Desgraciados todos.

73.9K 3.9K 610
                                    

Capítulo II: Desgraciados todos.

Corriendo por el hall de entrada, llegué a tiempo de subirme al ascensor que estaba a nada de partir. En su interior se encontraban Cristal, la chica que siempre tenía muchos sobres en sus manos pero que nadie sabía qué rayos hacía por nosotros; y Matías, el chico que en realidad no tenía idea si trabajaba allí o sólo pasaba a coquetear de tanto en tanto. Ambos me ofrecieron sendas miradas de reproche por hacerlos retrasar. Mi piso quedaba a mitad del suyo, por lo que el ascensor debía detenerse antes para mí y luego para ellos; en mi fuero interno deseé que se rompiera justo después de mi parada.

Una actitud infantil lo admito, pero no hay razón para que me vieran como si tuviera que pagar algún derecho de estar allí. Seguramente los dos tenían alguna clase de plan para pasar el rato en el ascensor, y eso automáticamente me hizo arrepentir de mi deseo anterior. La puerta se abrió antes de que tuviese tiempo de seguir planteándome teorías sobre esos dos, bajé del ascensor a trompicones y pude jurar que oí la pequeña risilla de burla de Cristal. Será perra.

Pasé de todos sin hacer contacto visual, me gustaba clavar la vista en la punta de mis zapatos e imaginar que era un pequeño microorganismo al que nadie ponía particular atención. Es decir, ¿por qué alguien pondría atención a un microorganismo? Ni siquiera pueden verse sin un equipo especifico, ¿cierto? Pues esa era yo en la oficina, una chica que no destacaba de nada y por nada. No es que me menospreciara, o me echara a menos. A decir verdad soy toda una belleza. De acuerdo lo admito, no soy una rubia despampanante de sonrisa deslumbrante como se suelen describir en las historias. Más bien tengo el cabello castaño y los ojos café, una sonrisa agradable cuando hace acto de presencia y un humor bastante negro cuando me apetece ser malvada. Pero que quede claro que no me apetece muy seguido, pocas personas despiertan mi genio y pocas personas despiertan a mi chica tonta, lambiscona, enamoradiza, soñadora… deben saber que Eliot acababa de entrar en mi campo visual.

—Hola, Sam—Y me estaba hablando, nada valía más la pena que tener a ese hombre delante de mis ojos tras una mañana particularmente complicada.

—Eliot—Afortunadamente no había tartamudeado como en otras ocasiones, o dejado salir un poco de baba a través de mis labios. Esas cosas pasan sin que una pueda controlarlo, lo juro.

—Te ves… —deslizó su mirada verde por todo el largo de mi talle, me sonrojé—. Distinta, ¿te has hecho algo?—Mataría a Jace, por su estúpido plan de mejorar la mercadería. Ahora Eliot pensaría que era una cualquiera, fácil, arrastrada… —. Te queda muy bien.

Jace acababa de ganarse el cielo, un viaje completamente pagado por mí.

—Gracias, pensé en cambiar un poco hoy… es un día muy especial—De acuerdo, hora de hacer silencio.

—¿Lo es?

—Sí…—Voy a bailar contigo y vas a declararme tu amor, tendremos bebés hermosos de ojos verdes y cabello castaño. Seremos felices, envejeceremos juntos y recordaremos este día en nuestro maldito álbum de fotos. Ya lo tenía todo planeado.

—Vaya, ¿por qué?

—Bueno, porque…—No sabía muy bien qué decirle, develar mi plan en ese momento podría asustarlo un poco. Los hombres tenían esa manía de echarse para atrás ante la primera muestra de estabilidad—. Porque alguien se va…—improvisé sobre la marcha —, siempre es especial el día cuando alguien se retira.

Eliot frunció el ceño pensativo.

—Pensé que era una fiesta para darle la bienvenida al nuevo equipo de encuadernación.

La Lista del Hombre Perfecto. (Sólo Primeros Capítulos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora