Los Hijos del Dragón (Histor...

By sterbj

715K 48.8K 3.4K

"Y aquella noche, entre la vida y la muerte, Zingora les dijo a sus hijos: Pasaran años, pasarán siglos y eon... More

Prólogo
Capitulo uno
Capitulo dos
Capitulo tres
Capitulo cuatro
Capitulo cinco
Capitulo seis
Capitulo siete
Capitulo ocho
Capitulo nueve
Capitulo diez
Capitulo once
Capitulo doce
Capitulo trece
Capitulo catorce
Capitulo quince
Capitulo dieciseis
Capitulo diecisiete
Capitulo dieciocho
Capitulo diecinueve
Capitulo veinte
Capitulo veintiuno
Capitulo veintidos
Capitulo veintitres
Capitulo veinticuatro
Capitulo veinticinco
Capitulo veintiseis
Capitulo veintisiete
Capitulo veintiocho
Capitulo veintinueve
Capitulo treinta
Capitulo treinta y uno
Capitulo treinta y dos
Capitulo treinta y tres
Capitulo treinta y cuatro
Capitulo treinta y cinco
Capitulo treinta y seis
Capitulo treinta y siete
Capitulo treinta y ocho
Capitulo treinta y nueve
Capitulo cuarenta
Capitulo cuarenta y uno
Capitulo cuarenta y dos
Capitulo cuarenta y tres
Capitulo cuarenta y cuatro
Capitulo cuarenta y cinco
Capitulo cuarenta y seis
Capitulo cuarenta y siete
Capitulo cuarenta y ocho
Capitulo cuarenta y nueve
Capitulo cincuenta
Capitulo cincuenta y uno
Capitulo cincuenta y dos
Capitulo cincuenta y cuatro
Capitulo cincuenta y cinco
Capitulo cincuenta y seis
Epílogo

Capitulo cincuenta y tres

8.4K 649 51
By sterbj

El abrazo implacable de los bosques

  

Chisare se bajó de su caballo y se quedó unos instantes aferrada a la silla sin dejar de tambalearse. Le dolían muchísimo las piernas y le temblaban incontrolablemente. Ella no estaba acostumbrada a montar de ese modo y tenía los muslos en carne viva pues su piel inmaculada había sufrido un maltrato implacable por su parte. Pero tuvo que hacerlo, ni siquiera se detuvo cuando se le comenzaron a despellejar los muslos mientras cabalgaba con desesperación sin aminorar el ritmo de su montura guiada por el instinto, por las palabras de Urano y espoleada por las visiones de Gea en las cuales salía Criselda tumbada a su lado en un estado lamentable que no le atribuía ningún bien a su embarazo.

Debía sacarla de allí.

Debía sacarlas a las dos.

La muchacha se apartó el cabello del rostro y se pasó la mano para secarse el sudor pegajoso antes de mirar a su alrededor. Por fin había llegado a los bosques después de tantos y tantos días de cabalgar casi sin dormir y apenas sin comer gracias a su voluntad infundida en parte por el dios del Mundo. Chisare tomó aire y se adentró caminando por el camino que se presentaba frente a ella aferrando con las manos los arreos de su caballo. Los dos caminaban a paso lento y fatigado. Estaban cansados, extenuados, pero Chisare no podía detenerse ahora que estaba tan cerca, solo debía adentrarse en lo más profundo del bosque y esperar escondida frente a un grandísimo tejo milenario. Allí estaba la entrada a la guarida de los Rebeldes. Solo tenía ese pensamiento en la cabeza que conseguía apartar el de la sed y el hambre. Solo debía llegar allí y después… no sabía que haría después, ya lo pensaría cuando llegase al tejo.

La joven caminó por el terreno infecto y el cabello y la ropa pegados al cuerpo. Desde la copa de los árboles, los animales salvajes la observaban y la habrían atacado sin dudarlo si no fuese porque una extraña aura la rodeaba y espantaba a aquellos animales sedientos de carne fresca.

Pasaron minutos y horas y ella continuaba caminando sorteando raíces nudosas que sobresalían por la tierra que en algunos lugares era dura como la piedra y en otros blanda como un barrizal. En más de una ocasión, la joven cayó al suelo completamente rendida o por haber tropezado con alguna imperfección del terreno y en todas esas caídas, Chisare volvía a ponerse en pié sujetando con fuerza su punto de apoyo y usando todas sus fuerzas en hacer que sus manos alzasen su cuerpo y que sus piernas obedecieran aquel simple mandato.

Pero llegó un momento en que no fue capaz de volver a incorporarse. Chisare cayó de rodillas al suelo sin soltar las bridas de su montura y al caer, el animal relinchó de dolor y cayó el también por el peso muerto de ella. La Dama soltó entonces las bridas y colocó las manos hacia delante para sujetarse y no golpearse el rostro contra las raíces pinchudas de un alto y frondoso ciprés. El sudor cayó a grandes goterones sobre la superficie del suelo del bosque y ella respiró por la boca con dificultad. Tenía mucha sed y la boca le sabía a tierra putrefacta y fangosa.

“Tengo que levantarme.”

La joven apretó los dientes mientras su caballo se levantaba a su lado y esperaba a que ella hiciera lo propio. Pero no podía, las piernas no le respondían y los brazos estaban a punto de desfallecer. Rendida ante la evidencia, Chisare se dejó caer de costado con un gran escozor en los ojos que derramaron lágrimas de frustración. Estaba tan cerca de la meta y se sentía tan fracasada por no poder llegar. Si al menos pudiese levantarse, pero no podía, no valía para nada. Si solo fuese un poco más fuerte, si no se hubiese limitado a seguir los cánones de la vida noble de Senara, ahora no sería tan poca cosa, tan poco resistente y podría haber llegado hasta el rejo milenario he incluso internarse en la sede de los Rebeldes que gobernaba el príncipe Xeral.

“Si Iarón hubiese venido conmigo… tendría que haber insitito más, convencerle de cualquier modo”.

Pero ya era demasiado tarde para lamentarse y también demasiado estúpido.

Cerró los ojos mientras respiraba dificultosamente y quedó sumida en un extraño trance que la trasportaba a un lugar que no era el mundo de los sueños pero que iba más allá de la inconsciencia. En ese extraño mundo, le pareció oír algo, como una vibración en el aire y en el suelo. Después Chisare creyó en su estado que habían voces en la atmosfera pero no podía asegurarlo porque no entendía nada. Pasaron unos momentos eternos en los que todo parecía irse fundiendo en borrones grises y marrones cuando escuchó alto y claro su nombre.

- ¡Chisare!

La joven intentó abrir los ojos y lo consiguió en parte pues solo los pudo abrir un poco mientras gemía por el enorme esfuerzo que eso le suponía.

- ¡Chisare!  - volvieron a llamarla.

Un rayo de esperanza reverberó en el corazón de la muchacha que intentó levantarse de nuevo he incluso hablar. Pero no podía hacer las dos cosas a la vez así que optó por ayudarse con la raíz de ciprés para incorporarse. Hizo fuerza con las manos y moviendo el cuerpo como si fuese una anguila, pudo apoyarse en la raíz y mirar por encima del suelo.

- I… Iarón - murmuró para luego gritar -: ¡Iarón!

- ¿Lo habéis escuchado? ¡Chisare! ¿Dónde estas?

Con el pecho ardiendo y la respiración agitada al igual que el latido de su corazón volvió a gritar.

- ¡Iarón! - no le salía otra palabra, no podía decir nada más.

- ¡Es por ahí! ¡Ya voy!

Las lágrimas y los temblores regresaron sobre la Dama que se sujetaba a la raíz tan fuerte que se clavaba astillas bajo las uñas. No le importaba. ¡Él estaba allí! Finalmente había ido tras ella, la había seguido para ayudarla. ¡Le había creído!

Le desbordaban las lágrimas cuando él apareció tras unos árboles sobre su espléndido caballo y sus soldados detrás como si se tratase de un escuadrón de salvación. El rey - su Iarón - frenó en seco su caballo sin importarle que se pusiera a dos patas y saló sin pensarlo cuando el animal volvió a estar a cuatro patas. El joven corrió con el rostro sonrosado hacia ella y la tomó en sus brazos con fuerza y desesperación. Ella le correspondió como pudo por estar tan cansada.

- Por los dioses, por fin te he alcanzado - dijo muy cerca de su oído. ¿Cómo estas? Déjame que te vea - la miró con el ceño fruncido y los ojos llenos de ansiedad -. Estas demacrada y más delgada.

- Tengo sed - dijo ella mientras Iarón omitía que estaba sucia y con la ropa rota en algunas partes.

- ¡Traed mi odre de agua! - gritó. Un soldado le obedeció don presteza y Chisare bebió unos sorbos antes de beberse medio odre.

El estómago le rugió y la garganta dejó de quemarle y de saberle a tierra. Apartó el odre de sus labios a pesar de seguir teniendo sed, pero sabía que su cuerpo necesitaba un descanso antes de seguir bebiendo y que era su mente la que la instaba a beber hasta ahogarse después de dos días sin ingerir agua.

- Ven te daré algo de comer - dijo Iarón mientras la tomaba entre sus brazos y la alzaba.

El rey la sentó contra el tronco de un pino y ordenó que trajesen sus provisiones. Así lo hicieron y le entregó a la joven una manzana y un trozo de queso curado. Chisare se lo comió todo intentando no dar rienda suelta a su hambre voraz y comió sin pronunciar palabra bajo la atenta mirada de su amado. Los soldados se apearon y se quedaron montando guardia alrededor de ellos con la vista fija en cualquier señal de peligro que diese los Bosques Sombríos.

Cuando terminó de repelar el corazón de la manzana, Iarón sonrió.

- Creía que no te encontraría, me a costado mucho alcanzarte.

- Si hubiese sabido que vendrías te hubiese esperado - respondió ella que se sentía mucho mejor después de haber bebido y comido. Iarón la miró con extrañeza.

- ¿Cómo dices? He venido a buscarte Chisare para llevarte de vuelta.

La joven sintió como su labio inferior se descolgaba un poco del superior al escuchar aquellas palabras.

- ¿Vuelta? - murmuró sin dar crédito -. ¿No has venido para acompañarme?

Iarón resopló muy serio.

- No empieces de nuevo, te lo ruego. No quiero gritarte ni tampoco llevarte a la fuerza si puedo evitarlo. He venido hasta aquí arriesgando mi vida y la de mis soldados para encontrarte así que no me lo pongas más difícil y sé obediente.

¿Obediente? La Dama apretó los labios mientras los fruncía ante lo que estaba escuchando. Que estúpida ¿cómo había podido creer que la había creído y la había seguido para ayudarla? ¿Cuándo iba a aprender?

- Pues has hecho el viaje en balde; yo no me voy.

- ¡Ya basta Chisare! No quieras llamar más mi atención. Ya sé que he hecho mal en ignorarte y dejarte sola cuando más me has necesitado. Pero ahora ya he aceptado que te quiero y que haré lo que sea para ayudarte.

- Si desearas ayudarme me creerías, vendrías conmigo a ayudar a Criselda.

Iarón agachó la cabeza y se pasó la mano por el rostro mientras farfullaba algo que ella no pudo entender. Alzó el rostro y la miró a los ojos.

- Te lo suplico Chisare - dijo -. Por favor.

- Soy yo la que te suplica. Si me quieres como dices ;acompáñame, te necesito yo sola no puedo.

- Es un disparate ¿no ves como estas? - negó con la cabeza -. No.

- Entonces vete, déjame que continuaré yo.

- ¡No!

- Majestad sonidos de cascos - dijo un soldado con premura.

- Esconderos - ordenó mientras todos obedecían y se colocaban tras los troncos anchos de los árboles con sus respectivos caballos.

Iarón cogió a Chisare en brazos y la llevó tras unos altos matorrales. Su caballo y el de él los siguieron. El sonido se hizo más grabe y profundo al igual que el retumbar de la tierra. Iarón se asomó al igual que ella y a los poco segundos vieron a tres jinetes que iban a gran velocidad. Tres jinetes con armaduras como escamas de dragón llenos de sangre y cabalgando como si les persiguiese la muerte y todos sus siervos.

Aquellos tres jinetes eran muy familiares; conocidos para ellos.

Cuando se alejaron sin advertir su presencia, Chisare se volvió hacia Iarón.

- ¿Me crees ahora? - dijo -. Han venido a rescatar a Criselda.

El rey la miró y vio en su mirada que la creía a pesar de no querer hacerlo. Sin perder el tiempo Iarón la subió a su caballo para después subir él y marchar tras Varel y sus compañeros a cierta distancia y con mucho cuidado.

La espesura era sofocante y aterradora conforme se adentraban en los bosques. Hoïen tuvo que agacharse más de una vez mientras galopaban por aquella  tierra frondosa y de aspecto amenazador. Allí la luz del sol no podía penetrar gracias al impedimento  del follaje y ramaje de los gigantescos árboles que llevaban allí anclados siglos y siglos. El gigantesco guerrero miró más de una vez hacia donde debería estar el cielo y lo único que veía a través de sus pupilas era negrura entre hojas verdosas y marrones. Apenas si podía seguir a Varel de lo rápido que galopaba en la primera línea. Estaba completamente sorprendido de las habilidades de su rey. Aún no podía creerse que hubiese sido capaz de domar a un orequs que ya había escogido a un jinete y con tanta sangre fría después de haber sido testigo de cómo mataban a su propio caballo después de tantos años y tomar el que había pertenecido a uno de sus peores enemigos.

Era toda una hazaña digna de contar por todo Arakxis.

- ¡Varel! - gritó Patrexs que iba a su lado - o todo a su lado que podía por las raíces y las ramas bajas que les obstaculizaban el paso -. ¿¡Sabes a dónde vas!?

- No, pero él si - dijo y no hubo duda de que se refería al caballo de Herron.

- ¿De verdad crees que ese caballo te llevará a su madriguera?

- Desde luego, le he hecho una promesa y sé que él la cumplirá con tal de que yo cumpla la mía.

Ya no dijeron nada más mientras continuaban el camino acompañados únicamente por el sonido de los cascos de sus caballos y el retumbar de la tierra. Todo estaba demasiado tranquilo y calmado. ¿De verdad allí había una ciudad? ¿Un pueblo? ¿Un campamento? No lo parecía en absoluto. Aquel terreno tenía el aspecto de estar abandonado, completamente a la merced de la madre naturaleza. Aquí y allá todo crecía sin ton ni son y si no fuese por la hierba aplastada recientemente, Hoïen pondría en duda que allí viviese alguien.

Cabalgaron hasta internarse en el centro de los Bosques Sombríos y cuando llegaron a las cercanías de un gigantesco tejo que parecía ser incluso más alto y ancho que el Palacio de Silex, el orequs de Varel se detuvo y él y Patrexs hicieron los mismo. Miraron a su alredor buscando algo, un indicio de la ciudad perdida de los nigromantes, pero no vieron nada.

- ¿Estas seguros que es aquí? - volvió a Peguntar Patrexs. Siempre preguntaba cuando iban de expedición. Solo él preguntaba, Hoïen simplemente te limitaba a seguir a su líder sin rechistar. No le importaba el destino simplemente le importaba el hecho de proteger y acompañar a su mejor amigo.

- No, no estoy seguro pero él se a detenido aquí - dijo Varel bajándose del caballo -. Has cumplido tu promesa - le dijo al animal - y yo te cumpliré también. Puedes irte en paz.

El animal no se lo pensó dos veces cuando Varel le quitó los arreos, la silla y golpeó con afecto uno de los cuartos traseros y se marchó al trote.

Hoïen se bajó de Faeo y Patrexs de su yegua blanca Rysalia y dejaron las monturas escondidas tras unos matorrales mientras Varel inspeccionaba los alrededores con la mano preparada para desenfundar su espada. Cuando regresaron a su lado, los tres comenzaron a inspeccionar juntos sin encontrar nada.

- ¿Alguna idea? - dijo Patrexs con la mano aferrando el mango del bumerang que portaba en el cinto.

Varel iba a responder algo cuando un estruendo hizo temblar la tierra y los árboles mientras ellos de ponían en guardia.

- ¿Qué esta pasando? - masculló su amigo.

- ¿Un terremoto? - murmuró Varel sin poder creérselo y con la mano en el mango de Zingora para desenfundarla. Pero no lo hizo porque la tierra comenzó a abrirse bajo sus pies y con gran agilidad, los tres saltaron hacia atrás para poder esquivar la obertura. Pero que… - pensó Hoïen mientras el suelo se abría de un modo limpio como si fuese unas compuertas y se escuchaba un sonido como de engranajes duros y pesados. Los tres se quedaron mirando aquella entrada tan avanzada mientras aparecía en un sofisticad elevador de hierro la figura limpia y bien vestida de Xeral con una docena de sus hombres con grandes arcos que apuntaban a los intrusos.

- Bueno, bueno, bueno - dijo Xeral cuando el elevador se detuvo -. Sabía que vendrías querido hermano es lo bueno que tiene el conocerte. Sabía que Herron no podría contenerte ni a ti ni a tus perritos falderos.

El príncipe sonrió mientras les miraba con triunfo y burla a la vez, algo sumamente difícil y a la vez vomitivo.

- Y ahora Varel, vendrás conmigo. ¿Para eso as venido no? Para reunirte con tu amada esposa y con tu hijito ¿no? Yo de ti vendría por buena voluntad si no quieres que mate a tus dos amiguitos.

- ¿Tengo otra opción? - dijo Varel.

- La verdad es que no puesto que somos más y mis hombres les están apuntando todos en la cabeza. Al mínimo movimiento los dejaran como dos dianas perfectas. ¿Acaso te gustaría verlo? ¿No verdad? Pues ven aquí pero antes lánzame tus garras y a Zingora.

Hoïen fue testigo de cómo el rey se desprendía de las garras de combate de su cinto y las lanzaba a los pies de su hermano antes de lanzarle su preciada espada. Xeral tomó las dos cosas y entregó las garras de Varel a una mujer para luego quedarse con Zingora.

- Ya hora ven - le ordenó a su hermano -.Vosotros - se dirigió a Patrexs y Hoïen - tirad vuestras armas también.

Ellos obedecieron a la vez que Varel se acercó a su hermano con paso seguro y firme donde dejó que le ataran las muñecas en la espalda y los tobillos. Lo dejaron de rodillas bien sujeto mientras Xeral se colocaba a su lado y daba orden de bajar la plataforma a la vez que hacía una señal y siete de sus hombres y estos bajaban de un salto de la plataforma.

“Maldición.”

- ¡Huid! - gritó Varel viendo que su hermano no iba a cumplir su palabra he había ordenado matarles.

Desarmados, él y Patrexs solo atinaron a rodar por el terreno para esquivar las flechas enemigas. Hoïen se escondió tras el tronco de un árbol mientras Patrexs intentaba hacer lo mismo sin mucho éxito. Una flecha le había alcanzado la pierna y le había atravesado la armadura. ¿Cómo había podido ser posible? ¿De qué material estaban fabricadas aquellas puntas para traspasar una de sus resistentes armaduras?

Tenía que hacer algo sino matarían a su amigo.

Dejando atrás el hecho de no estar armado y se precipitó a la carrera con la cabeza y los hombros cuadrados para derribar a dos de sus enemigos. Lo consiguió y frenó en seco para coger el arco de las manos de uno a la vez que le quitaba al otro el suyo y lo lanzaba bien lejos de una patada. Cogió unas cuantas flechas y disparó a los dos contrincantes en la cabeza. Acabó con ellos y se dispuso a abatir a otro cuando vio como lanzaban flechas a su amigo sin piedad. La rabia y el dolor lo golpearon mientras se lanzaba a por ellos.

- ¡NOOO! - gritó desesperado con una única flecha en la mano.

Los cinco se volvieron hacia él para matarle cuando tras ellos aparecieron una ráfaga de saetas y se les clavaron en la espalda. Hoïen se agachó cuando vio venir un gran pelotón a caballo y se apartó del camino de los jinetes que arrollaron sin miramientos a los muertos mientras fenaban. El corazón se le aceleró cuando distinguió a los soldados de Senara conjuntamente con su rey y la Dama de Gea.

- Hoïen ¿estas bien? - preguntó Chisare desde lo alto del caballo de Iarón.

Pero el guerrero se acercó corriendo a su compañero caído.

- Patrexs - le llamó cuando se agachó a su lado -. ¡Patrexs!

El joven con los ojos semiabiertos le miró y le sonrió. De sus labios manaba una gran cantidad de sangre y parecía un ser extraño. Hoïen le miró el pecho en el cual tenía más de diez flechas clavadas. No, no podía ser.

- No… - murmuró mientras apretaba los dientes.

- Pre..fiero q..ue me hay..an disp..arado a mí que a ti - dijo con mucha dificultad. Patrexs tosió y expulsó una gran cantidad de sangre.

- Pero que dices… ¡qué estas diciendo! No tendrían que haberte disparado, debería haber sido yo el blanco.

- No… tú tie…nes que cas…arte con Fe…na - respondió sin borrar la sonrisa con la mirada cada vez más vidriosa. Lo estaba perdiendo. ¡Lo iba a perder!

- ¿Y tú? Tú también debes casarte con alguien y formar una familia.

El moribundo dejó escapar una carcajada o un intento de ella porque no produjo apenas sonido alguno.

- No… yo no -. Se puso serio mientras intentaba alzar la mano para tocarle. Al verlo, Hoïen se la tomó y se la llevó al rostro.

- Os qui…ero a los dos - dijo -. A ti… y a Varel. Pe…ro a ti… yo siem…pre…

Una lágrima le rodó por la mejilla.

- Lo sé - respondió con la voz rota -. Ya lo sé Patrexs. Yo también te quiero aunque no haya podido amarte como tu a mi, siempre te he querido. Siempre has sido lo más importante para mi.

El rostro de Patrexs pareció desencajarse por unos momentos para luego volver a sonreír y después quedarse así. La mano de su amigo dejó de hacer la mínima presión y sus dedos se habían quedado flácidos contra los suyos. No pudo evitar que se le empañara la vista y derramar lágrimas amargas mientras abrazaba el cuerpo de su mejor amigo durante unos momentos.

Lo vengaría, le vengaría… ¡No le perdonaría a Xeral lo que había hecho!

Soltó a su amigo con suma delicadeza sobre la hierba y comenzó a quitarle las flechas una por una y a meterlas en un carcaj cercano. Usaría esas flechas para matar a cualquiera que se le pusiera a tiro. Después le cerró los ojos y se levantó para acercarse al hermano de Criselda y a la Dama Chisare.

- ¿Qué hacéis aquí? - les preguntó.

- Urano me dijo que viniera para rescatar a Gea y a Criselda - se apresuró a decir Chisare-. Siento mucho lo de tu amigo…

- Se los haré pagar. Pero antes debemos entrar para rescatar a la diosa, Criselda y Varel.

- ¿A dónde? - quiso saber Iarón.

- A la fortaleza enemiga. Se encuentra en el subsuelo en la base de aquel imponente tejo milenario.

El rey de los Hombres miró el lugar que él le había indicado.

- ¿Su ciudad esta bajo tierra? ¿Cómo podremos abrir la entrada desde aquí? Yo no veo nada.

- Yo puedo hacerlo - dijo Chisare con los ojos de un color azul muy intenso mientras se dirigía al tejo y lo palpaba con las manos. Nuevamente comenzó a temblar la tierra.

- Apartaos - dijo Hoïen mientras los ojos de Chisare volvían a ser de su color original y esperaba con el rostro ceniciento a que ocurriese lo que tuviese que ocurrir.

Él, Iarón y sus hombres observaron como se abría la tierra de nuevo y aparecía la plataforma dy hierro vacía.

- Subamos - dijo Hoïen -. Pero no todos sino llamaremos la atención.

Iarón asintió a la vez que Chisare entraba en el elevador y la mitad del batallón del rey. La joven bajó una palanca y el levador comenzó a descender. Hoïen apretó los dientes mientras acariciaba la madera de su arco.

Continue Reading

You'll Also Like

385K 26.3K 62
Alice es una chica como todas las de 18 años,sólo que ella guarda un secreto muy peculiar.. Sus ojos, son especiales, podían hacer cosas que ni ella...
37.2K 2.2K 15
"Recuerda algo preciosa: No todo lo malo es malo y no todo lo bueno, bueno." Esas fueron sus palabras y al final, descubri que tenia razón.
130K 12.7K 81
Viviendo en Ataraxia, un mundo de espadas y magia, un individuo reencarnado decidió ganarse la vida con la transmisión. Viviendo en un mundo donde ta...
SENTIR By llopezz06_

Mystery / Thriller

637K 37.7K 82
Bilogía 'Sentir' Ella no sabe nada, lo único que sabe es que va a trabajar en la planta mas peligrosa de todo el psiquiátrico. Debe de tener cuidado...