Scarlett: La Leyenda de Silve...

Por Victor_the_Warrior

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Josh nunca creyó la mítica leyenda de Silver Creek, pero le emocionaba escuchar a su abuelo contarle sobre Sc... Mais

Presentación
Scarlett, ahora en Audible
Prólogo
Capítulo 1: La Leyenda
Capítulo 2: Memorias del Pasado
Capítulo 4: Terrores Nocturnos
Capítulo 5: El Descubrimiento
Capítulo 6: Cierra las Ventanas
Capítulo 7: Divididos
Capítulo 8: Los Perdidos
Capítulo 9: Atrapada
Capítulo 10: Comienza la Búsqueda
Capítulo 11: La Resistencia
Capítulo 12: Pirotecnia
Capítulo 13: Lluvia de Ceniza
Capítulo 14: Las Profundidades de Silver Creek
Capítulo 15: Localización I: Colegio De Primaria
Capítulo 16: Localización II: El Hospital
Capítulo 17: Localización III: La Biblioteca
Capítulo 18: Localización IV: La Cripta
Capítulo 19: Localización V: Centro de Investigaciones Mackelfield
Capítulo 20: El Cazador y La Presa
Capítulo 21: La Casa Calcinada
Capítulo 22: Mi Secreto
Capítulo 23: Revelaciones
Capítulo 24: La Verdad
Capítulo 25 (Final): El Ritual
Epílogo

Capítulo 3: Una Nueva Vida

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Por Victor_the_Warrior

Josh estaba completamente sólo en la habitación, con un sueño terrible y los brazos cruzados. Un silencio sepulcral era lo único que se podía escuchar allí, en la sala de espera. Eran las 5:00 de la noche y Josh todavía no había pegado ojo. Llevaba sentado 4 horas en la misma silla de plástico, esperando pacientemente a que acabase el milagro de la vida.

De vez en cuando iba a la cafetería y se pedía un café con leche y una manzana para mantenerse despierto, o simplemente cogía una revista cualquiera y se ponía a leer múltiples artículos que no le interesaban. Quién le hubiera dicho que siendo tan joven iba a vivir uno de los mejores momentos de su vida... o no.

"Si mis padres estuvieran aquí, me habrían matado nada más llegar". Pensó Josh. Y era cierto.

Josh ahora mismo tenía 20 años. Todavía era un chaval joven y atlético, con la diferencia de que ahora estaba estudiando en la universidad. Era un buen estudiante y, aunque no le atraía mucho el deporte, tenía un buen físico. Básicamente porque apenas comía, ya que los pocos ingresos que su trabajo le proporcionaba no podían permitirle ningún manjar.

Desde que su abuelo murió, él continuó sembrando distintas hortalizas y vendiéndolas a los vecinos, que constantemente le intentaban animar tras su pérdida. Para él fue muy duro, pero con el apoyo de la buena gente del pueblo consiguió sobrellevarlo. Entre ese trabajo y los múltiples exámenes de la universidad, estaría ocupado por unos pocos años.

Pero Josh aspiraba a más que a trabajar en el huerto por el resto de su vida. También tenía sueños y esperanzas como todo el mundo, pero los suyos eran más humildes. Su situación y su vida le habían enseñado mucho, sobre todo a sobrevivir y a ser una buena persona, honesta y generosa. Por eso estaba en la universidad, para él fue la mejor decisión de su vida.

Recordó con nostalgia aquel día en el que conoció a Sarah. Era su primer día en la universidad, no conocía a ningún alumno o profesor y mucho menos a cualquier sala que se interpusiera en su camino. No sabía absolutamente nada sobre aquel lugar. Una desventaja teniendo en cuenta que era bastante tímido, ya que nunca se había preocupado por tener amigos.

Intentaba ser optimista pensando en que más adelante le serviría de mucha ayuda tener a alguien al que no le importase pasar con él los próximos 5 años de su vida. Por aquel entonces tenía 17 años y vestía como cualquier chico de su edad. Pero en el fondo no se parecía en nada a ellos. Josh era diferente, siempre lo había sido y siempre lo será.

No tenía muchas aficiones y las que tenían los demás chicos, sinceramente las odiaba. Nunca había entendido por qué estaban todo el día vagueando, mirando estupideces en los móviles que sus padres les habían comprado para atontarles o babeando con cualquier chica con la que podrían mantener una corta y pobre relación.

Pero lo que más odiaba era el botellón. Beber hasta vomitar, encontrarte fatal al día después y acabar haciendo cosas de las que seguro te arrepentirás. No podía entender que tenía todo aquello que no tuviera una tranquila vida en una casa de campo. En el fondo sabía que merecía el cielo y la tierra.

Pero así es la vida, y decidió no meterse con nadie sólo porque fueran estúpidos, según su punto de vista. Para él todo el mundo lo era, hasta que la conoció. Llegó a su primera clase justo a tiempo y se sentó en el primer sitio vacío que pudo encontrar. Su corazón acelerado no le dio su mejor imagen, pero eso a ella no le importó.

—Hola, me llamo Josh —le comentó jadeando a su compañera mientras dejaba la mochila en la mesa.

—Yo Sarah, con h —le contestó mientras le miraba de reojo. Hasta que no preparó todo lo que necesitaba para la clase no se fijó en Sarah y, cuando lo hizo, le resultó realmente guapa. Tenía una larga melena rubia, unos ojos preciosos de color verde caoba y una dentadura perfecta, blanca y alineada. Por no hablar de su cuerpo.

Se sentía un poco incómodo al lado de Sarah, no podía evitar mirarla siempre que ella no se daba cuenta y no sabía por qué lo hacía. Era una de las chicas más preciosas que había visto en su corta vida. A la hora de la comida, la encontró sentada en una mesa alejada de los demás. Como no conocía a nadie más, se dirigió allí un poco avergonzado y se sentó a su lado.

—Puedo sentarme, ¿no? —le preguntó tímidamente.

—Claro, no conozco a nadie aquí, y por ahora no estoy interesada en conocer a nadie más.

— ¿Y eso? ¿Eres tímida?

—Un poco, pero no es eso. Mira a tu alrededor. Sólo hay frikis, flipados y una cantidad enorme de canis y chonis. Me dan asco. Parece que ahora ser normal es raro. —Josh se rio por lo bajo y le dio la razón. Hasta ahora no había coincidido con nadie que también pensara como él.

—Oye, no te sientas obligada, pero podríamos quedar algún día para charlar y todo eso. ¿Qué opinas?

—Bueno, no tengo nada que perder —respondió con una tímida sonrisa.

Quedaron esa misma tarde y empezaron a ser grandes amigos. Se apoyaban el uno al otro en los momentos más difíciles y se ayudaban mutuamente en los estudios. Pronto esa relación llevó a algo más que una simple amistad. Sus miradas, sus roces, sus caricias... Eso era todo lo que Josh había necesitado: alguien que lo comprendiera y que lo apoyara incondicionalmente.

Jamás había conocido a nadie como ella y eso le hacía pensar que la vida por fin le había sonreído. Le hizo cambiar su visión del mundo y de su gente completamente; además, gracias a su personalidad se le hizo más llevadero el vivir en una universidad. Por eso para él era tan importante ese día. Sería recordado por el resto de su vida.

Llevaban meses esperando este momento. Habían tomado varias clases, todas las que pudieron permitir, compraron muchas cosas que les harían más llevadera aquella nueva etapa. Sí, iban a tener un bebé. De repente, recordó esa charla que tuvo con Sarah hace tres meses sobre el nombre del bebé. Seguramente porque dentro de poco tendrían que decidirlo.

Acordaron que si el bebé nacía niño le llamarían Jack y si nacía niña, Sarah le comentó que le encantaría llamarla Sharon. Sin previo aviso, escuchó unos llantos provenientes de la sala dónde estaba ingresada. Sin pensarlo dos veces, entró allí dando un portazo, ya que tenía unas ganas inmensas de conocer a su hijo o hija.

Se imaginaba, emocionado, su vida con Sarah y su primogénito. Había esperado durante tanto tiempo ese mismo momento... Ya estaba totalmente preparado para ser padre. Se había imaginado el futuro con ilusión, pensando que marcaría un antes y un después en su vida. Y lo haría, pero no del modo en el que él se lo esperaba.

Nada más entrar en la habitación, el doctor se percató de su presencia y le cogió fuertemente del brazo, sacándolo fuera inmediatamente. Josh vio la cara preocupada del doctor y le entró un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Una sensación de miedo le invadió ante su brusca reacción, nada bueno podía estar sucediendo.

El doctor le pidió amablemente que se sentara de nuevo en la silla de la sala de espera. Con dificultad y a duras penas, le obedeció intentando relajarse. El doctor se enteró de que Josh se había dado cuenta de que había un problema, pero no podría ni imaginarse lo que había pasado. No estaba preparado para lo que tenía que decirle.

—Su hija está bien —le comentó el doctor, como si le hubiera leído la mente.

— ¿Hija?

—Enhorabuena. —Josh se quedó reflexionando un momento. Si su hija estaba bien, ¿qué clase de preocupación tenía el doctor?

—Algo malo ha pasado, ¿verdad?

—Verá, estoy al corriente de su vida familiar y de lo mal que lo pasó cuando murió su abuelo —empezó a decirle.

—¿Qué tiene eso que ver? —preguntó temblando en la silla de plástico. Apretaba fuertemente los puños, se preparó para cualquier cosa que el doctor pudiera contarle. O al menos eso es lo que él creía.

—Verá, ha habido complicaciones en el parto y... —El doctor hizo una breve pausa antes de soltar la impactante noticia—. Sarah... ha... fallecido.

Josh no pudo soportarlo y se derrumbó otra vez. Su vida estaba llena de desgracias, había sido fuerte durante mucho tiempo y estaba cansado de la situación. Pero no podía rendirse ahora. Tenía una misión, una que dio sentido a su triste vida. Josh acompañó al doctor hasta la sala dónde estuvo Sarah, luchando con fuerza por la vida de su hija. Ni siquiera pudo despedirse de ella.

Ya no estaba su cuerpo, sólo un montón de enfermeras y becarios, y su hija. En la cama se encontraba un bebé, tapado levemente por unas sábanas blancas. Apenas podía abrir sus ojos y las voces a su alrededor lo alteraban mucho. Josh se acercó corriendo y lo sostuvo entre sus brazos, acunándolo levemente y mirando su carita.

—Sharon... —Josh y su hija lloraron juntos hasta que los primeros rayos del sol inundaron todas las habitaciones del hospital.

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