Exclusiva de Amor

By SendraBlack

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El pasado nunca desaparece, por mucho que nos guste engañarnos y pensar que sí. El pasado se supera, aunque p... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo I - Nueva York
Capítulo II - Andersen & Co.
ME SIENTO INDIGNADA - LEED ESTO
Capítulo III - La familia Andersen
Capítulo IV - Rojo sangre
Capítulo V - Remordimientos
Capítulo V - Remordimientos (segunda parte)
Capítulo VI - Empatía
Capítulo VII - Evanescencia
Motivo de la tardanza
Capítulo VIII - Miradas
Capítulo IX - Invitación (primera parte)
Capítulo IX - Invitación (segunda parte)
Capítulo X - Los Ángeles
Capítulo XI - ¿Arrepentimiento?
Capítulo XII - Día en familia
Noticias :)
Capítulo XIII - La firma
Capítulo XIV - Oportunidades
Capítulo XV - Resfriados
Capítulo XVI - La mecenas
Capítulo XVII - Distancia
Capítulo XVIII - Sídney
Capítulo XIV - Resurrección y conspiración
Capítulo XV - El gran día
Capítulo XVII - Razones para seguir adelante
Capítulo XVIII - Traiciones (primera parte)
Capítulo XVIII - Traiciones (Segunda parte)
COMUNICADO
Capítulo XIX - Miedos
Capítulo XX - Sangre
Capítulo XXI - La ira de Summer Blackwell
Capítulo XXI - La ira de Summer Blackwell (parte 2)
Capítulo XXII - Presente
Capítulo XXIII - Siete meses después
Capítulo XXIV - Prioridades
Capítulo XXV - Corazón de hielo
Capítulo XXVI - El lado oculto de la Luna
Capítulo XVII - La jefa
Capítulo XVIII - Bárbara Bush
Capítulo XIX - Reunión Familiar
Capítulo XX - Otra decepción
Capítulo XXI - Un vestido y una pajarita
ANUNCIO

Capítulo XVI - Búsqueda

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By SendraBlack

Capítulo XVI – Búsqueda

A pesar de llevar varios días haciéndome cargo del bufete de Keyla, seguía sin entender como ella era capaz de llevar sus casos al día y, a la vez, dirigir a casi un centenar de abogados. Yo estaba al borde de la locura, por no hablar de las complicaciones que habían surgido en el caso de divorcio que estaba llevando. Desde luego, Keyla tenía razón al decir que no era buena idea enamorarse de uno de tus clientes, aunque Jefferson Lang había resultado ser mi más bonita casualidad. Éramos prácticamente inseparables, y eso que él pasaba días y días viajando por todo el mundo por asuntos de negocios.

Nunca había imaginado que algo así pudiera pasarme a mí.

Estaba repasando todos los documentos que mi equipo y yo, junto a Jeff, habíamos recabado en contra de la futura exmujer de mi novio. Lo que teníamos era suculento, pero nada presagiaba la victoria que Keyla me había exigido. Sabía que algo se me estaba escapando, pues una mujer como Shana Lang, cuya reputación había sido más cuestionable, parecía una santa a ojos de los detectives que Jefferson le había puesto.

—Candance —llamé a una de las becarias del bufete—, tráeme un café, bien cargado. Mejor tráeme un millón —añadí al ver todo el trabajo que tenía por delante.

Dejé la carpeta que tenía en las manos y cogí otra del montón que tenía sobre la mesa de mi despacho.

Me atreví a mirar el desastre que tenía hasta en el suelo de mi oficina, y un largo suspiro escapó de mis labios.

—Igual voy a necesitas dos millones de cafés —susurré abriendo la nueva carpeta.

Revisar una y otra vez los datos que tenía era algo tedioso, pero tenía la esperanza de que algo se me hubiera pasado. Algo que dejara a Shana Lang fuera de juego y sin la mitad de la fortuna Lang.

—Señorita Target, aquí tiene su café.

Se acercó hasta la mesa y dejó una taza con café. Después, se fue y volvió a su mesa.

Cogí la taza, le di un trago largo, sin disfrutar el amargor de la bebida, y continué con mi labor de búsqueda.

—Señorita Target, sé que me ha dicho antes que no quiere que nadie le moleste, pero...

—Candance, tengo un caso importante y por algo te he pedido que no quería ver a nadie —le corté, sin ni siquiera levantar la cabeza de la carpeta que estaba estudiando.

—¿Ni siquiera tienes un segundo para mí, querida Myriam?

Esa voz me hizo levantar la cabeza de inmediato, pues era imposible ignorar el tono autoritario que tenía.

—Señora Young —hablé tras el primer impacto—, ¿qué le trae por Nueva York?

Vi como le dedicaba una mirada a la becaria, y como ésta se apresuraba a salir de la habitación y cerrar la puerta.

—¿Realmente no lo sabes? —sonrió afable—. Necesito tu ayuda para localizar a alguien.

—Señora Young, no quiero ofenderle, pero ahora mismo estoy pendiente de un caso muy importante, cuyo juicio se celebrará la semana que viene —intente disculparme.

—¡Oh! Lo sé, querida —afirmó—. En cierto modo, por eso estoy aquí.

La miré sin comprender, mientras ella caminaba hasta mi mesa y, elegantemente, se sentaba en una de las sillas que estaban en frente de mí, sacaba un sobre de su bolso y lo depositaba sobre la mesa.

—Abre esto —pidió, deslizando el sobre por la mesa de vidrio.

Lo cogí con delicadeza, temerosa de lo que pudiera haber dentro. Encontré varias fotos de una mujer en actitud cariñosa con varios hombres, e incluso diversas mujeres. Estaba atónita.

—Le pedí a un amigo que se acostara con ella y que, cuando pudiera, rebuscara en sus cosas hasta encontrar algo —explicó mientras yo seguía viendo las imágenes—. Y así descubrió que a tu querida Lang le encantaba grabar y fotografiar sus encuentros sexuales.

—Esto es fantástico —susurré, más para mí que para Miranda—. Al juez le va a encantar.

—En cuanto a eso, te recomiendo que conciertes una reunión con tu cliente, la demandada y su abogado. Te facilitará las cosas, simplemente diles lo que tienes y lo que pueden perder si vais a juicio —aconsejó—. Créeme, se conformarán con lo mínimo.

Sopese lo que me estaba proponiendo, y en cierto modo era buena idea. Así, Jefferson no perdería nada, y mandaría a su ex a paseo de una vez por todas.

Cogí las fotos, las guarde junto a los documentos del caso, y lo metí todo en mi maletín de trabajo.

—Y, ahora que estás más tranquila y despejada, ¿me ayudarías con tu don para encontrar a personas? —quiso saber.

—¿Quién se ha perdido?

—Cameron Jones.

—¿Cameron Jones? —El nombre me sorprendió, pues había sido tabú en la familia Blackwell-Andersen desde hacía años—. ¿El mismo Cameron Jones que desapareció y dejó tirada a Keyla cuando su padre murió?

—Ese mismo, Myriam.

—¿Y puedo saber por qué?

—Te ahorraré los detalles escabrosos, pero Dimitri y su socio han descubierto que Cameron Jones es el líder de la banda terrorista que tiene extorsionada a Keyla.

La revelación fue como un balde de agua fría. No podía ser que Cameron Jones fuera el asesino que había matado al padre de Keyla, ni el que le había obligado a huir del país.

A pesar de todo, me resultaba extraño que nunca hubiéramos caído en ese detalle, especialmente porque, al mirar en retrospectiva, resultaba sospechoso que hubiera desaparecido el mismo día de la muerte de Dylan Andersen.

—Sí, yo también me siento estúpida —espetó Miranda, como si me hubiera leído los pensamientos—. Pero creo que se deberá al hecho de que, cuando se fue y destrozó el corazón de Keyla, mi querida amiga Summer se encargó de borrar todas las fotos y noticias de Cameron, aunque todos sabemos que si algo entra en internet nunca sale.

—Aun así, si Cameron Jones es quien dices ser, ese no puede ser su verdadero nombre —reflexioné—. Seguramente utilizó algún tipo de juego de letras y creó el que tiene...

—No tengo ni idea, por eso he venido a ti —apuntó.

Volví a quedarme pensativa, intentando descubrir la manera de localizar su auténtica identidad, ya que dudaba que fuera tan tonto como para utilizar su nombre de pila original.

Los engranajes de mi cabeza giraban sin parar, repasando todos los contactos que tenía en la agenda. No sabía a quién acudir, pues mi habilidad para encontrar a gente era limitada, sobre todo si no estaba segura de si la identidad que conocía era la de verdad.

—Investigaré para ver quién puede echarme un cable —anuncié—. Pero ahora tengo que programar una reunión y llamar a mi cliente.

—Pillo la indirecta. —Miranda se levantó y se dirigió a la salida y añadió antes de salir—: Espero noticias tuyas pronto, Myriam. Keyla depende de tu buen hacer.

Y, así, como si no tuviera suficiente presión sobre mí, me vi involucrada en una nueva empresa con una gran duda por delante: ¿Cómo localizo a alguien que ha sido borrado de la sociedad?

Recogí todas mis cosas y caminé hasta las mesas de las becarias para pedirles que convocaran una reunión con la señora Lang. Después, tomé el ascensor y fui a por mi coche. Necesitaba un buen baño y descansar un poco.

*** *** ***

Aún no sabía cómo había sido capaz de acostarme con Bárbara. Todo el día había sido muy raro, y haber terminado con ella en un ambiente lleno de música, alcohol y malas intenciones, no había ayudado.

Cuando me había despertado en su carísima cama, de su carísima suite, de su carísimo hotel, supe que había cometido un error terrible. Bárbara no estaba, pero se había molestado en dejar una nota indicando que se iba a una reunión.

Todo era extraño, pero despertar sin ropa en la cama de una mujer no podría significar otra cosa que no fuera sexo.

Me sentía culpable, por algún motivo, porque yo quería a Keyla. Ella era la mujer de mi vida y prefería estar solo a estar sin ella.

—Sí, pero te acuestas con otra en cuanto puedes —le espeté al reflejo que me devolvía un espejo.

—¿Perdone? —Habló una joven a mi lado.

Había olvidado que estaba en uno de los ascensores del hospital, por lo que una chica de mi edad, vestida con un pijama de hospital, había escuchado mi arrebato frente al espejo. Me sentía estúpido.

Cuando el ascensor llegó a la planta de neurología salí. Me sorprendió la tranquilidad que se respiraba, aunque sí había gente por los pasillos, no se compraba con el ambiente frenético que había durante la estancia hospitalaria de mi madre.

No me gustaba ir allí, los recuerdos eran terriblemente dolorosos, pero no me quedaba más remedio: necesitaba que Blake me redimiera de mi culpabilidad.

Caminé por un pasillo largo, y estrecho para que una camilla pudiera pasar, por lo que deduje que era la zona de despachos. Confirmé mi sospecha cuando vi a Vladimir hablando con Blake; parecía que estaban despidiéndose con una actitud más que cariñosa.

—Como si el día no fuera suficientemente raro ya... —Pensé en voz alta. Otra vez.

Noté que, en el momento en el que se percataron de mi presencia, su actitud cambiaba, y no sólo en lo que a la actitud cariñosa se refería, puesto que dejaron de hablar de forma abrupta.

—¿Qué pasa? —quise saber, harto ya de la actitud rara de todo el mundo.

—Nada, señor Knox —dijo el ruso—. Yo me iba ya. Sólo había venido a comentarle unas cosas al señor Andersen.

—Ya, claro —espeté, enarcando una ceja.

Ninguno de los dos se dignó a explicar algo, y con una simple mirada dirigida a Blake, Vladimir se fue por donde yo había venido.

Le dirigí una mirada elocuente a Blake, como si le estuviera exigiendo que me explicara que estaba pasando.

—¿Qué haces aquí, Will? —Preguntó, sin embargo.

—Quería hablar contigo.

—Por supuesto.

Me hizo un gesto con la mano para que pasara a su despacho. Él tomó asiento en su silla, mientras yo me quedé de pie junto a la muerta, intentando mantener la distancia. Quería sincerarme con él, y contarle lo que había pasado, pero la actitud que había tenido con Vladimir al verme, hacía que sospechara que había algo que no me habían contado.

Nos quedamos unos segundos en silencio, él colocando unas carpetas en un montón, y yo tratando de tener el valor para hablar y ser directo.

Hay veces en los que hay que tener el valor suficiente para preguntar algo de lo que no estás seguro de querer saber la respuesta.

—¿Y bien? —Blake se encargó de romper el hielo y el silencio—. ¿Te encuentras bien?

—Sinceramente, no lo tengo muy claro —hable al fin—. Tengo la sensación de que todos me ocultáis algo en relación con Keyla.

—¿Quiénes?

—¿Quiénes? ¡Pues tú, Vladimir y Myriam! —contesté algo alterado.

Durante varios minutos, Blake me miró fijamente y, poco después, se mostró agotado y hastiado. Parecía que habían envejecido años en los últimos días, lo que me hizo compadecerme de él.

—Sé que no estamos siendo juntos, Will —comentó, pellizcándose el puente de la nariz—, pero sé que mi hermana habría querido que te mantuviésemos al margen.

Así que era eso, Keyla no quería que pasara a formar parte de su mundo. No quería involucrarme en su vida, a no ser que fuera para hacer de hombre florero en las fiestas.

—Entiendo...

—Simplemente, sigue con tu vida —aconsejó—. Céntrate en tu nueva faceta como artista fotográfico.

Estaba harto de que todos me dijeran lo mismo. Yo quería llegar a ser alguien en el mundo de la fotografía, sí, pero quería que mi vida tuviera algo más que trabajo. Quería a alguien a mi lado que disfrutara conmigo, alguien que me sujetara en mis momentos bajos y me animara a seguir adelante. Alguien como Keyla. O eso parecía.

Tomé una decisión en ese preciso momento, cansado de secretos y mentiras.

Había ido en busca de consejo y había encontrado una solución al problema: Iba a alejarme de la familia Andersen. De todos y cada uno de los miembros y sus más allegados.

Le di la espalda a Blake, tomé el pomo de la puerta, lo giré y abandone la oficina sin mirar atrás.

—¡Will! —Oí que me llamaba.

No me di la vuelta.

Se había terminado el ser el juguete de los Andersen.

*** *** ***

Al final, había decidido ir a casa de Jeff y meterme en su jacuzzi con una copa de vino en una mano, y una de las carpetas que Keyla guardaba en la caja fuerte sobre el caso que le había puesto en peligro. Además, como si me faltara trabajo, había puesto una toalla en el suelo, junto a la bañera burbujeante, para colocar un montón de carpetas más.

Estaba saturada.

Seguía rompiéndome la cabeza intentando averiguar quien podría echarme un cable. Había pensado en pedir unos favores a unos contactos del FBI, pero eso supondría dar muchas explicaciones y yo no era Keyla, por lo que no sabría esquivar la parte ilegal de toda su investigación. También había pensado en hablar con un exnovio que había trabajado como hacker para un detective, pero lo descarté casi de inmediato cuando recordé que no quería saber nada de mí.

Dejé caer la carpeta sobre la pila que estaba a mi lado, agotada y con la cabeza como un bombo, así como me bebí el resto del vino de la copa para dejarla sobre el borde del jacuzzi.

Y me sumergí, como solía hacer en la bañera de mi casa. Bajo el agua todo parecía más lejano, pero siempre había que volver a la realidad, aunque fuera recostada sobre el cómodo respaldo del Jacuzzi.

—Me encanta llegar a casa y encontrarte así, desnuda y mojada —escuché la voz de Jeff, tras una breve calma.

—Hola, bombón —dije, aún con los ojos cerrados—. Tengo algo que decirte.

—Ah, ¿sí?

Jefferson se había acercado a mí y rozaba mi pierna derecha con la mano.

—Mira ese sobre de ahí —indiqué una carpeta que estaba sobre el montón, abriendo al fin los ojos—. Encontrarás algo interesante.

Obedeció de inmediato, mientras yo me limitaba a observar su expresión, la cual cambió al ver las fotos de su futura exmujer. Podía ver su debate interno, entre el alivio y la decepción por ver que su esposa le había sido infiel.

—Bueno, al menos me la podré quitar de encima en el juicio —declaro.

—En cuanto a eso, he decidido hacer una reunión privada con ella y su abogado —informé—. Eso te evitaría un escándalo, y muchos quebraderos de cabeza, guapetón.

—¿Qué sugieres?

—Ir a hablar con ella, enseñarle las fotos, y decirle que renuncie a la mitad de todo a cambio de no divulgar nada, y una cuantiosa suma de dinero para que viva bien durante un par de años.

—Si crees que es lo mejor... —Se encogió de hombros.

—Genial. Un problema menos.

Volví a sumergirme en el fantástico jacuzzi, esperando poder encontrar en el fondo la respuesta a la petición de Miranda Young.

Cuando salí a la superficie, Jeff me miraba con una ceja enarcada, lo que le daba una expresión aún más sexy. Sabía que había algo que me carcomía por dentro, pues ya empezaba a conocerme bien, pero conocía mi reticencia a contarle problemas del trabajo. Sin embargo, hizo una excepción esa ocasión:

—Suéltalo, preciosa. ¿Qué te ronda por la cabeza? —quiso saber, dando un toque en el centro de mi frente.

—Ya sabes que...

—Sí —me cortó—. No te pido que me des todos los detalles, sólo dime como te puedo ayudar.

—Bueno, si conoces a un tipo con dotes de espía, con la capacidad de encontrar a alguien hasta en los confines del mundo... Sería genial —suspiro, dejando caer la cabeza hacia atrás.

—¿Y ya está? —Su tono es divertido, lo que me hace volver a mirarle—. Uno de mis trabajadores del departamento de informática fue técnico analista en el FBI.

—¿Cómo?

—Sal de ahí y vístete —pide—. Yo voy a llamar a Jared.

Me quedé un tanto extrañada, pero rápidamente le hice caso y me arreglé para la cita que estaba concertando. Eché un rápido vistazo a mi reflejo del espejo, comprobando que volvía a tener la sobriedad característica de una abogada.

Salí, en cuanto estuve lista, al encuentro de mi hombre, al que encontré en su despacho junto a otro hombre.

—Ahí está —dijo Jefferson—. Jared, te presento a la señorita Target, mi abogada.

—Es un placer, señorita Target. —El tal Jared me tendió la mano para que se la estrechara.

—Escúchame, Jared, quiero que hagas lo que ella te pida —ordenó—. Sé de lo que eres capaz con un ordenador, y ella necesita tus servicios.

—Haré lo que pueda, señor.

—Perfecto. —Se levantó y caminó hasta mi lado—. Os dejo solos.

Sonreí cuando me guiñó un ojo y me dejó a solas con ese hombre.

No dude en ocupar el lugar de Jeff, por lo que me senté en su silla y le ofrecí a Jared asiento frente a mí.

—¿En qué puedo ayudarle, señora?

—Necesito que encuentres a alguien —anuncié—. Y confío en tu discreción.

—Por supuesto.

Una vez obtenida su palabra, le informé de todo lo que sabía sobre Cameron Jones, desde que pensaba que era un nombre falso a su relación con Keyla Andersen, pasando por algunos datos que conocía de él.

—No será difícil encontrarle, teniendo en cuenta que se le ha visto públicamente.

—Eso espero, aunque la señora Andersen se encargó de borrar todo lo que le relacionara con su hija.

—Lo que entra en internet, nunca sale de internet.

Ya había oído eso, aunque no dije nada al respecto.

Me dispuse a marcharme, pero vi que él sacaba un ordenador de una cartera que estaba en el suelo, y que no había visto.

—¿Vas a empezar ahora?

—Cuanto antes mejor, ¿no? —contestó sin prestarme atención.

Me encogí de hombros y saqué mi teléfono móvil para revisar mi correo electrónico, puesto que no tenía prisa.

Comprobé que una de las asistentes del bufete había concertado una reunión con la señora Lang para mañana por la tarde, así como vi que el resultado de varios casos que llevaba el bufete.

Después, tras responder varios correos, me dispuse a revisar informes y a redactar e acuerdo al que íbamos a llegar con la mujer de Jeff.

Y ya no tuve nada más que hacer, por lo que me dediqué a observar a Jared trabajar. Apenas parpadeaba, sus dedos se deslizaban rápidamente por las teclas, sus ojos se movían de un lado a otro de la pantalla, y se mordía levemente el labio inferior.

—¿Puedo preguntar cómo lo estás haciendo? —quise saber cuando no aguanté más la inactividad.

—Me meto en el sistema operativo del FBI —contesta sin más.

—¿Y eso se puede hacer?

—Sí, sí eres uno de los creadores —dice, mirándome, sin dejar de teclear, y guiñándome un ojo.

Su respuesta no me sorprendió, teniendo en cuenta que era normal que los analistas participaran activamente en la mejora, o creación, de los sistemas operativos y cortafuegos de la agencia federal.

—Entiendo.

De repente vi como sus ojos se abrían al máximo, lo que me hizo sospechar que había descubierto algo.

—¿Qué? —quise saber—. ¿QUÉ?

—He encontrado algo —empezó—. He buscado una foto del sujeto y la he introducido en varios programas de reconocimiento facial. Al principio no daba resultado hasta que he ido por otras ramas, como los carnets de biblioteca de medio mundo.

—¿Y?

—Resulta que Cameron Jones es canadiense, y tiene una alta actividad en la biblioteca—explica—. Pero su verdadero nombre es Caleb Pickton y reside en Toronto, o eso dice su permiso de conducir.

—¿Puedes buscarme más información? —pregunto, esperanzada—. Cosas como sus movimientos por el mundo, su pasado... ya sabes.

—Sí, pero necesito más tiempo.

—Claro —concedo, asintiendo con vehemencia.

Veo como se vuelve a poner otra vez manos a la obra, y yo no pudo más que estar asombrada.

Pensaba que era imposible dar con un fantasma, pero la experiencia me hizo comprender que no hay nada que no se pueda saber, siempre y cuando tengas las herramientas adecuadas.

Cogí mi teléfono de nuevo y llamé, de forma apresurada, a Miranda. Dos tonos después la potente voz de la mujer contestó:

—¿Sí?

—Lo tengo, señora Young. —La euforia es patente en mi tono de voz—. ¡Lo tenemos!

_______________________________

Y ahí tenéis al malo. He dicho varias veces que es alguien que ha salido, y lo mantengo. Lo que no sé es si deciros yo en que parte de la historia ha salido o daros más pistas... Soy mala, así que ahí va la pista: Hay un breve diálogo (dos frases) entre él y Will. ¿Ya sabéis quién es? 

Se acerca la parte álgida de la historia, o una de ellas ;)

¡Espero que os haya gustado!

¡Un besito enorme!

Sherezade <3


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