...
Jin:
Y ahora eran las 9:45 AM. El avión ya había aterrizado en el aeropuerto de Seúl y seguía la parte más peligrosa del plan. Bajé del avión y el sol picante de la mañana, estorbó en mis ojos.
—Ay, Sarah... —bostecé y me rasqué los ojos—. Volveré por ti. Lo prometo.
Seguí caminando para salir de la pista de aterrizajes e ir por mi equipaje. No me bañaba hace un día; toqué mi mentón y pude sentir que la barba estaba apareciendo. Ni quería imaginarme cómo estaban mi cara y mi aliento.
—¿Por qué hice esto? —Reí con nervios mientras caminaba.
Por Sarah.
Logré entrar y sabía que tal vez Park Bon- Hwa estaba persiguiéndome y yo no lo sabía. Tenía que caminar rápido porque esto se pondría peligroso y yo no me podía morir sin decirle a Sarah cuánto la amaba. No había tiempo para ir a una estación de Policía y contar todo. Tenía que hacer un escándalo aquí mismo para llamar la atención de los oficiales. Pero... ¿qué hacía? Miraba para todos lados pensando en algo. Tuve la impresión de ser observado. Seguro era mi pánico que me jugaba una mala broma, pero de todas maneras tenía que apurarme para que todo saliera a la perfección. Vi dos oficiales caminar delante de mí. Tenía que alcanzarles; caminé más ligero y observé a todos. ¿Por qué seguía sintiéndome observado? Toqué la espalda de uno de ellos y giró de inmediato.
—¿Necesita algo? —Me miró de arribabajo.
—Sí, señor. Necesito la máxima autoridad de este aeropuerto, tengo una información de un pez gordo y no puedo esperar más. Podrían matarme —le dije sin rodeos.
—¿Sabe que hacer bromas, podría darle cárcel?
—¿Tengo cara de estar molestando? ¿Estas ojeras no dicen lo contrario? — Señalé mi cara—. Ayúdenme, rápido. —Trataba de mantener la calma, pero Corea del Sur, mi país... me asustaba.
—Está bien. Venga con nosotros —dijo y suspiré con alivio.
Caminamos a toda velocidad.
—Espero que esto no sea una broma, podría ir a la cárcel.
—¡No, no, no! —Moví mis manos.
Llegamos a un pasillo alejado del aeropuerto y entramos por una puerta que conducía a otras habitaciones; supongo que allí requisaban a quienes eran sospechosos por drogas u otras cosas.
—Entre —ordenó un segundo oficial.
Entré y no había nadie.
—Siéntese, ya en seguida viene el oficial mayor. —Asentí.
Caminé hasta una silla y me senté. Comencé a pensar por dónde empezaría. ¿Cómo empezaría a hablar? Emm... ¿era un cómplice de una trata de blancas a las afuera de esta ciudad? ¿Conozco de una organización de negocio negro, trata de blancas... tienen que desmantelarlo ya?
El oficial entró en ese momento.
—Buenos días.
—Buenos días. —Me levanté de inmediato e hice una venia.
—¿Qué es lo que tenía que decirme? ¿Qué es tan importante como para que esté tan desesperado?
—Conozco un edificio a las afueras de Seúl que trabaja aprovechándose de mujeres de todo el mundo. Es trata de blancas —él abrió la boca—. Además de eso, tienen una cadena de ventas de drogas y armas.
—¿Y usted cómo lo sabe?
—Porque yo trabajaba para ellos.
—¿Sabe que queda bajo arresto ahora mismo? —Asentí y dije:
—Pero déjeme terminar... luego haga lo que quiera conmigo.
—Prosiga.
—Está ubicado en el bosque de Yang-Ju. Es un edificio abandonado y hay chicas de todo el mundo. Funcionaba de esta forma —me acomodé sentándome—: hay jefes en casi todos los países y gente como yo, va a esos países y secuestra; luego las traen aquí y trabajan para nosotros.
—¿Desde hace cuánto?
—Cinco años.
—No puedo creerlo. —Pasó sus manos por la cara.
—Exacto. Es cruel.
—¿Y por qué decidiste confesar?
—Porque ya no lo soportaba más.
—Será judializado pero por confesar, su condena bajará.
—La red de narcotráfico funciona alrededor de todo el mundo. Park Bon-Hwa lidera todo, y puedo decirle cada nombre y cada ubicación de cada jefe en cada país.
—Bon- Hwa es uno de los más buscados. Llamaré para que te esposen —me dijo con timidez.
—¡ESPERE! —Me levanté—. Tienen que hacer los operativos de captura ya mismo. Él sabe que me he escapado para confesarlo todo.
—Espero que no sea una broma.
Vi papeles en la mesa y un bolígrafo. Fui allá y escribí la dirección del edificio.
—Siempre hicimos creer que era un edificio de parkour, pero no. Está bien camuflado y funciona los siete días de la semana después de las 8:00 PM. —Le entregué el papel y él lo miró.
—¿Tiene más para decir?
—Venden drogas en parques y partes pobres de Seúl.
—¿Y puede especificar dónde?
—¡Claro! Pero hágalo rápido. Podrían estar secuestrando muchas más mujeres ahora mismo.
El oficial tomó su radio y de inmediato llamó a patrullas y las fuerzas especiales de Seúl. Dos oficiales entraron y me esposaron.
—Irás a prisión mientras todo acabe. Tu condena bajará si colaboras más con la justicia y si tienes buen comportamiento.
—Les diré absolutamente todo.
—Tiene derecho a guardar silencio. Todo lo que diga será usado en su contra —me dijo el oficial que me esposó.
—Espero estar en un interrogatorio, hay cientos de cosas por decirles. —Todos asintieron ante lo que dije.
Salí esposado de allí y toda la gente me miraba como si fuera un bicho raro; el estar rodeado de séis oficiales llamaba la atención. Al aeropuerto llegaron los carros negros que solemos ver en películas y operativos de alto rango. La gente se asustó, pero otros veinte oficiales y soldados entraron para calmar todo. Entre la multitud pude reconocer caras del trabajo.
—¡DÍGANLE AL OFICIAL QUE ME ESTABAN SIGUIENDO! ¡QUE TIENEN QUE IR YA MISMO! —Grité con rabia y desespero.
Un oficial se fue a decirle de inmediato. Gracias a Dios. Me sacaron del aeropuerto y entré a una patrulla. Los demás carros se fueron hacia Yang-Ju. Suspiré con alivio. Ya no había vuelta atrás, ya todo estaba hecho y nada se podía deshacer.
—¿Entraré a interrogatorio ya mismo? —Pregunté desesperado.
—Acuérdese que todo lo que diga, será usado en su contra. Tiene derecho a un abogado, si no lo tiene, el gobierno se lo da.
—Estoy colaborando... —apreté mis dientes.
El que conducía me habló:
—Irás a una celda de paso, luego sí irás a la cárcel, pero obvio, antes de eso serás el testigo de todo. Si quieres proteger tu identidad, lo haremos sin delatarte.
—Gracias.
...
Dos días después:
—Entonces dice usted que los prisioneros Kim Taehyung y Lee Sunhga, colaboraron con usted para desmantelar... —hablaba el oficial.
Estaba en interrogatorio.
—Sí. Ellos me ayudaron para poder escapar.
Yo no podía decir nada de Sarah puesto que sería ridículo y el gobierno podría pedirla para atestiguar. Además, ella era ilegal... tendría que delatar a J Hope y su red, a Jimin y su trabajo ilegal. Sería bueno, puesto que serían tres grandes redes desmanteladas, pero podrían matarles a sus familias, y creo que a ellos también. Yo no podía arriesgarles así, solo mi propio problema. Pero metía a Taehyung y a Sunhga para que sus condenas bajaran y pudieran disminuirlas más con buena conducta. Lo mejor de todo esto, es que habían atrapado a todos los que trabajaban allí; pude llegar a tiempo para salvar a Sunhga, pero había sido torturado por dos días. Las chicas estaban siendo devueltas a sus hogares y mi condena sería muy baja porque solo trabajé tres años y porque colaboré.
—¿Y ya me ha dicho todo lo que tenía que decir?
—Sí... ya han capturado a todos en Corea del Sur y alrededor del mundo, estoy feliz. Ya dije todo.
El detective sonrió.
—Ha colaborado con más de veinte países y con su nación. Así que... su condena no será alta.
—Todo sea por el bien de esas chicas.
Y de Sarah.
—Bueno, ahora vas a una celda en la cárcel de máxima seguridad de Seúl. Estarás apartado de todos tus excompañeros de trabajo sucio. —Reí.
—¿Y mañana me dirán mi sentencia?
—Sí... el gobierno te prestó uno de los mejores abogados, entonces eso ayudará mucho más.
—Gracias. —Me levanté y entraron dos oficiales.
—Todo esto es delicado y el gobierno no le expondrá —me avisó el oficial e hice una venia.
Luego fui esposado y sacado de allí.
Todo esto había revolucionado al mundo y las noticias estaban por doquier. Me pregunto si Coke, el alemán del aeropuerto de Miami, las había visto. Sonreí de lado pensando en él.
Esta parte de mi vida se llama: haciendo lo correcto por amor.
Salimos y entré a un carro con protección ante las balas y con vidrios polarizados. A toda velocidad fue hacia la cárcel de máxima seguridad de Seúl. Mis nervios por hacer esto, habían desaparecido; yo sabía que hacía lo correcto para el mundo y su bien.
¿Ya ven lo que hace el amor? El amor es la fuerza más poderosa en el universo. El amor ha podido realizar cosas que el odio no.
¡Qué cosa más cursi! Pero de tantas lecciones de vida, ahora sí podría decir que estaba en paz conmigo mismo, aunque tuviera una espina clavada en el pecho, llamada Sarah. Llegamos a la cárcel y con seis guardaespaldas a mi lado, entré y fui orientado a mi celda. Era alejada de todo lo que se llamara cárcel. Después de estar aquí, seguramente pagaría mi condena en otra cárcel, lejos de Bon-Hwa y todos sus secuaces.
Me senté en la cama y pensé sonriendo: la vida también es color rosa. Creí que delataría todo y muchos escaparían, pero no, el gobierno se alió con el gobierno de los Estados Unidos y lograron hacer todo bien. Esos dos gobiernos supieron comunicarse con los gobiernos de donde eran los demás jefes. Ahora todos estaban en las cárceles de los Estados Unidos. Por obvias razones, los coreanos estaban aquí. Me acosté con mis manos debajo de mi cabeza y sonreí pensando en Sarah... pero todo se desvaneció. Yo sabía que la había tratado muy mal en nuestro último día, pero lo hice para que ambos fuéramos fuertes al separarnos. Ella debería estar en este momento, de noche en su país llorando por mí.
—Sarah... todo lo que haces, el universo te lo devuelve. —Sonreí y crucé mis pies—. Sé que podremos ser felices por este sacrificio.
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Chicas... este es el último capítulo. Pronto llega el epílogo.
:)