosidad.
Al solo recibir silencio por su parte, decide volver a preguntar.
— ¿De dónde eres? Tu acento francés no es común por lo que deduzco que no has nacido aquí —dice intentando entablar una conversación.
El hombre se para y da media vuelta para encarar a la chica. Da un paso hacia ella y ambos quedan tan cerca que Avy casi puede sentir la respiración de él sobre si misma.
— Escucha con mucha atención mocosa. Tú y yo no somos amigos ni nada por el estilo —su voz seria y ruda parece calar en el cuerpo de la chica como estocadas de espada. Pero ella no planea dejarse intimidar—. Estamos juntos porque tu no paras de seguirme pero no creas que te ayudaré si algo te pasa o te raptan por ir con desconocidos por calles peligrosas.
— Tal vez no quieras ahora, pero estoy segura de que al final vendrás conmigo —asegura convencida.
El hombre no puede evitar bufar por la tozudez de la chica y se gira para volver a caminar. Ávalon lo sigue sin miramientos y se mantiene lo más cerca posible de su lado. Observa de reojo dos sombras acercándose y, sin poder evitarlo, el corazón le da un vuelco temiendo que las palabras del mendigo se hagan realidad.
— Esas dos figuras probablemente van a por ti. Aún estás a tiempo de marcharte, mocosa —susurra con una media sonrisa.
Ella niega y baja la cabeza manteniendo el mismo ritmo que el vagabundo.
— Tú sola te has metido en la boca del lobo —murmura.
Cuatro figuras aparecen delante de ellos y los acorralan. Avy se da la vuelta buscando una escapatoria y ve los dos hombres que le seguían.
— Que mercancía tan valiosa Palas. ¿Por qué no la compartes con nosotros? —pregunta uno de ellos mirando a la muchacha de arriba a abajo.
— No pensaba que te gustaran las niñas, Tristan —responde sin mucho interés en la conversación— . No es mía. Solo lleva siguiéndome todo el día. Me da igual lo que le pase.
El hombre de cabello castaño y ojos negros observa a la muchacha encapuchada y se relame los labios de tan solo observar la cascada roja que asoma por debajo de la caperuza. Su ropa rota y sucia parece estar algo mejor que la que llevan sus compañeros. La barba desaliñada y algo más larga de dos dedos cae ennegrecida sobre su boca amarillenta.
Avy se retuerce en sus vestiduras asqueada y da un paso atrás olvidándose de los hombres a su espalda. Tal vez no debía haber confiado en el híbrido. Unas manos la atrapan y ella lucha por ser liberada.
— Que salvaje —dice el hombre al ver como golpea a uno de sus hombres en el mentón—. Cuanta energía, eso es lo que más me gusta de las jovencitas.
— Tristan, ¿podemos probarla? —pregunta el hombre a su derecha.
El mencionado mira de nuevo al hombre de ojos azules y sonríe.
— ¿Estás seguro de que no es nada tuyo? —pregunta—. Porque si es así les diré a mis hombres que hagan con ella lo que quieran. Será mi regalo. Aunque claro, pienso estrenarla yo.
Palas frunce el ceño irritado por la perdida de tiempo y observa a la chica agarrada por los brazos por dos sujetos. La mirada de súplica parece calar en lo más hondo de él. Como si casi fuera su deber protegerla de ellos. Él se lo ha advertido. No tiene ninguna responsabilidad respecto a esa muchacha.
— No es nada mío —responde—. Pero de todas formas, Morfeo no estará contento si se la lleváis en pedazos. La va a querer entera.
Los seis hombres presentes hacen una mueca al sentir el nombre del líder de los bajos fondos.
— No creo que le importe si probamos el producto antes de llevársela. Debemos corroborar que es de buena calidad —se excusa uno de ellos.
El mismo se acerca a Avy y sin más y tira de la caperuza dejando al descubierto la melena anaranjada de la muchacha. La amarra con fuerza ocasionando un dolor punzante en ella. El ceño del híbrido se frunce un poco más y observa a Tristan con una mirada de advertencia. Algo no encaja con la joven. Palas inhala profundamente y siente un ligero aroma que sobresale un poco del efluvio a ácido úrico y marihuana. De inmediato lo reconoce.
— No sigas o lo lamentarás —le advierte.
— ¿Y quién me hará lamentarlo? —pregunta el hombre riendo—. ¿Tú?
El híbrido aprieta los puños dispuesto a dejar salir su lado más salvaje. No es que le entusiasme dejar un reguero de cuerpos a su paso pero no puede evitarlo. Todo el mundo en los barrios bajo sabe que Palas no es un hombre problemático siempre y cuando no lo molesten. Y, aunque esa vez no han sido ellos quién han despertado a la bestia que se esconde en su interior, van a pagar por ello igual.
— Piénsalo bien, está chica es inglesa y a juzgar por sus ropajes ostentosos debe ser muy rica —intenta persuadir—. Sacarías buena tajada si la vendieras o pidieras un rescate por ella. Vale más tal y cómo está que torturada.
— Lo siento Palas, no me convences —dice con una sonrisa maliciosa.
— Él no lo hará pero yo si —dice una voz divertida y un tanto borracha.
Todos los presentes parecen tensarse, menos la joven que ya estaba tensa y el propio híbrido.
— Esa chica ha entrado a mi territorio, así que, me pertenece decidir lo que se hace con ella —dice un hombre alto y de buen porte vestido de ropas caras pero sucia—. Entrégala, Tristan.
El hombre traga saliva y observa a la preciosa muchacha en las manos de sus hombres.
— Morfeo, que placer verte. Justo ahora íbamos a llevar a esta preciosa flor ante ti —se apresura a decir.
— Seguro —murmura con sarcasmo—. Dile a tus hombres que la suelten de inmediato.
Tristan frunce el ceño y se vuelve hacia sus compañeros.
— Ya lo habéis oído. Soltadla —ordena.
Las manos que apresan a Ávalon la sueltan y ella cae sobre el suelo ensuciando sus vestimentas. Se recoloca la caperuza intentando ocultar de nuevo su rostro. Sus hombros son atrapados y de nuevo se ve sometida por dos hombres, hombres de Morfeo.
— ¿Vas a venderme?—le pregunta al híbrido.
El jefe del lugar suelta una carcajada y se acerca a ella para agarrar su mentón y dejar ver su rostro.
— Me gustas, preciosa. No es común encontrar una pelirroja por aquí —dice sonriendo—. No suelo coger a chicas tan jóvenes o por las que puedo pedir rescate, pero creo que serás la excepción. Vas a formar parte de mi harén particular, encanto.
— Ni en tus más locos sueños —responde.
Él sonríe y un golpe seco se escucha en todo el callejón. Palas abre los ojos sorprendido al ver como la chica escupe sangre al suelo y ese mismo líquido resbala por su mentón. De inmediato contempla la mano del agresor y observa tres anillos peligrosamente punzantes.
— Ups, se me ha escapado la mano —murmura Morfeo—. Lo siento, no debería dañar ese fino rostro pero a veces es inevitable.
Sus hombres sueltan unas leves carcajadas y Avy no puede evitar mirarlos con desprecio a todos. Al llegar al híbrido su gesto cambia a uno más apacible y amable.
— No eres como ellos —murmura. El cansancio y las magulladuras comienzan a ganar la batalla a la adrenalina—. Eres especial, magnífico. No tienes que permanecer escondido aquí. La oscuridad no es lugar para alguien como tu. Solo conseguirás volverte como ellos. Tú eres mejor, ¿no? Único.
Se resiste intentando deshacerse de los brazos que la rodean, pero sus intentos son inútiles. El verla tan indefensa y perdida hace que por un instante algo se retuerza en el interior de Palas. Esa chica no es una humana normal. Aparta la mirada rehuyendo los ojos de ella y la centra en cualquier otra cosa.
— Lleváosla junto a las otras chicas y prepararla. Esta noche gozaré su presencia en mi cama —suelta el hombre.
Sus compañeros acatan sus ordenes y se la llevan entre gritos y pataletas por parte de la chica. Palas aprieta los dientes y los puños y aparta la vista mientras escucha como ella le suplica que le ayude.
— Has hecho muy bien en traerla hasta mí, considérame a partir de ahora como un amigo. Si necesitas algo o alguien te molesta no dudes en avisarme —dice el hombre.
Palas se mantiene quieto mientras observa la espalda del hombre al marcharse. No hay nada que hacer ahora. Morfeo se la ha llevado. Lo más posible es que se una al prostíbulo del cual él es amo o se la quede como su prostituta personal. Sea lo que sea no es algo que le importe mucho a él. La chica no le importa. ¿Por qué le tendría que importar si la acaba de conocer? Es una pesada y una acosadora.
Contempla el cielo sabiendo que se encuentra completamente solo y recuerda, por un instante, esos ojos verdes tan sinceros. Los ojos que le prometían un futuro mejor. ¿Eso es posible para un híbrido como él? Palas no lo cree. Cierra los ojos y recuerda la sensación que ha sentido nada más conocer a la muchacha.
Con tan solo verla una vez su cuerpo ha respondido como si ella le hubiera llamado. Hasta ha estado a punto de pelearse con los hombres de Tristan, el segundo al mando de los barrios bajos. De nuevo, la imagen de los ojos de la chica sintiéndose traicionada llega a grabarse en su mente. Esos ojos llenos de consternación e inseguridad, guiados por el miedo a los hombres. Es justo eso lo que le impulsa a ir a por ella mas el miedo, de perder el poco hogar que ha encontrado, lo inunda.
Ven conmigo. Déjate llevar a un lugar donde puedas estar seguro. Sin miedo, le ha insistido esa chica durante todo el día. Ávalon Phoenix, ese es su nombre.
Observa el cielo oscuro y sin apenas estrellas visibles. Suspira sabiendo que lo que se ha decidido a hacer no es exactamente lo que pensaba que haría esa noche, cuando esa misma mañana se ha levantado tras dormir durante seis horas. Rasca su barba mal cortada y pasa una mano por su boca algo nervioso. Hace tanto que ha cometido el último asesinato en masa. Sabe que a la mañana siguiente nadie preguntará por lo que les ha pasado a los ladrones y vagabundos del sector bajo. Pero el temor de la idea que se hará Ávalon le pesa en el alma.
Tal vez ya no quiera que vaya con ella después de lo que pretendo hacer, se dice a si mismo. Tal vez esté furiosa por abandonarla en manos de Morfeo, aunque la he avisado.
Con una mueca en los labios y sin estar muy convencido de lo que debe hacer, Palas, se dirige al edificio abandonado donde se encuentra Morfeo y han llevado a Ávalon.
Esa noche la Luna es testigo de dos horas infernales. Durante el transcurso de ese corto tiempo las calles, las aceras, las paredes y las cloacas son bañadas por la sangre de los infames que han osado pensar siquiera en tocar a Ávalon. La chica al verse libre y toparse con los ojos azules del vagabundo sonríe conocedora de todo lo sucedido.
— Te dije que al final, quisieras o no, acabarías viniendo conmigo —dice levantándose de sobre el sofá, donde minutos atrás Morfeo la ha acorralado—. Si me hubieras hecho caso no estaríamos en esta situación.
El hombre sonríe de medio lado y toma la mano de la chica arrodillándose.
— Si os hubiera hecho caso, lady Ávalon, jamás hubiera descubierto cuan especial es usted —dice besando la mano—. Deseo conocerla mucho mejor a partir de ahora. Para mí será un placer servirla a vos y a la corona inglesa.
Avy ríe divertida por las acciones del hombre y ambos se encaminan de vuelta al hotel donde se aloja ella.
— ¿Eres consciente de que a partir de ahora tu vida y el concepto que tienes sobre ti va a cambiar? —dice mirándolo de reojo.
— Por supuesto —dice con sorna—. De hecho deseo saber que me deparará el futuro a tu lado, mocosa. Estoy seguro que de ahora en adelante las cosas van ha ser muy divertidas. Mucho más que lo de hoy.
— ¿Para ti lo de hoy ha sido divertido? —pregunta Avy alzando una ceja.
— Sí —responde con una sonrisa—. No siempre es posible conocer a una hermosa chica y liberar por un poco de tiempo mi lado animal.
Avy asiente y sigue su camino como si realmente los cadáveres a su alrededor no estuviera, como si no significaran nada. De hecho, para ella no significan nada. No le importa que hayan intentado hacerle daño. Ya lo esperaba. Y sabía que el hombre sería incapaz de dejarla en manos de esos delincuentes. El riesgo ha valido la pena. Un nuevo miembro se ha unido al ahora un poco menos pequeño grupo de seres excepcionales y, sobretodo, únicos. Pero solo el tiempo dirá si está nueva incorporación ha valido la pena.