La Sombra Del Holocausto.

By LiliannaVillanueva

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Son bastantes las historias narradas dentro de un escenario catastrófico como fue la guerra liderada por el i... More

Prólogo.
Parte 1: El Gueto de Varsovia.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 1O.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Parte 2: Tessia Poniatowski.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capitulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19
Capítulo 20.
Capítulo 21
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Parte 3: Un tren para los condenados.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Parte 4: Treblinka.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
#LaSombraDelHolocausto
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 4O.
Parte 5: Sobibor
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Parte 6: Resistencia.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Parte 7: Después de todo.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Epílogo. Parte 1
Epilogo Parte 2.
AVISO.
BOOKTRAILER.
IMPORTANTE.

Capítulo 46.

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By LiliannaVillanueva

La frase ¿No tienes nada que decirme? Había salido de su boca, mis dedos se entrelazaban entre ellos, levante una ceja y conteste negativamente. El arqueo los labios marcando una sonrisa leve y se fue, pronto fui de nuevo a dormir.

« ¿No tienes nada que decirme?» Toda la noche la maldita frase estuvo tambaleándose en mi cabeza, solía dormir con el arma debajo del catre, pasaba mis manos tibias por el helado costado, meter el dedo en el gatillo y con cuidado volverla a poner debajo del catre junto con la navaja que traía cargando desde Treblinka.

Amaneció, siempre podía escuchar a los asesinos entrar por la puerta con sus crueles gritos y azotes por todos lados. Desperté y el olor a sudor y bochorno me invadió todo el cuerpo, estaba sudando por todo el cuerpo »Que asco« Pensaba en que añoraba con toda mi vida una ducha, el sudor hacia que la piel se hacía pegajosa. Solté la bocanada de aire que había tomado hace un instante y seguía acostada en el catre, después un hombre se acercó con una fusta en la mano, se paró frente imponente, me grito con su típico acento alemán. Fruncí la frente. — Ya es hora de levantarte, judía miserable. — Dijo.

Me levante rápido del catre y las demás mujeres estaban saliendo hacia sus trabajos. — ¿Que tú no eres la encargada de la cocina? — Pregunto con la fusta moviéndola de un lado a otro. Comenzaba a ponerme nerviosa. — No me gusta que la gente se quede callada cuando le estoy hablando.
Levante la mirada más. — Sí. — Murmure temerosa sin dejar de mirar la fusta.

— ¿Si? ¿Sí que? — Dijo ceñudo con una ceja levantada.

Sabía lo que quería, quería la típica respuesta condescendiente de todos aquí, "Si, señor" esa respuesta que hacía sentir el sentimiento de superioridad a aquellos que se escudaban y defendían de tras de una fusta, un arma o simplemente el uniforme de gala y siempre pulcro. — ¡Si! — Exclame y al mismo tiempo levante las cejas. El se río amargamente.

Se apresuró a levantar la mano con la fusta en la mano azotando en mi costado, rápidamente mi piel comenzó a arder. Me Retorcí de un lado, di un grito sordo y saque los dientes. — ¡Si señor! — Me grito en el oído. — ¡Dilo!

Me pregunte donde estaba Kurt, puse las manos donde propinó el golpe, se sentía caliente, los parpados me pesaban y los ojos me ardían, subí la mirada hacia el que aún me miraba con el rostro sudoroso y rojizo. — ¡Dilo ya, judía insignificante!
El ardor comenzaba a subir más de potencia, apreté los parados, estaba por decirlo cuando sin más me soltó otro golpe con la fusta en otro costado. Aquel dolió más que el primero. Siempre duele más que el primero — Si...— Titubee. —... Señor.

El ego de la Gestapo se elevó, lo note pues empalmo una sonrisa en la cara de superioridad frente a mí mientras lo veía con odio. — Vamos, ni siquiera te atrevas a mirarme, es lo menos que te mereces. ¿Qué esperas? ¿Un agradecimiento? ¡Vete ya saco de porquería!

Respire hondo y salí corriendo hasta la cocina, antes de entrar me suelto a llorar en silencio de dolor, amargura y coraje, dolor porque me dolían los costados como si estuviera un fósforo encendido quemándome, amargura porque ya no podía soportarlo, ya no podía soportar esta ahí, porque ya había soltado la toalla desde hace mucho y coraje porque simple y sencillamente no podía defenderme de ellos. — ¡Los odio! — Maldije por dentro, cubriendo mis ojos « ¿Pero qué dices? Estas enamorada y eres amiga de personas con esa ideología « Mi cabeza lo repetía constantemente. Aclare mi nariz, seque mis lágrimas con mis ropas y entre por la puerta de atrás. Me puse de delantal y me apresure a pelar las papas con un cuchillo viejo y con poco filo, rato después estaba dando de golpes con el mortero contra la mesa de furia. — ¡Ah!— Escupí con rabia, sentía mi rostro caliente y veía mis lágrimas tibias caer en el áspero suelo de madera. «No seré condescendiente, No lo Seré«
Repítelo Norah. — Dije mirándome en el reflejo de las ollas. — ¿Por qué no me matan de una ves?

»Huiras todo lo que tengas que huir « Recordé a Vannia de pronto, sentada con el estómago ensangrentado, la piel pálida los labios partidos. — Huir— repetí lo que dijo mi cabeza.

El chillido del pasillo con café me saco de mis pensamientos volví mi cabeza a él, seque mis lágrimas y apague la estufa. Saque de la alacena cuatro tazas, espere a que el café deje de humear. Mire a mí alrededor de la cocina. Estaba sola, carraspee la nariz y subí mi vestido hasta mirarme los costados, la marca del golpe con la fusta estaba al rojo vivo, apreté los ojos para que dejarán de salir las lágrimas y trate de pasar delicadamente las yemas de los dedos en la marca, pero dolía hasta cuando respiraba. Hace mucho que no me golpeaban. La puerta de enfrente de la cocina se abrió, y rápidamente baje la tela de mi uniforme. Wilm parado en el umbral con la expresión pícara me miraba. — Vaya. ¿Qué te pasó ahí, judía? — Me pregunto burlón.
Desvié la vista para ocultar mis ojos llorosos mientras me estremecía al oírle pronunciarlo con tanta desfachatez. — Nada.

El río y dio una palmada. — Lastima que hoy no está tu soldadito de juguete para que defienda. Quizás no vuelva nunca.
— Ya vete, Wilm. — Grite.
— Vamos, judía solo quiero ver que te paso. — Insistió y dio un paso al frente yo di uno para atrás. — Súbete el vestido.

Seguía acercándose a mí, gire al toparme con la barra y tome el cuchillo de ahí, y lo levante al frente. Wilm se detuvo en seco.

— No— dijo burlón — ¿Qué crees que haces? ¿Amenazándome?
— Apártate. — Dije con severidad. Los nervios comenzaba a atacarme de nuevo, di un resistió y aparecer Wilm no me temía ni con un arma blanca en la mano. La puerta de nuevo se abrió y el general al mando estaba parado en el umbral, rápido baje el cuchillo al mirarlo, Wilm que dio unos pasos adentro de la cocina giro a mirarlo. El comenzó a hablar en alemán.
Hablaba con el cuándo el hombre se dirigía a mí. — ¿Que está pasando, judía?

Lamí mis labios, mire a Wilm que sonreía y luego a él. — Nada. — conteste seca.
El giro a decirle algo a Wilm y el salió no sin antes dedicarme un gesto aparentemente molesto. De nuevo el hombre uniformado se dirigía a mí. — Quiero café. — dijo y salió de la cocina. Solté un suspiro y me apresure a mis labores.

«— Solo recuerda Norah. Tienes un arma, y puedes usarla contra quien quieras. « Dije a mi misma. »— Al fin, solo faltan días. «

[...]

Una de las madrugadas más largas y agobiantes fue esa, aquella la cual estaba con el miedo de saber si lo del escape iba a funcionar o no. Pensar y pensar en cómo iba a arreglármelas para escapar junto con Ruth y Fela, no las iba a dejar, » Son mi familia Ahora« Tenia que pensar bien las cosas, el frio de la madrugada me estaba matando, pero no más que el miedo.

Hace bastante tiempo que no pensaba en Maxwell, aquel pequeño cobarde y traidor, lo amaba, pero dejo de preocuparme donde estuviese pues al nunca le importe yo. Tenía cabeza en otra cosa mientras pelaba los garbanzos para la sopa, cuando Fela chasqueo los dedos frente a mí e hizo que saliera de mi cabeza.
— ¡Cielos, regresa! — Exclamo con disgustó.
— Lo siento, es que no puedo dejar de pensar en...
— ¡Sí! — Interrumpio.
— Tengo miedo, lo acepto.
— Yo igual, pero sinceramente más miedo y rencor me produce estar aqui. Ya no Quero que ese infeliz se me hacerque. — Dijo con odio en su tono de voz. Sabía perfecto que Wilm Goldschmidt abuso de Fela varias veces y no sólo una, como ella pensaba que creía.
— Te veo menos malhumorada. — Dije. Ruth jugaba con los garbanzos.
— Estoy empezando a comprender que no eres la culpable.

— Nunca lo fui, pero digamos que estamos en un mundo paralelo donde no estamos aquí, eso me alegra.
— Pero nunca volveré a ser la misma nunca más. — sentencio sería.

— Nadie de los que estamos aquí, lo seremos.

De pronto la puerta de la cocina se abrio y Wilm Goldschmidt estaba del otro lado de la cocina. Ruth se apresuró a lanzarse a mis brazos temerosa y Fela corrió rapido a una esquina con terror. — ¡Tu! — Grito señalándome con el dedo. Seguía sentada en la silla y el camino hasta a mi lado, empujo a Ruth a un lado y me levanto de solo un jalón. — Ven para acá.
— ¡AY!
Caminamos hasta la puerta y logre soltarme, el se giro y me propinó una bofetada. Me volvió a tomar del brazo, pero esta vez no caminamos. — Despídete de tus amiguitas, perra miserable.

— ¿Qué?— Conteste confundida y aterrada.
— Desde hoy sirves para mí, te llevare a mi casa. Serás mí criada
— ¡NO QUIERO! — Grite como nunca.

— ¡No te pregunte, perra insolente! — Grito con la misma intensidad.
— ¡WILM! — Grite. — ¿Por qué no me matas de una vez aquí? ¡Si tienes tantas ganas de hacerlo hazlo ya!

— ¡Norah, no!— Grito Fela queriendo dar un paso al frente. Goldschmidt se apresuró a sacar la revolver y apuntar a Fela, ella se detuvo de un tirón y volvió a la esquina.
— ¿Es lo que quieres? — Pregunto apuntando a mi sien.

— ¡Eso es lo que tú has querido desde siempre! ¡Hazlo!— dije.
— ¡Te crees la muy valiente, infeliz gata! Voy a matarte cuando yo quiera. Ahora iras a mi casa a hacerle de criada, — dijo sim quitarme la pistola de la sien. — Pero ten por seguro que si lo haré.

Estaba aún más envalentonada, di un tirón fuerte y me zafe de sus garras. Me dio una bofetada de nuevo, el sabor de mi sangre invadió en interior de mi boca, la Escupí frente a él. — Wilm, prefiero que me mates en este instante a ser tu maldita criada. — Sentencie con valor y poder en mis palabras. El hombre se ponía más furioso aun, me tomo del brazo por tercera vez y caminamos hasta entrada del campo. Un auto se detuvo frente a nosotros. Gracias al destino, Kurt era el hombre del que bajaba del vehículo.

— ¿Que estás haciendo?— Pregunto Kurt a mirarnos.
— No te metas Kretschmann. ¡Es mi judía ahora! — Grito.
— Soy el HauptsturmführerDemandó. — Tienes que obedecerme, así que suelta a la chica.
— No querrás que todos aquí se enteren que eres un Traidor y que todo este tiempo has estado ayudando a esta maldita judía — Eso no es verdad. — afirmó. Yo gire a mirarlo atónita. — Ella no significa nada para mí.

— Demuéstralo.

En ese instante me soltó y me dio un empujón que caí al suelo a los pies de ellos. Este le ofreció una fusta que guardaba colgada en el pantalón. — Azótala.
— ¿QUE? — Grito desconcertado.

— Azótala, Azótala hasta que se desmaye.

Sin dejar de mirarse uno al otro. Kurt recibió la fusta. Maldije por dentro y apreté los parpados. El giro a mirarme con lamento y negué con cautela.

— Hasta que se desmaye. Hasta que sus alaridos no puedan más y su espalda quede igual que una raqueta de tenis. — Dijo impotente. — Si lo haces ahí es cuando me daré cuenta que esta pobre imbécil no te interesa y no morirás por traidor.

— No es necesario hacer eso.
— ¡Sí que lo es! — Exclamo. — Azótala ya Kretschmann — De nuevo giro a mirarme, esta vez suspire yo asentí con cautela para mí, el apretó los ojos de nuevo y su rostro cambio a serio y malo. Se inclinó para mí y me puso de espaldas e hincada. Seguido sentí los golpes de la fusta metiéndose en mi espalda, ardiendo, doliendo tanto uno tras otro que no pude soportarlo más hasta cerrar los ojos.

_________________________________________________________________

Hauptsturmführer; Rango militar de la SS que fue usado entre los años 1934 a 1945. El Hauptsturmführer fue el más común grado de oficial de las SS durante la Segunda Guerra Mundial

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