No fue la mejor cita del mundo, pero al final una cita. José tomó mi mano y la besó, al abrir la puerta de su auto que se encontraba retirado de la entrada del cine. Pensaba tal vez que sí él quería, podríamos seguir conociéndonos. A ver qué pasaba.
Cuando éste último entró, yo asumí la verdad que quería colocarme el cinturón de seguridad, pero no fue así. José se abalanzó a mí, besando con su sucia boca mi cuello, y tocando por debajo de mi blusa.
Su acción no era fácil de asimilar, con brusquedad traté de liberarme de su agarré -Oye, ¿pues qué te traes?-le grité molesta.
¿Cómo era que un chico dulce, lindo, tierno, y cualquier sinónimo de amistoso se había convertido en esto?
Creo que ni él mismo lo sabía...
-No digas que no quieres.
-¿Perdón?
-Vale, sabes a que veníamos... -dicho esto, su boca se estampó con la mía dejando que su lengua bailara en mi boca, y que grandes cantidades de saliva espesa llenara mi hermosa y bien cepillada lengua, dientes y encías.
Era inaudito, y proseguía la parte dos del manual de «¿cómo liberarse de un acosador para tontos» si, agradecía a mi madre por haberme inculcado el temor a ese tipo de personas y con todo el peso que tenía lo tiré a su lado, mientras mis dedos se introducían en sus ojos.
Al picarlos, los cubrió con sus manos y yo aproveché para salir del auto.