NOVA ERA 漏

By TanFicticia

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Nova Era 漏
TAYLIN POV'S
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By TanFicticia

Mi cuerpo se balanceó con el movimiento del vehículo, la luz del amanecer iluminando el cielo poco a poco. En el gran espacio en el que me encontraba, Troy y Anna nos acompañaban, Enzo siendo quien manejaba. A sorpresa de muchos, yo había cambiado lugar con Jacob, o bueno, me habían cambiado. Claire se notó confusa cuando Jacob dijo que Tom le había dicho de ir con ellos, Luna y Olivia detrás de él. Yo no dije nada y asentí, subiéndome en silencio al vehículo continuo.

No eran los mismos que usábamos siempre, sino que eran las furgonetas que usábamos para los rescatados. Habían sido alguna vez de los militares, y después de que Troy y Jacob las habían revisado para sacarles todo tipo de rastreador, conexión y artefacto que las relacionara con la militancia; eran nuestro transporte más importante. Habíamos llenado decenas de veces aquellos vehículos, esperaba que volviéramos a hacerlo, pero con nuestra prioridad tomando un lugar dentro de ella.

Enzo y Tom concordaron en no detenerse en el trayecto, teníamos que llegar lo antes posible y la Ciudadela quedaba a unos cuantos kilómetros de Costa Norte. A diferencia de la vez anterior que nos habíamos acercado tanto, cuando después había ido al refugio de los Benignos, no sentí esa ansiedad. La había sentido en todos los otros trayectos a las misiones, cuando estaba en los autos, cuando pensaba que pasaría si Noah estaba ahí. No, ahora era diferente. Sabía dónde estaba, sabía cómo estaba. Y sabía lo que significaba ir a buscarlo, lo cual no me daba ansiedad. Me ponía rígida.

Troy no dijo nada sobre lo mío en lo que nos sentábamos en el espacio de atrás. Él había adoptado algunos asientos con sus cosas; la tableta con la ubicación, su computadora y sus herramientas. En sus manos, su máquina. Parecía ser un dron, por la forma que tenía y sabiendo que lo había hecho elevar un poco dentro del auto. Anna casi lo manotea lejos de no ser que lo atraje sutilmente hacia mí, queriendo salvar al cacharro.

Se lo devolví con cuidado cuando las aletas dejaron de girar y se apoyó en el regazo de Troy.

—¿Acaso tiene una metralleta escondida que nos pueda ayudar? —pregunté, un tono divertido en mi voz que lo hizo sonreír—. ¿O unos explosivos?

Rodó los ojos ante mi exageración.

—Una cosa así de pequeña debería tener un cámara de recarga para poder cargar con todas esas cosas, y a tu mala suerte, no la tiene. No es para atacarlos —agarró su destornillador y siguió ajustando unos cuantos detalles alrededor—. Es para encontrar a Noah más fácil.

Señaló el lente en la parte frontal del dron. Fruncí las cejas.

—¿Cómo un dron va a entrar desapercibido por el edificio? ¿Puede atravesar paredes o algo así?

Algo así. No lo va a atravesar, no está hecho para eso, pero... —volvió a señalar la cámara, girando toda la máquina para que la viera mejor. Después me tendió su tableta, apretando un par de cosas, y señalando que mirara la pantalla—. Es una cámara termográfica.

Miré lo que era una silueta en muchos colores en un filtro azul, una silueta que empezaba de verde, a amarillo, y llegando a un rojo intenso. Alejé sutilmente la pantalla de Anna, sentada cerca de mí, al ver que lo rojo era mi anomalía y cómo esta me consumía. El hematoma.

—Noah tiene una temperatura mucho más elevada que todos nosotros. En lo que, generalmente, tenemos treinta y seis grados en nuestros cuerpos, él supera los cuarenta y creo quedarme corto —volvió a acomodar el lente, usando un poco de cinta alrededor de todo el cacharro, y sonrió—. La cámara puede atravesar las paredes y percibir las temperaturas a través de ellas. Logré intensificar su lente para que pueda lograrlo.

Anna, habiendo escuchado todo, levantó sus cejas.

—¿Cómo es que puedes lograr todo esto con cacharros de metal?

Troy sonrió, dándome un vistazo.

—Porque sé manejar el número de Dios —sus mejillas se pusieron coloradas—. Y el número divino lo puedo encontrar hasta en la hoja de un árbol. Es una pena que nadie más pueda hacerlo.

Me reí más por la cara de Anna, que rodó los ojos, y se acostó en los asientos, murmurando algo entre dientes. Sólo yo había visto como su mente funcionaba, cuando tuve que reparar el código con el cual cabeza procesa sus pensamientos, y ya tenía más que en claro que era una maravilla. Doc lo conocía, lo entendía, yo sólo lo había visto y admirado. No era algo que me hubiera elegido a mí, mis neuronas de suerte coincidían en un mismo pensamiento.

Yo me paré por un momento, la altura de la furgoneta permitiéndome estirar las piernas y la espalda, después de tantas horas de viaje y sin poder pagar, mis músculos quejándose de la rigidez. Troy me miró de costado, analizando mi postura y estado. Doc seguramente le había exigido que mantuviera su atención fija en mí, en cada pequeño movimiento que hacía, su aprendiz estaba ya quieto y esperando ver qué seguía.

Esa vez, se estiró hacia la mochila que había traído, y sacó de ella un recipiente plástico.

—Mamá hizo unas cuantas cosas para vender y logré robarles algunas —me sonrió, deslizando el contenido hacia mí—. El budín que tiene frutos secos te hará bien, tienen propiedades como el potasio, magnesio, calcio y fósforo. También selenio y zinc. Aparte de la proteína del huevo, los carbohidratos de la harina-

Enzo, desde el asiento de conductor, miró por el espejo retrovisor.

—¿Acaso tenemos un nutricionista y no me enteré?

—A algunos de acá les hace falta —le contestó Anna, inclinándose para robar lo primero que encontró del recipiente y darle una mordida. Me miró al masticar—. Estás a pocos kilos de romperte como una ramita.

Arqueé una de mis cejas, evitando mirar hacia abajo y darle la razón.

—Y tú a pocas palabras de quedarte sin nariz.

Anna se rio, sin decir nada más, y continuó comiendo la porción de budín que había logrado agarrar. Me acerqué a Troy y me senté a su lado, aceptando el recipiente y comiendo de a pequeños pedazos la delicia que Zafira había cocinado. Compartí con Troy —y hasta con Enzo, que casi me gruñó al sacarme la comida de la mano— volviendo al lado del aprendiz en lo que él seguía dándole vueltas al dron, asegurándose de todo.

En lo que me había quedado parada, mis piernas queriendo estirarse de vuelta, quedé a la altura de las ventanitas de la doble puertas traseras. Incluso con lo polarizado del vidrio y con la distancia entre el vehículo que nos seguía y el nuestro, crucé miradas con Tom. Seguía serio, seguía enojado, y al verme no hizo nada más que fruncir más el ceño. Estaba solo manejando, seguro Claire, Luna, Jacob y Olivia en la parte de atrás. Desconocía si ya les había dicho algo, yo le había dicho que podía, y si no era él, Olivia podría hacerlo. Y tampoco la culparía.

Un sacudón en el vehículo me obligó a sentarme, Enzo girando el volante para meterse en otra carretera y continuar el camino. Con Anna ocupando gran parte de los asientos de un lado, Troy sacó sus cosas del otro y lo palmeó.

—Ven, trata de descansar. Faltan horas todavía —dijo, o más exigió, porque no me dio lugar a negarme. Agarró mi mochila y la suya, golpeándolas sutilmente para amoldarlas como una almohada, y una vez acostada, él se sentó en el piso de la furgoneta, sonriéndome sutilmente. Estaba lo suficientemente cerca para que susurrara y yo sola pudiera escucharla—. ¿Cómo te sientes?

Sus mejillas coloradas me hicieron sonreír y estirar mi mano hacia su pelo, dándole un sacudón.

—Bien, no tienes por qué preocuparte —me acomodé mejor en los asientos, suspirando. Troy asintió y siguió en lo suyo. Yo me quedé mirándolo, su piel tostada y ojos miel, sus rizos que habían crecido y llegaban a taparle la frente. Siempre había dicho que, con otra personalidad y otra circunstancia, Troy hubiera sido el tipo de rompecorazones al cual le tendría que haber advertido a mi hermana que tuviera cuidado. Pero no, el que tenía frente a mí era un oso de peluche que hacía de todo por los demás—. Gracias, por todo.

Sus cejas se fruncieron cuando levantó la vista y se tomó su tiempo para contestarme.

—Espero que eso no haya sido un tipo de despedida-

—No, no —me reí un poco, no sabiendo por qué, e incluso así, sus comisuras también se levantaron—. Sólo quería agradecerte por siempre ser parte de la locura de todos, más de la mía. Eres un chico increíble...y que merecías saber lo mío —fruncí mi boca al morder mi labio—. No quiero que sigas enojado con el Doc, él sólo hizo lo que yo le pedí y estuvo mal. Tendría que haberlo compartido con todos.

Sabía que no iba a dañar la relación que Troy tenía con su aprendiz, un error que yo había pedido que cometiera podía ser perdonado, pero no quería que la culpa de mi estado recayera, de alguna manera, en el Doc. No quería que lo vieran como un factor cuando sólo había sido un testigo. No merecía ese resentimiento y menos que menos de alguien como Troy, que lo admiraba y adoraba.

Se quedó callado por unos segundos y después se encogió de hombros.

—No estoy enojado, no es... me molestó, sí. Creo que con Doc siempre compartimos las cosas y no hacerlo es un caso muy extraño y particular que frustra, eso es todo. Pero...pero no puedo quejarme, no puedo enojarme. No cuando el Doc y yo mantenemos secretos de muchos de ustedes con nuestras teorías, nuestras cosas...—carraspeó su garganta, sus dedos presionando ciertos botones en el dron todavía en su regazo—. Tú tienes una relación parecida con él, en la cual soy a veces parte y también puedo no serlo, y está bien. Sería hipócrita enojarme por eso, pero esta vez involucró algo muy grande y...y me asusté. Estoy asustado. Por ti.

Mi boca se curvó en un puchero, mi corazón derritiéndose de la ternura, y estiré una de mis manos para acariciarle la mejilla de una manera suave.

—No eres el único, Troy, yo...yo en parte también lo estoy —confesé, mis dientes clavándose de vuelta en el interior de mi labio—. Tom y Olivia...no estás sólo. Incluso si pudiera cambiar las cosas, si esto no pasara y fuese otra la razón, seguiría pensando igual, decidiendo igual.

—Sé que sí —tragó y suspiró, sus manos dejando el aparato a un costado y girándose hacia mí—. Sólo que, después de todo lo que has pasado, lo que has hecho...no mereces hacer esto y no disfrutarlo, en el peor de los casos. No mereces pasar por este sacrificio. Es injusto y... —parpadeó, pensando y midiendo sus palabras—. Puedes no hacerlo. Tienes esa decisión también. Sigue siendo injusto, pero...

Lo era. Era injusto que, por querer defender y proteger a Noah para traerlo de vuelta, yo fuera el precio por pagar. Era injusto lo que le hacía pasar a mis amigos, lo que los obligaba a entender y aceptar. Era injusto dejar a mi hermana en la ignorancia y no saber si volvería. Era injusto dejar morir la imagen que muchos anómalos y humanos creían, que se supone que los protegería y defendería también, por una sola persona. Era injusto lo egoísta que era. Y lo seguiría siendo.

—¿Qué pensamiento tuviste tú cuando te quedaste en el laboratorio y fuiste atacado? ¿Cuándo te sacrificaste y dejaste que el Doc saliera a buscarme para advertirme de verdad? —no saqué mi mirada de la suya—. ¿Qué sentiste en ese momento que sabías que Marla estaba haciendo un daño terrible en ti?

Troy no tardó en responder, cierto entendimiento en su mirada.

—Que era lo que quería hacer —dijo—. Lo que tenía que hacer.

Sólo le sonreí una vez más, cerrando mis ojos y tratando de relajar mi cuerpo para recomponerme para las siguientes horas. Mis dedos se aferraron a las cadenas y al calor que, inconscientemente, emanaba de ellas.


[...]


Anna me sacudió horas después, casi lanzándome fuera de los asientos. Me agarré de suerte, parpadeando anonadada y peleando por levantarme.

—¿Hacía falta sacudirme como maraca? —gruñí, refregando mis ojos. Anna soltó un resoplido.

—Tienes el sueño más pesado que vi en mi vida. Era eso o te lanzaba fuera de la furgoneta —señaló las puertas abiertas, sólo ella y yo en el vehículo—. Llegamos al punto de encuentro.

Sin decir nada más, saltó fuera del vehículo y me dejó sola. En lo que me paraba y estiraba mi cuerpo, cierto cansancio todavía en él, mis músculos se quejaron cuando quise dar el primer paso y me agarré de las paredes de la furgoneta, gruñendo. Seguía bastante débil desde el último suceso de mi casi muerte, el que durmiera profundo era bastante anormal. Tuve la muy acertada suposición que tenía que ver con mi pobre estado.

Bajé con cuidado de la furgoneta, no saltando como Anna al tener miedo de romperme las rodillas, y fue Jacob al primero que vi, sentado en unos troncos mal cortados. Estábamos en el medio del bosque, un poco familiar. Y fueron ciertos restos de algunos vehículos y helicópteros los que me dieron el indicio. Ya había estado ahí, unas semanas atrás, antes de conocer a los Benignos y peleando con unos cuantos militares.

Jacob me sonrió, sus manos estirando el filo de una cuchilla, sus ojos brillando en el mismo tono.

—Buenos tardes, bella durmiente —miró hacia arriba, el cielo bastante oscuro, y resopló—. O buenas noches, lo que creas correcto.

Le sonreí, palmeando su hombro y mirando a mi alrededor. Olivia, Enzo y Anna estaban mirando la tableta de Troy, señalando la pantalla y después las zonas. Detrás de todos los árboles, a lo lejos, podía ver las luces de la Ciudadela.

—¿Por qué tan lejos?

—Tom dijo que esperaríamos a que los Benignos se acerquen y nos aconsejen. Ellos conocen más esta zona que nosotros. Y de paso, te ven a ti —contestó, sus dedos brillando y jugando con el metal en la cuchilla. Le había dejado un mango de un cuero negro, grueso y como para una mano más grande que la mía o la suya incluso. Movió su cabeza de lado a lado, su vista yendo de esquina en esquina, y se encogió de hombros—. No sé dónde se fue, vi que estaba discutiendo con Claire...

Se me quebró parte del corazón—: ¿Discutiendo?

—Sí, raro, lo sé. Tom no habló en todo el viaje y Liv trató de que le diéramos espacio, diciendo que no habían tenido una linda charla contigo...ahí es donde Claire empezó a insistir para saber qué pasó —frunció su boca cuando levantó su vista hacia mí—. No pienso insistirte, sólo espero que esté todo bien. Para que tú y Tom peleen...

Tenía que ser grande. Y lo era, pero Jacob no lo sabía. No se lo habían dicho, ni Tom ni Olivia. Claire debía notar que algo sabían, no era tonta, lo iba a presentir. Claire leía mucho más las reacciones y emociones de la gente. Mi hermana podía leerte un ambiente y ser lo suficientemente lista para saber cómo actuar y reaccionar. Claire no, ella leía y quería involucrarse, saber. Ya había sido dejada de lado por mucho tiempo en su caída, claro estaba que no quería que pasara de vuelta.

Jacob miró la cuchilla en su mano y soltó un sonido como de victoria, parándose y girándose hacia mí, tendiéndome el cuchillo una vez que le puso una funda alrededor, del mismo tipo que tenía en mi pierna. Era pesado y muy grande para mí, el ancho de la funda podría ajustarlo, pero el metal en sí ya me cansaba en mi muñeca.

—Lo hice en el auto, tenía el diseño en mi cabeza hace meses —se notaba orgulloso.

—Yo ya tengo uno, Jay —le mostré la funda agarrada a mi pierna—. No necesitaba otro más... ¿por qué tan pesado...?

Jacob señaló al filo, su dedo moviéndose, indicándome que sacara la funda.

—No es para ti.

Apenas lo hice, cuidadosa del filo recién hecho, y leí el nombre tallado en el metal, el peso tenía sentido, el tamaño del mango y funda también. Entendí que hubiese estado pensando en el diseño desde hacía meses, alguien como Jacob tenía la capacidad de hacer lo que quisiera con cualquier trozo de metal o cualquier mineral que pudiera manipular. Esperó para el momento justo, para tenerlo para cuando fuera necesitado y requerido.

El nombre me hizo sonreír, la emoción llegando como una ola fuerte. Noah P.

—Ya era hora que le hiciera uno, quise diseñarlo antes, pero... —suspiró—. No quería afligirte. Ahora que podrás dárselo...

Llevé la cuchilla a mi pecho, abrazándola, y le sonreí, acercándome para darle un abrazo de costado, cuidadosa del filo que abrazaba. Jacob meció mi espalda. Que lo hubiese pensado tanto tiempo, que lo haya hasta diseñado y modelado para él, todo fue una apuñalada y caricia al mismo tiempo.

—Gracias, gracias... —sonreí, mis ojos picando, y los escondí al mirar al piso al alejarme—. Voy a- Voy a dárselo apenas lo vea.

Si llegaba.

De reojo, noté la cabellera oscura de Claire pasar, sus facciones fruncidas en enojo y cierta tristeza. Detrás de ella, el gemelo iba en otra dirección, mismo tipo de expresión, y no fue difícil deducir qué había pasado con lo que Jacob había dicho. Ambos habíamos notado lo mismo y compartimos una mirada.

—Yo voy con Claire... —señalé a dónde se había ido y ajusté la cuchilla de Noah en mi otra pierna, el peso distinto que en la contraria. Jacob asintió, su boca tensa, y fue para donde el gemelo había caminado.

Tom y Claire nunca peleaban. No discutían, no se contradecían ni llegaban a decirse algo más que sacarse la lengua. Tenían una base de comunicación tan sólida que, ante cualquier malentendido, una confusión, lo hablaban todo. Habían armado esa secuencia incluso cuando ella estaba inconsciente y el gemelo le hablaba, y le contaba, y le decía todo lo que hacía en su día, cuánto la extrañaba, cuánto la quería. Siempre había sido honesto con ella, y ahora, con tanto secreto dando vuelta, estaba rompiendo esa base que tenían. Que Claire no hubiese ido directo a mí me daba un indicio de que aún no sabía nada.

La encontré curando un árbol que parecía tener muchos años y muy enfermo, del tipo que por alguna infección o bicho estaba siendo dañado desde adentro. Me acerqué con cuidado, no sabiendo qué decir o hacer, y esperé a que notara mi presencia. Tenía los ojos rojos cuando se giró a verme, su mueca triste y frustrada, y se volvió a girar hacia lo que estaba haciendo.

—¿Quieres hablarlo? —murmuré y ella soltó un resoplido.

—Sé que no dirás nada de lo que quiero que digas. Tom no lo ha hecho, menos lo harás tú —dijo, o siseó, el esfuerzo en sus manos por devolver un verde intenso y natural a las hojas que crecían en las ramas—. Así que no,. no quiero hablar de algo donde no hay respuesta.

Tom estaba poniendo a juego su relación por mí y yo no sabía qué hacer. Era por mí que ellos estaban discutiendo, desarmando esa hermosa base que tenían entre ellos. No podía permitir que eso pasara.

—Tom está enojado conmigo. He hecho algo que...que lo lastimó —conté, hablando por arriba—. Tuvimos un desacuerdo muy grande y él tiene toda la razón en ignorarme y llevarme la contra.

Claire bajó sus brazos, todavía dándome la espalda.

—Él dijo lo mismo. Que, en las mismas palabras, tuvieron un desacuerdo —terminó de voltearse y se acercó a mí, una mirada curiosa e intensa en ella. Se cruzó de brazos frente a mí—. Ustedes no pelean-

—Ustedes tampoco —concordé y ella frunció más las cejas.

—Por la misma razón por la cual ustedes se han peleado, y que, en consecuencia, me deja pensando en sólo una cosa —continuó, manteniendo su nivel de voz tranquilo por el momento. Cualquier cosa que quisiera decir podría desencadenar otro tipo de tono—. Que es algo más grande de lo que los dos quieren aparentar. Y que tiene que ver con Noah.

Cómo había pensado, ella sabía percibir, no más allá de lo obvia que también había sido nuestra "sutil" discusión en la reunión, sino que ella sabía lo que significaba Noah para ambos. Para Tom era su otra mitad, su sangre y su culpa, la misma que había querido desahogar en una botella de alcohol meses atrás y que tuve que contener. Al igual que Tom, Noah para mí era otro tipo de mitad, muy distinto al suyo y que en ninguna circunstancia compararía, pero lo era. Mi razonamiento, mi necesidad, mi deseo y amor. Y en el borde del abismo en el cual caería en algún momento, estaba dispuesta a saltar por él si significaba salvarlo. Claire sabía que podría hacerlo, incluso si desconociera la causa o por qué tendría que saltar.

Me quedé callada por un momento, buscando qué contestarle, y ella me ganó al volver a hablar.

—Es horrible verlos así, ustedes son incondicionales del otro, mutuamente y de una manera que sólo ustedes entienden. Ni yo lo podré hacer por más que adore cómo se aceptan y cuidan —dijo, sus facciones relajándose en una suave sonrisa que sus ojos no compartieron—. Confío en ambos y en el criterio que cada uno tiene, pero si Tom está así de preocupado y enojado contigo... —alargó, sus cejas volviéndose a fruncir—. ¿Qué es lo que tienes planeado, Tay? ¿Qué harás?

Lo necesario. La respuesta vino tan natural a mi boca que tuve que morderla, sabiendo que, si la soltara, si le dijera, si hablara; podría empeorar la situación con Tom. Si él no se lo había dicho, yo le traería más problemas al decírselo, había visto esa molestia del gemelo con el mismo Doc, o de Troy. No quería que nadie más cargara conmigo y mis consecuencias.

Abrí la boca para tratar de decirle algo que la calmara, y el carraspeo a mis espaldas me hizo girar. Enzo señalaba por detrás de él.

—Llegaron los dementes estos.

Apenas avisó, escuché el ruido feroz y repentino que ya había escuchado en ese lugar, y apenas volvimos a dónde estaban todos, los vimos llegar en tres de sus vehículos. Troy y Tom estaban hablando en un costado, mirando a los recién llegados con duda y rigidez. No eran los únicos, todos en ese grupo estábamos igual. Incluso yo, o bueno, yo más que nadie. Yo era la razón y trato para que ellos estuvieran ahí.

Reconocí el arma con pegatinas antes de verle el rostro, Dan sonriendo al reconocerme en el medio y se acercó, agachándose en una sutil reverencia. Enzo resopló, tapándose la boca después.

—Un gusto volver a encontrarnos, estrellita —soltó, sin perder esa mueca extraña en su rostro—. A Erik le alegrará saber que ya no te ves tan débil como en tu última visita en nuestra humilde casa.

Me seguía sin gustar ese apodo, claro estaba, ni tampoco el recordatorio de lo que había pasado la última vez que los había visto, y tuve que morderme el interior de la mejilla para no decirle nada. Solo asentí, mi corazón latiendo apurado y ansioso. Miré las personas que había traído con él.

—¿Ustedes son todos los que vienen con nosotros? —estaban armados hasta los dientes, y los que no, podía reconocer y percibir la energía anómala en ellos que se movía con fuerza, ansiosa por salir.

Dan analizó su grupo con cierto orgullo.

—Erik se aseguró de brindarte el mejor equipo de tu lado, así cuando nos ven, sabrán la tormenta que viene por ellos —alargó sus brazos, sus gente sonriendo al verlo—. ¡Vamos a darles algo para que teman! ¡Para que nos tengan miedo!

Una ola de gritos y silbidos salió del grupo, y de nosotros solo sacaron muecas incómodas y de espanto. El único con una mueca que parecía una sonrisa era Enzo, que levantaba sus cejas asombrado y, en parte, complacido. No me hubiese sorprendido si estaba de acuerdo con ellos a pesar de que los llamara locos.

Una vez que la locura se calmó, Dan volvió hacia mí, pero sus ojos pasaron de lado hacia atrás.

—¿Estás listo, número dos? —se rio, ladeando la cabeza en burla—. ¿O eres el número uno? Ya no sé...

Tom se había parado detrás de mí y de Claire, sus brazos cruzados y parándose recto. Yo ni lo había escuchado o visto acercarse, su presencia abrupta me desconcertó. No bajó la vista ni a su novia o a mí, mantuvo su atención en Dan, con solo su cercanía estableciendo el límite de hasta dónde acercarse. Todavía cuidándonos.

El gemelo sólo asintió.

—Lo que tiene que ser tu prioridad número uno ahora es llevarnos hacia dónde está mi hermano —contestó, duro y alto. Apretó su mandíbula—. Del resto nos encargaremos nosotros.

Dan levantó sus cejas, sus facciones tornándose no en asombro, o un poco si, sino más en un tipo de admiración o respeto que, en otra circunstancia donde estuviéramos bien, hubiera palmado su espalda orgullosa. Y lo estaba, pero tampoco se lo pude demostrar de otra manera, antes que los Benignos volvieran a sus vehículos. Dan se paró en la parte trasera de una de sus camionetas, y con su arma llena de pegatinas en alto, volvió a sonreír.

—No nos pierdan entonces...

Tan rápido como ellos empezaron a acelerar, nosotros saltamos en cada vehículo que teníamos más cerca nuestro. Claire, Troy, Tom y yo saltamos en el mismo, sin pensarlo, y Anna fue la que apretó el acelerador. Jacob, Luna, Olivia y Enzo en el de atrás, derrapando en lo que tratábamos de mantener la misma distancia y velocidad que los tres locos manejando los de adelante.

Tuve que agarrarme de los asientos, el vehículo saltando a lo loco en lo que Anna derrapaba las ruedas detrás para llegar. Con las raíces haciendo rebotar al vehículo, el barro debajo resbalando las llantas. Claire y Troy lograron aferrarse a la parte de los asientos de adelante, Tom y yo quedamos más atrás.

En una curva, la furgoneta se sintió cómo un látigo, y me hizo hacia un costado y para atrás, golpeándome contra las puertas que estaban mal cerradas y me aferré a lo que tenía más cerca para no caerme. La mano de Tom me había logrado agarrar, tirando de ella hacia él para darme soporte en lo que congeló sus pies a la base del vehículo, inamovible y alejándome de la puerta entreabierta.

No me soltó en lo que quedaba del recorrido, manteniéndome cerca con su brazo alrededor en lo que la furgoneta se sacudía y rebotaba. El alivio fue notorio apenas frenamos, Claire y Troy chocando con los asientos, Anna sobre el volante clavado en su vientre, y Tom teniendo que inclinar su peso hacia atrás, conmigo en sus brazos, para que no caigamos.

Claire, con todo su pelo en su rostro y esponjado, fue la primera en suspirar.

—Están locos, dementes —escupió—. Tendrían que estar lejos del volante.

Troy, también aferrado todavía con uno de sus brazos y el otro con su mochila que cargaba su invento, resopló.

—Más lejos tendrían que estar de las armas y, aun así, los necesitamos.

Una risa irónica salió de mí y del cuerpo detrás de mí, todavía sosteniéndome. Me tensé al mismo tiempo que él también, Tom soltándome de a poco y con cuidado, carraspeando su garganta y volviendo a no mirarme, a ignorarme. Aun moviendo su mirada de mí, reconocí el dolor en ella, el mismo tipo que había visto en el laboratorio cuando el Doc le había dicho la verdad.

Abrí mi boca para decir algo, al menos como para pedirles disculpas bien, y me interrumpieron las puertas de la furgoneta, por las cuales casi me caigo, cuando Dan las abrió en un tirón, sonriéndome.

—Un viaje express, ¿no? —se burló al ver nuestros estados y se apartó para dejarnos bajar. Fui cuidadosa al saltar la altura de la furgoneta al piso, no queriendo que Dan dudara nada de mi debilidad, y lo seguí cuando dimos la vuelta a toda la furgoneta. Señaló por delante de él—. Y... ahí está.

Estábamos a una cierta altura de la Ciudadela, enorme y gigantesca frente a mí, pero los Benignos nos habían hecho acercar por un costado, más cerca de otros edificios por los cuales antes habíamos entrado por la autopista principal. Había una bajada de árboles frente a mí, el camino oculto por las copas de estos crecidas mucho más que su límite y contorneando el camino que podía atravesar.

Las luces de la Ciudadela parecían mucho más intensas en la noche y por la poca luz del cielo, cubierto de nubes oscuras que zumbaban llenas de truenos y relámpagos. Dan señaló por delante de mí, a un edificio que estaba en el límite de la Ciudadela, el muro gigante separándola de su interior, y dejando a dicho lugar apartado. El campamento que estaba buscando. Mi corazón latió rápido y quise dar un paso para empezar a ir.

Dan me sostuvo de la muñeca.

—Tenemos que esperar la señal, estrellita. Apenas la veamos... —suspiró, tirando de mí para que volviera hacia atrás. Cerca de nosotros, de su lado, su grupo miró asombrado el hecho de que me había agarrado así. Me solté de su mano en un tirón y él sonrió—. Hay que hacer las cosas bien y al pie de lo planeado.

Julia había detallado un buen mensaje donde aclaraba que paso dar, cual no, de qué tener cuidado y dónde no ser tan precavido a la hora de defenderse. Se había tomado el tiempo de asegurarse que los Benignos cumplirían una parte del trato donde no harían que perdiéramos esta chance de recuperar a nuestro compañero. No aclaró quién era para nosotros, Dan y Erik ya lo sabían, y repetírselos solo nos dejaría más débil frente a ellos. No había chance de que eso pasara.

El viento levantó fuerza y comenzó a picarme los ojos. Claire, que estaba a mi lado, terminó trenzando su pelo para que no la molestara. Jacob estaba en su otro lado, sus dedos ansiosos jugando con su daga y su vista fija, miedosa, en la institución a la cual tendríamos que acudir. Anna, Enzo y Olivia estaban cerca también. Luna, parada detrás de mí, palmeó mi espalda con una sonrisa. Una emoción en ella que sabía de dónde venía, que entendía. Ella también había pasado tiempo sin Cassia y sin saber de ella. Luna entendía mi necesidad. Y por más de no saber la verdad, una parte de mí sabía que ella sería de las pocas que entendería.

Detrás de ella, todos los Benignos que habían venido con nosotros. Sonrientes, ansiosos, emocionados, un tipo de dureza en ellos que parecía querer incitarlos a correr y llevarse la Ciudadela por delante. Troy había tenido razón en decir que, con rostros así, tendríamos que temer el hecho de que cargaran con las armas que llevaban y que, aun así, los necesitábamos. A cada loco en ese grupo, a cada dudoso con emoción más dudosa, los necesitábamos si queríamos sacar a Noah de ahí.

Con las partes traseras de las furgonetas en dirección del camino, entre ellas estaban Tom y Troy, ambos hablando entre sí, sus manos tapando sus bocas. Los dos pares de ojos iban y volvían a mí, algo que me dio curiosidad, y fue Troy el que terminó asintiendo y se acercó. Me sonrió, haciéndose paso entre Luna y Dan, y se paró a mi lado. Tom, en cambio, fue para donde estaba Enzo.

En las manos de Troy, estaba el dron, su tableta en su otra mano. Dan lo miró extrañado.

—¿Qué es esa cosa?

—Nuestra guía —le contestó Troy y lo levantó cuando activó sus hélices, el dron volando frente a él y miró la pantalla de su tableta, apretando ciertos botones en él—. Cuando veamos dicha señal, entonces-

Una explosión iluminó parte de la Ciudadela, uno de los altos muros rodeándose de llamas latentes y una nube de humo, el sonido llegando más tarde como una ola a los pocos segundos. Me sacudió en el lugar, mi respiración cortándose, y en lo que los Benignos gritaban y señalaban, fue Troy el que me agarró y me tiró contra él.

—¡Me olvidé el destornillador! ¡Búscalo! —me dijo, cierta desesperación en su voz. Lo miré confundida—. ¡Está en mi mochila! ¡Por favor!

No tuve mucho tiempo de pensarlo, era escaso los momentos en esa circunstancia, y maldiciendo entre dientes, corrí hacia la que era nuestra furgoneta. La mochila estaba en la esquina contraria a las puertas y tuve que adentrarme para poder agacharme y buscar. Con todos los sonidos y estallidos de afuera, más mis nervios que no ayudaban, no escuché la presencia cerca.

Al girarme, Troy me miró con sus ojos muy abiertos. Su tableta en una de sus manos. Su destornillador en la otra. Por detrás de él, pude ver el rostro de Tom por un momento antes de que cerrara las puertas.

—¿Qué...? —me paré y fue el clic de las trabas lo que me dio a entender lo que estaban haciendo. Moví a Troy a un costado y me lancé a las puertas, claramente trabadas—. ¡No! ¡Tom!

Del otro lado, su voz se escuchó poco.

—...no voy a dejarte morir por esto...

Golpeé la puerta con tanta fuerza que estaba segura de que podría abollarla.

—¡Abre la maldita puerta, Tom! ¡Ahora! —chillé y seguí golpeando—. ¡Ábrela ya!

—...lo siento, no... —escuché, y cada vez más lejano, solo oí—:...no tú.

Otra explosión sacudió la furgoneta y mi furia, creciente y latiente en mi pecho, mi cuerpo y quemando mis dedos. Seguí tironeando de la puerta, llamando a Tom, que me dejara salir, que no fueran solos, y fueron solo segundos en los que entendí que no lo haría. Me escuché gritar, no pudiendo creer lo que había hecho, o lo tonta que había sido yo para no pensar que trataría de hacer algo así. Golpeé más veces la puerta, el material sufriendo ciertas abolladuras y mis nudillos sufriendo más daño que lo que golpeaba. Mis dedos ardían, cubiertos, como siempre, por los guantes.

Más que desesperada, me saqué uno de mis guantes, y queriendo acumular mi energía en él, una mano agarró mi muñeca para detenerme.

Miré a Troy, sin poder creer lo que Tom había hecho. En lo que Troy había participado.

—Necesitamos las furgonetas, no las rompas —pidió—. Y él necesitaba hacer esto. Es la única manera de protegerte.

—Troy... —gruñí, mis ojos seguramente mostrando mi anomalía. Troy no soltó mi muñeca.

—Déjalo que lo intente. Que lo intentemos. Sino, serás la primera en salir de acá, te lo prometo —dijo, su tono de voz más tembloroso que antes. Tendió la tableta en mi dirección—. Puedes ir con ellos, sólo...no presencialmente.

—No es lo que le prometimos a los Benignos.

—Todos saben que puedes volverte invisible, Tom sabe jugar con esa excusa y los Benignos la creerán en su locura, en su necesidad —explicó, notando mi poca convicción—. No te andarán buscando.

—Quieren ser vistos conmigo.

—Y lo serán, cuando el momento llegue, lo serán. Pero no le prometimos eso ni ellos lo exigieron, fue nuestra suposición —me recordó y, muy lentamente, bajó mi brazo. Volvió a tender su tableta y la dejó en mis manos—. Vamos a ver que estén yendo en el camino correcto, vamos a buscar a Noah... ¿sí? —sacó su radio de su bolsillo—. Los iremos guiando.

Me hizo sentar en los asientos, más para asegurarse de que no volvería a golpear las puertas, que para ponerme cómoda. Tomó el lugar junto a mí, acercando su cabeza para que ambos miráramos la pantalla, y señaló los controles en los costados de la pantalla. El mando era táctil y dinámico, no fue difícil de agarrar, y podía ver, desde la cámara del dron, el lugar al paso que íbamos avanzando con el dron.

Troy tocó un botón en la pantalla y lo que antes veía como las copas de los árboles, se transformó en esa pantalla azul con siluetas verdes, amarillas y rojas. Eran muchísimas y en movimiento, delatando a los Benignos que corrían detrás de otras que delataban a mis amigos y al líder de los dementes. Mis amigos eran siete y serían ocho con el líder. Una de esas siluetas era más verde que amarillo o rojo, una temperatura más baja.

La señalé con el dedo—: Ese es Tom... ¿verdad?

—Sí —confirmó—. Su temperatura es más baja de los demás, contrario a Noah.

—Ojalá se caiga.

Troy soltó una risa por debajo.

—Supongo que eso te alegraría un poco —tapó su risa con una de sus manos y aclaró la garganta en lo que seguíamos el trayecto, más explosiones de fondo que empezaban a tensarme. La radio de Troy sonó, la estática en él cortando el mensaje. Sus dedos empezaron a girar la perilla, y la voz de Tom se escuchó fuerte y claro.

En el muro.

Con mis dedos en el mando, alejé el dron como pude para reconocer más siluetas de colores, acercándose desde dos extremos distintos y colisionando en un centro donde el calor parecía subir. No sabía si era por un incendio, por las explosiones, o por algo más que no podía ver. Mantuve la distancia, Troy corrigiendo mis movimientos en lo que seguíamos mirando la pantalla, y con su otra mano, siguió tratando de arreglar la conexión con su radio. La mía no sonó en ningún momento.

Temblorosa, me animé a mover el dron más cerca de la institución, alejándome de la pelea que se estaba dando para distraer a los soldados y que liberaran el lugar. Encontré a mi grupo llegando en mitad de camino, justo cuando otra horda de siluetas salió del edificio y los detuvo. Me paré, con la pantalla en mano, y la agarré con más fuerza.

Troy, todavía peleando con la radio, se paró conmigo.

—Ve a la institución, busca a Noah.

Obedecí y deslicé mis dedos en el mano, el dron atravesando la batalla que me hacía temblar y centrándome en dónde debería a encontrar a Noah. Pasé el dron lo más cerca que pude, no queriendo ser vista y perder mi única chance de participar en el rescate, y en lo que me frustraba al no ver nada fuera de lugar, fue en un desliz extraño que una esquina de mi pantalla se encendió con anormalidad.

Mi corazón dio un salto y seguí la mancha que tomaba más forma, más color, un rojo vivo en la pantalla que me atoró el aire. Noah. Y a sus costados, otro grupo de siluetas que parecían ir con él, alejándolo de la institución, para el otro lado. Sabían, habían entendido, nos habían leído. En lo que Tom y los demás peleaban, Noah estaba siendo llevado.

—¡Se lo están llevando! —deduje y le mostré la pantalla. Troy no me miró cuando le grité—. ¡Troy, están yendo para el otro lado! ¡Saben que vinimos por él!

Al fin alzó la mirada, y con ella, su radio.

—Interceptaron las señales...nos escucharon —se vio decepcionado y asombrado, y con miedo. Porque no sólo no lo había visto venir, sino que reconocía que estábamos por perder la única chance que teníamos de salvar a Noah—. Taylin-

Fui lo suficientemente prudente y no lance su tableta, se la dejé en el pecho, y en un voltear, mi puño ya desnudo del guante, rompí las puertas de la furgoneta en un puño de energía. Le seguí yo, saltando de ella al lanzar el otro guante que me quedaba hacia Troy y corriendo en la dirección en la que el dron había ido. Lo escuché gritarme y llamarme, pero no hice caso. Me aferré a mi cuchilla, la de Noah pesando en mi pierna y dándome más impulso de alguna manera. Me volví invisible y corté camino, saltando entre raíces, ramas y piedras, escuchando el caos a distancia y con solo una idea en mente.

No me había dado cuenta de que estaba lloviendo hasta que mi ropa pesó en mi cuerpo, pegándose a mi piel e imposibilitando un poco el paso en la tierra. La radio en mi cadera vibró y la llevé a mi oreja, la voz de Troy oyéndose claro. Había arreglado la interferencia en cuestión de minutos.

La supernova está afuera, cambio.

En los siguientes segundos en los cual yo seguí corriendo, vibró de vuelta.

Llegas a morirte y te reviviré para matarte yo mismo.

Las palabras de Tom me hicieron sonreír más que enojarme y continué mi camino, mi corazón latiendo con una fuerza imaginaria que no sabía de dónde había salido. Había logrado coordinar mis pasos en lo que más me acercaba, más enfurecida estaba, y debí tener cuidado al rodear la institución, invisible ante todos, y seguir el camino por donde se habían llevado a Noah. El ripio bajo mis pies me hizo resbalar un par de veces y debí agarrarme de muchos árboles para no caerme en lo que nos adentrábamos al bosque, cerca de dónde rodeaba una de las zonas de las murallas.

Y a lo lejos, cuando mis piernas ya chillaban del dolor, mis pulmones pequeños y desacostumbrados a tanta corrida, fue que vi las siluetas. Muchas de ellas armadas, mirando constantemente hacia atrás, y por la lluvia, no escuchándome. Respiré pesado al ir acercándome, reconociendo un vehículo a lo lejos, preparado para alejarlo y llevarlo dentro desde otro lado. A lo último, vi su silueta, agachada, débil, siendo arrastrada. Era él. Era Noah.

A metros de ellos, supe que él me percibió. Mi calor.

Se lanzó al piso, al ripio, y todos se abalanzaron sobre él, tratando de levantarlo y ordenándole que se pusiera de pie. Lo tironearon, lo sacudieron, y a mí me enfurecieron el doble, triple y hasta el infinito. Peor cuando vi que todos lo apuntaron con sus armas, amenazándolo. Corrí más rápido, mi mano lista en mi navaja, y sin pensarlo, la lancé al soldado que parecía estar más cerca.

Le di directo en el cuello, lo que hizo que todos se giraran, armas en alto, buscándome. En el caos que seguía acercándome, más cuidadosa, más lenta, noté el arma apuntada hacia la cabeza de Noah. Seguía tirado en el piso, su cuerpo en posición fetal y peleando por sostenerse. Apreté la mandíbula y tanteé por mi tapaboca, subiéndolo a mi rostro por las dudas de ser vista. Yo quería que me vieran. Quería que supieran que había sido yo después de todo.

Pasé entremedio de los soldados que avanzaron hacia su compañero muerto y miraban alrededor, y mis pies se deslizaron con cuidado por el ripio. Otros soldados estaban cerca del vehículo, sus armas también en alto y gritando órdenes que no podía descifrar. Yo me acerqué tanto al que tenía el arma apuntada hacia Noah que reconocí su rostro, sus facciones, su miedo. Le temblaba la mano que levantaba y apuntaba, su dedo preparado en el pestillo, y yo estaba por lavarle la mente cuando una risa me hizo temblar y querer llorar.

Se había levantado en sus rodillas y había alzado el rostro hacia el caño del arma, su cabeza apoyándose contra ella con una sonrisa y sutil risa.

—Yo les dije... —respiró pesado y entrecortado, como si le tomara toda la energía del mundo hablar. Pero era él. Era su voz. Sus ojos se encendieron rojos, brillando por debajo de toda su melena larga y descuidada, y me encontró. A pesar de estar invisible y él débil, me encontró igual—. Yo les dije... que la supernova volvería...por todos ustedes.

En el mismo instante que el soldado estaba por apretar el pestillo, fui más rápida. Con la cuchilla de Noah, pesada y recién hecha, no lo pensé al atravesarle el cuello con ella. Mi peso en él lo había empujado y la bala había pasado cerca de la cabeza de Noah, pero no le había dado. En la conmoción y el ruido del balazo, para cuando el cuerpo del soldado cayó, yo era visible para todos, la cuchilla ensangrentada y con una nueva sed que descubrí y tragué con furia, con dolor. Con venganza.

Las armas volaron a mí, y en lo que estiré mi mano por mi otra cuchilla, sintiendo su metal en la lejanía, al volver a mí, llevándose otras víctimas en el proceso, fue que los tiros empezaron. Y yo dejé ir todo tipo de contención que tenía hasta ese momento.

Me mantuve como mamá oso alrededor de la silueta de Noah, que había sido empujada al piso en el susto del tiro y estaba peleando por levantarse en lo que yo lo protegía. No había recaído en mi anomalía y mi haz, sino que me movía con tanta agilidad entre cada soldado y bala que ninguna le llegó a él. Nadie pudo volver a acerarse a él. Sus cuerpos caían tan fáciles como sus balas seguían de lado, no encontrándome en el camino y sólo sintiendo el filo de las cuchillas que se balanceaban en la punta de mis dedos. Anna me había enseñado bien, Sue me había entrenado bien. La sangre que me salpicaba no era más un recordatorio de lo que era capaz, de lo que había entrenado y me habían preparado para ser y hacer. Anómala o no, supernova o no, seguía siendo alguien dispuesta a dar su todo hasta el último momento. Mucho más por las personas a las que ama.

Terminé saltando de cuerpo en cuerpo, atravesando pieles y carnes en movimientos rápidos y sigilosos, usando mi invisibilidad a mi favor en lo que ya no sabían a dónde tirar, a donde ver. Los del vehículo habían sido víctimas de las balas perdidas, a mi favor, y para cuando miré los ojos del último soldado que había apagarse e irse hacia atrás, me caí en mis rodillas, el peso de todos mis movimientos cayéndome en ese momento donde mi corazón latía con fuerza y decisión.

Los rayos de la tormenta, en la oscuridad de la noche, me permitieron ver a Noah. Se había vuelto a parar en sus rodillas, sus manos sosteniendo su peso. Y me miraba a mí, modulaba mi nombre. Me sonreía a mí. Delante de mí. Noah Parker estaba vivo delante de mí. Me paré para ir hacia él, guardando nuestras cuchillas, a solo metros de distancia, y me detuve abruptamente cuando un reflector dibujó, en su intensidad, mi silueta perfecta en el piso. Fue instintiva la manera en la que mi anomalía se movió por mi cuerpo, la advertencia lista. Noah también lo supuso.

—¡Taylin!

La ráfaga de balas llegó tan rápido como yo levanté mis manos y me giré hacia ellas, mi haz protegiéndonos en el momento justo. El dolor en mi pecho fue instantáneo, el ardor volviendo como si nunca se hubiese ido, y grité en lo que mantenía el haz grande y fuerte. Pensando que podría no usarla, que podría no recaer en un uso tan grande como este, me encontré equivocada y adolorida, sabiendo que no podría hacer mucho más.

Desde la muralla habían preparado un batallón, alguno de los soldados habiendo llamado por ayuda y ahí estaban, listos para cumplir con su orden. Distintos tipos de armamentos rebotaban contra mi protección, llevando más de mi energía y lastimándome más en el proceso. Detrás de ellos, dos helicópteros salieron de la Ciudadela y directo hacia mí.

A mi favor, escuché mi nombre ser llamado por otras personas, y en un costado, las siluetas de Tom, Jacob y Anna aparecieron. Troy debió de guiarlos después de recuperar la interferencia con nuestras radios. En lo que Anna y Jacob se lanzaron hacia Noah, Tom quiso venir hacia mí. Ya no se veía enojado o frustrado, veía cierto alivio en él, sus ojos yendo hacia su hermano. Agitó su cabeza y se paró a mi lado.

—¡Vamos! —quiso tomarme del brazo—. ¡Ya está! ¡Vamos!

—¡No! —grité—. ¡Nos van a seguir! ¡No puedo permitirlo!

—¡Lo veremos en el camino! —me dijo y volvió a querer agarrarme—. ¡Por favor! ¡Ven conmigo!

Agité la cabeza—: ¡Vete! ¡Llévatelo! ¡Vinimos por él!

—¡No pienso dejarte acá! —gritó desesperado, sus ojos cristalizándose. Y en el momento, notando a Anna peleando con el peso de Noah en sus hombros, Jacob también, y con los helicópteros acercándose, en mi pecho sentí la voz de Julia.

Eres la líder de las misiones. La que se encargaba de decir a dónde íbamos a dónde no, la que había respetado a su grupo cuando había armado la lista de reglas que ellos habían propuesto. Quien se suponía que sabía cuándo actuar y cuando no. Quien cuidaba al resto.

Así, con la voz más poderosa y dictante que tuve, solté:

—¡Es una orden, Tom! ¡Te vas! —dije, peleando con mi cuerpo y anomalía para mantener el haz. El rostro del gemelo se desarmó—. ¡Te ordeno que te vayas con mi grupo y me dejen hacer lo que vine a hacer!

En lo poco que la lluvia me dejaba ver, no pude reconocer cual de todas las emociones que atravesaron el rostro de Tom llegó primero, su tapaboca dejándome ver solo sus ojos. Se quedó quieto por unos milisegundos, lo suficientes para que más balas me tiren hacia atrás, y mi gruñido lo hizo actuar, lanzándose hacia donde estaba su hermano y cargando uno de sus brazos en sus hombros. Anna me dio un asentimiento, como un nos vemos después, y no tuve el corazón de devolvérselo. No sabía si la vería después.

Los helicópteros llegaron a cruzarme, sus reflectores iluminándome desde la espalda y mi mano se disparó hacia ellos, protegiéndome de su oleada de balas que también quemaron en mi pecho en cada rebote suyo. Lágrimas de dolor se resbalaron por mi rostro, peleando por la debilidad en mi cuerpo que sentía que se iba de a poco, que era consumida, y en un respirar pesado, en un pequeño momento donde estaba ahí sola, peleando por mi vida, por haber hecho lo correcto, la sensación de Hiro encendiéndose en mi mente tomó protagonismo.

Una vez más...vamos una vez más, dijo, en lo que se encendía a mi alrededor, dándome fuerza y rodeándome de ella. ¿Juntas?

Sonreí.

—Juntas.

De la misma manera que antes me había sentido débil peleando con dos haces al mismo tiempo, una nueva fuerza me consumió e impulsó. Mi mano se estiró y empujó mi haz hacia los helicópteros que intentaban rodearme y separarse para atacar mejor, abrazándolos y haciéndolos chocar, el estallido encendiendo una bola de fuego que, en una densidad anormal, giré y lancé hacia la muralla, otra explosión envolviendo la estructura en llamas y deteniendo la ráfaga de tiros que estaba teniendo desde ese lado. Había dañado la estructura, una grieta asomándose por el costado iluminado y una alarma sonando con fuerza, avisando del nuevo ataque en la zona. Sonreí y recordé las palabras que Lisa Parker me había dicho aquella vez que había huido en busca de mi hermana.

Que se les caiga su estructura a pedazos. Y eso iba a hacer.

Ya había logrado mi objetivo. Noah estaba bien, Noah estaba a salvo, su hermano y su mamá lo tendrían de vuelta en casa. Estaría lejos de las garras de los soldados y no tendría que volver a padecer de un dolor como el que había sufrido por tanto tiempo. Cuidaría de Morgan, cuidaría de mis amigos. Había cumplido todo. Sabía lo que tenía que hacer, lo que debía de hacer. Troy también lo había sentido en su momento. Ahora era mi turno por un bien mayor.

Mi respiración se entrecortó y me ahogué al respirar, sintiendo mi cuerpo pesado de vuelta. No me detuve ahí, recordando el vehículo a mis espaldas, y en lo que también lo rodeaba y tomaba con mi haz, lo mantuve en el aire en lo que caminaba de a poco hacia la muralla, acercándome y tomando la fuerza necesaria para volver a lanzar lo que había elevado en el aire. A diferencia del anterior, sabiendo que era el golpe final para que se cayera su estructura, lancé el vehículo hacia la institución que tanto había torturado, tanto había causado, y la vi ser consumida en una ola de llamas que la hizo estallar y caer, la muralla cerca siendo afectada por el colapso del edificio y siguiendo el mismo trayecto. El impulso del colapso me lanzó hacia atrás con una fuerza que no pude pelear y caí con más escombros a mi alrededor.

Todo mi alrededor se tornó oscuro, mi cuerpo cediendo a una debilidad donde ya no pude reconocer nada. Ni a Hiro dentro de mí, ni ningún trazo de nuestra anomalía rodeándonos. Un dolor punzante me hizo jadear y llorar, reconociendo lo que parecía ser un trozo de hierro atravesando mi muslo derecho. La explosión no sólo me había dañado, sino también me había incrustado uno de los escombros. Moverme no era una opción, tosiendo en el piso y viendo una salpicadura oscura salir de mi boca. Ya no había nada más que hacer.

En el pitido contra mi oído y la lluvia suavizándose, escuché pasos, voces fuertes y dictantes. Militares. Me quedé donde estaba, mi pierna latente y adolorida, pero abrazándome a la oportunidad de cerrar los ojos e irme del mundo antes de que ellos llegaran a mí. Pensé en mis papás, en mi hermana, en mis amigos, en Noah. Pensé en que había hecho lo correcto, que ellos estarían a salvo. Lágrimas salieron de mí, reconociendo que no había nada más que hacer, y suspiré.

Hasta que una mano se apoyó en mis hombros y me hizo abrir los ojos, en mi visión borrosa, conociendo a una sola chica con un pelo tan voluminoso como el de ella. Había vuelto por mí.

—¿...Claire?

Miró mi pierna herida, su rostro pálido y manos temblando, pero una decisión en su mirada que me estremeció. Me hizo sentarme en mi lugar, el dolor en mi pecho y pierna quemándome como si de lava o veneno se tratara, y me mantuvo contra ella.

—No...no... —quise empujarla, llorando contra su hombro por el dolor—. Vete... ¡vete!... Están cerca... —señalé hacia donde podía reconocer linternas, acercándose más y más—. Claire, vete...por favor...

Me agarró el mentón con tanta fuerza que apoyó su frente con la mía.

—Estás loca si piensas que voy a dejarte atrás —gruñó, enojada y decidida. Me levantó de un tirón, el escombro y su hierro deslizándose fuera de mi pierna, y sacándome un alarido. Las linternas se enfocaron en nosotras y ella las miró con odio antes de volver a mí—. Tú no me dejaste en una cama. Yo no voy a dejarte morir.

Y en un ademán de sus manos, fui elevada en el aire, ramas deslizándose por mi cuerpo para mantenerme en altura. La levantaron a ella también, en una velocidad tan rápida como para esquivar otra ráfaga de balazos que nos rozaron. No supe ni cómo era que me estaba moviendo con tanta facilidad o como los árboles esperaban mi cuerpo para pasarlo al siguiente, solo pude ver con admiración cómo mi amiga, poderosa y determinada, reflejaba su parecido en Julia al ordenar a cada arbusto o árbol a su alrededor para ayudarnos a transportarnos, sus ojos brillando con tanto verde que vi lo que vivía dentro de ella. Lo que siempre había sido. Naturalmente buena, amorosa, leal. Natural. Nutritiva. Una flor determinada a sobrevivir en un desierto.

Mi visión se fue volviendo cada vez más borrosa, mi pierna perdiendo más sangre en la movida rápida, y mi cuerpo, débil y sin defensas, sucumbiendo a mis heridas. Ella notó el vaivén de mi cuerpo y la movida fue más rápida, mi cuerpo moviéndose de lado a lado en lo que las ramas y hojas me agarraban y movían.

Reconocí las furgonetas debajo nuestro, ya arrancando, y Claire nos lanzó en la última. Mi cuerpo rebotando en el piso de la furgoneta y reconociendo más rostros dentro. Otros rescatados. Olivia me agarró, acomodándome y tratando de que la mirara. Yo buscaba al gemelo, a los dos.

—¿...Noah...? —pude modular, mi visión terminando de fallar. Olivia sonrió.

—Está bien. Está en la otra furgoneta —sus palabras me dieron tal alivio para soltar toda rienda y me hice hacia atrás. La voz de Claire se unió cuando ella y Olivia gritaron—. ¡Tay!

Lo último que recuerdo fue el dolor en mi pecho apagándose y me sumergí en una oscuridad donde no esperé a Hiro ni a nadie. Si no la nada.



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