Imposible (Fanfic Achele)

By Agron_Jauregui

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Lo único imposible es que lo que no se intenta. NO SE PERMITEN ADAPTACIONES/MODIFICACIONES/COPIAS More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9 (Final)

Capítulo 8

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By Agron_Jauregui

Capítulo 8.

"Gather up the pitiful in your arms, in your arms... What seems impossible in your arms in your arms...♫" - "Give Up the Ghost."- Radiohead.

La mañana llegó tan rápidamente que incluso sentí como si no hubiera descansado. Recordé las palabras de la abuela, cuando siempre me decía que cuando alguien se duerme con pendientes, el cerebro y el corazón no le indican al cuerpo que debe descansar, y te quedas medio suspendido, medio despierto y medio dormido. Probablemente eso me había sucedido, pues no conseguí desperezarme por completo hasta que sentí agua fría cayendo por mi cuerpo. Tomé el café más cargado que de costumbre y luego de pensar durante mucho tiempo qué ponerme y recordar que Sofía siempre decía que todos los armarios de las mujeres están llenos de "No tengo qué ponerme", elegí prendas que sabía me sentaban de maravilla, utilicé aceites trifásicos corporales, cremas hidratantes de todo tipo para diferentes partes del cuerpo y por último aquella loción cítrica que en el transcurso del día olía de forma diferente: quería ser completamente irresistible. Alacié un tanto mi cabello, que por alguna razón últimamente se me estaba ondulando, quizás por el largo que había mantenido y maquillé un poco mis ojos. Tenía mucho más que ganar que algo qué perder.

Con toda la actitud del mundo, salí de mi apartamento escuchando música que me motivaba o ponía feliz sin razón aparente y el transcurso hacia la escuela pareció una escena de película musical en la cual al protagonista todo le sale bien sólo por el hecho de mantener una buena actitud. Sonreí al imaginarme en medio de bailarines y flores cantándole a la vida.

Al llegar a la escuela, mi celular vibró inmediatamente y supe que era Keila, primero presintiéndolo y luego comprobándolo al ver su foto en la pantalla. Le respondí aún cuando supe que seguramente me regañaría.

- Hola...- dije tímidamente.

- Hola... Hasta que te dignas a responderme.- comentó molesta, pero comprendí perfectamente que tenía razón en estar así, por lo que traté de mantener un tono amable.

- Lo siento... Ayer pasaron algunas cosas, y... Bueno, no tiene caso, pero... Por favor discúlpame.

- Con una disculpa no se va a solucionar nada... Te estuve buscando. No fui a tu casa sólo porque ya sé que te detesta que te estén presionando así y porque no soy tu mamá o algo por el estilo, pero por favor no vuelvas a desaparecerte de esa manera.

- Keila, por favor ya no me regañes. Sé que me equivoqué, pero... Por favor, discúlpame, es todo lo que te puedo decir- comenté verdaderamente apenada. Se escuchó un suspiro de resignación por parte de Keila.

- Te amodio- me dijo luego de unos segundos.- ¿Cómo estás? ¿Qué pasó contigo? Hasta Dianna estuvo preguntando por ti- dijo consiguiendo arrancarme un suspiro.

- Fue precisamente por algo de ella que me fui así... Ya te contaré, ¿en éste momento dónde te encuentras?...- pregunté mientras iba caminando a mi salón de clases.

- Ya estoy en mi salón, pero tengo la siguiente hora libre.

- Muy bien. Yo no entraré a la siguiente clase. Necesito que me ayudes a hacer algo, ¿crees que puedas?...- pregunté, imaginando la picardía que seguramente se dibujó en su rostro.

- ¡Sabes que sí!- respondió en cuanto hube terminado la frase.

- Muy bien... Necesito que lleves a Dianna al salón donde ensayábamos. Sólo quiero hablar con ella y ya, decirle todo lo que me pasa... No puedo seguir con la duda.

- Me alegra que por fin tengas algo de iniciativa, Lea- me dijo de manera burlona. Muy en el fondo supe que era su manera de animarme.

- Espero que todo salga bien- aseguré con simpleza.

- Así será- dijo. - Te la llevo en dos horas, ¿está bien?...

- Perfecto- respondí sintiéndome nerviosa desde ese momento. Sin algo más que añadir, colgamos la llamada y simplemente llegué hasta mi clase con la contrariedad de que el tiempo pasara y no. Me sentía nerviosa como pocas veces y sinceramente no pude concentrarme en una sola palabra del profesor; sólo pasaban por mi mente los distintos escenarios que se podían presentar cuando por fin le dijera a la rubia todo lo que pasaba por mi cuerpo entero cada vez que la miraba. Supe que, en el peor de los casos, ella simplemente me diría que no deseaba intentar algo como pareja pero igualmente aceptaría mi amistad. Me conformaba con ello si era todo lo que podía recibir.

Cuando finalmente el profesor terminó con la clase, salí casi corriendo hacia el lugar donde había pedido a Keila que llevara a Dianna. De camino compré algunos dulces, y pasé a la papelería escolar por un par de hojas de colores, donde posteriormente, tratando de tener una caligrafía que por lo menos calificara de "decente", escribí algunas cosas (por no decir cursilerías), que pegué por todo el salón donde vería a la rubia y luego de esperarla durante algunos minutos, ella entró con la misma encantadora sonrisa de siempre y me miró de una forma inexplicable.

- Hola...- saludó luego de unos segundos.

- Hola- respondí en el mismo tono.

- Me dijo Keila que me estabas buscando, ¿qué sucede?...- preguntó mirándome de esa manera que, estaba segura, ya se había dado cuenta que me desarmaba.

- Necesito decirte algo, y necesito que me hagas un favor.- pedí sabiendo que si no era en ese momento, probablemente no lo haría nunca. Ella me miró con un gesto que demostraba lo extrañada que estaba, pero luego simplemente asintió.

- Dime...

- Quiero que por favor leas en voz alta todas las cosas que están escritas en las hojas de color que pegué en la pared- indiqué mientras señalaba una de ellas. - No importa el orden en que las leas- añadí mientras ella me miraba cada vez más extrañada. Luego de unos segundos, obedeció con simpleza.

- El color de tus ojos- leyó en la primera hoja que eligió.- La forma de tu boca- continuó.- El tono de tu cabello. Las suavidad de tus manos. La forma de tu espalda. Tu cintura. La clase de tus pasos. Tu movimiento de cadera. Tu sonrisa. El sonido de tu risa. La forma en que entrecierras los ojos cuando tratas de concentrarte. Los movimientos que hacen tus manos cuando estás explicando algo. La graciosa manera en la que te muerdes el labio. Tus brazos. Tus pestañas. Tu nariz.- leyó sin parar al tiempo en que giraba la cabeza para mirar cada una de las cosas escritas. Finalizó, como si el universo mismo se hubiera confabulado para ello, con una hoja en color lila que decía "Todo de ti". Una vez que ya no existían más palabras que leer, giró para verme realmente contrariada. - No entiendo- confesó medio apenada. Le sonreí.

- Lo que acabas de leer son algunas de las muchas cosas que me gustan de ti- respondí entonces, mientras me acercaba a ella con una timidez que pocas veces había experimentado. La expresión en su rostro se tornó de una manera perfecta: ensanchó una sonrisa, el verde de sus ojos resplandeció como si se tratara de un par de joyas de plata, y un par de hoyuelos divinos se acomodaron, uno en cada mejilla. - Sé que no debería decir más cosas, pero es importante que sepas que...- pretendí continuar, pero ella me interrumpió poniendo su dedo índice sobre mis labios.

- No hace falta... - dijo con tanta suavidad que sentí una brisa invadiéndome el pecho. Cerró sus ojos por un momento y entonces aproveché: ella no parecía estar disgustada con mi <declaración> y muy por el contrario, pude jurar en ese instante que también su corazón estaba casi saliéndose del pecho. Sin algún rastro de duda, simplemente actué: era justo para mí y se había convertido en necesario. Invadida por una inmensa alegría, me acerqué hasta ella y... La besé. Todos los miedos quedaron muy lejos de nosotras, que en ese momento estábamos fundidas en una sola persona. Sus manos jugaban de forma traviesa con mi espalda y a veces se enredaban en mi cabello. Sus labios eran más suaves de lo que llegué a imaginar en todas las veces en que había querido besarle y los pequeños mordiscos maestros que me estaba dando en los míos me enloquecían con tanta facilidad que en un par de ocasiones suspiré; era como si ella supiera desde antes que de todas las cosas que se podían hacer en los besos, esa era la que más fácilmente me hacía <perder el piso>. El beso se prolongó por tanto tiempo que sentí que me estaba volviendo loca. Todo era tan irreal que tuve terror de estar soñando nuevamente, pero aquello era real: la mujer que me hizo perder la razón desde el momento en que le vi, estaba correspondiendo la forma en que le demostraba todo lo mucho que me gustaba. Tuvimos que parar curiosamente: brincamos separándonos como por instinto cuando la puerta del aula se abrió lentamente. Giré la vista con el corazón latiéndome furiosamente, parte por la exaltación del beso y parte por el "susto" del movimiento de la puerta.

- No sé porqué presentí que me encontraría con esto- dijo Keila, quien luego rio, mientras Christian trataba (sin lograrlo) ocultar una sonrisa amplia, mientras abrazaba a mi mejor amiga.

- ¡Keila!- reclamé algo molesta por la forma en la que mi momento se estaba viendo irrumpido.

- Deberían de agradecerme por salvarles la vida... Hasta moradas están- dijo de una forma seria, pero luego sonrió. Quería seguir enojada, pero no pude hacerlo al notar su gesto de travesura. Dianna se puso completamente roja y simplemente me tomó la mano, haciéndome olvidarme de absolutamente todo. Correspondí su caricia y luego noté que Keila nos miraba con la sonrisa más ensanchada que nunca.

- ¡Hasta que Lea se atreve!- dijo abrazando a Christian.

- Silencio- sentencié, indicándole con la mirada que no era necesario que dijera una sola cosa más.

- Lea... Como si nadie supiera que desde el momento en que la viste por primera vez esperabas esto.- dijo omitiendo por completo mi petición implícita.

- Amor, no las molestes...- intervino Christian oportunamente.- ya con ese beso que se estaban dando nos dimos cuenta- concluyó.

- ¡Son igual de insoportables!- dijo Dianna, sonriendo.

- Tal para cual- completé con "fastidio", también sonriendo.

- Pero así nos aman- dijeron al mismo tiempo, logrando que todos sonriéramos. Definitivamente y por alguna razón extraña, eran uno para el otro.

- Bueno, ¿y nos buscaban para algo o sólo viniste a molestar?- le pregunté a Keila.

- Sólo queremos invitarlas a desayunar.

- ¿A dónde?...

- A la cafetería que está fuera de la escuela, cruzando el puente- dijo para reírse.

- Muy bien, pues yo sí tengo un poco de hambre- dijo Dianna mirándome.

- Claro, yo también- respondí por inercia, derritiéndome con el gesto que tenía la rubia en ese momento.

- Pues vamos a desayunar antes de que tengamos que despegarte del suelo con una espátula. - completó Keila, mientras ella y Chris comenzaron a salir del salón. Los seguimos. Dudé por un momento acerca de cómo caminar junto a Dianna, y me sentí muy afortunada de que ella no soltara mi mano en todo el camino. Más de una persona nos miró de manera extraña, pero al final nada me importaba: me sentía flotando por encima del suelo, con una felicidad tan grande que hasta se veían más verdes las hojas de los árboles, más brillante el sol y las personas también irradiaban cierta luz que anteriormente no había notado en ellas. Caminamos hasta llegar a la cafetería que mencionaron antes y luego de pedir una canasta de pan integral y el café "Caramel", (especialidad de la casa), desayunamos con tranquilidad. De vez en cuando las miradas de Dianna y la mía se cruzaban, haciendo que en el aire saltaran auténticas chispas. Su mano se encontraba en mi pierna y de vez en cuando daba caricias tiernas sobre mi muslo, haciéndome temblar. Luego de que pasaron quizás un par de hora y ya habíamos liquidado la cuenta, sucedió algo que desbalanceó por completo todo. La rubia se incorporó de pronto (se encontraba hasta ese momento con su cabeza recargada en mi hombro) y se alejó como por impulso de mí. Su rostro se tornó en un tono completamente rojo mientras cierto nerviosismo le invadía. Medio extrañada, la miré buscando una respuesta de la pregunta que no me atrevía a formular, y que a fin de cuentas no fue necesario, porque segundos después llegó hasta la mesa: Masha se acercaba lentamente hasta nosotros, con todo y la belleza de su rostro desdibujada y claramente cambiada por una especie de enojo.

- Necesitamos hablar- le dijo directamente a la rubia, omitiendo por completo a los demás.

- ¿Tiene que ser justo ahora?- preguntó.

- Sí. A menos que tengas cosas más importantes qué hacer- dijo mientras me miraba de una forma que agradecí a la vida que las miradas no pudieran matar a alguien. La rubia no respondió nada, simplemente bajó la vista.

- Eh... ¿Saben qué, chicos?... Debo ir a preparar algunas cosas para el trabajo.- mentí. Keila detectó inmediatamente que no estaba diciendo la verdad, pero supo que no era el momento de tratar de que me quedara ahí, por lo cual simplemente no dijo nada.

- Lea, espera...- dijo Dianna al notar que yo me levantaba.

- No tiene caso que espere- respondí con cierta indiferencia. - Nos vemos después- dije para luego dejar algo de dinero sobre la mesa y despedirme de todos con un beso en la mejilla. Keila salió inmediatamente detrás de mí y me alcanzó cuando ya estábamos a unas distancia vasta de la cafetería.

- Lea, no seas impulsiva...- pidió.

- No es que sea impulsiva, Keila. No pienso quedarme a verlas de nuevo.

- ¿De nuevo?...

- Sí. Ayer me fui tan enojada a mi casa porque las vi besándose en la biblioteca.- dije finalmente.

- Nena...- dijo abrazándome.- No puedo creer que no te des cuenta de lo que pasa.

- Si me doy cuenta.- la interrumpí con arrogancia.- Pero no importa, Keila. Lo que quería es que Dianna supiera lo que me hace sentir y ya lo sabe. Ya no importa si soy correspondida o no. Por lo menos me quedará el recuerdo de ésta mañana.- dije mientras la miraba. Ella me sonrió con cierta tristeza.

- Siempre serás una romántica y una bohemia.- dijo finalmente.- Sólo espero que pienses bien las cosas, Lea. A veces nada es lo que parece- culminó dándome un beso en la mejilla. Yo le sonreí.

- Gracias, Keila... Nos vemos mañana.- le dije mientras me zafaba lentamente del abrazo que habíamos comenzado. Caminé lo más a prisa que pude hasta llegar al transporte que finalmente me llevó al apartamento. Llegué con el ánimo tan bajo que simplemente tenía ganas de dormir. Aunque mis ojos querían rebelarse, me prohibí terminantemente llorar y logré abstenerme de ello. Quitándome la ropa "espectacular" que llevaba puesta, simplemente me recosté en el sofá y cerré los ojos. Probablemente aquello era real y no un sueño; siempre me quedaría el recuerdo de los labios más hermosos, los mordiscos más deliciosos y los ojos verdes que resplandecieron cuando leyeron mis palabras, pero quizás ya era momento de que me resignara a que hay personas que son simplemente inalcanzables.

CONTINUARÁ.



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