La Lista del Hombre Perfecto...

By TammyTF

1.7M 18.3K 2.7K

La historia está disponible completa en El rincón de la novela Romántica y Amazon. El link para leer la novel... More

Desgraciados todos.
Señor Papa.
Privado. (Final)
Publicación en papel
¡¡Concurso!!
Pequeño Concurso

Lista del Hombre Perfecto.

215K 6.6K 582
By TammyTF

Capítulo I: Mi nombre es Sam.

Cuando alguien llama a mi puerta tan temprano y con tanta insistencia, dos cosas pudieron haber ocurrido:

a) Que mi madre por fin haya cumplido su promesa de resbalarse en la tina y ahora más que nunca, requiera mis servicios de enfermera. (Dios, no permitas que sea eso)

b) Que mi descuidado, sexy, atormentador, risueño y poco observador vecino, se haya quedado sin suministros de cerveza.

No es que tenga favoritismo entre una y otra pero estando a minutos de salir para el trabajo, pues la verdad no me gustaría tratar con ninguna. Supongo que la de mi madre no necesita explicación y en cuanto a Jace (así se llama mi vecino), vale la pena la aclaración.  

Que sea desatento, sexy y cualquier otro apelativo que haya utilizado para describirlo, no es el problema. Es más ni siquiera me molesta que se tome mis cervezas, pero ese día y en ese preciso momento, no estaría demás vivir junto a una persona normal. No pido nada muy exagerado, no sé, quizás un solitario y sus gatos, una adicta al sexo por teléfono o de esos que escuchan música a toda hora y para todo el mundo. Pero no, yo vivía junto a Jace.

Exactamente hace un año, tres meses, catorce días y algo así como…siete horas. ¡Vaya! Se había levantado temprano.

En fin, no piensen que llevo la cuenta. ¡Qué va! Ese es el tiempo exacto en que me mudé a este piso, ¿qué tan psicótica parezco?

—¡Voy!—grité con el cabello enredado tratando de comerse otros de mis cepillos favoritos. Salí del cuarto de baño y rescaté al guerrero entre mis hebras, antes de abrir la puerta.

Mi madre estaba bien, por si alguien se quedó con ese pensamiento.

—Ya era hora—Él entró como de costumbre, sin pedir permiso o esperar invitación.

—¿Qué haces aquí? Es lunes, ¿lo sabes? “Trabajo”

Jace tenía problemas de memoria, entre muchos otros defectos. Defectos que la mayoría de las personas pasaba por alto con tan solo verlo a la cara. Verán, él es de buen ver. Tiene todos los rasgos ideales para ser un actor famoso de novelas románticas o quizás un estupendo modelo de ropa interior. Aunque Jace no era nada de eso. Cuando lo miras, no puedes evitar pensar que el mundo es injusto con algunos, pero que obviamente la injusticia no llegó a la casa de ese muchacho.

¡Caramba! No piensen mal de mí, sólo estoy señalando un hecho. Jace es guapo; él lo sabe, yo lo sé y estoy casi segura que la mitad de la ciudad también lo sabe. Pero eso no significa que yo guarde algún sentimiento romántico hacia mi vecino, somos amigos en el mejor de los casos. Nada más y les aseguro que eso no me quita el sueño, así que pueden ir descartando la idea de que ésta es la historia de la tonta enamorada del chico imposible.

—Sé que día es, gracias—miró a su alrededor como buscando cámaras ocultas o algo por el estilo. Yo fruncí el ceño, por alguna razón su actitud precavida me dio la pauta para adivinar lo que pasaba.

—Rompiste la regla número uno, ¿verdad?—Él se mordió su perfecto labio inferior, emulando a un crío travieso y encantador.

Oh tonta de mí, la regla número uno es:

—Nunca lleves a una cita de una noche a tu casa. —Gracias por aclararlo, Jace.  

—¿Y qué pasó?

—Creo que bebí más de la cuenta.

Puse los ojos en blanco al oír eso.

—Como si eso existiera en tu diccionario.

Él pasó por alto mi comentario y en un súbito cambio de tema, me observó fijamente antes de decir:

—¿Vas al trabajo?

Como señalé antes su memoria no trabaja muy bien, menos cuando tiene resaca y a una extraña en su departamento.

—Sí, es lunes ¿recuerdas?—No le estaba recordando el día en sí, sólo lo que ocurriría ese día.

Jace entrecerró sus ojos grises un instante y en su rostro se plantó ese gestito medio serio, que a veces le salía.  

—¡Eliot!—exclamó repentinamente, asentí sonriendo.

Podía ser de todo el infeliz degenerado, pero al menos sabía escuchar. Aunque estaba más que segura que ese esfuerzo me saldría varias cervezas gratis. 

Entonces aquí les va la otra aclaración, Eliot es…bueno es el amor de mi vida. El único hombre capaz de cortarme el aliento con su simple presencia, sí, tal vez Jace es guapo pero Eliot lo es TODO. Inteligente, atento, considerado, adorable, con unos tranquilos y honestos ojos verdes, y la boca más irresistible que una pudiese pedir. Ese era él, mi Eliot. Aunque de mío no tenía ni una onda de su perfecto cabello castaño. Era por así decirlo, un amor a distancia.

Nos hablábamos, trabajábamos en el mismo lugar y todas las mañanas compartíamos una taza de café. Pero eso era todo, yo me embobaba escuchándolo o sólo mirándolo, y él no tenía idea de mis oscuros sentimientos hacia su persona.

La primera vez que lo vi, estaba sacando unas copias en una de las maquinas menos cooperadoras y sólo tuvo que voltearse en mi dirección un segundo, para que yo supiera que era el hombre de mi vida. Recuerdo haberlo ayudado de muy buena fe y así comenzó lo nuestro; una maquina que no funcionaba y unas copias que debían ser sacadas. No muy romántico a decir verdad, pero ¿qué importa? Las tonterías que venden las películas no les pasan a todos y menos a mí. Pero ese suceso en mi cabeza fue digno de un globo de oro (espero que ese sea premio para películas). En fin, llevaba desde entonces aguantando ese horrible empleo, sólo para poder estar cerca de él. Sí, maldición soy una patética forma de vida. Pero no se fijen, no hago daño a nadie así que no me critiquen.

Odio mi trabajo creo que está demás decirlo, en realidad ni siquiera comprendo por qué estoy allí aún. No hago nada relacionado a lo que estudié, pero estoy y mientras esté, eso significa un poco más de Eliot. ¿No es un nombre encantador? Es como si las sílabas bailaran por –tu lengua al pronunciarlo, inténtenlo…E–L–I–O–T. ¿Ven?

—Hoy es el gran día—Le informé a mi vecino, mientras lo veía deambular por el departamento. A Jace le gustaba echarse en mi sofá, cual ballena que ha anclado en la playa. Por lo que no me sorprendía verlo acechándole a la distancia.  

—¿La fiesta de despedida?—inquirió mirándome por sobre el hombro. Asentí.

—Sí… o bienvenida, la verdad es que no tengo idea. No pertenece a mi departamento, pero estoy invitada así que me da igual.

—¿Y bailaras con él?

Mi rostro pasó por todos los tonos de rojo, me costaba una buena dotación de coraje pensar en Eliot y no sonrojarme.

—El otro día me dijo que le apartara un baile—apreté mis manos con nerviosismo—. ¡Jace, realmente creo que esta es mi noche!

Y en verdad lo pensaba, pues si bien Eliot y yo teníamos algo así como una simple amistad, esa vez había sido la primera en la que me habló de un modo más personal. ¡O sea, él quería bailar conmigo! No era la invitación en sí lo que me emocionaba, sino la forma en que me lo había pedido. Fue algo que deberían haber visto, pero como pasó hace una semana no voy a contárselos. No sean tan pedigüeños, la historia empieza aquí así que se aguantan.   

—¿Pasaras por aquí cuando salgas del trabajo?

Lo miré contrariada.

—¿Para qué?

—Para cambiarte—ofreció él como si fuese eso una obviedad.

Me inspeccioné rápidamente pasando revista de mi atuendo. Llevaba una de mis camisas blancas de franela y una falda gris pegada al cuerpo. Era la indumentaria de una secretaria y en mi cabeza eso iba bien para el evento. 

—¿Qué tiene esto de malo?

Jace frunció el ceño, también paseando sus ojos por mi silueta.

—Bueno, sé que Eliot es un monje pero dudo que la versión eclesiástica le vaya.

No comprendí su comentario a la primera, pero eso no significaba que no me molestara.

—¡No parezco una monja! Y ya te dije que no hables así de Eliot—me fastidiaba mucho que lo tratara de tonto, sólo porque no buscaba meterse entre las piernas de cada mujer que cruzaba.

Para Jace cualquier hombre que no hacía su movida en la primera semana, era gay o tenía un serio problema que implicaba amputaciones de miembros importantes.

—Mira tal vez el señor Tortuga, necesite algo más que tu atuendo usual esta noche. ¿No quieres darle un incentivo?

—No es un perro, no necesita que le entregue un dulce para que me dé la patita.

—Sólo pienso que podrías variar un poco.

Volví a mirar mi camisa. Era práctica, cómoda y combinaba con todos mis zapatos. Tenía alrededor de siete camisas iguales, pero en distintos tonos. Por supuesto que eran colores claros; blanco, beige, camel y algún que otro amarillo delicado. Perfectas para una secretaria, por ende, perfectas para mí.

—No tengo otra cosa.

—¿Y te preguntas por qué tortuga aún no te invita a salir?

—Eliot no es superficial como tú, a él no le importa cómo me vista. Si se debe fijar en una mujer mira en su interior. ¡Dios! No puedo creer que seas tan desabrido.

—¡Oh vamos, Sam! ¿Me vas a decir que Eliot lleva una maquina de rayos X en su bolso? Quieras o no admitirlo, a los hombres las mujeres les entran por los ojos. Sí, tal vez luego quieran conocerla más en profundidad…

Hice una mueca.

—Asqueroso.

—No hablo de esa profundidad, cielo—rió y yo no pude evitar sonreír—. Pero antes que alguien intente conocer el interior de otra persona, primero debe haber algo que llame su atención—negué sin aceptar su lógica—. Dime, si vas a una tienda, ¿por qué compras lo que está en los estantes intermedios?

—Porque es lo que está a la vista—respondí sin pensar, él me señaló como si con eso respaldara su teoría.   

—¡Exacto!

—¡Qué estupidez! No puedes…—sacudí la mano y cogí mi bolso, era tonto intentar discutir con él—. Me voy al trabajo.

—Espera—me jaló de un brazo para darme la vuelta—. Ya que vas a presentarte así, al menos intenta mejorar la mercadería.

Lo golpeé en las manos. 

—No me toques.

—Ya, déjate—Él comenzó a pasar sus dedos por mi cabello y por un segundo me sentí como una de las mujeres que aparecen en los programas de transformaciones. Jace jaló algunos de mis mechones y los enlazó artísticamente, de forma que mi cabeza no pareciera el nido de un ave hambrienta.

Bueno, digamos que mi vecino sabe lo que le gusta ver. No que sea estilista ni nada por el estilo, sólo es un hombre que conoce de mujeres.

—En serio, debo irme.

—Un segundo—sus manos se trasladaron al bajo de mi camisa y antes de que pudiese rechistar, él ya tenía anudada ambas partes por encima de mi falda. Yo jamás la usaba de fuera, me parecía algo completamente vulgar. Las camisas iban bien metidas dentro de la falda, esa era una regla que toda chica de escuela católica sabe.

—Jace, así no me gusta—me quejé intentando volver todo a su estado natural.

—Cállate—Él se apartó lo suficiente para observarme analizadoramente—. Falta algo…

—Sí, tu cordura. ¿Puedo irme ya?—me enseñó su perfecta sonrisa digna de los anuncios de Colgate, antes de extender una mano y soltar los dos primeros botones—. ¡Hey!

—No, déjalos así—Ni loca me aparecía en el trabajo con esa pinta, parecía una...una…—. Mírate en el espejo—Antes de que pudiera completar mi crítica mental, Jace me empujó frente al espejo del recibidor.

Me miré un largo segundo, me veía... bueno, no tan mal a decir verdad.

—Me gusta—susurré viendo como mi rostro quedaba mucho más armónico, con los bucles cayendo delicadamente alrededor de mis mejillas.

—Te lo dije. ¡Ahora ve! El tortugon me enviará una carta de agradecimiento.

Lo miré molesta.

—No le digas así—me mordí el labio, estaba un poco insegura respecto a la idea de Jace—. ¿No crees que estoy enseñando mucho?—pregunté apuntando a mis gemelas.

—Puf, una maestra de escuela enseña más que tú.

Rodé los ojos, era inútil discutir con él. ¿Cómo es que aún no lo aprendo?

—De acuerdo, me voy.

—¿Me prestas tu cama?

—Sólo no traigas a nadie aquí.

Él frunció el ceño, seguramente recordando que su departamento estaba habitado por indeseados en ese mismo instante.

—Si la ves por ahí, dile que morí de algo muy extraño y repentino.

—No me va a creer.

Sonrió de medio lado.

—Ella piensa que soy astronauta, te aseguro que si le dices eso te creerá e incluso se ofrecerá para hacer mi funeral.

—Engreído.

Jace se encogió de hombros y partió rumbo a mi habitación, yo suspiré en la puerta de mi casa lista para afrontar aquel día.

De haber sabido como resultaría todo, ni me habría molestado en cambiar mi look. Pero eso, viene más adelante. Por ahora permítanme decirles que mi nombre es Sam, y no, no estoy intentando robarme la fama de cierta película que hace a más de medio mundo llorar. Ese realmente es mi nombre y ésta es mi historia, no tengo súper poderes, ni soy la más popular de una clase de ochocientos, no conozco a un roquero, ni puedo beber alcohol de cabeza. Jamás me metí en grandes líos y hasta hace una semana, dormía con mi pijama de Patricio Estrella. 

La verdadera yo tiene un empleo mediocre, un vecino guapo, un compañero de trabajo que no sabe que lo ama y un jefe que la odia sólo porque la naturaleza se lo dice. Y si les interesa saber cómo pasé de eso, a lo que soy hoy…pues los invito a seguir leyendo. Pero he de advertirles desde ahora, todo lo que aquí se diga será un secreto que deben llevarse a la tumba. Ustedes serán mis confidentes, porque a alguien tengo que contarle como mi patética vida, se fue al diablo en una sola tarde. Y como a partir de ese día, decidí que ya tenía suficiente de esta mierda. Los cambios no siempre son de lo mejor, pero el mío al menos los va a hacer reír. Eso esta garantizado o les juro que les devuelvo su dinero.

Claro, como si alguno de ustedes vaya a pagarme por esto. Realismo, gente, realismo. 

__________________

Espero que les haya gustado, si es así regalen una estrellita de animos ¿? xDD Gracias por leer. 

Continue Reading

You'll Also Like

132K 12K 27
Hyunjin es el chico más guapo y coqueto de la preparatoria, Felix es un chico estudioso y el líder del club estudiantil. ¿Podrá Hyunjin lograr que Fé...
523K 45.6K 35
Después de mantener una relación bastante tóxica con su madre, Marina Lúa decide cursar la universidad muy, muy lejos de ella. En la Ciudad de México...
5.1K 778 25
Ellos son completamente diferentes y jamás compartieron una relación normal, aún asi hasta los últimos momentos juntos entregaron todo por nada. Port...
1.4M 103K 81
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...