Kivi- One shots

By PaCDddd

53.4K 1.5K 55

Algunos capítulos pueden contener escenas (+18) More

Inauguración I
Pequeño bachecito I
Inocente o Culpable
Inauguración II
Pequeño bachecito II
Es por ti
La llamada
El encuentro I
El encuentro II
Volver
Tinder
Party
Andorra I
Andorra II
Mala costumbre

Soy Chiara

2.6K 148 7
By PaCDddd



Cuando llego al recinto suspiro pensando que la mejor decisión que he tomado es no traer mi coche. Mi teléfono vibra, es mi amiga que me envía un WhatsApp.

Denna: Espero que estés ya en el lugar de la cita.

Violeta: Por un momento pensaba que te habías olvidado de mí.

Denna: En veinte minutos me olvidaré de hasta como me llamo.

Violeta: No quiero detalles sobre lo que vas a hacer, cochina.

Denna: ¿Ya la has visto?

Violeta: No he entrado.

Denna: ¿A qué esperas?

Violeta: No me pongas nerviosa, y déjame comprar la dichosa entrada.

Mi amiga no me sigue escribiendo, me dirijo a las taquillas y saco mi entrada. Al entrar hay mucha más gente de la que me esperaba y me dirijo al pabellón que me dijo Denna. Mi sorpresa es cuando levanto la cabeza y leo: Pasaje del Terror.

—¿No había un sitio más grande para quedar? —susurro.

Me pongo a un lado de la cola de entrada, miro a mi alrededor esperando encontrar a mi cita. Decido llamar a mi amiga.

—Ya estoy aquí y no veo a nadie, gente hay, pero ninguna loca esperando por otra loca para tener una cita.

—Relájate, me dijo que iba a tardar un poco, siéntate, en cinco minutos imagino que estará contigo.

—Esto no ha sido buena idea, Denna, ni siquiera sé cómo es, ni su nombre.

—No seas pesada, no necesitas saber nada.

—¿Almudena, hay algo que no me estás contando?

—A ver, no te enfades. No sé quién es realmente...

—Me largo de aquí.

—¡No!—grita—. Es hermana de una compañera de trabajo, es de fiar. Te vas a quedar y vas a esperar que aparezca y si la cosa va bien, te das una alegría al cuerpo que te hace mucha falta.

—¿Qué sabrás tú?

—Vivo contigo, guapa, y los únicos gritos que salen de tu habitación es cuando Beyoncé saca álbum.

—Eres demasiado cruel. He decidido que en fin de año me vas a invitar a comer un solomillo en algún restaurante súper pijo.

—Perfecto, ahora compórtate que yo tengo cosas que hacer—comenta riendo.

—Disfruta.

—Tú también, mañana te llamo.

No deja que me despida, fue escuchar a Alex llamarla y colgar el teléfono. Hace un frío que pela y yo sigo esperando por la chica misteriosa. Estoy apoyada en un murito que hay cuando se acerca un baboso, al principio intento ignorarlo y me pongo a mirar el móvil.

—Hola. ¿Estás sola? —me pregunta mientras yo trato de ignorarlo.— ¿Estás sola? —Insiste el ser que tengo a mi lado.

Levanto la cabeza del móvil y lo miro a los ojos.

–¿Es a mí? —pregunto intentando parecer sorprendida.

—Sí claro, no hay nadie más.

Miro a mi alrededor y hay gente por todos los lados, de hecho, hay una pareja un poco más allá de donde estamos y un grupo de chicos un poco más adelante. Él, al ver que miro alrededor decide hablar.

—Vale, sí, hay mucha gente, pero mi pregunta era para ti. ¿Estás sola?

Joder qué pesado, no se da cuenta de que no quiero contestar, pero antes de que suelte una bordería siento como alguien entrelaza su brazo con el mío, miro a mi lado antes de poder reaccionar.

—No, no está sola. Ella está conmigo—la voz de una mujer sale de mi lado y yo solo puedo agradecer que haya venido a quitarme de encima al chico.

El no dice nada, solo se da media vuelta y se marcha, la chica ahora quita el brazo que antes había entrelazado con el mío.

—Disculpa, creí que era lo correcto.

—Tranquila, te doy las gracias por hacer que se fuera.

—¿Esperas a alguien? —pregunta con curiosidad.

—Pues sí, parece una locura, pero mi amiga me ha montado una cita con alguien aquí.

No sé por qué le cuento esto a una desconocida, pero el hecho de quitarme al pesado de encima hace que me sienta a gusto con ella.

—Anda, yo también tengo una cita—dice sorprendida.

La miro por un momento y pienso que quizás es ella con la que tengo que quedar, si Denna hubiera sido más precisa en sus indicaciones ahora no estaría mirando a la muchacha de forma rara intentando descifrar si ella es realmente a quien espero.

—Pues creo por lo poco que me han dicho que tú eres con quien iba a quedar—dice encogiéndose de hombros.

—Hola, me llamo Violeta—me presento extendiendo mi brazo para que me dé la mano.

—Yo soy Chiara.

Rechaza mi mano y me da dos besos en las mejillas. Se queda mirándome fijamente y yo no sé reaccionar porque ha llegado como un huracán y la poca seguridad que tenía se la ha llevado.

—¿Entramos al pasaje del terror?

—No gracias, podemos dar una vuelta si quieres o sentarnos y hablamos.

—Quiero entrar, he venido solo para eso, bueno la cita ha sido aquí para poder entrar ahí contigo.

Empiezo a hiperventilar, ni de coña puedo entrar en esa cosa, tengo miedo y mucho, jamás entro a nada que tenga que ver con cosas que producen ese terror, me parece totalmente innecesario estar en constante alerta dando gritos.

—Por favor—me pide juntando sus manos.

Joder, voy a matar a Denna, yo sigo sin dar una respuesta, ya que el miedo a entrar ahí dentro me paraliza.

—Venga, vamos, ¿no me dirás que tienes miedo? —pregunta alzando sus cejas.

—No, no tengo miedo, bueno quizás un poco, ¿en serio tenemos que entrar?

—Sí, lo pasaremos genial—tira de mí para ponernos en la cola.

La cola por suerte no es muy grande, acaba de entrar un grupo de unas quince personas y suelen tardar unos veinte minutos hasta que pueda entrar otro grupo. Mi cabeza ahora mismo solo piensa en que voy a estar ahí dentro ese tiempo con gente que intenta que te cagues viva y eso en mi caso puede ser literal. Debí ponerme algo en las bragas.

Mi acompañante ahora parece una cría de lo emocionada que está por entrar a la mierda esa y yo tiemblo no solo por el frío que está haciendo, sino el miedo que me da por entrar.

Ella está entretenida hablando con unas chicas de delante y yo solo tengo ganas de escapar corriendo, quizás si me salgo de la fila despacio no se dará cuenta.

—Ella es Violeta—suelta de pronto a las chicas y me agarra del brazo.

—Hola—saludo levantando la mano.

Ellas responden el saludo y me dicen sus nombres, pero sigo desconectada y desesperada porque empiece mi tortura. En mi cabeza viene el nombre de mi amiga y pienso que esta me la va a pagar, vamos, pero bien.

—¿Nerviosa? —me pregunta al ver que las enormes puertas del pabellón se abren para que entremos el siguiente grupo.

No contesto, no soy capaz, me mentalizo que solo serán unos minutos y que si permanezco pegada a ella no me pasará nada.

Chiara decidida me sujeta del brazo y lo entrelaza, caminamos junto al resto, pasamos una cortina negra que hace que desde fuera no se pueda ver el interior.

—Ya empiezan las jodidas cortinitas—susurro para mí.

Al entrar parece el vestíbulo de un hotel, hay una mesa con unas velas y sorprendentemente hay luces y están encendidas, eso hace que me calme y respire más pausado. Una vez todo el grupo dentro cierran las puertas detrás y doy un bote del susto.

—Solo son las puertas—me indica aguantando la risa.

Cuando miro al frente las luces se vuelven más tenues y se ve entrando a Jack, el muñeco de pesadillas antes de Navidad, tiene un farolillo en la mano y viene hacía nosotras, yo solo puedo agarrarme fuerte a mi acompañante.

—Es solo la presentación—susurra muy pegada a mi oído.

Solo la puta presentación y me estoy cagando de miedo, esto no puede salir bien, y parece que le falta aire a la inmensa sala donde estamos.

Jack lleva un rato hablando y yo hiperventilando, no he oído nada, solo quiero avanzar y acabar con esta agonía en la que me he metido. Parece que Jack ha terminado con su oratoria, señala un pasillo y como no podía ser de otra forma hay unas cortinas negras por las que tenemos que pasar para entrar en la otra sala.

Ahora soy yo la que se aferra al brazo de Chiara como si me fuera la vida en ello, mientras el grupo de personas siguen la ruta marcada por Jack que ya ha desaparecido por una puerta en la dirección opuesta a la que nos ha señalado.

Tras pasar las cortinas, la sala en la que estamos tiene una luz tenue, demasiado hasta para meter miedo. De pronto se escuchan lamentos.

—Esto no es buena idea, Chiara, es mejor.... Aaaahhhhh—grito desesperada al sentir que algo
me roza.

—Tranquila, solo se han tropezado.

Miro en toda las direcciones y de pronto una luz en el suelo nos guía a que caminemos por un pasillo lleno de una especie de telas de araña. En los laterales del pasillo se ven que salen manos.

Hay que pasar de dos en dos, ya que el pasillo se va estrechando.

—Me niego a pasar por ahí, que me saquen de aquí, por favor—suplico a mi acompañante.

—Ahora no podemos, vamos a ir avanzando, en unos minutos estaremos fuera.

Chiara tira de mí haciendo que avance, ya que la gente de atrás se desespera y quiere seguir avanzando, diría que soy la única que está pasando miedo, pero no, hay más gritos aparte de los míos en este grupo. Por un momento cruzo la mirada con una de las chicas que se presentaron fuera y puedo ver en sus ojos casi el mismo miedo que el mío.

Cuando Chiara logra que avance por ese pasillo entre mis gritos y manotazos a todo lo que pueda tocarme, llegamos a otra sala, mi respiración es agitada, esto es una tortura.

De pronto la luz que ahora parpadea se apaga y se oye de fondo el sonido de una moto sierra y mi instinto de supervivencia me hace gritar y correr para lo que creo que es una puerta lateral, cuando llego e intento abrirla la puerta no abre, me giro y pego mi espalda a ella, miro a la gente dentro de la sala y veo como entra una mujer vestida de leñadora llena de sangre, dando gritos y alzando la moto sierra.

La gente grita, hasta puedo ver a Chiara como grita por el susto que le causa, algunas personas corren dentro de la sala que parece que no hay escapatoria hasta que se oye un cerrojo de una puerta que se abre y salen corriendo hacía otro pasillo.

Me he quedado rezagada, ahora estoy la última y esa sensación no me gusta, he perdido de vista a Chiara y estoy a punto casi de llorar del miedo que tengo. Al girarme veo al subnormal que fuera insistía si estaba sola y por su cara está pasando más miedo que yo.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro, yo estoy sufriendo, pero ver a semejante elemento pasarlo
mal me gusta.

—¿De qué te ríes? —pregunta Chiara haciendo que me sobresalte y casi la golpee del susto—. Cuanta agresividad.

—La culpa es tuya y la genial idea de entrar aquí.

Estoy discutiendo con Chiara cuando algo me toca, y me imagino que es alguien del grupo para que siga caminando, al girarme y ver a la niña del exorcista echando espuma por la boca, empiezo a gritar mucho, nunca me había dado cuenta de la capacidad pulmonar que puedo llegar a tener. Es Chiara la que me agarra y me abraza, intentando tranquilizarme.

Creo que Chiara le hace alguna señal porque la niña se va a por otros que empiezan a gritar mientras dice algo casi inaudible.

—Tienes que relajarte, son actores, nada de esto es real.

—Sí claro, para ti es muy fácil—protesto zafándome de su agarre.

Con toda la valentía del mundo sigo caminando detrás del grupo, las luces siguen parpadeando, el suelo ahora es pegajoso y las zapatillas se me pegan casi.

—Joder, qué asco—protesto intentando saber qué es lo que he pisado.

Al alzar la vista la escena que me devuelve hace que me agarre al brazo de alguien, no sé quién es ni siquiera cómo se llama, pero estamos abrazadas mirando la escena, no somos capaces ni de gritar.

Hay una persona colgada en una horca y un loco con un cuchillo en la mano, la escena está en lo alto y lo que hay pegajoso en el suelo imita a la sangre. La escena es tan real que hace que se me hiele la sangre, de pronto saca un machete y asesta de forma certera en la cabeza de su víctima y sale rodando por el suelo llegando hasta donde estamos. Nos ponemos a saltar y gritar. Pero lo único que se oye más que nuestros gritos es la risa de ese psicópata al cortar la cabeza al hombre.

Necesito que esta pesadilla termine lo más rápido posible, no sé cuánto tiempo más podré tardar sin
que me dé un infarto.

—Veo que me cambias por otra en cuanto me despisto—dice desde atrás Chiara haciendo que me sobresalte.

—Tú eres gilipollas—le grito enfadada por el susto que me acaba de dar.

Suelto el agarre de la muchacha, me hago la digna y sigo el camino que se vuelve a iluminar con pequeñas luces en el suelo. ¿Es qué esto no termina nunca?

Sigo un pasillo casi inmenso entre gritos y sonidos extraños, se escucha gente corriendo, algunos del grupo ya han calado a los que lo pasamos realmente mal y nos dejan ir primero mientras ellos se descojonan del espectáculo gratuito que estamos dando.

Llegamos a otra sala y yo me desespero, de pronto todo se vuelve oscuro de nuevo y yo no sé dónde está Chiara y no quiero terminar abrazada a alguien que ni siquiera conozco.

Intento ver en la oscuridad, pero no consigo más que rozarme con la gente que está en la habitación y que
también parecen perdidos. De pronto una luz cegadora se enciende, todos agachamos la vista por el foco que se enciende justo delante de nosotros, cuando logro que la luz no moleste tanto se puede ver la silueta de dos personas detrás del foco, busco con mi vista a Chiara y no la veo.

Se escucha un grito desgarrador de mujer y la misma risa del tío que cortó con un machete la cabeza de aquel hombre. Que, aunque fuera de mentira, parecía tan real que daba auténtico terror ver la escena.

La luz empieza a bajar la intensidad y las dos siluetas comienza a caminar, cuando se pone delante del foco, el resto de las personas de la sala están pegadas a una pared con una puerta que intentan abrir sin éxito. Cuando logramos ver la imagen, veo que es una chica y el loco del hacha tiene un cuchillo en su cuello, solo pienso que eso no puede ser verdad, que tiene que ser todo parte del espectáculo.

—Ella pagará por vuestros pecados—dice el hombre fuera de sí y enterrando el cuchillo en el cuello de la chica.

Yo solo puedo gritar de terror como el resto de las personas, mientras vemos como la chica empieza a echar sangre por la boca y ese cabrón ríe mientras ella se atraganta con su propia sangre y empieza a escupir.

Siento que alguien me sujeta por la cintura y al girarme es Chiara que intenta tranquilizarme.

—Recuerda que son actores—susurra.

Sé que son actores, pero lo que tengo delante es tan real que hace que mi cuerpo se paralice. Veo como gente intenta acceder a la chica, pero ellos están detrás de un cristal, los veo golpear con desesperación.

La risa de ese tío retumba en mis oídos una y otra vez, sigo paralizada, el miedo se ha apoderado de mí y no es hasta que alguien grita corred, que no logro salir de mi letargo.

Corremos por un pasillo sin mirar atrás, seguimos viendo manos, la chica de la motosierra aparece y ya no me detengo ante nada, solo corro hasta que llego a una puerta y consigo abrirla y grito por el horror que acabo de vivir, no es hasta que llevo unos metros recorridos que me doy cuenta de que estoy fuera de la jodida pesadilla que acabo de vivir.

Me detengo poniendo mis manos en las rodillas intentando coger resuello, mi respiración sigue agitada y cuando soy consciente de lo que ha pasado ahí dentro, pongo mis manos en la cabeza y las lágrimas invaden mis ojos. Me giro y veo a Chiara llegando a donde estoy y se está riendo, hablando con más gente, eso hace que me cabree todavía más de lo que estoy.

—Eres gilipollas, ¿sabes el miedo que he pasado ahí dentro? —digo señalando el pabellón.

—Que es todo un espectáculo, muy bien montado tengo que decir, pero un espectáculo.

—Que te den.

La dejo con la palabra en la boca y me giro para salir del recinto, la cita ha terminado, no quiero volver a ver a esa tía en mi vida.

—Para, por favor—grita Chiara.

No hago caso y sigo mi camino, hasta que llega a mí corriendo.

—Vale, me he equivocado, no sabía que te pudiera dar tanto miedo, lo siento. Te prometo que no más pasajes de terror ni nada que tenga que ver con sitios cerrados.

Me mira realmente arrepentida o eso es lo que pienso, no sé si lo que quiero es que esto salga bien o encontrar un punto débil de mi acompañante y hacerle pasar lo que yo he pasado en ese horrible lugar.

—No sé por qué voy a perdonar lo que he pasado, pero una cosa te digo, como vuelva a pasarlo mal, me largo y no me vas a ver el pelo en tu vida. ¿Te queda claro?

—Perfectamente.

Paseamos por el recinto, mientras Chiara se sigue disculpando. Me lo estoy pasando mejor de lo que pensaba, hemos montado en el pulpo, los coches de choque y hemos ido a las casetas de tiro, donde ella con una puntería increíble se ha ganado un oso enorme.

Ahora somos Chiara, el oso y yo.

—Quiero subir a la noria, las vistas de la ciudad a esa altura son increíbles.

—Es mejor marcharnos ya, tengo este enorme oso y no podremos subir con él.

—¿No tendrás miedo? —pregunto para provocarla.

—No, que va, pero es que son las nueve y media, y tengo hambre. Es mejor ir a comer algo.

—Solo te veo poniendo excusas. Yo he entrado al maldito túnel para complacerte, lo justo
es que hagas lo mismo.

—No son excusas, es que tengo hambre—se defiende
Chiara.

—Me lo debes, yo entré en el pasaje del terror y tú tienes que montarte conmigo en la noria—insisto como una niña.

Chiara mira la noria y me mira a mí mientras lo medita.

—Sí quieres vamos primero a comer algo y después nos subimos—le propongo.

—No, mejor ahora y así cuando salgamos ya vamos directas a cenar—decide muy seria.

—Perfecto—digo emocionada como una niña.

Nos ponemos en la cola para sacar las entradas, Chiara está muy seria, imagino que debe tener mucha hambre, pero tampoco creo que le venga de una vuelta en la noria.

Cuando por fin tengo las entradas, Chiara se coloca justo detrás de mí y esperamos pacientemente nuestro turno.

—¿Nerviosa?

—Para nada—dice tocando mi nariz.

Ese simple roce hace que me estremezca, no lo entiendo, porque nos acabamos de conocer.

He pasado con ella el momento más angustioso de mi vida, sin contar el fallecimiento de mi abuela y un simple roce en la nariz está despertando algo dentro de mí.

Llega nuestro turno y nos subimos las dos con nuestro querido oso en el habitáculo. Poco a poco va subiendo para que otros se vayan montando, lo que hace que en cada parada se balancee. La cara de mi acompañante es un poema.

—¿Estás bien?—pregunto sorprendida por lo pálida que está.

—Sí—afirma mirando al suelo.

Tras dos vueltas en la noria, se para en lo más alto, las vistas que deja de la ciudad son espectaculares para mí, para Chiara no tanto porque sigue con la vista fija en el suelo. Voy a moverme para levantar su cara y que me miré.

—¿Qué haces? No te muevas, joder—grita desesperada.

—Tranquila, no pasa nada.

Chiara sigue pálida, ahora pone sus manos en la cara y siento como empieza a respirar de forma agitada. No entiendo nada hasta que llego a la conclusión de que probablemente le dan miedo las alturas. ¿Por qué no me lo habrá dicho? Si le da un ataque de ansiedad aquí arriba y no lo llega a controlar, se desmayará.

—Tienes que tranquilizarte.

—Es... muy..fácil...

No dejo que termine de hablar, ya que casi no puede.

—Mírame, Chiara, por favor— casi suplico.

La noria sigue parada en el mismo sitio, no sé qué coño pasa, pero ya no parece tan gracioso ni las vistas tan bonitas, porque la cara de terror que tiene Chiara me tiene muy nerviosa ahora mismo.

—Tienes que respirar despacio, vamos, Chiara, necesito que hagas lo que te pido.

Chiara por fin levanta la vista del suelo y la fija en mis ojos, puedo notar el horror que hay en ellos. Le indico que respire conmigo, que lo haga despacio, cogemos aire y lo soltamos a la vez, así un par de veces hasta que la noria se activa y volvemos a bajar.

Cuando tiene oportunidad, ya que pasamos despacio por donde se baja, Chiara salta de la atracción, reacciono a tiempo y bajo detrás de ella y la sigo, ella ha echado a correr.

—Estás de suerte—le digo a una niña que esperaba para subir a la noria, regalándole el peluche gigante que ha ganado Chiara.

La sigo con la mirada y corro detrás de ella, ahora se ha sentado en un banco e intenta tranquilizarse no con mucho éxito, ya que se balancea intentando controlar su agitación.

Me siento a su lado y hago que me mire. No hace falta que le diga nada, empiezo a respirar como lo hice antes y ella me sigue hasta que logra tranquilizarse.

—¿Por qué no me has dicho que te dan miedo las alturas? —le pregunto sin entender nada.

—No tenía derecho. Me lo merecía por lo que te hice pasar antes—responde ya más tranquila.

—No te mereces nada, yo acepté entrar sin una pistola en la nuca.

—Tranquila, la culpa también es mía por acceder a algo que sabía que me daba tanto miedo como son las alturas.

Apoyamos la espalda en el banco a la vez y suspiramos.

—Vaya desastre de cita —dice y se empieza a reír.

Las dos terminamos casi llorando de la risa en ese banco, la gente de alrededor nos mira, muchos se ríen al pasar, otras nos miran sin entender lo que nos hace tanta gracia.

—¿Y ahora qué? —pregunto sabiendo que no quiero que termine esta noche.

—Ahora vamos a cenar, porque me muero de hambre— Chiara tira de mi para que me levante—. Espera un momento, ¿y Nevado?

—¿Nevado? —pregunto extrañada.

—El oso, ¿dónde está?

—¿Le has puesto nombre al peluche?

—Claro, era Nevado y no sé dónde está.

—Se lo he regalado a una niña al verte tan mal.

—Me debes un oso de peluche. Era para mi sobrina—me dice muy cerca de mis labios.

Desconecto por un momento, solo quiero besarla, no me decido a dar el paso y ella tampoco, se queda a escasos centímetros de mi boca.

—Vamos, anda—dice sacándome de mis pensamientos y tirando de mí para que la siga.

Veo que Chiara se desvía hacia las casetas de tiro al blanco, donde consiguió ese oso. La sigo sin entender qué es lo que hace.

—¿Se puede saber a dónde vamos?—pregunto agarrando su brazo para que pare.

—Creo que es evidente—señala a las casetas—. Me debes un Nevado.

—No es en serio, ¿verdad?

—Es muy en serio. Y lo vas a conseguir tú, yo estoy vetada.

Chiara me deja con la palabra en la boca y pone rumbo a la caseta en la que yo tengo que conseguir el osito de las narices. Mi puntería es nula, podría tener a alguien delante, disparar y ni rozarlo. Me acerco a su lado en la caseta y el hombre ya nos advierte que Chiara no podrá tirar, eso de que por tres euros se haya llevado un oso de ese tamaño creo que le
escuece al chico todavía.

El juego consiste en agujerar con una pistola de bolas todo el agujero del centro de la diana, no puede quedar nada.

—Que yo no tengo puntería ninguna—susurro a
Chiara que me mira para que pague y me ponga manos a la obra.

—No haber regalado mi oso.

—Fuerte perreta con el jodido oso, te juro que mañana te compro uno, pero yo no puedo
hacer eso.

—Paga y empieza a disparar.

—Bufff—protesto desesperada.

Pago al chico y me deja los cargadores de las pistolas sobre el mostrador tras meter uno en el arma. Miro a Chiara no muy convencida de que pueda apuntar a esa diana, ella me hace señas esperando que empiece. Alzo el arma, apunto como si se me fuera la vida en ello y aprieto el gatillo, como era de esperar, si doy alguna en la diana ha sido de milagro.

—Vamos, tú puedes—susurra muy cerca de mi oído.

Eso en lugar de calmarme me altera de tal forma que hace que baje la pistola e intente relajarme, al sentirla se me ha erizado el vello de la nuca. Con la respiración agitada vuelvo apuntar y como era de esperar no consigo eliminar el punto central de la diana totalmente, es que si le he dado con tres bolas es demasiado.

Lo intento una y otra vez, ya llevo gastados quince euros y mi desesperación crece.

—Te prometo que mañana por la mañana lo primero que hago es ir a comprar el oso que quiera tu sobrina, pero déjame terminar con esta tortura.

—Quiero ese oso—dice señalando a uno que está colgado que es la cosa más fea que he visto en mi vida.

Por una extraña razón que no entiendo, se ha reunido gente alrededor y ahora me animan.

—Genial, ahora tengo hasta público.

La gente mira mientras yo sigo un intento tras otro y mis nervios van en aumento, tanto que sin soltar el gatillo muevo el arma y le doy con una bola al chico de la caseta.

—Joder, lo siento—me disculpo.

—No muevas el arma mientras tienes apretado el gatillo—protesta frotándose el brazo
donde ha impactado la bola.

—Chiara, por favor, ¿puedes acabar con esta tortura?

—No es una tortura. Ven voy a decirte cómo lo debes hacer—dice colocándose detrás de mí.

Mierda, otra vez esa sensación, al ser algo más alta que yo coloca su cabeza en mi hombro, coge mis manos y hace que las una en la pistola apuntando a la diana que acaba de colocar el chico. Siento como desliza una de sus manos por el brazo hasta que llega a mi cintura, yo he perdido la noción del tiempo y las explicaciones que me da para apuntar mejor no las escucho, solo siento el contacto de su cuerpo con el mío, los susurros que hacen que se me erice hasta el último vello corporal, su olor me embriagó desde el primer momento que nos saludamos.

—Tienes que mirar el punto del arma más elevado y que coincida con la diana.

No respondo, antes de que pueda apretar el gatillo ella baja la otra mano a mi cintura y doy un bote al sentirla, estoy muy nerviosa.

—Quiero que lo hagas como te he explicado—vuelve a susurrar.

Necesito acabar con esto cuanto antes, ya no por el dinero gastado que llega a los treinta euros, sino porque notar a Chiara en mi espalda me gusta demasiado y hace mucho que no sentía esa sensación.

Muevo la cabeza intentando poner mi mente en blanco y recordar solo sus últimas palabras, apunto como me ha dicho Chiara.

—Un poco más arriba—me indica sin que el chico la oiga.

Subo poco a poco y cuando ella cree que es suficiente me aprieta con la mano, acabo de darme cuenta de que me está dando indicaciones de como colocar el arma, así que hago lo que me indica, ella sube o bajo su mano y aprieta cuando está el arma bien colocada.

—Tú puedes—me anima.

Esas son las palabras que hacen que apriete el gatillo, las bolas comienzan a salir y me sorprendo de que al menos gran parte del círculo de la diana ha sido eliminado. Suelto el arma emocionada y me giro saltando y abrazándola. Ella se alegra tanto como yo y me devuelve el abrazo.

—No ha ganado nada, señorita, no está todo el agujero eliminado—dice el aguafiestas del chico.

—Ya lo sé—protesto soltándome de los brazos de Chiara—. ¿Cuánto quieres por ese oso?

—No está en venta, tiene que ganarlo jugando.

La gente que hay alrededor le increpa y le dice que ya me he dejado bastante dinero intentándolo, que no sea tan tacaño, que le ponga precio al oso.

—¿Cuánto? —insisto.

—Treinta euros.

Ni me lo pienso, sé que esto es un jodido atraco, pero saco la cartera y le doy el dinero que me pide, el chico baja el horrible oso y yo lo abrazo, no sé muy bien el porqué.

—Toma, es el oso que más dinero me ha costado y encima es horrible.

—Los feos también tenemos derecho a que nos quieran—dice encogiéndose de hombros.

—No eres fea y lo sabes.

Dejo a Chiara allí parada y camino apartándome de la caseta en donde me he dejado sesenta euros, me giro para ver si ella me sigue y está justo detrás de mí.

—La cena la pagas tú, ya me has salido bastante cara hoy—protesto sonriendo.

Hemos decidido que es mejor salir del recinto para cenar, ahora estamos en el aparcamiento decidiendo cuál será el restaurante elegido.

—A mí me da igual donde comer—respondo.

—Vale, conozco un restaurante en Las Cerezas que es muy bueno. ¿Dónde has dejado el coche? —me pregunta mirando alrededor.

—No he venido en coche.

—Yo tampoco, pues habrá que ir en taxi, porque me niego a esperar por el trolley.

—Pues iremos en taxi, si la señora así lo ha decidido.

Chiara se agarra de mi brazo y nos dirigimos a la parada que hay fuera del aparcamiento del
recinto ferial.

Una vez subidas en el taxi, nos mantenemos calladas, parecemos dos crías intentando rozarnos con la mano la pierna de la otra. En uno de esos movimientos Chiara que es más decidida que yo, agarra mi mano y la coloca encima de mi muslo, dejando ella la suya encima de la mía y comienza a acariciarla. La miro fijamente.

—Tienes la piel muy suave, si te molesta la quito—dice apartando la mano de la mía.

—No me molesta.

Vuelvo a coger su mano y la pongo donde estaba antes, quiero volver a sentir esas mariposas que siento cuando tengo a Chiara rozando mi mano. No sé qué es lo que realmente me está pasando con esta chica, mi lado racional me manifiesta que tengo que ir despacio, conocerla y no dejarla entrar en mi vida de forma precipitada, pero mi lado no racional lo único que quiere es acariciarla, besarla y saber a qué saben esos labios. Me estremezco con mis propios pensamientos y tiemblo.

—¿Tienes frío? —pregunta al notar mi movimiento.

—No, bueno, solo un poco.

—Puedo darte un poco de calor si quieres-expresa frotando su mano en mi brazo.

Mi imaginación vuela por un momento, Chiara rozando mi cuerpo y yo demasiado receptiva en estos momentos, hace que mi excitación aparezca tan rápido que siento como crece en mi interior.

—No hagas eso—le pido para que pare con el movimiento de su mano.

—Perdona, no quería incomodarte.

—No es eso, es que...

Chiara no me deja terminar, pone un dedo en mis labios y niega con la cabeza para que no siga con la frase que iba a decir, veo en sus ojos el mismo deseo que siento yo, me muerdo los labios y mi respiración comienza a agitarse, Chiara quita la mano de mis labios y mueve su mano hasta colocarla en mi cuello.

Puedo sentir casi mi corazón bombear, quiero que me atraiga y me dé ese beso que ahora sé que ella desea tanto como yo.

—Ya hemos llegado, señoritas—indica el conductor del taxi.

Nos movemos en el asiento intentando relajar la tensión que se ha creado en un momento.
Pago al taxista y nos bajamos.

Las dos tenemos las manos en los bolsillos, la brisa que corre del mar hace que el aire sea más frío de lo normal. Caminamos por el paseo en silencio, hasta que Chiara hace que me pare, ya hemos llegado al restaurante.

Observamos que los chicos están recogiendo y Chiara se apura a entrar y a preguntar, yo sigo esperando fuera, cuando sale su cara no es de mostrar mucha alegría.

—Son las doce menos cuarto, es normal que estén cerrando—le indico mostrando mi reloj.

—¿Qué hacemos? Yo tengo hambre.

—Los restaurantes están cerrando por la hora, lo mejor es ir algún piscolabis y comer alguna guarrada.

—No conozco nada por esta zona, solo conocía ese restaurante por amigos.

—Vamos anda—tiro de ella—yo si conozco la zona, podemos ir al Ibor, seguro está abierto.

Caminamos un poco y llegamos entrando por una de las bocacalles a nuestro destino, como era de esperar está abierto, subimos las escaleras y nos sentamos en una de las mesas.

Solamente hay dos mesas más ocupadas, una con un grupito de chicos y la otra una pareja sentada justo detrás de nosotras.

Miramos la carta y pedimos unos sándwiches con papas. Devoramos la comida, ya no importa si está buena o no, las dos necesitábamos llenar los estómagos.

—Me he pasado comiendo—protesta Chiara recostándose en la silla.

—Normal, te has comido parte de mis papas.

—La comida no se tira, y tú no te las ibas a comer.

Chiara paga y salimos del local, estamos caminando hasta la parada de taxi, la noche se termina, aunque yo no quiero que lo haga y no sé cómo decir que podemos seguir paseando y hablando.

Estamos llegando a la parada y hay un taxi aparcado, no quiero despedirme de ella y de este día, lo peor es que no sabré cuando podré volver a verla.

—No quiero que termine la noche.

Es Chiara la que menciona esas palabras, las mismas que yo llevo intentando expresar desde que salimos del local.

—Yo tampoco—reconozco.

—Pues que no termine—tira de mí para que no siga caminando—. Vayamos a la playa.

—Me parece un plan perfecto.

Cambiamos nuestro rumbo y nos disponemos a ir a la playa por una de las bajadas que hay en el paseo de Las Sirenas. Chiara deja a Nevado en la arena y comienza a quitarse los zapatos y los calcetines, se recoge el pantalón y sale corriendo por la arena hasta llegar a la orilla del mar.

—Venga haz lo mismo—me pide.

Niego con la cabeza, seguro que el agua está helada, pero quiero hacerlo y hago lo que me pide y termino como ella sin zapatos, los pantalones levantados y sintiendo el agua helada en mis pies.

De pronto a la graciosa de Chiara le parece un plan perfecto mover el pie y mojarme, cuando lo hace echa a correr y yo detrás de ella intentando mojarla sin éxito. Cambio de estrategia y decido que es mejor hacerlo con las manos, termino metida más de lo que quiero en la orilla, sin embargo, he conseguido mojar a Chiara y ahora es ella la que salpica agua con las manos. Estamos así un rato como dos crías.

—Para, por favor—logro decir entre risas.

Chiara para y las dos salimos, nos miramos y estamos empapadas, la brisa que corre hace que ahora que hemos parado nos entre el frío.

—Mierda, que frío hace ahora—protesta.

—La idea tuya de mojarnos.

—No ha estado mal —declara guiñando un ojo.

Yo le saco la lengua y ella se pega a mí, agarra mi nuca y me atrae a ella, me besa despacio, abro la boca y dejo que entre su lengua, casi nos estamos devorando, nuestras manos se mueven por nuestros cuerpos y es cuando la brisa se hace más intensa y paramos debido al frío que sentimos.

—Si seguimos aquí, terminaremos poniéndonos malas.

—Ya me estoy poniendo mala—susurra muy pegada a mi boca.

No sé de dónde saco el valor para decirle esto, pero algo en mi interior lo desea tanto que no puedo callarlo más.

—Podemos ir a mi casa, vivo cerca, allí puedes secarte algo y quitar parte de la arena de la ropa.

—Me parece una idea muy acertada.

Salimos de la playa llenas de arena, intentamos con poco éxito quitarnos algo cuando estamos en el paseo, no obstante, tenemos los pantalones y camisetas mojadas, lo único que se salvan son nuestras zapatillas y los calcetines, hasta el pobre Nevado debido a la humedad y la arena se ha puesto perdido. Nos lavamos los pies en los chorros que hay dispuestos en la subida, para poder ponernos los calcetines y las zapatillas.

De pronto comienza a llover, miro al cielo sin poder creer lo que está pasando y encima lo hace fuerte y sin parar.

—¿Preparada para correr? —pregunto a mi acompañante

—Siempre, tú me guías.

Y allá vamos rumbo a mi casa, corriendo por las calles esperando no mojarnos más de lo que ya estamos.

Cuando llegamos al portal estamos totalmente empapadas, abro la puerta y subimos hasta el primer piso por las escaleras corriendo como dos niñas.

—Joder, qué frío tengo—protesta Chiara casi tiritando.

Voy a meter la llave en la puerta y Chiara se pega a mi espalda, eso hace que me ponga nerviosa y no atine a abrir la puerta.

—Violeta, por favor que me congelo.

—Eres muy exagerada, y déjame espacio para abrir la puerta.

—¿Te pongo nerviosa? —pregunta con una sonrisa en su rostro.

Niego con la cabeza y la ignoro, meto la llave correcta y entro. Hago que pase y al girarme después de cerrar la puerta la veo quitándose la ropa.

—¿Qué haces?

—¿No es evidente?—dice bajándose los pantalones.

Ahora la tengo delante de mí en ropa interior, la recorro con la mirada, tiene un cuerpo casi perfecto,  se le marcan los oblicuos, voy subiendo la mirada y llego a los pechos, no son demasiado grandes, pero a mí se me antojan demasiado apetecibles, sigo subiendo la mirada hasta que me encuentro con la de ella.

—Vaya repaso—apunta Chiara al observar que nuestras miradas se han cruzado por fin.

Me ruborizo al escucharla y bajo la cabeza. Chiara se acerca y pone un dedo en mi mentón y hace que la mire.

—Deberías de hacer lo mismo, o te resfriarás.

Asiento y cuando me voy a dirigir al baño para poder cambiarme, ella me agarra del brazo y hace que me detenga.

—¿A dónde crees que vas?

—A cambiarme en el baño.

—No, señorita, quiero ver como lo haces aquí.

No tengo la seguridad que muestra ella, yo soy una persona que le cuesta mostrar sus sentimientos, que duda hasta a la hora de comprarse unas simples bragas, pero ahora delante de ella en lugar de hacerme pequeña por tanta seguridad, me da confianza, esa que me ha faltado en muchos momentos de mi vida.

—Estoy esperando. Y la verdad es que deseo contemplar cómo te desvistes—susurra muy
pegada a mi boca.

Hago que se retire un poco y comienzo a quitarme la ropa bajo la atenta mirada de Chiara, no siento nada de rubor, he fijado mi mirada en ella y voy deshaciéndome poco a poco de cada prenda, hasta quedar igual que ella en ropa interior. Como yo hice antes ella me escanea de la misma forma hasta que se vuelven a encontrar nuestras miradas. Se vuelve a pegar a mi cuerpo y me besa, dejo que su lengua entre en mi boca, dejando que explore su interior.
Chiara para y se aparta un momento, sigue su mirada fijada en mí.

—Yo quiero esto, ¿tú lo quieres?

No respondo, porque si lo hago mi lado racional
saldría y sopesaría si es bueno o malo liarme con una chica que acabo de conocer.

Tiro de ella y ahora soy yo quien la besa, nuestras manos recorren nuestros cuerpos, la guío hasta llegar a mi habitación y terminamos las dos en la cama.

Chiara está encima de mí, es ella la que lleva el ritmo, me ha quitado el sujetador y ahora se incorpora un poco para desabrochar el suyo, eso me deja ver unos pechos firmes que me muero por lamer. Ella vuelve a mi boca y va bajando poco a poco, el recorrido que hace me está volviendo loca, succiona un pecho y después el otro, cuando cree que ya es suficiente sigue bajando y son sus manos las que agarran ahora mis pechos.

Sigue su recorrido y me está matando de placer mientras lo hace, no sé cuánto tiempo más puedo aguantar esta tortura, juega con mi ombligo y sigue su recorrido hasta mi pubis, quita las manos de mi pecho y las coloca en mis muslos haciendo que abra mis piernas para ella. Se separa un poco y contempla el brillo de mi sexo y se le dibuja una sonrisa de satisfacción, sabe que la deseo y ese control la vuelve casi malvada, ya que, en lugar de ir a mi hinchado y excitado clítoris, se pone a recorrer mis pliegues, lame con sumo cuidado alrededor haciendo que yo me desespere debajo de ella.

—Por favor—suplico excitada.

Levanta la cabeza y posa una mano en mi sexo y fija su mirada en mí.

—Pídemelo—me ordena.

Al ver que no respondo a su orden, introduce dos dedos en mi interior haciendo que arquee mi espalda y el deseo crezca de forma exagerada, curva sus dedos y los mueve con maestría. Me tiene jadeando, necesito más, quiero más de esa mujer. Miro a Chiara casi suplicante y ella sigue con sus dedos dentro y mirándome, esperando que pida lo que realmente deseo de ella.

—Follame.

Solo le ha bastado esa palabra para bajar con su boca a mi clítoris y posar su lengua en él, haciendo que me retuerza de placer al sentirla, saca los dedos de mi interior y me agarra por la cadera y hunde más su cara en mi sexo. No aguanto mucho más y estallo en un orgasmo que hace que mi cuerpo tiemble por completo.

Chiara deja mi sexo y sube hasta mi boca y me besa. Necesito recuperarme de lo que me acaba de producir, pero tengo a Chiara encima con una pierna a cada lado, bajo mi mano hasta su sexo y compruebo que no tiene bragas y que está empapado, muevo mi mano y ella apoya su frente en la mía dejando que yo siga tocando sus pliegues. Siento como empieza a jadear y mueve su cuerpo para que mis movimientos sean más rápidos, así lo hago y Chiara termina en un orgasmo y acostada justo a mi lado.

Me giro y puedo notar su respiración agitada, ella levanta el brazo para que me apoye en ella y me arropa, rodeo con mi mano su cintura y ella deja un beso en mi cabeza.

Estoy con alguien que he acabado de conocer hace apenas unas horas y me siento como en casa entre sus brazos. Hacía mucho tiempo que no me sentía de esta manera y esta mujer lo ha conseguido en apenas unas horas. ¿Me estaré enamorando? Intento quitar ese pensamiento de mi cabeza porque me parece una locura.

—¿Te has quedado dormida? —pregunta casi en un susurro.

—No, aunque podría perfectamente.

—Necesito contarte algo.

—Dime—respondo girándome para mirarla.

Un teléfono comienza a sonar de forma insistente en el salón, según deja de sonar vuelve hacerlo de nuevo.

—Verás yo, joder, con el teléfono—protesta.

—El mío no es, siempre lo llevo en silencio.

Se levanta y sale al salón, la escucho hablando con alguien. Me levanto y decido que mientras ella termina la conversación voy a darme una ducha. Al salir le hago señas de que voy al baño y ella asiente con la cabeza.

Entro en la ducha y abro el grifo esperando que salga el agua caliente, una vez veo que el vapor comienza a salir, regulo el agua y me meto debajo.

Llevo un rato en la ducha y me doy cuenta porque el agua ya comienza a salir fría, salgo y me envuelvo una toalla, no he cogido ropa, voy a la habitación y al entrar veo que Chiara está acostada.

—Puedes darte una ducha si quieres.

Chiara no responde, me acerco más a la cama y veo que se ha quedado dormida. Me pongo una camiseta y las bragas y me meto en la cama esperando que Morfeo me lleve como lo ha hecho con ella.

❤️⭐️❤️⭐️

Cuando me despierto miro a mi lado y está Chiara dormida. Miro el móvil y marca las ocho y doce minutos, me estiro intentando no despertarla. Mi teléfono comienza a vibrar en la mesilla de noche, miro la pantalla y es mi amiga, me extraña que me llame tan temprano, salgo de la cama y acepto la llamada.

—¿Sabes la hora qué es? —le contesto según descuelgo.

—Buenos días, para ti también.

—¿Te tiraron de la cama? Porque tú despierta tan temprano es raro.

—Digamos que no me he acostado todavía—responde bostezando.

—Qué buena vida tienes. ¿Me has llamado solo para decirme que no te has acostado?

—No, coño. Te llamaba para decirte por qué no se presentó Salma.

—¿Salma? —pregunto confusa sin entender.

—Tu cita, Violeta.

—¿Cómo que mi cita? ¿Puedes explicarme eso?

—Ayer se supone que tenías una cita con Salma, pero no pudo presentarse porque terminó en urgencias con un esquince de tobillo.

—Joder, ¿y quién coño está en mi cama?

—...

....................................................................................

Vaya sinvergüenza esta hecha la guiri :P

Continue Reading

You'll Also Like

94.6K 9.1K 66
👁️⃤ 𝘖𝘯𝘦-𝘚𝘩𝘰𝘵𝘴, 𝘪𝘮𝘢𝘨𝘪𝘯𝘢𝘴, 𝘏𝘦𝘢𝘥𝘤𝘢𝘯𝘰𝘯𝘴 𝘦 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢𝘴 con los personajes de la serie: «🇬 🇷 🇦 🇻 🇮 🇹 �...
304K 26.1K 73
Agustina Ortiz,hermana menor de Valentina Ortiz es una Omega recién ingresante a la secundaria,ser Omega no es fácil menos a esta edad (historia crea...
106K 13.1K 31
Itadori descubre una debilidad del rey de las maldiciones. Su esposa Natsumi Pero para eso debería entender la historia de ambos que se remonta en la...
135K 21.6K 50
Yoongi un alfa que nació en una familia de dinero, en la cual tenían esclavos. Esta historia se basa en el siglo XV donde la venta y compra de esclav...