Capitulo 17.

20.3K 739 42
                                    

El silencio era tan profundo que podía escuchar los leves latidos de mi corazón en mi oído y la vena de la sien pulsar despacio. Fela estaba con el oído pegado a la puerta mientras que yo seguía acostada en el catre pequeño del escondite.
— No escucho nada — susurro Fela aun con la cabeza pegada a la puerta.
— Quizá ya se fueron. — Dije levantándome del catre. — ¿Por qué no sales a ver? — Pregunte.
— No puedo salir, es bastante riesgoso.
— Entonces, ¿cómo sabes cuando ya es hora de salir de aquí? — pregunte ceñuda.
— Tessia siempre viene por mí cuando esto pasa.
Yo exhale aire, aburrida y algo temerosa. Me azote en la cama, de pronto Fela se sentó de lado mío, me senté de la misma manera para mirarla. — Escucha. — Comenzó a susurrarme. — Sé que crees que Kretschmann es malo, pero la verdad de todo esto es que es igual de patético que tú y yo.
— ¿Por qué? — pregunte.
—Lo único que sé es que Kurt Kretschmann es de la SS. ¡Bueno! La verdad es que su padre lo ha obligado a venir acá, lo tiene amenazado con que si no cumple su deber no lo dejará volver a Alemania. — sentencio y yo levante una ceja interesada. —Los de la SS Son las personas más malditas que puede haber. También le dicen los asaltantes, ellos fueron los que escoltaron a los judíos al gueto.
— Si, lo sé, el cuidaba el edificio donde solía vivir. — Dije.
— ¿Ya lo conocías? — pregunto Fela con los ojos bien abiertos.
— El salvo mi vida muchas veces. — dije torciendo los ojos.
— ¿Que tantas? — pregunto.
— No quisiera hablar de eso. — sentencie seria y baje la mirada.
— Bueno, si te sirve de algo, el me salvo una vez también.
— ¿De qué? — Pregunte curiosa
— ¡No quisiera hablar de eso! — me arremedo y yo sonreí un poco.
— ¡Vaya! — exclamo. — Entonces, si tienes sentido del humor.
— ¡Vamos, Fela! — exclame y le di un codazo como si fuéramos las mejores amigas.
— Hagamos un trato — dijo con perspicacia. — Yo te digo como me salvo y tú me dices como te salvo a ti. — le estire la mano me la recibió —
— Trato. Empieza tú — le dije.
— Ésta bien. Hay un soldado amigo de él, un imbécil rubio. Se llama Wilm. Cuando mandan a los asaltantes a inspeccionar las calles, siempre los mandan en pareja, resulta que la pareja de Kretschmann es el. Un día, cuando apenas esto comenzaba yo iba caminando por la calle sola cuando me los tope Kretschmann me detuvo y comenzó a hacerme preguntas, cuando el dio media vuelta y se fue dejándome con el otro, el me miraba de un modo bastante extraño, cuando me abofeteo y caí al suelo, de pronto el me tomo del brazo y me llevo a un callejón oscuro. El trato de violarme.


Yo estaba atenta a lo que me decía, cuando se detuvo, sus ojos comenzaron a llorar.
— ¡Yahvé! — murmure sorprendida y lleve mano a la boca. — Y... — Titubee. — ¿El logro algo?
— No, se detuvo — exclamo dijo con la voz quebrada — Cuando estaba apuntó de hacerlo, Kretschmann llego y lo aparto de mí y me dejo ir, yo me eche a correr y no lo he vuelto a ver.
Yo seguía mirándola sorprendida.
— Bueno, pero no paso — exclamo limpiándose las lágrimas y me sonrió de nuevo. — Tu turno.
Cambie mi rostro a serio despegue su mirada de la mía y comencé a hablar con frialdad.
— Evito que uno no me diera un tiro en la cabeza. — dije seca y rápida. Ella frunció el ceño.
— ¿Es todo? — Dijo desilusionada con la boca torcida.
— Si, eso es todo, Fela. Por favor ya no me preguntes. Sin detalles. — Dije con Dureza, ella suspiro y torció los ojos. Enseguida ella se pasó a sentar al catre de enfrente.


Paso tiempo sin dirigirme la palabra, cuando la puerta se abrió y una silueta estaba enfrente. — Ya pueden salir. — Dijo La señora Tessia, dándonos la espalda y quedándose frente a la estufa, salimos del cuarto secreto atravesando la alacena y la cocina llegando por fin al comedor. Fruncí el ceño al mirar al frente
— ¿Que hace el aquí? — pregunte en susurro a Fela, ella se encogió de hombros y se sentó en la silla frente a él, yo la seguí y se me senté de lado de ella. Enseguida la señora Tessia salió de la cocina con cuatro tasas de porcelana con garabatos rosados y una tetera humeante de la misma apariencia. — Es hora del té. — Dijo ella sentándose en la silla superior del comedor. — Creí que estábamos en Polonia, no Inglaterra — Bromeo Fela. Él sonrió.
— Bueno, los polacos también tomamos te — dijo la señora Tessia.
— ¿Los nazis también toman te? — pregunte con dureza dirigiéndome al soldado, mirándolo a los ojos.
— Si, también. — Contesto con una sonrisa. Yo lo mire con desdén y después sonreí irónica.
La señora Tessia, puso la taza frente a mí, y comenzó a servir él te, el humo de este llegaba hasta mi nariz. — ¿Azúcar? — me pregunto el soldado ofrecimiento la azucarera.
— No.
Tome la cuchara y comencé a mover él te golpeando la porcelana de un lado a otro.
— Dime, Kurt. ¿Cómo ésta tu padre?— Pregunto Tessia.
— No estoy seguro, Tessia — Contesto dándole un sorbo al te. — Desde que he viajado a Polonia, no he sabido nada de ellos, y la verdaderamente es mejor así, no me interesa nada que venga de él.
A mi garganta se le hizo un nudo ardo, las ganas de llorar y tirarle una bofetada me atraparon, no lo hice notar, solo suspire y me dirigí a Tessia. En voz alta. — ¿Señora Poniatowski, Puedo retirarme?
Ella asintió, estaba por levantarme.
— ¿Le molesta mi presencia, señorita? — pregunto el, haciéndome detener.
— La verdad es que sí. — dije mientras me sentaba de nuevo en la silla.
— ¿Puedo saber porque?

— No — dije rotundamente.

— ¿No sabe decir otra cosa que no sea no?
Yo suspire sin dejar de mirar al uniformado de ojos verdes.

— No — Sonreír retándolo. El carraspeo la garganta y limpio su boca con la servilleta y siguió. — En verdad, me gustaría saber porque le molesta tanto mi presencia.

— Puedo suponer que tiene una Familia.
— Es correcto. — Contesto.
— Me parece de lo más bajo el cómo se expresa de su padre.
— Señorita, yo...
— Sea lo que sea es su padre. — Interrumpí.
— Entiendo, pero...
— ¡No, no lo entiende! — Exclame exaltada — ¿Quiere un consejo Señor Kretschmann? Aprecie a su familia, porque en un segundo — chasquee los dedos. — Puede perderla completa.
— Con todo respeto señorita, usted no conoce a mi padre.
— Usted tampoco conoce al mío — Sentencio y el frunció el ceño.
— Disculpe, no le he entendido, señorita.
— Me llamo Norah, o en su defecto dígame 'judía' como lo hacía habitualmente.
— Norah — Dijo medio sonriendo. Al escucharlo pronunciar mi nombre las rodillas me temblaron y sentí un cosquilleo incómodo en el estómago, el carraspeo la garganta y siguió. — ¿Que hay con su padre en esta platica?
— Nunca pude decirle lo mucho que lo quería.
— ¿Dónde está el ahora? — pregunto, yo reí irónica.
— ¡Es increíble que lo pregunte! Casi cínico. — dije haciendo un ademan con los dedos — En manos de gente como usted — sentencie con dureza, el bajo la mirada. — Probablemente muerto. — dije Mientras la señora Tessia y Fela no intervenían.
— Lo siento mucho, Norah.


— Quiero saber algo — sentencie cambiando de tema.
El soldado se acomodó el uniforme y se sentó bien en la silla.
— Dígame.
— ¿Que hace un soldado veintitantos años en...?
— No soy soldado. — Interrumpió.
—... ¿militar? — dije sin importancia.
— Teniente. — afirmó.
— ¿No es muy joven para ese cargo?
— E inexperto. — Contesto con una sonrisa limpia.
— ¿Qué diablos hace un nazi ayudando a una gitana? — Señale a Fela — y a una judía. Tuvo muchas oportunidades de matarme. ¡Simplemente no lo entiendo!
— De haber querido matarla, ya lo hubiera hecho. — Sentencio. — Pero no quiero hacerlo. — Volvió a darle otro sorbo al te — Y no lo haré jamás

— ¿A nadie?

— Eh, probablemente a nadie — afirmó.
— Entonces ¿qué hace una persona tan joven y como usted usando ese traje? — Pregunte


— Sigo un sistema.
— No del todo. — Dije después de darle un sorbo a mi tasa.
— Cierto. — Dijo, de pronto de su bolsillo del pecho saco una cajetilla de cigarrillos y fósforos. — Ahora — dijo poniéndose el cigarrillo en la boca — Yo tengo una pregunta para usted. — Prendió el cigarrillo y saco el humo por la nariz, yo asentí con la cabeza.
— ¿Cómo sabe que soy "Tan joven"? — Pregunto haciendo comillas con los dedos en *tan joven* Fruncí el ceño.
No conteste y seguía con el ceño fruncido. Él me sonrío y arqueo una ceja

— ¿Qué?— pregunte hacia a mí misma en voz baja, pero lo suficiente para que el me escuchará. — Que yo recuerde, jamás le he dicho mi edad. —Volvió a sonreír, mire hacia Fela que negaba con la cabeza sonriendo. Titubeó un segundo. — Eso quiere decir que ha estado observándome.

» ¡Diablos! Claro que si he estado observándote«


— ¿A dónde quiere llegar? — conteste molesta.
— A ningún lado, señorita.
El soldado se levantó, se puso la boina y se acercó hasta Tessia — Ya tengo que irme. — el beso su mano, le sonrió a Fela la cual se la devolvió, después a mí, yo seguía mirándolo con indiferencia.
— Vendré en la semana. — De repente su sonrisa se difumino y se tornó serio, acomodó la boina en su cabeza y salió de ahí mirando a ambos lados.

valuN�Y|-�z

La Sombra Del Holocausto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora