Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA...

By marlenequen

36.6M 1.1M 199K

Cuando Mario agrede nuevamente a Natalia la trasladan a un hospital de Madrid con serias heridas. Allí conoce... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capítulo 30 (Resubiendo)
Capítulo 31 (Resubiendo) #NiUnaMenos
Capítulo 32 (Resubiendo)
¿Dónde seguir leyendo la historia?
¡YA ESTÁ AQUÍ Y REGRESA CON MÁS FUERZA QUE NUNCA!

Capitulo 29

507K 29.5K 3.1K
By marlenequen


Mi corazón se acelera y lo siento latir por todo mi cuerpo. El mal presentimiento se instala de nuevo en mi mente. Mi padre está encorvado. Tiene una mano en su muslo izquierdo y la otra sobre su pecho. César está inclinado con él. Le habla, levanta la cabeza, mira a su alrededor como buscando una salida y vuelve a inclinarse con él. He cruzado la meta sin darme cuenta, lo único que busco ahora es la manera de salir del circuito.

Veo ahora cómo mi padre clava una de sus rodillas en el suelo y César trata de sostenerlo. Vuelve a mirar preocupado en busca de una salida. Sé que no la encuentra por su expresión. Por un segundo mira ahora en mi dirección. Busca saber si puedo ver lo que ocurre. Le preocupa que me distraiga. Algo muy malo está pasando, mi corazón sube a mi garganta y me falta el aire.

Mi padre se desvanece. César lo sujeta y trata de colocarlo lentamente sobre la tierra para que no se golpee. Mis ojos se llenan de lágrimas, no pienso lo que hago, solo quiero llegar hasta ellos. Giro rápidamente el volante y atravieso el campo que nos separa del público. Mi coche bota con violencia, es una zona sin habilitar y hay zanjas. Cuando ya no puedo acercarme más salgo de él y corro. La gente comienza a rodearles asustada, impidiéndome ver lo que pasa.

—¡Papá! ¡Papá! —grito y lloro a la vez.

Mis hermanos no se han dado cuenta todavía. Están festejando mi triunfo, saltando y gritando con un grupo de amigos que también está allí. Javier se vuelve en ese momento y me mira extrañado. Da un codazo a David para que él también me vea. Les hago señales en dirección a César y mi padre, y un segundo después corren como locos, igual que yo.

Hay una barrera de gente que me impide llegar. Empujo como puedo, doy golpes, chillo, voceo, pataleo. Todo con tal de abrirme paso. Cuando por fin consigo verles de nuevo, me quedo paralizada. César está de rodillas y mi padre inerte frente a él. Comprime repetidamente su pecho, insufla aire en sus pulmones y, como puede, da indicaciones a mis hermanos. Han conseguido llegar antes que yo.

Javier habla nervioso con alguien por teléfono, está informándole con lo que César le dice. David está en pleno ataque de histeria y Laura se está haciendo cargo de él. La gente murmura. Oigo cosas horribles a las que no quiero prestar atención.

—¡Apártense! ¡Abran paso! —César grita en ese momento, y todos se callan.

Se apartan, como ha pedido, y oigo a lo lejos el sonido de la ambulancia que, por seguridad, tenemos contratada. Reacciono e intento correr hacia ellos, pero unas manos conocidas me sujetan. Me giro.

—¡Alex! ¡Déjame! —doy tirones—. ¡Déjame ir! —lloro intentando que me suelte.

—¡Cálmate, Natalia! Le están atendiendo —es lo único que dice. En su tono también hay preocupación.

Miro de nuevo en su dirección. César sigue presionando el pecho de mi padre, comprueba su pulso, vuelve a insuflarle aire. Repite continuamente todos los pasos.

—¡Papááá! —grito. Ya no tengo fuerzas y me dejo caer al suelo. Lloro desconsoladamente.

La presión está pudiendo conmigo, y tengo la sensación de que me voy a desmayar en cualquier momento. Alex trata de calmarme, pero la impotencia que siento es más fuerte. Por fin llega hasta nosotros la ambulancia. Sacan una camilla y entre César y otros dos técnicos le colocan rápidamente sobre ella. César no para de maniobrar en el pecho de mi padre en ningún momento. Está visiblemente agotado. Gotas de sudor corren por su frente, y su respiración es rápida.

—¡Papá! —vuelvo a gritar cuando de nuevo pasan por nuestro lado para subir a la ambulancia—. ¡Papá, aguanta! —César se gira por una décima de segundo hacia mí y veo preocupación en su mirada.

—¡Alex! ¡Al helipuerto! —ordena—. El recorrido al hospital es demasiado largo para hacerlo en carretera.

Alex asiente y me levanta del suelo.

—Vamos, Natalia. Tu padre tiene que volar —esas palabras tan simples explotan en mi cerebro.

Se confirman mis sospechas. Está tan grave que no aguantará el viaje en ambulancia hasta el hospital más cercano. Cierran las puertas traseras y vemos cómo se alejan. César va con ellos.

—¡Vamos, Natalia! —Alex tira de mí y corremos hasta su coche.

Javier, David y Laura suben al de Miguel Ángel. Todos nos dirigimos al helipuerto. De camino vemos cómo el helicóptero está aterrizando. Llegamos todos a la vez. Uno de los técnicos, el conductor, baja rápidamente y abre los portones para poder sacar a mi padre. César sigue machacando su pecho mientras el otro técnico lleva una especie de bolsa sobre su cara, que va apretando constantemente.

Salgo del coche todo lo rápido que puedo. Necesito verle antes de que se lo lleven. Alex sale corriendo detrás de mí. Pero por una vez yo soy más rápida y consigo llegar hasta él. Toco su brazo.

—¡Papá, tienes que aguatar! —lloro.

—¡Papá, tú puedes con esto! ¡Lo vas a conseguir! —oigo a mis hermanos gritarle también. Miro, y los dos se abrazan.

—¡Tienes que salir de esta! ¡Papá, por favor! Por mamá, por tus hijos. Te queremos —no puedo seguir hablando. Las lágrimas inundan mi garganta. César me mira, y hay tristeza en sus ojos.

Alex me aparta con delicadeza de mi padre.

—Hay que dejarles trabajar —me dice.

Un médico y un enfermero salen del helicóptero, van poniendo cables a mi padre por todas partes mientras los demás le cambian de camilla y le suben al aparato. Antes de que cierren la puerta veo cómo colocan las palas del desfibrilador sobre su pecho.

—¡Nooooo! —grito desolada. Mis rodillas flojean y me vuelvo a dejar caer en el suelo. He llegado a mi límite.

El helicóptero despega.

—Ya me encargo yo —oigo decir a César.

Una de sus manos pasa detrás de mi espalda, y la otra por debajo de mis rodillas. Me levanta y camina conmigo en brazos hasta el coche. Lloro en su pecho. Apenas soy consciente ya de lo que ocurre a mi alrededor. Tengo la sensación de que estoy viviendo una pesadilla y necesito despertarme cuanto antes. César sube a la parte trasera del coche sin soltarme. Me coloca en el asiento y se acomoda a mi lado.

—¡Crucemos los dedos, preciosa! —pasa su brazo sobre mis hombros y me apoya contra su pecho. Me besa en la cabeza cariñosamente mientras acaricia mi pelo—. Vamos al hospital, Alex —Alex obedece y nos ponemos en marcha.

El viaje dura más de cuarenta y cinco minutos. Estamos a varios kilómetros del hospital más cercano. Cuando las lágrimas me dejan ver compruebo que mis hermanos vienen detrás de nosotros. Me incorporo un poco y miro a César. Él me devuelve la mirada.

—Por favor, dime qué piensas —le digo. Necesito saber.

—No lo sé, Natalia —me pierdo en sus hermosos ojos azules cuando me mira—. No te voy a mentir —acaricia mi mejilla—. Ha sufrido un paro cardíaco, debemos estar preparados para cualquier cosa.

Pongo las manos sobre mi cara y vuelvo a llorar desconsoladamente. No me puedo creer que hace solo unos minutos estaba perfectamente y disfrutando con nosotros. ¿Cómo es posible que la vida pueda cambiar tanto en un segundo?

—Hemos llegado —oigo decir a Alex mientras para el coche.

—Vamos, preciosa —miro y él ya está fuera. Extiende su mano para ayudarme a bajar.

La tomo y caminamos deprisa hasta la puerta de urgencias. Mis hermanos, Laura y Miguel Ángel llegan un minuto después. Preguntamos en el mostrador de información y nos piden que esperemos en la sala habilitada para ello. No podemos pasar. La incertidumbre es horrible. Los minutos parecen horas y, desesperada, le pido ayuda a César.

—¿Crees que como médico podrías entrar y averiguar? —necesito saber, a cualquier precio.

—Voy a ver qué puedo hacer —se levanta y va a hablar con uno de los celadores.

Dos minutos después me mira, guiña uno de sus preciosos ojos y camina con el celador hasta unas grandes puertas que se cierran tras ellos. Me pongo nerviosa, sé que en cuestión de minutos tendré noticias. Mis hermanos se sientan conmigo. Javier está algo más entero, siempre ha sido el más valiente de los tres, pero David llora desconsoladamente, como yo. Los tres nos abrazamos.

Meto una de mis manos en el bolsillo del pantalón para buscar un pañuelo con que secar mis lágrimas y noto algo duro en él. Lo saco. Es la nota de mi padre. Mi corazón se encoge. Les cuento dónde la encontré. La leo en voz alta y no puedo evitar volver a llorar amargamente. Javier finalmente pierde la entereza, y una cortina de lágrimas baña su cara.

El sonido de las grandes puertas abriéndose llama nuestra atención. Todos miramos cuando se abren. César aparece tras ellas.


Continue Reading

You'll Also Like

43.7K 1.7K 36
Esto es para los que no tienen Twitter y quieren arruinar su estabilidad emocional :v
336K 28K 19
¿Cuánto esta bien entregarle al otro? ¿Con cuanto alguien se siente satisfecho? Dinero, fama, éxito.. O tal vez... ¿nuestra propia vida? Fiorella se...
1M 46.7K 53
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
75.5K 6.9K 52
Júlia Fort García es la hermana mayor del joven lateral del Fc Barcelona Héctor Fort,el club invita al equipo a un partido de la sección femenina,est...