Becca Breaker(I): Contigo © C...

By aleianwow

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Becca es una joven extremadamente inteligente. Ella sabe de física, matemáticas, biología, medicina, astrono... More

Becca Breaker
Prólogo
Capítulo 1: ciento setenta y nueve.
Capítulo 2: Desnudo quirúrgico.
Capítulo 3: Mis inicios en Ignature.
Capítulo 4: confianzas impotentes.
Capítulo 5: El efecto Jackson - Watson.
Capítulo 6: Breaker hija, Devil hijo.
Capítulo 7: Paul Wyne y otros terrores nocturnos
Capítulo 8: los pañales del doctor House
Capítulo 9: Los credenciales de Paul.
Capítulo 10: Tú a lo tuyo y yo a lo mío.
Capítulo 11: Las cabezas por separado.
Capítulo 12: El koala y su tronco alfa.
Capítulo 13: Mañana, a las cinco
Capítulo 14: Sólo un año más.
Capítulo 16: De color granate.
Capítulo 17: Los hombres enamorados son unos pedorros.
Capítulo 18: trato hecho.
Capítulo 19: Buenas noches.
Capítulo 20: una solución.
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Capítulo 15: Los apuntes viajeros.

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By aleianwow

Durante los tres días antes de irme a Kings, Paul no apareció por casa. No puedo reprochárselo ya que llamó por teléfono y me dijo que su madre había tenido un accidente de tráfico y que, aunque no le había ocurrido nada grave, quería ir a verla para comprobar con sus propios ojos que todo marchase bien.

Paul cogió un avión, pero antes de despegar me llamó a la BlackBerry.

– Nos veremos a la vuelta de las vacaciones de Navidad – prometió él –. Becca – añadió –. Ten mucho cuidado en Kings. No me hagas tener que ir a buscarte.

La idea me pareció tentadora. Pero no se lo dije.

– Tranquilo, Bryan no se propasará. Que tengas buen viaje, Paul – me despedí.

– ¡Becca! Espera – alcancé a escuchar antes de colgar.

– Dime – pregunté ansiosa. ¿Qué iba a decirme?

– Te… Te… Te veré en el… Hospital a la vuelta. Tengo ganas de ver pacientes contigo – acabó diciendo él.

Me sentí algo confusa. ¿Por qué razón yo pensaba que me iba a decir “te quiero”?

<<Seré imbécil>>, pensé.

– Está bien. Allí estaré. Date prisa o perderás el avión. Te echaré de menos – dije rápidamente.

Y colgué.

– Idiota, Rebecca, idiota – musité para mí misma.

¡Un poco más y me ofrezco en matrimonio! , pensé después.

Respiré profundamente y evoqué el instante en el que tres días atrás mi madre me había confesado que Paul se marcharía.

Mis ojos se inundaron de lágrimas otra vez. Pensé, que al menos, Paul estaría conmigo para hacer la selectividad.

Pero me desconsolaba muchísimo comenzar el primer año de medicina y no poder compartir con él mis primeras experiencias.

No sé por qué razón, vino a mi cabeza el día de la bolera. Cuando me agarraba para enseñarme a lanzar la bola, y eso que yo me resistía a aprender.

Me acordé del coche y de cómo me había acariciado. De sus besos en la mejilla, que a mí me parecían cargados de intenciones.

De sus medias sonrisas.

De sus chistes malos y de sus regañinas.

De esa asombrosa inteligencia suya.

De su capacidad para sacarme de mis casillas.

– Oh, Dios mío – susurré –. Estoy enamorada de Paul Wyne.

Me sentí desfallecer. Ya no podía negar lo innegable.

Bryan en cierto modo me resultaba atrayente, pero sin Paul se me hacía difícil imaginar mi futuro.

Quise estampar mi cabeza contra mi conejito de peluche.

¿Y ahora qué demonios iba a hacer? ¡Paul iba a marcharse! No podía declararme…

– Pensará que soy una niña loca que no sabe lo que quiere – susurré –. Además, aunque saliéramos juntos, aunque creciera algo entre nosotros… Se va a marchar igual.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla.

Me senté en mi cama y me encogí, doblando las piernas sobre mi vientre. Las abracé y apoyé mi mentón entre las rodillas.

Miré de reojo mi maleta abierta.

Mañana viajaríamos a Kings y todavía no había comenzado con el equipaje. Sólo había escrito una lista que vagamente contenía algunas cosas de las que tenía intención de llevar.

<< Ojalá pudiera meter a Paul en la lista >>.

Cogí el pedazo de papel que había sobre mi almohada y escribí “Paul” justo al final. Sonreí con cierta amargura.

Entonces me levanté, caminé hacia mi armario y deslicé la puerta dejando a la vista toda mi ropa, que mi madre, para no variar había hecho el favor de colocar.

Y eso que yo no era especialmente desastrosa doblando camisetas.

Además no era mi culpa que se deslizaran solas y acabaran formando burruños en los estantes.

Subí la maleta vacía sobre mi cama y comencé a introducir algunas prendas. Un par de pantalones vaqueros, el vestido azul marino que me dejaba los hombros al aire, me encantaba ese vestido.

Algo de ropa interior, unos cuantos jerseys por si hacía frío. Mis botas de nieve y las de no nieve. Unos botines. Calcetines.

No pude resistirme a meter los apuntes de física que Paul había escrito para mí. También metí los ejercicios para practicar. Y un par de novelas históricas.

Ah y un libro de anatomía.

A la media hora fui consciente de que llevaba más libros que ropa. No me quedó más remedio que seleccionar sólo los imprescindibles o el exceso de peso de la maleta me lo harían pagar en el aeropuerto.

– ¿Estás de vacaciones y pretendes llevarte apuntes a Kings? – de repente escuché a mi padre.

Había entrado silenciosamente. Tanto que sobresalté al oírle a mi espalda.

Me giré respirando agitadamente.

– Qué susto me has dado – dije a modo de saludo –. Me llevo los apuntes porque Paul me dijo que practicara estas navidades.

– Veo que tomas muy en serio a Paul. No sé qué tiene él que no tenga yo – bromeó él.

Reí.

Y luego se me escapó un cantarín:

– Os quiero a ambos.

Sentí la mirada inquieta y punzante de mi padre.

– Es muy buen amigo y buen profesor. Lo quiero como tal – intenté rectificar.

– Ya, me lo imagino – siseó mi padre, que había decidido finalizar su amistosa visita –. La próxima vez que venga Paul, tendré unas palabras con él. De hombre a hombre.

Tragué saliva.

– Venga, papá. Eres un exagerado – traté de calmarle.

Mi padre, arrastrando su pijama de terciopelo azul y con lo que le quedaba de pelo alborotado, se giró y dijo:

– Dile que tengo una escopeta en el maletero del coche.

Y entonces, abandonó mi habitación y escuché sus pasos escaleras abajo.

Abrí mucho los ojos. Vaya metedura de pata la mía. ¿Cómo se me había ocurrido decirle a mi padre tal cosa? “Os quiero a ambos”.

<< He ascendido de idiota a subnormal. >>

Acabé por sacar todos los libros de la maleta, excepto los apuntes y los ejercicios de Paul, que estaban escritos por él, a mano. Y yo me fijaba más en su letra que en lo que decían en sí.

La letra de Paul era pulcra, sin tachones. Su caligrafía destacaba por los ángulos que tenían sus vocales y el largo del palito de la “p”.

Por su letra, podría haber dicho que se trataba de un hombre muy decidido a conseguir sus metas.

<< Me gustaría ser una de sus metas >>, pensé.

                                                            ***

Mi madre me llevó al día siguiente al aeropuerto. Allí estaban Kasie, Bryan, Jackson, el resto de compañeros de clase cuyos nombres aún no lograba recordar del todo y, por supuesto, Mary.

Como de costumbre, la mirada de Bryan parecía estar analizándome en todo momento.  Me hacía sentir incómoda.

Me despedí de mi madre antes de unirme al grupo.

Aún quedaban algunos por llegar.

– Estás rara – me dijo Mary nada más notar mi presencia a su lado.

– ¿Llevas un radar puesto? – pregunté de mala gana.

– Qué va, es que no has saludado con tu alegría habitual… ¿No te hace ilusión ir a Kings?

Sonreí.

– Sí. Tengo ganas de vivir el ambiente universitario – dije –. Pero no dejo de pensar en algo que tiene que ver con Paul – le confesé a mi amiga.

Ella giró su cabeza hacia mí. Aún sabiendo que no podía verme, la miré a los ojos. Azules casi blancos, del color de la ceguera. Ojos como agua de mar.

– Al final has admitido que te gusta – me dijo ella.

– No… Y sí… Me  he enterado de que dentro de un año se marchará a un lugar que está a miles de kilómetros de aquí. Sólo le falta un curso para terminar la carrera – susurré.

El rostro de Mary denotaba sorpresa.

– Lo siento mucho, Becca.

– ¿Y qué voy a hacer sin él? – le pregunté a mi amiga con desesperación.

Ella me pasó una mano por los hombros y me dijo:

– Guárdale un buen recuerdo. Será un buen amigo para toda la vida. Mientras, piensa que hay muchos chicos y que no tiene por qué ser Paul el amor de tu vida.

Contuve mis ganas de llorar (llevaba tres días en los que mis periodos de llanto eran más abundantes que mis periodos de tranquilidad).

– ¿Tú crees? – pregunté.

Automáticamente pensé en Bryan.

No, Bryan no le llegaba a Paul ni a la suela del zapato. Aún así, mi compañero de clase tenía algo que lo hacía interesante. Tal vez su capacidad de liderazgo, su iniciativa para tomar decisiones.

En clase era un chico muy activo. Salía a resolver ejercicios cada poco tiempo y preguntaba dudas a menudo.

En su grupo de amigos, era el líder indiscutible. Todos callaban cuando él alzaba la voz.

Él ejercía cierto control sobre los demás, y lo sabía.

Incluso, a pesar de no tener un gran atractivo físico más allá de su complexión fuerte, Kasie y algunas otras chicas solían lanzarle miradas furtivas de vez en cuando.

Le observé de reojo. Parecía estar gastando una broma, todos en su grupo se reían a carcajadas.

Entonces se giró hacia mí y nuestras miradas se encontraron.

Desvié la mía, incómoda.

– Mierda – susurré.

– ¿Has dicho algo? – me preguntó Watson, quien deslizaba sus dedos por el relieve braille de su libro.

– Nada. ¡Mira! Ahí están Mr. Coffee y Estela. Nos indican que avancemos por el pasillo.

Cogí a Mary de la mano para que reaccionara.

Después todos avanzamos formando un bullicioso grupo, siguiendo a los profesores a través de un corredor que nos llevaba hacia la sala de facturación de equipaje.

Tras una espera de unos quince minutos, durante la cual mi amiga continuó con su libro, y yo tuve algún que otro encontronazo de miradas con Bryan, llegó mi turno de facturar la maleta.

Cuando estuvimos todos listos, Estela nos guió hasta la puerta de embarque.

Allí tuvimos que esperar otros diez minutos sentados en los bancos metálicos de la sala de espera.

Estuve retorciendo mis manos durante aquel tiempo. Sólo había montado en avión una vez en toda mi vida, y en aquella ocasión tenía sólo dos años.

Además el tema de volar me daba bastante desconfianza. Por mucho que dijeran que los aviones eran el medio de transporte más seguro, siempre lo había cuestionado.

Es cierto que no tienen muchos accidentes, pero cuando lo tienen, raro es que alguien se salve de una muerte segura.

Aquel pensamiento me produjo alguna que otra náusea.

– Tranquilízate Rebecca, por amor de Dios – escuché que decía Mary a mi lado.

– Me asustas – murmuré.

– No paras de revolverte en tu asiento – me riñó ella –. El vuelo dura una hora nada más. No nos dará tiempo a estrellarnos.

He ahí Mary Watson y su lógica aplastante.

– En una hora podría morir mucha gente – proferí con fastidio.

– La única que va a morir vas a ser tú porque yo misma me encargaré de estrangularte si no te relajas. Me estás poniendo nerviosa hasta a mí – gruñó Mary.

Enarqué una ceja. Mi amiga era de armas tomar.

Di un respingo cuando alguien se dejó caer en el asiento de al lado. Bryan me sonrió.

Le devolví la sonrisa tímidamente.

Cosa, que sabía, que no debía de hacer si mi propósito era mantenerme alejada de él.

No obstante, Devil ejercía cierto magnetismo sobre las personas de su alrededor. Podrías odiarle o incluso detestarle, que él sabría ganarse tu atención en cualquier caso.

Yo no iba a ser la excepción.

– En Kings tú y yo no tenemos mucho que averiguar, ¿verdad Becca? – él fue el primero en romper el silencio.

– ¿Por qué dices eso? – pregunté con cierta diversión.

– Porque en Kings no hay carreras sanitarias. No hay medicina. Y es lo que nos gusta, a los dos.

Miré hacia el suelo.  Después me dirigí a él directamente.

– Creo que de todo se puede aprender. Además he oído que tienen historia antigua y arqueología. Eso puede ser interesante – le dije.

Bryan respondió con una sonrisa sarcástica.

– Y también inútil.

Resoplé con cierta indignación.

– Lo siento doctor Devil. Mejor quédese aquí a operar tetas con su padre – espeté.

Había insultado la arqueología. Yo sabía que muy útil para ganarse la vida no era, pero tampoco era cuestión de decirlo en voz alta y con aquel tono tan despectivo.

Creí que Bryan se enfadaría por mi comentario, pero si lo hizo lo supo disimular.

– No es esa parte de la medicina la que más me gusta. En realidad, cerca de la universidad de Kings, hay un laboratorio de investigación farmacéutica. Trabajan con alzheimer y demencias. Mi padre conoce allí a un buen amigo que le ha ofrecido hacerme una visita guiada a mí y a quien venga conmigo.

Mis sentidos estaban alerta. No me esperaba aquella sorpresa.

Ahora me debatía entre mantenerme estoicamente firme y negarme a todo lo que Bryan me ofreciera o aceptar aquella invitación oculta que había tras sus palabras.

Justo en aquel momento se abrieron las puertas de embarque y Estela nos gritó a todos que nos pusiéramos en marcha.

Afortunadamente, tendría tiempo para pensar.

                                                            ***

Mary se sentó a mi lado en el avión. Me tocó justo al lado de la ventanilla.

No voy a mentir. Me asusté bastante cuando el avión comenzó a coger velocidad para despegar. Vi pasar mi vida ante mis ojos.

– Si mueres, mucha gente irá a tu funeral Becca – bromeó mi amiga.

– ¿Y al tuyo? – respondí de mala gana queriendo devolverle la broma.

– Pues no lo sé… Supongo que tú vendrías, y Estela y mi hermano… Pero dudo que nadie más viniera.

La miré detenidamente. Por sus palabras se podría decir que a excepción de un hermano cuya existencia yo desconocía hasta aquel momento, no tenía otra familia.

Había muchas cosas que yo aún no sabía de la historia de Mary Watson.

Cuando me quise dar cuenta, ya estábamos en el aire. El pictograma del cinturón de seguridad ya se había apagado.

El de prohibido fumar continuaba encendido, por supuesto.

Aún así no me desabroché el cinturón. Tenía la absurda idea de que en caso de que colisionáramos, tener un trozo de tela que me atase al asiento me salvaría.

<<Soy una neurótica >>, pensé.

Revisé que mi BlackBerry estuviese apagada. Después encendí mi ipod y encajé los auriculares en mis orejas.

Cerré los ojos y traté de dormir.

                                                            ***

Me sobresalté al notar la gravedad en mi estómago. El avión aterrizaba a una velocidad vertiginosa y yo comenzaba a marearme. Me agarré a los reposabrazos de mi asiento como a un clavo ardiendo. Clavé mis uñas en la tapicería en un ademán de absoluto pánico. Cerré los ojos apretando mis párpados con fuerza.

– Odio los aviones, odio los aviones, odio los aviones, odio los aviones – recité como un mantra hasta que tocamos tierra firme.

Watson no paraba de reírse.

Al parecer mis fobias aéreas le parecían muy graciosas.

– Abre los ojos Becca. Ya han apagado el motor – susurró ella en mi oído.

Primero despegué un párpado, luego el otro. Traté de recuperar mi respiración normal.

Después fingí que no había pasado nada y que me encontraba perfectamente. Seguí a mis compañeros para bajar del avión.

Tuvimos que esperar unos veinte minutos para recuperar nuestras maletas. Bueno, ellos recuperaron sus maletas.

– Becca – Estela vino a hablar conmigo cuando quedó patente que mi maleta no había viajado en el avión –. He hablado con administración.

– ¿Y? – pregunté con angustia.

– Tu maleta ha viajado a Nueva Zelanda.

– ¡¿Cómo?!  ¡Mis apuntes! Oh, ¡Paul me va a matar! – exclamé con lágrimas en los ojos –. ¿Pero la traerán de vuelta? ¿Verdad?

Estela me miraba compungida.

– Sí, pero tardará tres o cuatro días. Vendrá justo antes de que salgamos. Así que vas a necesitar ropa.

– Yo puedo dejarle algo para dormir esta noche – se adelantó Watson.

Y con eso, y con todo, nos recogió un autocar para llevarnos a la residencia. Lo único que yo llevaba conmigo era mi bolso con mi cartera, mi BlackBerry y una compresa por si acaso la mujer de rojo tenía a bien aparecer a deshoras.

Le envié un mensaje a Paul:

<< Tus apuntes han viajado a Nueva Zelanda.  Vendrán muy descansados. Je, je. >>

Era un mensaje tonto, muy tonto. Se veía claramente que buscaba una excusa para hablar con él.

Cinco minutos después respondió:

<< ¿Qué ha pasado? ¿Se han equivocado con tu maleta? Estaría bien que fuésemos allí de viaje, con la excusa de recogerlos. Te echo de menos >>.

Me sentí extasiada. Después empecé a ponerme nerviosa al recordar que algún día ya no tendría a Paul cerca, ni para matemáticas, ni para física, ni para conducir, ni para abrazarle, ni para ninguna otra cosa que se me hubiera pasado por la cabeza.

Decidí dejar de pensar.

Y también decidí aceptar la propuesta de Bryan. Mary tenía razón:

<< Hay muchos chicos, alguno tendrá que ayudarme a olvidar a Paul >>.

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Y el siguiente!!! Mil perdones por tardarrrrrrrrrrrrrr

os quiero! 

un besín!

se agradece voto si gustó!!

perdón por no haber contestado a los coments del capi anterior :S no tuve tiempo, pero los leí todos y los agradezco mucho :) 

A ver si Bryan comienza a hacerse con alguna fan! jo, pobrecito...

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