Vidas Cruzadas El ciclo. #4 E...

Per AbbyCon2B

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En el esplendor del siglo XIX, Peter Morgan había nacido en el centro de una de las familias más importantes... Més

Nota de la autora.
Recapitulando.
A saber para la historia.
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ACLARACIÓN SOBRE LA MONEDA (+bonus)
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RECORDATORIO.
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Per AbbyCon2B

Este capítulo es el último de la duodécima parte de este libro y ya arrancaremos con la decimotercera parte. ¡Que emoción! 🤩🤩🤩

Espero que les esté gustando la historia, los personajes y todo lo que han leído. 

Si les interesa, podemos volver a poner la meta de 1000 comentarios y les público el capítulo 345 apenas se llegue a la meta. De última, estaré volviendo a actualizar el fin de semana con capítulo 345 o 346, dependiendo si llegamos a 1000 comentarios y actualizó el 345 en la semana. 

Espero que les guste mucho. 

Love u all ♥

ACLARACIÓN IMPORTANTE: En este capítulo se habla de las relaciones homosexuales entre hombres y quién cumple el rol de la mujer y quién cumple el rol del hombre. Está narrativa puede ser muy dañina para las relaciones homosexuales, porque no necesariamente uno debe "cumplir un rol de mujer/hombre". Ambos pueden ser hombres muy masculinos y sería igual de válidos que si no lo fueran o uno fuera más masculino que el otro. Hoy en día, creo que la mayoría tiene claro que los estereotipos entorno a los gais no siempre son ciertos y que además pueden causar mucho daño, pero dado obvio motivos, los personajes son de una época donde los roles de género sí eran un aspecto importante de las relaciones, así que ellos tienen sus propias opiniones influenciadas por su crianza y que no necesariamente reflejan las mías como persona. Yo escribo lo que tiene sentido para los personajes, incluso si no estoy de acuerdo con ellos. Espero haberme explicado correctamente 🥰

Las semanas que siguieron los llevaron de regreso a la incomodidad y el distanciamiento, aunque Peter podía jurar que era incluso peor.

En la primera semana, durante el martes, miércoles y jueves que siguieron, pasó sus días en la Universidad y por las noches regresó a la casa, a buscar consuelo en los brazos de Roland. Él nunca se lo negó, incluso si podía notar como se había vuelto a encerrar en su cascarón y estaba más distante, siempre estuvo ahí para abrazarlo y darle palabras de ánimo que lo mantuvieron a flote el resto de la semana.

Estaba muy seguro de que no le había ido muy bien en varios exámenes, pero Roland tenía una fe ciega de que lo lograría. Las notas se publicarían en la Universidad el 11 de septiembre y en los días que pasaron hasta la fecha, volvieron a la rutina.

Trabajaban en la fábrica las doce horas diarias y regresaban cansados y listos para dormir. No hablaban mucho, excepto quizás lo mínimo necesario y Roland ya no sonreía ni hacía bromas como de costumbre. Tampoco lo abrazaba al dormir y ese fue el primer golpe bajo que Peter sintió.

Realmente se había acostumbrado a sus abrazos y a necesitarlos, como una manta que lo protegía del frío en invierno o una caricia reconfortante después de una caída, pero Roland siempre se acostaba dándole la espalda y debía ser él quien fuera a buscarlo.

Lo abrazaba y la mayoría de las veces Roland lo dejaba, pero nunca se regresaba para abrazarlo de regreso.

Luego estaban las veces en las que no lo dejaba y esas eran las que más dolían. No habían sido muchas, pero quedaban marcadas al rojo vivo en su mente. La primera había sido el segundo sábado después de los exámenes. 21 de agosto.

Habían regresado de bañarse (otra experiencia que se había vuelto muy incómoda entre ellos) y después de preparar la cena, Roland le había informado que iría al baño y no había regresado. Peter había esperado unos diez minutos antes de ir a buscarlo y había encontrado la letrina vacía. Su primer pensamiento (dadas las circunstancias) era que lo había abandonado.

Entró en pánico de inmediato y recorrió las calles de los alrededores, esperando ver cualquier señal de que todavía estaba cerca, pero no solo no lo vio, sino que el ambiente nocturno de Spitalfields terminó demostrándole porque Roland no quería que anduviera solo de noche. Se regresó antes de que intentaran robarle y espero despierto con el corazón en la garganta.

El miedo de que no volvería nunca más lo mantuvo en vela toda la noche, porque lo creía muy capaz de simplemente desaparecer sin siquiera llevarse sus cosas, porque cuando Roland estaba angustiado era impulsivo y auto-destructivo. Y si realmente se había marchado, supo que no había forma de que pudiera encontrarlo. No en la inmensidad de Londres.

Para su fortuna, Roland si regresó, en la madrugada cuando estaba por asomar el sol, pero por desgracia, estaba ebrio. El olor a whisky le llegó incluso desde el otro lado de la habitación y cuando se puso de pie para recibirlo y lo notó, permaneció estático en el lugar, observándolo.

Roland lo ignoró, tropezó hasta la cama de Muffin en el suelo y se acostó a su lado donde durmió hasta la hora de misa.

Esa fue la primera vez que se embriagó y le siguieron dos más durante la semana y luego de nuevo el sábado por la noche. No podía evitar pensar en las veces que le había contado como solo bebía cuando estaba triste, pero como ya casi no hablaban, tampoco podía preguntarle al respecto y le frustraba.

No quería que su amistad se arruinara por las cosas que eran incapaces de explicar y odiaba estar lejos de él y sentirse tan...Tan vacío. La realidad era que...Lo necesitaba y no como un amigo. Quería su consuelo porque en sus brazos se sentía seguro, cómodo y feliz, porque no necesitaba ser fuerte y perfecto todo el tiempo, para que Roland viera la belleza en él y lo apoyara. A su lado podía ser vulnerable, podía ser inmaduro y caprichoso, podía ser todas esas cosas de las que normalmente se avergonzaba y Roland siempre lo miraría con una sonrisa y le pellizcaría la punta de la nariz, bromeando acerca de lo bonito que era.

Y le encantaba cuando hacía eso, cuando lo halagaba o lo miraba a los ojos como si fuera lo más hermoso que hubiera visto nunca. Le encantaba sentirse querido por él y pensar en él como algo más...Más que un amigo.

El viernes 10 de septiembre por la noche, volvían a estar acostados en la cama para dormir, pero Roland le daba la espalda y Peter llevaba quince minutos mirando su nuca.

—Mañana...Mañana debo ir a buscar mis notas —susurró y Roland se acomodó sin girarse hacia él—. ¿Me acompañará después del trabajo?

—Sí.

—Estoy muy nervioso —confesó y no era mentira, aunque solo lo decía con la esperanza de que se girara y lo consintiera un poco—. No sé si pueda dormir...

—Respire hondo y cierre los ojos.

—Pero... ¿Me puede a...abrazar?

Roland abrió los ojos, fijando su atención en la pared y suspiró. A veces quería odiarlo por ponerle las cosas tan difíciles, pero sabía que nunca podría. Estaba loco hasta los talones por él.

Giró para enfrentarlo y Peter se acomodó emocionado y se arrastró un poco más cerca, hasta terminar acurrucado contra su pecho con un brazo de Roland debajo de su cabeza.

—Gracias.

No respondió y volvió a cerrar los ojos para intentar dormir, pero Peter no hizo lo mismo y lo sabía, porque podía sentirlo jugando con un botón de su camisa, haciéndolo girar entre sus dedos.

—¿Puedo preguntarle algo personal?

—Preferiría si no lo hiciera.

—Oh...Está bien.

Maldijo para sus adentros y llevó su mano libre hacia sus ojos para frotarlos. Miró al techo, consciente del peso de Peter en su cuerpo y suspiró.

—Pregunte.

Peter se enderezó un poco, apoyándose en su mentón contra la mano que tenía sobre el pecho de Roland y lo miró.

—¿Alguna vez tuvo...una relación con un hombre?

Se tensó ante la pregunta y apretó los labios en una delgada línea.

Cualquier tema que entrara dentro de su homosexualidad, era un tema que prefería no discutir con Peter, pero por algún motivo, siempre volvía a asomar a la superficie y no podían escapar esa conversación. No hasta que ambos aceptaran lo que tanto se negaban a ver.

—Me preguntaba cómo sería —continuó Peter ante su silencio—...entre dos hombres. Imagino es distinto de una relación con una mujer ¿no? Digo...En una relación el hombre tiene su deber y la mujer el suyo... ¿Pero y si son dos hombres? ¿Cómo funciona eso?

—¿No tenía usted familiares con esos intereses? ¿No les preguntó a ellos?

—Pues no, nunca hable de este tema con nadie...Aunque mi familia lo acepte, no diría que es algo que les guste discutir abiertamente —. Le peinó la barba, temeroso al comienzo de que Roland lo apartaría y se acomodó un poco más cerca cuando no lo hizo—. ¿Debería uno cumplir el rol de la mujer y el otro el del hombre? ¿No generaría eso un conflicto con la masculinidad que uno percibe en sí mismo?

—¿Por qué le importa todo esto? No le sirve de nada saberlo, es anti-natural y por eso no funciona. Hombre y hombre no sirve, señor Eades. Ese es el fin del dilema.

Anti-natural...Le hacía preguntarse si Roland pensaría eso de él si le confesara como se sentía y llevaba sintiéndose los últimos dos meses. ¿Lo consideraría igual de enfermo como se consideraba a sí mismo? ¿O le extendería la generosidad y comprensión que parecía incapaz de ofrecerse a sí mismo?

Recostó la mejilla contra su pecho, hundiéndose otra vez en sus dudas y angustias y Roland maldijo para sus adentros y se cubrió los ojos con su antebrazo.

—Es instintivo —murmuró y Peter se enderezó otra vez—. No es como que...uno ocupe el rol de la mujer, eso sería imposible porque nadie puede remplazar a una mujer y tampoco dejarás de ser un hombre...Pero...Instintivamente cada uno adquiere el rol que se siente más natural. Yo nunca tuve una relación, así que no sabría decirle más.

—Pero eso suena a que se desviaría mucho de lo que es tradicional y correcto.

Roland se rio y retiró el brazo de sus ojos.

—Pues sí, dos hombres juntos son todo menos tradicional o correcto.

—Porque es anti-natural ¿no? —concluyó y Roland alzó la cabeza de la almohada y lo miró.

—Sí. Por eso.

Peter volvió a recostar la cabeza en su pecho y miró hacia la pared. Ya eran pasada la una y lo mejor sería irse a dormir, porque debían despertar temprano para ir al trabajo, pero no solo no tenía sueño y la ansiedad por las notas lo traía muy despierto, sino que además tenía muchas dudas que llevaba acumulando desde hacía semanas y finalmente estaba empezando a reunir el valor para hacer preguntas.

Y Roland era el único hombre que conocía y estaba al alcance para que las respondiera.

—Creo que mis tíos sí tienen roles tradicionales de mujer y hombre ¿sabe? Digo...Mi tío Henry, por ejemplo, él no trabaja y siempre está en casa, lo cual le hizo muy feliz porque odia trabajar —. Se rio y Roland frunció el ceño y escuchó en silencio—. Su pareja sí trabaja y lo mismo con el amigo de mi abuela, Harvie...Él está en la casa y es Timmy quien trabaja, además de que es mucho más masculino y Harvie es más... ¿Afeminado? ¿Es ofensivo si lo llamo así?

—Depende del hombre, señor Eades, algunos se ofenden y otros no.

—¿A usted le ofende?

—Sí —respondió sin titubear y se alzó un poco de la almohada para mirarlo—. ¿Por qué? ¿Soy afeminado?

—¿Qué? No, no, para nada, usted es muy masculino —aseguró de inmediato y le sonrió—. Tan solo quería saber cuál era su opinión del tema. ¿Yo soy afeminado?

—Uhm...No. No por cómo se comporta, pero...Tiene cara de joven todavía y manos muy delicadas.

—Ya, mi padre siempre dice que hasta que no tenga barba no dejaré de verme como una niña.

—No se ve como una niña —contradijo—. Créame, no me gustaría si se viera como una niña...Mierda...No debí decir eso.

—Está bien, no me molesta —. Sonrió y lo miró. Le gustaba saber que le gustaba y eso lo llevaba a lamentarse por no tener el valor de decir lo mucho que le gustaba de regreso—. ¿No me veo como una niña entonces?

—No. Claramente es varón y delicado o no, es muy notorio. He conocidos muchachos donde sí es imposible distinguir y si yo me viera así, honestamente, no saldría más a la calle.

Se rio sin poder evitarlo y un poco de peso se aflojó en su cuerpo cuando notó que Roland se permitía reír con él.

—Eso fue cruel, señor Josey.

—Es la realidad, pero hay hombres que les gusta...

—Imagino a usted no —. Asintió y cuando giró en la cama para enfrentarse al rostro de Peter y mirarse a los ojos al hablar, se sintió como si estuvieran progresando—. ¿Nunca quiso tener una relación?

—A veces...Soy débil ante la tentación, así que en ocasiones me he permitido soñar al respecto...Aunque luego siempre me arrepiento.

—¿Y... ¿Y si se le presentara la oportunidad tendría una relación con un hombre?

—No. No es para mí —concluyó y algo dentro de Peter se rompió—. Es algo que quiero en el fondo, sí, pero sé que lo correcto es ignorarlo, aunque duela. Además, soy imposible de amar, señor Eades...

—No creo que eso sea verdad.

—Créame, lo es. Tarde o temprano todo el mundo se cansa de mi comportamiento y con razón. Soy una mierda de persona.

Negó, arrastrándose un poco más cerca hasta que sus cuerpos se apretaron juntos y levantó su mano hacia su mejilla.

—Detesto que hable tan mal de usted mismo —. Trazó su pómulo con el pulgar, mirándolo a los ojos y luego sus labios y se acercó otro poco, como si fuera a besarlo, pero bajo y se acurrucó en su pecho—. Yo no pienso que sea mala persona, creo que es maravilloso y le tengo mucho aprecio.

—Usted es muy bueno —lamentó—. Y por eso temo tanto hacerle daño.

—¿Por eso ha estado bebiendo últimamente?

—No hablemos de eso, por favor.

—Pero está triste —señaló y se enderezó otra vez hacia la almohada—. Usted dijo que solo bebía cuando estaba triste.

—No importa, no quiero hablar de eso ¿sí? Será mejor dormir —. Lo sujetó cuando fue a girarse y darle la espalda otra vez y Roland lo miró—. Es tarde, señor.

—Tengo más preguntas y no tengo sueño.

—¿Por qué tantas preguntas?

—Porque tengo curiosidad y quiero aprender más del tema.

—¿Por qué? —apremió y lo miró preocupado.

—No pregunte, así como no quiere que yo pregunte por su tristeza, le pido no pregunte sobre esto y solo responda mis dudas. ¿Puede hacer eso?

Lo miró a los ojos, estudiándolo en la penumbra de la habitación, donde el celeste de su iris parecía gris y empezó a asentir no muy seguro.

—¿Qué...Qué pregunta tiene?

Peter se humedeció los labios, bajando la atención un momento hacia el colchón y su corazón se aceleró cuando empezó a reunir el valor para preguntar lo que tanto llevaba consumiéndole la mente ese último mes.

Era una pregunta inapropiada, que llevaba a un tema de conceptos inapropiados, pero si no podía hablarlo con Roland, entonces jamás podría hablarlo con nadie y necesitaba saber. La curiosidad a veces era suficiente para mantenerlo despierto en las noches y lo azotaba con verdadera fuerza, cada sábado cuando iban a bañarse y debía estar allí con él, completamente desnudos.

—¿Cómo...cómo es?

Roland frunció el ceño.

—¿Cómo es qué?

—Con un hombre —susurró y fue tan suave, que apenas se escuchó en el silencio de la noche—. Sé cómo es con una mujer...No sé cómo se siente, pero...pero sé cómo funciona, porque mi padre me lo explicó, pero...No logro imaginar co...como sería con un hombre...Cómo se siente y cómo lo-lo hacen.

La respiración de Roland se aceleró sin dejar de mirarlo a los ojos y sus nervios lo pusieron a sudar. ¿Por qué Peter hacía esas preguntas? ¿Por qué de repente le interesaba?

—¿Por qué quiere saber? —inquirió y Peter lo miró con reproche.

—Dijo que no preguntaría.

—Pero no comprendo.

—Solo dígame, por favor. Quiero...—. Se arrastró un poco más cerca por la cama, pegándose a su pecho y ahuecó su mejilla en una mano—. Necesito saber.

—No debería decirle.

—Por favor —insistió en un susurro y se acercó otro poco, esta vez, logrando que sus narices se rozaran y sus alientos comenzaran a mezclarse—. Usted es la única persona a la que puedo preguntarle.

—No debería necesitar a nadie para preguntarle.

—Por favor...

Roland maldijo para sus adentros y apretó los ojos.

Podía sentir la respiración de Peter contra la suya y lo cerca que sus labios volvían a estar de él, como aquella tarde, tres semanas atrás y donde casi había hecho algo terriblemente grave. No estaba seguro de poder resistirse una segunda vez y no besarlo allí mismo si no se alejaba.

Subió su mano hacia su mejilla, para acariciarlo como él hacía y lo miró a los ojos.

—Es como si el infierno y el cielo desataran una lucha sobre su alma...Y eventualmente el infierno siempre gana y lo arrastra hacia sus llamas. Llamas que lo harán arder como nunca nada pudo y se sentiría vivo y feliz...En...En una nube de placer y deseo...

Peter jadeó, sintiendo ese mismo calor que él describía, comenzando a burbujear la sangre de su vientre y se acercó otro poco, hasta que sus labios llegaron a rozarse. Jadeó otra vez, dejando que sus alientos se mezclaran y Roland cerró los ojos y tembló al sentir su labio inferior contra el suyo. No se tocaban, pero la caricia era tan fugaz, que cosquillaba y vibraba por todos sus huesos.

—¿Qué m...más? —susurró Peter contra su boca—. ¿Cómo sucede?

—Se besarán...Y sentirá su barba enredándose en la suya o pinchando su piel y será una de las sensaciones más hermosas e incorrectas de todas las que le aguardan —. Arrastró su mano por su abdomen, descendiendo hacia su cadera y Peter enredó la suya en los vellos de su nuca y lo atrajo más cerca—. En algún momento querrá sentirlo más cerca...Su carne presionando la suya, para ser testigo de cómo comienza a...A excitarse con usted...Lo sentirá a través de la tela...

—¿Cómo se...se siente?

—Firme...cálido...Tan malditamente bien...

Enmudeció cuando Peter empujó sus caderas contra las suyas y ambos gimieron al mismo tiempo al presionarse entre sí. El gemido de Peter fue suave, un pequeño suspiró de sorpresa y excitación, pero Roland gimió grave y más fuerte, temblando hasta los pies por lo bien que resultaba sentirlo de esa forma.

Peter ya estaba un poco erecto debajo de la camisola y las pantaletas, por lo que pudo sentir su contorno presionándose en su vientre bajo y rozando el suyo, donde ya se sentía demasiado caliente y sensible, por lo que lucía una erección completa.

Luchó contra su propio cuerpo para no empujar contra él y frotarse, para no eliminar la distancia entre sus bocas y besarlo y cuando sintió que comenzaba a perder la última batalla, le cubrió los labios con la yema de sus dedos para no poder perderse a sí mismo y hacer algo que sabía los jodería.

Peter gimió contra sus dedos y lejos de apartarlo, empujó sus caderas contra él otra vez, porque era lo que se sentía natural e instintivo en ese momento y mantuvo los ojos sobre él en todo momento, disfrutando de la excitación transparente en sus expresiones.

—¿Qué estoy haciendo? Oh, Dios —susurró Roland y Peter se alzó a su encuentro, frotándose una vez más y negó.

—Usted nada, señor...Soy yo.

Lo miró, con una mezcla de temor y deseo en sus ojos y empezó a negar. Peter se frotó contra él otra vez, cerrando los ojos y soltando otro de esos deliciosos gemidos que lo volvían locos y cuando Roland lo estudió, finalmente comprendió lo que había hecho. Lo que había provocado.

Intentó apartarlo desde las caderas, para que se detuviera, pero Peter negó y se empujó más cerca.

—No, no, no me aleje, por favor, no lo haga...Quiero seguir, quiero sentirlo...

—Esto no está bien...

—No me aparte —insistió, ignorando sus palabras y Roland volvió a negar—. Ya me decidí, señor, ya me decidí y quiero...Quiero esto...Con usted...

—Joder, no, no, señor Eades, no...Usted no es así...

—Lo soy con usted —. Intentó tomar su mano para que volviera a abrazarlo, pero Roland la apartó bruscamente y se arrastró por la cama hasta pegarse a la pared—. Tóqueme ¿sí? Le estoy suplicando, usted dijo que podía enseñarme tantas cosas y que quería...Dijo que quería...Quería ser mi primero y yo ta-también...Sea mi primero, por favor. Enséñeme.

Se sintió enfermo de sí mismo, porque a pesar de lo incorrecto que sabía era todo eso, no podía evitar excitarse con sus palabras y que su cuerpo respondiera, queriendo acercarse y besarlo. No mentía cuando decía que tenía mucho para enseñarle o que le encantaba pensar en ser su primera vez, pero no podía serlo.

Lo miró en silencio, en su mayoría conmocionado y asustado y Peter acarició su mejilla, alzándose en un codo para estar más cerca de él y arrastró su mano por su torso.

—No quiero...No quiero que estemos distanciados —susurró y subió por su torso otra vez hacia su cuello y lo acarició hasta la nuca—. No quiero que se aleje de mí...

—¿Qué mierda he hecho? —dijo sin siquiera prestarle atención y se apartó sin mirarlo—. Dios, perdóname, por favor...Oh, Dios...

—Señor...

—No —. Le apartó la mano de su torso y se sentó en la cama—. Olvidé todo lo que ha dicho y lo que yo dije y duérmase.

—Pero...Pero yo quiero...

—No. Pare ya, no sabe lo que quiere o lo que dice y no quiero escucharlo —. Lo apartó hacia el borde de la cama, pegándose él a la pared y colocó la almohada entre ellos—. Duérmase.

—Pero...

—¡Duérmase y cierre la maldita boca!

Peter se sobresaltó en el lugar, encogiéndose con la respiración acelerada y los ojos humedecidos por las lágrimas y cuando Roland le dio la espalda, se quedó observando su nuca, antes de girarse de la misma forma y abrazarse a sus piernas para llorar.

Había pasado las últimas tres semanas pensando acerca de sus sentimientos por él e intentando reunir el valor para decírselo y en un comienzo, había pensado que sería una buena idea. Roland ya le había confesado su atracción y, por lo tanto, no habría motivo para que lo rechazara y entonces las cosas dejarían de ser incomodas entre ellos y podrían explorar esa nueva vida juntos.

Le había costado decidirse, porque detrás de esa confesión había una multitud de implicaciones con las que todavía tenía problemas lidiando. Para empezar, implicaba que todo lo que alguna vez había creído sobre sí mismo estaba mal y en realidad, le gustaban los hombres y parte de él, no quería ser así y terminar atado a una vida de secretos.

Tampoco quería aceptar que nunca llegaría a tener esa familia ideal con la que siempre había soñado. Una esposa e hijos. Y no quería siquiera pensar en tener que decírselo a sus padres, porque incluso si intentaban aceptarlo, sabía que su padre no lo aprobaba del todo.

Admitir entonces, lo que sentía por Roland, implicaba aceptar que todo su mundo, ese que había construido hasta la fecha, se cayera a pedazos para poder empezar a reconstruirlo otra vez, pero...Roland no lo aceptó como había creído y ahora, su mundo quedaba en pedazos, porque sin él ni siquiera sabía cómo empezar a repararlo.

Lloró sin siquiera molestarse en ocultarlo, porque en el fondo, mantuvo la esperanza de que Roland volvería a su lado para reconfortarlo como siempre hacía, pero esa noche, fue la primera en la que Roland le negó ese consuelo al que tanto se había acostumbrado y solo hizo que se sintiera aún más roto por dentro.

Sin importar lo que hiciera para intentar rescatar su amistad y su relación, para entenderse a sí mismo y a él, parecía que siempre encontraba el mismo resultado y era que terminaran más y más distanciados.

Lloró, con el rostro ocultó en las mantas, hasta que se quedó sin lágrimas y sus ojos estaba hinchados y la nariz taponeada por la irritación y finalmente, no supo bien a qué hora, consiguió quedarse dormido.

Dormir era un respiro de toda la incertidumbre y confusión, ahora también era un respiro de su corazón roto, porque cuando dormía no sentía, ni pensaba, ni temía. Todo era tranquilo y pacífico y en sus sueños, Roland no lo rechazaba. En estos él se pegaba más cerca y sus manos lo recorrían por todos los rincones, explorando su cuerpo, tocándolo y enseñándole todas esas cosas que Peter todavía no conocía.

Cuando despertó, le costó abrir los ojos y moverse en la cama. Sus parpados parecían haberse pegado por todas las lágrimas que había derramado y los sintió pesado cuando los frotó con sus puños, para intentar aclarar su vista.

Lo primero que notó fue que estaba solo en la cama, ocupándola en su totalidad al estar extendido sobre su espalda y tenía otras mantas abrigándolo, que no habían estado allí la noche anterior.

Se estiró un poco, sonando los huesos acalambrados de sus piernas y la tristeza regresó de inmediato, una vez recordó lo que había sucedido. Si casi besarse tres semanas atrás, los había llevado a distanciarse, apenas hablar y que Roland volviera a beber, no sabía qué sería de ellos ahora que se habían tocado...Y las cosas habían terminado tan mal.

Se sentó en la cama, acariciándose el cuello que le dolía como el resto de su cuerpo y miró hacia la habitación vacía. Roland no estaba cocinando como de costumbre, pero el desayuno sí estaba servido sobre la mesa. Lo otro que llamó su atención, era que el sol alumbraba toda la habitación y normalmente, por la pared bloqueando la única ventana que tenía, la luz del sol nunca entraba con esa intensidad hasta alrededor del mediodía.

Alcanzó su reloj de bolsillo sobre la mesa y brincó de la cama cuando descubrió que ya eran pasada las doce. No solo no había ido al trabajo, sino que Roland se había marchado sin él. ¿Estaba tan enojado que ni siquiera quería despertarlo? ¿Por qué le dejaba preparado el desayuno entonces?

Se detuvo junto a la mesa, para observar el plato de avena y hundió un dedo en esta, solo para confirmar que ya estaba fría. Tendrían que haber pasado horas desde que la había preparado, seguramente en la mañana.

Se chupó el dedo y miró hacia una hoja doblada a la mitad y apretada debajo del plato.

Su respiración se volvió más pesada cuando la tomó, como si de una bomba se tratara y lanzó un rápido vistazo hacia el baúl, solo para confirmar que el bolso de Roland seguía sobre este.

No podía irse sin sus cosas, pensó y desdobló la hoja para encontrarla repleta de una cursiva desprolija e incluso infantil y una carta, que solo podía interpretarse de una forma: Era una despedida.

Se dejó caer en la silla con sus manos temblando y su vista empezó a nublarse cuando las lágrimas regresaron a sus ojos. Al parecer, llorar toda la noche no había sido suficiente.

Querido Peter,

Perdóname por cambiar la formalidad con la que me dirijo a ti sin primero consultar, pero pensé que sería más apropiado para todo lo que quiero decirte y porque, siempre quise usar tu nombre, pero me apenaba preguntártelo por miedo a que te negaras. Ahora es la mejor ocasión.

Quiero comenzar disculpándome por romper mi promesa y marcharme, sé que eres un hombre de honor y palabra y esta es una gran falta para ti y está bien si me odias, lo merezco, pero yo nunca fui un hombre de honor y mucho menos de palabra. Lo que sí soy, es un criminal. Siempre lo he sido y siempre lo seré, la honestidad no es una de mis virtudes y perdí mi honor hace muchos años y nunca logré recuperarlo.

Sabía que iba a marcharme desde ya hacía algunas semanas, desde aquella tarde cuando casi hice algo irremediable y arruine todo para los dos, pero no sabía cuándo me iría y honestamente, esperaba aguardarme hasta que recibieras tus notas, para que pudiéramos celebrar juntos tu ingreso a la Universidad, porque sé que entrarás.

Pero lo de anoche, me hizo darme cuenta de algo que creo decidí ignorar todo este tiempo, ya fuera por mi egoísmo, para así poder quedarme a tu lado un poco más o porque simplemente soy demasiado tonto y no me doy cuenta de las cosas.

De lo que me di cuenta es que soy una mala influencia para ti. Lo he sido desde que descubriste mi secreto en los baños y debí darme cuenta entonces, por tu ciega aceptación a algo que es más que enfermizo y corrupto. Debí comprender entonces, que un alma tan pura como la tuya, sería demasiado fácil de manchar y que sería cuestión de tiempo hasta que el Diablo lo notará y me usara como un puente para llegar a ti.

Eso es lo que hizo y lo comprendí anoche con tu comportamiento. Tú no eres así, Peter, no eres como yo y no quiero que lo seas tampoco, pero eres joven, inocente y con una mente impresionable y por eso debo irme, porque me he dado cuenta de que dependes demasiado de mí y no es sano para ninguno de los dos. Me he dado cuenta de que te lastimo con mis propios problemas y estoy tan roto, que terminó rompiéndote sin pretenderlo.

No me quieres, Peter, ni me deseas, ni te gusto, es solo algo que crees porque te he corrompido pasando tanto tiempo a tu lado y por eso debo alejarme. Porque no soy bueno para ti y nunca lo fui.

Soy un hombre perverso y si te juntas con hombres perversos, te empujaran a hacer cosas perversas como ellos. Eso hice yo contigo sin querer y me arrepiento enormemente, pero tengo fe de que, si me marcho ahora, todavía estarás a tiempo de restaurarte.

Tu eres un buen hombre, el mejor que jamás he conocido y en nuestro tiempo juntos, por más breve que haya sido, tuve el placer de enamorarme de ti. Profunda e irremediablemente, sé que continuaré amándote por el resto de mis días, porque hay algo en ti, tan puro, hermoso y especial, que ningún otro hombre podrá alcanzar. Me hiciste feliz, espero sepas eso, me hiciste más feliz de lo que nunca fui y sin siquiera intentarlo, fuiste un gran amigo y compañero, el soporte que nunca tuve y ni siquiera sabía necesitaba y me encantó convivir a tu lado, cuidarte y consentirte.

Eres el más profundo de mis deseos y siempre lo serás, siempre vivirás en mis sueños y mis fantasías, tentándome y consolándome al mismo tiempo y es justamente porque me he enamorado tan profundamente de ti, que no puedo atarte a una vida miserable a mi lado, ni a la depravación que viene con ella.

Quiero que seas el hombre que estás destinado a ser; uno correcto, un caballero, brillante y exitoso, porque sé que llegarás lejos y serás tan rico como te lo propongas, pero conmigo a tu lado caerás una trágica caída y no puedo permitirlo.

¿Sabes cómo a veces se habla de la mujer caída? ¿Esa que comete tal inmoralidad que no hay nada que luego pueda salvarla y deja destrozada su reputación y su alma? Pues eso soy yo. Un hombre caído, pero tú, tu eres un ángel y conocerte, me ha hecho creer que tal vez Dios no me odia tanto después de todo, porque tuvo la generosidad de ponerme en tu camino y permitirme conocer por unos minutos lo que es el amor tan puro y desinteresado que ahora siento.

Pero el Diablo todo lo arruina y él es quien me tienta y me obliga a alejarme para salvar tu alma antes de que sea demasiado tarde.

No te preocupes por mí o a donde iré, estoy acostumbrado a la vida en las calles y es a donde pertenezco, así que estaré bien. Te dejo a Miss Muffin porque sé que estará más cómoda contigo de lo que podrá estar conmigo y porque al menos no estarás solo y conservaras una parte de mí. Sé que la cuidarás muy bien.

También te dejo todo el dinero que hice esta última semana a excepción de dos chelines que me llevo para rentarme algo por la noche. Como podrás ver, no he empacado mis cosas y es que preferí dejártelas, tu les darás mejor uso y yo solo las terminaré perdiendo.

Perdóname por irme, perdóname por lastimarte, pero quiero salvarte del tormento en el que yo vivo y darte una oportunidad de ser feliz. Está bien si me odias, merezco peor que eso y lo acepto, pero no me arrepiento de hacer lo correcto para protegerte.

Antes pensaba que era incapaz de amar a alguien, pero gracias a ti ahora sé que estaba equivocado. Te amo y no me importa si es ridículo decirlo cuando te conozco de solo dos meses, en mi alma y en mi corazón, siento que te he conocido toda mi vida y mi corazón siempre es y será tuyo.

Tu humilde servidor, Roland.

Las emociones que le siguieron al terminar de leer la carta, fueron desde la angustia y desesperación al enojo absoluto.

Dejó el papel sobre la mesa, para agarrarse la cabeza y Miss Muffin comenzó a ladrar desde el suelo cuando Peter golpeó el plato de avena, lanzándolo contra la pared y pateó también la silla una vez se puso de pie.

Se dejó caer en el suelo junto a la cama, abrazándose a sí mismo y ocultó el rostro entre sus rodillas mientras sollozaba.

—¿Quién te dio el derecho? —susurró y echó la cabeza hacia atrás—. Por qué...¡¿Por qué?!

Los ladridos de Muffin continuaron e intentó llamar la atención de Peter, apoyándose sobre él con sus dos patas delanteras y ladrando para calmarlo. Estaba seguro de que, si pudiera hablar, lo estaría regañando.

Ignoró los golpes en la puerta, acurrucándose contra el borde de la cama y terminó abrazando a Muffin contra su pecho como si fuera lo único que todavía lo conectaba a Roland.

—¿Señor Eades? —llamó Sunny del otro lado y abrió la puerta cuidadosamente—. ¿Está bien? Lo escuché gritar y... ¿Señor?

Sunny terminó de entrar con Hamish a su espalda, cuando lo vio sentado en el suelo en un llanto torrencial y se apresuró a llegar a su lado y arrodillarse en el suelo.

—¿Qué sucede, señor Eades?

Lo primero que pensó fue que no lo habían aceptado en la Universidad y estaba decepcionado, pero imaginaba que Roland estaría con él si ese fuera el caso y no lo habría dejado solo.

Hamish se agachó junto a ellos y como ella, intentó obtener una respuesta, pero Peter solo lloraba sin consuelo y ni siquiera parecía consciente de que ellos estaban ahí.

Se enderezó, confundida y miró hacia el desastre de avena en el suelo y la pared, así como la silla caída cerca de la cama de Muffin. También había una carta en el suelo, que debía haberse caído entre el alboroto y cuando la tomó y leyó el comienzo, frunció el ceño y miró hacia Peter.

Sonaba a una despedida de parte de Roland y tuvo que seguir leyendo, incluso si sabía que era algo privado, porque no lograba comprender porque Roland se iría. Él y Peter eran tan buenos amigos y se llevaban tan bien, además de que se ayudaban todo el tiempo.

Avanzó por la lectura, mientras Hamish intentaba calmar a Peter sin éxito para hacerlo hablar y cuando comprendió lo que había sucedido, su corazón se saltó un latido y se llevó una mano a la boca.

—Oh, Dios...

—¿Qué es?

Alzó la mirada cuando Hamish le habló y por un momento se olvidó de que él siquiera estaba allí. Lo que la carta contenía era peligroso, potencialmente peligroso para la seguridad de Peter y de Roland si acababa en las manos equivocadas y aunque confiaba en Hamish, no sabía cómo reaccionaría a algo semejante. Ni siquiera sabía cómo ella misma debía reaccionar.

Retiró la carta de su alcance antes de que pudiera llegar a tomarla y negó.

—El señor Josey se ha marchado —explicó y Hamish frunció el ceño.

—¿Cómo qué se ha marchado? ¿Pero por qué haría eso?

Peter lloró más fuerte, arrastrándose hacia la cama para cubrirse con las mantas y Hamish se acercó a él.

—¿Señor? Señor, qué sucedió.

—Un malentendido —explicó Sunny y cuando Hamish no la miraba, abrió la puerta de la cocina de hierro y lanzó la carta hacia el fuego—. Ha sido todo un malentendido, pero...Pero es lo mejor...

—¿Lo mejor? Pero si ellos eran mejores amigos. ¿Cómo va a ser lo mejor?

—Es lo mejor para el señor Eades —aseguró y se sentó en la cama junto a él para consolarlo—. Está mejor así, señor Eades.

Peter negó, estrujando la manta en su puño y cuando la sintió tocando su hombro, se apartó bruscamente y la empujó fuera de la cama.

—¡No sabe lo que dice! ¡No sabe nada!

—Señor Eades...

—¡Largo! No quiero hablar con nadie...No quiero a nadie...

Solo a Roland, pero el imbécil era un cobarde después de todo. Diez veces más cobarde que él enfrentando sus sentimientos.

Sunny suspiró, miró hacia la puerta para marcharse, pero no pudo, así que regreso y sin importar las resistencias de Peter, se acomodó en la cama a su lado.

—Ve si puedes encontrarlo en la zona, Hamish —pidió, aunque solo era una excusa para que los dejara solos.

Hamish asintió de inmediato, se acomodó el sombrero en la cabeza y retrocedió hacia la puerta.

—Lo buscaré y hablaré con él. Hay que resolver esto de inmediato.

Se marchó, cerrando la puerta a su espalda y pudo escuchar sus pasos por las escaleras hasta que dejó el edificio.

Sunny intentó enderezar a Peter para mirarlo, pero él no se movió, ni obedeció, solo quería que lo dejaran solo para aceptar que su miedo de las últimas semanas se había cumplido y Roland lo había abandonado.

—Es lo mejor, señor Eades, solo piense en usted y lo que juntarse con alguien así le hará...

—¿Alguien así? —. Se sentó bruscamente, enfrentándola y Sunny se sobresaltó en el lugar—. ¿Alguien así? ¿Se refiere al señor Josey? ¿Ese grandioso hombre al que usted tanto quería hace dos minutos? Vergüenza...Vergüenza debería darle cambiar su opinión sobre él tan rápido y cuando no sabe de lo que habla.

—Leí la carta —explicó y Peter solo rodó los ojos y abandonó la cama—. Leí la carta, señor Eades, y lo que él siente y le empujaba a hacer, es muy peligroso...

—No me empujaba a hacer nada ¿y sabe qué? Si tanto lo desprecia por lo que él siente, puede empezar a despreciarme también, porque lo quiero también.

Sunny se quedó congelada en el lugar, mirándolo boquiabierta y sin saber que decir y Peter la miró con su rostro empapado.

—¿Ya no piensa tan bien de mi como antes? ¿Quiere evitarme? Pues largo...Lárguese, ya que estoy tan enfermo, soy tan inmoral... ¡Lárguese!

Gritaba, pero no lograba sonar molesto en su voz, sino roto. Verdaderamente roto y dolía verlo de esa forma, incluso si era nuevo para ella interactuar con hombres con...con esas preferencias, no le gustaba verlo llorar y no podía simplemente irse y dejarlo sufriendo solo en esa habitación.

Se acercó lentamente, hasta que logró envolver sus brazos en su cintura y recostarse en su hombro y Peter la abrazó de regreso, sujetándose a ella con fuerza y lloró con más fuerza.

—¿Por qué te-tenía que dejarme? ¿Por qué?

—Quizás es lo mejor...

—¡Deje de decir eso!

Asintió de inmediato, retrocediendo y alzó ambas manos.

—Está bien. Está bien, lo siento —. Volvió a acercarse, para sujetar sus hombros y lo miró a los ojos—. Lo encontraremos ¿de acuerdo?

—¿Cómo? La ciudad es enorme y podría estar en cualquier parte...Podría incluso dejar la ciudad...Podría...

Si se había marchado en la mañana o en la madrugada, entonces ya podía estar en cualquier lado y si caminaba lo suficientemente rápido, podía incluso haberse salido de Londres e irse sin rumbo hacia los campos y hasta otra ciudad que estuviera en el camino.

Sería imposible encontrarlo, incluso si pasaran todo el día buscándolo y saberlo solo aumentaba su desesperación.

No quería estar solo, mucho menos sin él, porque, tal vez Roland tenía razón y sí había generado una dependencia a su compañía, pero le hacía feliz y no veía motivo para separarse por eso.

Era peor si consideraba que había estado planeando en abandonarlo durante toda la semana y no habría importado si le confesaba sus sentimientos o no, Roland igual lo habría dejado. Su relación estaba condenada de cualquier forma.

Sunny se quedó a su lado hasta que logró calmarlo y Hamish regresó con ellos y luego lo dejaron dormir, aunque solo se quedó acostado en la cama, sintiéndose miserable. No fue a trabajar ni comió en todo el día y cuando se levantó y salió a la calle, fue solo porque debía ir a recoger sus resultados en la Universidad.

Sunny y Hamish lo acompañaron, porque lo notaron demasiado angustiado para dejarlo ir solo y durante el camino, cada intento de hablarle y animarlo, se vio obstruido por su malhumor y desinterés.

Al final se limitaron a solo caminar en silencio hasta llegar a administración y luego esperaron en la fila. Peter alcanzó el mostrador, dio su nombre, recibió el sobre y se lo entregó a Sunny sin siquiera molestarse en leerlo. Poco podía importarle su contenido en esos momentos.

Ella, por otra parte, estaba ansiosa y rompió el sello sin perder tiempo y lo desdobló para empezar a leer su contenido.

—Lo sabía, sí ha quedado, señor Eades. Mire.

No miró, salvo de reojo y sin interés y se encogió de hombros.

Se suponía que celebraría con Roland, que este le presumiría todas las veces en las que le había dicho que sería aceptado y luego irían juntos a beber a un bar, como habían planeado un mes atrás y pasarían la noche de fiesta, solo los dos...Como debía ser.

Pero Roland no estaba y, por lo tanto, tampoco estaba su emoción.

Tomó la carta, solo porque le interesaba leer lo que le habían dicho y bufó. Ni siquiera le había ido tan bien.

Estimado señor Eades

Nos complace informarle de que ha superado con éxito los últimos exámenes celebrados en la Universidad de Londres y ha sido admitido en nuestra estimada institución. Su dedicación y perseverancia ante los retos académicos le han hecho merecedor de un puesto entre nuestro distinguido alumnado, por lo que le damos nuestra más sincera enhorabuena por su logro.

A continuación, le ofrecemos un resumen de los resultados de sus exámenes:

En la lista con todos los exámenes, solo ponía aprobado o reprobado y luego un comentario del profesor que lo había corregido.

Ingles lo había aprobado, pero el comentario del profesor dejaba en claro que no había impresionado a nadie: El señor Eades ha conseguido salir airoso del examen de inglés, pero con un esfuerzo mínimo. Aunque ha aprobado, es evidente que tiene margen de mejora importante en su comprensión y manejo del lenguaje.

En historia de Inglaterra, aunque también la había aprobado, el profesor que lo había corregido, no mostró piedad alguna: La comprensión del señor Eades de la historia británica es escandalosamente deficiente, revelando una profunda ignorancia del pasado de nuestra nación. Su actuación, aunque apenas pasable, es indicativa de una lamentable falta de esfuerzo y compromiso con el tema. Es imperativo que el señor Eades se dedique a un riguroso programa de autoeducación para remediar esta alarmante deficiencia en su conocimiento de la historia británica.

Física no la había aprobado y su profesor comentaba: El rendimiento del señor Eades en Física es pésimo y está muy por debajo de las expectativas. Su falta de comprensión y aplicación de los conceptos clave es profundamente preocupante, y debe emprender un estudio correctivo sustancial para hacer frente a estas deficiencias.

Matemática también la había aprobado, aunque apenas y al menos en latín tenían algo más positivo para decir de su rendimiento: El señor Eades ha destacado en latín, demostrando una profunda comprensión de la lengua y sus matices. Su dominio de la gramática y el vocabulario del latín es impresionante, y es sin duda uno de los mejores en la examinación. Griego y francés también estaban aprobadas con comentarios halagadores, y en botánica y biología, ni siquiera sabía cómo había logrado aprobar.

En total, había aprobado ocho materias y reprobado en seis, pero seguía sintiéndose como un fracasado, porque incluso en las que sí había aprobado, la mayoría era apenas raspando y los profesores parecían más bien irritados por tener que ponerle una buena nota.

—Esto debemos celebrarlo, señor Eades —apremió Sunny, pero Peter negó.

—Estoy cansado, así que, me iré a casa.

—Pero...Pero lo aceptaron —celebró, brincando en el lugar—. Y, además, debemos comprar sus libros y su túnica para empezar las clases. Tan solo tiene una semana.

—Ya...Lo haré luego —. Forzó una sonrisa hacia ellos y se encaminó hacia la salida—. Gracias por acompañarme.

Lo vieron alejarse, olvidándose por completo de ellos para regresarse solo a la casa y Sunny suspiró, angustiada y Hamish frunció el ceño.

—¿Qué decía la carta, Sunny?

—Nada bueno, Hamish...Nada bueno.

—¿Cuántos tragos ha tenido ya? —inquirió el barman con una sonrisa de lado y se apoyó en la barra para enfrentarlo.

Roland se encogió de hombros, sintiendo su cuerpo más pesado de lo usual y echó un vistazo al poco whisky que le quedaba al fondo del vaso.

—No lo suficiente —confesó y se lo terminó.

—¿Le rompió el corazón alguna muchachita?

—No —. Alcanzó la botella que estaba al otro lado de la barra y se llenó otro trago—. Yo a ella...Y probablemente me odia por eso.

—Vaya, pero veo que se arrepiente. ¿No puede pedirle perdón y recuperarla? —. Negó y continuó bebiendo—. ¿Así de grave ¿uhm?

—Así de grave.

No estaba con ánimos de hablar, pero supuso que después de haber pasado todo el día en el bar, era de esperar que el barman estuviera curioso y quisiera saber quién era.

—¿Si va a pagar por todo lo que ha bebido ¿verdad?

—Mañana —mintió y recostó su mejilla en su antebrazo sobre la barra—. Hoy necesito una...una habitación.

—Eso serían tres chelines, más lo que ha bebido...Me debe al menos seis chelines y espero pague y no tengamos problemas. ¿Se queda la botella?

Asintió, sin humor y cuando el barman se alejó, regresó a su rutina del día; llenar el vaso, beberlo tan rápido como fuera posible y llorar un poco ocultó en su mano.

Estaba seguro de que se veía patético para todos los que frecuentaban el bar y pasaban por su lado, viendo a un hombre desalineado, barbudo, con el pelo enredado y mocos escurriendo por su nariz, llorando y claramente ebrio, pero no le importaba.

Había pasado todo el día resistiendo la tentación de volver a la casa con Peter y disculparse por haberlo dejado, porque en el fondo, quería creer que Peter realmente lo quería y que podían estar juntos, pero se obligaba a ser realista y no tan egoísta. No eran sus deseos los que importaban, sino la seguridad de Peter.

Golpeó su frente contra el borde de la barra, maldiciéndose en voz baja y pesada, cada vez arrastrando aún más las palabras y el barman sacudió la cabeza al verlo, desde el otro lado del mostrador y puso un trago enfrente a otro cliente.

—¿Qué pasa con ese?

—Le rompió el corazón a una mujercita que le gusta mucho tal parece.

—Ah, vaya mierda —murmuró y pagó por su bebida y se fue hacia una mesa.

El barman regresó hacia Roland y se apoyó otra vez en la barra.

—¿No hay alguien a quien pueda contactar para que lo lleve a casa? Creo que es mejor a que duerma aquí la noche.

—No tengo casa...Nunca la tuve, porque soy un inútil y nadie me ama —escupió, arrastrando las palabras y cuando se llevó la botella a la boca, el whisky escurrió por su barba—. Voy a mo-morir s-solo...

—Sí que la cagó con esta mujer ¿eh? —. Le sirvió otro trago, para ayudarlo con la angustia y Roland lloró—. Si le soy sincero, lo entiendo, me pasó muy similar cuando me esposa me dejó hace unos años, pero lo superará.

Roland ni siquiera le respondió y solo siguió llorando y ahogándose en el alcohol, ya demasiado ebrio como para que sus palabras tuvieran sentido o las entendiera.

El barman volvió a dejarlo solo y Roland se terminó el whisky entre lamentos.

Ya había comenzado a oscurecer en la ciudad y estaba en un bar, no sabía bien donde, pues había caminado por al menos dos horas sin rumbo antes de encontrarlo. Incluso había cruzado el puente sobre el río Támesis, para poner aún más distancia con Peter y que no fuera a encontrarlo, si salía en su búsqueda.

Todavía se sentía culpable, porque sabía que lo había lastimado y que seguramente lo odiaría por romper su promesa, pero no podía encontrar motivo para regresar, no si significaba hacerle más daño. De ese que era irreparable, porque penetraba el alma.

Observó la botella vacía con pesar y cuando intentó pedir otra, el barman se rio y le dijo algo que no comprendió. Lo que sí fue claro, es que no le daría otra botella o siquiera otro trago.

Bufó, dejó el taburete donde había pasado tantas horas que ya le dolía el trasero y cuando sus pies tocaron el suelo, se tambaleó y tuvo que aferrarse de la barra para no caer. Nadie lo ayudó y solo lo miraron como el bicho raro que era, algunos incluso se rieron, pero estaba demasiado ebrio como para que le importara.

Tropezó hacia las escaleras, sintiendo que llevaba dos pies izquierdos y cayó en los escalones, por lo que terminó de subir arrastrándose y provocando más risas en el bar.

Cuando llegó al primer piso, donde el corredor se extendía hasta el fondo, con una serie de puertas a la izquierda para acceder a los dormitorios y varios cuadros y lámparas con velas, logró enderezarse para mantenerse de pie y avanzó apoyándose en la pared.

Todo a su alrededor carecía de sentido estando ebrio, las luces parecían más intensa y su vista se volvía mucho más borrosa, por lo que estaba abriendo los ojos más de lo necesario en un intento por enfocarse al caminar.

Tropezó con la alfombra, a la cual insultó y pateó sin sentido y estaba retomando el camino hacia alguna habitación, sin siquiera saber cuál le había dicho el barman podía ocupar, cuando vio a un hombre saliendo de uno de los dormitorios y encaminándose en su dirección, hacia la escalera.

Era un hombre muy apuesto y de alguna forma, también familiar. Sabía que no podía conocerlo, así que solo se centró en la parte importante. Era muy apuesto, alto y fuerte, lo cual podía apreciar sin problema alguno por la chaqueta de su traje, que se ajustaba a sus firmes hombros y sus pantalones, que cubrían unas largas y esbeltas piernas.

Tenía un rostro atractivo, ojos celestes, labios delgados y rosados y bien afeitado, sin siquiera una sombra de vello que estropeara el aspecto angelical de su rostro. Y era rubio...Roland prefería castaños, como Peter, pero...Podía conformarse.

Se apoyó en la pared y cuando el hombre pasó por su lado, aferró su brazo con fuerza. Al menos estuvo seguro de que lo hizo con fuerza, pero en realidad fue un débil y torpe agarre, que hizo el hombre se detuviera, solo por ser amable y porque sospechaba alguien tan ebrio podía necesitar ayuda.

—¿Señor? —llamó y Roland intentó enderezarse, pero solo se tambaleó en el lugar y volvió a recostarse contra la pared.

—Usted es...es guapo —murmuró, arrastrando las palabras y el hombre lo miró frunciendo el ceño—. Muy guapo... ¿Quiere follar?

Al comienzo, hubo un deje de sorpresa en el rostro del hombre que duró solo un parpadeo y luego lo recibió de forma inesperada, soltando una gran carcajada.

No era la respuesta que había estado esperando, aunque tampoco sabía que respuesta esperaba.

—Vaya, será posible que usted sea el hombre más afortunado en el planeta tierra o el más estúpido —rio y sacudió la cabeza—. Sin duda tiene mucha suerte al hacer semejante propuesta al único hombre en este bar que no lo llevará con la policía por ello.

—¿Pero quiere follar sí o no?

—Me temo que no creo usted sea capaz de satisfacerme en este estado, señor —observó y lo estudió de pies a cabezas, arrugando la nariz—. Además...Sin ofender, pero parece un mendigo.

—Quizás, pero tengo un bonito pene —balbuceó con sus ojos entrecerrados y un puchero en sus labios, que hizo el hombre se riera.

—Seguro que lo tiene, no lo dudo —. Bajó la mirada hacia su entrepierna y luego de regreso a sus ojos—. ¿Cómo se llama, señor?

—Ya me olvidé. ¿Me follará?

—Yo no follo, señor —corrigió y retrocedió contra la pared cuando Roland se inclinó para pegarse a él—. Me follan.

—Ah...Eso sí es un problema, porque...Yo tampoco follo —. Enterró el rostro en su cuello, inhalando profundo su aroma y el hombre echó un vistazo hacia las escaleras, para asegurarse de que nadie subía—. Mmm...Huele tan bien... ¿Puedo chupársela al menos?

—No creo que esté en condiciones para hacer eso.

—Pruébeme y verá. Nadie chupa vergas mejor que yo —rio y se acercó a sus labios, robándole un beso torpe que el hombre respondió con una sonrisa.

—Ha despertado mi curiosidad, lo admito, pero no podemos hacer eso aquí. ¿Tiene una habitación?

—Sí, está...Uhm...Por ahí.

—Por ahí —repitió y se rio—. Venga, tengo una habitación que podemos usar.

Roland sonrió emocionado y tropezó siguiendo al hombre hacia su habitación, la misma de la cual lo había visto salir momentos antes. Entró primero, cuando este se hizo a un lado con una sonrisa y se encaminó hacia la cama, aunque no se sentó.

Le era difícil mantenerse de pie sin tambalearse en el lugar y cuando se giró hacia el hombre, estuvo a segundos de caerse.

—¿Me la chupará usted también?

—No, porque como ya dije, parece un mendigo y cuido de lo que me llevo a la boca —rio y se detuvo frente a él—. Pero usted puede chuparme a mí si eso quiere. Le aseguro que tengo un bonito pene también.

—Uhm...Ya juzgaré yo eso...—. Bajó la mirada, entrecerrando sus ojos en su entrepierna y la cubrió con su mano, apretando suavemente—. Mmm, vale, sí, tal vez sí tiene un bonito pene.

—¿Quiere verlo?

Asintió de inmediato, relamiéndose ansioso e intentó con torpeza desabrocharle el pantalón. Era imposible en su estado y con su pésima motricidad, pero forcejeó, sintiendo como si su paciencia hubiera alcanzado niveles extremos y el hombre se rio.

—¿Necesita una mano con eso?

—No. Yo puedo —. Forcejeó un poco con los botones hasta que logró desabrocharlos uno a la vez y cuando coló su mano dentro del pantalón, para envolverlo en su puño, el hombre ya empezaba a endurecerse—. ¿Me pagará ¿verdad?

—¿Pagarle? No menciono nada sobre pagarle.

—Dah, es que no hago esto gratis...Nunca.

—¿Y cómo iba yo a saber? —rio y sacudió la cabeza—. ¿Cuánto cobra, señor?

—Mmm, lo que usted quiera...Soy así de generoso.

—Ya veo —. Le peinó la barba, moviéndola hacia los lados con la nariz arrugada en desagrado y chasqueó la lengua—. Es una Mary-Ann entonces.

—No me llame así cuando estoy agarrando su pene o podría apretarlo.

—¿Prefiere le diga puto? —. Roland asintió para su sorpresa y eso lo hizo reír otra vez—. Vaya, eso es nuevo para mí. Muy bien. ¿Hace cuánto que lo es?

—Mmm...Realmente tiene un pene hermoso —gimió y lo masajeó un poco más rápido, consiguiendo que el hombre gimiera con él.

—Sí, se lo dije. ¿Responderá mi pregunta?

—¿Uhm?

—¿Hace cuánto tiempo es usted un puto?

—Ah...No sé...Mucho. Cuatro o cinco años. Creo. ¿Me la chupará?

—Ya le dije que no —. Tomó la muñeca de Roland para retirarla del interior de su pantalón y Roland protestó con un puchero—. Aunque si se lava y se arregla un poco, podría hacerlo. Creo que hay un rostro muy bonito detrás de todo este...desastre que es su apariencia.

—Mmm... ¿Qué hacemos aquí parados si no vamos a follar?

—No lo sé, usted es el ebrio —. Roland bufó—. ¿Vive lejos?

—No tengo casa.

—Ah, un puto de las calles entonces. ¿Y así esperaba que lo metiera en mi boca? —. Fingió una arcada y sacudió la cabeza—. Que suerte soy precavido. ¿Cuánto gana por semana?

—¿Eh? Ah...Eh...Once chelines —dijo, aunque eso era lo que hacía en la fábrica, pero en esos momentos ya ni siquiera sabía de qué estaban hablando—. Quiero follar, señor, estoy...Muy, muy caliente y le prometo que soy bueno y obediente.

—Seguro que lo es —rio y lo empujó hacia la cama.

Roland cayó hacia atrás sin problema y en cuanto golpeó el colchón, se dispuso a enderezarse para atraer al hombre hacia su cuerpo, pero terminó sintiéndose demasiado pesado y cansado, por lo que se acostó, cerró los ojos y quedó profundamente dormido.

El hombre se rio otra vez al verlo, no se había reído tanto en días y estaba de muy buen humor después de ese casual encuentro con este misterioso hombre, incluso si se había quedado con una erección que tuvo que acomodar para poder abrocharse el pantalón de nuevo.

—Ay, señor, no creo que sepa la suerte que tuvo al detenerme a mí de todos los hombres —confesó ante su cuerpo dormido y le recorrió un escalofrío al pensar todo lo que podían hacerle en ese estado—. Tiene usted mucha suerte.

Se encaminó hacia la puerta de la habitación, para marcharse y dejarlo allí durmiendo y en el tiempo que estuvo fuera, Roland ni siquiera se movió. El único indicio de que seguía vivo, eran sus fuertes ronquidos, que retumbaban en toda la habitación.

La puerta se abrió otra vez, al menos veinte minutos más tarde y por allí entró un grupo de hombres, seguidos por el mismo que había estado con Roland antes.

—Aquí está, tal y como lo dejé, jefe.

James Kelly entró en la habitación seguido por sus muchachos (que irónicamente eran mayores que él) y miró hacia la cama con el ceño fruncido.

—¿Esta cosa?

—Pues sí, creo que es bueno, incluso en su estado fue capaz de seducirme muy bien. Además, creo que si lo arreglamos un poco se vería muy bonito.

Kelly paseó alrededor de la cama, todavía luciendo una expresión de desagrado y sacudió la cabeza, no muy convencido.

—A ver, bájenle los pantalones para que pueda evaluarlo.

Tony se adelantó para hacerse cargo de la tarea, le desabrochó el pantalón y bajó solo lo suficiente para exponer su miembro, que estaba completamente relajado al igual que su dueño dormido.

—Uhm...—. Se acercó para levantarle el chaleco y la camisa y apretó los labios—. No está mal supongo...Muy bien, bájenlo mientras nos consigo un taxi.

—¿Lo llevamos?

—Sí, hablaremos con él luego a ver si le interesa el negocio. No demoren.

Se marchó, dejándolos solos y los cinco hombres intercambiaron un par de miradas y luego se volvieron hacia Roland en la cama.

—¿Quién lo carga?

—No creo que uno solo pueda.

—Bueno, ustedes agarren sus pies y nosotros los brazos. Tu ve a la puerta, Rees.

Cargarlo no fue tarea sencilla, especialmente cuando alcanzaron las escaleras y tuvieron que bajarlo con cuidado de que no se les cayera y lo golpearan.

El barman los vio llevando su cuerpo hacia la puerta y se acercó confundido.

—¿Qué están haciendo?

—¿Qué parece? —espetó Rees y señaló hacia Roland—. Ayudamos a nuestro amigo.

—¿Su amigo? ¿Conocen a este hombre?

—Por supuesto y a ver si me explica usted como le permitió beber tanto —regañó, a modo de distracción y el barman empezó a sentirse culpable—. Solo mire su estado. ¿Y si se muere? Ahora eso será su culpa, muy malo usted, malo...Vamos, de prisa, muchachos, debemos llevarlo al hospital.

—Realmente lo siento, caballeros...

Se marcharon mucho antes de que terminara de hablar y desde la puerta pudo ver como lo subían en un carro que ya esperaba por ellos y se regresó al bar, suspirando y sacudiendo la cabeza, apenado.

Cuando recordó que Roland no le había pagado ni las bebidas o la habitación, ya era demasiado tarde; se habían marchado. 

Continua llegint

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