SECBRA©: Libro 1 de la trilog...

By BecaAberdeen

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Dos años en el top de Ciencia Ficción de Wattpad. Ash ha vivido toda su vida en el espacio rodeada de adultos... More

1: Prólogo
2: Capítulo 1
3:Capítulo 2
4: Capítulo 3
5: Capítulo 4
6: Capítulo 5
7: Capítulo 6
8: Capítulo 7
9: Capítulo 8
10: Capítulo 9
11: Capítulo 10
12: Capítulo 11
13: Capítulo 12
14: Capítulo 13
15: Capítulo 14
16: Capítulo 15
17: Capítulo 16
18: Capítulo 17
19: Capítulo 18
20: Capítulo 19
21: Capítulo 20
22: Capítulo 21
24: Capítulo 23
25: Capítulo 24
26: GLOSARIO DE TÉRMINOS INVENTADOS PARA SECBRA
27: Trilogía Desterrados
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Universo Desterrados
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23: Capítulo 22

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By BecaAberdeen

Capítulo 22

El mensaje de Raoul Davini lo había dejado claro. Incluso los organizadores del BackStreet estaban preocupados por los sospechosos ajustes que se estaban llevando a cabo en Noé. A pesar de que, en su discurso, la Secretaria de Estado hubiera asegurado que nada alarmante estaba ocurriendo, el programa de austeridad adoptado por el gobierno, de forma tan repentina, estaba sembrando la alarma.

El aire crujía con la espeluznante sensación de que algo andaba mal. Por esa razón, los organizadores del BackStreet lo habían adelantado casi un mes, y Raoul Davini se había asegurado de comunicárselo a Sooz junto con una renovación de su invitación.

Ella los había criticado amargamente en un principio. Su humor durante ese mes no había sido ninguna maravilla. La reconciliación con Driamma había mejorado las cosas, pero la decadencia de Noé comenzaba a hacerse dolorosamente visible, sobre todo para ellas, que sabían exactamente lo que estaba ocurriendo. Además, su no-relación con Elek se había convertido en su principal angustia. Como a menudo ocurría, ahora que lo había perdido lo quería más que nunca. Por todas esas razones, la chica se negó por completo a acudir al evento.

Ash, que había empezado a cogerle el gusto a las novedades y a las primeras veces, sobre todo ahora que se veía con un inexperto pie en la tumba, estaba resuelta a no perderse nada. Había insistido, en nombre de sus cortas vidas, que merecían una noche de equivocaciones más que nunca.

Driamma, que había perdido más del ochenta por ciento de su energía vital después de lo de Bronte, se debatía entre la apática indiferencia con que enfocaba todo, y la decisión final de acudir, cuya razón máxima, Ash sospechaba, era esa pequeña e ínfima esperanza de que su hermano aún viviera con otra identidad en Noé.

Nunca mencionó ni habló de esa esperanza, pero Ash podía verla en sus ojos cuando visitaban la ciudad. Un pequeño brillo, cada vez más tenue, que la hacía mirar a su alrededor y observar a todos los jóvenes de la edad y constitución de su hermano. Era descorazonador. Pero, al fin y al cabo, la chica no lo había visto muerto, y Ash sospechaba que algo en su interior aún gritaba que su amado hermano seguía con vida.

No hablaba mucho de sus sentimientos al respecto. Siempre que le preguntaban como estaba, respondía lo mismo:

―Como si una guerra nuclear me hubiera dejado completamente huérfana.

A las nueve de la noche del viernes se apearon de la cápsula en una de las estaciones de la ciudad de Noé. La estación estaba apenas a diez metros del lugar que Sooz había estipulado con Davini. Un parque que durante el día servía de recreo para los moradores de la zona, pero que a esas horas de la noche estaba desierto.

Ash agudizó la vista y, a lo lejos, en la zona más externa e iluminada del parque, pudo ver las sombras de un corredor haciendo jogging, y a una pareja paseando por el camino de tierra.

Se detuvieron delante de un enorme roble. Sooz miró a su alrededor, pero estaba claro que estaban solas.

—¿Dónde demonios está Davini? —Exclamó irritada—. Uno esperaría que alguien perfecto fuera también puntual.

—¿Alardeando de cita?

Las tres chicas escucharon claramente la voz, pero no fueron capaces de localizar la fuente. Era como si el mismo árbol lo hubiera dicho.

—Aquí arriba —repitió la voz.

Ash levantó el mentón, concentrándose en escudriñar la copa del árbol para localizar al emisor. Veinte segundos le bastaron para encontrarlo sentado tranquilamente en una gruesa rama del árbol. Su espalda estaba apoyada en el robusto tronco principal, con serenidad, como si no le costara esfuerzo alguno mantener el equilibrio.

Analizó al personaje público sobre el que había cotorreado tantas veces, y sintió un escalofrío recorrerle la espalda; pero fue una sensación agradable. Aquella noche iba a ser digna de recordar.

Raoul llevaba unos pantalones de cuero negro de imitación, que se unían a sus botas altas de pelo a la última moda quizá entre los progresistas. También una sudadera blanca y abierta, que dejaba al descubierto parte de su pecho. Parecía sacado de un escaparate o de un catálogo de moda. A algunas personas la ropa les quedaba como si hubiera sido hecha para su cuerpo, y ése era el caso de Davini.

Raoul no estaba solo; a su lado, en la rama, había una chica rubia alta y esbelta, con constitución atlética, como si pasara el día haciendo deporte. A diferencia de Raoul, estaba en pie y se agarraba a unas ramas con cierta aprensión.

—Riquini, no creerás que esto es una cita, ¿verdad? —Le espetó Sooz, cruzándose de brazos.

—Oh, vamos, Sooz. Se te oía dar grititos de felicidad, ante la perspectiva de una cita conmigo, desde mi mansión.

Sooz cerró los ojos un instante, reuniendo paciencia en lo más profundo de su ser.

—Raoul, ¿crees que esa ropa es lo suficientemente masculina como para que te permita usar tantos diminutivos?

Ash no pudo evitar reír al escuchar a la amiga de Raoul criticar sin miramientos al personaje más popular de Noé.

Raoul  elevó el rostro para observarla, un tanto molesto.

—La homosexualidad es un defecto genético y yo no tengo ninguno.

La chica que lo acompañaba sacudió la cabeza como si no pudiera creer lo que acababa de oír.

—El amor te vuelve imbécil —dijo como para sí misma.

Sooz, que se había llevado las manos a la cara al oír el comentario del muchacho, se volvió hacia ellas con expresión iracunda.

—Os odiaré siempre por obligarme a hacer esto. Rezad por que no asesine a ese imbécil y acabe en la cárcel.

—¿Qué susurras, preciosa? —Gritó él, a su espalda—. No hay necesidad de ponerse nerviosa, solo soy de músculo y hueso.

—Riquini —Sooz se aseguró de que el apodo sonara lo más ofensivo posible—. Se me están ocurriendo formas de bajarte de ese árbol. Y todas acaban con la rotura de tu cuello.

Raoul rio con una hermosa y profunda carcajada.

—Pero eso sería una pérdida para el Mundo; y de tiempo, pues vosotras tenéis que subir también para ir a la fiesta. Empezad a trepar.

—¿Qué? ¿Pretendes que nos creamos que hay una fiesta en ese árbol silencioso? —Interrumpió Driamma —. No hay nadie más aquí, aparte de nosotros cinco.

—Eso es porque miras pero no ves, Amiga Número Dos —contestó él.

—Tengo nombre —le espetó Driamma.

—Seguro que sí —concedió él—. Pero para mí, esta noche, sois Amiga Número Uno y Amiga Número Dos.

—Eso es más largo que nuestros nombres —protestó Ash, con lógica.

—Puede —comentó, inclinando la cabeza—. Pero no más largo que el tiempo que me llevaría recordar algo que no me interesa. Créeme, Número Uno, lo tengo comprobado.

Ash se cruzó de brazos también, como había hecho Sooz antes.

—Veo que tu perfección deja mucho que desear.

—Pórtate bien o te relego a Número Dos —advirtió él con seriedad.

Sooz soltó un bufido.

—¿Veis a lo qué me refería?

—Ya basta, Raoul —se quejó la chica con tono firme, como si tuviera la capacidad de controlar a aquel ser humano, arruinado por años de halagos.

—Díselo a ellas, que siguen sin trepar; no a mí.

—Enséñales cómo hacerlo —ordenó ella, empujándolo con la pierna. Raoul cayó al suelo con un sonoro topetazo y un quejido aún más alto.  Maldijo durante unos instantes el dolor que estaba sintiendo en la pierna, pero ni una sola vez insultó a la causante de su dolor.

—Gracias por ayudarme a bajar —se limitó a decirle con un tono sarcástico pero mucho más suave de lo que hubiera esperado de una persona que acababa de retorcerse de dolor.

—De nada —contestó ella, con cierto arrepentimiento.

Raoul se acercó al árbol cojeando, pero con una sonrisa animada. Ash comenzó a preguntarse si el carácter del joven no era tan malo como se esforzaba en demostrar. 

Las ayudó a trepar y, cuando estuvieron todos arriba, Ash tuvo que desplazarse al extremo exterior de la rama, allí donde se estrechaba peligrosamente. Se concentró en sus pies y en que éstos  pisaran con seguridad la delicada zona que comenzaba a ceder bajo su peso. Entonces, sintió algo duro y frío golpeando su frente. Pasmada, levantó la cabeza pero se encontró solo con el oscuro cielo en su camino.

—¿Qué ha sido eso? —Le preguntó Driamma, justo detrás de ella.

Alargó el brazo hacia el cielo con cautela, y a mitad del camino, justo donde se había golpeado la cabeza, su mano se topó con una superficie lisa e invisible. Los demás la observaron palpar lo que no podían ver, como un mimo acariciando una pared en el aire.

—¿Sientes un hueco más profundo que el resto? —Preguntó la amiga de Raoul, que estaba justo detrás de Driamma.

Volvió a pasar su mano por la superficie, buscando lo que acababan de indicarle, hasta que sintió una hendidura que contenía algo rugoso, como pequeños botones.

—Tienes que dibujar el patrón de un árbol —continuó la chica, describiendo la forma en el aire.

Ash intentó reproducir lo visto lo mejor posible y, aunque los dibujos nunca habían sido lo suyo, un estruendo anunció que algo en la superficie se movía. Lo primero que vieron fue la luz a través de una puerta abriéndose, y el ruido de la música que lo acompañó.

La puerta daba a una especie de sala, aunque Ash no logró ver más allá del abultado hombre que bloqueaba la entrada. El portero les pidió sus identificaciones y se apartó de la puerta para que pudiera entrar en la plataforma invisible. Aunque no se atrevió a avanzar demasiado, pues la sensación de caminar en un suelo invisible, a tres metros sobre el parque, era demasiado extraña.

Tras los porteros había una larga cortina de agua encerrándolos en un semicírculo, tan caudalosa que no permitía ver qué había más allá del hall. Ash no pudo evitar acordarse de Kaudalon, aunque aquella cascada reutilizaba una y otra vez el agua.

Cuando los porteros terminaron de registrar a los demás, desactivaron la cortina de agua el tiempo suficiente como para que pudieran entrar en lo que, posiblemente, sería la última BackStreet de la historia de Noé.

La gigantesca sala que se encontraba al otro lado de la cortina de agua también estaba suspendida en el aire. Las paredes y el techo estaban hechos de cielo negro, y el suelo flotaba vertiginosamente sobre el césped del parque.

Ash se sintió un tanto abrumada, pues jamás había visto tal concentración de cuerpos; ni siquiera aquel día en la estación de Noé.

Todos ellos eran jóvenes y bullían con energía y vitalidad. Excitados, intentaban hablar más alto que la música, bailando a un ritmo frenético. Otros, serpenteando, torpes y claramente intoxicados.

Era extraño observar aquella marabunta humana que se movía constantemente, pero sin desplazarse, en una especie de caos sincronizado.

Las luces de colores que bombardeaban la sala de forma intermitente a veces, y constante otras, rebotaban contra las paredes invisibles, creando un mágico reflejo y ayudando a reconocer los límites de la sala.

Había una escalera abarrotada de gente que llevaba a un segundo nivel.

—¿Cómo es posible que todo este lugar sea invisible? —Exclamó Driamma a su espalda.

—No es invisible —corrigió Raoul—. Los organizadores de la BackStreet no tienen una varita mágica, ¿sabes?

—¿Ah, no? —Preguntó Driamma con incredulidad—. No sé tú, pero yo no he visto ni oído nada de esto cuando estábamos ahí fuera.

—No es magia, sino el mejor camuflaje que hayas visto jamás. Las paredes exteriores están hechas de pantallas que muestran la imagen del cielo. Si hubieras sospechado que este lugar estaba aquí y hubieras observado el cielo con atención, quizá habrías visto algo raro. También si te hubieses chocado con alguna de las columnas que lo sujetan. Por eso está en una parte recóndita del parque.

Driamma sonrió, impresionada. Lo que inmediatamente logró poner a Ash de buen humor. Su amiga no había tenido ocasiones para sonreír mucho últimamente. Pero nada mejor que el descubrimiento de cosas nunca vistas para distraer a una alma dolorida.

Sooz se le acercó por detrás.

—Creo que no le gusto a la tal Robyn —le susurró al oído—. La he sorprendido varias veces observándome de una manera extraña.

De forma automática, Ash giró el cuello para observar a la susodicha, pero Sooz se lo impidió, agarrándola por el bazo.

—Puede que esté celosa.

Sooz arrugó la nariz.

—No lo creo. Ella y Davini son como hermanos. Robyn era la hija de la criada de los Davini en la Tierra. Sus padres murieron en la guerra y los padres de Davini la acogieron con ellos. Viven en la misma casa y todo. Como hermanos de verdad.

Se detuvieron para esperar a que una fila de gente, que se dirigía también a la escalera, avanzara a través del estrecho hueco que milagrosamente se había abierto entre la multitud. Ash aprovechó para girarse y mirar a la pareja de soslayo. Un joven acababa de entrelazar su brazo al de Robyn y le gritaba algo al oído, acercándose más de lo necesario. Raoul le dedicó tal mirada de amenaza, que el muchacho la soltó de inmediato, regresando a su grupo.

—Supongo que algunas amistades son complicadas.

—¿Qué? —Gritó Sooz. En aquella zona, el volumen de la música se hacía insoportable.

Sacudió la cabeza, quitándole importancia, y volvieron a emprender el arduo camino hacia las escaleras. En su ascenso a la segunda planta se cruzaron con un chico cuya mirada se enroscó en la suya por más tiempo que el de ningún otro cuerpo. Se sintió atraída de inmediato, y una sensación de adrenalina la despertó y la metió en la fiesta de lleno. El joven se detuvo en los peldaños más bajos al cruzarse con Raoul y se saludaron con familiaridad, intercambiando algunas palabras antes de continuar su descenso.

En la planta de arriba se encontraban las tres barras dispuestas en formas de C, que no daban abasto para atender a los clientes. Por suerte, la música les llegaba un tanto mitigada, y la comunicación era mucho más sencilla.

Tuvieron que hacer uso de sus codos para ganarse un pequeño hueco en la barra, e incluso después de lograrlo, Sooz tuvo que hacer aspavientos con insistencia para solicitar la atención del camarero.

A medio metro de ellas, la gente se apartó de la barra para dar paso a Raoul, y los camareros prácticamente se pelearon por atenderle.

Sooz puso los ojos en blanco, con irritación, y cuando Raoul le ofreció la primera bebida que consiguió, ella la rechazó, intentando conseguir una por su propia cuenta.  Por lo que Raoul se la entregó a Ash.

Probó el alcohol por primera vez en su vida, y le pareció que no había sido creado para tocar el paladar humano. Gotas de veneno flotando en agua y limón que bebió como una medicina rápida y efectiva para sus inseguridades. O, al menos, eso era lo que tenía entendido.

—Los baras están abajo —anunció Driamma al regresar del servicio.

El corazón de Ash dio un vuelco al oírlo, incluso a pesar de estar finalizando la primera copa de veneno. De momento, lo único que sentía era cierta presión en la cabeza. Se preguntó si el alcohol no tendría ningún efecto desinhibidor sobre ella.

—¿Gábor se ha traído a su nueva novia? —Le preguntó Sooz.

—No había ninguna chica con ellos. ¿Tiene novia?

Ash observó la conversación como quien observa un partido de tenis.  Lentamente, se llevó una mano al corazón y se sorprendió al no encontrar sangre allí porque el dolor que estaba sintiendo no era emocional; era intenso y acuciantemente físico, como si un cuchillo de acero muy real le hubiera atravesado el órgano.

—Sí, lleva dos meses con ella —contestó Sooz—. Por fin me lo confesó: es una chica de la ciudad, por eso sale todos los fines de semana.

Dos meses, pensó Ash mientras se desangraba despacio. Eso quería decir que ya estaba con ella aquella noche en su balcón, la misma noche que, jugando a la baraja del beso, la obligó a confesarle sus sentimientos por él. ¿Por qué lo había hecho si estaba saliendo con otra? ¿Qué necesidad tenía de obligarla a declararse para nada? En su cabeza repasó todas las escenas que había compartido con él en esos dos últimos meses. Las repasó con la nueva luz de la información que acababa de recibir y, aunque el dolor no desapareció, el respetó por sí misma comenzó a calmarlo. Esa era la última prueba de que Gábor no era lo bastante bueno. Se dijo que compadecía a esa chica que, en algún lugar, estaba empezado una relación con alguien a quien le gustaba demasiado jugar con otras, con alguien que, si no era capaz de concederle exclusividad al principio de la relación, nunca se la concedería.

—...Sí, está muy enamorado, le conozco.

Aunque se había perdido parte de la conversación por estar inmersa en sus cavilaciones, esas últimas palabras le llegaron altas y claras, hundiendo el filo del cuchillo una vez más. Pero esta vez dolió menos, pues la herida ya estaba abierta y el daño hecho.

Con pies que se resbalaban en la sangre metafórica que estaba derramando su corazón sobre el suelo, se alejó de las chicas para acercarse a la barra. Raoul y Robyn estaban pidiendo sus propias bebidas, por lo que se inclinó sobre este para solicitar otra copa de lo mismo. Desconocía el contenido, que era totalmente desagradable al gusto y no lograba embriagarla. Pero, por alguna razón, quería otro.  

Al final de su tercera copa, Ash se puso en movimiento para ir hasta los servicios y notó algo extraño en su caminar, pues tuvo que concentrarse más de normal para mantener el equilibrio. Nada alarmante. De hecho, su habitual predisposición a la preocupación parecía haberse ido de vacaciones, y su cerebro no se detenía demasiado en pensamientos, sino que se mantenía superficial y animado. Eso le gustó.

Le gustó un poco menos la dificultad, añadida por el alcohol, a la ya ardua tarea de utilizar un servicio público. Pero al fin lo logró. Higienizó sus manos, intentando no mirar su reflejo en el espejo para no arriesgarse a que una mala imagen arruinara su buen humor. Decidió rodear la habitación, avanzando cerca de la pared en lugar de atravesarla. Le sería más fácil encontrar a los demás con esta de referencia. De pronto, sintió que alguien tiraba de su brazo y cayó sentada sobre el regazo del chico de las escaleras, el amigo de Raoul. Intentó levantarse, pero él volvió a tirar de ella esta vez, permitiéndole sentarse a su lado, aunque muy cerca.

—Me temo que voy a necesitar tu colaboración.

Ash se limitó a mirarle, incapaz de pensar en otra cosa aparte de lo bonita que le parecía su piel morena; tenía ganas de acariciarle para comprobar su textura.

—Necesito que me digas tu nombre, pues he sido incapaz de encontrar tu Facebook, ni a través de  Raoul, ni a través de Robyn.

Era perfectamente consciente de que aún la sostenía por la muñeca, cuando no había necesidad alguna para ello.

—¿Para qué quieres mi Facebook?

—¿Cómo, si no, voy a decidir si besarte o no? —Preguntó él, con toda naturalidad, como si hablaran de invertir en bolsa.

En una situación normal, Ash hubiera sufrido una parada cardíaca; sin embargo, ya fuera por la normalidad con que él afrontaba la situación, o por el líquido que recorría sus venas, no se puso nerviosa del todo.

—¿Encontrarías en Facebook la respuesta?

El chico asintió, y una sonrisa lenta curvó sus labios.

—No sé nada de ti. Podrías ser una psicópata.

—La psicopatía fue erradicada hace más sesenta años —soltó sin pensar, y la pequeña parte de su mente que aún la censuraba gimió tímidamente.

Sin embargo, él no pareció encontrar su respuesta pedante, sino que saltó enseguida.

—¿Qué se supone que debo hacer entonces? —Continuó con fingido horror—: ¿Preguntarle a Davini por ti? ¿Pedirle que nos presente?

—Yo tampoco tengo acceso a tu perfil.

—Lo sé —sonrió él—. Es extraño conocer a alguien de esta forma. Es tan siglo XX.

Ash se levantó despacio. Él la imitó.

—Entonces no debes hacerlo.

Se acercó a ella más de lo necesario para hacerse oír a través de la música.

—Definitivamente no debería hacerlo.

La miró profundo, dentro de sus ojos. Una mirada que hablaba por sí sola. A pesar de su inexperiencia, entendió el mensaje con claridad. Sorprendiéndose a sí misma, terminó de cubrir la poca distancia que él había dejado. El muchacho la recibió moviendo sus labios de forma tan lenta y habilidosa que lo adoró de inmediato.

En lugar de desear salir corriendo, como le había ocurrido con Taly, e incluso con Gábor, quería más. Pues aquel desconocido tan atractivo significaba dramas. Porque, al no conocerlo ni formar parte de su círculo diario, las presiones desaparecían.

De alguna forma, aquel extraño sabía exactamente cómo tratarla y no pudo evitar recordar aquella canción de los Rolling Stones, «No siempre puedes obtener lo que quieres, pero a veces obtienes lo que necesitas.»

Tras tontear un rato, se dirigieron hacia donde estaban los demás, y él se alejó para hablar con un amigo.

Fue entonces cuando notó algo agarrándole el brazo.

—No hables con desconocidos.

Levantó la mirada, sin poder creer lo que se encontró:

A Gábor, con cara de pocos amigos.

Ash estaba de demasiado buen humor como para dejar que su comentario celoso la molestara.

—¿Qué haces aquí?

—Nunca me pierdo una Backstreet.

—¿Y tu novia?

Contuvo una mueca antes de contestarla.

—No ha venido.

El joven, que se llamaba Hadi, la llamó con la mano, pero cuando Ash inició el paso, Gábor la agarró por la muñeca.

—¿Dónde vas? Tus amigas te están buscando.

Era el colmo.

—Hadi es mi amigo ahora —se limitó a decir ella, intentando desasirse de su agarre.

Gábor giró el cuello y exclamó:

—Driamma, la he encontrado.

Antes de que Ash pudiera dar otro paso, ésta la había enganchado del brazo.

—¿Dónde estabas? Has tardado un montón.

Gábor se mostró complacido con el placaje de Driamma.

—No vuelvas a dejarla sola. Hay mucho borracho suelto —le indicó, antes de alejarse hacia los demás.

Ash contempló su espalda con la boca abierta de pura indignación. ¿Cuál era su problema? No la quería, estaba felizmente emparejado con otra, pero no la dejaba en paz. Ni siquiera la dejaba hablar con otro en una fiesta.

Driamma la arrastró hacia los demás, y en cuanto Sooz las vio se unió a la interrogación. Ash les resumió lo ocurrido con Hadi, incluso a sabiendas de que Gábor estaba descaradamente escuchando su conversación. Entonces, él decidió agarrarla de la mano y haciéndola dar un giro comenzó a bailar con ella.

Ash volvió a sentir aquel poderoso imán que la dejaba inutilizada cada vez que lo tenía cerca. Todos los sentimientos profundos y electrizantes que la embargaban cuando estaba con él volvieron a la inundarla. Se odió a sí misma por ello y por sentirse feliz ante sus celos.

Pero Hadi le había mostrado que era capaz de sentir cosas por otros, y eso la empujó a desmitificar a Gábor. Bajarle de su pedestal de dios del Olimpo y darse cuenta, por primera vez, de que no era más que un chico que le gustaba. Quizá los fuertes sentimientos que tenía por él no eran más que el fruto de su inexperiencia. Quizá si hubiera conocido a más jóvenes de su gusto, él no le parecería tan excepcional. Quizá era ella y no él.

Ese descubrimiento la cambió por completo.

—Eres otra esta noche —le susurró él al oído. Casi como una acusación.

Probablemente porque por primera vez no lo miraba como si se tratara de un ser extraordinario.

—Me acabo de dar cuenta de algo —se limitó a decir.

Él la miró, un tanto dolido, y sin entenderla la entendió.

—¿Ya no soy tu plato favorito?

Gábor era más inseguro de lo que ella había supuesto en un principio, y por fin comprendió qué era lo que quería de ella. Entender eso fue posiblemente una de las revelaciones más dolorosas, y a la vez más liberadoras de su vida. Él no la quería. Si lo hiciera, estaría con ella y no con la otra chica. Lo que él quería de ella era verse reflejado en el espejo de sus ojos. Unos ojos que lo observaban con admiración y adoración, y alimentaban su ego del mejor festín imaginable.

Dibujó una amarga sonrisa, riéndose de sí misma por haber creído que miradas furtivas, gestos y pequeños detalles significaban que en el fondo, la quería. Si estás empeñada en creer algo, encuentras señales que lo prueben en las cosas más insignificantes.

—¿Sabes? Tú eres muy especial para mí —continuó él.

Claro que lo era, ¿quién más iba a idolatrarlo de esa forma?

—Tú también eres muy especial para mí, rubiales —le dijo, viendo cómo se sorprendía ante su comportamiento poco común.

Divertido, miró el vaso de ginebra de su mano, como culpándolo por el cambio.

No contenta con ello, y sintiéndose por primera vez en control de la situación desde que lo conociera, se puso de puntillas y le dio un beso en el cuello. Lo hizo por sí misma, porque después de todo lo que había jugado con ella, se lo merecía. Pero se complació al notar la reacción del cuerpo de él ante ese acercamiento tan inesperado. La tormenta que se había desatado en sus ojos de Casanova, acompañada de cierta irritación por saber que la cosa no podía ir más allá.

—Adiós, Gábor.

Sin más, giró sobre sus talones y lo dejó solo.

Esa noche iba sobre ella. Esa noche no pensaba ser su espejo.

Sooz miró de reojo a Elek, sintiéndose totalmente incómoda con la situación. Ash había desaparecido de nuevo con el amigo de Raoul, y Driamma bailaba con los demás amigos de este. Raoul y Robyn también habían desaparecido. Y ahora Gábor y Taly se alejaban hacia la barra, dejándola repentinamente «a solas» con Elek.

Cuando lo miró de reojo, lo descubrió observándola abiertamente, lo que no hizo más que acrecentar su nerviosismo. Estaba tan sexy aquella noche, con aquella sudadera azul marino con detalles en blanco, que hacía destacar la belleza de sus ojos casi tanto como su piel. No era la única que lo pensaba. Como una penitencia impuesta por el karma, había tenido que asistir impasible y ver cómo montones de chicas lo miraban, le sonreían, iniciaban una forzada conversación con él e intentaban captar su atención de distintas formas. Ahora mismo había un grupo que, a pesar de haberlo intentado ya sin ninguna suerte, volvían a observarlo al verlo solo.

Una de ellas era fastidiosamente guapa y no quería presenciarlo. Pero si se alejaba ahora, más que arreglar las cosas entre ellos, iba a declararle la guerra. Respiró hondo y se giró, decidida a decir algo.

—Zsuzsanna, quiero pedirte disculpas —se le adelantó él.

Sooz se mordió el labio con nerviosismo.

—No tienes por qué. Ya no estoy enfadada por lo de Driamma.

—No por lo de Driamma —corrigió él, logrando sorprenderla—. Quiero pedirte perdón por nosotros. Por haberte presionado con esa estúpida apuesta.

Sooz lo miró con el entrecejo fruncido y Elek suspiró, intentando encontrar la manera de explicárselo.

—Durante un tiempo pensé que todas esas cosas que sentía cuando estábamos juntos eran demasiado fuertes como para que tu no sintieras lo mismo. —Sacudió la cabeza y esbozó una sonrisa triste como si estuviera riéndose de sí mismo—. Cuando escuchaba el despertador por las mañanas no lo odiaba, porque sabía que iba a verte en clase y me vestía pensando en lo que opinarías tú de mi aspecto. Esos sentimientos me hacían sentir tan vivo que de veras creía que estarías en tu habitación pasando por lo mismo. Por eso te presioné hasta conseguirte con esa estúpida apuesta.

—Elek... —comenzó.

—Créeme que me arrepiento porque todo el daño que me has hecho ha sido auto-infligido. Debería haber aceptado el «no» desde el principio, y haberme resignado a verte como una amiga. Como me ves tú a mí.

—Elek, yo no...

—No quiero perderte como amiga. Porque aprecio la manera en que puedo hablar contigo de cualquier cosa, y lo inteligente que eres. Aunque todo este tiempo intenté verte solo como una hermana, no lograba ignorar todas las cosas no fraternales que se me pasaban por la cabeza. Pero aquella noche, jugando a la baraja del beso, cuando me di cuenta de que me habías utilizado para librarte de tu virginidad antes de tu cita con Raoul, algo se rompió dentro de mí. Dolió tanto que intenté vengarme a través de Driamma. Pero cuando vi que ni siquiera eso te importaba, lo comprendí. Jamás ibas a sentir más que amistad por mí. Me siento liberado. Todos esos sentimientos, la emoción y la ilusión dentro de mí, han muerto y ahora, por fin, podemos ser solo amigos. 

Sooz sintió que la tierra se hundía bajo sus pies. Las palabras «han muerto» retumbaban en su cerebro como una taladradora. Se inclinó hacia adelante al notar que el suelo tiraba de su rostro.

Elek la abrazó, interpretando el gesto como un acercamiento, y Sooz lo agradeció porque así no podría ver la expresión de su cara.

—¿Amigos? —Susurró él en su cuello.

Incapaz de decir nada, asintió y, separándose de él, se excusó con que necesitaba ir al servicio. No había dado ni dos pasos cuando las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas. Una mano la agarró de la muñeca y la detuvo en seco.

—¿Qué te ocurre?

Era Ash, contemplándola con preocupación.

—Déjame en paz —le espetó, apartando su mano.

La joven la miró con ojos como platos.

—No te pongas así, estás borracha. ¿Te has peleado con Elek?

—¿Qué ocurre? —Preguntó Driamma, que había visto la escena.

—¿Por qué debería contártelo a ti? —Espetó Sooz, con los ojos clavados en Ash—. No es que tú me cuentes nada. Ni siquiera confías en mí para contarme tu estúpido secreto.

—¿Qué secreto? ¿De qué estáis hablando?

Ash suspiró.

—Lo siento, ¿vale? Me avergüenza...

—¿Cómo puedes avergonzarte de algo así? —Inquirió Sooz, sin poder entenderlo.

Ash se pasó las manos por la cara.

—Pues porque es el típico imbécil...

—¿Estás colada por Gábor? —La interrumpió Driamma, sacando conclusiones.

—¿Qué? —Preguntó Sooz, confundida. Al parecer, sí que estaba embriagada, pues a su cerebro le costaba pasar de un razonamiento a otro.

La chica se mordió el labio, avergonzada.

—Oh, Ash —le dijo, sacudiendo la cabeza—. Sé que es mi hermano, pero no merece la pena.

—Lo sé —aseguró, haciendo un aspaviento para desechar el tema.

—Un momento —interrumpió Driamma, pareciendo darse cuenta de algo—. Tú no sabías lo de Ash y Gábor. Así que, ¿cuál es el secreto?

Sooz miró a Ash para ver cómo ésta, con ojos como platos, comprendía al fin de qué se trataba, y la vio palidecer bajo su mirada.  

Asintió despacio, corroborando lo que Ash ya parecía haber entendido. Se alegraba de haberlo sacado al fin, y estaba deseando escuchar toda la historia si la chica no se desmayaba primero.

Pero en ese instante fueron interrumpidas por Taly, que se acercó a ellas de sopetón. Parecía alarmado.

—Tenemos que irnos ahora mismo —les gritó por encima de la música antes de alcanzarlas—. Hay un código rojo en la Academia.

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