cold

By milanolivar

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TODAS LAS HISTORIAS ESTÁN SUJETAS A COPYRIGHT Y HABRÁ DENUNCIA SI SE ADAPTA O PLAGIA. Camila es el refugio d... More

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Último Capítulo
Epílogo
'love is blind, and i am cold'
cold en físico
Gracias.

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Lauren's POV

-¿Tú te crees que yo soy idiota? Levántate. Ya. –Me gritaba mi madre desde la puerta, pero la fiebre, los mareos, la tos y el dolor en el pecho me lo impedían. No podía moverme, y los escalofríos recorrían mi cuerpo a medida que mi madre daba golpes en la puerta. Pero yo necesitaba un médico desesperadamente, porque no podía respirar. -¡Que te levantes Lauren! –Gritó de nuevo, y mi padre asomó la cabeza por la puerta.

-Lauren, levántate, no quiero escuchar a tu madre gritar más.

Casi a patadas me sacaron de la cama, y en coche me llevaron al instituto.

-Me duele el pecho... –Decía casi sin aire, pero mi padre no respondía. Intenté respirar profundamente pero al hacerlo, un fuerte dolor en el pecho me inundaba, y sólo pude quejarme contra la ventanilla.

El frío de Vancouver era gélido, menos cinco grados aquella mañana, y lo empeoraba todo. La fiebre, el frío, el dolor en el pecho y la tos me acompañaban mientras encaminaba la entrada al instituto. Dando tumbos, intentando respirar pero no cogía suficiente aire, y mientras andaba por aquellos pasillos vacíos, comencé a toser, poniéndome la mano en la boca. Al separar esta de mis labios, algunas gotas de sangre cubrían la palma, y mi garganta estaba ardiendo, escocía, y simplemente no podía más, no conseguía respirar.

-Cielo, ¿qué te ocurre? –La enfermera se levantó alarmada yendo hacia mí, mientras yo tosía aún más fuerte, y entonces... Todo se volvió negro.

  *            *            *

-Te vas a poner bien. –Escuché la voz de Camila decir en voz baja, suave, tierna, conciliadora. Su mano acariciaba mi frente suavemente, y sonreí un poco aunque estaba totalmente ida por los antibióticos. Neumonía, decían los médicos. El frío no ayudaba a que curase aquella gripe, pero todo era culpa de mis padres. Quizás, sólo quizás, si se hubiesen preocupado un poco de mí, en comprarme las medicinas que necesitaba, en creerme y dejarme recuperarme unos días más, no estaría en el hospital.

Abrí los ojos y la vi allí, sentada a mi lado sujetándome la mano, y aunque no iba a pasarme nada malo, ella estaba conmigo.

Miré hacia la puerta, que se abría, y vi a mi madre aparecer tras ella, pero no le dio tiempo a dar un paso cuando alcé la mano, levantando el dedo corazón para dedicarle un precioso corte de mangas, y a la vez me quité la mascarilla.

-Fuera. –Dije con la voz ronca, tosiendo un poco. –Fuera de aquí. –Volví a ponerme la mascarilla y el médico rápido cerró la puerta. A tientas, Camila buscó mi mano por la cara y apretó el dorso, aunque solté un quejido porque tenía una aguja puesta allí, y ella rápidamente se retiró. Cogí yo su mano acariciándola suavemente, mirando su rostro de perfil, que miraba al frente.

-¿Era tu madre?

-Ahá. –Ella hizo una mueca, y yo hice otra al verla así.

-Me gustaría poder hacer que te sintieses mejor, pero no puedo. –Sus dedos presionaron la palma de mi mano, pero yo ni siquiera respondí, simplemente me quedé en silencio, disfrutando de ella. –¿Te sientes mejor? Necesito saber eso al menos. Si no quieres hablar sólo tienes que apretarme la mano, sé que te cuesta hablar y respirar. –Apreté su mano un poco, pasando los dedos por su dorso lentamente. Estaba bien, seguía con aquél terrible malestar, pero ya era menos, y además, podía respirar bastante mejor con aquella mascarilla. Y la fiebre, ahora no eran esos 40 grados. Eran 38, pero algo era algo.

La enfermera entró, sonriéndome un poco al verme y cogió un paño poniéndomelo en la frente, frío, derritiéndose contra mi frente.

-Has cogido una buena pulmonía, ¿eh? –Sonrió un poco cambiando lo que había en el gotero. –Pero no te preocupes, mañana estarás en casa. Sólo tendrás que descansar unas semanas, tomarte la medicación y estarás como nueva.

-¿Por qué le ha pasado eso? –Preguntó Camila mirando la camilla, frunciendo un poco el ceño.

-Por no cuidarse el resfriado. –Sentí como la presión en mi cabeza bajaba, y me reí un poco, aunque Camila frunció el ceño al escucharme. –Se debe a la medicación, es bastante fuerte.

La enfermera salió por la puerta, y Camila sonreía con el ceño fruncido, ladeando la cabeza.

-Eres tan guapa... -Dije quitándome la mascarilla un momento, pasándome la lengua por los labios. Reí un poco al ver que ella negaba y casi se escondía de mi mirada. –Sí, sí que lo eres...

-Estás drogada. –Me dijo ella, y volví a reírme en bajo sin saber por qué, en aquél momento hasta la voz de Camila me hacía gracia, pero a la vez no podía dejar de mirarla y pensar que era preciosa.

-Te quiero.. –Susurré antes de volver a ponerme la mascarilla, cerrando los ojos, que en aquél momento se me cerraban solos, y me quedé dormida.

*          *         *

Camila's POV

No sabía si a la madre de Lauren le iba a agradar eso de que llevase a Charlie a su casa, así que aquella vez lo dejé en casa, y mi padre me trajo hasta su casa, yéndose justo antes de que yo llamase al timbre.

Cuando la puerta se abrió, aquella persona no saludó, y me sentí algo incómoda, porque me intimidaba el hecho de que eran las personas que habían provocado que Lauren estuviese tan mal.

-Hola, ¿está Lauren? –Hubo un silencio, y escuché un suspiro.

-Sí, -la voz masculina me sorprendió- está en su habitación, vamos, entra. –Entreabrí los labios dando unos pasos cortos e indeciso, porque no era una zona que conociese bien. –Oh, tú eres la chica ciega. –La mano del padre de Lauren se posó en mi brazo, llevándome con cuidado dentro de la casa.

-Mike, ¿quién es? Si es la ciega dile que no... -La mujer se calló en cuanto, supongo, me vio, y metí un mechón de pelo tras mi oreja.

-Sí, soy ciega, me alegra que lo haya notado. –Dije en voz baja, haciendo una mueca algo incómoda. –Pero me llamo Camila, y soy algo más que eso...

-Te llevaré con Lauren. –Dijo su padre, porque la madre de Lauren simplemente no dijo nada, y subí lentamente las escaleras hasta llegar al final y escuché el sonido de la puerta abriéndose, y un olor a menta emanaba del cuarto. Lo conocía bien, mi madre hacía remedios caseros con menta para aliviar el resfriado.

Entré en la habitación y la puerta se cerró.

-No tenías por qué venir, aunque te echaba de menos. –Caminé hasta que mis pies dieron con su cama, y sentí la mano de Lauren rozar mis dedos, apretando finalmente mi mano con fuerza. –Te voy a contagiar...

-Si no me has contagiado ya, no lo vas a hacer a estas alturas. –Dije riendo, jugando con sus dedos permaneciendo de pie. -¿Tienes algo encima? Voy a abrazarte...

-No. –Lauren cogió mis manos y me guio hasta ella en la cama, pero me tiré encima con algo de cuidado, escondiendo la cara en el hueco de su cuello. Olía a aquella esencia de Vicks VapoRub que le había untado hacía una semana, y me recordaba a que ahora podía besarla si quería. Así que di un pequeño beso en su cuello.

-Lauren nos vamos a... -Aquella voz era de un chico, pero no era su padre, así que supuse que era su hermano Chris. El corazón de Lauren se había acelerado por completo, pero no porque su hermano hubiese entrado, ya lo estaba de antes. –Oh, vale, nos vamos todos esta noche, Lauren. –Cerró la puerta sin decir nada, más, y las manos de Lauren acariciaron mi pelo. Como si fuese pequeña y frágil, que, en cierto modo, lo era.

Aquél viernes, la nieve no paraba de caer, como era usual en enero, y me gustaba. Porque sentía los copos de nieve caer sobre mi cara, mi nariz, porque el tacto de la nieve era frío pero suave, y porque la habitación de Lauren era lo más acogedor del mundo. No podía verla, pero lo sentía. No quería salir de su cuarto mientras estábamos allí, nunca. Nadie nos juzgaba, nadie nos miraba, simplemente dormir con ella, eso era todo. Sentir el calor que desprendía, sus brazos, sus besos que, aunque nos habíamos dado dos escasos, me parecían un mundo.

Me quedé a dormir de nuevo con ella, pero esta vez era diferente. Con tan solo un suéter suyo, me metí en la cama con la ayuda de sus manos.

-¿De qué color tenías el pelo? –Pregunté pasando mis manos por su cara, sintiendo sus mejillas elevarse, lo que indicaba una sonrisa.

-Negro. –Pasé los pulgares por sus pómulos, y las yemas de mis dedos por sus labios.

-¿Y tu piel? –Mis dedos pararon, y dejé caer mis manos por su cuello, dejándola posada en este.

-Pálida. Soy un vampiro, por eso me gustan los sitios fríos, ¿sabes? –Solté una leve carcajada, sacudiendo la cabeza. -¿Por qué cuando estás cerca de mí siempre cierras los ojos?

-Porque a la gente le resulta incómodo hablar conmigo así. No sé dónde estoy mirando, y eso hace que se pongan nerviosos. –Respondí de forma simple, encogiéndome de hombros.

-Abre los ojos. –Susurró ella, pasando el dorso de su mano por mi mejilla. –Ábrelos. –Los abrí lentamente, escuchando un suspiro salir de sus labios. –Son preciosos. ¿Puedo hacerte una pregunta? –Asentí mientras su mano acariciaba mi pelo lentamente. -¿Eres... De esas chicas inocentes?

-¿Qué me estás preguntando? –Lauren se quedó en silencio, moviendo los dedos entre mi pelo.

-Si... Ya sabes, eres inocente. Ese tipo de chicas que se alteran por todo lo obsceno, o cosas así. –Apreté los labios evitando reírme, y agaché la cabeza negando.

-¿Me estás preguntando si soy una mojigata? –Puse la mano en su pecho dándole un empujón sin fuerza, escuchando su risa.

-No exactamente... -Apreté los ojos riéndome poniendo la mano en su boca con cuidado y me subí encima de ella.

-Sí, lo has dicho. –Susurré yo, pegando mi mejilla a la de ella para tener un punto de referencia de dónde estaba su cara, y pude darle un beso más suave de los que ella me daba a mí. –Sí, sé lo que es el sexo, y me gustaría hacerlo algún día con la persona adecuada. Soy ciega, no una rarita, ¿sabes?

-¿Entonces sabes lo que es un cunnilingus, por ejemplo...? –Le solté un manotazo en el estómago, porque me puse totalmente roja.

-¡Lauren! –Dije riendo, y sentí sus manos ponerse en mis mejillas dándome un beso profundo, lento y húmedo.

-Te quiero. –Esta vez, no estaba 'drogada'.

-Y yo a ti.

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