Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA...

By marlenequen

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Cuando Mario agrede nuevamente a Natalia la trasladan a un hospital de Madrid con serias heridas. Allí conoce... More

Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capítulo 30 (Resubiendo)
Capítulo 31 (Resubiendo) #NiUnaMenos
Capítulo 32 (Resubiendo)
¿Dónde seguir leyendo la historia?
¡YA ESTÁ AQUÍ Y REGRESA CON MÁS FUERZA QUE NUNCA!

Capitulo 15

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By marlenequen

Natalia:

Salgo del taxi y le pago el viaje al conductor. Después de todo, he llegado con más de veinte minutos de antelación. Echo una mirada por el lugar y veo que es una zona bastante verde. Hay un enorme parque con bancos, árboles y flores. Decido ir hasta allí y sentarme en uno de ellos mientras espero.

Es la primera vez que consigo salir sola del hotel desde el incidente en el centro comercial. No puedo evitar sentir temor. Desde hace semanas, le estoy cogiendo miedo a la calle. No consigo relajarme cuando estoy fuera, ni aunque vaya acompañada. Miro detrás de mí constantemente, y la sensación de que alguien me observa es odiosa. Cierro los ojos intentando aflojar mis tensos músculos y dejo que el aire acaricie mi cara. Es una sensación muy agradable.

Mi mente empieza a vagar y solo me trae imágenes de César. Riendo, hablando, comiendo, caminando, abrazándome. Nuestro beso. Pero también la más reciente. El beso de Erika.

«¡Maldita sea!», me digo a mí misma mientras abro mis ojos y miro al vacío. «¿Por qué me tengo que sentir así?». Estoy segura de que son celos. «¿Pero celos por qué?». No quiero, ni puedo ni debo enamorarme de algo imposible. No quiero sufrir más por amor. Pero algo me dice que ya es tarde. Estoy segura de que siento algo por él.

Echo de menos su compañía, sus atenciones, su humor... «¿Por qué tuve que decirle aquello?», me riño mentalmente. Fue lo más maravilloso que me ha pasado en años, y la jodí pero bien. Aunque creo que eso ya da igual. Hoy se le veía tan feliz con ella. Erika es más para él. Se merece a alguien como ella, no a una pobre tonta como yo. Mi teléfono suena y me sobresalta de manera exagerada. Mi tensión arterial acabará mal. Lo sé. No se puede vivir en estado de alerta las 24 horas del día.

—¿Sí? —contesto, algo agitada aún.

—Hola, Natalia, soy Andrea, la chica del piso. Es para decirte que ya estoy aquí. Dirígete a la dirección del anuncio.

—Voy para allá —le digo y cuelgo.

Camino por el parque hasta que llego a la zona donde está el apartamento. Me gusta la fachada. Es de ladrillo rojo, muy simple, pero no está nada mal. Toco el telefonillo y me atiende Andrea. Abre y me encuentro con una hermosa escalera de mármol, con barandilla de madera. No tiene ascensor, pero no importa, ya que voy al primero. Subo rápidamente el tramo de escaleras y llego a la puerta. Es blanca, blindada y con una pequeña mirilla.

Saludo a la chica y comenzamos la ruta por el piso. Es más bonito de lo que se veía en las fotos. Amplio y luminoso. Me puedo imaginar viviendo aquí. Tiene dos habitaciones. En la primera hay una gran cama y en la segunda, una cama más pequeña. Podría convertir la habitación pequeña en una oficina sin problema. Eso me hace pensar que tengo que volver al mundo laboral cuanto antes. Lo próximo será buscar trabajo.

Sin darle demasiadas vueltas, decido quedarme con el piso. Arreglamos el papeleo allí mismo y dejo pagado el mes de fianza y el que corresponde. El único inconveniente es que hasta dentro de dos semanas no podré mudarme. Aún tienen que pintarlo. Salgo a la calle satisfecha conmigo misma. Camino hasta la parada de taxis más cercana. Por fin parece que tomo las riendas de mi vida.

Ahora viene la peor parte. Contarle a César mi decisión. Aunque seguro que no le importa, siento un dolor punzante en el corazón. Cuando empiece con mi nueva vida se acabó todo, no nos veremos más. Esto me va a afectar a mí más que a él, posiblemente se sienta aliviado cuando le hable de mi marcha. Creo que no se atreve a pedirme que me vaya y me está manteniendo en el hotel por pena, ya que aquí en Madrid no tengo muchos sitios donde ir. Podría irme con Laura hasta tener las llaves del piso nuevo, pero sería como ponerle un cartel luminoso a Mario para que me encuentre.

Subo en el primer taxi que está estacionado esperando. Le indico la dirección del hotel y nos vamos. Esta vez el camino se hace más largo. Estoy algo nerviosa, pensando en cómo empezar la conversación con César. Desde hace días apenas hablamos, y mi salida hoy ha sido un tanto tensa.

Por fin llegamos. Le doy al conductor su dinero y entro al hotel. Todo está en silencio. Me saluda una de las chicas de limpieza y la recepcionista que siempre acompaña a Manuel. Ni siquiera él está hoy por esta zona. Imagino que está en la cocina encargándose de que todo esté bien. Subo a mi habitación y me dejo caer en la cama. Miro todo lo que me rodea con melancolía. «Qué poco tiempo me queda de estar aquí», me digo. Unos días más y se acabó.

Toc, toc, toc. Alguien llama. Me pongo en pie y me dirijo a la puerta.

—¿Sí? —nadie contesta y dudo si abrir o no.

—Toc, toc, toc —vuelve a sonar

—¿Quién es? —pregunto de nuevo.

—Soy Erika, abre —y como me pide, abro.

—Hola, Erika. ¿Qué deseas? —el tono de mi voz no es muy amigable.

—Vengo a decirte algo —me dice.

—¿Algo sobre qué? —pregunto extrañada. No me acabo de fiar de ella.

—Tienes que irte —me dice con una falsa sonrisa—. Estás perjudicando a César con tu presencia en este lugar —mi estómago se encoge—. No lo vas a entender, pero tu estancia aquí le abre viejas heridas. Le traes malos recuerdos —mi cara en ese momento debe de ser un poema.

—¿Te ha mandado él a decirme esto? —no contesta, solo sonríe más ampliamente, por lo que tomo su silencio de manera afirmativa. Ni siquiera ha sido capaz de decírmelo él mismo—. Dile a César que en media hora estoy fuera. Gracias.

—Adiós, Natalia —se aleja contorneando sus impresionantes curvas.

Me apoyo detrás de la puerta y me dejo caer lentamente en el suelo. Abrazo mis rodillas y lloro en silencio. Es más doloroso de lo que pensé en un primer momento. Aunque ya estaba hecha a la idea de que algo así iba a suceder, he de admitir que me ha sobrepasado. Seco mis lágrimas, llamo a Laura y le pido que venga a por mí. No tengo que explicarla nada, sabe que algo me pasa y que se lo contaré después, más tranquilamente. La suerte quiere que se encuentre cerca, por lo que no tardará más de quince minutos en llegar. Empiezo a recoger todo el cuarto. No hay mucho, por lo que me sobra más tiempo del que creía. Me cuelgo la mochila al hombro y bajo en el ascensor hasta el recibidor.

«Mierda, mierda y mierda», me digo. César está de nuevo en el pasillo, esta vez con Manuel. Querrá asegurarse de que me voy. Manuel es el primero que me ve, César está de espaldas. Al ver que su amigo mira fijamente a algún punto detrás de él, César se vuelve buscando la causa. Su ceño se frunce en desconcierto cuando nuestras miradas se unen. Sus ojos se mueven sobre mí. Después a mi mochila, otra vez a mí y así repetidas veces. O es muy buen actor o podría jurar que está sorprendido. Tomo aire y me acerco a ellos. Por cortesía, al menos, quiero despedirme.

—Hola, señorita Natalia. ¿Va a salir a dar un paseo? —pregunta Manuel con su agradable sonrisa. No sé si él también finge o es ajeno a todo esto, pero ya me da igual.

—Hola, Manuel —le respondo—. Sí, bueno... No es un paseo. Solo vengo a despedirme —Manuel rápidamente mira a César.

Siento cómo César se tensa, oigo su respiración acelerada y me giro para verle mejor. Sus ojos están muy abiertos y clavados en mí.

—¿Por qué te vas? —consigue decir con los dientes apretados.

—No te hagas el tonto —sonrío irónicamente—. Erika ya me ha dado tu recado —le digo con rabia—. Y, sinceramente, me ha molestado bastante que mandes a terceros porque no has tenido el valor de hacerlo tú.

—No sé de qué me estás hablando, Natalia —miro a Manuel, que a su vez está mirando a César, con cara de sorpresa.

—Da igual, César, no compliquemos más esto —quiero salir de allí cuanto antes, y no tengo ganas de discutir—. Después de todo, has hecho por mí más de lo que nadie ha hecho jamás. Solo puedo darte las gracias.

César quiere decir algo, pero al ver que me dirijo a Manuel espera.

—Manuel, muchas gracias por todo lo que has hecho por mí. Ha sido un placer conocerte —le digo mientras extiendo mi mano. Él la toma entre las suyas y la mantiene ahí mientras me habla.

—El placer ha sido mío, señorita Natalia. Ya sabe dónde encontrarme si necesita cualquier cosa. Estaré dispuesto a hacer lo que esté en mi mano —me sonríe tiernamente. Vuelve a mirar a César y otra vez a mí—. Ahora, si me disculpan, tengo que ir a preparar el servicio de cocina.

—Muchas gracias de nuevo —le digo y se marcha. Sé que es una excusa para dejarnos solos, pero no me importa.

—¿Me puedes explicar qué está ocurriendo aquí, Natalia? —me giro hacia él, que está sujetando mi brazo. Está apretando bastante fuerte, aunque no llega a hacerme daño.

Le sonrío, pero no contesto a su pregunta.

—Muchas gracias por todo lo que has hecho por mí —le digo. Tomo su mano para quitarla de mi antebrazo y la corriente eléctrica que siento cada vez que nos tocamos hace acto de presencia—. En cuanto me reponga un poco te haré llegar un pago con los gastos que te he generado —me inclino, y de él me despido con un casto beso en la mejilla—. Siempre te estaré agradecida. Te debo la vida. Sé feliz junto a Erika. Lo mereces —camino hasta la salida.

Antes de salir por la puerta necesito mirarle por última vez, me giro y ahí está. Su pose es tensa, tiene los puños apretados y la mirada perdida, pero sigue tan apuesto y atractivo como siempre. Le voy a echar de menos, más de lo que desearía. Lo sé.

Laura toca el claxon, haciendo que corte mi contacto visual con él. Está esperándome casi en la misma puerta, y su gesto es de preocupación mientras me observa. Bajo deprisa los escalones y subo al coche.

—Hola, preciosa... —me dice.

—Hola, Lau —arranca, y mientras nos alejamos comienzo a llorar desconsoladamente.

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