Kivi- One shots

Od PaCDddd

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Algunos capítulos pueden contener escenas (+18) Více

Un shippeo, una conversación y ¿dos parejas?
Inauguración I
Pequeño bachecito I
Inocente o Culpable
Inauguración II
Pequeño bachecito II
Es por ti
La llamada
El encuentro I
El encuentro II
Volver
Problemas
Tinder
Party
Soy Chiara
Andorra II
Mala costumbre

Andorra I

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Od PaCDddd

Holaa, quería dejaros esta pequeña aclaración al principio  para evitar confusiones. Yo cuando subo los capítulos especifico en el mismo si va a ver parte 2 como en este caso que se aprecia que pone 'Andorra I', yo los planifico antes de subirlos por lo que si en un principio no tengo pensado hacerlo de más de una parte es casi 100% seguro que no haya una segunda.
Escribo esto para que veáis que leo lo que me escribís y no os frustréis si os hubiese gustado otra parte y no sabéis porque no hay continuación.
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Chiara Oliver

Me tiro al sofá agotada, miro al salón de mi casa y veo las dos últimas maletas que nos quedan por bajar, todo el equipaje de esquí ya está en la furgoneta, una vez baje todo y almuerce pondré rumbo a Andorra. La temporada de esquí comienza el dos de diciembre y este año he apurado hasta el último momento para marcharme de Barcelona
que es donde tengo mi casa.

—Solo espero que lo tengas todo —dice Ruslana sentándose junto a mí en el sofá.

—Creo que sí —respondo entrecerrando los ojos e intentando recordar todo lo que había apuntado para llevar.

—Pues más vale que revises —exige mi amiga golpeando mi muslo.

—Estoy aproximadamente a tres horas, es más cómodo vivir allí en temporada y tengo un alquiler bastante accesible.

—Es un zulo, Kiki.

—Bueno, es mi zulo —indico encogiéndome de hombros.

—¿Vendrás en Navidades?

—No, tengo esa semana reservada, realmente tengo el mes de diciembre completo–miento, ya que la semana de Navidades la tengo todavía libre.

—¿Quién reserva en Navidades?

—No a todo el mundo les gustan esas fiestas, Rus. Yo las odio, por ejemplo.

—Tú no cuentas.

Nos mantenemos unos minutos en silencio, miro el
reloj y veo que son algo más de las dos, tengo hambre y no he preparado nada, ya qué mi nevera ahora mismo está completamente vacia.

—¿Qué quieres para almorzar? —pregunto a mi amiga.

—Me da igual, pero algo que venga pronto porque me muero de hambre.

—Sushi entonces.

Abro la agenda del teléfono y llamo al japonés donde siempre suelo pedir, hago el pedido y le propongo a Rus bajar lo que nos queda al coche antes de que llegue la comida.

—No tengo fuerza para nada —protesta ella recostándose en el sofá.

—Solo son dos maletas, una tú y otra yo y estará todo listo.

Ruslana resopla, me levanto del sofá y tiro de ella haciendo que se levante.

—Vamos, gandula, ya con esto terminamos.

—Menos mal que te voy a perder de vista unos meses —indica cogiendo una de las maletas.

—Me echarás de menos —respondo sacando la lengua.

—Tira para el coche antes de que me arrepienta.

Bajamos las dos maletas que quedan y dejo el coche preparado para después de comer poner rumbo a mi destino.

—Por lo que he trabajado hoy tendrás que venir en Navidad.

—No, y en eso no hay discusión.

—Pues me plantaré en tu zulo.

—Haz lo que quieras, pero no voy a venir.

Nos mantenemos en silencio, mi odio a estas fechas es porque mi madre falleció hace dos años, yo estaba con unas amigas celebrando la entrada de Año Nuevo cuando recibí una llamada de mi tía, un infarto fulminante se la había llevado. No pude despedirme de ella, ni siquiera le dije mi último te quiero, a partir de ese momento, odié las fiestas navideñas y hoy en día lo sigo haciendo. No era justo que mi madre se fuera así, una mujer supuestamente sana que una noche su corazón dijo basta. Sin darme cuenta una lágrima cae por mi mejilla y me limpio rápido.

—Perdona —susurra Rus apoyando su cabeza en mi hombro.

—Sé qué se me pasará algún día, sin embargo, ahora mismo no puedo. No fue justo.

—Lo sé, cariño —acaricia mi mano mientras sigue apoyada en mi hombro.

El timbre suena y es ella quien se levanta a recoger el sushi y pagar mientras yo intento que los recuerdos de aquella noche no vuelvan.

Entra después de pagarle al repartidor y va a la cocina donde dispone de todo para empezar a comer.

–Este sushi está de muerte–afirma Rus dando el primer mordisco.

—La verdad es que lo preparan muy bien —reconozco.

—Me indicas que tienes diciembre completo, ¿los demás meses?

—Tengo algo, de todas formas, sabes que siempre colaboro con la estación de esquí si no tengo mis propios clientes y también con otros compañeros.

—¿Me llamarás? —pregunta poniendo morritos.

—A ver, Rusli, que todos los años es lo mismo, me voy a trabajar, seguiremos hablando por WhatsApp, dramática.

—Estos meses sin ti van a ser una agonía —dice con dramatismo, para después comenzar a reír.

—Eres gilipollas —protesto lanzándole el paño de la cocina.

Terminamos de comer y recogemos todo. Compruebo que dejo todo apagado, incluso desconectar la nevera, ya que estará vacía y no puedo dejarla cerrada.

—Pues ya está todo listo —indica Rus.

—Espera, tengo que revisar que he desconectado la caldera y que he cerrado la llave de paso.

—Está todo —afirma Ruslana agarrándome del brazo.

—Déjame revisarlo.

—Si te dejo revisar eso, querrás volver a empezar y al final saldrás de aquí tarde y llegarás ya de noche a Andorra. No te preocupes, vendré en unos días y volveré a comprobar que tu casa no se ha inundado —indica sonriendo.

Suspiro porque sé que mi amiga tiene razón, muchas veces me obsesiono con las cosas y es como si las hiciera en un bucle.

Ruslana me abraza y nos despedimos como si me marchara a un país del este de Europa obligada para ser sometida a esclavitud, cuando voy voluntariamente a trabajar a otro país que está a apenas a unas horas de España.

Me monto en mi furgoneta Volkswagen y busco la dirección del apartamento que alquilo en Andorra, el GPS me marca que en tres horas estaré en mi destino. Empieza una temporada de esquí que espero que sea como las últimas, donde el trabajo no me ha faltado y he podido reducir la hipoteca de mi casa.

❤️⭐️❤️⭐️

Ya me he instalado en mi apartamento, abro mi agenda en la tablet y compruebo las reservas que tengo, y las horas que tienen contratadas.

Mañana empiezo con un grupo de empresa, algunos ya saben esquiar y otros no, comparto las clases con Martin y estoy convencida de que las chicas van a querer que sea él el que las enseñe.

Le he escrito a Martin, y nos veremos en la cafetería de la estación de esquí hasta que el grupo llegue del hotel donde se están hospedando.

Tanto él como yo somos autónomos y muchas veces compartimos grupos grandes, así los dos salimos ganando.

Me levanto temprano, ya tengo todo preparado en la furgoneta, sin embargo, necesito llegar pronto, ya que conociendo a Martin y la hora que se levanta debe estar por llegar a la estación. Cuando me subo al coche son las ocho y media, pongo rumbo a la estación que solo se tarda unos minutos. Accedo por donde lo hace el personal y entro a la cafetería y como era de esperar ya Martin está sentado en una de las mesas con el periódico en las manos.

—Hola, marido de la temporada -saludo sonriendo.

Veo que Martin baja el periódico y me mira de arriba abajo arqueando la ceja.

—Cada temporada estás mejor. Estás segura de que, entre tú y yo, ¿no puede haber nada?

—Segurísima, sobre todo por lo que te cuelga entre las piernas.

—Una lástima.

—¿Qué tal las niñas? —pregunto tomando asiento.

—Pues bien, la mayor ya ha empezado el cole y la peque empezando a caminar.

La camarera nos saluda y le pido que me haga un café con leche y unas tostadas.

—¿Sabes algo más del grupo, Martin?

—No, solo sé que me contactaron por la web, que es una actividad para consolidar el compañerismo y que son unas veinte personas. Todos saben esquiar, o al menos mantenerse con los esquís.

—Entretenida va a estar la mañana —respondo apoyando la espalda en la silla.

—Entretenida vamos a tener toda la semana, los tenemos hasta el sábado, algunos sabrás que se cansarán y dejarán de venir, o vendrán más tarde, pero, chica, pagan muy bien, les he dado una tarifa algo más elevada diciendo que es por la exclusividad y la han aceptado.

—¿Cuanto? Si se puede saber —pregunto curiosa.

Normalmente, cobramos veinte euros la hora de clase, y es lo que nos pagamos entre nosotros cuando colaboramos, sin embargo, ahora tengo curiosidad de cuanto ha podido sacar Martin.

Me mira chulesco y se mantiene en silencio, ya que la camarera me trae lo que he pedido.

–Gracias, Cristina.

Bebo el café con leche que me ha traído y miro a Martin esperando una respuesta que parece que no llega.

–Buah, pareces imbecil con tanto misterio —protesto por su silencio.

El comienza a reír y yo entrecierro los ojos negando con la cabeza mientras doy una mordida a mi tostada.

—No voy a cobrarte más, sabes que tenemos siempre un precio pactado.

—Lo sé —admite sonriendo.

Sigo desayunando, porque si no llegaremos tarde el primer día. Me imagino que le habrá dicho que los esperamos fuera de la cafetería, aunque sabiendo que hoy abre la estación, quizá lleguen un poco
después de la hora.

—¿No vas a insistir más? —pregunta ofendido.

—No —respondo encogiéndome de hombros.

—Aguafiestas. Ya me dijo Juanjo que no insistirías en saber lo que he cobrado.

—Tu hombre es más listo que tú, aunque eso yo ya lo sabía.

—Antipática —dice levantándose de la silla—. Y qué sepas que les he cobrado treinta y cinco euros la hora –susurra a mi lado.

Martin se va a la entrada y yo casi me atraganto con el café al escuchar lo que les ha levantado por cada monitor de esquí. Mi cabeza empieza a hacer cálculos, doy una última mordida a la tostada y salgo
detrás de él.

–¿Cuántas horas pagan? —pregunto llegando a su lado.

—El día, ya te dije que no cogieras nada esta semana, estaremos con ellos desde las 9:00 hasta las 17:00 que cierra la estación. Disponemos de una hora para comer que también la pagan.

Saco el móvil del bolsillo lateral del pantalón y abro la calculadora.

—Doscientos ochenta euros por día y monitor —responde Martin sin que yo pueda sacar la cuenta.

—Capullo.

Martin me rodea con su mano y me pega a él.

—Te pagaré lo mismo que me han pagado a mí —afirma estrujándome.

—No hace falta, el contacto es tuyo, tengo que ser más capulla antes de bajar los precios.

—Ya lo he comentado con Juanjo y le parece bien que lo haga, es más, puede cortarme los huevos si no lo hago, y chica, a mí las bolitas que me cuelgan me gustan mucho.

—Qué asco —afirmo provocada.

—Ve a buscar el equipo al coche, el mío está dentro, yo espero aquí a que empiecen a llegar.

Una hora después y como era de esperar ya tenemos a todo el grupo frente a nosotros, Martin es el que da las instrucciones y el que divide el grupo en dos. El muy capullo ha decidido que yo hoy me lleve a tres chicas que jamás se han puesto unos esquís, mientras él tiene a gente que, aunque no sepan esquiar, logran mantenerse más de un minuto en pie. Por suerte tengo también de los otros y les voy marcando cosas, mientras sigo intentando que duren de pie y no con el culo en la nieve.

—Esto es una mierda —protesta una de las mujeres.

—Venga, Isa, que es super sencillo —indica otra para después terminar con el culo en la nieve.

Dejo a las tres mujeres un momento y me voy con el grupo que tiene algo más de experiencia para hacer algunos ejercicios, cuando vuelvo con las tres mujeres están sentadas en la nieve con los brazos cruzados.

—Levantaos porque os vais a poner malas con tanto frio —les advierto.

—Un favor que nos haría el coger frío en el culo, no poder levantarme de la cama mañana —dice la mujer que se llama Isa.

Miro a mi alrededor y veo a Martin dando clases al grupo mientras los que yo tenía ya se han unido a él, porque no puedo ocuparme de todo. Martin me mira y me hace una señal de que todo está bien.
Vamos, que me ha dejado el muerto con tres mujeres que no quieren levantar su culo de la nieve.

—Esto está mal organizado —protesta Isa—. Deberíamos estar por turnos y no pasarnos aquí horas para aprender a esquiar.

La mujer tiene más razón que un santo, debería de haber grupos y no estar más de unas horas e ir alternando y así también podrían hacer otras cosas.

—¿No tenéis más actividades contratadas? —pregunto curiosa.

—Qué va, mi jefe ha decidido que como a él le encanta esto al resto también y aquí estamos, haciendo el gilipollas porque a él le parece una idea estupenda —vuelve a hablar Isa, mientras sus dos compañeras siguen calladas.

—Puedo hablar con Martin y comentarle lo de los grupos, que sea algo más reducido y quizá será mejor para vosotras y el resto.

—Yo solo quiero descansar y no dejarme el culo en la jodida montaña —indica enfadada Isa.

—Propongo algo, podemos hacer actividades más divertidas, tirarse en los trineos, hacer alguna caminata entre los senderos habilitados.

—Yo me apunto —dice una de ellas.

Isa me mira y mira al resto, creo que ella es la cabecilla del grupo de chicas y es a ella a la que me tengo que llevar al bolsillo para que las demás hagan lo que les propongo.

—Por mi genial, mientras no me tenga que volver a poner esta mierda en las piernas —dice apartando los esquís de su lado.

—Pues genial, levantaos las tres y nos ponemos en camino hasta los trineos.

Pasamos la mañana con las actividades que les he organizado dentro de la estación y también he intentado que se vuelvan a poner los esquís y lo he conseguido menos en Isa que se niega a ponérselo. Las otras dos chicas se llaman Sonia y Montse.

A la hora de la comida ellas se van y yo me quedo en la cafetería esperando a Martin, mientras comemos le comento el caos que está siendo el primer día y está de acuerdo en separar por grupos más reducidos.

—Hablaré con Pablo sobre lo que hemos pensado, él sabe esquiar y solo lo he visto esta mañana, pero se lo comento, no podemos seguir como esta mañana porque mucha gente se desmotiva debido a que hay diferencias.

—Exacto, ha sido un desastre. Te había dicho que sabían al menos mantenerse de pie y no daban ni un paso.

—Te quejarás de que llevas la mañana tocándote el papo, mientras las tres mujeres se tiran con el trineo.

—Era eso o que una tal Isa que parece la cabecilla me montara un motín y se negaran a dar clases.

—Termino de comer y llamo a Pablo para hablar con él. Está claro que así no podemos seguir. Busca otras actividades y me las pasas por WhatsApp, podemos proponerle otras cosas. Hay algo claro y es que él lo que quiere es esquiar tranquilo y entretener a su personal, el cómo le da igual.

Espero que Martin tenga razón y podamos organizar todo mucho mejor de cómo le dijo inicialmente quien lo contrató.

❤️⭐️❤️⭐️

Como era de esperar, las tres mujeres no han aparecido a la hora acordada. Lo que hemos hecho es dividir el grupo de Martin porque había gente quejándose y me los he llevado a hacer actividades como hice esta mañana con las otras mujeres.

Ya son las cinco menos cuarto y estamos sentados en la misma mesa de la cafetería que esta mañana.

—Hay que hacer algo, esto no es lo que acordamos —informo a Martin una vez deja de hablar por teléfono.

—Lo sé. He hablado ya con Pablo, le ha gustado la idea de dar otras actividades.

—Genial —digo más tranquila.

—El problema es que solo son cinco los que quieren seguir aprendiendo a esquiar.

—No me jodas, Martin. Que yo tengo que hacerme responsable de quince y tres de ellas me la pueden liar.

–Son gente adulta, Chiara, tú las llevas a la actividad y demás, sabes que en muchas hay monitores.

—Pasa tres horas, con esas mujeres y después me cuentas. Que son capaces de abrirse una brecha en la cabeza para no salir de la habitación del hotel. Creo que las han traído en contra de su voluntad.

—Exagerada —indica Martin riendo.

—Necesitaré ayuda, imagina que Isa no quiere montar en moto de nieve...

Me quedo un rato pensando en lo que acabo de decir, Martin chasquea los dedos en frente de mi cara lo que me hace salir del trance.

—Descarta eso, con Isa no me atrevería a que cogiera una moto, esa se tira montaña abajo.

Martin comienza a reír por lo que acabo de decir y me contagia, hasta terminar los dos casi llorando de la risa.

—Joder, necesito conocer a Isa —dice limpiando sus lágrimas.

—Te las puedo presentar, Isa, Sonia y Montse, tres señoras que deben de estar a punto de alcanzar los sesenta años y están hasta el coño del jefe y de la vida en general.

—Algo me ha quedado claro con Pablo, va a pagar lo que sea, pero que no lo molesten, mientras justifiquemos con facturas las actividades, le da igual lo que hagan, la empresa correrá con los gastos de todo.

—Pues perfecto me pondré a mirar las actividades que organiza la estación, sé que lo hacen por sectores y después vamos organizando.

—Verás que tú sola puedes con los quince —asegura sonriendo para levantarse y salir de la cafetería.

Una hora más tarde estoy en la cama, en pijama y con el portátil entre las piernas mirando las actividades que hace la estación de esquí de Grandvalira. Hay cuatro Sectores, después otros programas como rutas guiadas por las montañas o Naturlan, donde creo que el trío jamás debe entrar, hay motos de nieves, moon bike, que es una especie de bicicleta para la nieve y Tobotronic, entre otras actividades.

Me pongo a hacer las actividades por sector y cuánto tiempo aproximado tardaremos, para tener todo planteado.

Mando un correo a Martin y le digo que ya lo tengo casi todo organizado y le mando el listado de actividades, también dejo claro que la opción de Spa por el momento no la incluyo o el trio de señoras no querrán ir a ningún otro lado.

De pronto mi teléfono vibra, lo miro y es un WhatsApp.

Martin: Pues dejamos al trío en el Spa y nos quitamos los problemas de encima.

Yo: Pues sería una buena solución.

Martin: Te digo algo mañana.

Cuando llego al día siguiente a la estación, Martin me está esperando en la misma mesa de siempre y leyendo el periódico. Voy a la mesa y no saludo, solo arrastro la silla para que sepa que estoy ahí y me dejo caer en ella.

—Buenos días —saluda con una sonrisa.

—Otro día de tortura —protesto yo y solo llevo dos días de la temporada.

—Eres demasiado dramática —indica Martin para seguir leyendo el periódico.

Saludo a Cristina y le pido lo mismo que ayer, mientras mi compañero me sigue ignorando. Reviso mi móvil antes de ponerme a desayunar y respondo a Ruslana que me escribió antes de salir a trabajar diciéndome que me echa de menos.

Una vez estoy desayunando miro a Martin que sigue enfrascado en la lectura y eso me cabrea. Estiro la mano y le bajo el periódico para que me haga caso de una vez.

—¿Me vas a decir cuál es el plan? ¿Dejamos al trío en el Spa? — pregunto impaciente.

—No hay Spa, al menos hasta el último día, Pablo se ha negado a eso. Son actividades para fomentar...

—Fomentar matarse, porque ya me dirás. Que esas tres si pueden se parten una pierna para no volver a ponerse unos esquís.

—Hemos encontrado una solución para todos —resuelve alzando la ceja.

—Pues no sé cómo se va a solucionar.

—Hemos contratado a otro guía, tranquila, tiene experiencia, así no estarás sola. Sobre todo, por si alguno al final se anima a aprender a esquiar.

—¿Quién es? —pregunto mirando a ver si veo a alguien que me suene su cara.

—Todavía no ha llegado.

—Pues es bastante irresponsable porque son las ocho y media.

–Relájate, le dije que a las nueve menos cuarto en la cafetería.

—¿Y por qué a mí me haces venir antes?

–Porque me gusta desayunar contigo —dice guiñándome el ojo.

—Eres tontísimo.

—Mira, ahí viene tu nueva compañera —dice haciéndome una seña con la cabeza.

Me giro a donde me ha indicado Martin y casi me atraganto con el trozo de tostada que tenía en la boca al ver quien está entrando.

—No me jodas, Martin.

Quien entra a la cafetería y que ahora se pone a saludar a algunos compañeros es Violeta Hódar, ella y yo competíamos, éramos muy amigas hasta que nos convertimos en rivales, su altanería era desquiciante. Creo que no se llevaba bien con casi nadie, la rivalidad entre nosotras fue creciendo hasta que una lesión de rodilla me apartó de las pistas.

Dejé de competir y después entré a la universidad dejando a un lado la posibilidad de ir a unos juegos olímpicos de invierno, era el sueño de todas y ella lo había conseguido. Así que ahora tengo ante mí a un ser insoportable que hizo mi adolescencia demasiado competitiva y la culpable de la lesión que tuve. Me exigían ser la mejor, nos disputábamos el primer puesto, muchas veces fue ella la primera, otras fui yo.

—Ha cambiado —me dice Martin haciendo que salga de mis pensamientos.

—No lo creo. Las personas como ella no cambian.

—La vida muchas veces te hace cambiar, Kiki, eran dos chiquillas compitiendo por ser la mejor.

—Me lesioné por su culpa —intento justificarme por mi conducta.

—No. Te lesionaste por tu obsesión en superarla, por la presión social, por lo que fuera, pero ella no tuvo la culpa —afirma Martin mirándome serio.

—No voy a discutir contigo —respondo cabreada levantándome de la silla.

–Vamos, Chiara, no seas cría.

—Puedo con el grupo yo sola —afirmo apoyando mis manos en la mesa y mirando fijamente a Martin.

Me marcho de la cafetería para ir a mi coche e intentar relajarme y esperar que el grupo se presente, me cruzo con mi rival de hace años y ni siquiera la miro, pero cuando voy a salir por la puerta aparece Isa.

—Hola, Chiara, vine a decirte que no pensamos esquiar más — empieza a decir de forma atropellada—. Hemos intentado hablar con Pablo, pero nos ha ignorado, así que he bajado para decirte que no cuentes con ninguna de las tres.

Pongo las manos en mi cara para intentar relajarme, estoy totalmente desbordada por la situación y ahora  Isa y sus compañeras que se niegan a esquiar, aunque eso ya lo había planteado ayer, tengo que contarle lo planeado, pero no soy capaz de que las palabras salgan de mi boca.

—Hola, Isa, soy Violeta, la nueva compañera de Chiara y la que ayudará en las actividades, ya he hablado con Pablo y hemos descartado esquiar, sin embargo, Chiara ha planificado unos días de ruta con varias opciones que seguro que serán muy interesantes tanto para usted como sus compañeras.

—¿Actividades? ¿Cómo cuáles?–pregunta Isa poniendo sus brazos en la cintura.

—Pues la estación dispone de muchas, desde motos de esquí, trineos tirados por perros, rutas caminando, realidad virtual, también hay un...

Le doy un codazo a Violeta que no pasa desapercibido para Isa, mientras ella me mira sin entender por qué la he detenido.

—¿Qué? —pregunta Isa mirándome fijamente.

—Un parque para familias, eso es lo que quería decir —respondo rápido.

—Está bien, hablaré con las demás, y bajaremos para ver qué nos propones —protesta resignada, para después desaparecer por la puerta.

—No vuelvas a darme un codazo —me reprocha tras girarse para mirarme.

—Pues no vuelvas a hablar de algo que no sabes. Si le llegas a decir que hay un Spa, tendríamos un problema, el dueño de la empresa nos ha exigido que nada de Spa —explico sin saber muy bien por qué.

—Pues aprende a hablar y a no quedarte callada cuando una clienta no quiere seguir con una actividad.

—Aquí sobras, Violeta. A mí me sobras.

—No me has contratado tú, si tienes algún problema lo hablas con Martin —aclara para ir hasta la mesa donde está el que yo pensaba que era mi amigo.

Suspiro resignada mientras sigo mi camino hasta mi coche, para coger la carpeta que antes me he dejado con lo que le planteé anoche.
Por el camino pienso en cómo gestionar el volver a encontrarme con la que un día fue mi rival.

Cuando regreso veo a Violeta y Martin riendo mientras habla con el grupo que se llevará él a esquiar, miro y veo que hay ya gente de los que se niegan a ponerse unos esquís, aunque a la que no veo es a Isa, sin embargo, si puedo ver a Sonia y Montse, sentadas con cara de pocos amigos.

—Genial —suspiro intentando relajarme.

—Pensaba que habías huido —dice Martin intentando hacer una gracia que ahora mismo no la tiene.

—No la necesito —insisto mirando a Martin.

El suspira intentando calmarse y me coge del brazo para apartarme, yo me zafo de su agarre cabreada mientras él me hace un gesto para que lo siga.

—¿Puedes dejar de comportarte como una cría y ser una profesional?

—No soy ninguna cría — escupo con rabia.

—Pues es lo que parece, Chiara. ¿Cuántos años han pasado? ¿Ocho, nueve años?

—Once —confirmo.

—Ya va siendo hora de pasar página, ni tú ni ella son la misma persona de antes. Va a estar contigo y sobre eso no hay discusión.

—Dividiremos los grupos —aseguro.

—Kiki, hazlo como te dé la gana, pero deja de ser una niña caprichosa y ponte a trabajar —suelta enfadado para marcharse con su grupo.

Me acerco al grupo grande y la veo venir colocándose a mi lado.

—Haremos dos grupos, para dividirnos y así no hacer tanta cola en las actividades —intento justificarme porque quiero hacer eso.

—No es lo correcto —dice Violeta a mi lado.

—No he pedido tu opinión —respondo sin mirarla.

El grupo nos mira a las dos sin entender muy bien qué es lo que pasa, la tensión entre las dos se nota demasiado como para pasar desapercibida.

—Estoy de acuerdo con la pelirroja —dice un joven tras darle un repaso de arriba abajo a Violeta.

—Hoy iremos al sector de Grau Roig empiezo a explicar ignorando al susodicho—. Allí hay varias actividades...

—¿Cómo cuáles? —pregunta el mismo tío.

—Caminar con raquetas, construir iglús, motos de nieves, algunas rutas.

—Las motos —asegura el joven.

–Quieres callarte de una puta vez, Esteban, y dejar que expliquen las cosas —escupe Isa.

—Pues esas serán las actividades, cuando estemos en el sector nos dividiremos en dos grupos y así será todo más ágil.

Veo que el tal Esteban levanta la mano e intento mantenerme tranquila.

—Yo quiero el grupo de...

—Sí, Esteban, a todos nos ha quedado claro con quién quieres ir — resuelvo cerrando la carpeta—. Ahora todos al bus para irnos.

Violeta me sujeta del brazo y no me deja moverme mientras el grupo comienza a caminar hasta la salida. Miro a ella y a mi mano, al ver que no me suelta vuelvo a clavar mi mirada en sus ojos de color gris.

—¡Quieres soltarme! - exijo sacudiendo mi brazo.

—Perdona.

Ella se ha quedado sin moverse y yo comienzo a caminar para ir hacia la salida.

—Espera —dice volviendo a sujetarme—. Perdona vuelve a decir, soltando mi brazo de nuevo—. No creo que sea conveniente separar al grupo, es mejor ir todos juntos, por lo que dices que es más ágil es una tontería, sabes que hay más clientes en esta estación y habrá colas en alguna actividad.

La miro y la ignoro, ya que, aunque me haya parado para escucharla, no respondo y sigo caminando, siento cómo bufa con desesperación y sigue detrás de mí. Sé que estos cinco días van a ser una tortura porque, aunque me cueste reconocerlo, Violeta hace que se me remuevan cosas por dentro que sentía que estaban acalladas.

Violeta

Cuando ayer me llamó Martin, no podía creer que volvería a verla, ya me había dicho que estaría con ella, pero fue verla pasar y remover todo lo que hacía once años atrás había pasado. Aunque doy clases de esquí al igual que ella, yo siempre estoy en otra estación mucho más pequeña que es la de Ordino-Arcalís. No me la he cruzado, ya que, he evitado venir aqui, sabia que encontrarme con mi pasado no era buena idea y ahora lo acabo de comprobar.

Esa niña que ahora se ha convertido en mujer me sacaba de quicio, era competitiva y me hacía exigirme al máximo hasta casi llegar a límites no demasiados sanos, porque sentía la presión a diario de mis padres.

Recuerdo aquella vez en los vestuarios cuando éramos adolescentes y me di mi primer beso con una mujer, con ella mi cuerpo vibró.

Habíamos bajado un puerto de montaña y nos habíamos llevado la bronca de nuestro entrenador. No parábamos de reírnos por nuestra pequeña travesura.

—Si se enteran nuestros padres nos van a matar —dijo Chiara con los mofletes rojos debido al frío.

—No creo que Joan les cuente nada. Ha sido muy divertido —dije sacando mi ropa de la taquilla.

Nunca me había fijado en Chiara de la forma que lo hice en aquel momento. La pillé mirándome fijamente y en mi mente de niña quise provocarla, había algo en ella que me llamaba la atención y necesitaba descubrir qué era. Me acerqué y ella corrió a las duchas y yo hice lo mismo entre risas, nos duchamos mientras nos echábamos miradas furtivas, ninguna de las dos se atrevía a decir nada, era pecado lo que estábamos haciendo. Veníamos de dos familias muy católicas, aunque poco después supe que la madre de Chiara era mucho más comprensiva de lo que serían mis padres.

—Tengo frío —dijo Chiara tapándose con la toalla.

Mi impulso en aquel momento fue ir hacia ella y abrazarla, yo ya me había puesto mi ropa interior y una camiseta, ella siempre era más lenta para vestirse. Chiara abrió la toalla y la pude ver solo con la ropa interior y me atrajo hasta ella, en ese momento el roce de nuestros cuerpos me dio una sacudida y nos apartamos instintivamente. Aquello estaba mal, pero no podíamos parar, necesitábamos saber qué era lo que nos estaba pasando.

—No sé lo que me pasa contigo —le confesé confundida.

Chiara se apartó más de mí y pegó su espalda a la taquilla intentando que no volviera a acercarme.

—Esto está mal —me reprochó ella al ver que volvía a acercarme.

No podía ni quería parar, me acerqué todo lo que pude y posé mis labios en los de ella en un beso casto, mi cuerpo de adolescente empezó a sentir cosas que nunca había experimentado, mi sexo palpitaba y no entendía qué era lo que me estaba pasando. Había escuchado que el demonio te tentaba con la lujuria, ¿y si mi tentación era Chiara?

No me importaba, necesitaba saber qué más podía sentir con ella y volví a besarla. Posé mis manos en su cintura y metí mi lengua tímidamente en su boca. Chiara me giró y ahora era yo la que quedaba con la espalda en las taquillas, mientras ella recorría con su lengua el interior de mi boca, pensaba que iba a morir en aquel momento, me estaba haciendo sentir mil emociones que no había experimentado nunca, ni siquiera mi primer beso con Marc mi compañero de clase.

—¡Violeta! -escuché gritar a mi madre.

En ese momento aparté de golpe a Chiara, mi madre nos había pillado e hizo que actuara de la forma en que lo hice en aquel momento.

—No soy una pervertida como tú —le acusé en aquel momento, aunque sabía que había sido yo quien la había besado primero—. No vuelvas a tocarme en tu vida —le advertí caminando hasta mi madre.

Vi la decepción de Chiara en los ojos, sabía que ya todo sería distinto y vaya que sí lo fue, entre nosotras creció una rivalidad absurda por ser la mejor, nos besábamos con chicos mientras buscábamos a la otra con la mirada. Fueron unos años absurdos de hacernos mucho daño.

Después de un entrenamiento nos encontramos en los vestuarios, ya no teníamos el mismo entrenador. Ella me retó a volver a salir y volver a esquiar por un tramo nuevo. Chiara intentó bajar por un sitio que ya le había advertido que no fuera, pero ella me retaba a hacerlo.

—Aquí sabremos quién de las dos es la mejor —dijo en lo alto de la montaña llena de rabia.

—No quiero esto, Chiara, no quiero seguir compitiendo absurdamente contigo.

—Cobarde —me espetó haciéndome sentir furiosa.

–De acuerdo, quien llegue primero abajo gana y darán igual las competiciones.

Chiara asintió, sabía que eso era una locura, estaban próximas las competiciones, incluso los juegos de invierno, pero Chiara me insistía y no estaba dispuesta a que me ganara. El ego de adolescente superaba todo.

Comenzamos el descenso y ya me estaba arrepintiendo de hacerlo, pero si ella no paraba, yo tampoco iba a hacerlo y la puta mala suerte hizo que se cruzara un ciervo, yo iba más rezagada y pude reaccionar, a ella no le dio demasiado tiempo y terminó dando vueltas ladera abajo y cayó en una mala postura.

—Mierda, ¿estás bien? —le pregunté al ver que no se movía.

No respondía, las lágrimas corrían por mis mejillas sin poder controlarlas, hasta que por suerte sentí a Chiara quejarse del dolor. Fui a intentar tocarle la pierna y ella gritó.

—No me toques, todo esto es por tu culpa -dijo llorando asustada.

Me quedé sentada sin poder reaccionar y ella culpándome de aquello que había pasado, en ese momento lo único que quería era estar en su lugar, que fuera yo la que se hubiese destrozado la rodilla, yo la que dejara de sentir cosas por ella, como creo que ella nunca sintió por mí. Quería huir de aquello, pero no podía dejarla allí. Grité desesperada sabiendo que aquello era un jodido error, pero la desesperación nos hace actuar de forma incorrecta y yo lo hice.

—Esto te pasa por querer ser siempre la mejor, ahora seré yo quien ganará todo —escupí llena de rabia al ver que Chiara no dejaba de culparme.

Saqué de mi mochila el teléfono por satélite y llamé a la estación y en quince minutos ya estaban atendiendo a Chiara. Me dijo que me odiaba, que no quería volver a verme y volví a experimentar la sensación de impotencia, la misma que cuando mi madre nos pilló en los vestuarios.

Sabía de ella por terceras personas, me puse mi armadura de zorra, y fui la mejor, ya no tenía competencia, pensé que quizá lo mejor era no volver a ver a Chiara, al menos me lo repetía a diario, mientras por las noches lloraba por no poder verla, aunque solo fueran unos minutos.

Chiara se fue de Andorra a vivir a Barcelona, su familia era de allí. No tenía sentido seguir en Andorra estudiando y entrenando. Años después supe que ella había pedido marcharse, no quería volver a verme.

Sabía de su vida por la información que me iban dando compañeros que si seguían en contacto con ella. Yo, en cambio, me refugié en las competiciones hasta que mi mente dijo basta tras unos juegos de invierno. No era feliz con la vida que mis padres habían diseñado para mí y deseaba a diario lesionarme hasta que sucedió lo inevitable y terminé en un hospital tras una caída, había perdido la concentración y acabé ingresada y con la rodilla destrozada.

Recuerdo llorar a moco tendido, pero no era de tristeza, era de felicidad porque para mí ya se terminaba un calvario de esfuerzo sin recompensa, dietas, ejercicios, entrenar a diario al máximo y todo eso sin dejar de estudiar. Estaba cumpliendo el sueño de mis padres, pero ¿quién iba a cumplir los míos?

Cuando me recuperé, y tras terminar la universidad quería ir a buscarla, decirle que podríamos intentarlo, pero otra vez mi madre tenía otros planes y se llamaba Ángel, el hijo de un inversor adinerado que acababa de llegar a Andorra con un hijo de casi la misma edad que yo, veinticuatro años, y volví a caer de nuevo en los caprichos de mis padres.

—Ya es hora de que te cases y tengas hijos —me dijo mi padre una tarde antes de presentarme a Ángel.

Y como siempre había hecho, agaché la cabeza y acepté ser la hija modelo que ellos querían. Terminé al año y medio casada con Ángel, por suerte el interés del uno por el otro era mutuo, realmente ninguno.

Nos dedicamos a convivir, aunque nuestros padres insistían en que debíamos tener hijos, pero eso no entraba dentro de nuestros planes, ya que tanto Ángel como yo no teníamos ningún interés ya no solo el uno por el otro, sino en ser padres.

La mala suerte hizo que Ángel una noche de fiesta terminará con su vida en un trágico accidente de tráfico, había quedado viuda con apenas veinticinco. Sentí un vacío enorme, era mi amigo, mi confidente y al que le conté cómo me había enamorado de Chiara cuando apenas tenía quince años.

Ya no sabía nada de Chiara, aquella chica no tenía un perfil en ninguna red social, era como si la tierra se la hubiera tragado, hasta que supe que venía a trabajar cada invierno a la estación de Grandvalira, desde hacía tres años atrás y cada año iba al inicio de temporada a verla llegar con su furgoneta. Soy una cobarde porque a mis veintisiete años no me atrevía a decirle a esa mujer que sigo sintiendo lo mismo que cuando teníamos quince años y nos besamos en el vestuario.

Cuando mi mano tocó la suya, mil recuerdos se agolparon en mi cabeza, el aire le costaba llegar a mis pulmones y aunque ahora ya sé que me gustan las mujeres y he estado con unas cuantas, jamás podrá compararse a lo que sentí aquel día que nos pilló mi madre.

—Ya hemos llegado —anuncia el conductor abriendo las puertas del bus haciendo que salga de mis recuerdos.

Me bajo la primera y coloco al grupo a mi alrededor mientras veo que Chiara habla con el conductor para acordar la hora de recogida. No sé cómo voy a llevar estar cerca de ella, lo que sí que tengo claro es que ya no soy aquella niña de quince años y que tampoco voy a dejarme pisar por la altanera de Chiara, aunque me muera de ganas de cerrarle la boca a besos.

Chiara

Violeta ha reunido al grupo, veo cómo algunos hablan entre ellos y como el tal Esteban le sonríe con cara de gilipollas mientras ella habla.

Le daría un guantazo a ese tío para que espabilara.
Me acerco al grupo enfadada, y no entiendo muy bien por qué o quizá sí que lo sé, pero me niego a reconocer que volver a verla me afecta más de lo que esperaba.

—Hola —me dice Violeta cuando ve que me coloco a su lado.

—Buenos días —digo mirando al grupo ignorando a Violeta—.Hemos decidido que lo mejor es separar los grupos en dos, os voy a decir las actividades que hay y nos dispondremos a realizar algunas.

—Yo no me voy a separar de mis compañeras —protesta Isa.

—Deberíamos ir el grupo completo, es una tontería dividirnos, y si una actividad tiene más cola que otra y unos disfrutan más que los otros —dice un hombre de mediana edad.

Las palabras del hombre hacen que la gente proteste y todos quieran hablar a la vez, desvío la mirada hacia Violeta y la veo con los brazos cruzados con una sonrisa mirándome.

—Creo que te han montado un motín– susurra la idiota acercándose un poco.

La miro con cara de pocos amigos, mientras el resto sigue hablando y proponen hacer actividades que ya han leído en el programa de la estación.

—Yo quiero montar en trineo como hicieron ayer, Isa, Sonia y Montse —propone una mujer.

—Yo quiero subir en las motos de nieve, eso sí que debe ser una pasada —dice el pervertido de Esteban.

Intento relajarme e intentar controlar el revuelo que se ha formado, pero no consigo que se calmen y solo me falta gritar de pura desesperación.

—Un momento, por favor —dice Violeta intentando contener a la gente—. Necesitaremos un orden o esto será un caos continuo, estamos todos de acuerdo en que no queréis esquiar, es así, ¿verdad?

Muchos responden que sí, mientras otros asienten con la cabeza y se cruzan de brazos.

—Pues bien, iremos todos juntos en orden, nada de salirse del grupo, si alguien tiene que ir a alguna parte se nos notificará a alguna de las dos. Ahora vamos a plantear las actividades, dada la hora que es deberíamos hacer una ruta corta con raquetas, sabréis utilizarlas y puede ser bastante divertido otra actividad es aprender a hacer iglús, es bastante interesante. Respecto a las motos, habrá gente que querrá subirse y otras que no, es ese caso, es mejor que se haga casi por la tarde, así pueden quedarse en una de las cafeterías mientras otros van en una ruta corta en moto.

Me quedo perpleja mirando a Violeta acabar de organizar el día sin contar conmigo.

—Pues yo no quiero quedarme en la cafetería —protesta Isa—, y tampoco me voy a poner a construir una cabaña de hielo.

—Si alguien piensa como Isa, es mejor que bajen hasta la estación principal y se queden con Martin esquiando, que es a lo que realmente habéis venido. No voy a discutir con nadie sobre las actividades, estas son las reglas o las aceptan o a esquiar, vosotros decidís —responde Violeta mirando fijamente para Isa.

Esa mujer ahora mismo creo que quiere tirarle de su  melena pelirroja y dejarla calva, por lo que acaba de decir.

—Tampoco hay que ser... —intento quitar tensión.

—Somos todos mayorcitos como para comportarnos como niño, ¿verdad, Isa? —me corta Violeta mirando a la mujer que ahora tiene una sonrisa ladeada.

Isa asiente y nos ponemos en marcha, yo agarro del brazo a Violeta y nos quedamos más rezagadas.

—No vuelvas a desautorizarme delante de nadie.

—Yo no he hecho eso, Chiara. Solo he dejado claro que aquí mandamos nosotras.

—Isa te va a odiar.

—No más de lo que lo haces tú —indica y sigue su camino, mientras veo a Esteban que se ha parado a esperarla.

Cierro los ojos intentando dejar mi mente en blanco, y escucho de fondo gritos de que me dé prisa o llegaremos tarde hasta el punto indicado.

La ruta con las raquetas es más divertida de lo esperado, Isa y sus amigas que se oponían en un principio terminaron por ceder, solo hizo falta una mirada de Violeta, para que aquellas mujeres se activaran de inmediato. El resto se está divirtiendo bastante, hemos escogido una ruta corta, hay guía, aunque en este caso él se ocupa del resto, mientras nosotras le hacemos indicaciones al nuestro.

—Esa mujer es el mismo demonio —escucho que dice Sonia a su grupo de amigas.

—La pelirroja solo quiere mandar —responde Montse, que se ha sentado en uno de los bancos para quitarse las raquetas de los pies.

—¿Cómo la soportas? —pregunta Sonia bajo la atenta mirada de Isa.

Miro a mi alrededor y aunque sé que es a mí esa pregunta, prefiero no responder a esas tres mujeres que me la pueden liar en cualquier momento. Ellas siguen con la mirada fija en mí y yo las miro ahora con el ceño fruncido.

—¿Es a mí? —pregunto señalando a mi pecho.

—Claro que es a ti —dice Isa.

—Yo no tengo que soportar a nadie, cada una hace su trabajo y ya.

—Bueno, chicos y chicas, ahora nos colocamos en fila...

—Mírala mandando, es lo que le encanta hacer y el tonto de Esteban babeando, ¿ese no estaba casado? –comentan entre ellas.

—Creo que se separó de la mujer hace unos meses, eso me dijo Leticia de contabilidad, ya que, también lo ha intentado con ella —ahora hablan entre ellas sobre Esteban.

Esas tres mujeres pueden despellejar a cualquiera de esa empresa, espero que sean buenas en lo que hacen, porque madre mía, como les gusta largar.

—Es mejor hacer lo que nos dice —digo mirando a las tres mujeres.

—Tranquila, a ella no le interesa Esteban -comenta Isa pasando por mi lado.

Me quedo clavada en el sitio mirando a la mujer que ahora sonríe y me guiña un ojo para reunirse con el resto del grupo.

Veo que Violeta me está mirando, cuando nuestros ojos se encuentran ella aparta la mirada para dirigirse al grupo, me he dado cuenta de que he estado absorta en toda la actividad, ella ha cogido las riendas del grupo y yo simplemente soy una más.

Nos ponemos en marcha y ahora llegamos al área de hacer el iglú, hay muchas familias y los niños se lo pasan genial. Aunque la actividad pueda ser absurda, al final Violeta se las ingenia para que empiecen a construir uno entre todo el grupo. Y aunque yo pensaba que el trío se enfadaría y protestaría por lo infantil de lo que puede ser la actividad, esas mujeres son las que guían al resto y sorprendentemente se construye todo mucho más rápido de lo que esperamos y con un resultado excelente.

—Está perfecto —digo mirando al iglú.

—Esas tres ladran mucho, pero no muerden —comenta Violeta a mi lado.

—¿Y tú, muerdes? -pregunto mirándola fijamente.

Cuando ya creo que no va a responder se pega demasiado a mí y me empieza a faltar el aire.

—Depende de a quien, sí que suelo morder.

Trago saliva mientras ella sonrie, cuando intento responder, alguien del grupo llama a Violeta, y ella se aleja mientras yo sigo plantada de pie, desconcertada por lo que ella hace que sienta.

Tras comer, unos se van a montar en motos mientras otros se quedan en el restaurante, algo que agradezco, porque sigo sin ver a muchos de ellos subirse en las motos. Decidimos que Violeta vaya con el grupo a hacer la actividad, mientras yo me quedo con el resto que ha decidido quedarse en el restaurante.

Las horas pasan más rápido de lo que esperaba, ya que cuando nos damos cuenta, el otro grupo está de vuelta, acceden a la terraza entre risas. Busco con la mirada a Violeta, porque no la veo por ningún lado y me fijo en que Esteban tampoco está y la rabia empieza a bullir en mi interior.

—¿Violeta? —pregunto cuando alguien se acerca.

—Ahora viene, se ha quedado rezagada porque Esteban fue el último en volver —indica un joven que ahora sé que se llama Antonio.

–Esteban no pierde el tiempo en intentarlo con esa muchacha — comenta Paco.

Muerdo mis labios y veo como ahora si puedo divisar a Violeta y al Esteban ese, vienen sonriendo mientras hablan animadamente.

–Respira —susurra Isa al pasar por mi lado.

Esa mujer tiene el poder de desconcertarme cada vez más, ella sigue con el resto al baño, mientras yo me pongo de pie y espero junto a la pequeña escalera que da acceso a la terraza. Cuando llegan hasta mi altura pongo mi mano en el pecho de ella y Esteban sigue caminando hacia donde está el resto.

—No vuelvas a dejar al grupo solo — escupo enfadada.

Ella mira mi mano e intenta hacer presión para seguir caminando, ignorándome. Mi enfado crece y le sujeto del brazo.

—Compórtate como una profesional y no como una....

—¿Cómo una qué, Chiara? —pregunta retándome con la mirada.

Mi respiración se agita y trago saliva, ella se da cuenta de mi estado y moja sus labios, ahora mismo solo quiero besarla, quiero que me arrincone como hizo una vez y meta su lengua en mi boca, el deseo hace que me estremezca y no pasa desapercibido para ella, suelto su brazo rápido.

—No vuelvas a cuestionar mi trabajo.

—No vuelvas a dejar parte del grupo solo.

—No he dejado al grupo solo. Quizá lo que te joda es con quien he llegado.

Ella ya no está a mi lado y es algo que agradezco. Tras una charla en la terraza nos ponemos rumbo a la parada donde el autobús nos espera para dejarnos de vuelta en la estación. Solamente quiero llegar a mi casa, darme una ducha y que los días pasen lo más rápido posible.

❤️⭐️❤️⭐️

Llego a la cafetería donde ya Martin está sentado y como no era de otra forma está leyendo el periódico. Me acerco a la barra para pedir a Cristina el desayuno y me dejo caer en la silla al lado de él.

—Hola —digo con desgana, cruzando los brazos encima de la mesa para apoyar mi cabeza.

–¿Saliste de fiesta?

—No.

—Entonces, ¿por qué estás así? -curiosea Martin haciendo que yo me ponga recta en la silla.

—No quiero trabajar al lado de Violeta.

—Joder, Keeks, que somos adultos todos, que han pasado muchos años.

Tapo mi cara con mis manos e intento relajarme, pero no lo consigo, es cerrar los ojos y ver a Violeta, su sonrisa, su melena pelirroja, ese desparpajo que no ha perdido y que ahora me atrapa mucho más que antes.

—No me jodas, Juanjo tenía razón.

—¿En qué tenía razón? —pregunto entrecerrando los ojos.

—Te gusta.

—No —respondo rápido.

—No te he preguntado, Kiki, es una afirmación. Su regreso te ha removido cosas del pasado que tenías enterradas o al menos eso creías.

—No —repito para intentar ser creíble.

Cristina llega con lo que le he pedido y Martin, que no quiere seguir indagando en lo que me acaba de decir, vuelve a ponerse a leer el periódico.

—¿Por qué todavía lees en papel? ¿Sabes qué hay en digital? Con un solo clic lo tienes todo.

–Porque me gusta y sobre todo no tener que estar saltando la publicidad para llegar a la noticia.

—En eso tienes razón.

—Siempre la tengo, incluso en lo que te he dicho antes.

—Buenos días —saluda Violeta pasando por nuestro lado.

—Buenos días, guapa, puedes sentarte con nosotros —indica Martin.

Yo ahora mismo podría morder a mi compañero, no la quiero tener al lado, solo lo justo y necesario, para mí es una tortura tener a esa mujer cerca.

Violeta toma asiento al lado de Martin y pide el desayuno a Cristina, y yo empiezo a sentir celos por él tonteo que tienen entre las dos, puedo ver cómo Martin me mira de reojo, mientras yo quiero gritarle a Cristina que haga su jodido trabajo y se deje de coquetear con Violeta.

—Podemos quedar fuera de aquí —le propone la camarera.

—Claro, cuando quieras. Aunque sabes que aquí en esta época hacen muchas fiestas y son bastante interesantes —comenta Violeta mientras la camarera babea.

Miro a Martin que sonríe, parece divertirse con lo que ve, yo sigo mordiendo mi tostada mientras veo el espectáculo de la pelirroja y la camarera.

—Chiara también puede venir si quiere —dice Cristina, cogiéndome desprevenida.

Comienzo a toser porque no esperaba lo que ha dicho Cristina e intento no asfixiarme con la jodida tostada, Martin sirve un poco de agua en un vaso y me lo da.

—Bebe —exige viendo que cada vez me pongo más roja.

Por suerte consigo beber algo de agua y que el trozo de pan vaya por el camino correcto. Cristina se va tras mi casi ahogamiento y Violeta me mira fijamente con preocupación.

—¿Mejor? —pregunta cariñosa.

—Qué te importa —ladro enfadada.

—La educación la has perdido igual que los modales —protesta Violeta.

—Yo al menos no voy intentando ligar con todo lo que se mueve.

—Yo no hago eso, y además creo que deberías ser algo más inteligente, si Cristina quiere a alguien es a ti.

—Ni de coña —respondo furiosa.

—¿Crees qué si quisiera quedar conmigo, te iba a invitar a ti? No, Chiara, no lo haría.

—En eso tiene razón, Vio —apunta Martin.

—Ya me habéis cabreado, os espero fuera.

Violeta ha debido de hacer algún comentario que yo no he escuchado, porque tanto Martin como ella terminan riendo, mientras yo salgo por la puerta de la cafetería a esperar al grupo.

—Solo te quedan cuatro días, cuatro, y la perderás de vista —susurro frotando mis manos al notar el frío.

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Bueno como he avisado al principio se viene la segunda parte, espero que tengáis ganas.
:)

Pokračovat ve čtení

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