Diamante (EDITANDO)

By KarlaaRS

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Al término de Esmeralda, Gideon y Gwendolyn por fin pueden vivir de una manera más o menos tranquila; pero el... More

Capítulo 1 (EDITADO)
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26

Capítulo 19

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By KarlaaRS

Desperté sobresaltada, con el sudor frío en parte de mi espalda.

Gideon estaba (como siempre) a mi lado, su cabeza apoyada en su brazo de una forma tan angelical que parecía varios años más joven.

Sonreí ante esta visión, pero perdí inmediatamente la sonrisa en cuanto vi a Falk justo en frente de mí.

-¿Buenos días? –dudé.

-Buenas y malas noticias. ¿Cuáles prefieres? –evadió mi muy torpe pregunta.

Me quedé unos cuantos segundos decidiendo qué podía ser peor, si una noticia buena que me diera esperanzas para que luego una mala me cortara las alas; o una demasiado mala que me deprimiera en seguida tanto que ni siquiera la buena podría quitarla... y resolví que me valía una mierda. Era verdad, ¿qué podía ser peor?

-Dime las buenas. –le dije firmemente.

Sonrió levemente, dejando ver sus ojos de lobo entre las pequeñas arrugas que se empezaban a notar a los lados de éstos.

-Eres optimista, ¿eh?

Lo miré con indiferencia. Si hubiera podido poner los ojos en blanco, lo hubiera hecho.

-Tu gran amigo y compañero del pajar te dejó sola anoche. –comentó Xemerius.

Volteé la vista hacia arriba, donde se encontraba él colgado cual murciélago en el candelabro del techo.

-Hemos encontrado la segunda pista del conde. –por fin dijo.

¿Hemos? Que yo recuerde, no me desperté en toda la noche.

Xemerius se seguía meciendo en el candelabro, provocando que éste se moviera muy levemente.

-Gideon insistió en ir a la soirée. Llegó dos o tres horas después de su... incidente con lord Alastair y el conde le entregó una carta en sobre sellado.

-¿La han abierto? –me apresuré a preguntar.

-Sí. Dentro de ella están las malas noticias.

Me quedé callada. Por primera vez en toda la conversación, me pregunté por la posible pinta que traía. Por Dios, si alguien llegase a verme al despertar por las mañanas, diría que soy algún tipo de zombi.

-¿Y? –suspiré.

-Parece que el conde ya se cansó del juego de las pistas. Ésta vez ha tomado una iniciativa un poco más moderna. Mucho más eficiente y más fácil de comprender. Al menos, eso es lo que indica la carta.

-Falk, realmente el conde me vale una mierda. –le contesté secamente, sin prever su reacción ante esta "mala palabra". –Sólo quiero saber de mis hermanos. De mi madre y de la tía Maddy, Lady Arista... y de Leslie y Raphael.

Con el ajetreo de los últimos días, no había tenido la menor oportunidad de verlos, a ninguno de ellos.

Falk me tendió un sobre muy antiguo con el sello roto.

Dentro de él venía un papel muy fino, seguido de otro papel doblado varias veces sobre sí mismo.

No contesté a Falk, me limité a extraer la carta del sobre y revisarla con detenimiento.

"Miss Shepherd:

Por el tiempo observado en el presente, pude deducir que sus capacidades, tanto intelectuales como físicas, no son del todo eficientes.

Me he dado a la tarea de facilitarle el trabajo.

Gideon, en alguna de sus anteriores visitas, me ha contado sobre un juego del futuro sumamente interesante.

Se juega con pequeñas figurillas parecidas a las del ajedrez, con un tablero de igual forma. Incluye algunas cartas, que al poseerlas se puede descontar el lugar o el objeto en cuestión, ya que demuestra que no han estado en la "escena del crimen".

Si puedo contar con usted, podrá descifrar fácilmente el juego del que le estoy hablando.

Le deseo la mejor de las suertes."

Maldito cerdo machista.

Dejé de pensar en él, convencida de que si me enfocaba en resolver cualquiera de estos ridículos jueguitos me podría devolver de una buena vez a mi familia.

Me entretuve en abrir con cuidado la hoja doblada. Antes de que pudiera ver siquiera de que se trataba, vi caer una pequeña figurilla de papel.

La dejé caer, mientras observaba cómo la muñequita caía al suelo frío bajo mis pies.

En la hoja se apreciaba un mapa de Londres actual. Si no fuera porque ya me había acostumbrado a los viajes en el tiempo y a creer en lo imposible, hubiera jurado que se trataba de una simple broma.

Desvié mi mirada al piso y recogí a la muñequita de él.

Estaba sumamente perfecta y detallada, pero en realidad no era eso lo que llamaba la atención. Era su cabello negro, los ojos azules como zafiros y esa marca de nacimiento en forma de media luna en la sien izquierda.

Era yo. Era esa "pequeña figurilla parecida a las del ajedrez", y mi propia ciudad era mi tablero.

Estaba en lo cierto. El conde jamás salió de Londres...

-¿Tienes alguna idea? –Falk interrumpió el hilo de mis pensamientos.

-Clue. –le respondí secamente. –Es un juego de mesa muy popular en América... Leslie solía tener uno de esos en su habitación, pero Bertie terminó comiéndose todas las piezas.

Sonreí. El recuerdo de mi antigua vida llegó con tanta nitidez que era sorprendente.

Recordé todos esos momentos felices en compañía de mi mejor amiga. Algo así nunca debería de acabar, por más magia del cuervo que alguien tuviera.

-¿Debería preguntar por una explicación más detallada? –dudó.

-Durante el juego, a cada quién se le entrega cierta cantidad de cartas que contienen los nombres de artículos que posiblemente pudieron ser usados en la "escena el crimen". –hice énfasis en estas palabras, intentando sonar igual que el conde lo haría. –Si se tiene una de estas cartas en su poder, se deduce que no fueron utilizadas en el crimen.

-Comprendo. Entonces... ¿el conde te dejó la primera pista o algo así?

Tomé la carta y la separé unos cuantos centímetros de mí para verla con claridad. El papel era antiguo, pero relativamente normal. La acerqué a la luz, que por suerte estaba solo a unos pasos de mí, el sol resplandeciente pasaba a través de la ventana.

-Westminster. –escuché.

-¿Qué dices, Gideon? –le preguntó Falk.

-Westminster. –repitió, esta vez poniéndose de pie.

Tomó el papel y lo puso a contraluz, en la parte de atrás del papel, entre un párrafo y otro, podía leerse claramente la palabra "Westminster".

-Talvez no estaba tan equivocado, ¿eh, Gwenny? Al parecer si estamos en The House of Anubis. –me recordó.

Me encogí de hombros a modo de respuesta. Gideon había propuesto la idea de la tinta invisible y yo la había descartado enseguida.

-¿Es que no te equivocas en nada? –le pregunté.

-Puedes seguir tomándome por un dios. –me respondió en medio de una risa.

Falk carraspeó. Nos estábamos distrayendo del asunto.

-Debemos acudir ahí enseguida. –propuso Falk.

-Debemos planear todo con cuidado. –contradijo Gideon. –Esta vez también puede tratarse de una emboscada.

Falk extendió con cuidado el mapa de Londres sobre el escritorio de madera y colocó a la pequeña muñequita de papel directamente sobre el Palacio de Westminster.

-¿Alguna idea de cómo diablos nos dejarán entrar ahí? –dijo mientras señalaba el lugar donde mi imagen de papel descansaba. –Solo espero que la siguiente pista no se encuentre en Buckingham.

En vez de responder, traté de hacer un recuento mental de los días que había pasado ahí. Podía ser desde hace tres o cuatro, justo cuando...

-¿Para qué querías el cronógrafo, Falk? –me giré, quedando justo frente a él, pero varios centímetros más abajo. Recordé el momento en que había empezado todo, cuando Falk le había enviado un SMS a Gideon diciendo que debía llevar el cronógrafo robado por Lucy y Paul con suma urgencia a Temple.

-¿Cómo dices?

-Hace unos días le pediste a Gideon que trajera el cronógrafo. ¿Por qué lo hiciste?

Él se puso un poco pálido y empezó a rascarse la nuca, visiblemente nervioso.

-Bien... hummm... yo creí que...

-¿Qué, Falk? ¡Tienes que decírnoslo ahora! –explotó Gideon.

-Que si entregaban voluntariamente el cronógrafo podrían haberse ahorrado todo esto. –al igual que yo, Falk era pésimo al mentir, y Gideon parecía haberse percatado también de esto.

-Falk... -pronunció Gideon. Estaba contando mentalmente los segundos que tardaría en soltar la sopa. Probablemente no más de cinco, no con esos ojos verdes mirándole como si quisiera ver el interior de su mente.

-¿Me golpearás si te digo que Marley fue quien nos amenazó con asesinar a Thomas? –respondió sencillamente.

Solté una carcajada, lo más seguro era que parecía a mi madre cuando me trajo a la logia, asegurándoles que yo era el rubí.

-Vamos, Gwen, que te pareces a la arpía pelirroja riendo de esa manera. –comentó Xemerius, mientras su cuerpo fantasmal atravesaba el piso desde abajo como en una película de terror.

-¿Marley? ¿El inocente Marley, la oveja negra de la familia de Rackoczy? ¿Quién se pone rojo cual tomate en cuanto abre la boca? –pregunté.

-No parece tan atemorizante, pero la verdad es que es mucho más peligroso de lo que parece. –confirmó Falk.

Gideon y yo nos miramos a los ojos. Aunque sabíamos que era casi imposible que eso fuera cierto, más valía andarse con cuidado en presencia de ese tipo.

Falk y Gideon se volvieron al escritorio mientras decidían qué es lo que debíamos hacer. Planeaban el más mínimo movimiento desde diversas perspectivas.

¿Marley? Me pregunté a mí misma, aún incrédula. Y antes de que pudiera pensar en que sería mejor no prestarle atención y centrarnos en el conde, recordé que las personas más débiles terminan siendo más fuertes de lo que aparentan.



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