Suya por contrato

By CaroYimes

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Lily jamás podría decirle que no a su jefe. ¿O era al revés? More

Rossi
Pacto con el diablo
Amenazas
El comienzo de la guerra
Guerra fría
El arrepentimiento
Escenario sorpresa
Un precio
Los sueños
Complicidad
Rendirse
Celos
Monstruo
666, el número de la bestia
Megalodón
Los pedos y el hámster
Primeros sentimientos
Suya por contrato
Suya por contrato, parte dos
Cataratas del Niágara
Pequeño demonio
La subasta
Lobo feroz
La fiebre
Cliché y Nobel
Cuidar mi corazón
Pruebas
Familia, peleas y celos
Pollo frito
Bastones y llamada
Gestos
La chica del momento
En otra vida
Lista de pareja
La madre que no fue
Pedir ayuda
Cinco minutos... o menos
Cosecha
Cita romántica
Sentimientos y alteración
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Ojos tristes
Borrador: segundas oportunidades en la moda
Cinta métrica
El filósofo y lo más valioso
Nueva familia y mesa de acero
Niño asustado y lanzamiento
Arresto y talento
Chiste
Cuarenta minutos
Gallo y mesa
Corazón y mente
El mundo entero
Juego de palabras
Fabulosa, inspiradora y fondo de retiro
Intercambio
El hibrido
Muros elegantes
Confianza y rompecabezas
Tronca y juicio
Carne, sospechas y corazón
Elección
Nueva cláusula
Precoz y lujo
Primero y último
La confianza
Juicio y veneno
Despedida y gracias
Pesadillas
Fiesta infantil
Adiós, hijo

La venganza y Rolls Royce

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By CaroYimes

Actualización triple

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Un par de días después y sin dejar de trabajar arduamente en el nuevo número de Craze, el día del juicio llegó.

Ni siquiera tuvieron tiempo de pensar en ello. Estaban tan agobiados con el trabajo, los fotógrafos y nuevos catálogos de venta que, apenas pudieron recordar a Vicky o Nora.

La pareja sentía calma al saber que los abogados tenían todo bajo control.

Para ese entonces, los medios ya especulaban y ardorosamente, sobre el compromiso entre Lily y Rossi.

La entrada del edificio en el que vivían y la entrada del conglomerado de Revues estaban atestadas de reporteros todo el tiempo. El que consiguiera la exclusiva sobre su compromiso, se llevaría el premio dorado.

Los titulares de los periódicos no cesaban con especulaciones sobre su matrimonio. Algunos incluso se atrevían a inventar reuniones a las que Lily jamás asistía.

Esa mañana se prepararon para el juicio. Christopher pidió un traje especial para su suegro. Negro, elegante y hecho a la medida. Aunque el señor Lopez no quería derrochar tanta elegancia, el señor Rossi insistió.

—Su exesposa estará allí —le dijo Christopher con clara malicia.

El señor López lo miró con grandes ojos.

—¿Qué está insinuando, señor R? —Julián le enarcó una ceja, siguiendo su juego.

La complicidad entre ellos crecía cada vez más y Lily era la más feliz de verlos crecer.

—¿Yo? —se rio Chris—. Nada. Soy una blanca paloma... por favor, no piense mal de mi...

En el cuarto de baño, Lily escupió el dentífrico al escuchar aquello y se rio fuerte.

Asomó su cabeza por la puerta y le dijo:

—Cariño, di la verdad.

Chris puso los ojos en blanco al verse descubierto y con mueca sarcástica respondió:

—La venganza... Que Nora sepa el macho que se perdió...

El señor López se rio y dejó que su yerno terminara de arreglarle la corbata.

Cuando terminó, Julián volteó y se miró al espejo. Se veía radiante, con un corte de cabello nuevo, la barba perfectamente perfilada y ese traje que gritaba: viejo sabroso recién separado.

—Que le duela —pensó en voz alta con una sonrisa maliciosa.

—¡Así se habla! —se rio Rossi y se fueron los dos abrazados a la sala, conversando sobre lo interesante que sería verse las caras después del divorcio.

A Lily le tocó quedarse sola en su habitación, sin poder ocultar sus muecas de sorpresa por la tan intensa relación de amistad entre su padre y su prometido. Por suerte, Sasha estuvo allí para ayudarla con su vestido de cuello alto y mangas ovaladas.

—Se ve preciosa, Lily —le dijo Sasha, estirándole el vestido con una pequeña alisadora—. Muy elegante.

—Gracias, Sasha —le correspondió Lily conforme se acomodó unos bonitos aretes con diamantes blancos.

Nunca se habría imaginado luciendo tanta elegancia, mucho menos para enfrentarse a su propia hermana.

No iba a negar que le resultaba una situación incómoda. Las cosas iban por tan mal camino que podía anticiparse a que Vicky y su madre jamás le dirigirían la palabra otra vez.

Y no sabía si estaba lista para aceptarlo.

Perder a una madre... pero ganar paz mental.

—No esté triste, se ve preciosa —le aconsejó Sasha, pero Lily no se iluminó como siempre. Estaba abstraída en algo que a Sasha la preocupó—. ¿En qué piensa? —le preguntó cuando notó que estaba más callada que de costumbre.

Solía siempre derrochar felicidad y confianza, dos cosas que a Sasha le encantaban. La hacían sentir cómoda y segura, como si estuviera en casa, con su familia.

Cabizbaja, Lily tuvo que reconocer lo que tanto la compungía.

—Mi familia... —musitó dolida—... está rota...

Sasha abrió los ojos de golpe y se plantó a su lado, frente al espejo de cuerpo completo. Con dulzura puso su mano en su hombro y le dijo:

—No está rota. —Las dos se miraron a través del espejo—. Yo creo que está en proceso de sanación... —Le sonrió gustosa—. Romina, usted, su padre, el señor R... —le sonrió y con los ojos llorosos le dijo—: yo... —Las dos se miraron con intensidad—. Para mí, ustedes son mi familia, si me aceptan.

Lily apretó el ceño y fijó sus ojos en Sasha a través del reflejo del espejo. Supo con exactitud lo que estaba tratando de decirle y volteó emocionada, sintiéndose tonta por no haber visto la verdad con claridad.

Estaba allí, frente a sus ojos. Todo ese tiempo.

—Claro —dijo riéndose emocionada—. Cuánta razón tienes, Sasha. Cómo pude ser tan ciega. —Se dio un golpecito en la frente conforme se enfrentó a la realidad.

—Ciega nunca —la mujer sacudió la cabeza—. Una mujer valiente siempre lucha, no importa si el barco se está hundiendo...

Lily suspiró y con valentía admitió algo que, tal vez, no estaba lista para aceptar:

—No puedo seguir aferrándome a algo que ya no existe. —Los ojos se le llenaron de lágrimas—. Esa familia ya no existe. Y mientras más lucho, más duele, porque me estoy ahogando por mantener el barco a flote yo sola.

—¿Y si dejamos que se hunda? —le preguntó Sasha, comprendiendo muy bien lo que Lily estaba sintiendo—. Mi barco se hundió cuando dejé atrás Rusia... y no me ahogué.

Lily se rio aliviada.

Sasha le ofreció un apretado abrazo al que Lily correspondió gustosa.

Abrazada y apoyada en su hombro, Sasha le dijo:

—No se ahogará, podrá nadar y encontrar tierra firme. Siempre lo hace. —Le acarició las ondas castañas con los ojos cerrados y antes de que las lágrimas las ahogaran, le dijo—: y ya no lloremos o arruinaremos el maquillaje y, como dijo el señor R...

—La venganza —se rio Lily.

Sasha asintió y juntas terminaron de retocarse.

Antes de las nueve, dejaron el pent-house, pero por el subterráneo.

La entrada del edificio estaba atestada de reporteros. Ahora no solo les importaba saber la verdad de su "compromiso secreto", sino también tener sus declaraciones sobre el juicio.

—¿Cómo saldremos de aquí? —Julián pensó en voz alta, preocupado por llegar al juicio—. Pidamos un taxi, pero...

—Iremos en mi coche... —Rossi presionó la llave de contacto de su coche y las luces parpadearon desde la distancia.

Todos se mostraron sorprendidos.

—¿Tienes un coche? —Lily corrió apuradita detrás de él, tratando de seguirle el ritmo a sus grandes zancadas.

Era un hombre imponente, de casi dos metros. Ella tenía que correr para poder alcanzarlo y mirarlo a la cara.

Rossi los llevó hasta su coche. Un moderno Rolls Royce de carrocería negra brillante. Era perfecto. Todos se quedaron impresionados unos instantes, intentando procesar lo que estaba ocurriendo.

—¿Tienes un Rolls? —Lily estaba impactada.

—Un hombre con un Rolls Royce es un hombre que se respeta —bromeó el señor L.

—¿Te gusta? —Rossi le preguntó a Lily de forma coqueta.

Ella se sonrojó.

—Ah, yo... —balbuceó colorada, acalorada.

No era una mujer superficial, pero por alguna estúpida razón, ese coche negro le humedecía las bragas.

—Por supuesto que le gusta —se rio su padre y en su propia cara—. Un Rolls Royce impresiona a cualquier chica, aunque no sea superficial como mi Lily.

—Papá... —Ella ni siquiera podía hablar con coherencia.

Christopher supo del poder misterioso que su coche estaba causando en su prometida y tuvo que atreverse a ir más lejos.

—¿Quiere conducirlo? —le preguntó Chris a su suegro.

Julián lo miró con consternación. Era como si le hubieran dicho que se acababa de ganar la lotería acumulada por tres siglos.

El premio mayor.

—¡Por supuesto! —exclamó feliz y cogió las llaves que Chris le ofrecía con una sonrisa traviesa.

Antes de montarse tras ese volante, fue un caballero y le abrió la puerta a Sasha para que se sentara a su lado.

—Señorita López —le habló Rossi a su prometida y le ofreció su mano para ayudarla a subir.

Tenía que ser un caballero también. No podía desteñir en comparación con su suegro.

Ella aceptó su mano, pero se interpuso en la puerta para que nadie los oyera hablar.

—Me resulta un poco sospechoso que tenga un Rolls Royce y no quiera conducirlo, señor Rossi —insinuó curiosa.

Rossi sonrió. Amaba lo hábil que era su pequeña demonio.

Dio un paso peligroso hacia ella. Cerró todo el espacio que los separaba. Se apretó contra ella con descaro, enterrándole la erección que tenía en su barriga.

—Mira, pequeña condenada... —La cogió por la barbilla—. Quiero llevarte atrás, donde nadie pueda vernos... porque te voy a manosear.

—¿Qué? —Ella estaba paralizada.

Christopher se rio sobre su boca tentadora.

—¿Quieres jugar con la palanca de cambios? —le preguntó travieso y cogió su mano para ponérsela sobre su polla endurecida.

—Me gusta acelerar —se rio Lily sobre su boca y se levantó en la punta de sus pies para besarlo.

Tuvieron que detenerse cuando Julián les tocó el claxon. Se estaban tardando demasiado.

Chris ayudó a Lily a subir en la parte de atrás del coche y se acomodó a su lado con una seductora sonrisa en los labios.

Le importaba una mierda el juicio. Él solo quería meterle mano por debajo del vestido a su pequeña demonio y ayudarla a llegar relajada.

Podía sentir lo tensa que se hallaba. De seguro le dolía reencontrarse con su hermana y su madre, pero él estaba dispuesto a que todo fuera llevadero y tranquilo. 

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